EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

LA IGLESIA DE DIOS (F. G. PATTERSON) - Primer sermón - Texto completo

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De: SERMONES ACERCA DE LA IGLESIA (F. G. PATTERSON

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Sermones Acerca de la Iglesia

 

Sermón 1 – Texto completo

 

F. G. Patterson

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Cristo, Cabeza Sobre Toda la Asamblea,

La cual es Su Cuerpo

 

Esta tarde, en la misericordia del Señor, deseo traer ante ustedes, amigos amados, el gran tema de la iglesia de Dios, la cual, junto con Cristo mismo, es el centro de todos los consejos de Dios para Su gloria. Es muy dulce, cuando somos conscientes de nuestra relación como hijos — hijos de Dios nuestro Padre — ser confirmados y enseñados en nuestra relación con Cristo como "miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos" (Efesios 5: 30). De Él nunca se dice que es 'hueso de nuestros huesos'; pero de nosotros se dice que somos "de su carne y de sus huesos", cuando Él subió a lo alto, después de Su obra en la cruz por la cual somos salvos.

 

La iglesia es esa estructura maravillosa en la que Dios exhibirá en todos los siglos, y por toda la eternidad, las "abundantes riquezas de su gracia". Cuán rico es Él y cuán lejos pudo ir Su gracia se verá en "su bondad para con nosotros en Cristo Jesús". (Efesios 2: 7).

 

La Biblia es la historia de dos hombres — "el primer hombre Adán", el hombre responsable, u hombre creado; y "el postrer Adán", el hombre del propósito y del consejo de Dios. La historia del hombre responsable finalizó en la cruz. El "segundo hombre" — "el postrer Adán" — entró, y en bienaventurado y santo amor tomó voluntariamente la copa de la ira y murió, para que Dios fuese libre, en justicia, para soltar las compuertas de Su amor. El torrente se elevó en Su corazón, pero necesitaba un canal justo en el cual fluir. Dicho torrente estaba contenido en el corazón de Cristo, por poco que lo podríamos haber concebido, cuando Él dijo, "¡cómo me angustio hasta que se cumpla!" Lucas 12: 50). ¡Él derramó Su alma hasta la muerte y la corriente fluyó! El corazón fue así libre para fluir a los pecadores — al más vil — al más abyecto; llevándolos mediante la redención sobre su corriente poderosa, para colocarlos en lo alto — sentados "en los lugares celestiales en Cristo Jesús". (Efesios 2: 6 – LBLA).

 

Ustedes no encuentran los propósitos y consejos de Dios revelados en la Escritura hasta que la cruz ha pasado. Ella está moralmente al final de la historia del mundo. El los tratos de Dios anteriores a la cruz, ustedes tienen al hombre responsable probado y expuesto. El Señor Jesús descendió y sacó a relucir el hecho de que el hombre estaba irremediablemente perdido. Si el mundo Le hubiera recibido ello habría demostrado que había algo bueno latente en el corazón del hombre que necesitaba solamente este nuevo cultivo para desplegarse. ¡Pero no! El hombre no tenía corazón para Jesús en aquel entonces, tal como sabemos. Sabemos esto cuando pensamos de qué manera deseamos, de manera natural, vivir sin Jesús. Los hombres hablarán de cualquier cosa menos de Él. En la religión él puede vestirse, y enorgullecerse, porque ella le da alguna importancia a sus propios ojos; pero la presentación del Señor Jesús prueba el corazón que así puede engañarse a sí mismo, cuando Él no tiene allí lugar alguno.

 

En este lado de la cruz en el cual estamos ahora, después de la obra llevada a cabo en ella, ustedes tienen históricamente el Hombre del propósito de Dios en la gloria — el velo rasgado, y la gracia de Dios predicada "a todos", y no más tratos de Dios hasta que Su paciencia se agote, cuando el juicio de los vivos finaliza la escena, e introduce la era milenial. Nosotros tenemos que ver con Él ya sea en gracia o en juicio. Para conocerle a Él en gracia nosotros hemos pasado de muerte a vida; conocerle en juicio ¡es un eterno ay!

 

Cuando la cruz hubo pasado, todos los consejos de Dios que existían antes de la fundación del mundo se revelan a nosotros en la Palabra, y eso por vez primera. Es sumamente interesante seguir el rastro de lo que entonces sale a la luz – cuando el Señor Jesús, el segundo Hombre, está en la gloria de Dios.

 

En breve yo llamaré a que presten atención a alguna de esas cosas. En Hebreos 9: 26 ustedes leen, "ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, él ha sido manifestado para efectuar la destrucción del pecado, por medio del sacrificio de sí mismo" (Hebreos 9: 26 – VM). Esto fue llevado a cabo mediante el padecimiento y la muerte en la cruz. Yo voy a señalar todos los "ahora" de la Escritura en cuanto a estas cosas.

 

1. En Romanos 3: 21 a 26. "Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada,"; por otra parte, "para demostrar en este tiempo [ahora] su justicia", etc. (Romanos 3: 21 a 26 – LBLA). El juicio que se necesitaba para establecer la justicia de Dios contra el pecado fue derramado sobre la cabeza de Jesús; y Dios Lo llevó a lo alto como Hombre, hombre que Le había glorificado soportando todo para Su gloria, y Lo puso sobre Su propio trono — mostrando así Su justicia, Su consistencia consigo mismo al hacerlo. Por tanto, el evangelio es la revelación de la justicia de Dios, porque es Su propia consistencia consigo mismo al ministrar Su gracia en el terreno del sacrificio de Cristo. Nosotros somos "justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús", y Dios es justo y el justificador de aquel que cree en Jesús. En vez de exigir justicia al hombre, está la administración de ella a él, y la de la justicia de Dios en lugar de la del hombre, desde la gloria donde Cristo está.  Los santos del Antiguo Testamento estaban en el terreno de la "paciencia, o tolerancia" de Dios. Nosotros, como Cristianos, estamos en Su justicia (compárese Romanos 3: 25 con el versículo 26). Existió 'el pasar por alto' [no "remisión"] de los pecados pasados, es decir, de épocas pasadas. El perdón fue prometido (Jeremías 32), pero no predicado o anunciado (Hechos 13: 38). Supongan el caso de un hombre que tenía una deuda y cuyo acreedor se abstuvo de cobrar debido a que un hombre rico se había convertido en garante de su obligación. La deuda estaba allí, pero el acreedor se abstuvo de insistir en su reclamación. Pero si este hombre rico llegó más tarde y devolvió todo el importe, ¡el deudor quedó libre! Así es con nosotros, en contraste con los santos de antaño con quienes Dios tuvo paciencia — la cruz demuestra ahora Su justicia al hacerlo — nosotros estamos en el terreno de la justicia de Dios que es manifestada ahora gloriosamente ¡porque Cristo está en el cielo! (Juan 13: 31, 32; Juan 16: 10; Juan 17; 4, 5). Nosotros que creemos poseemos una conciencia limpia que ningún santo de los tiempos del Antiguo Testamento pudo jamás tener, aunque él conociera a Dios en bienaventurada confianza, y encontrara que Él es un Dios de gracia. La cruz es ahora la demostración de cuán justa fue esta paciencia de Dios para con ellos.

 

2. En 2ª. Timoteo 1: 9, 10. "Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad (φθαρσία, afdsarsía) por el evangelio", etc. (véase también Tito 1: 1 a 3).

 

3. Luego en Efesios 3: 10, "Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales". (Véase también Romanos 16: 25, 26, etc.).

 

Por tanto, encontramos el cese de la historia del primer hombre en responsabilidad en la cruz, la cual se situó moralmente en "la consumación de los siglos" (Hebreos 9: 26). En la cruz el hombre consumó su culpa, y allí el bendito Hijo de Dios bebió voluntariamente la copa de la ira, y no sólo quitó nuestros pecados, sino al hombre que pecó al soportar el juicio de Dios que le fue impuesto. Entonces Dios tomó al hombre que tanto Le glorificó, y Lo puso en la gloria en la exhibición de la justicia. La promesa de la vida eterna hecha "antes de los tiempos de los siglos", fue revelada, al final de la historia del hombre en la muerte de Cristo, aquel que tenía el poder dela muerte fue también anulado; y el propósito eterno de Dios en la iglesia es dado a conocer.

 

Ustedes tienen así todos estos "ahora" de la Escritura cuando la cruz ha pasado y Cristo está en la gloria de Dios, habiendo consumado la redención. El pecado es quitado para el creyente; la justicia es manifestada; la vida eterna es concedida. Había una cosa más para que la multiforme sabiduría de Dios pudiera ser conocida: a saber, la iglesia de Dios.

 

Permítanme comentar en cuanto a la palabra "iglesia". Dicha palabra ha hecho más daño, y ha creado más malentendidos en cuanto a los propósitos divinos que casi cualquier otra expresión. Seamos claros de inmediato en cuanto a esto, a saber, que la palabra ¡no está en la Escritura! Sin duda ustedes la tienen en su excelente (en su mayor parte) Versión Autorizada en Inglés, y en la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 en Castellano. Pero no es una representación verdadera de la palabra Griega original. En todos los casos ella debería ser traducida "asamblea". Si tuviéramos que hablar de la asamblea de Inglaterra, de Escocia, de Irlanda, nosotros no entenderíamos lo que ello significa. Cuando nosotros usamos la palabra iglesia, se trata de una palabra convencional, habitual, la cual trasmite un pensamiento humano acerca de una institución humana.

 

Por ejemplo: tomen ustedes el bien conocido pasaje en Mateo 18: 17, "Dilo a la iglesia"; léanlo como "dilo a la asamblea", y el pensamiento de muchos de que ello se refiere al cuerpo enseñante o al cuerpo sacerdotal, u a otra organización, desaparece.

 

Ahora bien, la Escritura no proporciona la duración del intervalo durante el cual Cristo está oculto en los cielos, y el Espíritu Santo está morando en la tierra, en contraposición con Su obrar en otras épocas. 'Tiempos y sazones' pertenecen a los Judíos y a la tierra. El actual intervalo no es, en absoluto, un "tiempo", propiamente dicho. El tiempo es contado cuando Dios tiene que ver con la tierra y con cosas terrenales.

 

¿Qué es, entonces, la "asamblea de Dios", contemplada en la verdad de la expresión? Es el cuerpo de una Cabeza que se ha ido a lo alto; formada por el Espíritu Santo enviado desde el cielo, para ser el vaso para la expresión de Cristo mientras Él está oculto del mundo, y antes que Él sea manifestado en gloria. Tal como tenemos en Efesios 1: 22, 23: "y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo."

 

Para facilitar el despliegue de mi tema, yo lo he dividido en tres títulos:

 

Cristo, "Cabeza sobre todas las cosas";

Cristo, "Cabeza… a la asamblea";

"La cual es su cuerpo".

 

Cristo, Cabeza Sobre Todas las Cosas

 

El dominio universal sobre todas las obras de Dios es concedido al hombre del consejo de Dios, tal como lo encontramos en el Salmo 8. De modo que al primer hombre Adán, el hombre creado, le fue dado un señorío universal sobre esta escena, ya que ella provenía de las manos del Creador. Él perdió esto cuando cayó por el pecado. Nosotros leemos, "tengan ellos dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo, y sobre las bestias, y sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra" (Génesis 1: 26 – VM). Luego, en el Salmo 8, esto es concedido al "Hijo del Hombre", el hombre del consejo de Dios: "Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar" (Salmo 8: 5 a 8).

 

 

Indagaré ahora de qué manera Él toma posesión de todas las cosas. Él lo hace bajo cuatro títulos, a saber, como Dios, Creador de ellas; como Hijo, y heredero constituido de ellas; como Hijo del Hombre, según el Salmo 8, el Hombre del consejo de Dios; y como redentor de Su herencia, la cual había caído bajo el poder de Satanás a través de los deseos del hombre cuando cayó.

 

En Colosenses 1: 15, 16 leemos, "El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él". Esto se refiere a todas las obras de Sus manos, porque en la Escritura la creación de todas las cosas es siempre atribuida al Hijo de Dios (ver nota 1). Cuando las Personas de la Deidad son distinguidas en cuanto a la creación, Él es siempre el actor. Si consideramos Juan 1: 3, encontramos la expresión más válida de esto. Nada de lo que existe llegó a existir excepto por medio de Él. "Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho". Todas las cosas fueron hechas por Él y para Él, tal como vemos en Colosenses 1.

 

(Nota 1: No hay duda de que escrito está, "En el principio creó Dios", etc., pero allí la expresión es general; ella no presenta los detalles en cuanto a la actividad de las Personas de la Deidad. El Nuevo Testamento saca a relucir claramente la unidad de la Deidad en la Trinidad de las Personas; y allí obtenemos detalles.

 

Es extraño que en el credo, llamado el credo de los "Apóstoles", la creación sea atribuida al Padre. La Escritura la atribuye de manera uniforme al Hijo, cuando ella distingue las Personas en la Deidad. (Dicho credo reza, Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo Su único Hijo, etc.).

 

Luego Él es llamado el Primogénito o el Principio de todas las cosas, no en cuanto al momento en el tiempo cuando Él toma Su lugar en la creación, sino debido a la dignidad de Su persona. Si el Creador se digna tomar un lugar en aquello que exhibe la obra de Sus manos, Él debe necesariamente existir primero y ser el principio en ella, aunque Él aparezca el último de todo en la escena.

 

Ahora bien, si ustedes acuden al primer capítulo de la epístola a los Hebreos y al versículo segundo, encontrarán la misma verdad, con otra verdad añadida, a saber: Dios, "en estos postreros días, nos ha hablado a nosotros por su Hijo; a quien ha constituido heredero de todas las cosas, por medio de quien también hizo el universo" (Hebreos 1: 2 – VM). Aquí, nuevamente, la creación es atribuida a Aquel que ha sido constituido Heredero de todas las cosas.

 

Pero hay un tercer punto que ustedes encontrarán en el Salmo 8: "¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos;… ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;

Todo lo pusiste debajo de sus pies", etc.

 

Pues bien, con respecto a la pregunta que ustedes encuentran en el versículo 4 de este Salmo, ¿Qué es el hombre?", encontrarán que esta pregunta es hecha tres veces en el Antiguo Testamento. En Job 7: 17 y 18 leemos, "¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas,… Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo pruebes? "La pregunta en este capítulo surge de esta forma. Job, al igual que muchos, está luchando bajo la disciplina de la mano de Dios. ¡Dios está manteniendo a Job bajo Su mano por ello! Y Job está acongojado bajo Sus tratos, implorando a Dios que lo deje en paz ¡hasta que trague su saliva! (Job 7: 19). Él habla en la angustia de su espíritu y pregunta, en la amargura de su alma, "¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, Y para que pongas sobre él tu corazón, Y lo visites todas las mañanas, Y todos los momentos lo pruebes?" Él derrama su queja a Dios, deseando conocer cómo era que el Dios poderoso ponía Su corazón sobre tan pobre gusano como era el hombre, "cuyos cimientos están en el polvo, que son aplastados como la polilla". (Job 4: 19).

 

En el Salmo 144 tenemos la misma pregunta, "¿Qué es el hombre?" Aquí es el remanente piadoso de Israel que clama a Jehová en los postreros días, alegando la insignificancia del hombre — de sus enemigos — como un terreno para los rápidos juicios de Su mano y para la liberación de ellos de sus opresores, los cuales están prosperando alrededor. Ellos claman a Él, "¿Qué es el hombre?" ¿Por qué perdonarlos; por qué no ejecutar el juicio, y librar así al pueblo de Tu mano?

 

Pero cuando vamos al Salmo 8 ustedes encuentran que es el Espíritu de Cristo en el Salmista el que hace la pregunta, ""¿Qué es el hombre?", etc. Afrentado y rechazado por los hombres — y por Israel — Su queja sube a Jehová, y Él pregunta desde Su humilde lugar de rechazo, "¿Qué es el hombre?" Y nosotros obtenemos la respuesta de la gracia a todo ello, en el hombre en Cristo, conforme a los consejos de Dios; y por tanto, tenemos también lo que Dios es, porque tenemos a Dios revelado en gracia en Él — descendiendo a la muerte, por la gracia de Dios para conectar la criatura con su Creador.

 

Cristo era este Hijo del Hombre — puesto sobre todas las obras de la mano de Dios — como Adán, el hombre creado, había estado al principio en el dominio de la escena que él perdió, cuando fue desviado por Satanás, y cayó. Así lo encontramos en  esta pregunta formulada tres veces, aunque en una relación muy diferente, en el Antiguo Testamento; y la respuesta a la pregunta en el Salmo 8 es sacada a relucir en maravilloso desarrollo, desplazando al primer hombre por el segundo, al primer Adán por el postrero, tres veces en el Nuevo Testamento. (Véase Hebreos 2; Efesios 1; 1ª. Corintios 15).

 

En Hebreos 2: 6 ustedes encuentran citadas las palabras del Salmista, en la medida en que se cumplen — el final del Salmo está realmente por venir. Es también conmovedora la manera en que el escritor de Hebreos no dirá, David "testificó en cierto lugar, diciendo", etc. ¡Cuán bien él supo que uno mayor que David estaba allí! Él escribe, "Uno en cierto lugar testificó, diciendo: ¿Qué es el mísero hombre, para que tengas memoria de él, y el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco inferior a los ángeles; le coronaste de gloria y honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; todas las cosas has sujetado debajo de sus pies" (Hebreos 2: 6 a 8 – VM). Luego él explica, "Porque en sujetar a él todas las cosas, nada dejó que no esté sujeto a él. Pero ahora no vemos todavía todas las cosas sujetas a él, pero vemos a Jesús [este "Hijo del Hombre"], el cual fue hecho un poco inferior a los ángeles a causa del padecimiento de la muerte,   coronado con gloria y honra; para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todo". "Todo": esta es la palabra, no meramente "todos [es decir, todo hombre]" (Hebreos 2: 8, 9 - JND).

 

Él gustó [o, experimentó] la muerte en toda su amargura, no solamente para la gloria de Dios, la cual la demandaba; y para destruir el poder de Satanás, el cual había conseguido el poder de la muerte sobre el hombre; y por los pecados de Su pueblo, si Él iba a llevar a muchas almas a la gloria, — sino también por toda la herencia como Su título para bendecirla. Cada brizna de hierba, cada hoja de los árboles, ¡Él ha muerto por ellas! Él toma Su herencia, con toda su carga de culpa, y muere para redimirla toda — gustando [o, experimentando] la muerte por ella, "por la gracia de Dios". Este es un pensamiento mucho más amplio que abarca mucho más que a los santos, aunque ellos están incluidos en ello.

 

El hermoso mundo, hermoso donde la mano del hombre no lo ha estropeado, o su pie no lo ha hollado; aquello que salió de la mano de su Creador en toda su variedad de belleza viviente, mostrando la obra de Sus manos en todas sus luces y sombras — ha sido comprado por la sangre de Cristo. Redimido ya por sangre de manos del enemigo, todavía tiene que ser redimido por poder. El ojo de la fe se vuelve a lo alto y Le ve a Él en el trono de Dios, con el título a todas las cosas en Su mano, como Dios Creador de ellas, como Hijo y Heredero de ellas, y ¡como Hombre! Más aún, como ¡Aquel que gustó la muerte para ello! Él tomó la maldición que estaba sobre la escena; y viene el día cuando no quedará ningún vestigio de la maldición. Los espinos y cardos de Adán (Génesis 3: 18), y la falta de fertilidad en el caso de Caín (Génesis 4: 12), darán lugar a la tierra dando fruto (Salmo 67: 6), y el espino y el abrojo dando lugar al arrayán y al ciprés (Isaías 55: 13). Él lo heredará como Su Heredero Redentor. Él gusta la muerte y después va a lo alto, donde Dios Le ha "coronado con gloria y honra".

 

Por tanto, Él es allí "Cabeza sobre todas las cosas" en un título cuádruple: Creador, Hijo y Heredero, Hijo del Hombre, y Redentor. Él espera allí a los coherederos (Su esposa para aquel día de gloria) y cuando todos estén reunidos, Él pondrá de manifiesto Su gran poder, y atando a Satanás, lo poseerá todo, y nosotros seremos coherederos de ello con Él. Ese intervalo se caracteriza por la presencia del Espíritu Santo morando aquí abajo.

 

Cristo, dado por Cabeza. . . a la Asamblea

 

El segundo punto que deseo traer ante ustedes es que Cristo, como hombre en la gloria, es así "cabeza sobre todas las cosas"; Él no es Cabeza sobre la asamblea, sino que ha sido dado por Cabeza "a la asamblea". (Efesios 1: 22). Ustedes prestarán atención encarecidamente al hecho de que de Él nunca se dice que es Cabeza sobre la iglesia, sino que Él es dado por Cabeza a ella. Nosotros lo consideraremos en su otro aspecto cuando hablaremos de "Su cuerpo".

 

Ahora bien, yo puedo sorprender a muchos (a los que han captado la verdad de que la iglesia es el cuerpo de Cristo, formado por el Espíritu Santo enviado desde el cielo en Pentecostés), diciendo que el pensamiento acerca de la "asamblea" fue bien conocido en las Escrituras del Antiguo Testamento, y familiar para el orden de cosas en Israel. Por tanto, nosotros encontramos la palabra "asamblea" en un lugar de la Escritura que ha dejado perplejos a algunos, al aprender que la iglesia, tal como lo sabemos ahora de la lectura de la Escritura, comenzó su existencia después de la ascensión de Cristo y del descenso del Espíritu Santo. El lugar al que me refiero es el pasaje en Hechos 7 que dice, "la iglesia [asamblea] en el desierto", refiriéndose a Israel en su viaje desde Egipto a Canaán. "Éste es el que estuvo en la asamblea en el desierto, con el ángel que le hablaba en el monte Sinaí, y con nuestros padres: el cual recibió los oráculos vivos para dárnoslos." (Hechos 7: 38 – JND). Toda la congregación de Israel cuando salieron de Egipto en su unidad colectiva, así como su agrupación, es tratada como la asamblea. En Éxodo 12 leemos, "toda la asamblea de la congregación". "Y lo guardaréis hasta el día catorce del mismo mes; entonces toda la asamblea de la congregación de Israel lo matará al anochecer". (Éxodo 12: 6 – LBLA). En la expresión en la Biblia Inglesa "el tabernáculo de la congregación", la palabra en el original es otra y debe ser traducida como "tabernáculo [o "tienda"] de reunión", y señala el lugar donde ellos se encontraban con Jehová. No hace falta que yo diga que, comparativamente, había muy pocos verdaderos santos de Dios entre esa gran congregación.

 

Pero en su unidad colectiva como una nación salida de Egipto y el conjunto del pueblo, fueron denominados y tratados como la "asamblea" de Jehová. Ustedes conocen de qué manera ellos profanaron Su morada; porque Él los había sacado de Egipto "para habitar en medio de ellos" (Éxodo 29: 45, 46), de modo que finalmente Él quitó Su gloria o presencia de en medio de ellos (Ezequiel, capítulos 8 al 11).

 

Alberguemos en nosotros la idea de que Israel, como una nación, era la "asamblea" de Jehová. Ellos se corrompieron completamente en esta posición, y Dios tiene dos grandes controversias con ellos en Sus tratos con el paso del tiempo, cuando Él vuelve a tratar con ellos.

 

Isaías capítulos 40 al 48 presenta Su primera gran controversia con ellos (especialmente Israel) por la idolatría, finalizando con estas palabras, "¡Mas no hay paz, dice Jehová, para los inicuos!" (Isaías 48: 22 – VM). La segunda es más específicamente con los Judíos que con Israel como nación. Está en Isaías capítulos 49 al 57, y finaliza con las palabras algo similares, "¡No hay paz, dice mi Dios, para los inicuos!" (Isaías 57: 21 – VM). Esto es por la culpa aún más grave del rechazo de Jehová-Mesías que vino a estar en medio de ellos en gracia. El testimonio general de Isaías, con respecto a los otros profetas, es que solamente un remanente sería perdonado y salvado cuando Dios comience a tratar con ellos una vez más.

 

Yo puedo mencionar aquí lo que ha sido ya mencionado, a saber, que el libro de Isaías, excluyendo el intervalo histórico en los capítulos 35 al 38, está dividido en dos grandes porciones, y ellas son: los capítulos 1 al 34 que presentan  la historia externa de ellos en medio de las naciones con las que ellos tienen que ver, y en relación con dichas naciones (fuera de las que están incluidas en los imperios Gentiles, a las cuales el trono del mundo fue dado cuando Dios quitó la gloria de la tierra de Israel, naciones que encontramos en el libro de Daniel). A continuación, después de la historia externa (Isaías capítulos 1 al 34), y del intervalo histórico de importancia parabólica, es decir, que tiene forma de parábola (Isaías capítulos 35 al 39), tenemos la historia interna o moral de ellos analizada. (Isaías capítulos 40 al 56).

 

Si nosotros examinamos Isaías 8: 12 al 18, encontramos solamente un remanente unido a Cristo, el cual llega a ser "piedra de tropiezo y roca de escándalo para ambas casas de Israel". (Isaías 8: 14 – LBLA). En Isaías 5 Jehová mira hacia atrás a la nación con respecto a cómo respondieron ellos al cultivo que Él les concedió: ellos dieron "uvas silvestres". En Isaías 6 Él mira hacia adelante, y se demuestra que ellos no son aptos para la gloria de Jehová de los ejércitos: ellos están perdidos, "¡Ay de mí, pues soy perdido! porque soy hombre de labios inmundos, y en medio de un pueblo de labios inmundos habito; por cuanto mis ojos han visto al Rey, a Jehová de los Ejércitos. (Isaías 6: 5 – VM); Isaías representando aquí al pueblo delante de Jehová.

 

¿Cuál iba a ser ahora el remedio? ¡Jehová de los ejércitos se hará hombre! Este era ahora el recurso. La virgen daría a luz un Hijo y Jehová de Sabaot (o, de los ejércitos) llega a ser Emanuel — ¡Dios con nosotros! (Isaías 7: 14). En Isaías 8: 12 al 18, Él llega a ser "piedra de tropiezo y… roca de caída a las dos casas de Israel" (Isaías 8: 14 – VM), e históricamente Él estaba en los Evangelios, (comparen con Mateo 21: 42 al 44, etc.), pero como un refugio para el remanente cuyos componentes se unían a Él. "Y él será para santuario; y asimismo para piedra de tropiezo y para roca de caída a las dos casas de Israel; para red también y para lazo a los habitantes de Jerusalén. Y muchos tropezarán entre ellos, y caerán, y serán quebrantados; asimismo serán enredados en el lazo y serán cogidos. Ata el rollo del testimonio, y sella la ley entre mis discípulos. Y yo aguardaré a Jehová, que ha escondido su rostro de la casa de Jacob; sí, le esperaré a él" (Isaías 8: 14 al 17 – VM).

 

Por tanto, encontramos que Cristo llegó a ser una piedra de tropiezo para Israel, pero un remanente pequeño del pueblo se unió a Él — los cuales eran "para señales y para tipos en Israel" (comparen con Hebreos 2: 13).

 

Trazaré ahora brevemente la historia de este remanente mientras Jehová esconde Su rostro de Israel. Ustedes la encuentran claramente en el evangelio de Mateo. En Mateo 14 Él sale en Galilea, y llama a estar alrededor de Él a Pedro y a Andrés su hermano; luego a Jacobo y Juan, y así a la compañía de Sus discípulos. Presten atención a lo que dice Isaías 8: 16, "Ata el rollo del testimonio, y sella la ley entre mis discípulos". (VM). Él comenzó a hacer eso en el Sermón del Monte; pero cuando avanzamos a Mateo 16 Pedro confiesa que Él es "el Hijo del Dios viviente, y Jesús dice, "sobre esta roca edificaré mi asamblea". (Mateo 16: 18 – JND). Habiendo fracasado Israel nacionalmente como la asamblea de Jehová, Él revela ahora que la sustituiría por una asamblea que Él estaba a punto de edificar, la cual era todavía una cosa futura.

 

Vamos ahora al Salmo 22 y encontrarán claramente la posición en que este remanente es situado por medio de la redención. Ustedes tienen allí el gran asunto del bien y el mal resuelto por Cristo en la cruz. Todo el mal que está en el corazón del hombre es sacado a relucir; toda la copa de la ira divina y justa contra el pecado fue derramada ¡sobre la cabeza consagrada de Jesús! ¡La cruz de Cristo sobrepasa en gloria moral todo lo que este universo alguna vez contemplará! Ella es una necesidad debido a un Dios santo y justo, para que el pecado deba ser juzgado. Pero, ¿qué necesidad había para que el inmaculado Hijo de Dios fuera tratado como pecado, y dejado para soportar el juicio de Dios debido a ello? Ninguna, excepto la de Su propia gracia soberana. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado" (2ª. Corintios 5: 21). La cruz revela esto. Dios, cuya naturaleza no puede permitir que el pecado permanezca sin juzgar, para perdonar al pecador y dar expresión a todo lo que Él era en Su corazón, no perdonó a Su Hijo. Él fue dejado para ser abandonado por Dios, tal como aprendemos de ese solemne clamor que brota de Su corazón en aquella incomparable "hora", "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" El gran asunto del bien y el mal encontró allí su solución eterna. Donde el hombre estaba, en el mal en su punto culminante, y donde el pecado recibe su justo juicio, todo lo que Dios era en benignidad encontró allí su infinita revelación en Aquel que se consagró para esto para Su gloria, a toda costa para Él mismo. El punto de inflexión es alcanzado en el Salmo 22: 21, "Y ya me has oído, clamando desde los cuernos de los uros (búfalos)". (Salmo 22: 21 – VM). Luego, el primer pensamiento es, "Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré" (Salmo 22: 22 – VM).

 

Israel, tal como vimos, fue originalmente la asamblea de Jehová. Por una parte, todo esto fracasa hundiéndose de nuevo en la idolatría; por la otra, rechazando a Jehová-Mesías que vino en humilde gracia. El remanente que iba a formar el núcleo de la nueva asamblea es libertado y unido a Cristo, y es enseñado por Él. Este remanente no recibió el nombre "asamblea" hasta Su resurrección, excepto en el anuncio de Su propósito todavía futuro a Pedro; pero cuando el Señor hubo pasado a través del juicio en la cruz, como está descrito en el Salmo 22, y Él es oído clamando desde los cuernos de los uros (búfalos) — que es una figura del lacerante juicio de Dios — Su primer pensamiento es anunciar el nombre de Su libertador — es decir, anunciar el nombre de Dios a Sus hermanos, reconocidos ahora de este modo por primera vez; porque el amor divino era libre ahora, por así decirlo, para actuar según sus propios dictados.

 

Esto tuvo su cumplimiento históricamente en Juan 20. El juicio de la cruz había pasado en Juan 19, y en el capítulo 20 Él se presenta en resurrección: toda la cuestión del pecado ha sido abordada y resuelta — ni una sombra de él ha quedado en nuestras almas, en las almas de quienes creemos. La historia del primer hombre finaliza bajo el juicio de Dios ejecutado plenamente. Yo agradezco a Dios, y todo Cristiano que está aquí presente puede decir, y debería poder decirlo sin dudar, que no existe el peso de la más pequeña nube en mi alma que Cristo no haya quitado. El segundo Hombre puede asociarnos con Él mismo en todo el lugar en que Él entra como resucitado de los muertos.

 

El se vuelve a María (Juan 20: 17) diciendo, "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas vé a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios". Es decir, el Hijo de Dios sitúa a los discípulos sobre el mismo estrado que Él mismo por medio de la redención: Él "no se avergüenza de llamarlos hermanos". (Hebreos 2: 11). El mensaje más excelente que jamás ha pasado a través de labios mortales es enviado a ellos por medio de una mujer que, ignorante, si me lo permiten, ¡pudo dar a conocer su corazón para Cristo! El Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos "hermanos" — llamados así ahora por primera vez — ¡porque ellos están en toda Su propia aceptación delante del Padre! ¡Su Padre es Padre de ellos; Su Dios es Dios de ellos! Él anuncia así Su nombre y pronuncia "paz" dos veces; y sopla sobre ellos "vida… en abundancia" (Juan 10: 10), como el postrer Adán — un "espíritu vivificante". (1ª. Corintios 15: 45). "Se alegraron los discípulos, viendo al Señor." (Juan 20: 20 – VM). En vida Él les había anunciado a Su Padre: en resurrección Él los presenta a Su Padre ¡como hijos!

 

Por tanto, ustedes tienen claramente ahora a la "asamblea" en su lugar por primera vez — compuesta del mismo remanente de Israel — y a Cristo en medio de ellos proclamando la paz y anunciando el nombre de Su Padre. (Salmo 22: 22; Hebreos 2: 12).

 

Ahora bien, tomen ustedes nota: todo esto es en la tierra, y Cristo está aún allí. El Salmo 22 no va más allá de la resurrección. De modo que no tenemos hasta ahora ningún Espíritu Santo descendido del cielo y, por consiguiente, el "cuerpo de Cristo" aún no ha sido formado.

 

Pues bien, si vamos a Hechos 1, otra verdad sale a la luz. Ellos debían permanecer en Jerusalén hasta que fueran bautizados con el Espíritu Santo, "dentro de no muchos días." Su obra terrenal de la cruz había terminado; todos sus frutos se lograrán a su debido tiempo. Su obra celestial de bautizar con el Espíritu Santo — de la cual se habla tan frecuentemente en los Evangelios — estaba aún por suceder. Él dice, "Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días". El bautismo en "fuego" (Mateo 3: 11) es omitido, porque es venidero. El fuego del juicio limpiará además Su reino de todo tropiezo y de los que hacen maldad. El bautismo en fuego no tiene nada que ver con la aparición del Espíritu Santo en lenguas de fuego en el día de Pentecostés.

 

Este bautismo en Pentecostés fue para transformar la relación de esta "asamblea" en una relación que no había sido aún revelada o cumplida. Ellos son la "asamblea" pero aún no son "Su cuerpo". Deseo mantener estos dos pensamientos claros en vuestra mente antes de que se conviertan en intercambiables por el posterior descenso del Espíritu Santo, como leemos en Efesios 1: 22, 23, "y ha puesto todas las cosas bajo sus pies, y le dio ser cabeza sobre todas las cosas a la asamblea, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo". (Efesios 1: 21, 22 – JND).

 

En Hechos 1: 9 el Señor asciende al cielo y Lo recibe una nube ocultándolo de la vista de ellos. En Hechos 2 el Espíritu Santo desciende personalmente (ver nota 2) del cielo, y todos ellos fueron bautizados por Él.

 

(Nota 2: El lector hará bien en consultar Juan capítulos 14 al 16 en cuanto a la presencia personal del Espíritu Santo en la tierra, como consecuencia de la obra y partida de Cristo. "Aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado". (Juan 7: 39). En Juan 14: 16 leemos, "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre"; no por unos pocos años, como Aquel que en aquel entonces estaba a punto de dejarlos. El mundo no lo recibiría a Él (al Espíritu Santo), pero Él no solamente estaría con ellos como Jesús, sino en ellos. Lean así la última cláusula de Juan 14: 17: "Porque Él morará con vosotros, y estará en vosotros". Esta traducción no sólo es correcta, sino que el contexto demuestra que ese es el pensamiento. Por otra parte, en Juan 14: 26, el Padre Lo enviaría en el nombre del Hijo; y en Juan 15: 26, el Señor (ido a lo alto) Lo enviaría del (o, desde el) Padre.

 

Juan 16 muestra la presencia del Consolador en la tierra, y lo que Él sería cuando Cristo no estuviera. Era conveniente que Él se fuera (Juan 16: 7); el Espíritu Santo no vendría hasta entonces; "si me voy, yo os le enviaré". (Juan 16: 7 – VM). Juan 16: 8 al 15 muestran lo que el Espíritu Santo sería, y de qué manera Él actuaría cuando viniera, con respecto al mundo y a los discípulos. Él glorificaría a Jesús en la tierra (Juan 16: 14), así como Jesús había glorificado al Padre en la tierra. (Juan 17: 4).

 

Se trata de la revelación de las acciones de una Persona divina en la tierra en compañía de los discípulos.

 

En 1ª. Pedro 1: 11 al 13 encontramos tres pasos de mucha importancia, señalando la presencia del Espíritu Santo enviado desde el cielo, como siendo la verdad especial del Cristianismo. El Espíritu de Cristo en los profetas profetizó acerca de cosas que aún no habían sucedido, pero que iban a ser ministradas a nosotros (versículo 11). Las buenas nuevas del cumplimiento de estas cosas — habiendo Cristo padecido y subido a lo alto — nos fueron predicadas por el Espíritu Santo enviado desde el cielo, una cosa intermedia entre los padecimientos y las glorias venideras (versículo 12); y después estas cosas iban a ser traídas en la revelación de Jesucristo, escondido ahora en los cielos (versículo 13)).

 

Prosigamos ahora. El Espíritu Santo se posó sobre cada uno de ellos, y llenó toda la casa — morando así personalmente en ellos, y con ellos colectivamente. Esta asamblea es ahora la morada de Dios en el Espíritu (Efesios 2: 22). Los ciento veinte discípulos — bautizados así — son llamados, en sentido estricto, la "asamblea" desde ese momento. "Alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo; y el Señor añadía a la asamblea diariamente los que habían de ser salvos". (Hechos 2: 47 – JND). (Ver nota 3). El Espíritu Santo mora ahora en la tierra por primera vez, y como consecuencia de la redención. Él había obrado antes de venir a morar, como en los días del Antiguo Testamento.

 

(Nota 3: si la palabra "asamblea" en Hechos 2: 47 es cuestionada, nosotros encontramos que una compañía separada y distintiva fue formada y reconocida (vean Hechos 4: 20); y ellos son llamados la "asamblea" en Hechos 5: 11, antes del quebrantamiento de toda la cosa externamente en Hechos 8. "Y vino gran temor sobre toda la asamblea, y sobre todos los que oyeron estas cosas." (Hechos 5: 11 – JND).

 

El "templo" en Jerusalén era una casa vacía e Israel era una "perversa generación". La "asamblea" era ahora la "ciudad de refugio" para el "homicida", donde aquellos que asienten la culpa por la sangre del Mesías podían huir (ver nota 4).

 

(Nota 4: La "asamblea de Dios" es desde entonces la "ciudad de refugio" para el pobre Judío culpable de la sangre de su Mesías; y, huyendo a ella, él está a salvo del "vengador" de la sangre. Cuando tiene lugar la muerte del sumo sacerdote, ungido con la santa unción, es decir, en el antitipo — cuando el Señor Jesús finalice Su actual Sacerdocio intercesor en lo alto, el pobre Judío puede entonces, y sólo entonces, regresar a la tierra de su herencia (ver Números 35)).

 

Fue un estado de cosas análogo al de 2º. Samuel capítulos 5 y 6, cuando el arca estuvo en gracia libertadora en el monte Sion con David, y el tabernáculo en Gabaón, sin arca ni presencia de Jehová. Análogo, también, a cuando el tabernáculo fue levantado fuera del campamento, (Éxodo 33), y todo aquel que buscaba a Jehová acudía allí.

 

Ahora bien, a esta "asamblea" el Señor añadía a los que habían de ser salvos de la destrucción que estaba a punto de caer sobre la nación de Israel. Esta es la fuerza de Hechos 2: 47), "y el Señor añadía a la asamblea diariamente los que habían de ser salvos". (Hechos 2: 47 – JND). Esta Escritura no plantea la cuestión de la salvación definitiva de ellos; tampoco es ella una descripción del estado de ellos como "salvos", sino que es más bien la característica o el nombre específico para una clase de personas (por ejemplo, los tres mil en aquel día) que iban siendo salvados del juicio que estaba a punto de caer sobre la nación. Todos ellos eran Judíos. Ver también Lucas 13: 22 y 23.

 

En Hechos 3 (ver nota 5) Pedro manifiesta con razones que Cristo regresaría e introduciría todas las bendiciones del reino, de las cuales hablaron los profetas, y así, todas las familias de la tierra — los Gentiles — serían bendecidas.

 

(Nota 5: este es un punto interesante. En Hechos 3 ustedes no tienen absolutamente nada acerca de la "asamblea". Pedro regresa a los padres de Israel, y propone — por medio del Espíritu Santo que ha descendido, y en respuesta a la intercesión de Jesús en la cruz, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" — que si ellos se sometían y arrepentían Él regresaría, sucederían los tiempos de la restauración, y todo lo que los profetas habían dicho. Dios estaba introduciendo así la responsabilidad de Israel; mientras que Su propósito estaba obrando bajo todo para la "asamblea". Los dos principios, de responsabilidad y propósito, están ideados en la sabiduría de Dios, como desde el principio.)

 

En Hechos 4 ustedes obtienen la respuesta de Israel a la propuesta. ¡Ella fue totalmente rechazada! Ellos ponen a los dos apóstoles, Pedro y Juan, en prisión; y en Hechos 5 a todos los doce. Luego Esteban (Hechos capítulos 6 y 7) resume toda la historia de ellos en responsabilidad, desde el llamamiento de Abraham hasta aquel momento. Las promesas despreciadas; una ley quebrantada; profetas muertos; un Cristo asesinado; y un Espíritu resistido, ¡es la terrible historia! (Hechos 7: 51 al 53). Esteban sella su testimonio con su sangre, y encomienda su espíritu al Señor, y todo termina.

 

La "asamblea" es esparcida a los cuatro vientos; y Saulo de Tarso, el más determinado de los oponentes, "asolaba a la asamblea, entrando de casa en casa, y sacando a rastras tanto a hombres como a mujeres los entregaba en la cárcel". (Hechos 8: 3 – JND). Toda la cosa externa es dispersada, y Saulo encabeza la persecución que lo provoca.

 

La bendición desciende de Jerusalén a Samaria en Hechos 8. Pero en Hechos 9 el hombre que era el oponente más terrible, y líder en asolar la asamblea, se convierte. Llamado por el gran poder de Dios — aparte de toda intervención terrenal, aparte de los doce apóstoles — una luz celestial le apareció, "que sobrepasaba el resplandor del sol"; y la primera frase que le habló el Señor de gloria transmite la verdad de la unión de estos santos dispersos con Él en la gloria, no meramente ahora como Sus "hermanos" sino como siendo perseguido ¡Él mismo! "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hechos 9: 4). Ellos están unidos por un mismo Espíritu a Cristo en la gloria, ¡y Él lo reconoce!

 

Este acérrimo enemigo es recogido por Dios y es constituido ministro del evangelio a "toda criatura debajo del cielo" (Colosenses 1: 23 – VM); y ministro de la "asamblea" que él había asolado — ¡para cumplir la palabra de Dios!

(Para el carácter doble del ministerio de Pablo vean Efesios 3; 8, 9; y Colosenses 1: 23 a 26).

 

Esto nos lleva ahora al tercer punto que deseo traer ante ustedes, es decir, El cuerpo de Cristo.

 

La cual es Su cuerpo

 

Nosotros hemos visto que la "asamblea", en su manifestación externa en Jerusalén, fue esparcida tras la muerte de Esteban. Entonces la bendición descendió a Samaria, y Saulo de Tarso, en medio de su terrible carrera de pecado y rebelión contra un Cristo glorificado, es llamado a ser ministro de esa gracia que lo llamó, y de la asamblea que él había perseguido, ¡y de la fe que antaño él había destruido! Él se convierte reconociendo la unión de esos santos dispersos con un Cristo ascendido. "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". (Hechos 9). Él suministra esta maravillosa verdad en Efesios capítulo 1, y capítulo 2: 1 al 10, tal como dicha verdad era, tanto en los consejos de Dios, como en la acción para cumplirla. Todo en esta Escritura es considerado como desde el punto de vista de Dios, — incluso la fe (Efesios 2: 8) es el don de Dios. Él muestra primero la elección de las personas antes de la fundación del mundo, y como predestinadas a ciertos privilegios. La relación individual como hombres en Cristo con Dios, e hijos delante del Padre, es, en primer lugar, completamente establecida. Dicha relación es la más excelsa de nuestras relaciones; incluso más excelsa que el hecho de ser nosotros miembros del cuerpo de Cristo. Para alabanza de la gloria de Su gracia ellos son aceptos en el Amado. Por tanto, ellos han sido llevados por medio de la redención, como hemos visto, al mismo lugar con Cristo como hombre (Efesios 1: 3 al 7). Después, cada uno de nosotros ha sido sellado con el Espíritu Santo de la promesa, habiendo creído el Evangelio de su salvación. El sello de Dios nos marca como Suyos, mirando atrás a la perfección de la redención que ya está en el pasado; mirando hacia adelante, una garantía (las arras) de la herencia que está delante de nosotros como coherederos con Cristo en Su primacía sobre todas las cosas, la cual es venidera. (Efesios 1: 13, 14). De la herencia que en realidad no hemos aún recibido, ni podemos recibirla hasta que Él la reciba, nosotros tenemos la garantía de ella (las arras) en la morada del Espíritu Santo.

 

La salvación, las buenas nuevas que hemos oído, es la liberación o transferencia de la persona del viejo estado y viejo lugar en que estábamos en Adán, a un lugar y a una relación enteramente nuevos con Dios en Cristo.

 

Después Cristo es visto resucitado como Hombre y como subido a lo alto, establecido a la diestra de Dios, Cabeza sobre todas las cosas y dado a la iglesia, la cual es Su cuerpo, el cual está formado por Judíos y Gentiles, muertos en pecados, hijos de ira, a los que se les da vida juntamente con Él, resucitados juntamente, y se los sienta, [no aún con Él sino] "en" Él. "Y con El nos resucitó, y con El nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús". (Efesios 2: 6 – VM). Ese es el lugar revelado de la asamblea, "su cuerpo", según los consejos de Dios, y conforme a la obra de Cristo mediante la cual Él los lleva a efecto durante el intervalo mientras Cristo está oculto en los cielos, y es rechazado por el mundo; y antes de que Él sea de facto, "cabeza sobre todas las cosas". Cuando todas las cosas sean sometidas bajo Sus pies en el siglo venidero, la "asamblea" es, en propósito y resultado, "su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".

 

Por lo tanto, nosotros hemos visto a Cristo — "Cabeza sobre todas las cosas", en tres caracteres: Dios, Creador de ellas; Hijo, y Heredero constituido de ellas; y como Hombre, según el Salmo 8, el Hombre del consejo y el propósito de Dios. Él lo toma todo por medio de la redención, como por derecho personal. Pero sobreviene un intervalo, mientras Él está oculto en los cielos y el Espíritu Santo mora en la tierra, durante el cual Él está sentado en el trono de Su Padre (Apocalipsis 2: 21), antes de que Él se siente en Su propio trono — como Hijo del Hombre. "Pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas". (Hebreos 2: 9). Mientras tanto, la "asamblea" — "su cuerpo" — es formada; a sus miembros se les da vida con Él, resucitados juntamente, uno con el otro, y sentados juntamente en los lugares celestiales en Cristo. "Empero Dios, siendo rico en misericordia, a causa de su grande amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestras transgresiones, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y nos levantó juntamente con él, y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales en Cristo Jesús". (Efesios 2: 4 a 6 - VM).

 

Ahora bien, si nosotros no tuviéramos nada más que esto acerca del cuerpo de Cristo, deberíamos aceptar lo que muchos ¡lamentablemente! han sostenido desde muy temprano en la historia de la iglesia, a saber, que este cuerpo es invisible, y es solamente una cosa del consejo y del propósito del pensamiento de Dios. Este pensamiento provino del hecho de confundir el cuerpo visible, externo, o la casa, con el verdadero cuerpo de Cristo. El hecho de no entender lo que el cuerpo de Cristo era, y la diferencia entre él y la asamblea visible que estaba alrededor, obligó a los que no podían aceptar la corrupta cosa visible como Su cuerpo, a inventar los términos 'iglesia visible' e 'invisible'.

 

Pero cuando consideramos la primera epístola a los Corintios encontramos, en 1ª. Corintios 12: 12 al 16, otro pensamiento del que está en Efesios 1. Tenemos allí en Efesios 1, el cuerpo de Cristo visto en el propósito y en el consejo de Dios, tal como será manifestado finalmente en gloria, y a los que lo componen, — sentados en lugares celestiales en Cristo; aquello que, cuando Él esté en posesión de toda Su gloria, como Hijo del Hombre, en el siglo venidero, es "su cuerpo". En 1ª. Corintios 12 vemos el cuerpo de Cristo como existe realmente en la tierra, mantenido en unidad mediante el poder del Espíritu Santo. De tal manera está la verdad de que este cuerpo está aquí en la tierra delante de la mente del apóstol, que él dice, en el versículo 26, "De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan". Todos sus miembros son vistos aquí en la tierra; esto es evidente, porque los santos que han dormido, no 'padecen'. Son los que están en la tierra en cualquier momento dado, durante la estadía de la iglesia en la tierra, los que entran en el pensamiento de esta Escritura; ellos son mantenidos en unidad mediante la presencia y el poder del Espíritu Santo, el cual los bautizó en "un solo cuerpo". "Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu." (1ª. Corintios 12: 13 – LBLA).

 

Permítanme decir aquí que en la Escritura no se dice acerca de un individuo que él es bautizado con el Espíritu Santo. Ni siquiera acerca de nuestro Señor mismo. Del descenso del Espíritu Santo sobre Él, como Hombre, en forma corporal como paloma, cuando Él estaba a punto de entrar en Su ministerio público, Él mismo dice, "a éste le selló el Padre, Dios". (Juan 6: 27 – VM).

 

El bautismo del Espíritu Santo es una cosa colectiva que forma la relación de un cuerpo de personas, como el de la asamblea en el día de Pentecostés. Los ciento veinte fueron bautizados colectivamente por el Espíritu Santo, y constituyeron así "un solo cuerpo", no en ese momento, obviamente, porque la verdad del cuerpo no había sido revelada, para la fe de sus miembros, sino que lo fue verdaderamente delante de Dios. Después, Gentiles fueron incorporados en este cuerpo, como en Hechos 10: 11 (vean especialmente Hechos 11: 15 al 17). Ahora bien, este bautismo del Espíritu Santo, habiendo constituido a todos aquellos en quienes Él moraba en un solo cuerpo en Pentecostés, no hubo necesidad de repetirlo desde ese momento. Santos individuales, miembros del cuerpo de Cristo, han muerto, y sus espíritus están con el Señor; sus cuerpos — los templos del Espíritu Santo (1ª. Corintios 6: 19) disueltos en polvo, y quizás esparcidos a los cuatro vientos. Ellos son de ese cuerpo, y serán hallados en unidad en la eternidad, pero han dejado de ser contados como de él aquí, como es visto actualmente en la tierra donde es mantenido en unidad por el Espíritu de Dios. Los que desde entonces han creído las buenas nuevas de su salvación han entrado en este cuerpo mediante el sellado individual del Espíritu de Dios; y por tanto, es verdad acerca de los creyentes que están ahora en la tierra que, "por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo", porque, mediante el sellado del Espíritu de Dios, nosotros hemos entrado en aquello que fue formado en aquel entonces mediante el bautismo del Espíritu Santo.

 

Cuán importante es, queridos amigos, comprender que este cuerpo de Cristo está aquí en la tierra ahora tan verdaderamente como en el día de Pentecostés. ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo está aquí en la tierra, donde, en cuanto a lugar personal, Él mantiene el cuerpo de Cristo. Todos aquellos que han muerto son del cuerpo de Cristo, como se ve en Efesios 1; pero son solamente los vivos, en este momento o en cualquier momento dado, quienes son vistos y tratados como el cuerpo de Cristo, según este capítulo que está ante nosotros. (1ª. Corintios 12). De modo que aquí, al final de diez y nueve siglos, el cuerpo es mantenido en su unidad, tan cierta y perfectamente como cuando fue constituido por primera vez en el día de Pentecostés. La manifestación externa ¡lamentablemente! desapareció; pero el Espíritu Santo, el cual descendió y lo constituyó primero, aún está aquí; y el cuerpo de Cristo es mantenido, como entonces, mediante Su presencia y Su poder.

 

Pues bien, cuando nosotros llegamos a 1ª. Corintios 12: 27, encontramos que Pablo aplica esta verdad a la asamblea en Corinto: "Vosotros pues sois el cuerpo de Cristo, e individualmente sois miembros de él". (1ª. Corintios 12: 27 – VM). Es decir, en principio, como estando reunidos en Corinto, ellos eran el cuerpo de Cristo en Corinto; no, obviamente, separándolos del cuerpo completo aquí abajo, sino como parte de él, y según el principio de su constitución; y tan verdadero acerca de todo el conjunto de los santos en cualquier otro lugar dado.

 

Cuando leemos los versículos finales (1ª. Corintios 12: 28 al 31), aparece otro importante pensamiento. Él cambia ahora el lenguaje de "cuerpo" a "asamblea". "Y a unos puso Dios en la asamblea: primeramente apóstoles, luego profetas, etc. (1ª. Corintios 12: 28 – JND). En Efesios 1 nosotros recordamos que "asamblea" y "cuerpo" son usados como términos intercambiables, porque la cosa es vista allí en su resultado, y conforme al propósito de Dios. En 1ª. Corintios el apóstol habla de la "asamblea", y habla del "cuerpo", tratando a una de manera práctica y en principio como al otro, porque la verdad del "cuerpo" debía ser realizada y expresada en la "asamblea", pero él no usa las palabras de manera intercambiable. Esto es muy sorprendente, y muestra la sabiduría del Espíritu de Dios en la elección de Sus palabras. "Vosotros pues sois el cuerpo de Cristo, e individualmente sois miembros de él." (1ª. Corintios 12: 27 – VM). "Y a unos puso Dios en la asamblea: primeramente apóstoles, luego profetas, etc. (1ª. Corintios 12: 28 – JND).

 

Esos maravillosos toques de sabiduría en la Palabra de Dios provocan la adoración del corazón del hombre renovado. En lo que a veces es solamente un tropezadero para la incredulidad, la fe encuentra una mina de sabiduría y hermosuras divinas. ¡Alabado sea el Señor por el ojo abierto para contemplar y sacar provecho de Sus palabras!

 

Es en esta epístola donde encontramos que entra la responsabilidad del hombre, y donde hallamos advertencias a los que tienen el nombre de Cristo sobre ellos, así como a aquellos que eran edificadores después de los apóstoles (vean 1ª. Corintios 3). De esto hablaremos en su totalidad en otra ocasión, según el Señor lo indique. Entonces, en estos versículos finales de 1ª. Corintios 12 nosotros encontramos, después que él ha explicado el cuerpo, y ha hablado de la asamblea en Corinto como siendo, en principio, el cuerpo, él muestra después a varios miembros del cuerpo de Cristo, dones, y demás, puestos en la asamblea: miembros del cuerpo, puestos en la asamblea — considerando, obviamente, a esta última como la profesión colectiva completa del Cristianismo en la tierra. Pero si bien se habla del "cuerpo", y de la "asamblea", no se dice que lo uno sea lo otro (Efesios 1: 22, 23), aunque son tratados como identificados de manera práctica aquí abajo. Cuando esto dejó de ser así, ello fue la ruina de la asamblea. "Y ha puesto todas las cosas bajos sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la asamblea, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que lo llena todo en todo". (Efesios 1: 22, 23 – JND).

 

Esto da lugar a la realización con pleno resultado de la gracia y la obra de Dios, en la verdad y en el hecho de la iglesia como es edificada por Él; dando lugar para que entre la responsabilidad del hombre, y a que sean dadas advertencias como necesitadas aquí abajo, en cuanto a la iglesia responsable edificada por el hombre.

 

En 1ª. Corintios 10; 16, 17, tenemos la mesa del Señor que nos ha sido dada para que sea el símbolo de la unidad de este cuerpo de Cristo en la tierra, al participar del 'un solo pan'. "Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan". (1ª. Corintios 10: 17 – VM).

 

Entonces, queridos amigos, nosotros hemos visto, y es lo que yo confío, el cuerpo de Cristo en su doble presentación, es decir, en primer lugar, como formado por santos sentados en los lugares celestiales en Cristo, según el propósito de Dios en la eternidad y Su obra en el tiempo, lo cual le da un carácter completamente celestial. En segundo lugar, lo hemos visto en la tierra mantenido en unidad mediante el poder del Espíritu Santo, en el intervalo actual, cuya fe es expresada en el participar del 'un solo pan' en la cena del Señor. Menciono ahora otro aspecto de la iglesia, como la 'Casa o Habitación de Dios' aquí abajo. Esto saldrá a relucir como un tema separado.

 

Mientras tanto, que el Señor bendiga a Su pueblo plenamente. Que el ojo de cada uno sea sencillo, para que todo el cuerpo esté lleno de luz, y para que las verdades que hemos procurado presentarles en alguna pequeña medida, puedan, con todo el poder santificador de ellas, formar nuestras almas para que Él pueda ser glorificado, y para que podamos crecer en todo en Él, por amor de Su nombre. Amén.

 

Nota. Es de la más profunda importancia comprender que el cuerpo de Cristo, como visto en la tierra durante el intervalo en que Cristo está oculto en los cielos, está compuesto solamente por esos santos que en este momento están vivos en la tierra. Hay una Escritura (Efesios 1: 22) que lo considera, en propósito y resultado, como toda la reunión de los santos desde Pentecostés hasta la venida del Señor por Sus santos. "Y ha puesto todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la asamblea". (Efesios 1: 22 – JND). Las demás Escrituras lo tratan como el complemento de los santos aquí, donde, en cuanto a lugar personal, está el espíritu Santo, el cual constituye, por Su presencia en los miembros, "un solo cuerpo".

 

En Romanos 12 "el cuerpo de Cristo" es visto en las actividades de sus miembros en la tierra.

 

En 1ª. Corintios 12 este es visto tan plenamente en la tierra que, "si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él". Son solamente aquellos que están aquí los que están en el lugar de padecimiento; y los dones no están en el cielo.

 

En Efesios 4 el Cristo ascendido ha dado dones a Su cuerpo, para el perfeccionamiento de los santos, y la reunión y edificación del cuerpo como visto también en la tierra: porque ese ministerio y esa edificación no es en el cielo sino aquí, donde de él se dice, "de quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen)", etc. (Efesios 4: 16 – LBLA).

 

Los apóstoles vieron eso ante sus ojos en la tierra que era el cuerpo. Ellos nunca contemplaron a la iglesia permaneciendo aquí por mucho tiempo, sino que esperaban la venida del Señor. Él tardó, en paciente amor. Aun así, lo que está ante nuestros ojos es el cuerpo, como anteriormente estuvo ante los de ellos. Tal como el ejército Británico es el ejército Británico ahora, es decir, los que están en condiciones de combatir; y fue también el ejército Británico en la batalla de Waterloo; y probablemente no queda en este ejército actual ningún soldado de los que estuvieron en él en aquel entonces. Ellos, al igual que los santos que han muerto, han 'pasado a la reserva', o ya 'se acogieron a retiro', como Pablo y los santos desde entonces; y si bien el todo de él no entra en el recuento del cuerpo como visto por Dios en la tierra hoy en día, ellos serán, eventualmente y según Efesios 1, el cuerpo cuando Cristo sea de facto Cabeza sobre todas las cosas, y mientras tanto, yo estoy seguro, no sufrirán la pérdida de absolutamente ninguno de los privilegios de los que ellos disfrutaron cuando estuvieron aquí.

 

F. G. Patterson

 

 Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2019.-

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)


Título original en inglés:
"Blackrock Lectures," - First Lecture published in four parts, by F. G. Patterson 
Traducido con permiso

Versión Inglesa