ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

9.- EL CÁNTICO DE REDENCIÓN (Éxodo 15:1-21)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

EL CÁNTICO DE REDENCIÓN

 

 

Éxodo 15: 1-21

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

KJV1769 = King James 1769 Version of the Holy Bible (conocida también como la "Authorized Version")

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

 

 

         Este capítulo ocupa un lugar muy importante – tanto señalando la nueva posición a la que los hijos de Israel eran llevados ahora como siendo la expresión de los sentimientos – engendrados en ellos, indudablemente, por el Espíritu Santo – que fue adecuada a ello. Es realmente un cántico de redención; y, a la vez, es profético en su carácter, abarcando como lo hace, los propósitos de Dios con respecto a Israel hasta el milenio – cuando "Jehová reinará eternamente y para siempre." (Éxodo 15:18). Tiene, por tanto, un doble carácter, aplicándolo primeramente a Israel, y luego también, en la medida en que el paso del Mar Rojo era de manera preminente típico en su carácter, a la posición del creyente. Teniendo esto en mente, su interpretación será más fácilmente comprendida.

 

"Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová, y dijeron: Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré. Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre. Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército; y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo. Los abismos los cubrieron; descendieron a las profundidades como piedra. Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder; tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo. Y con la grandeza de tu poder has derribado a los que se levantaron contra ti. Enviaste tu ira; los consumió como a hojarasca. Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas; se juntaron las corrientes como en un montón; los abismos se cuajaron en medio del mar. El enemigo dijo: Perseguiré, apresaré, repartiré despojos; Mi alma se saciará de ellos; sacaré mi espada, los destruirá mi mano. Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; Se hundieron como plomo en las impetuosas aguas. ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? Extendiste tu diestra; la tierra los tragó. Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada. Lo oirán los pueblos, y temblarán;

se apoderará dolor de la tierra de los filisteos. Entonces los caudillos de Edom se turbarán; a los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; se acobardarán todos los moradores de Canaán. Caiga sobre ellos temblor y espanto; a la grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra; Hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová, Hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste. Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado. Jehová reinará eternamente y para siempre. Porque Faraón entró cabalgando con sus carros y su gente de a caballo en el mar, y Jehová hizo volver las aguas del mar sobre ellos; mas los hijos de Israel pasaron en seco por en medio del mar." (versículos 1 al 19).

 

La primera cosa que se ha de comentar acerca de este éxtasis de gozo, es que no tenemos ningún cántico mencionado en la Escritura, excepto en relación con la redención. Incluso nunca se dice que los ángeles cantan. Al nacer nuestro bendito Señor, "apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace." (Lucas 2: 13, 14 – LBLA). De igual modo en Apocalipsis, Juan dice, "oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y era el número de ellos millones de millones, y millares de millares; los cuales decían a gran voz: ¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!" (Apocalipsis 5: 11, 12 – VM). Son, por tanto, solamente los redimidos quienes pueden cantar, y aprendemos de ahí el carácter verdadero del cántico Cristiano. Dicho cántico debería expresar el gozo de la salvación, los acentos de alabanza y alegría producidos en el alma por el conocimiento de la redención. "¿Está alguno alegre?" dice Santiago, "Cante alabanzas." Es decir, si alguno está desbordante de gozo verdadero – el gozo que sigue a la redención conocida, gozo en el Señor como Redentor, este debería ser expresado en alabanzas – alabanzas de loores a Dios. "Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová." (Éxodo 15:1). Fue entonces, cuando conocieron por vez primera lo que la redención era, que ellos derramaron en cántico la alegría de sus corazones. Y no debería haber ningún otro, de hecho no existe ningún otro, cántico para el Cristiano. Pronunciar otro en sus labios es olvidar el verdadero carácter, así como la única fuente, de su gozo.

 

El cántico mismo puede ser considerado en dos aspectos – su tema general, y la verdad que contiene. En cuanto a su tema general, se trata sencillamente de Jehová mismo, y de lo que Él ha hecho. Pero esto abarca muchísimo. Es Jehová mismo comprendido y conocido en la redención. "Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación." (versículo 2). Porque Él puede ser conocido solamente en redención. Así, hasta la cruz de Cristo, Él no fue, no podía haber sido, plenamente revelado. Él fue revelado a los hijos de Israel en el carácter de la relación a la que ellos eran llevados, pero no fue hasta que la redención fue consumada – de la cual esto que está registrado aquí no fue más que un tipo – que Él se dio a conocer plenamente en todos los atributos de Su carácter. Pero independientemente de la medida de Su manifestación en cada sucesiva dispensación, Él no podía ser comprendido, incluso hasta ahora, excepto a través de la redención, típica o de otra  manera, y la relación posterior a la que los redimidos eran llevados. Los hijos de Israel le conocieron como Jehová; nosotros, por gracia, Le conocemos como nuestro Dios y Padre, porque Él es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo; pero, independientemente de la dispensación, Él mismo, revelado así, es siempre el tema del cántico, ya que es en Él solo que Su pueblo se regocija en cada edad. No obstante, tal como hemos comentado, hay otra cosa, y esa cosa es lo que Él ha hecho, y esto es sacado a la luz plenamente en el cántico de Moisés y los hijos de Israel. Hay, necesariamente, dos aspectos de esto – la salvación de Su pueblo, y la destrucción de sus enemigos. Esto se expresó en cada variedad de frase, y con toda la sublimidad de expresión que concordase con la majestad de Aquel que había obrado así a favor de ellos. No se trata de lo que ellos habían logrado hacer, sino de lo que Jehová ha hecho. Lo que celebraron no fue el triunfo de ellos sino Su triunfo.

 

¡Quitaron sus ojos de sobre ellos mismos en presencia de una muestra tan asombrosa de poder redentor! "Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete." (versículo 1). Magnifican así a Jehová, ya que perciben, divinamente inspirados, que la obra que Él ha llevado a cabo redundaba en Su propia exaltación y gloria. "Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder;" y otra vez, " ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?" (versículos 6 y 11). Los creyentes de esta dispensación podrían aprender, ciertamente, de este primer cántico redentor, lo que debería ser el carácter de su alabanza cuando se reúnen para la adoración en el poder del Espíritu Santo. Ya que se trata del primer cántico de redención, contiene los principios de alabanza para todas las generaciones futuras. Merece, por esta razón, ser considerado en oración por todo creyente.

 

Nosotros, no obstante, aprendemos su plenitud y variedad cuando consideramos la verdad que contiene este cántico. Lo primero es que ellos eran ahora redimidos – siendo la redención, como se ha destacado, el tema principal de su cántico. "Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación." Y otra vez, "Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste." (versículo 13). Hasta entonces, ellos no habían sido redimidos, no conocían la salvación. Habían sido protegidos perfectamente del destructor en Egipto, pero no se podía decir que ellos habían sido salvados hasta que hubiesen sido sacados de Egipto, y librados de Faraón – del poder de Satanás. Existe la misma diferencia observable ahora en la experiencia de las almas. Hay muchos que conocen el perdón de sus pecados por medio de la sangre de Cristo; pero después, no conociendo ellos mismos la naturaleza de la carne que está aún en ellos, o el poder de Satanás que acosa y molesta, no sólo pierden su gozo posterior al perdón, sino que caen algunas veces, a través de dificultades que les rodean por todos lados, en un estado de desaliento y alarma. Llevados a tomar conciencia de su absoluta incapacidad para hacer alguna cosa, o para resistir al enemigo, se les hace clamar, como en Romanos 7, "¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24). Es entonces cuando se les enseña que el Señor Jesús no sólo ha proporcionado limpieza para sus pecados por medio de Su sangre preciosa, sino que también, a través de Su muerte y resurrección, Él los ha sacado de su antigua condición, y los ha colocado en un lugar nuevo en Él, al otro lado de la muerte y el juicio. Sus ojos están abiertos ahora para ver que en Él han sido librados completamente de todo lo que estaba contra ellos, y, por tanto, que Satanás ha perdido sus derechos sobre ellos, y, por consiguiente, no tiene ninguna pretensión sobre ellos. Son, de este modo, hechos libres; su mala naturaleza ya ha sido juzgada, y el poder de Satanás ha sido vencido, en la muerte de Cristo, y por eso, liberados, sus corazones están llenos con acción de gracias y alabanza. El hecho de que muchos no alcanzan esta bendición plena es muy cierto, pero se trata, no obstante, de la porción de cada creyente. Y jamás puede existir una seguridad plena de salvación – paz firme y sólida – hasta que se conozca esta completa liberación. Indudablemente esto debe ser aprendido individualmente, pero ello depende entera y solamente de lo que Cristo es y ha hecho; y, por consiguiente, el todo de esta bendición es presentado a los pecadores en el evangelio de la gracia de Dios. Puede ser que el alma aprenda el perdón de pecados en primer lugar; pero no es menor el hecho de que se proporciona una redención plena, y ella es predicada, a todo aquel que recibirá el mensaje del evangelio. Es de suma importancia que esta verdad sea conocida; ya que por medio de la ignorancia acerca de ella, existen miles de almas que son presa de dudas y temores, en lugar de regocijarse en el Señor como el Dios de su salvación. Las almas que están en un estado semejante tienen poca libertad al orar, al adorar, o en el servicio; pero  una vez que la verdad de la redención se les hace evidente, como los hijos de Israel en la escena que está ante nosotros, son constreñidos a dar libre curso a su gozo recién descubierto en cánticos de alabanza.

 

Pero hay más: la posición de ellos es cambiada. "Con tu poder los has guiado a tu santa morada." (versículo 13 – LBLA). Fueron llevados a Dios en cuanto la nueva posición que ocuparon. En el desierto, justo, de hecho, cuando estaban entrando en él – esto marcó su carácter como peregrinos – fueron llevados, no obstante, a la santa morada de Dios. Esto corresponde con nuestra posición como creyentes en el Señor Jesús. Él padeció, una vez para siempre, por los pecados, el Justo por los injustos, a fin de llevarnos a Dios (1 Pedro 3:18 – VM). Este es nuestro lugar como Sus redimidos. Es decir, somos llevados a Dios según todo lo que Él es; toda Su naturaleza moral, habiendo sido completamente satisfecha en la muerte de Cristo, puede reposar ahora en nosotros en perfecta complacencia. El himno, por tanto, no hace sino expresar un pensamiento Escritural, que dice:

 

"Tan cerca, tan cerca de Dios,

Más cerca no puedo estar,

Ya que en la persona de Su Hijo

Estoy tan cerca como Él está."

 

El lugar, en efecto, se nos concede en gracia, pero, no obstante, en justicia; de modo que no sólo están involucrados todos los atributos del carácter de Dios al llevarnos allí, sino que Él mismo es glorificado también por ello. Se trata de un pensamiento inmenso, y uno que, cuando se sustenta en poder, imparte a nuestras almas tanto fortaleza como energía – de que aun ahora somos llevados a Dios. Toda la distancia – medida por la muerte de Cristo en la cruz, cuando por nosotros fue hecho pecado – ha sido salvada, y nuestra posición de cercanía está marcada por el lugar que Él ocupa como glorificado a la diestra de Dios. En el cielo mismo no estaremos más cerca en cuanto a nuestra posición, porque dicha posición en Cristo. No se olvidará que nuestro disfrute de esta verdad, de hecho aun nuestra comprensión de ella, dependerá de nuestra condición práctica. Dios espera un estado que se corresponda con nuestra posición – es decir, nuestra responsabilidad es medida por nuestro privilegio. Pero hasta que conozcamos nuestro lugar, no puede haber una condición que responda a ella. En primer lugar, debemos aprender que somos llevados a Dios, si caminásemos en alguna medida de conformidad con la posición. El estado y el andar deben emanar siempre de una relación conocida. A menos, por tanto, que se nos enseñe la verdad de nuestra posición delante de Dios, jamás responderemos a ella en nuestras almas, o en nuestro andar y proceder.

 

La tercera cosa que se ha de observar es que la posición de ellos en aquel momento era la promesa del cumplimiento de todo lo demás. "Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado. Jehová reinará eternamente y para siempre." (Éxodo 15: 17, 18). El poder que Dios había mostrado en el Mar Rojo era la garantía; primero, de que Él llevaría a cabo todos Sus propósitos con respecto a Israel; y, en segundo lugar, que ese poder sería mostrado finalmente en Su reino eterno. La fe, engendrada a través del conocimiento de la redención, echa mano de esto – abrazando todo el alcance de los propósitos de Dios, y considerándolos como ya cumplidos. Es así en la epístola a los Romanos. "Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó." (Romanos 8:30). Si efectivamente los propósitos de Dios pudiesen ser frustrados, Él no sería Dios. Puede haber enemigos en el camino – y pueden oponerse contra la ejecución de Su voluntad declarada. Pero la fe dice, "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Romanos 8:31). Israel pudo cantar así, "Lo oirán los pueblos, y temblarán; se apoderará dolor de la tierra de los filisteos. Entonces los caudillos de Edom se turbarán; a los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; se acobardarán todos los moradores de Canaán. Caiga sobre ellos temblor y espanto; a la grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra; hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová, hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste." (Éxodo 15: 14-16). De la misma manera, el apóstol clama, "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?" No – nada, ya que él está "seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro." (Romanos 8: 35-39). La eficacia de la sangre asegura la consumación de todos los consejos de Dios, introduce todo lo que Él es – Su majestad, Su verdad, Su misericordia, Su amor, Su poder omnipotente – a favor de Su pueblo. Por tanto, no es presunción, sino sencillez de fe, anticipar la consumación de nuestra redención. No se trata de pasar por alto el carácter y la fuerza de nuestros enemigos; sino que, midiéndolos por lo que Dios es, el alma es certificada inmediatamente de que es más que vencedora por medio de Aquel que nos amó (Romanos 8:37). Se trata de obtener la consolación plena y bienaventurada de la verdad, de que Dios está actuando por Su propio poder fuera de nosotros, y para Su propia gloria. Las legiones de Satanás – los caudillos de Edom, los valientes de Moab, y los moradores de Canaán, pueden procurar impedir el camino a la herencia, pero cuando Dios se levanta en Su fuerza a favor de Su hueste rociada con sangre, ellos serán dispersados como paja (o tamo) delante del viento. De este modo, el final está seguro desde el principio, y de ahí que nuestro cántico triunfante de victoria puede ser elevado antes que haya sido dado un solo paso en la senda del desierto. Y el asunto será para la gloria de Aquel que nos ha redimido. Jehová reinará eternamente y para siempre. De igual manera leemos en la epístola a los Filipenses que es conforme al propósito y al decreto de Dios, "que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre." (Filipenses 2: 9-11). ¡Qué gozo debería ser, para el corazón del creyente, contemplar que mientras somos llevados a una bendición inefable, aun así el resultado de la redención será la exaltación del Redentor! En esta Escritura el reino del cual se habla tiene, indudablemente, aplicación primaria a la tierra. Se trata del reino eterno de Jehová – el dominio milenial del Mesías, el cual debe reinar hasta que Él haya puesto a todos Sus enemigos debajo de Sus pies (1ª. Corintios 15:25). Pero en cuanto a principio, ello va más allá – ya que Él reinará eternamente y para siempre; y esto también será el fruto de la cruz. Allí, Él se humilló a Sí mismo, y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, y como una consecuencia Él está ahora, y será para siempre, exaltado.

 

Hay otra cosa que demanda nuestra atención. Hasta ahora, todo lo que se ha considerado está relacionado con los propósitos de Dios. Pero en el versículo 2 de Éxodo 15 hay una excepción. Tan pronto como ellos dicen, "Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación", ellos añaden entonces, "Él es mi Dios, y le prepararé una morada; Dios de mi padre, y lo enalteceré." (Éxodo 15:2 - KJV1769) [*]

 

[*] "… y le prepararé una morada…" Bien se puede dudar si acaso la palabra Hebrea está aquí correctamente traducida. Los comentarios hechos acerca del texto Inglés pueden, no obstante, mantenerse; ya que la verdad es de suma importancia.

           

         Esto es diferente de "el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado" en el versículo 17. Eso considera el cumplimiento de los propósitos de Dios en el establecimiento del reino y el templo en Jerusalén. Pero esto iba a ser una cosa presente. "…le prepararé una morada…" (Éxodo 15:2 - KJV1769). Es, de hecho, el tabernáculo. Esto se nos presentará más correctamente en capítulos posteriores; pero se puede notar aquí que esta es la primera vez que se hace mención de una morada para Jehová con Su pueblo. Él tuvo santos antes de esto, pero no un pueblo; y hasta que la redención fue cumplida, Él nunca moró en la tierra. Él visitó a Sus santos, y se les apareció en muchas maneras, pero Él jamás tuvo Su habitación en medio de ellos. Pero tan pronto como la expiación por el pecado ha sido hecha por la sangre del cordero, y Su pueblo ha sido sacado de Egipto, salvado por medio de la muerte y la resurrección, entonces Él inspira sus corazones para edificarle una morada. [**]

 

[**] El pensamiento de edificar un santuario provino de Dios, y no de Israel. (Véase Éxodo 25:8). Fue Su deseo morar en medio de Sus redimidos.

             

         Él los guio mediante la columna de nube en el día, y de noche mediante la columna de fuego, tan pronto como comenzaron su éxodo; pero Él no podía tener una habitación en Egipto, en el territorio del enemigo. Pero cuando ellos son llevados a un terreno nuevo, Él se puede identificar con ellos, morar en medio de ellos, y ser el Dios de ellos, y ellos Su pueblo. Es así también en el Cristianismo. Dios no formó Su actual habitación en la tierra por el Espíritu sino hasta que la expiación fue llevada a cabo, y Cristo resucitó de los muertos y ascendió a lo alto. (Hechos 2; Efesios 2). Es así con el creyente individual. No es sino hasta que él es limpiado por la sangre de Cristo que su cuerpo es hecho templo del Espíritu Santo. La verdad es, por tanto, que la morada de Dios en la tierra se fundamenta sobre una redención completada. Y qué inmenso privilegio. A pesar de que el desierto no formaba parte del propósito de Dios, con todo, en Sus modos de obrar con Su pueblo, ellos deambularon allí por cuarenta años. ¡Qué bienaventurado, entonces, para estos fatigados peregrinos, contemplar hacia adelante la herencia, tener la morada de Dios en medio de ellos; un lugar donde podían acercarse a Él, a través de los sacerdotes designados, con sacrificios e incienso; siendo el centro, asimismo, de su campamento! ¡De qué manera ello inspiraría el corazón del piadoso con coraje para contemplar aquel tabernáculo, con la nube reposando sobre él, símbolo de la presencia divina! De ahí el clamor angustioso de Moisés, después del fracaso del pueblo, "Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí. ¿Pues en qué se conocerá que he hallado gracia ante tus ojos, yo y tu pueblo? ¿No es acaso en que tú vayas con nosotros...?" (Éxodo 33: 15, 16). Tampoco se debería olvidar que Dios tiene también ahora Su morada en la tierra. Esta verdad está, entre las confusiones de la Cristiandad, en peligro de ser ignorada. Pero, a pesar de nuestro fracaso, Dios mora en la casa que Él ha formado, y morará en ella hasta el regreso del Señor. Esta verdad debería inspirarnos con fortaleza y consolación; ya que no es un privilegio inferior el hecho de ser sacado de la esfera, y de debajo del poder, de Satanás a la escena de la presencia y el poder de Dios. Es el único lugar de bendición en la tierra, y felices aquellos que han sido hechos partícipes de él a través de la gracia de Dios en el poder del Espíritu Santo.

 

No fue este ningún gozo común, que halló expresión en este cántico de jubilosa alabanza. Se extendió por toda la hueste; ya que "María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas." (Éxodo 15:20). Y María clamó, mientras guiaba el coro de su cántico, "Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; ha echado en el mar al caballo y al jinete." (versículo 21). Se trata de la primera mención de María (o Miriam) por nombre, y es sumamente interesante notar que ella era una profetisa. Fue ella, muy probablemente, la que vigiló la arquilla de juncos en la cual su hermano de pocos días Moisés fue colocado, y quien fue el medio de que fuese restituido a su madre. De este modo, ella también llega a ser prominente en Israel, no sólo a partir de su relación con Moisés, sino también a partir de su propio don distintivo. Es el modo de obrar del Señor para bendecir a todos los relacionados con el hombre de Sus consejos; y, a la vez, nos revela cuán sagrado es el lazo familiar ante Sus ojos. Pero en la escena ante nosotros fue su honra y privilegio ser la líder y portavoz del gozo de las mujeres de Israel. Los corazones de todas se llenaron de alegría, y hallaron su expresión en la música, la danza, y el cántico. Ellas fueron redimidas, y lo supieron esa feliz mañana; y cargadas con el gozo de su salvación, ellas lo hacen saber en estos acentos de gratitud y alabanza.       

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. –  Junio/Julio 2012.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Song of Redemption (Exodus 15: 1-21) , by Edward Dennett
Traducido con permiso

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