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LOS CAMINOS DE DIOS - Libro completo (F. G. PATTERSON)

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LOS CAMINOS DE DIOS

 

Gobierno, Gracia, y Gloria

 

Frederick G. Patterson

 

De la Revista "The Bible Treasury", Vol. 5, 1865-1865

 

BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)

RVR1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

Introducción.

Capítulo 1. — El Alcance General de los Tratos de Dios.

Capítulo 2. — La historia Pasada del Pueblo de Israel

Capítulo 3. — Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.

Capítulo 4. — La vocación de la Iglesia, y Su Gloria.

Capítulo 5. — La Corrupción de la Cristiandad.

Capítulo 6. — El Juicio de Israel y de las Naciones introductorio del Reino.

Capítulo 7. — La Gloria, o Reino.

Capítulo 8. — Satanás desatado por un poco de tiempo, el Gran Trono Blanco, y el Estado Eterno.

Capítulo 9. — Conclusión.

 

INTRODUCCIÓN

 

En un momento como el actual, tan pleno de acontecimientos que se aglomeran en la historia de la época actual — una época que finaliza con consecuencias tan profundas y solemnes para el mundo, y tan plena de bendiciones para el Cristiano, y para la Iglesia de Dios — es una bendición del Señor hacer que nuestras mentes estén dirigidas hacia la palabra profética, y a los modos de obrar de Dios. De la palabra profética se dice que nosotros hacemos "bien en estar atentos [a ella] como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones " (2ª. Pedro 1:19).

 

Es deseable, de manera tan concisa como sea consistente con el objetivo en perspectiva, y como el Señor pueda proveer amablemente guía y bendición para nuestra necesidad, traer ante las mentes del pueblo de Dios el alcance general de los grandes tratos dispensacionales de Dios, el cual Le ha complacido a Él, en Su gracia infinita, dárnoslo a conocer en Su palabra, con el fin de mostrar esos tratos en gobierno, gracia, y gloria. De este modo, a algunos les será fácil seguir esos tratos en su orden consecutivo hasta donde ellos pueden ser seguidos, como para percatarse de los propósitos de Dios revelados así.

 

De cierto podemos decir verdaderamente que sólo "en parte conocemos" (1ª. Corintios 13:9); pero el Señor es muy amable, y espera en nuestra lentitud para aprender.

 

No se pretende presentar una visión completa de los detalles de estas cosas, sino lo que puede conducir la mente a una mayor búsqueda de los más minuciosos detalles en la palabra de Dios, y a una más perfecta comprensión de Sus propósitos y modos de obrar.

 

Al llevar a cabo un deseo tal, muchas verdades, bien conocidas últimamente entre el pueblo del Señor, estarán ante nosotros — necesariamente — para que las partes más importantes no puedan ser olvidadas u omitidas, en el orden consecutivo de los modos de obrar de Dios. Y si se considera que es necesario apartarse de este orden, ello será nada más que para conectar más plena y claramente los acontecimientos, para que a la mente se le pueda permitir pasar a lo largo de la cadena sin omitir un eslabón.

 

El propósito de estos escritos es poner la verdad clara y sencillamente delante de la mente desde la Escritura, para la "edificación de Dios que es por fe" (1ª. Timoteo 1:4); no para combatir con el error, por muy útil y necesario que ello pueda ser a su tiempo. Porque se siente vigorosamente que cuando la verdad con su luz clara y perfecta resplandece en el alma, ella disipa las tinieblas alrededor, y encuentra un lugar de reposo en el corazón que desea estar sujeto a la palabra de Dios.

 

Que las consideraciones de estas verdades puedan demostrar ser una bendición de parte de Él, el único que puede bendecir; y pueda Él habilitarnos para vivir en el poder de las cosas que son invisibles y eternas, ¡y bendiga Su propia palabra abundantemente!

 

Al escudriñar estos temas, un alcance muy amplio de la Escritura estará ante nosotros.

 

Las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento abarcan cinco temas distintivos, a saber:

 

1. La Corrupción o Ruina de Israel, la nación escogida por Dios.

 

2. El juicio que sigue a la ruina, sea por mano de los Gentiles o de otro modo.

 

3. Los tiempos de los Gentiles, y su juicio.

 

4. La crisis de la historia del mundo, o corto período de juicio cuando el Señor "ejecutará su obra en la tierra, acabándola y acortándola" (Romanos 9:28 – VM); introductorio de esa edad cuando "la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar." (Habacuc 2:14).

 

5. La gloria o Reino, el cual conocemos familiarmente como el Milenio.

 

Yo presentaría de antemano una observación acerca de 2ª. Pedro 1:20: "entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada." Ha habido ciertos cumplimientos parciales de la profecía en tiempos pasados, los cuales, sin duda, llevaron en gran parte sobre ellos los rasgos de sucesos a los cuales, cuando se cumplan, en una aplicación principal, ellos se referían; pero si nosotros tuviésemos que decir que su alcance termina allí, no entenderíamos el pensamiento del Espíritu en el tema de la Escritura, y haríamos que fuese de interpretación privada. La profecía comienza en la mente y los consejos de Dios, y finaliza sólo en Su propia gloria a ser revelada y perfeccionada y mostrada en Su Hijo; ella vincula dos cosas, los consejos de Dios y sus cumplimientos en Cristo. Nosotros no podemos, por tanto, comenzar en un punto posterior, o detenernos en cualquier punto previo al final, sin perder su gran objetivo. Con independencia de cuán exacto puede haber sido el cumplimiento aparente de ciertas profecías, cuando pasamos a examinar los detalles, nosotros estamos seguros de encontrar rasgos que muestran claramente que, cuando a Dios le agradó usar las circunstancias que estaban por venir, o que estaban entonces delante de Él, Él ha mostrado siempre que Él tenía otros pensamientos en perspectiva que llegan hasta el cumplimiento de Sus plenos propósitos y gloria, de los cuales el asunto delante de Él sirvió como un tipo o figura. Asimismo, la profecía se ocupa acerca de acontecimientos terrenales, no acerca de los celestiales. Ciertamente "una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales" (1ª. Corintios 15:40); pero la profecía guarda silencio en cuanto al "misterio escondido desde los siglos en Dios" (Efesios 3:9). El "misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora." (Romanos 16: 25, 26). "Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia." (Efesios 5:32).

 

Capítulo 1. — El Alcance General de los Tratos de Dios.

 

Con referencia a este tema, nos referiremos a tres Escrituras que siguen a continuación:

 

1º. "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley" (Gálatas 4:4).

 

2º. "Con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El también hemos obtenido herencia" (Efesios 1: 10, 11 – LBLA).

 

3º. "Y el ángel… juró por el que vive por los siglos de los siglos,que ya no habrá dilación, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando esté para tocar la trompeta, entonces el misterio de Dios será consumado" (Apocalipsis 10: 5-7 LBLA).

 

Estas porciones de la Escritura señalan los tres grandes acontecimientos o épocas de los tratos de Dios para con el mundo: el primero de ellos ha pasado, y los otros dos son manifiestamente futuros; estando la diferencia en los dos últimos en esto: que uno termina cuando el otro comienza. Vamos a tratar ahora de determinar a partir de la Escritura, a cuáles tratos pasados y modos de obrar de Dios se refiere la expresión en Gálatas, "cuando vino el cumplimiento del tiempo." Nosotros debemos, por lo tanto, dar una mirada general a la historia pasada del mundo tal como nos ha sido revelada.

 

Dirigimos nuestra atención a Génesis 1 y 2, y encontramos allí que Dios, habiendo creado al hombre y a la mujer, les otorga el "dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra" (Génesis 1:26 – LBLA).

 

Un dominio universal otorgado a ellos sobre todas las cosas creadas. Pasamos a Génesis 3, y encontramos allí que Satanás había venido y había tenido éxito en obtener esta preponderancia a través del hombre que había caído, y a través de sus concupiscencias, cuando fue apartado de Dios. A Adán vivo e inocente se le había dado una ley de cuya observancia dependía la conservación de las bendiciones y el dominio, y que podía, como una criatura, haberle guardado en su lugar correcto de sujeción a Dios. Adán caído así oye una promesa, que la simiente de la mujer (lo que él no era) heriría, a su debido tiempo, la cabeza de Satanás (Génesis 3:15), el cual había obtenido así la preponderancia mediante su engaño; y así, él es expulsado de la presencia de Dios. "Echó, pues, fuera al hombre" (Génesis 3:24). Comienza entonces el período de prueba del hombre en esta condición, la cual duró cerca de cuatro mil años, hasta que "vino el cumplimiento del tiempo" (Gálatas 4:4).

 

Durante 1600 o 1700 años de este tiempo de prueba, los hombres son dejados a andar en sus propios caminos (si bien Dios no se dejó jamás a Sí mismo sin testimonio, Hechos 14: 16, 17) hasta el diluvio; cuando "se corrompió la tierra delante de Dios, y… estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra." (Génesis 6: 11, 12). "Las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad," se habían visto con toda claridad, "siendo entendidas por medio de las cosas hechas," dejándolos sin "excusa" (Romanos 1:20). Dios dijo por tanto, "He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra." (Génesis 6:13). Y entonces Él trajo "el diluvio sobre el mundo de los impíos… por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua", y terminó así la prueba del hombre abandonado a sí mismo. (2ª. Pedro 2:5; 3:6).

 

Noé y su familia son salvados a través de este juicio, y nosotros lo encontramos en la tierra limpiada así. En sus manos se le da la 'espada'; el gobierno es confiado a él — "El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo El al hombre." (Génesis 9:6 – LBLA). Noé comisionado así, comenzó a ser un labrador, y plantó una viña, y bebió vino, y se embriagó; perdiendo así, moralmente, la posición en la que él había sido colocado por Dios.

 

Comenzó la adoración de demonios. Los hombres, aunque conocían a Dios, "no le glorificaron como Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles." (Romanos 1: 21-23). "Lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican." (1ª. Corintios 10:20).

 

La voluntad propia llena así el corazón del hombre — voluntad propia que demostraría ser un centro en sí misma, habiendo perdido el vínculo que la unía a Dios, el único centro del bien: los hombres se unen para hacer un centro de unidad apartados de Dios. "Edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra." (Génesis 11:4). El hombre llamaría a esto unidad, Dios lo llama confusión, (Babel), y Él desciende y los esparce desde allí, dándoles la limitación del lenguaje, "una "atadura de hierro" en torno a los hombres.

 

Cuando el mundo hubo entrado así en la idolatría, " adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos" (Romanos 1:25 – LBLA), Dios separó para Sí mismo un hombre, Abraham, y en él una familia, una nación, para que Él pudiese (entre otros consejos) poner al hombre bajo otra prueba, en un terreno nuevo. Con el transcurso del tiempo, Él separa esta nación de Israel del mundo (Egipto) para Sí mismo, dándoles, estando separados así, morando Él mismo entre ellos, Su ley. Esta ley representaba al hombre la norma de su responsabilidad como pecador, y también representaba la autoridad de Dios. No conociéndose a ellos mismos, ellos la aceptan como la condición de su relación con Dios; el legislador va a recibirla, y antes que las condiciones fuesen nombradas, los que aceptan las condiciones erigen un becerro de oro y lo adoran como Dios de ellos, ¡y fracasan! Dios coloca entonces la ley en las manos de un mediador y añade las condiciones de paciencia y misericordia a sus demandas. La historia de la nación de Israel, colocada así en el terreno nuevo, nos presenta el resultado de esta nueva prueba del hombre. Ella duró hasta la cautividad en Babilonia. Durante aquel tiempo de prueba nosotros oímos la voz suplicante de los profetas y mensajeros de Dios, procurando recuperar el pueblo rebelde a la observancia de las condiciones de su relación con Él, y a guardar la ley que las definía. "Mas ellos," dice el profeta, "cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí." (Oseas 6:7). Ellos quebrantaron el pacto del cual dependían las bendiciones, tal como Adán había hecho.

 

El hombre recibe ahora otra prueba. El poder supremo es puesto en sus manos. Dominio universal es dado en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia: "Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro." (Daniel 2: 37, 38). Entonces, ¿cómo lo usará él? ¿Será para la gloria y la honra de Aquel de quien él lo había recibido? El resultado es conocido. Envanecido en soberbia de corazón, él hace de sí mismo un centro, y para una unidad religiosa e idólatra aparte de Dios, él persigue a Su pueblo. Envanecido en soberbia él dice, "¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?" (Daniel 4:30). Él pierde su raciocinio moral ¡y se convierte en una bestia!

 

Y ahora, en el desierto de este mundo, en el sitio donde Dios había colocado Su viña y plantado Su vid, para que pudiese producir fruto para Él — la viña que Él había cercado y de la cual Él había quitado las piedras, y había plantado con Sus vides más escogidas, y de la cuál Él pudo decir, "¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?" y cuando Él esperaba que ella diese uvas buenas, dio uvas silvestres (Isaías 5:4), con todo Su cuidado y cultivo, ""sarmiento degenerado de una vid extraña" (Jeremías 2:21 – LBLA) — en el desierto moral de este mundo, en aquel sitio pequeño al que Él había otorgado tal cuidado, ¡vino Su última prueba del hombre!

 

«Yo tengo un Hijo, quizás le vean a Él, le tendrán respeto.» (Lucas 20:13). La historia se narra pronto: ellos Le entregaron una cruz ¡cuando Él vino a buscar Su corona! Ellos Le dieron esputos ¡cuando Él vino a buscar fruto! Y terminó así el período de prueba de cuatro mil años bajo toda forma de prueba; ¡El cumplimiento del tiempo vino! (Gálatas 4:4). El hombre no puede mencionar ni una sola manera que haya sido dejada sin probar por Dios; él es dejado sin excusa. El cumplimiento del tiempo vino, y Dios envió a Su Hijo. ¡El Hijo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido! (Lucas 19:10). Él tomo la doble posición: "nacido de mujer", a través de la cual el pecado había entrado, "nacido bajo la ley", para que nosotros pudiésemos recibir la adopción de hijos; para que Dios pudiese mostrar las abundantes riquezas de Su gracia a aquellos que eran pobres y miserables por medio del pecado. El resultado para los que creen es, "Tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia." (Efesios 1:7).

 

Su propósito es revelado para los tales: "Con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El también hemos obtenido herencia" (Efesios 1: 10, 11 – LBLA). Y cuando este cumplimiento de los tiempos habrá seguido su curso, el ángel poderoso jurará por Aquel que vive por los siglos de los siglos, que ya no habrá dilación, y que cuando el séptimo ángel comience a tocar la trompeta, el "misterio de Dios" se habrá consumado (Apocalipsis 10). "El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 11:15).

 

Consideremos ahora estos "tiempos" que avanzan hasta su "cumplimiento." "El cumplimiento de los tiempos" es evidente pasado; la "administración en el cumplimiento de los tiempos", o, " la dispensación del cumplimiento de los tiempos" es claramente futura.

 

1. Ahora es el tiempo del testimonio de la cruz y la resurrección de Jesús, y la reunión de los coherederos para Él, en quien nosotros hemos obtenido una herencia; el tiempo cuando la obra secreta de Dios está progresando, adecuando las piedras espirituales a Su casa espiritual. (1ª. Pedro 2:5).

 

2. Es el tiempo de la Iglesia padeciendo en quebranto y debilidad aquí abajo, en el reino y en la paciencia de Jesús. (Apocalipsis 1:9).

 

3. Es el tiempo de confusión y desgobierno, cuando el juicio está tan separado de la justicia que, cuando el único Justo estuvo de pie ante el tribunal, reconociendo que el poder que estaba allí fue dado por Dios: "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba." (Juan 19:11), — ¡el juicio condenó al Inocente!

 

4. Es el tiempo de la ceguera del pueblo amado, el velo estando sobre el rostro de ellos, la plenitud de los Gentiles siendo reunida.

 

5. Es el tiempo de la dominación Gentil, cuando la gran imagen de Daniel no ha recibido aún el golpe en sus pies de la piedra cortada sin ayuda de manos (Daniel 2).

 

6. Es el tiempo cuando la creación entera gime juntamente con nosotros y a una está en dolores de parto, esperando la manifestación de los hijos y herederos de Dios. (Romanos 8: 17-23 - VM).

 

7. Es el tiempo cuando Satanás anda rondando, como un león rugiente, buscando a quien devorar (1ª. Pedro 5:8); cuya voz nosotros oímos en los espíritus malos, «no nos atormentes antes de tiempo.» (Mateo 8:29).

 

8. Es el tiempo del "misterio de Dios", cuando Él soporta con mucha longanimidad el mal; sin juzgarlo; cuando la maldad esta en lugares elevados, y la bondad es pisoteada; cuando la falsedad triunfa; y la verdad ha sido botada en las calles.

 

9. Y es el tiempo cuando Jesús, rechazado por Sus palabras, está sentado a la diestra de Dios, esperando hasta que "sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies." (Hebreos 10: 12, 13).

 

Pero nosotros debemos volver ahora sobre nuestros pasos. Vimos que el hombre había perdido la primacía y el dominio dados a él en Génesis 1, 2. Pasamos al Salmo 8, y encontramos que hay un "hijo del hombre" al cual se le otorga todo el dominio. "Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar." (Salmo 8: 6-8). ¿Quién es este "Hijo del Hombre"? y ¿cuándo va a ser ejercido y disfrutado este dominio? Hebreos 2 nos responde: "No sujetó a los ángeles el mundo (oikouméne) venidero, acerca del cual estamos hablando; pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos; Todo lo sujetaste bajo sus pies… todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra." Es en el mundo (o siglo) venidero que este dominio va a ser ejercido y disfrutado por Aquel que es también el, "Hijo del Hombre", "coronado de gloria y de honra" ahora.

 

Dirigimos nuestra atención a Efesios 1: 19-23, y encontramos al apóstol citando nuevamente el mismo Salmo. Él habla de la extraordinaria grandeza del poder que obró en Cristo "cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero. Y todo sometió bajo sus pies, y a El lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo." (Efesios 1: 20-23 – LBLA). Nosotros aprendemos de esta y de otras porciones de los capítulos 1 al 4 que, mientras Él está exaltado así, un cuerpo está siendo formado para Él de Judíos y Gentiles, y que el mismo poder que fue ejercido para resucitar a Cristo y exaltarle como hombre a la diestra de Dios (Él fue siempre el Hijo eterno, el verbo (la Palabra) que estaba con Dios) es ejercido para dar vida, resucitar, y unir a Él a los coherederos, los cuales forman Su cuerpo, a saber, la Iglesia.

 

Nuevamente, en 1ª. Corintios 15:27, el apóstol cita este Salmo. De allí nos enteramos que este dominio se cumple en la resurrección, la resurrección de los santos de entre los muertos, de lo cual el capítulo trata; que cuando llegue aquel día, algunos no habrán sido dejados dormidos por Jesús, sino todos (muertos y vivos) serán transformados. Es en este período que se dará curso a la dispensación del cumplimiento de los tiempos, y Dios habrá reunido todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra: y cuando se cumplirá la palabra que está escrita, "Sorbida es la muerte en victoria." (1ª. Corintios 15:54; Isaías 25:8). Entonces Él procederá, tal como lo encontramos por medio de los pasajes afines de Isaías, a introducir la bendición de los terrenales; y entonces el reino de este mundo vendrá a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo (Apocalipsis 11:15), "cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso." (Isaías 24:23).

 

Nosotros encontramos esto en Isaías 24-26. El mundo y su sistema es puesto bajo juicio, cuando este oscile como ebrio bajo el juicio de Dios (Isaías 24:20). Cuando Él castigará al ejército de lo alto en lo alto (Isaías 24:21 – LBLA): Satanás y sus huestes serán arrojados de las regiones celestes (Apocalipsis 12), después de haber oscurecido y obstaculizado la bendición de Dios por tan largo tiempo. Los reyes de la tierra serán castigados en la tierra, cuando ellos estén reunidos contra el Rey de reyes y Señor de señores. (Apocalipsis 19). Este juicio universal da paso al establecimiento de Su trono en Sion. "En este monte hará Jehová de los Ejércitos, para todas las naciones, un banquete de manjares pingües, banquete de vinos sobre las heces; de manjares pingües de mucho meollo, de vinos sobre las heces, bien refinados." (Isaías 25:6 – VM). Él retirará el velo que envuelve a todas las naciones. Él quitará la afrenta de Su pueblo Israel (Isaías 25: 7, 8), el remanente de la nación que ha esperado a Aquel que fue "fortaleza para el desvalido, fortaleza para el pobre en su angustia, su refugio contra la tempestad, su sombra contra el calor, cuando el resoplido de los tiranos era como tempestad contra la pared." (Isaías  25:4 – VM). Él humillará la canción triunfal de los tiranos (Isaías 25:5 - VM), y hará que "los pies del pobre, los pasos del desvalido" remanente de Su pueblo los pise, y les enseñe en aquel día de su liberación y restauración, a cantar este cántico en la tierra de Judá (Isaías 26:6), "¡Ciudad fuerte tenemos; salvación pondrá Dios por muros y baluartes!" (Isaías 26:1 – VM). Los tres capítulos enteros son de una superabundante hermosura, mostrando lo que el Señor hará en el día cuando se cumpla la palabra que está escrita, "Sorbida es la muerte en victoria" (1ª. Corintios 15:54), cuando todo lo que ha sido estropeado y destruido en manos de Adán, será rehabilitado en el "postrer Adán", y cuando él ejercerá la primacía del Salmo 8 asumida como Redentor-heredero — los coherederos unidos a Él; cuando el nombre del Señor será excelente en toda la tierra; y Su gloria, no sólo como Rey en Sion, sino aquella que Él ha puesto sobre los cielos, será exhibida en los cielos y en la tierra en "los tiempos de la restauración de todas las cosas." (Hechos 3:21).

 

En resumen, nosotros hemos visto que el hombre se ha destruido a sí mismo; toda nueva prueba demostrando solamente cuán completa ha sido su ruina y fracaso. Él ha perdido sus bendiciones tan pronto como las recibió. Nosotros vemos que Dios rehabilitará en un sentido mucho más elevado, y para Su propia gloria, todo lo que el hombre ha arruinado, y bajo lo cual él ha fracasado, en el Hijo del Hombre — el segundo Adán — ¡en Cristo! Lo que hemos considerado abarca solamente el período de prueba hasta la cruz y el rechazo de Dios mismo en la persona de Cristo. Nosotros veremos, al considerar otros temas, este humillante descubrimiento, no obstante necesario, expuesto más claramente. Es cierto que el hombre — el primer Adán — estuvo tan realmente perdido en el día de Génesis 2 como en su rechazo de Cristo; pero fue esto lo que sacó a la luz claramente la enemistad de su corazón hacia Dios y el bien. Antes de la cruz no había prueba de esto. Él fracasó en muchas pruebas pacientes por parte de Dios; pero su ruina fue demostrada plenamente cuando Dios, gentil, humano, amoroso, lleno de gracia y verdad, vino a estar en su medio y fue rechazado ¡en la persona de Jesucristo!

 

 

Capítulo 2. — La historia Pasada del Pueblo de Israel

 

Después de nuestro breve sondeo de los tratos generales de Dios, llegamos ahora a considerar Sus modos de obrar, como siendo mostrados más en detalle; y al hacerlo, nos volvemos a ese pueblo, o nación, que fue, de manera peculiar, la plataforma para la exhibición de esos modos de obrar, en gobierno paciencia, y misericordia — el pueblo de Israel.

 

Nosotros hemos visto el estado del mundo y el fracaso del hombre en los días anteriores al diluvio, y después, a Noé instalado en la tierra renovada, entrando el mundo en la idolatría, y, entre los destemplados elementos de las voluntades humanas, al hombre esforzándose por hacer un centro y un nombre aparte de Dios, y el juicio de Dios sobre eso — las divisiones del mundo en naciones en la familia de Noé. Hubo un propósito con Dios en aquel tiempo, en Su mente y consejos, los cuales encontramos en Deuteronomio 32: 8 y 9.

"Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones,

Cuando hizo dividir a los hijos de los hombres,

Estableció los límites de los pueblos

Según el número de los hijos de Israel.

Porque la porción de Jehová es su pueblo;

Jacob la heredad que le tocó.

Nosotros encontramos aquí que siglos antes que ellos existiesen como una nación, los consejos de Dios estaban ocupados acerca de ellos. Sus tratos con las naciones del mundo fueron dispuestos con referencia a la descendencia de Jacob.

 

El mundo había perdido el conocimiento del único Dios verdadero y había ido tras los ídolos, incluso la familia de aquel del cual se dijo, "¡Bendito sea Jehová, el Dios de Sem!" (Génesis 9:26 – VM). Satanás había tenido éxito en la obtención de la posición que Dios debiese haber tenido en la mente y el corazón del hombre. "Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños." (Josué 24:2). De 1ª. Corintios 10:20, en el cual el apóstol cita Deuteronomio 32:17, nosotros nos enteramos que estos dioses eran demonios. Al ser este el caso, Dios escogió un hombre, a quien Él llamó a separarse de su país, sus asociaciones, y su familia, para ser un testigo en el mundo y contra el mundo para Él. A este hombre, Abraham, Dios le dio ciertas promesas, tanto de una naturaleza temporal como de una naturaleza espiritual. Dado que el asunto que está ante nosotros es la historia pasada de la nación de Israel, nosotros nos dedicamos solamente a las promesas temporales. Cuando Abraham llegó a la tierra de Canaán, Dios dijo, "A tu descendencia daré esta tierra." (Génesis 12). Cuando Lot se separó de él, estas promesas fueron renovadas. "Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre", etc." (Génesis 13:14, etc.). En Génesis 15 nosotros encontramos la promesa renovada nuevamente y los límites de la tierra son nombrados. "Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra." Y además, " A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates." En una visión en el mismo capítulo Dios revela a Abraham que su descendencia serían extranjeros en una tierra que no era de ellos, y que tendrían que ser siervos de los habitantes de esa tierra. "Y Dios dijo a Abram: Ten por cierto que tus descendientes serán extranjeros en una tierra que no es suya, donde serán esclavizados y oprimidos cuatrocientos años… y después saldrán de allí con grandes riquezas." (Génesis 15: 13, 14 – LBLA).

 

Ahora bien, estas promesas fueron enteramente incondicionales: ellas fueron dadas por Dios y recibidas por Abraham sin condición alguna de ningún tipo. Nosotros las hallamos, aún sin condición alguna, repetidas a Isaac en Génesis 26, y a Jacob en Génesis 28. Pasamos a Éxodo 2, cuando los cuatrocientos años habían expirado, y encontramos mencionadas estas promesas a los padres; "Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios." El pueblo está ahora redimido, y sacado de Egipto, el nombre del Dios del pacto, Jehová, es revelado a ellos. Después se les dice el propósito que Dios tuvo para sacarlos así. "A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él." (Deuteronomio 4:35). O, tal como Él dice en Isaías 43:12, "Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios." Tras la redención del pueblo Dios ocupa Su morada entre ellos en la nube y la gloria.

 

Sin embargo, el asunto de la justicia no había sido planteado aún. El pueblo viaja desde el Mar Rojo hasta el monte Sinaí, como siendo los objetos de la gracia perfecta. Dios propone aquí ciertos términos de relación con ellos; "Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, [entonces] vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra", etc. (Éxodo 19). "Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho." Véase también Éxodo 24: 3, 7. Donde el pacto es ratificado mediante sangre. Por consiguiente, ellos entraron en un pacto de obediencia como siendo los términos de relación con Dios. En lugar de decir, «No, nosotros no podemos confiar en nosotros mismos en lo más mínimo; si aceptamos condiciones como estas, ciertamente fracasaremos: no seremos capaces de mantener nuestras bendiciones ni por una hora.» En lugar de esto, ellos estuvieron llenos de confianza e ignorantes en cuanto a ellos mismos. El resultado es claro y solemne. El legislador sube al monte que ardía en fuego, para recibir los términos del pacto; y, antes que el regresara, el pueblo hace un becerro de oro y lo adora como siendo este el dios que los trajo desde Egipto: ellos dicen, "Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido." (Éxodo 32:1). Moisés regresa con las tablas de la ley en su mano; él ve la música y la danza cuando se acercó [esta es la traducción correcta] al campamento: él vio que, por parte del pueblo, los términos de la relación fueron quebrantados; y se encendió su ira, y arrojó las tablas de sus manos, y las hizo pedazos al pie del monte. Por lo tanto, la ley pura y no adulterada nunca llegó a estar entre el pueblo. El legislador regresa al monte; él sube nuevamente, «para ver si podría conseguir la remisión del pecado de ellos» (Éxodo 32:30 – VM); y en respuesta a la oración de Moisés, el pueblo es perdonado, y un pacto de longanimidad, paciencia, y misericordia es añadido al de la ley; y es establecido en las manos del mediador y el pueblo (Éxodo 34:27).

 

El libro de Levítico, con otros asuntos, establece el acercamiento a Dios, el cual moraba entre ellos, y el sacerdocio.

 

El libro de Números presenta la travesía del desierto.

 

Cuando estuvieron a punto de entrar en la tierra, el pacto es renovado de la manera más clara, estableciendo los términos de la posesión de ellos de la tierra con la condición que ellos los observaran. En el libro de Deuteronomio, el capítulo 27 puntualiza el principio de justicia legal, y el capítulo 28, como otras partes del libro, las condiciones de la herencia y la bendición de ellos en la tierra. "Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir." (Deuteronomio 28: 1-6). Y la alternativa, "Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir." (Deuteronomio 28: 15-19). El capítulo completo puntualiza de la manera más solemne, las condiciones de su posesión y retención de sus bendiciones en la tierra. Y nosotros leemos Deuteronomio 29:1, "Estas son las palabras del pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con los hijos de Israel en la tierra de Moab (en los límites de Israel), además del pacto que concertó con ellos en Horeb."

 

Por lo tanto, nosotros los encontramos entrando en la tierra bajo el liderazgo de Josué, las aguas del Jordán separándose, y el "Señor de toda la tierra" pasando a la tierra antes que Su pueblo, para poseer la tierra en ellos (Josué 3). Este fue un título importante que Jehová asume, al cual tendremos ocasión de referirnos nuevamente.

 

El Libro de Josué presenta la historia de la conquista y establecimiento de ellos en la tierra. En el último capítulo nosotros encontramos a Josué estableciendo un pacto con el pueblo, en el cual ellos mismos se obligan a servir a "Jehová su Dios", y a obedecer Su voz, y bajo estas condiciones retener la bendición. Vemos ahora un asunto establecido claramente, de suma importancia, que es, que el pueblo nunca poseyó la tierra, o las bendiciones prometidas a los padres, bajo los términos incondicionales prometidos a Abraham, Isaac, y Jacob. Estas promesas están aún por ser hechas realidad y por cumplirse en gracia. Los resultados del hecho de que ellos heredaran la tierra y las bendiciones de manera condicional, los encontramos en el libro de Jueces, así como en otras Escrituras. "Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot… Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz, tampoco yo volveré más a arrojar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió; para probar con ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino de Jehová, andando en él, como lo siguieron sus padres", etc. (Jueces 2: 11-13; 20-23). Este libro muestra el fracaso de ellos, y la fidelidad y paciencia de Dios, el cual levantó jueces y libertadores de vez en cuando, para traerles alivio temporal de las manos de sus enemigos.

 

En el primer libro de Samuel nosotros encontramos el fracaso del sacerdocio en la familia de Elí. Leemos, "Y los hijos de Elí eran hijos de Belial; no conocían a Jehová." (1º. Samuel 2:12 – VM). El capítulo entero trata acerca de este fracaso, y el conocimiento que Jehová toma de él. En 1º. Samuel 3 Jehová establece la línea regular de profetas en Samuel (Hechos 3:24), "antes que la lámpara de Dios fuese apagada "en la casa de Jehová, para formar el vínculo entre Él y las conciencias del pueblo. En el capítulo 4 el arca de Dios, sobre la cual Él manifestaba Su presencia, es capturada. Elí muere, y la mujer de Finees, en el momento de su muerte dando a luz, lo llama Icabod, diciendo, "¡Traspasada es la gloria de Israel!" El profeta Samuel es ahora el vínculo entre Dios y el pueblo. Él "juzgó a Israel todos los días de su vida." (1º. Samuel 7:15 – LBLA). Cuando él envejeció, estableció a sus hijos para ser jueces sobre Israel, pero ellos "no anduvieron por los caminos de él, sino que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho." (1º. Samuel 8:3- LBLA).

 

El pueblo desea ahora un rey, "Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos." (1º. Samuel 8: 6, 7). Jehová les da ahora un rey, un hombre elegido por ellos, Saúl el hijo de Cis. 1º. Samuel 9 a 15 nos presenta la historia de su designación y su fracaso. Él fracasa en hacer aquello para lo cual había sido elevado. "Entonces Samuel le dijo: Hoy el SEÑOR ha arrancado de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú." (1º. Samuel 15:28 – LBLA). Dios les da ahora un rey, un hombre de Su propia elección, "David hijo de Isaí", el que finalmente es establecido en el reino. Después de él, su hijo Salomón es establecido en el trono del reino, en un momento pleno de prosperidad y bendición, sin "adversarios, ni mal que temer." (1º. Reyes 5:4). (Véase 1º. Samuel 16 a 1º. Reyes 10). "Los caballos de Salomón eran importados de Egipto" (1º. Reyes 10:28 – LBLA), y él tomó para sí muchas mujeres. Ambas cosas estaban prohibidas expresamente en Deuteronomio 17. "Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; mas él no guardó lo que le mandó Jehová." (1º. Reyes 11: 9, 10).

 

Ellos habían fracasado ahora bajo los profetas, los sacerdotes, y los reyes. Salomón había unido, por un poco de tiempo, todas estas funciones en su propia persona, sirviendo como un tipo de Aquel en quien todo será establecido. Nosotros leemos en 2º. Crónicas 9: 3, 4, cuando la Reina de Sabá vino a Jerusalén, que ella oyó la sabiduría del profeta, y vio la magnificencia del rey, y la escalinata por donde el sacerdote real subía a la casa de Jehová — una tenue sombra del día venidero de la gloria del reino.

 

Dios despierta ahora a los adversarios del reino contra Salomón, declarando por medio de Su profeta que Él le arrancaría el reino; no obstante Él preservaría aún una tribu para la casa de David, para que él pudiese tener siempre una lámpara todos los días delante de Él (1º. Reyes 11). Por lo tanto, cuando Roboam asumió el trono, la mayoría de la nación se rebeló bajo Jeroboam, el cual estableció un reino separado, y un centro idolátrico de unidad. Solamente la tribu de Judá fue preservada para la casa de David.

 

Desde este momento nosotros nos dedicaremos a las historias de estas dos divisiones de la nación, bajo los reyes de Israel y los reyes de Judá. La de los primeros es un relato de maldad sin ningún punto de redención, hasta que llegamos a 2º. Reyes 17, cuando bajo su último rey, Oseas, Salmanasar, rey de Asiria subió contra él y llevó a la nación de Israel cautiva. "En el año nueve de Oseas, el rey de Asiria tomó Samaria, y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos." (2º. Reyes 17:6). Lea usted el capítulo entero, el cual presenta el relato de esto. Estas tribus nunca han sido restauradas.

 

Seguimos la historia del reino de la casa de Judá desde el día de Roboam, la cual es otra historia de miseria, fracaso, y alejamiento de Dios, ocasionalmente aliviada por el reinado de algún rey fiel, tales como Josías y Ezequías, hasta que la casa de David consumó su culpa en Acaz. Este rey había erigido el altar de un dios extranjero en la casa de Jehová, e hizo imágenes fundidas para los Baales, y siguió las abominaciones de las naciones paganas. (2º. Crónicas 28). Él fue escasamente superado en iniquidad por Manasés después del reinado de Ezequías. En el reinado de Sedequías había llegado el momento para que esas palabras conmovedoras y solemnes fuesen pronunciadas: "Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio." (2º. Crónicas 36: 15, 16). Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino contra la ciudad de Jerusalén y la sitió y la tomó, y llevó cautiva la nación a la tierra de Babilonia, y sacó los ojos al rey y degolló a sus hijos, saqueó la casa de Jehová, y la quemó y también la casa del rey, dejando unos pocos de los pobres del pueblo para que fueran viñadores y labradores en la tierra. (2º. Reyes 25). Ellos habían fracasado bajo los profetas, los sacerdotes, y los reyes, y Dios pronuncia estas palabras por medio del profeta con respecto a su último rey: "Y tú, infame y malvado príncipe de Israel, cuyo día ha llegado, la hora del castigo final", así dice el Señor DIOS: "Quítate la tiara y depón la corona; esto cambiará; lo humilde será ensalzado y lo ensalzado será humillado. "A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré; tampoco esto sucederá hasta que venga aquel a quien pertenece el derecho, y a quien yo se lo daré." (Ezequiel 21: 25-27 - LBLA).

 

La gloria o presencia de Jehová, que había morado entre ellos desde que habían sido redimidos de Egipto, sale de su casa. Consulte los capítulos 9 a 11 del profeta Ezequiel. En Ezequiel 9 el profeta ve la gloria del Dios de Israel que se eleva de encima del querubín, y se para junto al umbral de la Casa: Jehová señala a los Suyos, los que eran fieles, y entonces ejecuta el juicio. En Ezequiel 10 la gloria sale desde el umbral, y se pone sobre los querubines que la iban a llevar lejos. Y en Ezequiel 11, la gloria se eleva de en medio de la ciudad y se detiene sobre el monte de los Olivos, es decir, sobre el lado oriental de la ciudad.

 

Tan pronto como el pueblo se fue a la cautividad, la 'espada' de gobierno es entregada al rey Gentil, y "los tiempos de los gentiles" comienzan. "Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo" (Daniel 2: 37, 38). Israel había sido el siervo de Dios hasta esto (en esta posición, no obstante haber sido desleal). Véase Isaías 43:10 — "Vosotros sois… mi siervo que yo escogí." (Véase asimismo Isaías 41:8; Isaías 42:19; Isaías 44:21). El rey Gentil asume ahora el lugar de siervo de Jehová, aunque en otro sentido. (Véase Ezequiel 29: 18, 20; Jeremías 25:9, etc.). Durante "los tiempos de los gentiles", Dios asume el título de "Dios del cielo" tal como vemos a través de todo el libro de Daniel, el cual trata de estos tiempos. Él había cruzado el Jordán para entrar a la tierra de Israel, bajo el título de "Señor de toda la tierra" (Josué 3: 11, 13), y había ejercido Su gobierno desde el centro de Israel. Habiendo el pueblo demostrado que ellos mismos eran peores que las naciones paganas de alrededor, testigos absolutamente falsos para el "Señor de toda la tierra", Dios quita Su presencia de en medio de ellos, y otorga el gobierno del mundo en las manos del rey Gentil.

 

Termina así, hablando propiamente, la historia pasada de la nación de Israel. En el lenguaje de Oseas, "muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines." (Oseas 3:4). Y además, "Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios." (Oseas 1:9).

 

Sin embargo, nosotros no debemos finalizar nuestra breve panorámica de la historia pasada de ellos, sin considerar brevemente el regreso del remanente de parte de Judá y Benjamín al final del cautiverio Babilónico. Nosotros consultamos Jeremías 25 y encontramos que cuando ellos estaban a punto de ser enviados a la cautividad en Babilonia, el profeta les dice; "he aquí enviaré… a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores… Toda esta tierra será puesta en ruinas y en espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años." (Jeremías 25: 9-11). Nosotros encontramos en el libro de Ester de qué manera Dios veló secretamente sobre Su pueblo sin reconocerlos públicamente, o manifestándose Él mismo a ellos, en la tierra de su cautividad. En Daniel 9 leemos que tan pronto como habían transcurrido los setenta años del reino de Babilonia, y Darío el Medo había tomado el reino, "yo, Daniel, pude entender en los libros el número de los años en que, por palabra del SEÑOR que fue revelada al profeta Jeremías, debían cumplirse las desolaciones de Jerusalén: setenta años." (Daniel 9:2 – LBLA). Cuando los setenta años llegaron a su fin, un remanente de Judá y Benjamín regresó, y se estableció en la tierra (Esdras 1, etc.); ellos reconstruyeron el templo y levantaron y repararon la ciudad (Nehemías). La historia de este remanente es conmovedora e impresionante. Se trató, sin embargo, de un templo vació; ellos no tuvieron la Shekinah (o la gloria de la presencia de Jehová), ni el arca, ni tampoco el Urim y el Tumim. Ellos no pretendieron a más de lo que tuvieron, pero hicieron lo que pudieron en las ruinas de todo lo que estaba alrededor. Esta no fue la restauración nacional tal como fue prometida por los profetas; tampoco fue la herencia de la tierra según las promesas a los padres; solamente un remanente de Judá y Benjamín regresó bajo el permisivo patrocinio de los que los gobernaban, a los cuales ellos estaban aún sometidos. "He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia." (Nehemías 9: 36, 37). Cuando la restauración tiene lugar Dios declara, "los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel, y un rey será a todos ellos por rey; y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos." (Ezequiel 37:22). Y además, ellos "tomarán cautivos a aquellos que los cautivaron a ellos, y tendrán el dominio de sus opresores." (Isaías 14:2 – VM).

 

Este remanente de la nación permaneció en la tierra bajo sus opresores hasta la venida de su Mesías, y Su presentación a ellos; solamente un pequeño grupo de discípulos adhirió a Él, y Le recibió como el Cristo: la mayoría del pueblo Le rechazó y escogió un homicida en Su lugar. Ellos fueron advertidos por Él que había venido en el nombre de Su Padre y aún así le rechazarían: y que si otro hubiese venido en su propio nombre, ellos le recibirían (Juan 5). Con Su propio amor bienaventurado, incansable, Él suplicó y anheló al pueblo, y lloró por él — amado aún por causa de sus padres, hasta verse obligado a decir, "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor." (Mateo 23: 37-39). La sentencia de la ceguera judicial y de la dureza de corazón, pronunciada por el profeta setecientos años antes, pero aplazada con paciencia (Isaías 6: 9, 10), aconteció (Mateo 13; Juan 12). El padre de familia había enviado a Su Hijo a recibir los frutos de Su viña, y los labradores dijeron, " Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron." (Mateo 21: 33-46). Su amor no fue desviado ni siquiera por esto; el Espíritu Santo recoge la voz de Jesús en la cruz, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34), por boca de Pedro en Hechos 3, el cual dice, " Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes." Arrepiéntanse y conviértanse y Él regresará incluso ahora (Hechos 3:19). Pero ellos crujieron los dientes ante Su testigo Esteban, y le apedrearon, y enviaron un mensaje mediante él tras Jesús, " No queremos que éste reine sobre nosotros." Con todo, Él persiste en paciencia hasta el día de Hechos 28, cuando la ejecución final de la sentencia fue pronunciada por Pablo, "Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo:

Vé a este pueblo, y diles:

De oído oiréis, y no entenderéis;

Y viendo veréis, y no percibiréis; Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,

Y con los oídos oyeron pesadamente,

Y sus ojos han cerrado,

Para que no vean con los ojos,

Y oigan con los oídos,

Y entiendan de corazón,

Y se conviertan,

Y yo los sane." (Hechos 28: 25-27).

Faltaba solamente que los ejércitos de Tito completasen la sentencia — "Hasta que las ciudades estén asoladas y sin morador, y no haya hombre en las casas, y la tierra esté hecha un desierto; hasta que Jehová haya echado lejos a los hombres, y multiplicado los lugares abandonados en medio de la tierra." (Isaías 6: 11, 12).

 

El gran Profeta había venido a estar en medio de Su pueblo: ellos no Le oirían. Rechazado, Él se ha ido al cielo para ser un Sacerdote para los que creen; y cuando Él venga de nuevo como Rey, Él unirá todas estas glorias en Su propia Persona, y Su reino no tendrá fin! (Lucas 1: 31-33).

 

 

Capítulo 3. — Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.

 

Nosotros hemos trazado brevemente la historia pasada del pueblo de Israel hasta la cautividad Babilónica, cuando la sentencia "Lo-ammi" (vosotros no sois mi pueblo – Oseas 1) fue dictada sobre ellos, la presencia de Jehová, o la gloria, se marchó de en medio de ellos, y el gobierno del mundo fue transferido a los Gentiles. Es decir, "los tiempos de los gentiles" comenzaban. Hemos seguido también la historia del remanente de Judá y Benjamín, el cual retornó a la tierra para que se le presentase su Mesías, no habiendo sido removida, ni estando por serlo, la sentencia "Lo-ammi" [*] hasta después de la completa dispersión de ellos y la destrucción de las ciudades de la tierra. (Isaías 6:11). [**]

 

[*] Los profetas que profetizaron después de la cautividad cuentan los años por medio de los años de los opresores Gentiles, y ninguno se dirige al pueblo como el pueblo de Dios reconocido así, excepto por el futuro.

[**]3. Esto fue llevado a cabo alrededor del año 70 d.C, en la destrucción de Jerusalén por las huestes del general Romano Tito Vespasiano

 

Justo antes del momento en que Judá fue finalmente llevado a la cautividad, nosotros encontramos a Dios enviando Su profeta a Sedequías, el cual estaba complotando con las naciones de alrededor para quitarse el yugo del rey de Babilonia, demandando que él y ellos sometiesen sus cuellos al yugo del rey de Babilonia. Él dice, "Yo hice la tierra, el hombre y las bestias que están sobre la faz de la tierra, con mi gran poder y con mi brazo extendido, y la di a quien yo quise. Y ahora yo he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan… Someted vuestros cuellos al yugo del rey de Babilonia, y servidle a él y a su pueblo, y vivid." (Jeremías 27: 5-12). Es con este poder Gentil, y con los que vinieron después de él, hasta el fin de sus tiempos, con el cual nosotros tenemos que ver ahora. Acudimos al libro de Daniel y leemos acerca de uno de los Hebreos cautivos habilitado por Dios para recordar e interpretar el sueño del rey Gentil, el cual lo había olvidado. (Daniel 2: 31-45). El sueño fue el de una gran imagen, cuya cabeza era de oro; el pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; y sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido. La interpretación demuestra que esta imagen tipificó el poder Gentil desde los días del primer rey, Nabucodonosor, hasta su final. Cuando dicho poder está en su estado final, una piedra [***] cortada "no con mano", un reino establecido por el Dios del cielo, hiere la imagen en sus pies, es decir, al final de su existencia. De acuerdo con eso, las partes que componen la imagen completamente formada en aquel entonces, son desmenuzadas y consumidas por un aplastante acto de juicio, infligido por la piedra. Dichas partes son desmenuzadas, todas a la vez, el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro; y quedan como el tamo de las eras en verano, y el viento se las lleva sin que quede rastro alguno de ellas. Es así que la piedra que ejecutó este acto de juicio, se convierte en un gran monte, y llena toda la tierra. La visión es clara, y no necesita más que unas pocas palabras. El poder Gentil existe en diferentes etapas, cada uno inferior al otro, mientras más se aleja de la fuente de su gran poder, hasta que, en su último estado, un acto de juicio muy completo y muy destructivo es ejecutado por un poder no confiado a las manos de los hombres, de modo que todo vestigio de la imagen desaparece de la escena; y el poder que asesta el golpe se amplía y es exaltado, y permanece para siempre.

 

[***] Que esta piedra es Cristo, lo declara La Ley (Génesis 49:24; Los Profetas (Isaías 8:14; 28:16); Los Salmos (Salmo 118:22); Los Evangelios (Mateo 21:44; y Las Epístolas (Romanos 9:33; 1ª. Pedro 2:4).  

 

Babilonia era la cabeza de oro; su fuente fue el don de Dios, tal como hemos visto; su poder es absoluto e incuestionable. "Por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba." (Daniel 5:19).

 

Después de él vino el Medo-Persa, el pecho y los brazos de plata, un poder unido (dos brazos) inferior al primero en su poder absoluto, en vista de que si aquel que ostentaba el poder hacía una ley, él mismo estaba sometido a esa ley tal como otro; porque la ley de Media y de Persia no puede ser abrogada. (Daniel 6: 8, 12).

El tercer reino, de bronce, el Griego, fue inferior aún; como el cuarto, ese de hierro, y el hierro mezclado con el barro cocido, se degenera aún más.

 

El gran asunto a ser entendido por nosotros es que el gran poder dado al rey Gentil, al cual sucedieron los otros poderes, como tipificados en la gran imagen (el cual se deteriora mientras se prolonga su existencia), continúa hasta que un gran acto de juicio aplastante y completo, que está aún por ser ejecutado, se lleva la integridad y todo vestigio, lo sustituye, y entonces llena toda la tierra. Yo digo, 'que está aún por ser ejecutado' porque es un pensamiento común aplicar incorrectamente este reino, el cual destruye los demás y luego llena la tierra, al evangelio. La gracia, o el evangelio (las buenas nuevas), nunca es presentada en la Escritura como haciendo esto. En primer lugar, la imagen no existía en el estado tipificado por los pies en el comienzo del día del Evangelio. En segundo lugar, el golpe es asestado a esos pies, lo cual es un aplastante acto de juicio, no gracia. Y después, es el primer acto de la piedra, un acto de juicio, antes que ella comienza a crecer y a llenar la tierra. (Daniel 2: 33-35). Se hace esta observación solamente de paso, en vista de que el objetivo de estos escritos en más bien establecer la verdad al seguir el rastro de estos poderes Gentiles hasta su fin, que combatir con el error.

 

Pasamos ahora a Daniel 7, donde estos cuatro grandes poderes están expresados bajo la forma de cuatro bestias rapaces. Desde el amplio mar de las pasiones y artimañas humanas, que flotaban desordenadas en el mundo, agitadas por los cuatro vientos del cielo, subieron cuatro bestias salvajes o reinos. La primera era como un león, rey entre las bestias de la tierra, con alas de águila, el ave principal: un poder rápido en su vuelo, y elevándose sobre los otros poderes del mundo. Nosotros sabemos que esta fue la primera de las cuatro grandes monarquías — Babilonia (Daniel 1:1; 2: 37, 38).

 

Otra bestia salvaje sigue a continuación — la Medo-Persa, la cual sucedió a la de Babilonia. (Daniel 5: 28; 30, 31).

 

Luego una tercera — el imperio Griego, formado por Alejandro Magno, el cual siguió a continuación del Medo-Persa (véase Daniel 8: 21, 22), dividida después en cuatro cabezas.

 

La cuarta, diferente de todas las demás bestias y aun así siendo partícipe de las cualidades o materiales de todas (véase Apocalipsis 13:2), extremadamente fuerte, devorando y desmenuzando y destruyendo el resto, la cual tenía también diez cuernos. Es con este cuarto imperio con el cual nosotros tenemos que ver de manera más particular: el capítulo que estamos considerando (Daniel 7) se ocupa principalmente de él. El cuarto gran poder fue Roma, el cual sustituyó el imperio Griego después que este se rompió en cuatro cabezas. (Daniel 7:6; Daniel 8: 21, 22). Este poder imperial es presentado mediante el antiguo nombre de aquello que lo rodeaba, siendo Roma su centro, en Daniel 11, donde leemos, "vendrán… naves de Quitim" (o, del Oeste, de Occidente), etc. Esto es mencionado solamente para demostrar que tenemos todos los cuatro poderes definidos desde la Escritura, sea ello mediante el nombre o mediante las circunstancias adyacentes. Este poder existía en su vasto estado intacto en los días de Cristo, tal como leemos en Lucas 2:1, "Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado." Y es con este poder con el cual nosotros, los Cristianos, llamados a salir fuera de entre los Gentiles, tenemos que ver mayormente.

 

En la segunda visión de Daniel 7, nosotros encontramos que la cuarta bestia tenía diez cuernos, y que de entre los cuernos salió otro cuerno, ante el cual tres cayeron; y este cuerno tenía ojos, expresión de inteligencia y diseño activos; y una boca que hablaba con mucha arrogancia. Él profiere palabras contra el Altísimo, va acabando con los santos del Altísimo, venciéndolos; intenta cambiar el tiempo de las solemnidades (festivales Judíos) y las leyes y ceremonias, las cuales serán dejadas a su arbitrio durante un tiempo, tiempos, y medio tiempo (es decir, los últimos tres años y medio de los tiempos de los Gentiles). Tronos son establecidos, y el Anciano de días se sienta, el dominio del cuerno pequeño es quitado (él personifica a la bestia en el final, tomando el liderazgo entre los demás cuernos, y se convierte así en la expresión del todo), su cuerpo es destruido y entregado al fuego devorador. El juicio es entregado a los santos del Altísimo (los santos celestiales, "¿Acaso no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" 1ª. Corintios 6), y los santos poseen el reino (los santos terrenales, "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo." Mateo 25). Encontramos después, en otra visión, el reino del Hijo del Hombre sustituyendo al de la cuarta bestia (el Anciano de días es el propio Hijo del Hombre, véase Daniel 7:22), que está personificada en el cuerno pequeño que salió entre los otros cuernos.

 

Surgen ahora las preguntas,

1. El cuarto reino, ¿acaso no dejó de existir desde hace mucho tiempo en su enorme poder de hierro?

2. ¿Ha asumido dicho reino alguna vez los rasgos comunicados por los diez cuernos?

3. ¿Ha hecho alguna vez lo que se le atribuye en Daniel 7:25?

 

Ahora bien, estas preguntas serán respondidas de manera satisfactoria mediante otras Escrituras. Pasamos a Apocalipsis 13, y leemos acerca de una bestia salvaje que el profeta ve subir del mar. Ella participaba de las características de las tres bestias precedentes de Daniel 7, pero tiene otra añadida, la cual era, que el dragón le dio su poder, su trono, y gran autoridad; esta bestia no tenía esto anteriormente. Tenía siete cabezas y diez cuernos — siete formas de gobierno, y diez divisiones en su poder administrativo. Juan vio una de estas cabezas herida, tal como parecía, de muerte, y la herida mortal fue sanada. No hay duda alguna de que esta cabeza era su forma imperial, que ha dejado de existir desde hace mucho tiempo: algunos piensan que para siempre — que la herida era de muerte.

 

Pero la herida aparentemente mortal fue sanada, y todo el mundo se maravilla; y ellos le adoran, y, a través de él, adoran a Satanás, el cual le dio su poder, y su trono, y gran autoridad; y dicen, "¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?" (Apocalipsis 13: 3, 4).

 

Este es, evidentemente, el cuerno de Daniel 7, porque las mismas actividades son atribuidas a él. Pero en Apocalipsis tenemos esto añadido — que él era la expresión y el instrumento plenos de Satanás cuando fue revivido; porque (como en Daniel 7:25) nosotros leemos que se le dio una boca que hablaba palabras arrogantes y blasfemias, y le fue permitido hacer guerra contra los santos durante cuarenta y dos meses (tres años y medio). Él blasfema contra Dios, y Su tabernáculo, y los que moran en el cielo, 'los santos que están en los lugares celestiales'; y hace guerra contra los santos que están en la tierra, y los vence — al leer Daniel 7 nosotros sabemos hasta qué momento.

 

Pasando a Apocalipsis 17, en la explicación de la visión al profeta encontramos la misma bestia, "que era, y no es." Ella había existido en su vasto gran imperio, el cuarto de Daniel 7; ella había dejado de existir, y "está para subir del abismo"; aparecería nuevamente, pero cuando lo hiciera, sería la expresión plena de Satanás — "Y el dragón le dio su poder y su trono, y grande autoridad." (Apocalipsis 13:2).

 

Pero nosotros debemos proseguir con su descripción bajo la última forma. "Y son siete reyes", siete formas de gobierno del imperio latino. "Cinco de ellos han caído", cinco habían desaparecido cuando el profeta escribió. "Uno es", existía en aquel entonces. Otra forma, que no ha llegado aún, iba a surgir, y permanecer por un poco de tiempo. (Apocalipsis 17:10). Entonces la bestia que era, y que había dejado de existir, — él sería una octava forma, aun así, de las siete. Habría que explicar ahora un rasgo en cuanto a los diez cuernos, rasgo que no pertenece a su estado de existencia anterior. Los diez cuernos son diez reyes, ellos no habían recibido reino alguno entonces, no pertenecían a los que los antecedieron de un vasto imperio, pero ellos aparecerían, y recibirían poder al mismo tiempo que este imperio volvería a existir en su forma final. Ellos tendrán un mismo propósito, y entregan su poder y autoridad a la bestia; cada uno de ellos existiría separadamente, y aun así reconocerían a la bestia como jefe de ellos — la expresión del todo. Ellos pelearán contra el Cordero, y Él los vence. El fin de ellos lo encontramos en Apocalipsis 19. El Jinete que monta el caballo blanco, junto con los ejércitos celestiales, sale con ocasión del último desafío audaz y blasfemo a su autoridad; y la bestia y estos reyes se reúnen para hacer guerra contra Aquel que montaba el caballo y contra Su ejército; "Y la bestia fue apresada," y fue lanzada viva "dentro de un lago de fuego que arde con azufre." Sus ejércitos, asimismo, son aniquilados judicialmente.

 

Tenemos que comentar un asunto, y ese asunto es explicar la presencia de Satanás en la tierra en la escena final, cuando él da su poder a la última forma del imperio latino, tres años y medio antes de la ejecución del juicio que introduce el reino del Hijo del Hombre. Para esto acudimos a Apocalipsis 12. Encontramos allí al "hijo varón" (Cristo y la Iglesia, Su cuerpo) arrebatado hasta Dios y hasta Su trono ("Y dió a luz un hijo varón, que ha de regir todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fué arrebatado hasta Dios, y hasta su trono" Apocalipsis 12:5 – VM), lo cual es seguido inmediatamente a continuación por guerra en el cielo. Satanás es arrojado a la tierra, siguiendo a continuación el regocijo en el cielo (Apocalipsis 12: 10, 11); un ay es pronunciado sobre los habitantes de la tierra, "porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo." [*] (Apocalipsis 12:12).

 

[*] Esta expulsión de Satanás de las regiones celestes es importante. De Satanás y de los espíritus malos se habla como estando en las regiones celestes en el momento actual. Él es denominado "príncipe de la potestad del aire" (Efesios 2:2); y de la Iglesia de Dios se dice en Efesios 6, "no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra… huestes espirituales de maldad en las regiones celestes."

 

Él vuelve entonces su maldad contra los santos Judíos que están abajo, los que son en aquel entonces los objetos de la atención de Dios. Él da su poder y autoridad a la bestia por 1260 días, o cuarenta y dos meses, o "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Daniel 7), antes del fin de la existencia de la bestia.

 

Hagamos ahora un breve resumen de lo que hemos deducido de la lectura de la Escritura, es decir, la historia de los poderes Gentiles desde su comienzo hasta su final.

 

Nosotros hemos visto que cuatro grandes reinos surgieron, comenzando con Babilonia, la cual recibió su poder directamente de Dios, seguido por el imperio Medo-Persa, el Griego, y el Romano; este último existía cuando Juan escribió, y por algunos cientos de años en más o menos de su dominio de hierro. Este imperio fue dividido en reinos diferentes, y continuó así por largo tiempo. Tres años y medio antes del fin del poder Gentil, Satanás es lanzado fuera del cielo. A continuación, el imperio latino, aparentemente destruido y olvidado por tan largo tiempo, es restaurado, pero en una forma nueva; no un solo y vasto poder de hierro, sino sus reinos divididos uniéndose para reconocer un poder (un hombre) de entre ellos como su jefe, y otorgándole el poder y la fuerza de ellos. Satanás hace de él su instrumento útil, y el mundo se maravilla y adora. Este jefe blasfema a Dios, y como Satanás no puede acusar ahora a los santos que están en los lugares celestiales, él hace que sus instrumentos los blasfemen. Él traslada su ira por medio de este jefe contra el pueblo Judío reunido en aquel entonces en su país. Y, finalmente, él lo guía a volver su corazón en abierta rebelión contra Cristo, el cual viene a tomar posesión de Su reino mundial, y a poner fin al poder Gentil. Este jefe y sus aliados se reúnen contra el Rey de reyes y sus santos celestiales, y el fin de la Bestia es el lago de fuego y azufre. (Apocalipsis 19 y 20).

 

Hemos seguido ahora, sin desviarnos mucho de nuestro tema, la historia de los poderes Gentiles hasta su conclusión, teniendo especialmente en cuenta los rasgos que el cuarto imperio asumirá, cuando sea revivido como un poder imperial, tres años y medio antes del fin de su existencia; cuando, en la persona de su líder, este poder imperial será la expresión evidente y completa del poder diabólico. Poseído por Satanás, será instigado a rebelarse contra Dios y contra Cristo, y, por tanto, es destruido.

 

Pero, queridos amigos, podemos recordar que al considerar la historia pasada de Israel, nosotros vimos que cuando Cristo fue presentado a los Judíos en Jerusalén, Él fue rechazado, y recibido solamente por un pequeño grupo de discípulos, y que Él les dijo que Él había venido en nombre de Su Padre y que no Le recibirían; y que si otro viniera en su propio nombre, a ese recibirían. Ahora bien, durante la época de la crisis de la historia del mundo, coincidente con los tres años y medio de la maldad completamente formada de la bestia, lo cual ya hemos visto, los Judíos habrán sido reunidos nuevamente en su tierra en un estado de apostasía. La Escritura muestra en gran medida que un Mesías falso se presentará a ellos en aquel tiempo, el cual será recibido por la mayoría del pueblo, y rechazado por un remanente de fieles — exactamente lo contrario de lo que ocurrió en el día cuando nuestro Señor mismo estuvo allí. Este personaje es el nexo de unión entre el poder Gentil en un estado de apostasía y revuelta y los Judíos en un estado similar. Cristo fue presentado a Pilato como siendo este último el representante de la cuarta monarquía, y a Caifás el cual representaba a la nación Judía en aquel día: ambos unidos para crucificarle a Él. Al mismo tiempo, Él fue rechazado por la mayoría de los Judíos y recibido por un pequeño grupo de discípulos. Al final de la existencia de la cuarta monarquía en su estado revivido, este Mesías falso aparecerá, la mayoría de los Judíos retornados le recibirá, y él será reconocido por la cabeza imperial del imperio latino restaurado, en cuyas manos el hará de las suyas; pero él será rechazado por un remanente pequeño, cuyos corazones Dios está adiestrando, a través de tribulación sin precedentes, para el reino que está a punto de sustituir al de la Bestia, cuando el juicio sea ejecutado.

 

Después de presentar así brevemente este Mesías falso, nosotros seguiremos en orden las Escrituras que hablan de él. Él es presentado en Daniel 11: 36-39; y podemos comentar que al profeta se le dice en Daniel 10:14, que el ángel había venido para hacerle entender lo que acaecería a los Judíos en los últimos días. Daniel capítulos 10 al 12 corresponden todos a una sola visión y se ocupan de este tema, y el propio Señor en Sus instrucciones al remanente Judío en Mateo 24 alude a esta profecía (Daniel 12) como perteneciendo al futuro, y que cuando la circunstancia de la abominación de la desolación, etc., llegue a suceder, ello será la señal para que el remanente huya, añadiendo que, "inmediatamente después de la tribulación de aquellos días,… aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo… con poder y gran gloria." (Mateo 24: 15-31). Nosotros no podemos aplicarlo a ningún otro momento más que a la hora de la gran tribulación,, o a los 1260 días finales, antes de la aparición de Cristo y del juicio ejecutado por Él y antes que el reino sea establecido (véase por favor Daniel 12:11, donde 30 días son añadidos) y haya sustituido al de la Bestia.

 

El rey es presentado en seguida en Daniel 11: 36-39 como uno que tiene ese título en opinión de los Judíos. Él hace según su propia voluntad, él mismo se exalta y engrandece sobre todo dios, dice cosas horrendas contra el Dios de los dioses, y prospera hasta que haya acabado la indignación. No le importará el dios de los Judíos, ni tampoco el Mesías, ni ningún otro dios, ensalzándose sobre todos ellos. La "indignación" (ira, furor) es mencionada en Isaías 10: 5, 24, 25, donde encontramos que hay un tiempo designado para su duración.

 

Pasamos a Apocalipsis 13:11, donde encontramos a este personaje traído de nuevo ante nosotros como la segunda bestia, la cual sube de la tierra, y tiene dos cuernos semejantes a los de un cordero — alguna imitación de Cristo, pero habla como un dragón. Él no puede desechar el poder del rey Gentil, la Bestia — eso está reservado para Cristo; pero él ministra para él y "ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella" — el poder de Satanás, pero subordinado al de la Bestia. "También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres, etc." Él imita así el gran poder de Dios (obviamente ello no es así, sino sólo a la vista o a la percepción de los hombres).

 

Leamos ahora Apocalipsis 16: 13, 14, donde encontramos los tres grandes aliados en maldad, el dragón, la bestia, y el falso profeta, saliendo espíritus inmundos d cada uno de ellos para reunir los reyes de todo el mundo de la tierra habitable para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.

 

En Apocalipsis 19:20, nosotros encontramos los dos grandes instrumentos de Satanás — la Bestia y el falso profeta. La Bestia, con sus reyes vasallos, tal como hemos visto anteriormente, se reunió para guerrear contra el Cordero, el Señor de señores, y Rey de reyes. La Bestia y el falso profeta encuentran aquí su perdición. Aliados en maldad y blasfemia, ellos son aliados en el juicio. "Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre."

 

Existe un nexo que falta ahora, amados amigos, en esta historia triste y dolorosa. Es triste y dolorosa porque en el juicio de estos dos hombres nosotros vemos en primer lugar el final de uno que personifica, al final de los tiempos de dominación Gentil, el abuso del poder que había sido entregado en las manos del hombre por Dios: dado que, lleno de locura moral e impotente soberbia, él se convierte en el instrumento útil de Satanás, en los actos últimos y finales de esta maldad pasmosa, hasta que él es atado por Aquel cuyo calcañar él hirió cuando estuvo aquí, y el cual exhibe entonces en este mundo, por tan largo tiempo lugar favorito para las acciones de Satanás, las bendiciones que Él tuvo éxito en procurar para el hombre cuando Él descendió bajo el oscuro dominio de aquel que tenía el poder de la muerte. Triste y dolorosa, también, en cuanto al segundo lugar, en que las mentes de los hombres siempre dispuestas a recibir la mismísima mentira de Satanás, y siempre dispuestas a dudar del amor de Dios, llegan a estar tan infatuadas en maldad, y en ceguera moral, como para recibir a uno como él como siendo el Cristo de ellas. Pero, como estábamos comentando, hay aún un nexo faltante, y ese es, de qué manera esta consumación de maldad espiritual, este falso Mesías, se convierte en el nexo, como podemos decir, entre la historia de la Cristiandad profesante y los Judíos, en el final y la crisis de la historia de esta era, antes de la introducción de una era de bienaventuranza y paz. Esto será traído nuevamente ante nuestras mentes; pero antes de esto, nosotros debemos considerar otro tema que entra durante el gran paréntesis Gentil, el cual ocupa el espacio entre aquel tiempo cuando Israel era el pueblo terrenal de Dios, poseído y reconocido, y aquel cuando ellos lo serán nuevamente. Ese tema es el 'llamamiento (vocación) de la Iglesia'. En él está implicada la segunda venida de Cristo por Sus santos, antes de Su manifestación (aparición) con ellos al mundo, en el juicio que hemos estado considerando parcialmente; también la primera resurrección, la resurrección de entre los muertos (de la cual Cristo fue las primicias) de los santos, los "hijos de la resurrección." Este tema, queridos amigos, es un tema bienaventurado, cercano al corazón de Cristo — el secreto que estaba oculto en Dios; el propósito eterno que Él se propuso en Cristo Jesús nuestro Señor.

 

 

Capítulo 4. — La vocación de la Iglesia, y Su Gloria.

 

Nosotros pasamos al Salmo 2 y leemos,

"¿Por qué se amotinan las gentes,

Y los pueblos piensan cosas vanas?

Se levantarán los reyes de la tierra,

Y príncipes consultarán unidos

Contra Jehová y contra su ungido (o, Cristo), diciendo:

Rompamos sus ligaduras,

Y echemos de nosotros sus cuerdas."

 

Encontramos aquí una confederación entre Gentiles y el pueblo de Israel, los reyes y gobernantes, para rechazar la autoridad del Señor y Su Cristo. Pasamos ahora a Hechos 4: 24-26, donde encontramos este Salmo citado por el Espíritu Santo hasta donde hemos leído, y el comentario añadido entonces, "Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera."

 

Él fue presentado a Judíos y Gentiles, gobernantes y reyes y al pueblo, como Rey en Sion, y fue rechazado. El Señor es representado en este Salmo como riéndose de la impotente ira de ellos. "El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos." Pero con toda su ira y rechazo de Cristo. Dios dice, "Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte." Ellos no pudieron anular Su propósito.

 

Ahora bien, si bien se nos asegura que el total rechazo de Cristo, como Mesías de ellos por parte del pueblo de Israel, fue en la cruz, cuando ellos dicen, "No tenemos más rey que César" (Juan 19:15), no obstante, cuando nosotros examinamos las narraciones de los evangelios encontramos que el espíritu que se mostro a sí mismo en total hostilidad en la cruz, había sido exhibido de varias maneras, especialmente entre los gobernantes y principales de la nación, durante el ministerio del Señor entre ellos. Esto causó que Él, después de declarar la nueva época que este rechazo introduciría, desee que Sus discípulos no digan más que él era "el Cristo"; (no se iba a obtener ningún bien adicional mediante este testimonio al pueblo, es decir, para Sus derechos como Mesías). Él añade inmediatamente, "Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día."

 

Esta última cláusula Él la añade siempre a la declaración de Su rechazo y Sus padecimientos. Consulte Mateo 16: 20, 21; Lucas 9: 20-22, pasajes que comunican, no lo dudo, la verdad que estamos a punto de ver.

 

Al considerar el Salmo 8 en relación con otros asuntos, nosotros vimos que hubo un "Hijo del Hombre" a quien se le otorgó dominio en toda la tierra, dominio que Adán había perdido por haber pecado. Nosotros vimos que este Hijo del Hombre era el propio Señor Jesús, tal como Hebreos 2 nos informa, aunque Su herencia será disfrutada en una época venidera. El Señor toma este título para Sí mismo según ese Salmo, después de Su rechazo como Rey en Sion según el Salmo 2, tomándolo en resurrección. Él toma la primacía y la herencia, con su carga de pecado y culpa sobre ello; y la hereda no solamente por su derecho, sino también por redención. Él la toma como Heredero-Redentor. Hebreos 2 dice, "pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos… a Jesús, coronado de gloria y de honra." Los hombres dijeron, "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14); Dios dijo, "Siéntate a mi diestra, hasta tanto que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies" (Mateo 22:44 – VM).

 

Pasamos a Efesios 1, y encontramos allí que el Dios de nuestro Señor Jesucristo (considerado aquí como el Hombre exaltado y glorificado), había resucitado a Cristo de entre los muertos, "sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."

 

Lo encontramos aquí resucitado y sentado en los lugares celestiales, como el Hombre glorificado, todas las cosas no puestas aún de manera visible bajo Él, pero Su derecho es declarado; y mientras, como Heredero expectante, Él está sentado allí, nosotros nos enteramos que está teniendo lugar una obra de dar vida, de resucitar, y de sentar juntos en Él, el segundo Adán, en los lugares celestiales, a los coherederos de toda Su gloria (Efesios 2).

 

Se trata de una obra que, mientras más indagamos y meditamos en profundidad y magnificencia, nos humilla hasta el polvo ante "las abundantes riquezas" de la gracia de Dios. Las palabras humanas pueden comunicarnos sólo débilmente pensamientos de una obra que acoja a las Magdalenas, y a los parias, y a los viles, perdidos y contaminados por medio del pecado, y los coloca en ¡la misma gloria del Hijo de Dios! No solamente bendiciéndolos por medio de Él y Su bienaventurada obra en la cruz, sino ¡con Él! Confiriéndoles toda dignidad, toda gloria, y toda honra, conferida a Cristo mismo como el ¡Hijo del Hombre, resucitado y exaltado! Y aun así es una obra en la que Dios es glorificado, y en la cual Él mostrará, en los siglos venideros a las huestes celestiales, las ¡abundantes riquezas de Su gracia!

 

Esto sirve verdaderamente para demoler toda pretensión del hombre a pensar acerca de estas cosas. Nosotros mismos nos consideramos, y nos vemos inclinados a hacer la pregunta, «¿Cómo pueden ser estas cosas?» Pero consideramos a Dios y Su propósito, para la gloria de Su Hijo; y que nosotros servimos ahora para manifestar a los principados y potestades en los lugares celestiales y para enseñarles ¡el significado de "Gracia"! Que podamos nosotros aprender a permanecer en silencio, y someternos a Él, ¡el cual lleva a efecto todas las cosas!

 

La Epístola a los Efesios es esa Escritura que saca a la luz tan plenamente estas cosas. Nosotros encontramos allí el propósito de Dios y la ejecución de ese propósito: Sus propios consejos y el puro afecto de Su voluntad revelados; ¡siendo Él mismo la fuente de las bendiciones; Su Hijo Jesucristo la medida de ellos, nosotros mismos, muertos por naturaleza en delitos y pecados, los objetos de ellos!

 

Pero volvamos. Nosotros hemos visto por un momento la obra que se está llevando a cabo mientras la Cabeza está sentada en el cielo — dando vida y uniendo los coherederos a Él. Esta es la obra del Espíritu Santo desde Su descenso en Pentecostés. Se admite ahora libremente que la regeneración ha sido la misma en todas las épocas y dispensaciones. Desde la caída del hombre, pecadores han sido vivificados por el Espíritu Santo y conducidos a tener confianza en las promesas de Dios para salvación mediante un Redentor venidero, débilmente visto en los tipos y sombras de antaño. No obstante, los santos fueron vivificados; ellos confiaron, y murieron en la fe, y fueron salvados. Pero la salvación individual no es la Iglesia de Dios. Todo individuo de esa Iglesia, sin duda, es un salvado; no obstante, colectivamente, ellos ocupan un lugar, como veremos, que trasciende todo lo sucedido anteriormente, y que es peculiar a esta época en que vivimos. Ello estuvo reservado para el día cuando el Señor Jesús, rechazado, crucificado, muerto, sepultado, resucitado, ascendió, y se sentó a la diestra de Dios: no solamente como el Hijo eterno de Dios, sino como un Hombre glorificado, el cual consumó la redención plenamente en Su propia persona, quitó el pecado mediante el sacrificio de Él mismo, glorificó a Dios hasta lo sumo en cuanto al pecado, Él mismo sustituyó a Su pueblo en la cruz, y ha estado sentado así encima de todos los cielos — estuvo reservado para un momento tal, sacar a la luz este misterio, el cual, por los siglos ha estado oculto en Dios, — el misterio de "Cristo y de la iglesia."

 

La primera mención de esta obra la encontramos en Mateo 16, donde el Señor declara que Él mismo es el fundamento, como Hijo del Dios viviente. Él habla de la Iglesia como aquello que había de venir. Cuando Pedro confesó que él era "el Cristo, el Hijo del Dios viviente", Él dice, "sobre esta roca edificaré mi iglesia." (Mateo 16: 13-18). El apóstol aprendió después el significado verdadero del fundamento declarado aquí, cuando él dice por el Espíritu, "viniendo a El como a una piedra viva… también vosotros, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual", etc. (1ª. Pedro 2: 4, 5 – LBLA). Esto, sin embargo, es por cierto en cuanto al ministerio de Pablo, y a él solo, es confiada la revelación del misterio de Cristo y de Su cuerpo. El propio Señor no lo revela. Él tuvo discípulos aquí durante Su ministerio, pero no discípulos reunidos en un cuerpo y unidos por el Espíritu Santo a un Hombre glorificado en el cielo.

 

En los días del Judaísmo era una cosa abominable para un hombre que era Judío tener cualquier trato con los de cualquier otra nación. Él estaba separado de entre las demás naciones en la tierra para Dios. "A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra", dice Dios, por medio de Su profeta, a ese pueblo. (Amós 3:2).

 

Cuando nosotros nos acercamos a contemplar la vida y el ministerio de Señor aquí en la tierra, encontramos que Él rebasó constantemente la pared intermedia de separación que rodeaba el enclave Judío, en el flujo de Su bendita gracia a los que no tenían relación alguna con Dios, incluso de una manera exterior. Vean la mujer de Canaán en Mateo 15, y la mujer de Samaria en Juan 4. Él "vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia." (Romanos 15: 8, 9).

 

No obstante, la pared intermedia de separación no fue destruida realmente hasta la cruz, con independencia de lo que las acciones de nuestro Señor puedan haber mostrado lo que estaba por suceder. Nosotros encontramos la posición de Judíos y Gentiles contrastada de manera contundente en las Escrituras siguientes:

"que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén." (Romanos 9: 4, 5).

 

Y además,

 

"Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo." (Efesios 2: 11, 12).

 

Nosotros encontramos en esta epístola que el apóstol habla en el primer capítulo del propósito y consejos de Dios y la redención de Su pueblo, siendo esto último una cosa consumada; añadiendo Su propósito adicional que va a ser ejecutado en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, cuando todas las cosas, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra, habrán sido reunidas bajo Su primacía; y cuando los que creen han obtenido una herencia con Él y en Él en estas cosas. Él continúa para mostrar que la Cabeza, la cual había estado en la muerte (él Le ve así solamente) está viva nuevamente, resucitada y glorificada, Cabeza de todo principado, etc., establecido en aquel entonces como Cabeza "sobre todas las cosas, con respecto a su Iglesia" (Efesios 1:22 – VM), la cual es Su cuerpo.

 

En el segundo capítulo él ve, tanto a Judíos como a Gentiles, muertos en delitos y pecados, como hijos del primer Adán. En Efesios 2: 1, 2, él afirma lo que los Gentiles eran, y después él se vuelve a los favorecidos Judíos y escribe, "entre los cuales también todos nosotros… éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás." (Efesios 2:3). Esta era la posición tanto de los Judíos como de los Gentiles por naturaleza. Seguimos adelante y encontramos que Cristo "de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades." (Efesios 2: 14-16).

 

Pudo haber, y la hubo, salvación para individuos, como hemos visto, antes de la cruz, y por la virtud de lo que Cristo llevaría a cabo allí; pero la cruz es el fundamento de esta unidad de Judíos y Gentiles en un cuerpo. "Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros (Judíos y Gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre." (Efesios 2: 17, 18).Nosotros nos enteramos aquí del poder de esta unidad, de la cual la cruz fue la base. El Espíritu Santo es, entonces, el poder mediante el cual esta unidad está formada.

 

Ahora bien, se admite libremente que todo lo bueno, y de Dios, que alguna vez ha sido hecho en este mundo, fue por medio del Espíritu Santo. Pero, queridos amigos, fue reservado para ese día cuando el pueblo de Dios, por la virtud de una redención consumada, tuvieron sus conciencias tan perfectamente purificadas, que Dios pudo venir y habitar por el Espíritu Santo el cuerpo del creyente; y que el Espíritu Santo pudo ser dado de esta manera, como en esta época, desde el día de Pentecostés.

 

Nosotros no encontramos. Incluso en la experiencia de un David, la posesión de una conciencia purificada. Fue mostrada y disfrutada la más bienaventurada y perfecta confianza en Dios. Pero jamás una conciencia purificada. Eso estuvo reservado hasta que la cruz hizo posible que se disfrutara de ello.

 

Leemos en Juan 14 acerca del Señor, antes que Él se marchase, prometiendo a Sus discípulos el Espíritu Santo, como Consolador. Él dice, "Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (Él había sido eso cuando estuvo con ellos), para que esté con vosotros para siempre… [Él] estará en vosotros." "En aquel día (cuando Él venga), vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros." Esto era el conocimiento y la experiencia que la presencia personal del Espíritu Santo comunicaría.

 

En Juan 7: 37-39 nos enteramos que Su presencia de esta forma fue una cosa nueva, y que si bien hubo creyentes antes de Su descenso, sin embargo, fue a creyentes, como tales, los cuales habían sido constituidos creyentes por medio de Su poder vivificador, que el Espíritu Santo iba a ser concedido. "En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado."

 

Nosotros encontramos un ejemplo de esto en Hechos 19. Mucho tiempo después de la dación del Espíritu Santo en Pentecostés, hallamos a Pablo encontrando ciertos discípulos en Éfeso. Él pregunta,

 

"¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis?"

 

Ellos responden,

 

"Ni siquiera hemos oído si hay [*] Espíritu Santo." (Compárese con Juan 7:39, donde la palabra "dado" no tiene por qué estar allí).

 

Él pregunta nuevamente,

 

"¿En qué, pues, fuisteis bautizados?"

 

Ellos contestan,

 

"En el bautismo de Juan.

 

"Pablo dijo entonces, "Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo."

 

[*] N. del T.: Una traducción más precisa está en las versiones JND, y BTX: "Esto dijo acerca del Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él, porque todavía no había Espíritu, pues Jesús no había sido aún glorificado."

 

Él encontró aquí una compañía de discípulos, creyentes en la medida de lo que habían oído, pero que no habían recibido aún el Espíritu Santo. Lejos del centro de la dación del Espíritu en Pentecostés, ellos no habían oído aún si Él había venido, ni siquiera habían "oído si hay Espíritu Santo." Nuestra Biblia Inglesa es defectuosa aquí y podría conducir a conclusiones erróneas. Tan pronto "oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo." (Hechos 19:6).

 

Lo que se pretende es mostrar que, el gran rasgo diferenciador entre el estado del creyente individual en la época de la presencia del Espíritu Santo, y el santo en la dispensación pasada, es que él recibe ahora el Espíritu Santo para morar en Él; que, "en el Espíritu" es el estado adecuado de esta existencia como Cristiano, y el eslabón que lo une con Cristo resucitado. Las bendiciones corporativas las veremos de nuevo.

 

En la instancia citada en Hechos 19 hubo la imposición de las manos del apóstol; pero, indudablemente, Dios nos estaba mostrando que hay una cosa doble — dar vida y la morada del Espíritu, lo último perteneciendo especialmente a la época actual.

 

El hecho de no entender esto es en gran parte la razón para el bajo estado de un gran número de hijos de Dios. Ellos piensan que el Cristianismo es una especie de Judaísmo espiritualizado, y que los santos son lo mismo ahora que antes del descenso del Espíritu Santo, en cuanto al estado de ellos.

 

Por consiguiente, usted tiene en labios de muchos de ellos la oración de David — "no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51:11); mientras otros están orando siempre para que el Espíritu Santo sea derramado sobre ellos. Ahora bien, el santo con menos entendimiento que ha sido enseñado en el Cristianismo, como tal, no podría usar semejantes oraciones. Él sabe que él recibe el Espíritu ahora, tal como él recibe vida eterna, por fe, y como consecuencia de la redención (Efesios 1:13). Tal como el apóstol pregunta a los Gálatas, los cuales se estaban colocando bajo la ley, "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" Y por otra parte, "a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu." (Gálatas 3). Un Cristiano puede, indudablemente, y es triste decirlo, por su infidelidad, contristar realmente mucho (entristecer) al Espíritu Santo, tanto como para casi pensar que él nunca tuvo el Espíritu Santo en absoluto; pero él no podría, con el mínimo conocimiento del Cristianismo, decir, "no quites de mí tu santo Espíritu." En Romanos 8 el Espíritu es el principio de nuestra relación con Dios; Él constituye el vínculo entre el creyente y Cristo; y la vida Cristiana es esto solamente (vida en el Espíritu), la cual depende de que la redención fue consumada.

 

Este es un hecho que se asume que es el caso en toda la enseñanza apostólica a la Iglesia. En Efesios 1:14 Él es dado como el sello de redención y las arras (garantía) de la herencia que está aún por ser disfrutada, hasta su redención de la mano del enemigo, habiendo sido pagado ya el precio de su adquisición.

 

En ninguna epístola las glorias oficiales del Espíritu Santo son traídas ante nosotros más plenamente que en esta, lo cual revela la vocación, (llamamiento) celestial de la Iglesia de Dios. En Efesios 1:14, Él es el sello de la redención. En Efesios 2:18, Él es el medio de entrada de Judíos y Gentiles, constituidos en un cuerpo, al Padre por medio de Jesucristo. En Efesios 2:22, Dios mora en la asamblea en la tierra por medio de Su Espíritu. En Efesios 3:16, el Espíritu Santo fortalece a los santos en el hombre interior, habilitándolos para echar mano y disfrutar de su posición y rango. En Efesios 4, los preceptos se fundamentan sobre doctrinas; al santo se le dice que no entristezca (contriste) al Espíritu Santo de Dios, con el cual él fue sellado para el día de la redención. En Efesios 5 se le dice que sea lleno del Espíritu. En Efesios 6, el Espíritu Santo es el poder de la contienda en las regiones celestiales, y su oración ha de ser "en el Espíritu." Multiplicar ejemplos sería innecesario.

 

Habiendo sido establecido esto, vamos a indagar ahora esas Escrituras que hablan del cuerpo y de la unidad del Espíritu. Nosotros vimos que el Señor habla de la Iglesia como una cosa futura durante Su ministerio aquí. Él tuvo discípulos aquí, pero no discípulos reunidos en un cuerpo, constituyendo la "plenitud" de un Hombre glorificado en el cielo, por el poder del Espíritu, uniéndolos en uno. Eso, y sólo eso, es la Iglesia de Dios. Fue reservado para el ministerio del Apóstol Pablo sacar a luz esta verdad central de la Iglesia.

 

Él nos dice que recibió esta verdad "por revelación", y, por lo tanto, no de otros.

 

Tras el rechazo del Señor y el descenso del Espíritu Santo en Pentecostés, nosotros encontramos a la Iglesia reunida en Jerusalén, y compuesta principalmente de Judíos, ofreciendo un maravilloso espectáculo al mundo alrededor, unidos en un corazón y alma, una morada de Dios por el Espíritu Santo. El Señor persistió en Su amor paciente, sobre Su pueblo amado, aunque marginado ahora, para ver si siquiera el testimonio del Espíritu Santo rendido a un Cristo resucitado y glorificado tocaría sus corazones. La enemistad de los Judíos y los líderes religiosos de la nación aumentaba a cada hora, hasta que llegó a su apogeo, cuando el Sanedrín (el gran consejo de la nación) crujió los dientes contra el testimonio del Espíritu Santo rendido a un Cristo resucitado y exaltado, en la persona de Esteban, el cual, lleno del Espíritu Santo, ve los cielos abiertos, y, apedreado por sus asesinos, es recibido por el "Hijo del hombre, puesto en pie, a la diestra de Dios." (Hechos 7:56 – VM). La Iglesia en Jerusalén se divide en cuanto a su manifestación exterior, y se dispersa. Saulo de Tarso, el joven a cuyos pies las ropas de los homicidas fueron depositadas véase Hechos 22:20), durante su viaje a Damasco con la comisión del sumo sacerdote en su túnica y el propósito en su corazón de barrer de la tierra, por así decirlo, si ello era posible, el nombre mismo de Jesús, es derribado al medio día con la visión de Jesús glorificado y exaltado. Él oye la maravillosa verdad, proclamada ahora por primera vez, de que los pobres Cristianos perseguidos en la tierra eran miembros del cuerpo de Cristo. "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?... Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (Hechos 9: 4, 5). Él se levanta y en seguida predica acerca de Jesús de que Él es "el Hijo de Dios." (Hechos 9:20).

 

Habiendo transcurrido el corto período de su manifestación terrenal en Jerusalén, la Iglesia asume plenamente, a partir de ese momento, su posición celestial en la mente del Espíritu. Mientras está en la tierra, dondequiera esté representada localmente por santos reunidos al nombre de Jesús, por el poder del Espíritu Santo (Mateo 18:20). Ella es el tabernáculo (la morada) de Dios en el Espíritu. (Efesios 2:22).

 

Al Apóstol Pablo le es encomendado el testimonio del misterio, oculto desde la eternidad en Dios, pero que es revelado ahora. Él nos dice que lo recibió por revelación (Efesios 3:3). Mencionaremos brevemente algo del testimonio dado por él en cuanto a esto. Estando la Epístola a los Romanos limitada principalmente a la revelación del Cristianismo, y a la relación individual del santo con Dios y Su sabiduría dispensacional en Sus tratos con los Judíos, se hace una muy breve referencia al asunto en Romanos 12: 4, 5. Él escribe, "Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros." (Romanos 12: 4, 5 – LBLA).

 

En 1ª. Corintios 12: 12-27, este asunto es sacado a relucir más plenamente. La mera lectura del pasaje debería ser suficiente: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu", etc.

 

Nada puede ser más evidente para la mente sujeta a la Escritura. El Espíritu Santo es el centro y el poder vivo de la unidad del cuerpo. Los Cristianos son "miembros de Cristo" (1ª. Corintios 6:15), " e individualmente miembros los unos de los otros." (Romanos 12:5 – LBLA).

 

¡De qué manera esto invalida las ideas de los hombres, los cuales hablan acerca de ser miembros de tal o cual (así llamada) iglesia o asociación religiosa! Esta es la única unidad que el Cristiano está obligado a reconocer y admitir, y a esforzarse con todo su corazón a observar, y a testimoniar la unidad que ha sido hecha por el Espíritu Santo, constituyendo a cada Cristiano como un miembro del 'un cuerpo', y reuniéndolos para estar sometidos a Cristo como Señor. El Espíritu Santo es, podemos decirlo así, la vida que anima el todo, morando no solamente en el creyente individual, sino en el cuerpo colectivamente. Y cuando los santos son reunidos así, admitiendo esta unidad, y sólo esta, ellos forman la esfera para la manifestación de Su presencia, en el ministerio de la Palabra, "repartiendo a cada uno en particular como él quiere" (1ª. Corintios 12:11); ocupando y usando, según Su divino agrado, a aquellos que han sido dotados y puestos en la Iglesia para hacer crecer y para la edificación del cuerpo, y para perfeccionar a los santos. "Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó." (1ª. Corintios 12:18). De manera que Cristo,

 

"CUANDO ASCENDIÓ A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS, Y DIO DONES A LOS HOMBRES… El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio", etc. (Efesios 4:8; Efesios 4: 11, 12 – LBLA).

 

La asamblea es en la tierra, por lo tanto, el tabernáculo (la morada) de Dios en el Espíritu. "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?" (1ª. Corintios 3:16). Además, en Efesios 2:22, "en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu."

 

Nosotros estamos considerando ahora, obviamente, esas Escrituras que ven a la asamblea aquí en la tierra; otras, tal como hemos visto, la ven como el cuerpo del Hombre resucitado en el cielo. Ambas visiones son verdaderas. Efesios 1 habla de lo último, el capítulo 2 de lo primero.

 

Siendo esa la vocación (el llamamiento) de los santos, el apóstol fundamenta sobre ello sus exhortaciones, en Efesios 4: 1-6. El coloca sus privilegios ante ellos en primer lugar y entonces considera la responsabilidad de ellos.

 

"Por esta causa, yo, Pablo, prisionero de Cristo Jesús por amor de vosotros los gentilesos ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamadosesforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espírituun solo Señor" (Efesios 3:1; Efesios 4: 1-6 – LBLA).

 

Nosotros hemos omitido deliberadamente la integridad del capítulo 3 desde el versículo 2 hasta la mitad del versículo 1 del capítulo 4; dado que el lector puede notar en su Biblia que este pasaje entero es un paréntesis.

 

Esta es entonces la Iglesia de Dios — esta es la unidad que somos exhortados a preservar (guardar): no a hacer nosotros mismos la unidad, o escoger una de las muchas facciones que existen alrededor que mejor se adecúe a nuestra educación, pensamientos, sentimientos, circunstancias, etc., sino a esforzarnos, con corazones sometidos a Jesús como Señor, por preservar una unidad que ha sido formada por el Espíritu Santo desde el día de Pentecostés — el cuerpo de Cristo {de hecho, la unidad del Espíritu}.

 

Nosotros tenemos en el mismo capítulo (Efesios 4), el cuidado de Cristo por Su cuerpo. "CUANDO ASCENDIÓ A LO ALTO, LLEVO CAUTIVA UNA HUESTE DE CAUTIVOS." (Efesios 4:8 – LBLA). Él entró en el dominio de Satanás y ató al hombre fuerte; pero antes que Él exhiba los resultados de Su victoria entre los hombres, en la bendición de la tierra milenial, Él lo hace en Su cuerpo, concediendo dones a los hombres para dejar en libertad a aquellos cautivos bajo Satanás, y la edificación de los que han sido libertados, "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo." (Efesios 4:13).

 

Cuando esa plenitud sea alcanzada, el complemento del cuerpo para su Cabeza, será tomado para ser unido efectivamente a la Cabeza en el cielo. Entonces vendrá la resurrección de los santos que duermen, y su traslado con los santos que viven, cuando todos serán tomados para ir al encuentro del Señor en el aire. (1ª. Tesalonicenses 4: 13-18).

 

Las Escrituras están repletas de esta verdad bienaventurada de la Iglesia. En las epístola más temprana (1ª. Tesalonicenses) encontramos que, con independencia de la manera poco inteligente con que pueda haber sido entendido, los santos se han convertido para esta esperanza bienaventurada. "Os volvisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y para esperar a su Hijo, cuando venga de los cielos." (1ª. Tesalonicenses 1: 9, 10 – VM).

 

Esa fue la esperanza puesta ante los entristecidos discípulos, mientras miraban fijamente al cielo en pos de la forma del Señor que desaparecía, en Hechos 1, a saber, que Él "así vendrá del mismo modo que le habéis visto ir al cielo." (Hechos 1:11 – VM). A los Corintios nada les faltaba en ningún don, "esperando ansiosamente la revelación de nuestro Señor Jesucristo" (1ª. Corintios 1:7 – VM). En Efesios, los santos son contemplados como estando sentados ya en los lugares celestiales en Cristo, esperando allí la reunión de todas las cosas en la dispensación del cumplimiento de los tiempos. (Efesios 1). La bendición (Efesios 1:3), la posición (Efesios 2:6), el testimonio (Efesios 3:10), y el conflicto de ellos (Efesios 6:12), todo esto es en los lugares celestiales. En Filipenses 3: 20, 21, la ciudadanía de los santos está en los cielos, de donde también esperan "al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, etc." En Colosenses 3:4, la vida de los santos está tan estrechamente ligada con la de Cristo, que cuando Él sea manifestado a este mundo, ellos serán manifestados con Él. En Tesalonicenses, la epístola completa se ocupa de esta esperanza. En 1ª. Tesalonicenses 1, esta esperanza estaba relacionada con la conversión de ellos; en 1ª. Tesalonicenses 2, con los trabajos del siervo de Cristo; en 1ª. Tesalonicenses 3, con la justicia y la santidad prácticas; en 1ª. Tesalonicenses 4, todo el asunto y la manera de su cumplimiento son detallados. 1ª.  Tesalonicenses 5 muestra el método del apóstol para la santificación práctica de ellos, y la preservación de ellos irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 2ª. Tesalonicenses coloca la esperanza correctamente en las mentes de los santos, los cuales habían sido inquietados mediante la recepción de una epístola espuria; y distingue la venida del Señor a buscar a Sus santos y la reunión de ellos con Él (la correcta esperanza de ellos), de Su manifestación en juicio al mundo, en la cual nosotros sabemos, de otras Escrituras, Él es acompañado por ellos.

Yo me abstengo de citar otras Escrituras sobre este tema. Casi llega a ser triste verse obligado a enfatizar una esperanza tan bienaventurada sobre los corazones del pueblo del Señor — una esperanza de la cual las Escrituras del Nuevo Testamento están tan llenas. Es triste decir que ha sido necesario hacerlo, Incluso el pueblo de Dios se ha embebido tanto del siervo malo y de mente mundana, el cual dijo en su corazón, "Mi señor tarda en venir" (Mateo 24:48), y de los burladores de los últimos días que dicen, "¿Dónde está la promesa de su advenimiento?" (2ª. Pedro 3:4).

 

Al considerar el primer asunto — "El propósito general de Dios" — nosotros nos referimos a los lugares en el Nuevo Testamento donde el Salmo 8 estaba citado. El primer lugar fue Hebreos 2, cuando el "Hijo del Hombre" a quien todo el dominio fue dado, es visto en el cielo, "coronado de gloria y de honra", pero todavía todas las cosas no Le están sujetas — la primacía va a ser disfrutada en la tierra habitable que está por venir. El segundo lugar fue Efesios 1 y 2, cuando el cuerpo estaba siendo preparado para la Cabeza glorificada. Queda el tercero que va a ser citado nuevamente. "Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. (1ª. Corintios 15:27). Esto se cumplirá, tal como el capítulo muestra, en el día cuando las Escrituras de Isaías 24-26 se cumplan, en el día de la primera resurrección.

 

"He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria." (Isaías 25:8; 1ª. Corintios 15: 51-55).

 

Todo el capítulo 15 de 1ª. Corintios trata acerca de esta resurrección, de la cual Cristo fue las primicias, es una resurrección en poder y gloria. "Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder." (1ª. Corintios 15:43). En el capítulo no hay pensamiento alguno acerca de la resurrección de los inicuos. Nosotros hemos considerado anteriormente y de manera breve que, en aquel tiempo, la restauración de la nación de Israel tendrá lugar — el velo será quitado de todas las naciones. Y habrá un período de juicio universal de los poderes en la tierra, y en las regiones celestes, introductorio del reino en Sion, y de la tierra renovada, la cual heredarán los santos de la primera resurrección, y reinarán sobre ella en los lugares celestiales como coherederos con Cristo.

 

En síntesis, se trata del tiempo "de la restauración de todas las cosas." (Hechos 3:21). Este período de juicio universal es idéntico, como podemos ver, con aquel del cual se habló al considerar "los tiempos de los Gentiles", y su juicio.

 

 

Capítulo 5. — La Corrupción de la Cristiandad.

 

 

Nosotros hemos visto, en cierta medida, la naturaleza y la unidad de la Iglesia de Dios, y su vocación (llamamiento) celestial — la Iglesia a la cual Cristo ha impartido la gloria dada a Él, como Hombre, por Dios el Padre. La gloria era Suya por derecho como el Hijo eterno, así como por la creación. Pero la única manera en que nosotros podíamos participar de Su gloria fue mediante Él haciéndose hombre, y tomando esta gloria, y primacía sobre todas las cosas, a través de la muerte y resurrección — consumando así la redención de Su pueblo. ¡Cuán poco ellos se involucran y se percatan, y andan en el poder de su llamamiento celestial! Al contrario, de muchos se puede decir que, "piensan sólo en las cosas terrenales." (Filipenses 3:19 – LBLA). Ellos están abstraídos y absorbidos en los afanes y objetivos de este mundo — "este presente siglo malo", para librarnos del cual Él se dio a Sí mismo por nuestros pecados (Gálatas 1:4). Ellos están más conformados a las usanzas del mundo, sus vanidades, sus proyectos, que a un Cristo rechazado, a quien el mundo se unió bajo su príncipe para echarlo fuera del mundo, y declarar, en el andar y modos de obrar de ellos, que la situación de ellos es ser extranjeros en la tierra, y tener su ciudadanía en los cielos, y que ellos son aquellos de los cuales Cristo dijo, "no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo" (Juan 17:14); y de quienes el apóstol dice, "como es el celestial, así son también los que son celestiales" (1ª. Corintios 15:48).

 

Ojalá hubiese más de esa intensa consagración personal entre los que son de Cristo — entre aquellos a los cuales Él, en Su gracia maravillosa, ha enseñado la naturaleza y el significado de esta vocación (llamamiento) celestial, y la verdad de Su Iglesia, Su Esposa, los cuales están en el lugar del testimonio de Dios en este preciso momento, ¡en Su bondad soberana!

 

Ojalá este testimonio de Dios se impusiera más profundamente sobre nuestras almas, y nos llevase a esa separación intensa del mundo: y a la consagración personal, individual, como testigos, o siervos, ¡como a Él le agrade! Ciertamente todos Le pueden servir en calidad de testigos, ¡si bien no todos son obreros! Y ciertamente el testimonio corporativo sin la consagración personal — o la consagración personal sin el testimonio corporativo, es una cosa defectuosa; ambos deben ir juntos para estar en concordancia, en nuestra pequeña medida, con el pensamiento y los propósitos de Dios.

 

Por un breve espacio de tiempo el deseo de Cristo, "para que todos sean uno… para que el mundo crea" (Juan 17:21) sucedió al principio del altruista gozo de la Iglesia en Pentecostés, cuando el mundo contempló con asombro la gran multitud de un solo corazón y alma, teniendo en común todas las cosas (Hechos 2). Pero nosotros podemos recordar que en nuestro escrito anterior, cuando consideramos la puesta a prueba del hombre desde el huerto del Edén hasta la cruz, encontramos que, puesto a prueba de todas las maneras, él había fracasado. Veamos ahora qué es lo que hará el hombre bajo la gracia — si acaso una posición tal tendrá éxito. Esta es precisamente otra historia de tristeza, con esta diferencia — que él ha fracasado ahora estando en ¡aquello que era lo mejor! y lo ha corrompido.

 

Cuando la Iglesia asumió plenamente su vocación (llamamiento) celestial, después de la persecución y dispersión que se presentó en la muerte de Esteban, nosotros encontramos que Pablo fue incorporado por el Señor, para poder Él sacar a la luz por medio de él, la verdadera vocación (llamamiento) celestial y la doctrina verdadera de la Iglesia de Dios — el cuerpo de Cristo. En las consagradas labores del apóstol, y en las Escrituras presentadas a nosotros por medio de él, nosotros encontramos que llegó a ser necesario que el Espíritu Santo revelase las consecuencias que resultarían para la Iglesia, por haber sido confiado Su testimonio en la tierra en las manos del hombre. El mal se había infiltrado desde el principio mismo, pero mientras la energía apostólica estuvo allí, se evitó que dicho mal obtuviera ventaja, y fue juzgado. El Judaísmo, y los falsos hermanos, y hombres impíos se infiltraron encubiertamente, entre los que eran discípulos verdaderos; e incluso los que eran discípulos verdaderos llegaron a impregnarse con el espíritu del mundo, y con el mal. Véase como ejemplo las solemnes palabras de Pablo a los ancianos de la asamblea en Éfeso, la escena donde todos los que eran de Asia habían oído la palabra del Señor:

 

"Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos." (Hechos 20).

 

Y en vista de semejante estado de cosas, él dirige el corazón del santo fiel a

 

"Dios, y a la palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados." (Hechos 20:32).

 

Dios y las Escrituras de Su verdad habían de ser, para el cristiano fiel, el recurso seguro y siempre infalible en el tiempo de ruina, el cual se acercaba rápidamente.

 

En Corinto nosotros encontramos escuelas de doctrina y de sabiduría humana, asumiendo el lugar de la revelación y la sabiduría divina entre ellos. (1ª. Corintios 1, 2). En la epístola a los Gálatas, la influencia de maestros de la ley y Judaizantes obliga al apóstol a poner en duda, por el momento, si ellos habían abandonado del todo el terreno del Cristianismo o no; con todo, él tuvo confianza para con ellos en el Señor. En Filipenses "todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús." (Filipenses 2:21 – LBLA). Además,

 

"muchos andan como os he dicho muchas veces, y ahora os lo digo aun llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo fin es perdición, cuyo dios es su apetito y cuya gloria está en su vergüenza, los cuales piensan sólo en las cosas terrenales." (Filipenses 3: 18, 19 – LBLA).

 

En Colosenses, Satanás había tenido éxito introduciendo entre la Cabeza y Sus miembros, ordenanzas, y filosofía, y huecas sutilezas según las tradiciones de los hombres; comidas, y bebidas, días de fiesta, culto voluntario y trato severo del cuerpo.

 

1ª. Timoteo, habla de doctores de la ley y Judaizantes, "aunque no entienden lo que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen declaraciones categóricas" (1ª. Timoteo 1:7 – LBLA); y la advertencia de la apostasía de los últimos tiempos.

 

2ª. Timoteo nos alerta que la marea de mal entró con una fuerza tal que el apóstol ve la Iglesia, por la cual él había trabajado, y velado, y edificado, como perito arquitecto — eso que el Espíritu denomina "la casa de Dios (la cual es la iglesia del Dios vivo) columna y apoyo de la verdad" (1ª. Timoteo 3:15 – VM), la casa habitada por el Espíritu Santo — caída en dilapidación, y ruinas, y transformada en una "casa grande", con "vasos de oro y de plata," y "también de madera y de barro: y algunos son para honra, y otros para deshonra" (2. Timoteo 2:20 – VM).

 

En un estado tal de cosas, en los "tiempos peligrosos" de los "últimos días", el discípulo fiel tiene una sola senda — no estar satisfecho con un estado semejante, ni pensar que él puede arreglar la ruina, sino — purificarse él mismo de los vasos de deshonra, y andar con los fieles "que invocan al Señor con corazón puro" (2ª. Timoteo 2: 20-22 – VM).

 

Y el apóstol hace nuevamente que el corazón del fiel se vuelva a las Escrituras de Dios como siendo ellas útiles para toda y cada una de las dificultades, para que él pudiese estar "bien preparado para toda buena obra." (2ª. Timoteo 3:17 – VM).

 

La advertencia aquí en 2ª. Timoteo 3: 1-5 es tan profundamente solemne, en cuanto a que aquello que lleva el nombre de Cristianismo y que delante de los hombres tiene el carácter de piedad alberga todos los peores rasgos del corrupto corazón humano, que las palabras son literalmente casi las mismas, y moralmente lo mismo, que las que el apóstol usa al describir la corrupción y degradación moral del mundo pagano al final de Romanos 1.

 

"MAS sabe esto, que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, incontinentes, fieros, aborrecedores de los que son buenos, traidores, protervos (perversos, obstinados en la maldad), hinchados de orgullo, amadores de los placeres, más bien que amadores de Dios; teniendo la forma de la piedad, mas negando el poder de ella: apártate también de los tales." (2ª. Timoteo 3: 1-5 – VM).

 

Está también la energía activa del diablo en aquellos "reprobados en lo que respecta a la fe" 2ª. Timoteo 3:8 – LBLA), están engañando y siendo engañados (vasos para deshonra); de los tales el hombre de Dios debía apartarse, dejándolos para el juicio de Dios.

 

En Tito nosotros encontramos a los "vanos palabreros e impostores" Tito 1:10 – VM), difundiendo su nefasta doctrina alrededor. 2ª. Pedro testifica también en cuanto a estas malas influencias que están activas entre los santos. Judas expone la apostasía desde el momento cuando "algunos hombres se han infiltrado encubiertamente" (Judas 4 – LBLA), hasta que el Señor viene con Sus santos a ejecutar juicio sobre los tales. En Judas 11 tenemos un resumen de la apostasía del hombre natural: "el camino de Caín", recompensar el error en la enseñanza, y usar la verdad para fines corruptos, "el error de Balaam"; y finalmente, donde la apostasía termina, "la rebelión de Coré" (Judas 11 – LBLA). Se recordará que esto último fue la rebelión de los Israelitas, instigados por el Levita Coré, contra la autoridad de Cristo, en Su realeza, representado por Moisés, y Su sacerdocio, representado por Aarón. Los Levitas pretendieron el sacerdocio ("¿Y pretendéis también el sacerdocio?" Números 16:10 – LBLA, léase todo el capítulo 16), y fueron el móvil de la revuelta de los sencillos Israelitas. Y ha sido siempre así desde entonces, el mal eclesiástico instando el poder civil a la rebelión. Véase la revuelta de Absalón contra David: el motivo impulsor fue el consejero de Absalón, Ahitofel, el cual era un sacerdote. (Véase 2º. Samuel 15:12). Y es así al final, una bestia, y un falso profeta el cual insta al primero, y

 

"ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue sanada." (Apocalipsis 13).

 

Esa ha sido la corrupción desde el principio del Cristianismo. Aquellos que debiesen haber ocupado la posición de los Levitas: es decir, los que fueron enviados a la Iglesia para trabajar para el Señor, en vez de retener el lugar de Levita, reconociendo que todos lo que pertenecen al pueblo del Señor son sacerdotes y, por tanto, tienen derecho a entrar al Lugar Santísimo (véase 1ª. Pedro 2: 5, 9); la posición eclesiástica, o sacerdotal, ha sido asumida como intermediadora entre Cristo y Su pueblo; y esto no se limita al mal grosero y a las groseras corrupciones de Roma, sino que es lo mismo, en cuanto a principio, en toda la Cristiandad, aunque no desarrollada en la misma medida. Ambas epístolas — 2ª. Pedro y Judas — testifican acerca del rechazo del Señorío de Cristo. Apocalipsis 2 y 3 nos presentan en etapas sucesivas, las diferentes fases en que el mal se desarrollaría en la Iglesia, contemplada en su lugar de testimonio aquí abajo, desde su abandono de su primer amor, hasta que es amenazada con un pleno rechazo, como algo repugnante para Él — un testimonio falso en el mundo. "Te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:16).

 

Nosotros tenemos también el testimonio del propio Señor en Mateo 13, en la parábola de la cizaña, mediante la cual vemos que el mal que se produce al principio por la introducción de la cizaña entre el trigo, continúa hasta la siega, cuando los justos son reunidos en el granero, y la cizaña es atada en manojos y luego es echada en el fuego y es quemada; purificando así el reino del Hijo del Hombre. En lugar de un cambio, tal como los hombres piensan, viniendo al mundo; y que, mediante el evangelio, el conocimiento del Señor cubra la tierra como las aguas cubren el mar, el mal aumenta hasta la siega. ¡De qué manera los pensamientos de los hombres que esperan un milenio introducido mediante la predicación del evangelio están de acuerdo con esto! En consecuencia, Mateo 13. Incluyendo la parábola de la cizaña y el trigo, es una semejanza del reino de los cielos, en la fase que este asumiría cuando el Rey fuese rechazado completamente, no una semejanza de la Iglesia, la cual no existía. En un capítulo posterior (Mateo 16) el Señor habla de la Iglesia como una cosa futura. Él vino como el Mesías de ellos, a Su pueblo Israel — Su viña — a buscar fruto, y no lo halló. Entonces Él sembró en el mundo aquello que había de producir fruto — a saber, "la palabra." ("El campo es el mundo" Mateo 13:38)

 

Yo he omitido deliberadamente 2ª. Tesalonicenses y las Epístolas de Juan, porque en ellas encontramos que es nombrado el personaje que consumará toda esta iniquidad en sí mismo— "el hombre de pecado" — "el anticristo."

 

En la 2ª. Epístola a los Tesalonicenses, presentada a nosotros con ocasión de que una epístola espuria había sido recibida por los Tesalonicenses como siendo de Pablo, (2ª. Tesalonicenses 2:2), diciéndoles que el "día" de Cristo {día del Señor} había llegado, el apóstol (versículo 1) les ruega por la correcta esperanza de ellos, la cual él les había enseñado en su primera epístola, la de la venida de Cristo, y de la reunión de ellos con Él, que ellos no debían dejarse mover fácilmente de su modo de pensar, por el pensamiento comunicado por la epístola falsa, que el "día", o manifestación, era una cosa presente (ενεστηκε) en aquel entonces. El apóstol distingue claramente la "venida" (2ª. Tesalonicenses 2:1) de la "aparición" (2ª. Tesalonicenses 2:8), o "día", lo cual es para llevarles un descanso de las pruebas y tribulaciones del mundo, y juicios sobre sus enemigos; porque cuando el "día" de Su manifestación (aparición) vendría, los santos serían manifestados con Él en gloria.

 

Él prosigue para demostrar que antes que el "día" llegase, habría, hay, "el misterio de iniquidad (ilegalidad, anarquía)", el cual estaba obrando ya (2ª. Tesalonicenses 2:7); en segundo lugar, la apostasía del Cristianismo (2ª. Tesalonicenses 2:3); en tercer lugar, la revelación del hombre de pecado (2ª. Tesalonicenses 2: 3, 4, 8). El juicio ejecutado por el propio Cristo sería el "día" en el cual la epístola falsa les dijo que ellos ya estaban. Nosotros hemos visto ya que en esto Él será acompañado por Sus santos, previamente reunidos a Él. Hemos visto algo del testimonio de la Escritura en cuanto al misterio de iniquidad, y también de la apostasía de la Cristiandad; pero había un buen poder de obstaculización (2ª. Tesalonicenses 2:7), el cual, cuando es quitado, entonces el inicuo se manifestaría. Los principios estaban todos en acción, pero el Espíritu Santo estaba en la Iglesia, el poder de Dios estaba aquí abajo, y la desenfrenada voluntad del hombre, exaltándose contra todo lo que se llama Dios, o es objeto de adoración, estaba detenida aún, hasta que el momento adecuado llegase; entonces el mal asumiría su forma explícita en "el hombre de pecado."

 

Nosotros seguiremos el misterio de iniquidad hasta el final. Pasamos a Apocalipsis 17 y encontramos a la cuarta Bestia, o Imperio Latino (Romano), en su estado revivido, montada por una mujer falsa, "BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Imperial y gloriosamente engalanada, y su copa llena de idolatría y fornicación, ebria de la sangre de los testigos de Jesús, y de la sangre de los santos. El profeta queda asombrado ante el fin de lo que una vez fue tan precioso, tan hermoso — ¡la obra de gracia en Pentecostés! Ella predomina sobre pueblos, naciones, y lenguas, y sus reyes, los cuales se han embriagado con el vino de su fornicación; hasta que por fin, cansados de su opresión, los diez cuernos… y la Bestia (no 'los diez cuernos que viste en la bestia' como reza la RVR60 en Apocalipsis 17:16), "odiarán a la ramera y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes y la quemarán con fuego" (Apocalipsis 17:16 – LBLA).  Ella no espera la aparición de Cristo para ser juzgada, sino que padece en manos de aquellos sobre los cuales ejerció su perniciosa influencia por tan largo tiempo. Apocalipsis 18 presenta su juicio, y la lamentación de los reyes de la tierra, y de los que se habían beneficiado por medio de sus negocios y recompensas, a causa de su destrucción. Ese es el fin del Cristianismo corrupto en Roma, y dondequiera que se lo encuentre; porque ella es la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.

 

Al considerar la historia de los poderes Gentiles desde su comienzo hasta su final en juicio, y la de la Bestia, la cual lo representa, impulsado por Satanás al final, nosotros vimos también su conexión con el Mesías falso, a quien los Judíos recibirían al final de la era o fin del siglo, y su juicio bajo el carácter de falso profeta con la primera Bestia, nosotros quisimos mostrar de qué manera este personaje forma el vínculo entre la historia de ellos y la de la falsa Cristiandad profesante al final.

 

Nosotros vimos, de la lectura de 2ª. Tesalonicenses 2: 3, 4, 8, que el inicuo no se manifestaría hasta que el buen poder restrictivo fuese quitado: el misterio de iniquidad hubiese obrado, y la apostasía hubiese llegado; nosotros trazamos esto hasta su final en el juicio de la mujer corrupta de Apocalipsis 17, pero el día de la manifestación de Cristo en juicio no tendría lugar hasta que el hombre de pecado se manifestase, habiendo sido quitado primero el buen poder restrictivo (2ª. Tesalonicenses 2:7). Apocalipsis 13 nos mostró también que este hombre se manifestaría plenamente durante la forma revivida del imperio Latino (imperio Romano), al final de la existencia de la cuarta bestia. Aquel que tiene el título de rey entre los Judíos, la segunda Bestia, ejerce toda la autoridad de la primera Bestia (no pudiendo desechar los poderes Gentiles) durante el corto período que antecede al final, cuando Satanás le habrá dado su poder, y su trono, y su grande autoridad. Vimos también que Satanás fue lanzado fuera de las regiones celestes antes que los santos fuesen llevados a lo alto (Apocalipsis 12). Reuniendo todas estas cosas, encontramos que el hombre de pecado, el inicuo, se manifiesta entre la venida de Cristo a buscar a Sus santos, y Su aparición en juicio con ellos.

 

Tal como está descrito en 2ª. Tesalonicenses 2, él hace cosas similares a las atribuidas a él en Daniel 11: 36-38: él,

 

"se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios… cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos": aun como Cristo, como el Hombre de justicia que fue "aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él" (Hechos 2:22 — véase el texto Griego). La obtención de esta posición — es decir, de Dios — fue la primera sugerencia de Satanás a Adán. Aquí encontramos que Adán caído, plenamente desarrollado y lleno con la energía de Satanás, en este hombre de pecado, es el que se opone al Señor Jesús — Hombre en el cual toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El. (Colosenses 2:9).

 

Cuando estuvimos examinando Apocalipsis 13, con respecto a este personaje, nosotros vimos que los milagros que él lleva a cabo tienen, en el entendimiento de los hombres, la apariencia de energía divina, y ellos son de carácter mayormente Judío. En 2ª. Tesalonicenses 2, estos milagros son más una imitación de Cristo. Con respecto a los que están en Apocalipsis 13, nosotros podemos recordar que cuando Elías fue levantado para dar testimonio del nombre de Jehová, delante de las tribus apóstatas de Israel (1º. Reyes 18), la pregunta acerca de si Jehová o Baal era Dios, fue decidida mediante fuego, el cual descendió y consumió el sacrificio, y cuando todo el pueblo lo vio, se postraron sobre su rostro y dijeron: "¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!" En 2ª. Tesalonicenses, tal como hemos visto al citar Hechos 2, es más una imitación de Cristo, pero de origen satánico.

 

En la primera Epístola de Juan ese hombre de pecado es llamado el "anticristo", el cual niega al Padre y al Hijo, o, niega la revelación del Cristianismo. Por lo tanto, es evidente que en estos días de pujante engaño — cuando los hombres, no habiendo recibido el amor de la verdad para ser salvos, serán entregados a creer una mentira — este personaje forma el nexo de unión entre el Cristianismo apóstata, y el Judaísmo apóstata, y la apostasía de la cuarta Bestia o poder Gentil, y es en sí mismo la expresión de la apostasía del hombre, afirmando ser Dios. Digo Judaísmo, porque él se sienta en el templo de Dios (casi no necesito añadir, en Jerusalén) — digo Cristianismo, por lo que hemos visto. Y nosotros lo encontramos llegando a su fin, con su coadjutor en el mal, en Apocalipsis 19:20 bajo el título de "falso profeta", lo cual es más su carácter Judío; habiendo sido destruida la mujer falsa, o corrupción eclesiástica, no por el Señor, sino por aquellos sobre los cuales ella había predominado.

 

Hemos trazado ahora hasta su final, los diferentes agentes en el mal en la apostasía del hombre natural al cual se le confió el poder, personificado por la bestia, el Anticristo hasta su final, y el falso Cristianismo hasta su final. Temas profundamente solemnes, y sin embargo necesarios (o Dios no nos habría advertido acerca de estas cosas), ellos no nos afectan en cuanto a su juicio y a su final, pero nosotros estamos en medio de los principios que son de rápida maduración alrededor nuestro, y tenemos que ver con ellos. Lo nuestro es un llamamiento a salir del mundo e ir a lo alto, y estaremos con el Señor, cuando los males se manifiesten plenamente, y el mundo se entusiasme engañado por ellos. Nuestra ciudadanía está en los cielos, donde estos males no pueden ir. ¡Bendito sea nuestro Dios! El mal está madurando con rapidez hasta llegar a su momento crucial, y las mentes de los hombres están más cegadas, y hay muchos anticristos. Que la consideración de estas cosas nos conduzcan a una separación cada vez mayor en nuestros intereses, y modos de hacer las cosas, de aquello que termina tan tristemente. Y que anhelemos fervientemente la venida de Aquel que pondrá fin al mal, y llenará el mundo con bendición bajo Él mismo.

 

Nuestras consideraciones nos han traído hasta aquí. Vemos que los tres grandes sistemas establecidos en el mundo para la exhibición del gobierno de Dios y Su gracia (1ª. Corintios 10:32), (a saber, los Judíos, bajo la ley; los Gentiles, sin ley, y a los que se les ha confiado el dominio universal; y la Iglesia, como carta de Cristo en el mundo (2ª. Corintios 3:3) — Su testigo para la gracia y la verdad, y bajo la gracia), todos ellos han sido, hasta donde la responsabilidad del hombre alcanza, una escena de ruina y fracaso y corrupción — demostrando esto que la ruina de lo que es más excelente es la peor de las corrupciones.

 

 

Capítulo 6. — El Juicio de Israel y de las Naciones introductorio del Reino.

 

En el tema de apertura de nuestras consideraciones de los caminos de Dios, nosotros mencionamos que las Escrituras proféticas se ocupan de los acontecimientos terrenales, e incluyen cinco grandes y distintivos asuntos, algunos de los cuales, si no todos, son encontrados a menudo agrupados en la misma profecía.

 

Nosotros nos ocuparemos especialmente ahora con el cuarto de estos asuntos — la crisis, o corto período de juicio que limpia el mundo de todas las cosas que transgreden, y de los que hacen iniquidad, preparatorio del establecimiento del reino — "la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra" (Apocalipsis 3:10); "tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado." (Jeremías 30:7). La nación de Israel es muy prominente durante este período, y es el sujeto del juicio, en el cual los Gentiles son partícipes. Los testimonios de la Escritura son muy completos acerca de este asunto; y para ayudar que se aclaren en nuestras mentes, yo los he clasificado en tres puntos, de la siguiente forma:

 

1. Las promesas de restauración hechas a Israel, después del fracaso de ellos, y en la perspectiva de ello, además de las promesas incondicionales hechas a los padres, las cuales se cumplirán para un remanente de la nación, el cual será establecido en el reino bajo Cristo en la tierra.

 

2. El testimonio de la Escritura de que Israel sería dejada a un lado por un largo período intemporal, conocido sólo para Dios, y de que es acogida nuevamente para ser restaurada.

 

3. Que cuando este período intemporal se habrá agotado, la nación será restaurada mediante juicio, el cual no cae solamente sobre los apóstatas entre ellos, librando un remanente, sino que un juicio universal sobre las naciones del mundo también, cuando la tierra estará llena del conocimiento del SEÑOR como las aguas cubren el mar (Isaías 11:9 - LBLA).

 

1. En cuanto al primer punto, acudiremos a Levítico 26, donde encontramos el resultado puesto ante Israel, con posterioridad a su observancia de las condiciones que habían aceptado como términos de su relación con Dios, y la retención de sus bendiciones en su tierra y la alternativa en caso del incumplimiento de esos términos — "Si anduviereis en mis decretos… yo daré vuestra lluvia en su tiempo, etc." (Levítico 26:3-13); "Pero si no me oyereis… yo también haré con vosotros esto, etc. " (Levítico 26: 14-39). Esto continúa, asumiendo que lo último sería el caso, hasta que las ciudades son hechas desiertas, y la tierra de ellos y sus santuarios son asolados, y la nación es esparcida entre los paganos, en tierra de sus enemigos; y entonces, incluso cuando estando ellos en tierra de sus enemigos, Dios dice,

 

"Yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Jehová soy su Dios. Antes me acordaré de ellos por el pacto antiguo, cuando los saqué de la tierra de Egipto a los ojos de las naciones, para ser su Dios." (Levítico 26: 44, 45).

 

Jehová vuelve entonces a Sus promesas incondicionales hechas a los antepasados de ellos, después que ellos mismos se han destruido: y estando ellos en tierra de sus enemigos, Él no los olvida, ni los arroja totalmente lejos.

 

"Si ellos confiesan su iniquidad y la iniquidad de sus padres… también por la hostilidad con que me han resistido... [entonces] yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y me acordaré de mi pacto con Isaac y de mi pacto con Abraham; y me acordaré de la tierra." (Levítico 26: 40-42 – RVA).

 

Lea ahora Deuteronomio 30: 1-10:

 

"Sucederá que cuando te hayan sobrevenido todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, si consideras en tu corazón, en medio de todas las naciones donde Jehovah tu Dios te haya dispersado… entonces Jehovah tu Dios también te restaurará de tu cautividad. El tendrá misericordia de ti y volverá a reunirte de todos los pueblos a donde Jehovah tu Dios te haya dispersado… Y te hará regresar Jehovah tu Dios a la tierra que tus padres tomaron en posesión, y tú la poseerás. El te hará bien y te multiplicará más que a tus padres, etc." (Deuteronomio 30: 1-10 – RVA).

 

Esto no es tan sorprendente como Levítico 26, donde las promesas a los padres son mencionadas. Deuteronomio es más el principio de la aceptación de ellos como una nación después del fracaso, y cuando el nombre "Lo-ammi" ("no es mi pueblo" – Oseas 1:9) había sido escrito sobre ellos. Ello establece también el principio de la aceptación de ellos entretanto como individuos por medio del evangelio, y la justicia por medio de la fe. Véase el uso de ello hecho por el Apóstol Pablo de Romanos 10: 11-14.

 

Hay otras promesas en la perspectiva de la restauración de ellos, especialmente la de la casa de David, a cumplirse en Cristo. En 1º. Crónicas 17: 11-14 nosotros leemos,

 

"Y sucederá que cuando se cumplan tus días para que vayas a estar con tus padres, levantaré a uno de tus descendientes después de ti, que será de tus hijos; y estableceré su reino. El me edificará una casa, y yo estableceré su trono para siempre. Yo seré padre para él y él será hijo para mí; y no quitaré de él mi misericordia, como la quité de aquel que estaba antes de ti. Sino que lo confirmaré en mi casa y en mi reino para siempre, y su trono será establecido para siempre" (1º. Crónicas 17: 11-14 – LBLA).

 

Este pasaje es aplicado a Cristo en Hebreos 1:5.

 

Nosotros encontramos las promesas a los padres mencionadas en vista de la plena liberación de ellos en el final. Véase Miqueas 7: 19, 20. El profeta expresa la adoración de su corazón al contemplar la bondad de Dios en la liberación de ellos; él dice,

 

"El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos."

 

Nosotros debemos recordar siempre que si Dios llegase a fallar en cumplir esas promesas terrenales a Abraham, nosotros no tenemos razón alguna para suponer que Él no fallaría también en Sus promesas espirituales a él, que llegan a nosotros más adelante. Consulte Gálatas 3: 6-14. Nosotros sabemos que no puede fallar jamás.

 

Además, cuando Cristo vino, "(según [Él] habló a nuestros padres) a Abraham y a su simiente para siempre." (Lucas 1: 54, 55 – VM). En los versículos 69-74 del mismo capítulo, cuando ambas promesas, a los padres y a la casa de David, son recordadas,

 

"ha levantado un cuerno de salvación en la casa de David… para mostrar misericordia a nuestros padres, y para recordar su santo pacto, el juramento que hizo a nuestro padre Abraham." (Lucas 54: 69-74 – LBLA).

 

Es casi innecesario decir que las bendiciones terrenales fueron aplazadas, debido al rechazo de Cristo por parte de la nación.

 

Pasamos ahora a Isaías 49. Encontramos que Israel, habiendo fracasado como siervo de Dios, es dejado a un lado, y Cristo es presentado como el Siervo verdadero; y aun así Él dice, "Por demás he trabajado, en vano"; porque sabemos que Israel Le rechazó. La respuesta de Dios viene en el versículo 5, etc. Fue poca cosa levantar las tribus de Israel, pero Él debe ser exaltado y dado como luz para los Gentiles. En el versículo 8, Él es dado por pacto al pueblo para librarlos al final. El lenguaje de la profecía es muy hermoso.

 

"¡Cantad, oh cielos, y alégrate, oh tierra; y romped en alabanzas, oh montañas: porque Jehová ha consolado a su pueblo, y tendrá compasión de sus afligidos!" (Isaías 49:13 – VM).

 

Sion, aparentemente abandonada, aprende entonces que la fidelidad de Jehová es mayor que la de una madre para con su hijo que mama.

 

"¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante, de modo que no tenga compasión del hijo de sus entrañas? ¡Aun las tales le pueden olvidar; mas no me olvidaré yo de ti! He aquí que sobre las palmas de mis manos te traigo esculpida; tus muros están perpetuamente delante de mí." (Isaías 49: 15, 16 – VM).

 

Sus hijos se apresuran a venir, y los que la asuelan saldrán de ella.

 

"Tus hijos se apresurarán a venir, tus destruidores y los que te asuelan saldrán de ti." (Isaías 49:17 – VM).

 

"¡Alza tus ojos, mira al rededor, y ve; todos ellos (el remanente del pueblo restaurado y reunido) se congregan y vienen a ti! ¡Vivo yo! dice Jehová, que de todos ellos te arroparás como de adorno. y te los ceñirás como se ciñe una novia. Porque en cuanto a tus desiertos y tus lugares asolados, y tu tierra dejada en ruinas, ésta será entonces demasiado estrecha los habitantes; y los que te devoraban estarán ya muy lejos. Los hijos de tu estado desamparado dirán en tus oídos: ¡el lugar es demasiado estrecho para mí! ¡dame campo, para que yo pueda habitar! Entonces dirás en tu corazón: ¿Quién dio a luz éstos para mí? y yo había sido privada de hijos y estéril, cautiva y errante; éstos pues ¿quién los ha criado? He aquí, yo fui dejada solitaria; éstos ¿dónde han estado? Así dice Jehová el Señor: He aquí que yo alzaré mi mano a las naciones, y levantaré mi bandera a los pueblos; y ellos traerán a tus hijos en sus brazos, y tus hijas sobre sus hombros serán llevadas. Y reyes serán tus padres adoptivos, y sus reinas tus amas de leche; rostro a tierra, tus enemigos se inclinarán ante ti, y lamerán el polvo de tus pies; y tú conocerás que yo soy Jehová; pues no serán avergonzados los que me esperan." (Isaías 49: 18-23 – VM).

 

El pensamiento acerca de aplicar esto a la Iglesia es casi tan excesivo que no necesita un comentario. ¿Cuándo dice la Iglesia alguna vez, «¡Me ha abandonado Jehová, y el Señor se ha olvidado de mí!" (Isaías 49:14 – VM)», y eso en el mismo momento cuando la bendición es completa?

 

En Romanos 11 el Apóstol Pablo aborda este asunto, mostrando que Dios no ha desechado a Su pueblo; y presenta tres razones principales como argumento suyo.

 

Primera razón: ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de la gracia de Dios.

 

Segunda razón: a través de la transgresión de su nación, la salvación vino a los Gentiles para provocar a celos a Israel (véase Deuteronomio 32:21), y no para rechazarlos. Y,

 

Tercera razón: "Vendrá de Sion el Libertador, Que apartará de Jacob la impiedad", en el momento en que todo Israel (es decir, como un todo, o nacionalmente) será salvo.

 

 

Cuando consideremos el tercer punto propuesto, muchas de esas promesas de restauración vendrán ante nosotros, relacionadas con el juicio de los apóstatas de la nación, y de los Gentiles.

 

2. En cuanto al siguiente punto, pasaremos a Daniel 9: 24-27, donde encontramos la respuesta a la oración de Daniel, el cual fue uno de los cautivos de Israel en Babilonia. Naturalmente, el asunto de todos los demás, muy queridos para su corazón y afectos Judíos, fue la restauración de su pueblo; y el asunto de mayor importancia fue determinar la longitud del tiempo en que ellos estarían sometidos a sus captores, bajo cuyo yugo ellos estuvieron segando lo que habían sembrado cuando Dios los reconocía.

 

Al principio del capítulo 9 de Daniel nosotros encontramos que, al igual que cualquier hombre piadoso, Daniel era un estudioso de la Escritura; y en el año primero de Darío el medo, el cual tomó el reino después de la caída de Babilonia, él había determinado, de la lectura del libro de Jeremías, que los setenta años de desolación de Jerusalén habían pasado ahora. La fe estuvo en acción en su alma, y volvió su rostro para esperar en Dios, y para humillarse él mismo delante de Él acerca de su nación con oración y súplica, con ayuno y saco y ceniza. Él mismo se coloca en la posición de la nación conforme al pecado de ella delante de Dios, y él se identifica con ellos. (Véase Levítico 26: 40, 41). Su corazón reconoce al Dios con el cual él tenía que ver, como Uno que es inmutable — un Dios clemente y compasivo. Dios mismo es su confianza.

 

"Oh Jehová, nuestra es la confusión de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres; porque contra ti pecamos. De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque (no, 'porque') contra él nos hemos rebelado."

 

Es algo hermoso la manera en que su fe llama a Jerusalén "tu ciudad", y a Israel "tu pueblo" (Daniel 9: 16, 19), tal como Moisés hizo cuando el pueblo hizo el becerro de oro, y Dios no los pudo admitir. Nosotros leemos, "Mientras yo estaba aún hablando, y orando, y confesando mi pecado, y el pecado de mi pueblo Israel… el varón Gabriel… me hizo entender, etc." (Daniel 9: 20-23).

 

En la comunicación que sigue a continuación — es decir, la profecía de las setenta semanas — él recibe la respuesta a su oración. Nosotros podemos observar que Dios habla a Daniel acerca del pueblo como "tu pueblo" (Daniel 9:24) — tal como lo habló a Moisés en la ocasión a la cual nos hemos referido; y la profecía se relaciona con el pueblo Judío, y con Jerusalén.

 

"Setenta semanas han sido decretadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para poner fin a la transgresión, para terminar con el pecado, para expiar la iniquidad, para traer justicia eterna, para sellar la visión y la profecía, y para ungir el lugar santísimo. Has de saber y entender que desde la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; volverá a ser edificada, con plaza y foso, pero en tiempos de angustia. Después de las sesenta y dos semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada, y el pueblo del príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario. Su fin vendrá con inundación; aun hasta el fin habrá guerra; las desolaciones están determinadas. Y él hará un pacto firme con muchos por una semana, pero a la mitad de la semana pondrá fin al sacrificio y a la ofrenda de cereal. Sobre el ala de abominaciones vendrá el desolador, hasta que una destrucción completa, la que está decretada, sea derramada sobre el desolador." (Daniel 9: 24-27).

 

Entonces, aquí es mencionado claramente un período definido, al final del cual un cambio notable sería traído a su pueblo, los Judíos, y a su ciudad — el regreso y el restablecimiento completo de ellos en gracia — las transgresiones son perdonadas, se pone fin a los pecados, la iniquidad es perdonada, y una justicia eterna es introducida, la visión y la profecía son selladas, y el lugar santísimo es ungido.

 

Ahora bien, rememoremos el estado de Judá y de Jerusalén, tal como vimos cuando examinamos la historia pasada del pueblo de Israel, en la época en que Judá fue a la cautividad a Babilonia, en los capítulos finales de 2º. Reyes.  El rey de Judá y la nación fueron llevados a la cautividad (Israel, o las diez tribus, había sido llevado a la cautividad mucho antes por los Asirios), la ciudad había caído, y la casa de Jehová fue quemada, y unos pocos de los más pobres del pueblo fueron dejados para que fueran viñadores y labradores en la tierra. Y comparemos aquel estado con el que está aquí en Daniel 9, donde encontramos que una restauración y un restablecimiento completo son prometidos.

 

Durante el transcurso de esas setenta semanas de años (490 años), la profecía asume, o declara, que el pueblo o un remanente de ellos, estará en la tierra de la cual habían sido llevados cautivos; pero no reconocidos aún como pueblo de Dios; y estando aún bajo el poder de los Gentiles; el templo será reedificado, y la ciudad restaurada. Esto es de mucha importancia, así que tengamos presente estos tres puntos que caracterizan el transcurso de las setenta semanas.

 

1. El pueblo (o algunos de ellos) están en la tierra de ellos, pero no reconocidos por Dios.

 

2. El templo y la ciudad son reedificados.

 

3. Los Gentiles están aún en posesión del trono del mundo, o en otras palabras, "los tiempos de los Gentiles" no se han agotado.

 

Estas tres cosas no caracterizan la época actual.

 

Las setenta semanas [*] están divididas en tres períodos, o divisiones: siete semanas, sesenta y dos semanas, y una semana. La primera división de siete semanas, {o, la primera división de los 490 años}, es considerada desde la salida del decreto para restaurar y reedificar Jerusalén; este fue el punto de partida.

 

[*] Tiempo Bíblico: 1 semana de años = 7 años; 1 año = 360 días.

 

"Has de saber y entender que desde la salida de la orden para restaurar y reconstruir a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; volverá a ser edificada, con plaza y foso, pero en tiempos de angustia." (Daniel 9:25 – (LBLA).

 

En primer lugar: esta reedificación que dura siete semanas de años (49 años). Nosotros leemos en Nehemías que fue una época de gran aflicción y angustia.

 

"Y sucedió que cuando Sanbalat se enteró de que estábamos reedificando la muralla, se enfureció y se enojó mucho. Y burlándose de los judíos, habló en presencia de sus hermanos y de los ricos de Samaria, y dijo: ¿Qué hacen estos débiles judíos? ¿La restaurarán para sí mismos? ¿Podrán ofrecer sacrificios? ¿Terminarán en un día? ¿Harán revivir las piedras de los escombros polvorientos, aun las quemadas?" etc. (Nehemías 4: 1, 2 – LBLA).

 

Tenemos después las sesenta y dos semanas de años (434 años) desde la reconstrucción de Jerusalén hasta el Mesías, en total: sesenta y nueve semanas de las setenta semanas (483 años). Entonces al Mesías se Le quita la vida, y es rechazado, y no obtiene Su reino. "Después de las sesenta y dos semanas el Mesías será muerto y no tendrá nada." (Daniel 9:26 – LBLA). Cristo se presenta a la nación como su Rey, y en vez de obtener Su Reino, Él es crucificado después de las sesenta y dos semanas; y el 'conteo' de la semana setenta cesa por el momento. Entonces el pueblo de un príncipe que vendrá destruirá la ciudad y el santuario. Esto se cumplió bajo Tito y los ejércitos Romanos en la destrucción de Jerusalén {año 70 d.C.}, después del rechazo de Cristo. El pueblo cuyos ejércitos cumplieron esto fue el pueblo Romano. En Juan 11:48, nosotros encontramos el temor de los líderes Judíos absolutamente profético de este acontecimiento. "Si le dejamos así (Cristo), todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación." Y el propio Señor predijo cuando contempló la ciudad y lloró sobre ella,

 

"Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. Y te derribarán a tierra." (Lucas 19: 43, 44 – LBLA).

 

Y además,

 

"Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida… y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan." (Lucas 21: 5, 6, 24).

 

Una vez quitada la vida al Mesías después de la semana sesenta y nueve, la cadena de acontecimientos con el pueblo Judío cesa (absolutamente, cuando la ciudad fue destruida), y, por lo tanto, el tiempo deja de ser contado desde aquel período hasta el presente. Dios, como hemos visto, pasa a ocuparse de otras cosas. La semana setenta había de traer y había de establecer al pueblo en prosperidad y bendición plenas, según Daniel 9:24; pero en vez de la bendición, al Mesías se le quita la vida después de la semana sesenta y nueve, la ciudad y el santuario son hollados, y un innominado largo período de desolaciones para el pueblo y la ciudad sigue a continuación. Evidentemente, tal como hemos visto, fue el pueblo Romano el que iba a hacer lo que se afirma en Daniel 9:26. "El pueblo del príncipe que ha de venir", etc. El príncipe no estuvo allí, solamente el pueblo es nombrado, pero el príncipe mismo no había llegado. Él es traído ante nosotros después de este período de desolaciones sin limitación de tiempo que perdura aún, "él hará un pacto", etc. (Daniel 9:27 – LBLA).

 

Por consiguiente, el rechazo de Cristo suspendió todas las relaciones y tratos de Dios con el pueblo Judío, como Su pueblo, y este asignado período de setenta semanas es interrumpido, no sigue adelante. Y cuando los Judíos sean nuevamente los objetos de los tratos de Dios, en el corto período de juicio antes que él los reconozca como Su nación, el período que queda de las setenta semanas será contado e introducirá plena restauración. Este corto período es, por lo tanto, tal como podemos ver fácilmente, sincrónico con los acontecimientos finales, o crisis de la historia del mundo introductoria del reino.

 

Nosotros encontramos la misma cosa en muchas otras Escrituras, sea ella asumida o declarada. (Ver Isaías 8: 14-22; Isaías 9: 1-7). Cristo llega a ser una piedra de tropiezo para la nación — el testimonio está limitado a Sus discípulos — el Señor esconde entonces Su rostro de la casa de Jacob por un largo período intemporal, y el profeta pasa por encima hasta a los últimos días, los cuales introducen el reino mediante juicio. Además, cuando el Señor citó Isaías 6: 1, 2, anunciando Su misión en la sinagoga de Nazaret, Él se detiene en medio del versículo 2 (Lucas 4: 16-20), el cual está ya separado de la cláusula siguiente por más de mil ochocientos años, y cuya cláusula anuncia "el día de venganza", y el consuelo de los que lloran (enlutados), el remanente de la nación en el reino.

 

Ahora bien, considere el testimonio de la Escritura en cuanto al tercer punto propuesto. Acudan a Deuteronomio 32. En los versículos finales del capítulo 31, Moisés reúne a los ancianos y a los oficiales del pueblo de Israel para recitar en sus oídos el cántico profético dado a él, como testigo, por Jehová, en vista del fracaso de ellos. Él dice,

 

"yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los postreros días, por haber hecho mal ante los ojos de Jehová, enojándole con la obra de vuestras manos."

 

Luego, en Deuteronomio 32, ellos son vistos como habiéndose corrompido. "En forma corrompida se han portado con Él. No son sus hijos, debido a los defectos de ellos; son una generación perversa y torcida." (Deuteronomio 32:5 – LBLA). Él continúa entonces relatando la maravillosa historia de ellos, y los consejos y cuidado de Dios en cuanto a ellos, y como ellos lo devolvieron.

 

"Jesurún se engordó y dio coces… Le provocaron a celos con dioses ajenos… Ofrecieron sacrificios a los demonios… Jehovah lo vio, e indignado desdeñó a sus hijos y a sus hijas… Entonces dijo: Esconderé de ellos mi rostro, y veré cuál será su final; porque son una generación perversa, hijos en quienes no hay fidelidad. Ellos me provocaron a celos con lo que no es Dios… yo les provocaré a celos con uno que no es pueblo." (Deuteronomio 32: 15-21 – RVA).

 

Y entonces, en Su ira, Él los desecha completamente, amontonando males sobre ellos.

 

Una vez desechados así, Él actúa en Su propia soberanía, y en vista de esto Él declara,

 

"Ciertamente Jehovah juzgará a su pueblo y tendrá misericordia de sus siervos, cuando vea que se agota su fuerza y que no queda nadie, ni preso ni abandonado." (Deuteronomio 32:36 – RVA).

 

Él juzga a Su pueblo, venga la sangre de Sus siervos. Cuando Su mano empuña el juicio, Él se venga de Sus enemigos — hace que Sus saetas (flechas) se embriaguen de sangre — Su espada devora mucha carne; después se vuelve en misericordia a Su pueblo y a Su tierra. El resultado de este juicio sobre las naciones es que los Gentiles cantan el cántico de liberación con el remanente de Su pueblo que es libertado. (Véase Salmo 67; Salmo 117).

 

Salmos 2, Salmos 8 al 10. En el primero de estos Salmos encontramos a Cristo presentado como Rey en Sion y rechazado, aun así encontramos los propósitos de Dios dejados a un lado sólo durante un tiempo. Cristo asume en resurrección la gloria más amplia del Hijo del Hombre, conforme al Salmo 8; nosotros vimos anteriormente que el Espíritu Santo, en Hechos 4, cita los dos primeros versículos del Salmo 2, y se detiene (Hechos 4:26). El Señor está representado como riéndose ante la ira de ellos, pero a pesar de toda la ira de ellos, Él declara, "Yo he puesto mi rey sobre Sion." (Salmo 2:6). El Mesías es deseado, " Pídeme, y te daré por herencia las naciones", etc. (Salmo 2:8 y ss). Cuando el Señor fue rechazado, y estaba a apunto de ser crucificado, Él mismo se presenta orando por Sus discípulos, "Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo" (Juan 17), pero está llegando el momento cuando Él pedirá Su herencia, y la respuesta viene,

 

"Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás." (Salmo 2:9).

 

Él hereda las naciones por medio del juicio, en el cual Su pueblo, estando reunido ahora, tiene su lugar con Él; una demostración de que, dondequiera que se habla de Cristo en el Antiguo Testamento, nosotros encontramos también la porción de la Iglesia. [*]

 

[*] El autor no quiere decir que la iglesia es un tema de las profecías del Antiguo Testamento. Lo que Cristo hereda, según lo profetizado por los profetas del Antiguo Testamento, la iglesia compartirá con Cristo.

 

"Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre." (Apocalipsis 2: 26, 27).

 

Esta no es, no obstante, la mejor porción del Cristiano, porque "(Yo) le daré la estrella de la mañana" — Cristo mismo. Y entonces no sólo el nombre de Jehová es glorioso en toda la tierra, sino que Él pone (despliega) Su gloria sobre los cielos. (Salmo 8:1), y hace callar al enemigo y al vengativo.

 

El Salmo 9 y el Salmo 10 nos muestran la posición y las circunstancias en las cuales se encuentra la nación en esta crisis de juicio. El remanente libertado dice,

 

"Porque has mantenido mi derecho y mi causa… Has reprendido naciones, has destruido al inicuo; has borrado el nombre de ellos para siempre jamás… Jehová se ha hecho conocer en el juicio que ejecutó; en la obra de sus mismas manos fue enredado el inicuo… ¡Se volverán los inicuos al infierno, y todas las naciones que se olvidan de Dios! Porque el pobre no será olvidado para siempre, ni la esperanza de los afligidos perecerá perpetuamente. ¡Levántate, oh Jehová; no prevalezca el hombre mortal: sean juzgadas las naciones delante de ti! ¡Pon espanto en ellos, oh Jehová! ¡Conozcan las naciones que ellas son míseros mortales!"

(Salmo 9: 4-20 – VM).

 

El Señor aparece para la liberación de ellos cuando no hay nadie que diga, "Hasta cuando."

 

Además,

 

"Jehová es Rey eternamente y para siempre; De su tierra han perecido las naciones. El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído", etc. (Salmo 10: 16, 17).

 

¡Cuánto error hay en el hecho de pensar que los Salmos son la expresión de la experiencia Cristiana como tal! ¡Cuán a menudo al ingenuo Cristiano se le ha hecho tropezar por el clamor por venganza sobre los enemigos que atraviesa esta clase de Salmos, puesto en su boca, cuyo llamamiento es a hacer lo bueno y a padecer pacientemente por ello, mientras él está en el reino y la paciencia de Jesucristo.! El reino y el poder serán buscados por estos corazones judíos, como eso que trae su liberación. Las pruebas de los santos celestiales finalizan justo antes de que las de los santos Judíos comiencen. Véase Apocalipsis 12, donde nosotros encontramos alegría en los cielos cuando el acusador es lanzado fuera y a la tierra, y ay de los moradores de la tierra y del mar, "porque el diablo ha descendido a vosotros." Él vuelve entonces su ira contra la mujer y su descendencia, a saber, el pueblo Judío. Él Espíritu de Cristo ha entrado, en Su gracia, en estas pruebas, para poder Él dar una voz al remanente, en los días finales, antes del reino.

 

Lea ahora el Salmo 110. Cristo rechazado por los hombres, y por Su pueblo como Rey — los cuales dijeron, "No tenemos más rey que César" (Juan 19:15), "No queremos que éste reine sobre nosotros" (Lucas 19:14). Dios dijo, "Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies" (Hebreos 1:13; Hebreos 10:13). Él permanece entonces durante el tiempo innominado "hasta" esa hora conocida sólo por el Padre (Mateo 24:36). Jehová, cuando esa hora llegue, enviará desde Sion la vara de Su poder; y Cristo domina en medio de Sus enemigos. Su pueblo se ofrece voluntariamente en el día de Su poder (Salmo 110: 2, 3). (Ellos no se muestran dispuestos en el día de Su humillación). "El Señor está a tu diestra; Quebrantará a los reyes en el día de su ira. Juzgará entre las naciones", etc. (Salmo 110: 5, 6).

 

Pase a Isaías capítulos 1 al 4. Bendición y reposo son propuestos en el capítulo 1, resultantes del arrepentimiento de la nación; pero ellos no prestarían atención. Eventualmente, bendición y reposo son introducidos mediante juicio — "Sion será redimida con juicio, y sus arrepentidos con justicia. Pero los transgresores y los pecadores serán aplastados a una" (Isaías 1: 27, 28 – LBLA).). El resultado de este juicio está en Isaías 2: 1-4; en Isaías 4: 2-6, un tiempo de paz y gloria.

 

"Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes… y correrán a él todas las naciones… Y [Él] juzgará entre las naciones… y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra."

 

Cuán diferente de la época en que nosotros vivimos, mientras los tiempos de los Gentiles transcurren, caracterizados por esas palabras de nuestro Señor,

 

"Se levantará nación contra nación, y reino contra reino… en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra",

 

cosas precursoras de la venida (manifestación, presencia) del Señor con poder y gran gloria (Lucas 21:10; 25-27).

 

La parte remanente de Isaías 2, etc., muestra la conexión entre el juicio de las naciones y el de Israel.

 

"¡Entra en la peña y escóndete en el polvo, a causa del pavor de Jehová y de la gloria de su majestad! Los ojos altivos del hombre serán abatidos, y la soberbia de los hombres será humillada… Porque Jehová de los Ejércitos tiene señalado un día contra todo lo elevado y lo soberbio, y contra todo lo ensalzado, para que sea abatido… Y la altivez del hombre será postrada, y la soberbia de los hombres será abatida, y Jehová solo será ensalzado en aquel día… cuando [Él] se levantare para aterrar la tierra." (Isaías 2: 10-19).

 

El resultado de este juicio universal es el establecimiento de Su pueblo en la gloria del reino.

 

"Acontecerá que el que se quede en Sion, como el que sea dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que estén inscritos para la vida en Jerusalén. Así será cuando el Señor lave la inmundicia de las hijas de Sion, y elimine la sangre de en medio de Jerusalén, con espíritu de juicio y con espíritu consumidor. Entonces sobre todo lugar del monte Sion y sobre sus asambleas, Jehovah creará nube a y humo de día, y resplandor de fuego llameante de noche. Porque sobre todos habrá una cubierta de gloria, y habrá de día un cobertizo para dar sombra ante el calor abrasador, y para refugio y protección de la tormenta y del aguacero." (Isaías 4: 3-6 – RVA).

 

Su presencia estará allí, cuando Su pueblo sea liberado, tal como antaño en el desierto.

 

Isaías 11. La lectura de este capítulo es tan clara que escasamente requiere una palabra. Leemos acerca de una época de bienaventuranza y paz universales; Su pueblo restaurado y bajo el gobierno del Mesías, introducido por el juicio que cae sobre ellos y sobre las naciones.

 

"[Él] herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío" "Y se disipará la envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos" (Isaías 11: 4, 13).

 

Isaías 13 y 14 se ocupan de la misma época, un tiempo de juicio universal sobre el trono imperial del mundo (Isaías 13).

 

"El día de Jehová", cuando "toda mano se debilitará, y desfallecerá todo corazón de hombre." (Isaías 13: 6, 7). "Ciertamente Jehovah tendrá misericordia de Jacob y volverá a escoger a Israel. El les hará reposar en su propia tierra, y a ellos se unirán extranjeros, los cuales se adherirán a la familia de Jacob… Así [ellos] tomarán cautivos a los que los habían tomado cautivos, y se enseñorearán de sus opresores… el día en que Jehovah te dé tregua de tu dolor, de tu desesperación y de la dura servidumbre a la que fuiste sometido." (Isaías 14: 1-3 - RVA)

 

"Este es el plan que está decidido contra toda la tierra; ésta es la mano extendida contra todas las naciones." (Isaías 14:26 – RVA).

 

Ello se prolonga hasta la destrucción de Asiria después de la liberación de ellos (el poder que ocupa en aquel día el territorio del antiguo enemigo de ellos); yo digo, 'después' porque en la historia pasada, Asiria cayó antes que Babilonia; aquí, lo cual demuestra su aplicación futura, él cae después que Babilonia es juzgada.

 

Isaías 24-27. Nosotros hemos examinado brevemente esta profecía anteriormente; ella muestra el juicio universal sobre las naciones y sobre Israel, y la liberación de un remanente — el trono del Señor es establecido en Sion — la afrenta de Su pueblo es quitada, el velo que envuelve a todas las naciones es quitado. El Señor había ocultado Su rostro de la casa de Israel mientras ellos eran repudiados: pero de Él se habla como saliendo de Su lugar para la liberación de ellos.

 

"¡Ven, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas sobre ti; escóndete por un corto momento, hasta que pase la indignación! Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más sus muertos…  Y acontecerá en aquel día que sonará la gran trompeta; y vendrán los que habían sido perdidos en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados en la tierra de Egipto; y adorarán a Jehová en Jerusalén, el Monte Santo." (Isaías 26: 20, 21; Isaías 27:13 – VM).

 

Isaías 30.

 

"La luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, en el día en que Jehovah ponga vendas a la fractura de su pueblo y cure las contusiones que él le ha causado. He aquí que el nombre de Jehovah viene de lejos. Arde su furor y levanta densa humareda. Sus labios están llenos de ira, y su lengua es como fuego consumidor. Su aliento, cual torrente desbordado, llega hasta el cuello para zarandear a las naciones en la zaranda hasta acabar con ellos, y para sujetar las mandíbulas de los pueblos con freno que les haga errar… Entonces Jehovah hará oír la majestad de su voz, y dejará ver el descenso de su brazo con furor de ira y con llama de fuego consumidor, con lluvia violenta, torrente y piedras de granizo. Porque Asiria será hecha pedazos a causa de la voz de Jehovah; con un palo la golpeará. Y sucederá que cada pasada de la vara de corrección que Jehovah descargará sobre ella" (la vara de venganza que Dios había decretado), "será al son de panderos y de liras (cuando es hecha recaer sobre Asiria, ello es fuente de alegría y liberación al final de la indignación, para el remanente de Israel). "Blandiendo el brazo combatirá contra ella. Porque desde hace tiempo está listo el Tófet (el fuego de Jehová) para el rey ha sido preparado" (el Anticristo, el cual tiene este título entre la nación apóstata); "Su pira se ha hecho profunda y ancha, con su hoguera y abundante leña. El soplo de Jehovah la encenderá como torrente de azufre." (Isaías 30: 26-33 – RVA).

 

Isaías 59: 15-21. El versículo 20 de este pasaje está citado por el apóstol Pablo en Romanos 11, en la perspectiva de la restauración futura del pueblo.

 

"Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob." (Isaías 59:20).

 

Y entonces Él establece el nuevo pacto con Israel; Su Espíritu está con Su pueblo, y Sus palabras están en la boca de ellos, permanecerían con ellos para siempre. Isaías 59: 18, etc., muestra que ello es introducido mediante juicio:

 

"así dará [Él] la retribución: ira para sus adversarios y furor para sus enemigos. Dará su retribución a las costas. Desde el occidente temerán el nombre de Jehovah; y desde donde nace el sol, su gloria." Isaías 59: 18, 19 – RVA).

 

El capítulo siguiente (Isaías 60) declara que Jerusalén es restaurada en la gloria del reino, y sus hijos e hijas son juntados de todas partes.

 

Isaías 66. Este capítulo presenta el juicio que introduce la gloria y la bienaventuranza de la nación restaurada descrita en la última porción de Isaías 65. Nosotros tenemos en primer lugar, el remanente que teme el nombre de Jehová y Le espera; después tenemos los apóstatas de la nación. Los primeros son animados con la promesa de que Jehová aparecería para alegría y liberación de ellos, y para vergüenza de los apóstatas, los cuales decían con desprecio, «Que Jehová muestre Su gloria.»

 

"¡Pues he aquí que Jehová con fuego vendrá, y como torbellino, sus carros de guerra; para devolver su ira con ardiente indignación, y su reprensión con llamas de fuego! Porque con fuego Jehová pleiteará, y con su espada, para con toda carne; y serán muchos los que serán muertos por Jehová." (Isaías 66: 15, 16 – VM).

 

Este pasaje muestra que Él viene repentinamente, como un torbellino, y descarga el fuego del juicio sobre Sus enemigos. Tenemos después el resultado en los versículos 6 al 14; los Judíos son establecidos nuevamente en una forma maravillosa, y Jerusalén es restaurada.

 

"Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella… Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda… Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos."

 

Luego, en los versículos 18 y 20 de Isaías 66, el remanente eximido del juicio se pone en marcha para declarar la gloria de Jehová entre los Gentiles (naciones), y para traer de regreso a los dispersos de Israel. El capítulo completo muestra muy claramente la conexión entre el juicio universal de las naciones e Israel, con la liberación de un remanente, y con los Gentiles (naciones) que son eximidas del juicio, bendecidas alrededor del pueblo de Dios.

 

Pase a Jeremías 25. Nosotros nos referimos a este capítulo anteriormente; dicho capítulo declara que la duración de la cautividad de Judá en Babilonia es de setenta años: pero Dios, habiendo dado el trono del mundo a Babilonia, cuando Él desechó a Su pueblo y quitó Su presencia de en medio de ellos — en principio, cuando Babilonia es vencida Su pueblo es libertado, porque ella era el único poder que ejercía su dominio directamente de parte de Dios —, los demás poderes Gentiles siguieron a continuación de manera providencial. Jerusalén fue restaurada sólo parcialmente; sin embargo, ello muestra el principio. Al examinar este capítulo, nosotros encontramos que el juicio continúa hasta el final, en el cual Su pueblo está involucrado; el capítulo se refirió de manera primordial al juicio que fue ejecutado sobre Jerusalén y las naciones en el momento al cual la profecía se refería, Babilonia cayendo última de todo, la cual lo había ejecutado; y sirve como un tipo de la crisis final de juicio de todas las naciones del mundo.

 

"Porque he aquí… espada traigo sobre todos los moradores de la tierra, dice Jehová de los ejércitos… Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne… Y yacerán los muertos de Jehová en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el otro", etc. (Jeremías 25: 29-33).

 

Jeremías 30 a 33. En esta hermosa serie de profecías nosotros encontramos, en primer lugar, a Judá restaurado; después a Israel; luego a ambos establecidos bajo el nuevo pacto; la tierra es restaurada; el Mesías y el sacerdocio, todos introducidos por el juicio sobre los Judíos y las naciones, lo cual encuentra a Jacob en el apogeo de su angustia. Examinémoslo más detenidamente. En Jeremías 30:7, el profeta escribe,

 

"¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, yo quebraré su yugo de tu cuello, y romperé tus coyundas, y extranjeros no lo volverán más a poner en servidumbre, sino que servirán a Jehová su Dios y a David su rey, a quien yo les levantaré. Tú, pues, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, ni te atemorices, Israel; porque he aquí que yo soy el que te salvo de lejos a ti y a tu descendencia de la tierra de cautividad; y Jacob volverá, descansará y vivirá tranquilo, y no habrá quien le espante. Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo… Pero serán consumidos todos los que te consumen; y todos tus adversarios, todos irán en cautiverio; hollados serán los que te hollaron, y a todos los que hicieron presa de ti daré en presa. Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda… la ciudad será edificada sobre su colina… Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios… No se calmará el ardor de la ira de Jehová, hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón; en el fin de los días entenderéis esto. (Jeremías 30: 7-24).

 

Jeremías 31 presenta la liberación, al mismo tiempo, de todas las familias de Israel:

 

"Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los que plantan, y disfrutarán de ellas."

 

El Lenguaje de esta liberación es conmovedoramente hermoso.

 

"He aquí yo los hago volver de la tierra del norte, y los reuniré de los fines de la tierra, y entre ellos ciegos y cojos, la mujer que está encinta y la que dio a luz juntamente; en gran compañía volverán acá. Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito… El que esparció a Israel lo reunirá… Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sion, y correrán al bien de Jehová, al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor… He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá" (ambas casas, la nación entera), "No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto… Pero este es el pacto que haré… Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón… Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado… Si faltaren estas leyes" (de creación) "delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente." (Jeremías 31: 8-36).

 

Cuando el Mesías fue cortado, la sangre de este nuevo pacto fue derramada, y todo lo necesario de parte de Dios fue cumplido para el establecimiento de ellos en justicia bajo dicho pacto. Evidentemente, el regreso de Babilonia del remanente de Judá, no fue este restablecimiento; porque será establecido con todo Israel, tal como lo declara, y en gracia. La bendición de dicho pacto, sin embargo, nunca los lleva a estar dentro del velo, así como es ahora el lugar de los Cristianos.

 

"He aquí que vienen días, dice Jehová, en que la ciudad será edificada a Jehová, desde la torre de Hananeel hasta la puerta del Angulo. Y saldrá más allá el cordel de la medida delante de él sobre el collado de Gareb, y rodeará a Goa. Y todo el valle de los cuerpos muertos y de la ceniza, y todas las llanuras hasta el arroyo de Cedrón, hasta la esquina de la puerta de los caballos al oriente, será santo a Jehová; no será arrancada ni destruida más para siempre." (Jeremías 31: 38-40).

 

En Jeremías 32, Jehová aborda las circunstancias del sitio de Jerusalén por Nabucodonosor para declarar Su consejo en gracia en cuanto a la restauración final de ellos. El profeta es inducido a comprar un campo como indicio de que el pueblo posee nuevamente la tierra (Jeremías 32: 37-44).

 

"He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los eché con mi furor… y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguramente… Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma."

 

Jeremías 33 repite las bendiciones, esperando con ansia el día cuando su Mesías estaría con ellos.

 

"[Yo] haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel… los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron…  En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra." (Jeremías 33: 5-15). "El juicio volverá a ser justo, y todos los rectos de corazón lo seguirán." (Salmo 94:15 – LBLA).

 

"En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra. Porque así ha dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel [no meramente de Judá]."

 

"Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia." (Jeremías 33: 25, 26).

 

Pase ahora a Ezequiel 20. El Espíritu rememora la idolatría de la nación entera desde el tiempo de su liberación de Egipto. Dios los había sacado, y les había dado Sus días de reposo para que fuesen por señal entre Él y ellos: pero ellos se rebelaron siempre contra Él en el desierto, y profanaron Sus días de reposo.

 

"Mas los hijos se rebelaron contra mí; no anduvieron en mis estatutos, ni guardaron mis decretos para ponerlos por obra, por los cuales el hombre que los cumpliere vivirá; profanaron mis días de reposo… en el desierto." (Ezequiel 20:21).

 

Dios les había dicho (Deuteronomio 32; Levítico 26) que Él los esparciría entre las naciones. No obstante, cuando ellos habían sido traídos a la tierra, ellos abandonaron a Jehová por los lugares altos, y Jehová había jurado que Él no se iba a dejar consultar por ellos; pero la nación, endurecida en su idolatría, había resuelto ser como las naciones, y servir al palo y a la piedra. Entonces Jehová dijo que con furor derramado Él sería Rey sobre ellos.

 

"Y [Yo] os sacaré de entre los pueblos, y os reuniré de las tierras en que estáis esparcidos… y allí litigaré con vosotros cara a cara…  Os haré pasar bajo la vara… y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí… mas a la tierra de Israel no entrarán… Pero en mi santo monte… allí me servirá toda la casa de Israel, toda ella en la tierra… cuando os haya traído a la tierra de Israel, la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a vuestros padres… He aquí que yo enciendo en ti fuego… Y verá toda carne que yo Jehová lo encendí; no se apagará." Ezequiel 20: 33-48).

 

El trato es aquí con Israel, entre las naciones del mundo, por la idolatría; así como Judá por el rechazo de Cristo (porque Israel no volvió nunca a tener su Mesías presentado a ellos como lo tuvo Judá), lo cual fue el pecado especial de ella, en el cual a ella se unió en cuarto imperio Gentil, representado por Pilato. Al final ella es hallada en estrecha alianza con el imperio Gentil en su estado revivido, y políticamente favorecido por él. El espíritu inmundo de la idolatría regresa a los Judíos después del retorno del remanente desde Babilonia. El Señor menciona esto en Mateo 12:

 

"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación."

 

Ezequiel 20:48 muestra la conexión del juicio de las naciones con el de Israel.

 

Ezequiel capítulos 36 al 39. En esta serie de capítulos tenemos, en primer lugar, la renovación moral de la nación; después, la vivificación y restauración del pueblo en una resurrección nacional; luego, cuando han sido restaurados y estando en su tierra, el último gran enemigo de ellos, el cual ocupa el territorio de Asiria, sube contra ellos; y es destruido en los montes de Israel.

 

Ezequiel 36. El fracaso pasado de la nación es puesto ante ellos para que ellos puedan reconocerlo delante de Dios. Las naciones decían, "Estos son pueblo de Jehová, y (sin embargo) de la tierra de él han salido." (Ezequiel 36:20). Pero Dios recuerda entonces que Su nombre está involucrado, y por causa de Su santo nombre, Él los libera. Entonces, tal como Él había mostrado a Nicodemo, un maestro en Israel, el nuevo nacimiento era necesario incluso para el disfrute de las bendiciones terrenales; lo cual, como maestro en Israel, él debiese haber sabido de la lectura del testimonio de los profetas.

 

"Esparciré sobre vosotros agua limpia… Os daré corazón nuevo… Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu… Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres… Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de los campos… haré también que sean habitadas las ciudades, y las ruinas serán reedificadas", etc. (Ezequiel 36: 25-38).

 

La nación es renovada así moralmente para que ellos mismos puedan detestarse por sus pecados delante de Dios.

 

Ezequiel 37. En la visión de este capítulo nosotros tenemos una figura de la resurrección nacional del pueblo. El profeta ve un valle de huesos secos, a los cuales él profetiza tal como se le ordenó; y hubo un ruido y un temblor, y los huesos se juntaron, y los tendones y la carne subieron sobre ellos; y entró espíritu en ellos y vivieron.

 

"Y me dijo: Hijo del hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. He aquí que dicen (en cautividad): ¡Se han secado nuestros huesos, y ha perecido nuestra esperanza; somos enteramente cortados!... Así dice Jehová el Señor: He aquí que voy a abrir vuestras sepulturas, y os haré subir de vuestras sepulturas, oh pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel… Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis, y os estableceré en vuestra propia tierra." (Ezequiel 37: 11-14 – VM).

 

La figura de la resurrección es usada aquí para mostrar la nación recogida, aparentemente perdida durante mucho tiempo entre las naciones del mundo, y traída a su tierra. Ello es aplicable a esto claramente, no a la resurrección propiamente dicha de los santos que han muerto en el Señor; ellos no serían traídos "a su tierra", sino al cielo. En lo que sigue a continuación, nosotros encontramos que Judá e Israel, por largo tiempo separadas, son juntadas en una nación, bajo un Rey. Dios pone Su tabernáculo (Su santuario) entre ellos, y establece su pacto de paz.

 

En Ezequiel 38, Ezequiel 39, Asiria, el antiguo enemigo del pueblo cuando era reconocido por Dios — "Asiria, vara y báculo de mi furor" (Isaías 10:5) contra Su pueblo, para castigarlos por sus pecados — es introducida aquí bajo el título de Gog, príncipe de Ros (Rusia), Mesec (Moscú) y Tubal (Tobolsk).

 

"Y TUVE revelación de Jehová, que decía: Hijo del hombre, pon tu rostro contra Gog, de la tierra de Magog, príncipe de Ros, Mesec y Tubal; y profetiza contra él" (Ezequiel 38: 1, 2 – VM).

 

Gog abarca el territorio bajo Rusia, o el que ese poder habrá juntado bajo ella en aquel día. Él está representado como viniendo malvadamente contra la nación en Palestina cuando ella está en reposo y restaurada.

 

"dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas que habitan confiadamente… para arrebatar despojos y para tomar botín, para extender tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo recogido de entre las naciones, que ha repuesto su ganado y su hacienda, y que habita en el centro de la tierra… Así dice el Señor Jehová… esto será al final de los días; y te traeré contra mi tierra… ¿Eres tú aquel de quien hablé yo en tiempos pasados por mis siervos los profetas de Israel…? Ocurrirá en aquel tiempo, cuando venga Gog contra la tierra de Israel, dice Jehová el Señor, que subirá mi ira en mi enojo… Y yo litigaré contra él con peste y con sangre… Y te haré dar media vuelta, y te conduciréSobre los montes de Israel caerás túHe aquí que esto llega y se va a cumplir, dice el Señor Jehová; éste es el día del cual he hablado… Y de aquel día en adelante sabrá la casa de Israel que yo soy Jehová su Dios… Y sabrán que yo soy Jehová su Dios, cuando, después de haberlos llevado al cautiverio entre las naciones, los reúna sobre su tierra… Y no esconderé más de ellos mi rostro; porque habré derramado de mi Espíritu sobre la casa de Israel, dice el Señor Jehová." (Ezequiel 38, 39 – RVR1977).

 

Compárese también para esta destrucción del Asirio, después que el pueblo está restaurado, Isaías 14: 24, 25; Isaías 33. Nosotros debemos diferenciar cuidadosamente Gog la tierra de Magog en Ezequiel 38, Ezequiel 39, de Gog y Magog de Apocalipsis 20. El primero aparece cuando el pueblo está restaurado, en el comienzo del reino; el último aparece después que los mil años del reino terminan. "Satanás será suelto de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog", etc. (Apocalipsis 20: 7, 8).

 

Daniel 12. Nosotros hemos visto anteriormente que el tiempo de la gran tribulación, del cual se habla aquí, es aquel al cual el propio Señor alude, como sucediendo en el momento que la abominación de la desolación está instalada en el templo, y que termina por la venida misma (aparición, manifestación) del Señor, y la liberación del pueblo. Se trata de la mitad final de la semana setenta, cuando el imperio latino (Romano) restaurado es la expresión plena de la energía Satánica, la destrucción del cual da lugar al reino bajo Cristo.

 

Leemos,

 

"En aquel tiempo se levantará Miguel… que vela sobre los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de angustia cual nunca hubo desde que existen las naciones hasta entonces; y en ese tiempo tu pueblo será librado… Y muchos (no todos) de los que duermen en el polvo de la tierra" [esta es una figura análoga a la muerte moral y a la resurrección moral en Isaías 26: 13-19, y a la resurrección nacional que es comunicada en Ezequiel 37] "despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno. Los entendidos brillarán como el resplandor del firmamento, y los que guiaron a muchos a la justicia, como las estrellas, por siempre jamás… Y uno de ellos dijo… ¿Para cuándo será el fin de estas maravillas?", es decir, el fin de la tribulación, y él juró, "que será por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo" (Daniel 12: 1-7 – LBLA),

 

para poner fin a la dispersión del pueblo santo: la mitad que da fin a la semana setenta de Daniel 9.

 

Joel 3. Sólo es necesario leer los versículos 1, 2. 9-17, para mostrar la conexión.

 

"PUES he aquí que en aquellos días… cuando yo hiciere tornar el cautiverio de Judá y de Jerusalén, reuniré todas las naciones, y las conduciré al Valle de Josafat [el juicio de Jehová]; y contenderé con ellas allí a favor de mi pueblo y de mi herencia, Israel, a quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron entre sí mi tierra… Proclamad pues esto entre las naciones… ¡Apresuraos a venir, congregadas en una, todas las naciones de en derredor!... ¡Despiértense y suban las naciones al Valle de Josafat! porque allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones, puestas a la redonda" [este es el juicio de los vivos, o naciones que viven]. "Jehová también rugirá desde Sión, y desde Jerusalén hará resonar su voz; y se estremecerán los cielos y la tierra: pero Jehová será refugio para su pueblo, y fortaleza para los hijos de Israel… (entonces) Jerusalén será santa; y los extraños no pasarán más por ella." (Joel 3: 1-17 – VM).

 

Ella no será más hollada por las naciones (los Gentiles); porque el tiempo de ellos se ha cumplido.

 

Miqueas capítulos 4 y 5. Esta profecía muestra de la manera más maravillosa, la venida y el rechazo del Betlemita (natural de Belén) por Su pueblo, pueblo del cual se prescinde por un tiempo hasta que Sion, la que ha de dar a luz, habrá dado a luz, y el Hijo sea reconocido como nacido a la nación (véase Isaías 9); y el remanente es restaurado. El Asirio viene, y aquel que ellos habían rechazado es entonces la paz de ellos.

 

"Él permanecerá firme, y pastoreará su rebaño en la potencia de Jehová… y él mismo será nuestra paz. Cuando el Asirio entrare en nuestra tierra, y cuando hollare nuestros palacios… él nos librará del Asirio… Y el residuo de Jacob estará entre muchas naciones, como el rocío enviado de Jehová, como los aguaceros sobre la hierba; cosas que no aguardan al hombre, ni esperan a los hijos de Adán." (Miqueas 5: 4-7 – VM).  Jacob será el conducto de gracia de Dios que remoza para el mundo, y un testimonio rendido a Su poder.

 

Sofonías 3: 8-20.

 

"Por tanto, esperadme, dice Jehová, hasta el día que me levante para juzgaros; porque mi determinación es reunir las naciones… para derramar sobre ellos mi enojo (mi indignación)… por el fuego de mi celo será consumida toda la tierra."

 

El remanente es animado así a esperar este tiempo de juicio por parte de Jehová, cuando Él se levantaría para juzgar; sólo esto los haría libres, y enseñaría a las naciones a invocar a Jehová, y servirle a Él de común acuerdo. En aquel día Dios reuniría a Su pueblo disperso de la región más allá de los ríos de Etiopía (Éufrates y Nilo) y tendría en medio de ellos un pueblo que confiaría en el nombre de Jehová; y

 

"El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacentados, y dormirán, y no habrá quien los atemorice. Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. Jehová ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; Jehová es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal. En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No temas; Sion, no se debiliten tus manos. Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos… os pondré para renombre y para alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando levante vuestro cautiverio delante de vuestros ojos, dice Jehová." (Sofonías 3: 13-20).

 

Hageo 2.

 

"Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos… La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera… Yo haré temblar los cielos y la tierra; y trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones… dice Jehová de los ejércitos."

 

Este juicio universal, introductorio de Cristo y de la gloria de la nación restaurada, es mencionado por el Espíritu Santo en Hebreos 12:26 como estando aún por venir.

 

Zacarías 10 a 14. En esta serie de capítulos tenemos la restauración de Judá e Israel en un tiempo de juicio universal; y de esto se habla como estando aún en el futuro, mucho tiempo después del regreso de Judá desde la cautividad Babilónica.

 

"Y en aquel día yo pondré a Jerusalén por piedra pesada a todos los pueblos; todos los que se la cargaren serán despedazados, bien que todas las naciones de la tierra se juntarán contra ella… y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en Jerusalén… Y en aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén." (Zacarías 12:3-9).

 

Los versículos que siguen a continuación, los cuales hablan del arrepentimiento de la casa de David y de la nación, son extremadamente hermosos. El Mesías rechazado es el Jehová que los liberta. Ellos Le miran, miran a quien traspasaron. Hay un gran llanto en la tierra, como antaño en el valle de Meguido. Esta alusión a 2º. Crónicas 35:22, etc., es en extremo conmovedora. Allí, el los días finales de su antigua historia, el fiel rey de ellos, Josías, había caído y la nación había hecho duelo y gran lamentación allí, por su rey muerto. Aquí, ellos aprenden a llorar en el polvo, cuando se enteran que el Rey a quien la nación de ellos había crucificado, es el propio Jehová de los ejércitos.

 

En la historia pasada de la nación nosotros vimos cómo ellos habían fracasado — el pueblo, los sacerdotes, los profetas, y los reyes. Nosotros encontramos aquí todas estas clases representadas en este arrepentimiento nacional, y aun así, individual. La casa de David, la cual representa a los reyes — la casa de Natán, a los profetas — la casa de Leví, a los sacerdotes — y la casa de Simeón (Simei), al pueblo. (Zacarías 12: 12, 13).

 

El pleito es aquí con Judá, en la tierra, por el rechazo de Cristo; no como con Israel, como hemos visto, por la idolatría.

 

"Y... en toda la tierra… las dos partes serán exterminadas en ella, y se perderán; pero una tercera parte quedará viva en ella. Y meteré a aquel tercio en el fuego; los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. Ellos invocarán mi nombre, y yo les escucharé. Yo diré: ’¡Pueblo mío (Ammi)!’; y él dirá: ’¡Jehovah es mi Dios!’" (Zacarías 13: 8, 9 – RVA).

 

La frase "Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios" (Oseas 1:9) es eliminada.

 

En Zacarías 14 el Señor aparece para liberación de ellos, en el lugar desde el cual la "gloria" del Dios de Israel había salido, cuando Él transfirió la "espada" a los Gentiles. Desde el mismo lugar Él había entrado en Jerusalén como Rey de ellos, conforme a este profeta (Zacarías 9:9) montado sobre un pollino. Él se sentó sobre el mismo monte de los Olivos, en Mateo 24 rodeado por Sus discípulos Judíos; después que Él hubo dejado a Su nación, hasta el día en que ellos dirían, "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Mateo 23: 37-39), y les enseño en cuanto a la restauración y reunión de su nación de los cuatro confines del mundo, en la venida (aparición, manifestación presencial) del Hijo del Hombre en Su gloria. Y habiendo Él sido rechazado por Su nación y crucificado, Él ascendió desde el mismo monte al cielo (Hechos 1). ¡Y sobre ese mismo monte sus pies se posarán cuando Él regrese para la liberación plena y completa de ellos en gracia!

 

"Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones… se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente… vendrá Jehová mi Dios, y con él todos los santos… Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas… Y Jehová será rey sobre toda la tierra… Toda la tierra se volverá como llanura desde Geba hasta Rimón al sur de Jerusalén; y ésta será enaltecida, y habitada en su lugar desde la puerta de Benjamín hasta el lugar de la puerta primera, hasta la puerta del Ángulo, y desde la torre de Hananeel hasta los lagares del rey… Y todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y a celebrar la fiesta de los tabernáculos." (Zacarías 14: 3-16).

 

Hemos seguido ahora, sin mucho comentario, y permitiendo a la Escritura que ella hable por sí misma, lo cual ella ha hecho, desde la ley, los profetas, y los Salmos, presentando el testimonio de un tiempo de juicio universal; cuando Dios vuelve a ocuparse directamente del mundo nuevamente; y de la nación de Israel, siendo ella el objeto especial delante de Él. Todos estos tratos dan paso al reino de Dios en Sion en la tierra restaurada; en el tiempo de la restauración de todas las cosas (Hechos 3: 20, 21) — y nosotros hemos visto muy claramente que este tiempo de juicio es sincrónico con el recuento de la parte final de la semana setenta de Daniel 9 — la crisis de la historia de este mundo.

 

Y antes de finalizar este tema, yo mencionaría brevemente la posición de los santos celestiales y glorificados — la Asamblea (congregación) de los primogénitos — durante estas escenas de juicio universal. Nosotros los vimos siendo arrebatados en el momento de la primera resurrección para estar "siempre con el Señor" (1ª. Tesalonicenses 4: 13-18), (cuando lo dicho en Isaías 25:8, y en 1ª. Corintios 15:54, es llevado a cabo, " Sorbida es la muerte en victoria), cuando este período de juicio comienza.

 

Nosotros encontramos esto en el libro de Apocalipsis capítulos 4 al 19, los cuales están ocupados por este período de juicio, precursor del reino. Ello es asumido también en otras Escrituras. En Apocalipsis 1 tenemos " las cosas que has visto", la visión de Cristo caminando entre los candeleros. En Apocalipsis 2 y 3 tenemos "las (cosas) que son" (Apocalipsis 1:19), o la época y condición de la Iglesia como portadora de luz aquí abajo para Cristo. En su lugar de responsabilidad los varios rasgos que marcarían su existencia en el mundo son retratados, desde el tiempo en que dejó su primer amor, hasta que ella es amenazada con su total supresión — "te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:16). No hay duda de que se le habla a siete auténticas asambleas en Asia, pero el estado moral de cada una es aprovechado para describir aquello que se encontraría en la Cristiandad. Es evidente que estas siete asambleas, y sólo ellas, no podrían ser denominadas "las (cosas) que son", pues ellas no constituían todas las que existían en aquel entonces; y además, Apocalipsis 3:10 indica claramente que toda la época de existencia de la Iglesia es abarcada, cuando promete que el vencedor que guardase la palabra de la paciencia de Cristo sería guardado de "la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra" — el período de juicio que hemos estado considerando, el cual introduce, o más bien precede, el reino. En Apocalipsis 4, etc., "las (cosas) que han de ser después de estas (Gr. meta tauta)" da inicio a este período, " Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas." Hay rasgos indudables en estos capítulos que muestran los rasgos principales que caracterizan el prolongado período desde los días apostólicos hasta el fin de la era; pero cuando llegamos a los detalles, la interpretación puede ser aplicada solamente, en realidad, a la crisis de la historia del mundo.

 

A través de todo el curso de estos capítulos del Apocalipsis, nosotros encontramos una compañía sentada en el cielo, serena y pacífica, entre los truenos y relámpagos y juicios, conocedora del pensamiento de Dios; y con pleno entendimiento de todo lo que acontece debajo de ellos en el mundo.

 

En Apocalipsis 4 los encontramos en la presencia de un trono de juicio, sentados como reyes y sacerdotes, vestidos de ropas blancas, y con coronas de oro sobre sus cabezas — el complemento de los santos celestiales recibidos a lo alto en la venida de Cristo. En Apocalipsis 5 uno de ellos explica al profeta lo que hacía confundir sus pensamientos; y ellos son vistos nuevamente ejerciendo servicios sacerdotales alrededor del Cordero. Además, en Apocalipsis 7 los encontramos en el cielo, y uno de ellos explica al profeta lo de los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel, y lo de la multitud de Gentiles con palmas en las manos, que habían sido sellado para preservación a través de los juicios para entrar a la tierra milenial, no estando más sometidos a hambre o a sed, o a dolor.

 

Además, en Apocalipsis 12, nosotros oímos sus voces celebrando la expulsión de Satanás y sus ángeles de las regiones celestiales: " ¡Ay de los moradores de la tierra!" proclamaban porque Satanás había descendido con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo — los mil doscientos sesenta días finales del poder de la bestia. Los pesares de los santos para los lugares celestiales cesan cuando ellos han sido arrebatados, y justo antes que comiencen los de los santos Judíos, sellados para preservación. En Apocalipsis 13 estos santos son el objeto de la blasfemia de Satanás a través de la bestia; él ya no los puede acusar o causarles dolor, así que él blasfema a "los que moran en el cielo."

 

En Apocalipsis 19, después de las bodas del Cordero, nosotros vemos a Cristo como Rey de reyes, y Señor de señores, saliendo al juicio, acompañado por los ejércitos del cielo, vestidos "de lino fino blanco… porque el lino fino blanco es la perfecta justicia de los santos." (Apocalipsis 19:8 – VM) (Compárese también con Apocalipsis 17:14). Él sale a ejercer Su poder sobre las naciones, y a regirlas con vara de hierro, en lo cual los santos tienen parte con él. Véase Salmo 2:9, "Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás", junto con Apocalipsis 2: 26, 27,

 

"Al que venciere… yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre."

 

Luego, en Apocalipsis 20, los tronos están establecidos, y,

 

"se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar… serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años."

 

En Apocalipsis 20:4 encontramos 3 clases.

 

En primer lugar, los que habían sido recibidos en lo alto en la venida de Cristo;

 

En segundo lugar, aquellos que durante el intervalo de juicio antes de Su aparición, los que habían sido "decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios", las almas que fueron martirizadas bajo el quinto sello (véase Apocalipsis 6:9); y,

 

En tercer lugar, los que durante el furor de la bestia en su último esfuerzo, instigada por Satanás, "no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos."

 

A estas dos últimas clases no se les priva su bendición por haber padecido. Ellas pierden la bendición del reino abajo, pero no son olvidadas, y reciben la bendición celestial con los demás que habían sido recibidos en lo alto en la venida de Cristo (1ª. Corintios 15: 50-58; 1ª. Tesalonicenses 4: 13-18). Todas las tres compañías, tomadas en su conjunto, componen la "primera resurrección." {Apocalipsis 20:4, 5}.

 

 

Capítulo 7. — La Gloria, o Reino.

 

El corto período de juicio universal que hemos estado considerando limpia la esfera del reino de todo lo que ofende, y de los que hacen iniquidad: y finaliza en la venida (aparición, manifestación presencia) del propio Hijo del Hombre con poder y gran gloria, para ejecutar el último golpe de juicio; y reinar sobre el mundo durante la duración del reino. Cuando el reino sea establecido, Dios habrá consumado, en y bajo Su Hijo, Sus consejos y propósitos en cuanto a todo lo que había sido puesto en las manos del primer Adán, y que por medio de él, había sido  contaminado y destruido.

 

Nosotros hemos visto el primer Adán, inocente, y rodeado de bendición, fracasando: perdiendo su lugar de dominio sobre la tierra, y sometiendo la creación a vanidad por su caída (Romanos 8:20). Abandonado a sí mismo cuando cayó, y afuera del centro del bien, él llena la tierra con corrupción y violencia, y Satanás usurpa el lugar que Dios debía haber tenido en su mente. Después, los tres grandes sistemas, establecidos en el mundo —

 

— los Judíos bajo la ley,

 

los Gentiles sin ley, y a los que se les confió el poder supremo; y

 

la Iglesia bajo la gracia

 

— cada uno de ellos demostrando ser un fracaso allí donde es confiado a los hombres; yo hablo de la Iglesia como un testigo en el mundo, en el lugar de responsabilidad y testimonio, no como el cuerpo de Cristo.

 

En los días del reino el postrer Adán estará allí. En Su humanidad perfecta, inmaculada, Él vino y se situó entre las ruinas de un mundo perdido, y fue confrontado por Satanás, el cual había obtenido su poder por medio de las concupiscencias del primer Adán cuando este cayó (Lucas 4). Él estuvo en Su herencia y encontró "los reinos de la tierra… y la gloria de ellos" en las manos de Satanás, contaminados por el pecado y en ruinas. Él lo tomó así, con su carga de pecado y contaminación. Él frustró y venció a Satanás en el lugar de su poder; ató al hombre fuerte, procedió después a saquear sus bienes (Mateo 12:29). El príncipe de este mundo vino, pero nada tuvo en Él, ningún poder sobre Él (Juan 14:30). Él descendió al dominio "de aquel que tenía el imperio de la muerte, es decir, el diablo" (Hebreos 2 – LBLA), y por medio de la muerte Él destruyó su poder. A su debido tiempo, Él lo lanzará fuera de las regiones celestes con sus ángeles (Apocalipsis 12); y cuando él haya consumado por un corto período su maldad tremenda en el imperio latino (Romano) revivido, y en el Anticristo, Él lo atará y lo arrojará al abismo hasta que los mil años del reino finalicen, y entonces Él lo lanzará en el lago de fuego (Apocalipsis 20). Cuando Cristo estuvo aquí, Él exhibió "los poderes del siglo venidero" (Hebreos 6:5), o del reino, echando fuera espíritus malos y sanando al hombre. Cuando aquel día estará aquí, Satanás estará en el abismo, y

 

"los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo." (Isaías 35).

 

La creación, la cual fue sometida a vanidad, no voluntariamente, sino a causa del hombre cuando él cayó, gimiendo y sufriendo dolores de parto, esperando ese día de su liberación, será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8: 18-23). Leemos en Génesis 3, "maldita será la tierra por tu causa… Espinos y cardos te producirá." Pero del día de la regeneración leemos, "En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán" (Isaías 55:13). "Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa." (Isaías 35:1). Además, la sentencia pronunciada sobre Caín, " Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza", será eliminada; porque leemos acerca del día cuando Dios hará resplandecer Su rostro sobre Israel restaurada, y que

 

"La tierra ya da su fruto; y Dios, nuestro Dios, nos bendecirá. ¡Dios nos bendecirá, y todos los términos de la tierra le temerán!" (Salmo 67 – VM).

 

Los Judíos, restaurados, serán el centro del gobierno de Dios reconocido en el mundo bajo Cristo. La supremacía sobre los Gentiles (naciones) será establecida en Él, el cual se levantará para reinar sobre ellos; la realeza Judía será restaurada en la casa de David, y el sacerdocio en su excelencia y pureza será hecho realidad.

 

Los hombres intentaron formar un nombre y un centro, aparte de Dios en Babel, y habían sido divididos en naciones y lenguas (Génesis 11). Israel fue la nación con respecto a la cual ellos habían recibido su herencia; ella fue propuesta como el centro del gobierno de Dios en el mundo (Deuteronomio 32:8). Ella llegó a ser indigna de confianza; tal como leemos acerca de Jerusalén,

 

"Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos." (Ezequiel 5: 5, 6).

 

Y el rey Gentil procuró hacer una unidad religiosa aparte de Dios. (Daniel 3). Muchos han sido los centros de reunión propuestos entre los hombres para revertir esa sentencia de dispersión pronunciada en Babel por Dios; tal como muchas fueron las veces que ellos fracasaron — ¡Dios tiene solamente Uno!

 

"No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos." (Génesis 49:10).

 

Cuando Él vino a Judá Él fue rechazado. — "Gracia… y… Ataduras" fueron quebrantados (Zacarías 11); y no hubo ninguna congregación de los pueblos. Su nombre fue propuesto de nuevo como un centro, cuando la misericordia se glorió triunfante sobre el juicio en Pentecostés, y Dios en gracia se sirvió de las lenguas, la señal de juicio, para permitir que las naciones oyesen, cada uno en la lengua (idioma) materna, las maravillosas obras y gracia de Dios. Pero nuevamente, Su centro fue rechazado, y no hubo ninguna congregación o reunión de naciones o pueblos, sino de un pueblo sacado fuera de ellos para Su nombre y para el cielo, al cual el Centro de reunión, rechazado en la tierra, había sido trasladado. En los días del reino, del cual hablamos, está eso que nosotros encontramos revelado en Génesis 28 al errabundo Jacob en un sueño, acerca de una escalera conectando los cielos con la tierra (el propio Dios haciendo en gracia lo que el hombre había intentado hacer en voluntad propia en Babel). Nosotros vemos un tipo de los días del reino, cuando Cristo (tal como Juan 1:51 nos informa) será ese vínculo de unión entre los cielos habitado por los santos glorificados, y la tierra milenial, cuando la descendencia de Jacob, que son ahora errabundos en la faz de la tierra, sin tierra o altar, será "como el polvo de la tierra"; y cuando Dios los habrá traído nuevamente a su tierra, y habrá hecho todo lo que Él había dicho (Génesis 28:15). La descendencia de Jacob será entonces la cabeza y no la cola (Deuteronomio 28:13); y

 

"vendrán muchos pueblos y fuertes naciones a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén, y a implorar el favor de Jehová. Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros." (Zacarías 8: 22, 23).

 

Además, Jehová había cruzado el Jordán antes que las tribus bajo Josué, en los días pasados, con el título de "Señor de toda la tierra" (Josué 3); pero cuando Israel dejó de ser un testimonio rendido a este título, y la nación fue desechada, y el dominio fue transferido al rey Gentil, Dios asume el título de "Dios del cielo" (Daniel 2), tal como hemos visto anteriormente, y retiene tal nombre a lo largo de todo "los tiempos de los gentiles." Pero durante la escena que introduce el juicio que hemos considerado, Sus demandas como "Dios de la tierra" son proclamadas nuevamente por Sus testigos (Apocalipsis 11). Él asume después plenamente ese título, y el botín o ganancias injustas de los Gentiles, que deseaban tener un mundo sin Dios, es consagrada al "Señor de toda la tierra." (Miqueas 4:13).

 

"Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre." (Zacarías 14:9; véase también Isaías 54:5).

 

Jerusalén — hollada por los Gentiles, hasta que los tiempos de los Gentiles se cumplan (Lucas 21:24) — será restaurada en aquel día; cuando "vendrá el Redentor a Sion." (Isaías 59:20; Romanos 11). A ella se le dirá,

 

"Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos alrededor y mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos. Entonces verás, y resplandecerás; se maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti. Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová. Todo el ganado de Cedar será juntado para ti… te serán servidos; serán ofrecidos con agrado sobre mi altar, y glorificaré la casa de mi gloria… Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las naciones, y conducidos a ti sus reyes. Porque la nación o el reino que no te sirviere perecerá, y del todo será asolado… vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sion del Santo de Israel. En vez de estar abandonada y aborrecida, tanto que nadie pasaba por ti, haré que seas una gloria eterna, el gozo de todos los siglos… En vez de bronce traeré oro, y por hierro plata, y por madera bronce, y en lugar de piedras hierro; y pondré paz por tu tributo, y justicia por tus opresores. Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza." (Isaías 60: 1-18).

 

Véase también Isaías 65.

 

"He aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor… Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos… El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová. (Isaías 65).

 

Jerusalén, desechada por Jehová por largo tiempo, tal como nos informa el comienzo de Ezequiel, cuando Su gloria se marchó al cielo, y Él transfirió la espada a los Gentiles, vuelve a ser la morada de Su gloria nuevamente. Ezequiel, en la perspectiva del día de gloria de ella (Ezequiel 60 a 64) describe la ciudad y el santuario restaurados. En Ezequiel 43: 2-5 nosotros leemos,

 

"Y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria. Y el aspecto de lo que vi era como una visión, como aquella visión que vi cuando vine para destruir la ciudad… Y la gloria de Jehová entró en la casa… y he aquí que la gloria de Jehová llenó la casa."

 

Y además,

 

"El nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama", o "Jehová está allí". (Ezequiel 48:35).

 

"En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén" (Jeremías 3:17),

 

y esto en el día cuando Israel y Judá serán una nación en la tierra.

 

Todo el pueblo de Jerusalén será justo, tal como leemos en Isaías 3:4:

 

"Y acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los vivientes."

 

Y además,

 

"Tu pueblo, todos ellos justos, heredarán para siempre la tierra; renuevos plantados por mí mismo, obra de mi mano, para que yo sea glorificado." (Isaías 60:21 – VM).

 

La ley será escrita en sus corazones.

 

"Después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo." (Jeremías 31:33).

 

Todas las naciones (los Gentiles) invocarán el nombre de Jehová. Cuando Él haya ejecutado el juicio que liberta el remanente de Su pueblo, nosotros leemos,

 

"Entonces daré a los pueblos un lenguaje puro para que todos invoquen el nombre de Jehovah y le sirvan de común acuerdo." (Sofonías 3:9 – RVA).

 

Además,

 

"Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti." (Salmo 22:27).

 

Las promesas incondicionales a los padres se cumplirán entonces en gracia, y serán introducidas, como hemos visto, por medio del juicio. El Salmo 105 es profético de esto, y ofrece acciones de gracia a Jehová, y exhorta a la descendencia de Abraham y Jacob, a los cuales ellas habían sido hechas, a cantarle a Él, y glorificar Su nombre. Porque

 

"Él es Jehová, el Dios nuestro; en toda la tierra se manifiestan sus juicios. Se acuerda para siempre de su pacto, de la promesa que ordenó para mil generaciones; pacto que hizo con Abraham, y su juramento a Isaac, que estableció a Jacob como decreto, y a Israel por pacto eterno; diciendo: A ti te daré la tierra de Canaán, la suerte de vuestra herencia." (Salmo 105: 7-11 – VM).

 

Podemos recordar que, al considerar la historia pasada de la nación, nosotros vimos que estas promesas nunca se han cumplido hasta ahora: el pueblo, habiendo tomado su herencia bajo la ley — la perdió. Dichas promesas se cumplirán para ellos en gracia soberana, tal como el Salmo 105:7 declara, mediante juicio, evidenciando muy claramente la aplicación aún futura de ellas.

 

El conocimiento de Jehová y de Su gloria llenará la tierra, como las aguas cubren el mar; y el trono de Dios, y Su gobierno justo serán conocidos en el mundo. "El juicio volverá a ser justo." (Salmo 94:15 – LBLA). Y "Justicia y juicio son el cimiento de su trono." (Salmo 97:2). Cristo será el Príncipe de este mundo, y Satanás, el cual es ahora su príncipe, será atado. Su poder manifestado será obedecido, y cuando esta obediencia no sea observada, el resultado será la escisión (extirpación), la cual, si tiene lugar durante la duración del reino, se reconocerá que ella es por los actos judiciales del gobierno de Dios; y todo continuará pacífica y felizmente. Satanás no estará allí para influenciar a los hombres y tentarlos a pecar.

 

Nosotros encontramos los principios del gobierno del Mesías en la tierra en el Salmo 101.

 

"El corazón perverso se alejará de mí: al hombre malo no le conoceré. Al que calumnia en secreto a su prójimo, le destruiré: al altivo de ojos y orgulloso de corazón, no le sufriré. Fijaré mis ojos sobre los fieles de la tierra, para que ellos estén conmigo… No habitará dentro de mi casa quien practica engaño; el que habla mentiras no parará delante de mis ojos. Con empeño destruiré a todos los inicuos de la tierra, para cortar de la ciudad de Jehová a todos los obradores de maldad." (Salmo 101: 4-8 – VM).

 

Nosotros tenemos la escisión como resultado del pecado también en Isaías 65:20, donde leemos, " el pecador de cien años será maldito", es decir, si es extirpado, ello será considerado como escisión por el pecado en el gobierno de Dios. El reino de Israel será el centro terrenal de la administración del gobierno de Dios en el mundo.

 

"El juzgará a tu pueblo con justicia, Y a tus afligidos con juicio… [Él] Descenderá como la lluvia sobre la hierba cortada; Como el rocío que destila sobre la tierra. Florecerá en sus días justicia, Y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna. Dominará de mar a mar, Y desde el río hasta los confines de la tierra… Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Sabá y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán delante de él; Todas las naciones le servirán… Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; Su fruto hará ruido como el Líbano, Y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra… Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, El único que hace maravillas. Bendito su nombre glorioso para siempre, Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén." (Salmo 72).

 

Además,

 

"He aquí que un rey reinará según la justicia, y los magistrados gobernarán según el derecho… entonces habitará el derecho en el desierto, y la justicia se establecerá en el campo fértil. El efecto de la justicia será paz; el resultado de la justicia será tranquilidad y seguridad para siempre." (Isaías 32 - RVA).

 

Nosotros hemos visto brevemente hasta ahora las bendiciones terrenales del reino. Hemos dejado a los santos de los lugares celestiales, los cuales habían sido tomados y llevados al cielo en la venida de Cristo, así como aquellos que habían sido martirizados durante la crisis de juicio que introdujo el reino, sentados sobre tronos en Su manifestación, para reinar con Él mil años (Apocalipsis 20:4).

 

Consideremos ahora la bendición celestial del reino. En Apocalipsis 21:9 y 22:5, nosotros encontramos una descripción de la exhibición milenial de la Jerusalén celestial al mundo. El profeta la ve "descenDIENDO") (no "que descenDÍA"), desde Dios.

 

"Y me llevó en el Espíritu a una montaña grande y alta, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, descendiendo del cielo, desde Dios" (Apocalipsis 21:10 – VM).

 

Lo que los santos deben ser ahora en este día de prueba — "luminares en el mundo", eso es la iglesia en los lugares celestiales para el mundo en el día de gloria, reflejando todas las glorias de Dios y del Cordero; la sede del poder administrativo celestial del reino ("¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?" 1ª. Corintios 6:2); el carácter y la posición celestiales de ella, y no obstante, su conexión con la tierra milenial, es revelada—vestida con gloria divina, como la de Aquel que estaba sentado en el trono en Apocalipsis 4.

 

Los ángeles son los serviciales guardas de las puertas de esa ciudad segura, la cual es el fruto principal de la aflicción del alma de Cristo (Isaías 53:11). Ella tiene la plenitud en perfección del poder administrativo hacia y sobre el mundo — doce puertas, porque la puerta era el lugar de juicio.

 

Las variadas muestras de la naturaleza de Dios, bajo la figura de piedras preciosas, que brillaron en la creación (Ezequiel 28), y en gracia, en el pectoral del sumo sacerdote (Éxodo 28), resplandecen aquí en gloria (Apocalipsis 21: 10-27). La ciudad y sus calles están formadas en justicia divina, de la cual el oro es siempre el emblema adecuado, y en santidad y verdad, "semejante al vidrio limpio." El Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, son su templo y su luz. Las naciones (que habían sido salvas a través de los juicios en la tierra) andan a la luz de la ciudad celestial, y los reyes de la tierra traen su gloria y honor a ella (nunca 'en' ella); ellos reconocen que el reino celestial establecido ahora, y los cielos mismos, son la fuente de bendición para la tierra. "El cielo gobierna." (Daniel 4:26).

 

Ningún mal del hombre o de Satanás está allí, y no entra en ella nada que contamina o hace mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero. El río de Dios y los frutos del árbol de la vida son para el refrigerio de los redimidos del Señor: no hay allí ningún árbol de la responsabilidad, sino un solo árbol, el cual es el árbol de la vida, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones del mundo. La ciudad es el vaso de la gracia para el mundo de aquel día — la gracia la caracteriza; tal como la supremacía real del restaurado santuario terrenal, y de la ciudad de Jerusalén, es preservada siempre; porque leemos, "Porque la nación o el reino que no te sirviere perecerá." (Isaías 60:12).

 

Por consiguiente, nosotros encontramos que todo lo que ha sido arruinado y profanado por el primer Adán, es enmendado en el día del reino, en y bajo Cristo. Los tres grandes sistemas establecidos por Dios, y destruidos por los hombres, son establecidos en gloria.

 

Los Judíos en supremacía y bendición terrenales;

 

los Gentiles bendecidos de manera subordinada alrededor, gobernados en justicia, y

 

la Iglesia de Dios en la gloria celestial; el centro de la administración del reino, y el vaso de la gracia para el mundo.

 

El río de Dios (Salmo 65). Su corriente de bendición, siempre plena de agua, ha sido secada siempre en su flujo en este mundo, no en cuanto a su fuente, sino cuando Dios formó un conducto para la bendición en y hacia el mundo; ella ha sido corrompida, Él se ha visto obligado a trasladar la corriente pura a otros cursos, siempre dispuesta para la bendición del hombre; habiendo el conducto mismo demostrado que es indigno de la corriente. En Edén surgió en el principio cuando la época propuesta fue una de bien terrenal, y se dividía en cuatro cauces, para llevar al mundo las riquezas de esa época. Sin embargo, pronto, como sabemos, sus canales se corrompieron, y no se halló lugar alguno para que tal bendición fluyese, y entonces los cauces se detuvieron, y los canales fueron arrasados por las aguas del diluvio.

 

Además, cuando Israel fue redimido, y Dios estuvo en medio de ellos, el río surgió en la roca que fue golpeada para Su pueblo en el desierto. "Porque bebían de la roca espiritual que los seguía" (1ª. Corintios 10:4), durante el viaje de cuarenta años, hasta que ellos estuvieron a salvo en la tierra. Entonces, en la serie diaria y anual de fiestas y reuniones para Jehová, el pueblo recibió refrigerio con las aguas de Siloé, que corrían mansamente entre ellos — "Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios (Salmo 46 – VM). Pero los canales fueron corrompidos nuevamente, así que cuando Él, el cual era la fuente de dichas corrientes, vino a visitar a esa única familia que Él solamente había conocido de todas las familias de la tierra (Amos 3:2), y a la cual Él había escogido para formar los objetos del flujo del río de Dios, y para ser su canal para el mundo Gentil, Él la encontró tan corrompida que Él no pudo reconocerla o permitir que contaminara la corriente; y entonces, nuevamente, la fuente fue transferida a otro lugar, y el mundo llegó a ser plenamente, lo que era para Él y lo que ha sido siempre para Su pueblo, "tierra seca y árida donde no hay aguas" (Salmo 63).

 

La fuente iba a ser ahora el Hijo del Hombre glorificado en el cielo; y la época iba a ser una época de bendiciones espirituales en los lugares celestiales; y el canal de la bendición, Sus miembros en la tierra. Nosotros leemos en Juan 7, donde el Señor pasó y no pudo reconocer el canal (las recurrentes fiestas anuales), el cual se había vuelto impropio para el río de Dios:

 

"En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado."

 

No obstante la carencia de fe de Su propio pueblo, y lo muy obstaculizada que había llegado a estar la corriente, aun así, ella continúa fluyendo aún, y no se agotará o se secará jamás. Él (el Espíritu Santo) estará "con vosotros para siempre." (Juan 14:16).

 

Pero el día está llegando cuando no solamente existirá una época de bendiciones espirituales en lugares celestiales, sino una dispensación de bien terrenal también. Cuando una será la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. Cuando todas las cosas, tanto las que están en el cielo, como las que están en la tierra, serán reunidas en Cristo. Cuando el Señor responderá "a los cielos, y ellos responderán a la tierra. Y la tierra responderá al trigo, al vino y al aceite, y ellos responderán a Jezreel." (Oseas 2: 21, 22), la simiente de Dios. La bendición del río de Dios tendrá entonces una fuente doble en bendición celestial y terrenal, su fuente en la gloria celestial será la {nueva} Jerusalén celestial — La Iglesia de los glorificados:

 

El río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal sale del trono de Dios y del Cordero en medio de ella. (Apocalipsis 22:1).

 

Y la fuente de la gloria terrenal será el santuario de la Sion terrenal, cuando aguas vivas emanarán de la Jerusalén restaurada, para la bendición de los Gentiles y de la tierra milenial.

 

"He aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente", etc. (Ezequiel 47; compárese también con Joel 3:18 y con Zacarías 14:8).

 

Y Cristo será el Melquisedec verdadero, Un Sacerdote sobre Su trono; el vínculo entre la gloria celestial y la terrenal. La verdadera fiesta de los tabernáculos será celebrada tanto por Israel como por los Gentiles, pero también por los santos en los lugares celestiales, después de la cosecha o recolección, y la vendimia de juicio al final de la era (siglo).

 

"Y sucederá que todos los que quedaren de todas las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año, para adorar al Rey, Jehová de los Ejércitos, y para celebrar la fiesta de las Enramadas." (Zacarías 14:16 – VM).

 

Y las naciones que rechazan subir, no participarán de las refrescantes corrientes del río de Dios. ¡Jehová, se apresura a hacer esto a Su tiempo! (Isaías 60:22 – VM).

 

 

Capítulo 8. — Satanás desatado por un poco de tiempo,

el Gran Trono Blanco, y el Estado Eterno.

 

Después del fin del reino, antes que Cristo entregue el reino al Padre, y Dios sea "todo en todos" (1ª. Corintios 15:28), nosotros encontramos otro testimonio de la ruina del hombre. Habiendo contemplado a Cristo, y habiendo sido puestos en medio de las bendiciones del reino y de haber sido rodeados por ellas, aun así nos enteramos que el hombre es siempre lo mismo. Nosotros tuvimos el testimonio de la Escritura con respecto a que todos los que están al comienzo del reino son justos. Los habitantes del mundo habían aprendido justicia por medio de los juicios que lo introdujeron, pero nosotros no tenemos el mismo testimonio en cuanto a los que nacerán durante la duración del reino. Y la escena final nos demuestra el hecho de que la gracia, y nacer de nuevo, son tan necesarios entonces, como lo son ahora, para que el hombre sea llevado a Dios. Es evidente, de esto, que habrá un deterioro durante la duración del reino.

 

Después del término del reino, Satanás es soltado por un poco de tiempo, y sale a los cuatro ángulos de la tierra (él nunca regresa a las regiones celestes), y así las naciones son puestas a pruebas por última vez, y los no renovados caen, el número de los cuales es como la arena del mar, en sus manos. Los que son engañados así, suben contra el campamento de los santos en la tierra, y son destruidos por el fuego del juicio de Dios — son separados así de los fieles por el juicio. Satanás es lanzado entonces en el lago de fuego, donde la bestia y el falso profeta habían estado, después de lo cual el gran trono blanco es establecido; y la tierra y los cielos huyen de la presencia de Aquel que está sentado en él; y no se halló lugar para ellos. Los inicuos muertos están de pie delante del trono, y son juzgados por Aquel que juzga el secreto de los hombres (Romanos 2) ¡y el que los conoce! Este juicio es según las obras de ellos, y la responsabilidad de ellos. El libro de la vida fue abierto pero ninguno de ellos fue hallado inscrito en él, y ellos son lanzados en el lago de fuego. La muerte, el último enemigo, es destruido, y el Hades, el lugar de los espíritus que han partido, ya no existe más; todo su contenido es lanzado en el lago de fuego. {Apocalipsis 20}

 

"Entonces vendrá el fin, cuando El entregue el reino al Dios y Padre, después que haya abolido todo dominio y toda autoridad y poder. Pues Cristo debe reinar hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el último enemigo que será abolido es la muerte. Porque DIOS HA PUESTO TODO EN SUJECIÓN BAJO SUS PIES. Pero cuando dice que todas las cosas le están sujetas, es evidente que se exceptúa a Aquel que ha sometido a El todas las cosas. Y cuando todo haya sido sometido a El, entonces también el Hijo mismo se sujetará a aquel que sujetó a El todas las cosas, para que Dios (Padre, Hijo, y Espíritu Santo) sea todo en todos." (1ª. Corintios 15: 24-28 – LBLA).

 

El estado eterno sigue a continuación, cielos nuevos y tierra nueva "en los cuales mora la justicia" (2ª. Pedro 3), no en los cuales "para justicia reinará un rey" (Isaías 32:1), sino "en los cuales mora la justicia", porque todas las cosas han sido llevadas a un orden y sujeción plenos, de modo tal que la bendición emana de Dios. ¡Dios mora entre los hombres! No obstante, en este estado de bienaventuranza suprema nosotros encontramos que la Esposa, la Nueva Jerusalén, tiene su propio lugar peculiar, ¡ella es el tabernáculo de Dios entre los hombres! {Apocalipsis 21:3}. Él enjuga toda lágrima, y ya no hay muerte, ni hay más dolor, ni llanto, ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes (las primeras cosas), relacionadas con el pecado, han pasado. El vencedor tiene a Dios como su Dios, y él será su Hijo. Y no obstante — pensamiento solemne para los que se oponen a la verdad — aun en este estado eterno, cuando el reino intermedio del Cordero haya pasado, y Dios sea todo en todos, el castigo eterno continúa a través de los interminables siglos de la eternidad, uno al lado del otro, ¡con la bendición eterna! A Dios "sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén." (Efesios 3:21).

 

NOTA — Es posible que nosotros hayamos observado que en Apocalipsis 20 y parte de Apocalipsis 21, es seguida por la descripción del estado milenial de la Desposada, la Esposa del Cordero. El capítulo 20 comienza con Satanás siendo atado al comienzo del reino, y continúa a lo largo del tiempo del reino, o 1000 años, hasta el versículo 7, se ocupa después del intervalo de los últimos actos de maldad de Satanás cuando es desatado por un poco de tiempo; y finalmente el juicio de los muertos, y la destrucción del último enemigo, la muerte, antes que Cristo entregue Su reino a Dios (a Aquel que es Padre), y Dios es todo en todos; de modo que los versículos 1-8 del capitulo 21 siguen en su orden consecutivo hasta el estado eterno, tal como los versículos que hemos citado en 1ª. Corintios 15. Después, el Espíritu comienza a describir aquello que no había sido presentado antes, las glorias mileniales de la Jerusalén Celestial, durante los días del reino, como es evidente de los versículos 10, 14, 26, y los versículos 1 y 2 del capítulo 21. La división en capítulos y versículos ha desconectado así el orden verdadero.

 

 

Capítulo 9. — Conclusión.

 

Nosotros hemos comunicado ahora la cadena de grandes tratos dispensacionales de Dios en sus grandes rasgos, tal como la gracia nos ha habilitado: desde la caída del hombre en el huerto de Edén hasta el estado eterno.

 

Leemos en el Salmo 25,

 

"Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su camino… El secreto de Jehová es para los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto." (Salmo 25: 9, 14 – RVR1977).

 

Y, en Sus tratos con Sus siervos, nosotros encontramos que Él actúa según los principios de Su propia palabra: pues leemos en Números 12,

 

"Y aquel varón Moisés era muy manso, más manso que ningún hombre de cuantos había sobre la faz de la tierra." (Números 12:3 – VM).

 

Y en el Salmo 103:7,

 

"Hizo conocer sus caminos a Moisés, sus hazañas a los hijos de Israel." (Salmo 103:7 – VM).

 

Él trata así con aquellos que están moralmente cerca de Él, dándoles la capacidad para comprenderlo a Él, y las comunicaciones de Su mente. Esto es solemne. Porque aunque Israel pudo conocerle a Él en Sus hechos manifiestos, ellos estuvieron lejos de Él moralmente, y por consiguiente, ineptos para oír las comunicaciones de Sus consejos y de Sus caminos o modos de obrar. Esto es siempre así: hay una aptitud moral en un Cristiano — una obediencia práctica a Su pensamiento y voluntad tal como están revelados — un deseo de someterse a Él, y responder a la manera en que Él se ha revelado a Sí mismo, que Él espera, y guía y enseña; mientras que con dificultad oyen los oídos de otro, y no aprende sino poco, e incluso ese poco no tiene su frescura y su poder en su alma.

 

"El hombre natural [por otra parte] no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente." (1ª. Corintios 2:14 – LBLA).

 

"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta." (Juan 7:17).

 

— el versículo de arriba expresa un sencillo principio, y aun así, ¡cuánto implica! Dios no revela Su verdad, para que sea una mera suma de conocimiento aprendido, para la gratificación de la mente. Lo que Él enseña con tanta condescendencia es aprendido de manera imperfecta, si es que es aprendido en absoluto, cuando la conciencia no ha sido ejercitada, y las aseveraciones de Su verdad no han encontrado una respuesta en el alma, como para juzgar las tinieblas, y poner los pies a andar en Su verdad, y usarla, y vivir en el poder de ella. Y además de esto, la verdad divina es tan contraria a cada pensamiento de los hombres, aun del mejor de los hombres, que incluso el alma que goza de la revelación de ella, es propensa a hundirse en los pensamientos humanos, y en el uso humano de la verdad.

 

Nuestras meditaciones nos han llevado, confiamos que sea así, por medio de la gracia, a alguna comprensión de los grandes rasgos de los tratos dispensacionales de Dios, de lo cual nada es más importante: sin una compresión de la verdad dispensacional, el alma es inestable en su testimonio. Si dicha alma está trabajando para el Señor, ella hace que la necesidad de las almas sea el objetivo supremo; y las reivindicaciones del Señor sobre las almas son olvidadas demasiado a menudo. El "frasco de alabastro con perfume" debería estar unido con "este evangelio", con estas buenas noticias, es decir, la publicación de las actividades de la gracia de Dios mediante el Evangelio, satisfaciendo la necesidad de las almas, unida a esas enseñanzas que conducirían el alma, por medio de la gracia, así satisfecha y en descanso, en un entendimiento tal de la persona de Cristo mismo, y una apreciación tal de Él, que el conocimiento de Su pensamiento y voluntad es buscado; y el corazón aprende a someterse a Sus aseveraciones, y a andar en la senda de la obediencia inteligente, lo cual Su ojo distinguiría, y Su palabra dirigiría, para que ello pueda agradar a Dios. (1ª. Tesalonicenses 4:1).

 

Yo me atrevo a decir que sin un conocimiento de la dispensación, esto es bastante imposible: es indudable que puede haber, y la hay, piedad entre muchos; pero el hecho de ser piadoso, aunque ello encuentra cierto respeto, incluso de parte de los hombres del mundo, cuyo corazón no está cauterizado, no es "la verdad de Dios." Una cosa es ser piadoso, otra es andar en la verdad. El alma que ha sido establecida en la verdad dispensacional, y que ha constatado los caminos o modos de obrar de Dios en las varias dispensaciones (e incluso cuando el testimonio confiado a los hombres en cada dispensación ha sido corrompido y destruido), aprende de qué manera responder al modo de obrar de Dios; de qué manera andar delante de Él de acuerdo con Su pensamiento y voluntad; aun cuando la dispensación ha caído en ruinas.

 

Ciertamente uno juzga que la senda señalada en una dispensación sería inadecuada para otra; y juzga también, con discernimiento espiritual, que una senda justo al principio de una dispensación, cambia su carácter necesariamente cuando la dispensación ha caído en ruinas a causa de la infidelidad de aquellos a los cuales el testimonio es confiado; aun así, reconociendo al mismo tiempo que los principios divinos no han cambiado nunca, incluso mientras el receptáculo (o, vaso) demostraba que no podía contener el tesoro confiado a él.

 

El Cristiano, enseñado así, ve aquello que respondía a Dios de una manera divina, fruto de la enseñanza del Espíritu, en el Judío piadoso bajo la ley, cuando su nación como una nación terrenal escogida, era reconocida por Dios, alterando su carácter necesariamente cuando Su nación se corrompió; mientras los consejos divinos no se alteraban. Y sin embargo, él puede ver aún más claramente que la senda de un Judío piadoso, en una nación terrenal, bajo la ley, no puede ser la de un Cristiano en una época donde su llamamiento es a salir del mundo y estar sobre él del todo; y, además, puede ver que la experiencia de un Israelita piadoso en su dispensación no es esa, en su mejor estado, tal como es adecuada para un miembro del cuerpo del Cristo resucitado; puede ver que estar satisfecho con eso es ignorar la posición del Cristiano como tal, y es regresar al Judaísmo en cuanto a principio. Andar como aquellos de los cuales se dice, "Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová." (Salmo 119:1), está bien y es algo bienaventurado en su tiempo, mientras que andar "en luz, como él está en luz" (1ª. Juan 1:7) es completamente otra cosa, y mucho más allá de ello; es darse cuenta que la dispensación con un velo no rasgado ha terminado, que las cosas permitidas en una dispensación tal han pasado, y que el Cristiano está ahora dentro del velo, en la luz plena de la presencia de Dios, puesto allí para andar como conviene a una posición semejante, y para juzgar todo lo que en sus modos de obrar es inconsistente con el lugar, en la libertad de la gracia. Todo el ámbito de su responsabilidad emana de su posición y de la relación en la cual él esta situado.

 

El Cristiano, enseñado así, está habilitado para pasar por el mundo, con la verdad ciñendo sus lomos, y con la comprensión moral en cuanto a la obra de todo su alardeado progreso en civilización, religión, política, y todo lo que los rodea; y aunque su testimonio puede ser, por así decirlo, un testimonio individual, 'vestido o cubierto de silicio', aun así su fe es confirmada por los principios mismos que lo rodean, los cuales tienden a una dirección opuesta — y él siente que, por intermedio de la gracia,  'de ninguna cosa hace caso' (Hechos 20:24); y que el día está llegando cuando su testimonio, si está de acuerdo con el pensamiento del Señor, será reconocido, y que él vera entonces al máximo, el uso que el Señor ha tenido para él como un testigo, cuando para la apariencia exterior él estuvo "encerrado" como Jeremías — y cuando él se sentó "solo", la palabra de Jehová fue para él el gozo y el regocijo de su corazón.

 

Permítanme formular una pregunta al alma cristiana. ¿Son las reivindicaciones del Señor Jesús sobre usted de una importancia profunda y primordial a sus ojos? Al proponer una pregunta semejante, yo lo hago a los que profesan amar y reconocer a Cristo como su Señor; y cuyas conciencias han sido establecidas en descanso para siempre; e introducidas por fe en la diáfana presencia plena de Dios, en Cristo — a los que ven cada interrogante que podría obstaculizar su paz perfecta, respondido por la sangre expiatoria — pasado, presente, futuro — todos seguro. ¿Son todas las reivindicaciones de Cristo de suficiente entidad como para que usted procure conocer Su pensamiento y voluntad, incluso si ello tuviese que quebrantar las asociaciones más preciadas de su corazón? Y, conociendo Su pensamiento y voluntad, ¿está usted buscando gracia para andar en ellos? Yo siento que esta pregunta es profundamente solemne en el día actual, un día de la profesión más pomposa, sin conciencia ni vida hacia Dios.

 

La religión está empleando sus formas más bellas y seductoras; procurando la ayuda de la ciencia, y la poesía, y el arte, para engalanarse; sosteniendo en su mano una copa de prostitución, lo cual aturde los sentidos, adormece la conciencia. E incluso donde ella no se adereza con el adorno exterior, ella practica toda clase de engaños. Aquellos cuyos sentidos no serían atrapados por el adorno exterior, son atrapados por los falaces argumentos del oportunismo, y una ronda de actividad evangélica — obras perfectas pueden ser delante de los hombres, pero no perfectas delante de Dios (Apocalipsis 3:2). La religión se adecua cada vez más al hombre natural, no regenerado, y bajo el nombre de Cristo, ella aleja su ojo de Cristo, y se jacta de que es rica, y de que se ha enriquecido, y de que de ninguna cosa tiene necesidad (Apocalipsis 3:17). "la forma de la piedad, mas negando el poder de ella" es ciertamente la condición de cosas alrededor nuestro (2ª. Timoteo 3:5 – VM). El señorío de Cristo es ignorado. La presencia del Espíritu Santo es negada en palabras o, lo que es peor, se profesa que se la reconoce en palabras, y es negada completamente en la práctica. Esto es verdaderamente solemne. La verdad vital central misma del Cristianismo, y de la Iglesia de Dios — aquello que delimita, en una línea clara, esta época de todas las otras dispensaciones que pasaron antes o que siguen, es negado; y el todo es fusionado en un montón de confusión, de la cual las almas no pueden hallar indicación alguna; y "siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad." (2ª. Timoteo 3:7).

 

"El fundamento de Dios está firme", con independencia de cuál ha sido la infidelidad del hombre. Los principios de Dios no cambian. Y la responsabilidad de Su pueblo tampoco cambia. Aunque la bendición de ellos es saber que "Conoce el Señor a los que son suyos", aun así, la responsabilidad de ellos es,

 

 "Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo", iniquidad relacionada con la casa grande y sus corrupciones. (2ª. Timoteo 2:19, etc.).

 

El Cristiano debe purificarse de los vasos (personas) para deshonra (véase 2ª. Timoteo 2:20), para que él pueda ser un "vaso para honra, santificado, útil al dueño, y preparado para toda obra buena. (2ª. Timoteo 2:21 – VM). Él no debe, como hemos mencionado antes, estar satisfecho con la corrupción — ni necesita él tratar de reparar el daño que ha sido hecho; eso no será reparado jamás hasta que la masa de personas profesante se encuentre con su final en el juicio. La senda del Cristiano es una senda clara. "Apártese de iniquidad." Purificarse (separarse) de los vasos (personas) para deshonra. Y viene ahora su andar personal de santidad. Él ha de huir " de las pasiones juveniles"; y luego su andar, en la compañía de otros, es seguir "tras la justicia, la fe, el amor, la paz, con los que invocan al Señor con corazón puro." (2ª. Timoteo 2:22 – VM). Este es el principio—un principio claro—separación del mal, y separarse para Dios, en medio de dicho mal.

 

Que Él, Aquel único que puede hacerlo, dé sujeción a Su palabra a aquellos cuyos ojos se posan sobre estas páginas, y una separación en aumento y una sujeción que se profundice, mientras continúan su senda, a aquellos que, por gracia, ¡han aprendido, en su medida, a andar en ella!

 

"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama"; y " El que me ama, mi palabra guardará." (Juan 14).

 

Esto es característico del Cristianismo. Es la obediencia inteligente rendida a una Persona, no a una ley. Hubo un tiempo cuando los fieles e impolutos en el camino eran bendecidos, los que andaban en la ley de Jehová. (Salmo 119: 1). En aquel entonces Dios no se había revelado. Él estaba oculto detrás del velo y las barreras dispensacionales de la era (del siglo). Él estaba oculto y había enviado Sus demandas a los hombres en la ley; y aunque la ley había dicho, "Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5), no obstante, ello no revelaba a una Persona para atraer el corazón. Ese tiempo ha pasado. Cristo vino; y "por medio de él" nosotros somos ahora "creyentes en Dios" (1ª. Pedro 1:21 – VM), y a Él le debemos el amor de nuestros corazones y la obediencia de nuestras vida — Uno cuyo amor nos constriñe a vivir de aquí en adelante, no para nosotros mismos, "sino para aquel que murió y resucitó por" nosotros. (2ª. Corintios 5:15). Por lo tanto, nosotros somos llamados a vivir por una Persona y a amar a una Persona; Uno que nos ha santificado para la obediencia tal como aquella que caracterizó la Suya (1ª. Pedro 1:2), entregándose a Sí mismo, la vida, todo, por los que Le aborrecían. La ley proponía que un hombre debía amar a su prójimo como a sí mismo. ¡La obediencia de Cristo fue la entrega total de Sí mismo por Sus enemigos!

 

El Señor Jesús llamó en Su día a los Judíos (Lucas 12: 54, 57) a discernir 'las señales de los tiempos'. Incluso mediante la fuerza de la conciencia natural, y a juzgar lo que era justo. Su palabra debería encontrar ahora un eco en muchos corazones cristianos, que han cabeceado hasta dormir entre los muertos (Efesios 5:14). Todo lo que hay a nuestro alrededor en el día actual, la religión, el estado de los hombres, las naciones, los poderes, los reinos, cada uno de ellos están tomando, gradual y perceptiblemente, sus lugares para las escenas finales de juicio. El Cristiano, instruido de antemano acerca de estas cosas, puede mirarlas calmada y tranquilamente, esperando la venida de su Señor. Él sabe que su llamamiento es uno celestial donde los juicios no pueden alcanzar. La venida del Señor, el Hijo de Dios, por Su pueblo, es el único límite, o único horizonte, de sus esperanzas. Sus acciones, y su servicio, y planes, y estadía aquí, están organizados en la perspectiva de ese acontecimiento; y si él es llamado a servir a su Señor y Amo aquí, él hace eso consciente de que él sirve en los últimos días. ¡Que un sentido cada vez más intenso de esto pueda llenar las almas de Su pueblo; y que esta pueda, es decir, su esperanza apropiada, ser formada en sus corazones antes que el día amanezca, y sirva para guiar sus caminos y modos de obrar!

 

Yo creo que ha sido dicho por alguno, que las Escrituras del Antiguo Testamento finalizan con la esperanza de la venida del Sol de Justicia (Malaquías 4:2), y que las del Nuevo con la de la 'Estrella de la mañana' (Apocalipsis 22:16). Esto es dulcemente hermoso. El remanente piadoso de Israel que temía a Jehová y hablaban cada uno a su compañero, etc. (Malaquías 3), tenía esa preciosa consolación delante de ellos — con la de la venida del Sol de Justicia con salvación en sus alas (Malaquías 4). Y nosotros encontramos este remanente piadoso de Israel en Lucas 2, los Simeones y las Anas, y todos los que esperaban "la consolación de Israel (Lucas 2: 25-38), regocijándose en la venida del "Sol de Justicia", "la consolación de Israel." Pero, lamentablemente, Sus rayos cayeron con frialdad sobre los corazones de Su nación; ellos no tuvieron corazón alguno para Él. Los hombres eran moralmente ineptos para tener a Dios entre ellos; y entonces Él fue obligado a ocultar Sus rayos de bendición en la oscurecida escena que rodeó la cruz, y a reservar el día de bendición hasta otro tiempo oportuno. Mientras tanto, nuestro llamamiento fue revelado, y nuestra esperanza fue presentada a nosotros; no como el "Sol de Justicia", sino como "la estrella resplandeciente de la mañana."

 

Cuanto más nosotros contemplamos la idoneidad de este símbolo de nuestra esperanza, más aparece su origen divino, es aquel que vela durante la larga noche el que ve la estrella de la mañana por pocos momentos, mientras la oscuridad se va esfumando de la faz de la tierra, y antes que los haces luminosos del sol aviven la tierra con sus rayos. Y es así con la esperanza del Cristiano; él vela durante la oscuridad moral del mundo, hasta el amanecer; y justo cuando la oscuridad es la más intensa, y está a punto de esfumarse delante de los rayos de la venida del "Sol de Justicia", esta esperanza es recompensada al ver la "Estrella de la mañana" (Apocalipsis 22:16), en Sus primeros resplandores, viniendo a tomar a Su pueblo a Sí mismo, para que ellos puedan resplandecer como el sol con Él en el reino del Padre de ellos (Mateo 13:43), cuando Él mismo se revele al mundo milenial como el Sol de Justicia.

 

Que Aquel que es el único que puede dar bendición, tenga a bien bendecir abundantemente la consideración de estas cosas, ¡y de a esa esperanza su propio poder santificador en nuestras almas!

 

"Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana… El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús… Amén. (Apocalipsis 22: 16-21).

 

F. G. Patterson

 

Traducido del Inglés por B. R. C. O.- Agosto/Octubre 2017.-


Título original en inglés:
THE WAYS OF GOD, by F. G. Patterson 
Traducido con permiso

Versión Inglesa