LOS CUATRO EVANGELIOS
Capítulo
2
Los Evangelios
mismos:
Preguntas
Preliminares
Samuel Ridout
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Llegamos ahora a considerar
los Evangelios mismos. Unas pocas características son encontradas aquí en la superficie.
1. ¿Por qué
hay
cuatro?
De manera general, estas son
cuatro narraciones paralelas de la vida, obras, enseñanzas, muerte y
resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Estas narraciones fueron escritas por
cuatro individuos diferentes, y aunque narran muchas cosas que son comunes a
todas o a la mayoría de ellas, hay algunas omisiones y adiciones en cada una
que incluso desde un punto de vista humano las distinguirían como cuatro
narraciones distintas y, añadiremos, independientes.
Hay diferencias de estilo en
el lenguaje, método de tratamiento, arreglo de temas, y otros rasgos que
demuestran esto. Nos ocuparemos de estos más tarde cuando nos dediquemos a las diferencias
distintivas de los cuatro Evangelios. Mencionamos meramente aquí lo que el
lector más fortuito observará. No obstante, no estamos considerando los cuatro
Evangelios como producciones humanas, sino como una parte de esa perfecta
palabra de Dios inspirada por el Espíritu, donde nada falta y nada es
superfluo. El Espíritu de Dios nunca daría Su autorización o aprobación a una
multiplicidad de narraciones si no hubiera alguna razón especial, definida y
necesaria para ello. Entonces, podemos plantear la pregunta, ¿Por qué hay
cuatro Evangelios en lugar de uno?
Unas pocas respuestas se sugieren a sí mismas.
La importancia del tema. Esto es sugerido por las cuatro
narraciones. Ningún lector frecuente podría, cuando llegara a los Evangelios y
leyera el primero, y luego en el segundo encontrara nuevamente una narración
nueva de la misma vida, y al pasar al tercero, encontrara el mismo tema
bienaventurado, que también es repetido en el cuarto Evangelio — nosotros decimos,
ningún lector frecuente podría dejar de tener la impresión de que aquí estaba
el hecho central más importante en toda la palabra de Dios, al cual su atención
fue llamada de una manera especial.
Su riqueza y plenitud. También, si él reflexiona, tendrá la
convicción de que debe haber una riqueza y plenitud en relación con esta maravillosa
Persona que podría ser más adecuadamente expuesta en cuatro narraciones
separadas.
Cada una con un objetivo especial. . Si dicho lector fuera un
creyente en la inspiración, probablemente llegaría a la conclusión de que cada
Evangelio debe haber sido escrito con algún objetivo especial en perspectiva, y,
por lo tanto, debe presentar a nuestro Señor en un carácter apropiado para ese
objetivo.
Las personas para las cuales fueron escritas. Así como en las
Epístolas alguna condición especial en la asamblea local fue frecuentemente la
ocasión para que la epístola fuese escrita, o en todo caso para darle el
carácter a la epístola, así la pregunta surgiría de manera natural, ¿Razones
similares explican en alguna medida los diferentes Evangelios?
Los autores de los Evangelios. Esta es siempre una pregunta menor,
excepto, en efecto, cuando el escritor viene con un mensaje especial, como los
profetas en el Antiguo Testamento y los apóstoles en las epístolas que ellos
escribieron. No obstante, es un asunto adecuado preguntar quienes fueron los
cuatro Evangelistas, y conseguir una idea de las características personales que
indicarían su especial adecuación a la forma peculiar de la narración que
escribieron, y al objetivo que el Espíritu de Dios tuvo en su producción. La
discusión de estos tres últimos puntos será encontrada resumida en la cuarta
sección del capítulo 3.
2. La Armonía
de
los Cuatro Evangelios
Si Dios hubiese querido que
nosotros tuviésemos una sola narración, Él nos habría presentado el registro de
la vida de nuestro Señor en esa forma. Por consiguiente, nuestra atención debe
dirigirse a cada uno de los Evangelios por separado para determinar, en la
medida de lo posible, su carácter general; su tema principal; su punto de
vista; la manera en que presenta a nuestro Señor.
Se encontrará que estos
asuntos afectan toda la narración, y se verá que la disposición misma de los temas
ha sido regida por el objetivo principal ante el escritor inspirado.
Destacamos además que hay una
plenitud y una multiplicidad del detalle en la vida de nuestro Señor y en Su
ministerio público, concurrido como estuvo en los tres breves años normalmente
aceptados, que proporcionarían abundante material ilustrativo del objetivo
especial que cada Evangelista tuvo ante él. Nosotros obtenemos insinuaciones de
esto de varias maneras. Por ejemplo, "Y recorrió Jesús toda Galilea,
enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y
sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo". (Mateo 4: 23). He
aquí una muestra de las incansables actividades de una vida que no tenía horas
de relajación o períodos de descanso.
No cabe duda de que en las
diversas conversaciones que están registradas, como por ejemplo en Juan 10, o en
el período inmediatamente anterior a la última pascua, cuando hubo varias
discusiones con los líderes del pueblo en el templo, tenemos abreviaciones; se
presta especial atención a aquellos rasgos del discurso más particularmente relacionados
con el tema general de ese evangelista. Quizás esto explicará los aparentemente
diferentes modos de expresión en los diferentes Evangelios. Por ejemplo, en la
parábola de los labradores en Mateo (Mateo 21: 40, 41), la pregunta de nuestro
Señor, "Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos
labradores?" es respondida por aquellos a los cuales Él se estaba
dirigiendo; mientras en Marcos parece responder Él mismo (Marcos 12: 9), y en
Lucas también es lo mismo. Sin embargo, al examinar más de cerca, encontramos
que nuestro Señor mismo en Mateo da una respuesta adicional a la que dieron sus
oyentes (Mateo 21: 43), leemos,
"Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será
dado a gente que produzca los frutos de él".
Esto en sí mismo indica que
los narradores no están en conflicto entre sí, sino que simplemente registran
la parte de la conversación que tenía especial referencia a su tema principal.
Pero hablamos aquí más
particularmente de lo que son llamadas 'armonías'. Este ha sido un método de
estudio favorito de los estudiantes de la Biblia, y se podría presentar un gran
informe de las diversas armonías compiladas desde el primer diatessaron
(ver nota) hasta las últimas armonías de los cuatro Evangelios.
Aunque estas armonías tienen mucho en común, y de hecho podemos decir
que las líneas generales de las narraciones de los Evangelios no son tan
difíciles de reconocer, sin embargo, hay suficiente divergencia en los detalles
que indica que es muy difícil, por no decir imposible, organizar cada porción
de las cuatro narraciones para mezclarlas en un todo bien relacionado. Esto no
se debe a que haya contradicciones, sino simplemente a que no fue el objetivo
del Espíritu de Dios al darnos el cuádruple registro.
N. del T.: Diatessaron es una obra de la literatura
cristiana del siglo II (170 d.C.), escrita por Taciano, uno de los primeros
apologistas cristianos, sobre la base de los cuatro evangelios canónicos, los cuales combina para formar un único
relato.
Es difícil para nosotros
despojarnos de una cierta exactitud externa que no es realmente una prueba de
la clase más elevada de exactitud. Probablemente todos nosotros hemos pasado — si
es que no estamos todavía en ella — la etapa en la que nuestra idea de la
armonía significa que podemos juntar las cuatro narraciones tan completamente
como para no dejar lagunas. Esto podría ser posible, si, por ejemplo, Mateo o
cualquiera de los otros Evangelistas hubiera escrito cuatro evangelios en lugar
de uno, con un solo objetivo. De este modo, él podría extenderse en una de
ciertas características, haciendo provisión para la adición de otras
características que podrían ser tomadas de una segunda o tercera narración. Sin
embargo, cuando tenemos cuatro Evangelistas diferentes con cuatro objetivos
diferentes a la vista, como hemos dicho, esto se vuelve impracticable. Todo el
método de tratamiento es diferente.
Un Evangelista puede registrar
detalles minuciosos que en otro son pasados por alto sin ninguna alusión, o en
unas pocas palabras de generalización. De hecho, algunas veces el hecho de que
esto ocurra es tan marcado que nosotros podemos decidir su lugar sin
dificultad, y por lo tanto encontrar espacio a su lado para lo que
manifiestamente pertenece allí. Por ejemplo, en relación con la narración del
milagro de los cinco panes y los dos peces en el Evangelio de Juan, tenemos el
registro del discurso de nuestro Señor que se basó en ese milagro. La
alimentación de la multitud tuvo lugar a distancia, pero sabemos que Su regreso
a Capernaum fue "el día siguiente o incluso durante la misma noche, y que
el discurso en la sinagoga de allí, "el pan de Dios es aquel que descendió
del cielo", debe ser puesto en relación con el milagro mismo. (Juan 6).
Hay un gran número de casos
como este, particularmente en los Evangelios sinópticos, todos los cuales son
un interesante y provechoso tema de estudio con conclusiones más o menos
definitivas para mostrar como el resultado de nuestros trabajos.
Así, los útiles libros sobre
'La Vida de Cristo' se esfuerzan por hilvanar la narración única de los cuatro
Evangelios de la manera arriba indicada, y no ponemos ningún reparo al
encontrar ese tipo de estudio si se lleva adelante con un espíritu reverente.
Pero salimos de todos ellos con la convicción de que el orden de Dios es mejor
que el del hombre, y que en proporción a nuestra comprensión de cada Evangelio
en su carácter individual tendremos el material para una visión clara de
algunas de las bienaventuradas perfecciones que marcan Su vida como un todo.
Podemos decir sin vacilar que aconsejamos un estudio más cuidadoso de cada Evangelista
por separado antes de intentar cualquier armonía.
Esto nos lleva a mencionar
otro asunto. El orden de los Evangelistas de ningún modo es cronológico. La entrada
de nuestro Señor en el ministerio público, y el final de Su vida preciosa
mediante Su sacrificio y muerte expiatorios están al principio y al final de
cada una de las narraciones, pero siempre es difícil situar en su marco
cronológico Sus diversos hechos y enseñanzas. De hecho, algunos han cuestionado
si acaso Su ministerio duró tanto como tres años, creyendo que la fiesta de la
que se habla en Juan 5 no es la pascua, sino una de las otras fiestas. De este
modo, sólo habría tres temporadas de pascua mencionadas en Juan: a saber, Juan
2, Juan 6, y Juan 13. Si estas son todas las pascuas en Su ministerio público,
entonces evidentemente sólo fueron dos, no tres, los años de duración. Sin
embargo, nosotros no creemos que los hechos exigen tal conclusión, ni parece
dar tiempo suficiente para reunir todos los acontecimientos de esa maravillosa
vida. Otras consideraciones también lo confirman. Ciertas expresiones de la
Escritura, que naturalmente conectamos con Su vida de tres años y medio, sugieren
esa "mitad de la semana", que vendrá en una fecha posterior, cuando se
harán cesar el sacrificio y la ofrenda (Daniel. 9:27). La Escritura, "He
aquí, estos tres años" (Lucas 13: 7 – JND), cuando el Maestro todavía buscaba
el fruto del árbol, insinúa algo similar.
Como ya ha sido dicho, los
Evangelistas no nos están presentando tanto una narración cronológica
consecutiva como seleccionando ciertos rasgos en la vida de nuestro Señor que
ilustran los temas especiales de sus Evangelios. Lucas, probablemente más que los
otros, presenta lo que podemos llamar el lugar del orden moral más que el
cronológico. Los acontecimientos están agrupados por él, no en la secuencia que
ocurrieron — de hecho, algunas veces estando separados por un largo período de
tiempo — sino según su relevancia sobre algún rasgo del carácter de nuestro Señor
al cual el Espíritu de Dios llamaría nuestra atención. Ejemplos de esto serán
presentados cuando nos ocupemos de cada evangelista. Aquí nos referimos sólo al
tema general.
Podríamos comentar en relación
con esto que una literalidad rígida a menudo nos confundirá. Incluso el uso de
ciertos adverbios que generalmente indican el tiempo no implica necesariamente
una secuencia cronológica. Por ejemplo, nosotros usamos el adverbio "luego"
tanto de manera moral como cronológica en el discurso habitual. Si nosotros
estuviéramos presentando una serie de sucesos que ilustraran una determinada
característica, los conectaríamos entre sí mediante este adverbio sin pensar en
la sucesión, sencillamente dando a entender que nuestra evidencia era
acumulativa. {Ver nota 1}.
{Nota 1: Presentamos una ilustración
para aclarar la afirmación. Supongan que nuestro objetivo fuese señalar el
desinterés de una persona demostrado por varios actos de bondad. No
necesariamente presentaríamos estos diversos actos en el orden en que
ocurrieron, sino con referencia a la característica especial de su carácter que
ellos ilustraban. Podríamos expresarlo de la siguiente manera:
«Cuando él era un niño, una vez renunció
a sus vacaciones para pasar el tiempo con un compañero enfermo; luego renunció
a todos sus derechos en la propiedad de su padre; luego, cuando tuvo unos pocos
dólares que había estado ahorrando para hacer una compra para sí mismo, se
enteró de una viuda, una completa extraña que estaba en necesidad, y se lo dio
todo a ella.»
Estos tres actos están dispuestos en
un orden algo acumulativo, más que cronológico. Señalan que el natural
desinterés de la juventud no fue un impulso juvenil, sino que se expresó más
tarde en un sacrificio de lo que era suyo a otros miembros de su familia. El
generoso cuidado del completo desconocido da un rasgo añadido al personaje,
aunque el acto en sí puede haber tenido lugar mucho antes de lo que se registra
en segundo lugar. El adverbio "luego" no implicaría el orden
cronológico, sino más bien el orden moral.}
En Mateo, como encontraremos,
las enseñanzas de nuestro Señor están agrupadas, y de manera similar Sus
milagros. Es muy probable que lo que había tenido lugar a lo largo de un
considerable espacio de tiempo es agrupado con este objetivo a la vista. Se
encontrará, sin duda, que todo es perfectamente exacto, aunque algunas cosas
pueden estar bastante más allá de nosotros, como por ejemplo, la apertura de
los ojos del ciego Bartimeo. ¿Tuvo lugar ello antes de la entrada de nuestro
Señor en Jericó, como parece ser de la lectura de Lucas 18: 35, o después, como
parece indicar Mateo 20: 29?
Hay varias explicaciones
posibles: como por ejemplo, que la narración de la apertura de los ojos en
Mateo no tiene la intención de mostrar que nuestro Señor había pasado a través
de Jericó antes que Él abriera los ojos de los dos ciegos, sino que ello ocupa
su lugar debido a su referencia al comienzo de Su presentación final al pueblo.
Por tanto, ello sugeriría esa obra de gracia en el corazón del remanente que
ocurrirá en los días postreros. Su relación con Jericó no es enfatizada tanto
como con Jerusalén, aunque en Lucas la apertura de los ojos tuvo lugar antes
que nuestro Señor llegara al lugar, y por tanto nuestra atención está llamada a
ese acto de gracia antes que en Mateo. Pero al menos Mateo no nos exige que
creamos que ello tuvo lugar después que Él salió de Jericó, mientras que Lucas
parece mostrar que ello realmente ocurrió antes que Él llegara a la ciudad.
Otra explicación podría ser
que nuestro Señor tardó en marcharse de Jericó, abajo en el valle antes de
subir a Jerusalén, y que puede haber habido dos acercamientos a la ciudad, uno
de los cuales es presentado en Mateo después de haber hecho Él el milagro, pero
que Él regresó hacia el este desde Jericó y el milagro realmente tuvo lugar
allí como lo narra Lucas.
Observamos, también, que Mateo, tal como es su forma en varios otros
casos, menciona a más de un individuo que fue objeto de esta misericordia. Sin
duda existe un motivo para esto, aunque probablemente Bartimeo fue prominente
en el asunto. Si sólo tuviéramos asentado en nuestras almas que ambos relatos
son absolutamente verdaderos, y que todo lo que necesitamos es entender el
objetivo especial del Espíritu de Dios en la forma de la narración, no
encontraremos ninguna dificultad en creer literalmente ambos.
Pero no nos extenderemos en más detalles. Lo que nos ha ocupado será
suficiente para mostrar que un espíritu abierto y reverente que no está
buscando contradicciones será ampliamente recompensado. Sin duda, un estudio
más profundo y una familiaridad más profunda con la manera de cada narrador
recompensarán nuestro examen paciente y en oración de los detalles que por el
momento parecen imposibles de ser armonizados.
Lo opuesto a este espíritu es visto en gran parte del trabajo de la
'alta crítica'. Las aparentes discrepancias son ansiosamente buscadas y son presentadas
como evidencia de falibilidad en los narradores. Así, la alimentación de los
cuatro mil no es más que otra narración contradictoria de la alimentación de
los cinco mil. Sin embargo, los críticos parecen olvidar que ambos casos no
sólo son registrados por el mismo evangelista, sino que nuestro Señor habla después
de ambos en relación con la cuestión planteada por sus discípulos. (Ver Marcos
8: 19 a 21).
Las dos purificaciones del templo, una al principio de Su ministerio
público, registrada en Juan, y la otra al final registrada en los sinópticos,
es otro caso concreto. Cada una de estas narraciones está en un hermoso acuerdo
con el principal objetivo del narrador. Indudablemente ambas ocurrieron. En
Juan, la del principio de Su ministerio, es presentada debido a que en ese
Evangelista nuestro Señor es visto desde el principio mismo como rechazado:
leemos, "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron". (Juan
1). Por lo tanto, la limpieza del templo
al comienzo de Su ministerio en Judea y registrado particularmente por Juan,
muestra a nuestro Señor como estando fuera del sistema de cosas en el que Él
aún permanecía, por si acaso ellos se arrepentían. Él repite el mismo hecho al
final de Su ministerio como está registrado en los otros Evangelios, momento en
el cual Su rechazo es especialmente enfatizado.
Se descubrirá que si hay un deseo por nuestra parte de enterarnos del
motivo por el cual las cosas nos son presentadas en el orden en que las
tenemos, en lugar de tropezar con lo que, después de todo, si no se tratara de
una mera cuestión de veracidad común, las dificultades se desvanecerían en gran
medida, y estaríamos en condiciones de obtener explicaciones que el Espíritu de
Dios no podría darnos si nos acercáramos al tema de manera irreverente e
incrédula. {Ver nota 2}.
{Nota 2. Para otras sugerencias en cuanto al
estudio de la Armonía Evangélica, ver el capítulo 5 de este escrito, "La Relación
de los Evangelios entre Sí."}
3. El Asunto de la Inspiración
Cualquier medida de familiaridad con los Evangelios, y particularmente
con los sinópticos {ver nota 3}, lleva a preguntas acerca de la exactitud en
una narración: por ejemplo, en cuanto al mismo acontecimiento, su relación con
otras narraciones, y las palabras exactas utilizadas en conversaciones.
{Nota 3. Así llamados porque pueden ser vistos
juntos como presentando similitudes más marcadas entre ellos que el Evangelio
de Juan lo hace con ellos.}
Nosotros no hablamos ahora del uso voluntarioso que la incredulidad ha
hecho de estas aparentes contradicciones para desacreditar la inspiración en su
conjunto; pero muchas conciencias sensibles han sido perturbadas y mucha
ansiedad ha sido despertada por preguntas como las arriba indicadas, para las
cuales ninguna respuesta definitiva podría ser dada. Es como si una persona
tuviera dos amigos queridos, igualmente estimados, pero cuyas declaraciones
aparentemente difiriesen en cierta medida y la cuestión de su veracidad fuera
planteada, no por ellos mismos en realidad, como si se contradijeran entre sí,
sino por aquellos que los oyeran.
No se debe pensar que preguntas de este tipo indican una mente incrédula,
ni pueden ser ellas dejadas de lado por una advertencia de que tales cosas
conducen a la incredulidad. La palabra de Dios atrae el más completo y rígido
examen, y encontraremos que aunque hay cosas más allá de nuestra comprensión
actual, nada está más allá de la creencia reverente. Noches de insomnio han
sido sin duda pasadas por cristianos sinceros que se encontraron incapaces de
responder satisfactoriamente a su propia conciencia por qué existen las
aparentes diferencias indicadas anteriormente. ¿Debe por tanto abandonarse la
doctrina de la inspiración verbal? ¿Significa la inspiración sólo el pensamiento
inspirado, pero no el lenguaje inspirado? ¿Cuál es la relación
de la individualidad personal con estas aparentes contradicciones?
Estas son algunas de las preguntas que una mente recta puede plantear, y
que deben ser respondidas si hemos de continuar en la verdad. Este no es el
lugar para entablar una discusión de los detalles, pero, como el Señor permita,
nos referiremos a un gran número de aparentes diferencias y contradicciones a
medida que avancemos con nuestro tema. Aquí, sin embargo, hablamos de una
manera más general.
Reiterando nuestra ilustración de los dos amigos, cada uno de ellos con
derecho a la máxima credibilidad, cada uno de ellos narrando con el propósito
evidente de la exactitud, nosotros probablemente atribuiríamos cualesquiera
discrepancias en sus narraciones a la debilidad que es común al hombre. En
otras palabras, nosotros no reclamaríamos infalibilidad por parte del mejor de
los hombres. En realidad, es un hecho bien conocido que en los tribunales de
justicia, si dos testigos describen el mismo suceso en idéntico lenguaje, sin
la más mínima discrepancia, surge una sospecha de que el hecho de que sean
idénticos es debido más a una colusión que a una independiente observación
imparcial. Lo mismo ocurre en todas las relaciones de la vida. Nosotros esperamos
que las narraciones de personas diferentes lleven marcas de su individualidad,
diferentes puntos de vista, etc., junto con cualesquiera peculiaridades
personales que sabemos que poseen.
Pero no debemos ir demasiado rápido. La palabra de Dios no es una mera
narración de hombres comúnmente veraces. Si la inspiración significa algo,
significa más que esto. Significa que en el uso que Dios hace de los
instrumentos a quienes Él ha escogido para registrar para nosotros Su
narración, ninguna cuestión de inexactitud o debilidad humana, como sería
perfectamente apropiado en cuanto a las producciones humanas, podría ser
permitida en cuanto a Aquel que es Santo y Verdadero cuya omnisciencia impide
el pensamiento de la imperfección y cuya esencia de carácter es la luz. Nosotros
conocemos a nuestro Señor; conocemos la revelación que el Espíritu de Dios ha
dado, cómo ella "discierne
los pensamientos y las intenciones del corazón", cómo no habla como los
hombres, sino con autoridad, y cómo hemos sido obligados a inclinarnos ante esa
autoridad divina en lo más íntimo de nuestra alma. Esto excluye el pensamiento
de inexactitud en las narraciones del Evangelio.
"Pero", se dirá, «las dificultades aún permanecen.» Que
permanezcan, aunque sólo sea para probar más nuestra fe y para hacernos
comprender que sólo en parte conocemos. Sin embargo, algunas consideraciones
pueden ser de utilidad aquí.
1. Dios no prescinde de la
individualidad. El instrumento a quien Él usa no es como un palo de madera
o una masa de barro, sino un hombre vivo y sensible cuya alma entera es llevada
con su tema, que siente lo que escribe. Sería aborrecible para la mente
cristiana pensar en Lucas, por ejemplo, como un hombre no convertido. Con un corazón
desbordante, ciertamente, cada etapa de su narración fue escrita con maravilla
y deleite, y así con todos los demás Evangelistas.
2. Dios lo ha controlado y usado
de manera absoluta. Alguno podría decir, aunque ello parece ir más allá de
lo que la Escritura insinúa, que los escritores ni siquiera eran conscientes de
que estaban bajo control divino. Instintivamente sentimos que ello es entrar en
un terreno peligroso. Sin embargo, podemos decir que ellos escribieron con
perfecta libertad; que su juicio y todas las demás facultades estaban sin duda
en plena actividad, pero en esto había otra Mente, otro Corazón, otra
Sabiduría, impregnándolo todo y controlándolo todo; así como en la creación
Dios no se limitó a llamar a todas las cosas a la existencia y luego las dejó en
paz, sino que "todas las cosas en él subsisten". Él controla,
gobierna, y, en un sentido muy real, está en cada proceso vital de la
naturaleza.
3. Esto ilustrado. Por lo
tanto, cuando nosotros llegamos a la palabra escrita de Dios, nosotros
esperamos que las peculiaridades mismas de los escritores no solamente no
fuesen invalidadas sino usadas por el Espíritu de Dios para sacar a la luz
aquello que era Su propósito especial. Por ejemplo, Mateo, como un judío, se
extendería de manera natural en esos rasgos de la vida de nuestro Señor que
estaban particularmente conectados con las esperanzas y expectativas nacionales
del remanente como lo predijeron los Profetas. Así, él observaría y registraría
asuntos de este tipo y señalaría la conexión de ellos con el Antiguo
Testamento; Pero decir que su Evangelio fue meramente el resultado de sus
peculiaridades individuales y nacionales sería claramente una negación de la
inspiración.
Lucas, como un Gentil, por tanto con una visión más amplia, señalaría de
manera natural rasgos que ilustran esa visión; pero también aquí la inmanencia
y la inspiración divinas no pueden ser excluidas. Pero no nos detenemos en más
detalles.
Conclusión. En conclusión,
por lo tanto, cuando
llegamos a una contradicción aparente nosotros sabemos que sólo es aparente; en
lugar de restarle importancia, nosotros debemos detenernos en ella, hacer
tantas preguntas como podamos acerca de ella, orar por iluminación y esperar
encontrar una solución que no sólo justifique la veracidad de los escritores,
sino que muestre una razón especial para la aparente discrepancia. Incluso
cuando no se piensa en abandonar la verdad de la inspiración, el pueblo del
Señor puede ser un gran perdedor si no hacen una pausa ante los pasajes
difíciles de los Evangelistas y se detienen en ellos de esta manera. Como
sucede a menudo en la naturaleza, muchas joyas hermosas están contenidas dentro
de una piedra cuyo aspecto exterior es poco atractivo; y así como las mismas
curvas y nudos en la madera hacen resaltar una belleza especial de la veta, así
es, en un sentido más elevado, en las Escrituras. Se verá que los lugares
difíciles tienen una belleza y una sugerencia especiales.
Así que volvemos a la sencilla afirmación: "Toda la Escritura es
inspirada por Dios". (2ª. Timoteo 3: 16). Si cada jota y cada tilde de la
ley se han de cumplir, ciertamente los Evangelios presentarán una perfección
similar.
Samuel Ridout
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2020
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta
traducción:
JND
= Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por:
B.R.C.O.