EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

EL CARÁCTER JUDÍO DEL RITUALISMO (H. H. Snell)

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EL CARÁCTER JUDÍO DEL RITUALISMO

 

H. H. Snell.

 

London: G. Morrish.

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

El Ritualismo es una negación del Cristianismo. El ritualismo (N. del T.: énfasis exagerado acerca de la importancia de ritos y ceremonias) rechaza la obra consumada del Hijo de Dios, y regresa a los tipos y sombras. Es una combinación mortal de Judaísmo y Cristianismo que destruye a ambos, y no deja ninguno. Este es el motivo por el que sus víctimas están siempre en esclavitud, y, en vez de regocijarse en el Señor siempre, tienen sus mentes oscurecidas por la incertidumbre y la confusión. Que Dios libere a las almas de su seductora ceguera e influencia.

 

Una mirada a las epístolas inspiradas dirigidas a los Cristianos es suficiente para mostrar cuán enteramente el sistema ritualista fue desaprobado por los apóstoles. No se encuentra ni una sola palabra en cuanto a la construcción, por no mencionar la ornamentación, de ningún tipo de edificio eclesiástico. El lugar de reunión de los Cristianos era tan irrelevante, como el propio Señor lo enseñó, y que fue llevado a cabo en tiempos apostólicos, que Él dijo, "Porque donde dos o tres se hallan reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18: 20 – VM). Después que el Judaísmo fue desestimado, no tenemos mención alguna de ningún lugar de adoración en la tierra para los Cristianos; y encontramos que se habla de las personas, y no del edificio, como siendo "la casa de Dios." (Hebreos 3: 6; 1ª. Timoteo 3: 15). Esto es, sin duda, debido a que el carácter del actual período de la gracia es espiritual, y no carnal, como en el tiempo de Israel; y este es el motivo por el cual no tenemos ni una sola palabra de enseñanza acerca de vestiduras clericales, o decoraciones o mobiliario eclesiásticos.

 

1. El carácter Judío del Ritualismo se manifiesta en la terrible negación de que todo creyente en nuestro Señor Jesucristo ya ha sido acercado (Efesios 2: 13), ya es acepto "en el Amado" (Efesios 1:6), ya está completo en Él, "que es la cabeza de todo principado y potestad" (Colosenses 2: 10), y ha sido sellado con el Espíritu Santo al recibir la remisión de los pecados. El Ritualista sincero, por tanto, está luchando y redoblando sus esfuerzos, con la esperanza de, eventualmente, acercarse a Dios; y, al igual que los Judíos de antaño, que no conocían nada mejor, él recurre a ordenanzas, imponiendo ceremonias, un orden terrenal de sacerdocio, un santuario terrenal, y añadiendo, quizás, la obra de Cristo como un contrapeso para todas sus deficiencias. Al mismo tiempo, toda esta actividad religiosa hace que la persona misma sea un objeto de importancia, y le otorga un lugar de distinción entre los hombres. Habiendo perdido la cercanía actual y la aceptación actual a las cuales la gracia divina ha llevado a todo aquel que cree en el Señor Jesucristo, el equivocado Ritualista ha regresado a un orden carnal de servicio, como en el tabernáculo y en el templo, el cual, mientras su velo estaba aún intacto, mostraba que el hombre estaba fuera de la presencia de Dios, y que los sacerdotes, con todos sus sacrificios y ordenanzas, nunca le podían hacer entrar. Hasta que el velo no se rasgó de arriba abajo en virtud del sacrificio único del cuerpo de Cristo, el camino de entrada al Lugar Santísimo no fue puesto de manifiesto.

 

El Ritualismo es, por lo tanto, el establecimiento, otra vez, de un orden de tipos y sombras Judíos, los cuales no tienen existencia alguna delante de Dios en este tiempo actual. En vez de aceptar gustosamente el velo rasgado (el cual fue típico de la carne de Jesús) como el camino de acceso con confianza a Dios, sus líderes están celosamente ocupados en poner el velo nuevamente, si ello fuese posible, y mantener así afuera a las personas. Todo esto constituye una negación del Cristianismo. Muchos de sus promotores están quizás ellos mismos engañados, y ciegos al profundo deshonor hecho a Dios, y el mal hecho a las almas. Cuántos temerosos pero honestos hijos de Dios son mantenidos afuera del velo en miseria y esclavitud por este sistema ritual, cuando, sencillamente mirando al Señor Jesucristo, el cual ha ido al cielo en virtud de Su propia sangre, y confiando solamente en el testimonio de Dios en Su palabra escrita, ellos estarían regocijándose en el Señor. Nosotros sabemos que ellos tienen derecho a tener la certeza de los pecados perdonados, de tener la posesión actual de la vida eterna, y el don del Espíritu Santo; y ellos deberían estar esperando felices de los cielos al Hijo de Dios.

 

2. El carácter Judío del Ritualismo es manifestado aún más al ignorar el actual sacerdocio de Dios, y establecer nuevamente un orden sacerdotal terrenal. El sacerdocio Aarónico era terrenal, sucesorio, y cambiable. Siendo establecido para un pueblo que estaba afuera del velo, excluido de la presencia de Dios, Aarón con sus hijos, y los sucesores de ellos, formaban, legítimamente, una clase intermedia entre Dios y Su pueblo Israel. La esfera de ellos era terrenal y no celestial; y la incumbencia de ellos era ofrecer ofrendas, y sacrificios por los pecados, que sólo podían traer a la memoria los pecados, y nunca quitar pecados, porque estas ofrendas y sacrificios eran solamente tipos y sombras de los bienes venideros. Estos sacerdotes, estando ellos mismos rodeados de debilidades, podían tener compasión de los ignorantes y extraviados (Hebreos 5: 1, 2); pero no se les permitía continuar a causa de la muerte (Hebreos 7: 23; Hebreos 10: 4). Se nos dice claramente que el sacerdocio ha cambiado; a tal punto que, aun si Cristo estuviese en la tierra, "ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley." (Hebreos 8: 4). El orden sacerdotal de Aarón, por tanto, estaba relacionado con la ley, una sombra de las cosas celestiales. Ello formaba parte de un ritual terrenal, de hecho, el único ordenado divinamente. Dicho orden era cambiable, estaba asociado con un santuario terrenal, y, tal como todas las otras partes del sistema, "no llevaba nada a su perfección." (Hebreos 7: 19 – VM). Mientras que el sacerdocio de Dios actual es uno celestial y está relacionado con el trono de Dios; siendo nuestro Sumo Sacerdote ministro del santuario verdadero que levantó el Señor, y no el hombre (Hebreos 8: 1, 2); de modo que Él se presenta ahora delante de Dios por nosotros (Hebreos 9: 24). Ello está fundamentado sobre una redención consumada, por la cual los pecados son purificados de tal manera que no son recordados nunca más; el creyente ha sido perfeccionado para siempre con una sola ofrenda, y no tiene ya más conciencia de pecado. El Hijo de Dios tiene, por lo tanto, un sacerdocio inmutable; de modo que Él vive perpetuamente para sostener, socorrer, e interceder por todos los que se acercan a Dios por medio de Él (Hebreos 7: 25). ¡Qué amor! Por consiguiente, todos los que creen en Él para la salvación del alma, tienen este Sumo Sacerdote eterno, y siempre amador, y no necesitan ningún otro sacerdote; porque ellos no solamente han sido lavados de sus pecados en Su propia sangre, sino que ellos mismos son hechos sacerdotes para Dios — un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales (1ª. Pedro 2: 5), y un sacerdocio real para manifestar las excelencias de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz maravillosa. (1ª. Pedro 2: 9 – VM). La verdad es que la consumación de la redención por Cristo Jesús, el velo rasgado, Su ida al cielo mismo en virtud de Su propia sangre, y el don del Espíritu Santo, hicieron necesario un cambio de sacerdocio; y el Sacerdote para un pueblo celestial no es ahora "según la ley de un mandamiento carnal, sino conforme al poder de una vida inmortal." (Hebreos 7: 12, 16 – VM). Este sacerdocio, aunque lleva a cabo algunas de las funciones Aarónicas, no es según el orden de Aarón, sino según el orden de Melquisedec — un Sacerdote que bendice y vive perpetuamente (Hebreos 7). El sacerdocio Aarónico era para los que estaban afuera del velo, pero el sacerdocio de Jesús, el Hijo de Dios, es para los que han "sido acercados" (Efesios 2: 13 – VM), los que con una sola ofrenda han sido perfeccionados para siempre (Hebreos 10: 14 – VM), y tienen, por tanto, "libertad para entrar en el lugar santísimo, en virtud de la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo, que él ha abierto para nosotros, a través del velo, es decir, la carne suya." (Hebreos 10: 14-21 – VM). Entonces, abandonar este sacerdocio celestial e inmutable, y volver al orden Judío, no sólo es alejarse de las substanciales realidades en Cristo y regresar a tipos y sombras, sino que es llevar a los hijos de Dios a la perplejidad y a la esclavitud, y los mantiene alejados de Dios. Ese debe ser siempre el resultado de la acreditación de una clase sacerdotal en la casa de Dios, de la que la Escritura nada sabe. ¿Acaso no es esto el pecado de Coré otra vez, el cual, habiendo despreciado el orden de Dios en cuanto al sacerdocio, tomo incensarios para ellos mismos, e hizo que descendiera el juicio de Dios más severo? Que el lector Cristiano se pregunte solemnemente a sí mismo, ¿estoy yo reconociendo al ascendido Hijo de Dios como el perfecto y único Sacerdote que Dios a designado para mi?

 

3. El carácter Judío del Ritualismo es visto también de manera notable en el hecho de confundir, de manera práctica, el sacerdocio y el ministerio, ya que el Nuevo Testamento enseña que son dos líneas de verdad muy diferentes. Allí se habla de todos los creyentes como siendo "sacerdotes" (Apocalipsis 1: 6; 5: 10; 20: 6), y que el ministerio de la Palabra es llevado a cabo por "evangelistas", "maestros", "pastores", y otros "dones" constituidos por el Cristo ascendido (Efesios 4). Nosotros no leemos acerca de nadie que haya sido humanamente ordenado para predicar, tampoco que él haya sido presentado a sus labores mediante credenciales humanas, o por órdenes oficiales de ningún tipo. Él es responsable ante el Señor. El hecho de ser él un ministro de la palabra de Dios depende absolutamente de que él haya recibido un don de parte de Cristo (Efesios 4: 1-16). Tampoco se encuentra en la Escritura la idea de ministro, o pastor, o incluso la de miembro de una iglesia. El sistema sacramental es el fruto de tratar de mezclar mediante autoridad humana estas dos cosas — sacerdocio y ministerio. De ahí su carácter totalmente falso. La aceptación por parte de cualquier clase de hombres de que ellos están ahora en una especie de posición mediadora, como Moisés, entre Dios y Su pueblo, no es Cristianismo. El terreno Escritural de la iglesia de Dios, formada y vigorizada por el Espíritu Santo descendido del cielo, y unida a la Cabeza allí como miembros de Su cuerpo, ha sido abandonado enteramente, y las cosas Judías han sido acogidas para atraer los sentidos, y dar importancia y poder a los hombres. De ahí, también, las vestiduras de lino, la consagración de los elementos, las imponentes ceremonias, y el sacerdocio sucesorio imitando a Aarón, el cual, en los días típicos, tenía que presentar sacrificios a Dios, y tratar con Él acerca de los pecados del pueblo.

 

Nada es más reprobado en los escritos del Apóstol Pablo que la declinación que deshonra a Dios y daña las almas, desde la gracia a la ley, desde el Cristianismo al Judaísmo. Sólo necesitamos leer las epístolas a los Gálatas y a los Hebreos para entender esto. Tan común es ahora la mezcla que una multitud de hijos de Dios están inconscientemente involucrados en ella. Nosotros creemos, sin embargo, que muchos serían libertados si las Escrituras fuesen puestas delante de ellos. Cuando ellos se enteran, de la Palabra escrita, que ellos han sido tan completamente perdonados que Dios dice, "nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades" (Hebreos 8: 12), que ellos tienen vida eterna, y son hijos de Dios; que incluso ahora ellos son considerados por Dios como 'no estando en la carne' (Romanos 8: 9 – VM), sino "en Cristo", y que han sido bendecidos "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo", y han recibido el Espíritu Santo, como la garantía (las arras) de la herencia, ellos encuentran que son libertados por la verdad de Dios.

 

Nosotros hemos visto muchos ejemplos de este poder libertador de la verdad. Nos acordamos de una ocasión cuando un edificio eclesiástico había sido completado, con sus ventanas de vidrios coloreados, bancos de buena factura, las tablas de los diez mandamientos, el púlpito, la pila bautismal, un poderoso instrumento musical, etc., el clérigo y sus amigos tuvieron, en aquel entonces, serias dudas en cuanto a si el edificio había sido consagrado. Cuanto más ellos buscaban las instrucciones de la Escritura para la iglesia de Dios, más se convencían de que tal consagración no era Cristiana sino Judía en su origen, y adecuada solamente para Israel, el pueblo terrenal de Dios, los cuales estaban fuera del velo del templo de Salomón. Cuanto más claramente ellos percibían el carácter celestial y espiritual de los creyentes que, por gracia, entran en el Lugar Santísimo en virtud de la sangre de Jesús (Hebreos 10: 19), más se convencían que consagrar ahora cualquier edificio en la tierra, y llamarlo 'la casa de Dios', es completamente opuesto al Cristianismo, y es un retroceso a lo que era carnal, legal, y Judío; que ello era regresar a los débiles y pobres rudimentos contra los cuales los Gálatas fueron tan solemnemente advertidos. Ellos, por lo tanto, abandonaron la idea de la consagración. Siendo fieles a Dios en este asunto, más luz de la Escritura iluminó sus almas expectantes. Asiéndose de lo que ellos habían recibido de la palabra de Dios, ellos se regocijaron en la libertad con que Cristo los había hecho libres (Gálatas 5: 1). Cuando ellos entendieron que ahora es el tiempo cuando los verdaderos adoradores deben adorar al Padre en espíritu y en verdad, quitaron el instrumento musical. Cuando aprendieron de la Escritura que ellos no estaban "bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6: 14), y que el ejemplo de Cristo, y no los diez mandamientos de Moisés, era la norma de vida del Cristiano, las dos tablas de la ley fueron retiradas y eliminadas. El propio clérigo entendió, antes que pasara mucho tiempo, que su posición como tal no estaba autorizada por la Escritura, y que él era solamente un miembro del cuerpo de Cristo entre muchos, y responsable ante el Señor por cualquier "don" que hubiese recibido de Él; en consecuencia, sus vestiduras de lino (para que se parezcan a las de Aarón), así como las vestiduras negras para distinguirlo como perteneciendo a una clase peculiar de personas, pronto fueron dejadas de lado, y fueron utilizadas para fines útiles. Se encontró también que la pila bautismal ya no era necesaria. El púlpito fue reducido a un escritorio eventual, y usado solamente cuando se predicaba el evangelio a muchos oyentes. Algunos de los que estaban entre la rebosante congregación que conocían al Señor, fueron enseñados por la palabra de Dios que el Señor Jesús estaba "en medio" de aquellos que se hallaban reunidos en Su nombre" (Mateo 18: 20 – VM), y que era el dulce privilegio de ellos, cuando se hallaban así reunidos, recordarle a Él y anunciar Su muerte hasta que Él venga, como miembros del un solo cuerpo, del cual Él era Cabeza, así como a reconocer la presencia del Espíritu Santo en nosotros, y en la asamblea, como el poder de todo servicio, adoración, y ministerio, etc.

 

Nosotros nos abstenemos de entrar en las escandalosas doctrinas y usanzas de los ritualistas modernos, tales como la regeneración bautismal, la penitencia, la absolución, el orar y ofrecer sacrificios por los muertos, las velas, las flores, etc., porque consideramos que a menos que un alma llegue por medio de la fe al terreno de la redención, como estando ahora en los lugares celestiales en Cristo, y teniendo el Espíritu Santo en ella como el sello, la unción, y la garantía (las arras) de la herencia, no existe límite alguno para la insensatez religiosa en la que no pueda caer. ¿Qué quiso decir nuestro Señor cuando habló de "la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás"? (Apocalipsis 2: 8-11).

 

H. H. Snell

                        

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Enero 2019.-

Título original en inglés:
THE JEWISHNESS OF RITUALISM, by H. H. Snell
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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