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El Reinado de Cristo y el Estado Eterno (H. H. Snell)

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Duración: 1 hora 05 minutos y 46 segundos

Siete Sermones acerca de la Segunda Venida y el Reino de nuestro Señor Jesucristo.

 

H. H. Snell

 

Séptimo Sermón:

 

El Reinado de Cristo y el Estado Eterno

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Lectura Bíblica:

 

"Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado".

(Colosenses 1: 20, 21).

 

"Habiéndonos dado a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito que Él se propuso en Sí mismo para la administración del cumplimiento de los tiempos; de resumir todas las cosas en el Cristo, las cosas que están en los cielos y las cosas que están en la tierra; en Él".

(Efesios 1: 9, 10 – JND).

 

"Los demás muertos no volvieron a la vida hasta que se cumplieron los mil años. Esta es la primera resurrección.  Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección; la muerte segunda no tiene poder sobre éstos sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El por mil años. Cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlas para la batalla; el número de ellas es como la arena del mar. Y subieron sobre la anchura de la tierra, rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descendió fuego del cielo y los devoró. Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, que es el libro de la vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades entregaron a los muertos que estaban en ellos; y fueron juzgados, cada uno según sus obras. Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego". "Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe". 

(Apocalipsis 20: 5 a 15 y Apocalipsis 21:1 – LBLA).

 

¡Qué bienaventurado es, amigos queridos, saber que Cristo murió por el impío! Aunque sólo cuando el alma ha comprendido ese hecho para su propia salvación, ella está en condiciones de enterarse de las glorias y las profundidades insondables de esa obra acabada. La Escritura, sin embargo, no sólo nos presenta declaraciones generales, sino también declaraciones especiales sobre la obra sacrificial de Cristo. Por ejemplo; leemos en el capítulo once de Juan que era conveniente que un hombre muriera por el pueblo, que la nación entera no pereciera; y "que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino para que juntase en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos". (Juan 11: 51, 52 – VM). Yo me refiero a esto para mostrar que de Cristo se habla como muriendo por la nación. Cuando el apóstol está hablando de la Iglesia de Dios en la Epístola a los Efesios, él dice, "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella". (Efesios 5: 25). Y cuando nos es presentado el pensamiento acerca de la creación siendo libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los hijos de Dios (Romanos 8: 21), no podemos sino pensar en Jesús en humillación llevando una corona de espinas, — espinas que fueron puestas en la tierra como una señal de la maldición de Dios, mostrándonos así que es sólo a través de Él que la creación será llevada a su prometida bendición. Y cuando, más adelante, consideremos el hecho de que todo el mundo será llenado aún con bendición, de modo que toda criatura bendecirá y alabará a Dios, y "la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar" (Isaías 11: 9), nosotros tenemos la llave para todo ello en la cruz de Cristo; porque Él nos es presentado en la Escritura como el Salvador del mundo. Es cuando el mundo esté lleno de bendición que el texto tendrá su evidente aplicación, — a saber, "el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo". (1ª. Juan 4: 14).

 

Nosotros encontraremos, al examinar las Escrituras cuidadosamente, que una cantidad inmensa del Antiguo Testamento queda aún por cumplirse. Si sólo pensamos en la primera profecía en la Biblia, donde Dios dice a Satanás que él heriría el calcañar de la simiente de la mujer, y la simiente de la mujer heriría su cabeza, es evidente que ello no ha tenido su cumplimiento completo. Pero ello debe cumplirse. La simiente de la mujer aún herirá la cabeza de la serpiente. Algunos pueden imaginar que esto ha sido hecho por la obra de Cristo en la cruz. Pero ello no es así; porque el apóstol, al escribir a los santos en Roma dice, "el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies". (Romanos 16: 20). En aquel entonces ello era algo prospectivo, y lo es aún. Se nos dice también que, "vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar". (1ª. Pedro 5: 8). Tal vez la segunda profecía del Antiguo Testamento es la de Enoc, la que encontramos en la epístola de Judas, donde leemos, "De éstos también profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor vino con muchos millares de sus santos, para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos". (Judas 14, 15 – LBLA). Esto aún no se ha cumplido. La tercera profecía en la Escritura tal vez, con referencia a la fecha, fue pronunciada por Job en el bien conocido pasaje del capítulo decimonoveno, — "yo sé que mi Redentor vive, y es el postrero, Él se levantará sobre la tierra". (Job 19: 25 – JND). {Ver nota del traductor}

 

{N. del T.: "el postrero", compárese con 1ª. Corintios 15: 45 y con Apocalipsis 1: 17}.

 

No es preciso que yo diga también que esto se ha cumplido. Las siguientes declaraciones proféticas que advertiríamos en las Escrituras antiguas son las promesas a Abraham. En el duodécimo capítulo de Génesis leemos, "serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12: 3), y en el decimoctavo capítulo leemos, "en él serán benditas todas las naciones de la tierra" (Génesis 18: 18 – LBLA). Estas promesas no se han cumplido aún. Dios no está bendiciendo ahora a las naciones, como tales, mediante el evangelio a través de la simiente de Abraham. Él está bendiciendo a personas llamándolas de las naciones; está tomando "de entre los gentiles un pueblo para su nombre." (Hechos 15: 14 – LBLA), de modo que cuando el Señor venga, los que son Suyos serán arrebatados para encontrarse con Él en el aire, y las naciones, como tales, serán dejadas intactas. Pero en el reinado de Cristo, que ahora vamos a considerar, nosotros veremos que las naciones Le reconocerán, porque Él será Gobernador entre las naciones. Zacarías nos dice: "muchas naciones se unirán a Jehová en aquel día, y serán mí pueblo". (Zacarías 2: 11 – VM). Entonces los "de las familias de la tierra" que no reconocerán a Jerusalén como la metrópoli de bendición en la tierra recibirán un juicio especial. (Véase Zacarías 14: 17).

 

El Señor Jesucristo viene a cumplir la palabra de Dios acerca de estas cosas. Ya sea la Simiente de la mujer según Moisés, o para venir con muchos millares de Sus santos según Enoc, o para ser el Redentor que se levanta sobre la tierra según Job, o como la simiente de Abraham, para ser el Dispensador de bendición a todas las naciones, Jesús viene a cumplir todo. Ustedes encontrarán, al leer las Escrituras cuidadosamente, que el juicio siempre nos es presentado como precediendo al período de bendición que viene sobre la tierra. No hay duda de que "la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar". (Isaías 11: 9). No hay duda alguna de que el último Salmo se cumplirá, — "¡Todo lo que tiene aliento alabe a Jehová! ¡Aleluya!" (Salmo 150: 6 – VM). El quinto capítulo de Apocalipsis debe tener su cumplimiento, que toda criatura que está en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra, estará aún bendiciendo y alabando a Aquel que está sentado en el trono, y al Cordero. (Véase Apocalipsis 5: 13 – RVA). Pero a lo que yo quiero llamar a prestar particularmente la atención es que este período de bienaventuranza siempre nos es presentado en la Escritura como precedido por juicios terribles. Si nosotros pensamos en los diez reinos que están en conexión con la tierra Romana, sabemos que el juicio será el preludio de la bendición. Leemos en el segundo capítulo de Daniel, versículos 34 y 35: "Tú la mirabas, hasta que fué cortada una piedra (pero no con mano de hombre), la cual hirió la imagen en los pies, que eran de hierro y de barro, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados juntamente el hierro, el barro, el bronce, la plata, y el oro; los cuales se tornaron como el tamo de las eras de verano; y se los llevó el viento, de manera que nunca más fué hallado el lugar de ellos; pero la piedra que hirió la imagen vino a ser una gran montaña, que llenó toda la tierra". (Daniel 2: 34, 35 – VM). Vemos así toda la tierra llena de bendiciones a través del terrible juicio de la piedra cortada "no con mano de hombre", la cual es, evidentemente, Cristo.

 

También Israel estará en la más profunda aflicción y dolor, como veremos de aquí a poco, muchos de los cuales serán cortados, antes que el remanente sea llevado a su esperada bendición a través de la llegada del Mesías y Su liberación. Consideren también a la Cristiandad, — eso que confiesa externamente el nombre de Cristo; la cizaña es atada en manojos y expulsada del reino, con toda la iniquidad, para que sea dada la bendición prometida en la tierra. Y ustedes recordarán que, cuando últimamente estuvimos considerando el hecho de que el Señor sale del cielo con todos Sus santos, según el capítulo 19 de Apocalipsis, vimos que Su primer acto será un juicio terrible; tomará a la bestia y al falso profeta, y los arrojará vivos al lago de fuego; y luego matará a los reyes y a las gentes, llamando a todas las aves del aire para que se alimenten de los cadáveres de estos aliados de esta obra maestra de la iniquidad de Satanás. El Señor, habiendo juzgado así, por el resplandor de Su gloriosa venida, de una vez y de la manera más sumaria esta intolerable iniquidad, continuará juzgando y gobernando hasta que todos los enemigos sean puestos bajo Sus pies. Como leemos en la segunda epístola a los Tesalonicenses, — "cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio". (2ª. Tesalonicenses 1: 7, 8 – LBLA).  Judas habla de Él como condenando "a todos los impíos" (Judas 15 – LBLA); y el profeta Malaquías, en su último capítulo, dice: "¡PUES he aquí que viene el día que arderá como horno; … de modo que no les deje raíz ni rama! Para vosotros empero que teméis mi Nombre, se levantará el Sol de justicia, trayendo salud eterna en sus alas". (Malaquías 4: 1, 2 – VM). El capítulo 63 de Isaías comienza con un retrato del Señor ejecutando Su justo juicio sobre las gentes que viven en la tierra, leemos, "¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar? He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado". (Isaías 63: 1 a 4). Pues bien, observen aquí que con "la venganza" tenemos también, "grande para salvar", y, "el año de mis redimidos ha llegado", — precisamente lo mismo que vimos en Malaquías, que el juicio del Señor sobre los inicuos precederá a la bendición que viene sobre la tierra. El Salmo 46 se refiere, evidentemente, al mismo asunto. Se trata de la expresión verbal de aquellos que han hecho de Dios su refugio y fortaleza en un tiempo de especial angustia. Ellos son sostenidos por la confianza en Dios. Por lo tanto, no temerán, con independencia de cuáles serán los juicios que puedan venir sobre la tierra. Ellos tienen un manantial secreto de gozo y bendición. Ellos saben que "Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo. Dios está en medio de ella, no será sacudida; Dios la ayudará al romper el alba. Bramaron las naciones, se tambalearon los reinos; dio El su voz, y la tierra se derritió. El SEÑOR de los ejércitos está con nosotros; nuestro baluarte es el Dios de Jacob. (Selah). Venid, contemplad las obras del SEÑOR, que ha hecho asolamientos en la tierra; que hace cesar las guerras hasta los confines de la tierra; quiebra el arco, parte la lanza, y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y sabed que yo soy Dios; exaltado seré entre las naciones, exaltado seré en la tierra". (Salmo 46: 4 a 10 – LBLA).

 

La bendición será muy grande. Satanás será atado. Apocalipsis capítulo 20 comienza con ello en los versículos primero y segundo, "Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años". (Apocalipsis 20: 1, 2). Nosotros podemos imaginar fácilmente la inmensa diferencia que esto hará en la condición moral del mundo. El Señor también reinará no sólo refrenando el mal, sino llenando absolutamente la tierra con bendición.

 

Podemos darnos cuenta de dos cosas en relación con el reinado de Cristo. En primer lugar, el juicio del Señor sobre Sus enemigos; en segundo lugar, el pueblo de Israel es llevado a Jesús como Redentor de ellos, por medio de quien la bendición será extendida a las naciones. Ya hemos mencionado la enseñanza en cuanto a la atadura de Satanás, y el juicio de los inicuos que están vivos, y podemos hacer de nuevo alusión a ello de aquí a poco. Sin embargo, consideraremos ahora un poco el lado positivo del cuadro.

 

Cuando los judíos vean a Jesús, y no antes, al igual que Tomás, ellos dirán, "¡Señor mío, y Dios mío!" (Juan 20: 28). Por consiguiente, Israel se convertirá por vista. {Ver nota 1} El pecador es salvo ahora por fe. "¡Bienaventurados aquellos que no han visto, y han creído!" (Juan 20: 28 – VM). Es cuando el Redentor salga de Sión que Él apartará de Jacob la impiedad.

 

{Nota 1 de las notas de R. A. H. incluidas en su compilación de los escritos de H. H. Snell. «Una forma más precisa de entender esto es tener en cuenta que el remanente judío piadoso estará compuesto por aquellos que son nacidos de Dios, aunque no conozcan la aceptación y la paz por medio de Él. Ellos experimentarán estas aceptación y paz como consecuencia de la venida del Mesías.»}

 

Cuando Dios trabaje de nuevo en los corazones del pueblo de Israel, una nación nacerá de inmediato. Entonces se cumplirán las Escrituras: "tus hijos serán enseñados por Jehová" (Isaías 54: 13), y, "tu pueblo, todos ellos serán justos". (Isaías 60: 21). Será "la regeneración" (Mateo 19: 28) cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de Su gloria, lo que es mencionado en Mateo 19. Entonces se cumplirá el Salmo 133, "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía (lit. en unidad)! Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón,… Como el rocío de Hermón". (Salmo 133: 1 a 3). Israel se ofrecerá voluntariamente en el día del poder de Cristo (Salmo 110: 3), y será verdaderamente una nación cristiana {ver nota 2}

 

{Nota 2 de las notas de R. A. H. incluidas en su compilación de los escritos de H. H. Snell. «Probablemente, al escribir esta frase, el escritor está pensando en los judíos siguiendo a Cristo en el milenio. Sin embargo, la frase tiende a confundir Israel y la iglesia. Además, las Escrituras usan la palabra "cristiano" para describir a los santos ahora. Restrinjamos su uso a eso.»}

 

Aquellos que esperan que los judíos, como nación, se conviertan antes de la venida personal del Señor se decepcionarán. Cuando Él venga otra vez en poder y gran gloria, Él pondrá a Su antiguo pueblo en el disfrute de aquello que fue prometido a Abraham y a su simiente. Ni un ápice fallará. Israel será establecido en su tierra con ricas bendiciones bajo el verdadero David, y bajo el antitípico Salomón. Salomón comenzó su reinado vengándose de sus enemigos, y luego llevó al pueblo a un carácter más alto de poder y gloria de lo que nunca antes habían conocido; y así el Señor Jesús, uno mayor que Salomón, por medio de Su gran poder, pondrá primero a Sus enemigos bajo Sus pies, y luego se levantará como el Sol de justicia, y brillará con resplandor, y salud eterna, y bendición sobre Su antiguo pueblo.

 

Queridos amigos, al presentar esta noche un rápido esbozo del reinado milenario de Cristo, sólo podré mencionar algunos puntos importantes. Pero estoy seguro de que si un alma sólo aprehende una de estas verdades divinas como son reveladas en las Escrituras, ello será como tomar un eslabón de una larga cadena de oro, que le guiará de eslabón en eslabón hasta que le sea enseñado más plenamente el pensamiento del Señor, y el valor de Su palabra profética. Recuerden, queridos amigos, que esta noche no estoy hablando de cosas extravagantes o imaginarias; no procuro divertir el intelecto ni con poesía ni con ficción; yo les estoy presentando la palabra del Dios vivo. Muchos en este salón han probado el consuelo y la bendición de estas verdades durante muchos años, y nuestro sincero deseo es extender a nuestros amados prójimos cristianos el mismo consuelo que hemos percibido, como estando relacionados con una comprensión adecuada de estas revelaciones de Dios, en gracia, en las Escrituras.

 

Del capítulo primero de la epístola a los Colosenses yo leo dos versículos en los que me parece que se nos enseña, en primer lugar, que Cristo ha hecho la paz mediante la sangre de Su cruz, y en segundo lugar, que el resultado de esa obra en la cruz tiene tanto una aplicación actual como futura. En cuanto a su aplicación actual, nosotros sabemos que la persona que cree ya está reconciliada con Dios; pero observen ustedes que en Colosenses 1: 20 no se habla de personas sino de cosas que van a ser reconciliadas. Y así, en el primer capítulo de la epístola a los Efesios no se dice, «reunir todos los creyentes en uno», si bien eso sería cierto con respecto a la Iglesia; sino que de lo que el apóstol se está gloriando aquí es que Dios, que nos ha bendecido de tal manera con toda bendición espiritual en Cristo, nos ha dado a conocer el misterio de Su voluntad, según el beneplácito que se propuso en Él, a saber, reunir "todas las cosas (noten, COSAS,) en el Cristo, las cosas que están en los cielos y las cosas que están en la tierra; en Él". (Efesios 1: 9, 10 – JND, LBLA). ¿Para qué y cuándo? "Para la administración del cumplimiento de los tiempos", (Efesios 1: 10 – JND, LBLA), es decir, como yo entiendo, cuando habrán llegado plenamente los tiempos para muchas cosas. Nada puede ser más simple. Todo fue hecho por Cristo, como nos lo dicen tanto la epístola a los Colosenses como la epístola a los Hebreos; y cuando Él tome para Él mismo Su gran poder y reine, será evidente que cada sección del reino será bendecida a través de Cristo, y reunida, resumida, recapitulada, en Cristo.

 

Hay cuatro asuntos a los que me gustaría llamar a prestar atención, tan brevemente como pueda, en relación con las bendiciones del reino milenario de Cristo. El primero es la posición de la Iglesia y de los santos que reinarán con Cristo. El segundo es la gloria, la paz y la preeminencia que Israel como nación ocupará durante el reinado. El tercero, la bendición de las naciones gentiles. El cuarto, la liberación de la creación.

 

Con respecto a la Iglesia de Dios, ya he abordado, en la medida que los límites de un sermón permitirían, su gloria venidera. Su lugar en el reino será el de asociación con Cristo mismo, compartiendo Su gloria, y estando aún en santa y feliz sujeción. Cuando todo haya sido sometido a Él, Él entregará el reino a Su Padre, y Dios será todo en todos. (1ª. Corintios 15: 28). El lugar de la Iglesia en el reino no está en la tierra, sino en los cielos. "Como es el celestial", dice el apóstol, "así son también los que son celestiales". (1ª. Corintios 15: 48 – LBLA). Se requiere muy pequeña percepción espiritual para ver que el pueblo celestial es una cosa, y que otra cosa es el pueblo terrenal. Se nos dice que "una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales". (1ª. Corintios 15: 40), ambas son dos esferas de gloria, cada una teniendo una sección en el único reino, — Cristo es el centro, Cristo es la fuente, Cristo es la gloria y la bendición que irradia a todos. Él reina sobre la nación de Israel, nosotros reinamos con Cristo. Nosotros tenemos un hermoso cuadro de la gloria milenaria en la historia de José, tal como está registrada en el capítulo 41 de Génesis. José, mientras estuvo separado de sus hermanos, se casó con una mujer gentil. Cuando fue exaltado desde el padecimiento de una profunda humillación al lugar de gloria, se le permitió llevar a sus hermanos a la grosura de la tierra de Egipto, y a todos los egipcios se les ordenó, "¡Doblad la rodilla!" (Génesis 41: 43), cuando José recorría la tierra. Tenemos aquí en José, con su esposa a su lado, un retrato de Cristo y la Iglesia; en los hermanos de José tenemos a los hijos de Israel, los cuales le habían vendido, reconciliados con Él, y traídos a la bendición, tal como Israel, de aquí a poco; y en los egipcios tenemos un cuadro de las naciones que aún doblarán la rodilla ante Jesús. Ellas reconocerán a Cristo como el dador de todas sus bendiciones, así como los egipcios reconocieron que estaban en deuda con José por todas las bendiciones que ellos disfrutaron en aquel entonces.

 

Con respecto a Israel, es casi difícil saber a qué parte de las antiguas Escrituras recurrir primero (las referencias a su gloria futura son tan numerosas), para mostrar la peculiar bienaventuranza de sus llamado y expectativa cuando habiten la tierra bajo el gobierno del verdadero David. Pero si acudimos, en primer lugar, al capítulo sesenta de Isaías, veremos allí una alusión. Leemos, "Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos alrededor y mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos. Entonces verás, y resplandecerás; se maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti. Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová. Todo el ganado de Cedar será juntado para ti; carneros de Nebaiot te serán servidos; serán ofrecidos con agrado sobre mi altar, y glorificaré la casa de mi gloria. ¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes, y como palomas a sus ventanas? Ciertamente a mí esperarán los de la costa, y las naves de Tarsis desde el principio, para traer tus hijos de lejos, su plata y su oro con ellos, al nombre de Jehová tu Dios, y al Santo de Israel, que te ha glorificado. Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia. Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las naciones, y conducidos a ti sus reyes. Porque la nación o el reino que no te sirviere perecerá, y del todo será asolado. La gloria del Líbano vendrá a ti, cipreses, pinos y bojes juntamente, para decorar el lugar de mi santuario; y yo honraré el lugar de mis pies. Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sión del Santo de Israel. En vez de estar abandonada y aborrecida, tanto que nadie pasaba por ti, haré que seas una gloria eterna, el gozo de todos los siglos. Y mamarás la leche de las naciones, el pecho de los reyes mamarás; y conocerás que yo Jehová soy el Salvador tuyo y Redentor tuyo, el Fuerte de Jacob. En vez de bronce traeré oro, y por hierro plata, y por madera bronce, y en lugar de piedras hierro; y pondré paz por tu tributo, y justicia por tus opresores. Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás Salvación, y a tus puertas Alabanza. El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria. No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados". (Isaías 60: 1 a 20). Pues bien, es completamente imposible aplicar este lenguaje a cualquier otra que no sea la nación judía, — de hecho, como hemos visto, el profeta Isaías se dirige directamente a ellos. Las primeras palabras de este libro son, "Visión de Isaías hijo de Amoz, la cual vio acerca de Judá y Jerusalén". (Isaías 1: 1). Y cuando encontramos otras partes de las Escrituras prediciendo un tiempo de maravillosa bendición para este pueblo antiguo, no podemos sorprendernos de que los versículos a los que he llamado a prestar atención hablen del elevado carácter de la bendición y de la gloria que disfrutarán en su propia tierra. Evidentemente, el templo será edificado antes de esto, porque, ustedes recordarán, la abominación que el hombre de pecado instala está en el lugar santo.

 

Los hijos de Israel serán traídos de regreso a su propia tierra en incredulidad. Ellos prestarán atención, exteriormente, a la religiosidad terrenal que caracteriza a Israel.

 

El falso Mesías, el hombre de pecado, se presentará entre ellos a través del poder de Satanás. El pueblo será fascinado por él. Después de algún tiempo, él dejará de lado el sacrificio diario, e instalará un ídolo, — a saber, la imagen que estuvimos considerando últimamente en el capítulo trece de Apocalipsis, en el templo, y la gente se verá obligada a postrarse y a adorar "al hombre de pecado" (2ª. Tesalonicenses 2: 3). El Señor vendrá y encontrará esta condición de cosas. Independientemente de juzgar al "hombre de pecado", Él hará pasar a la tercera parte de Su pueblo a través de esta escena de notable e incomparable tribulación. Él cortará dos tercios en el juicio, y traerá al tercio restante a Su bendición prometida en la tierra; entonces, como encontramos en la última parte de Ezequiel, la tierra será delimitada de nuevo, el templo será reedificado de acuerdo a las instrucciones dadas allí, aunque no en su anterior ubicación, sino a una distancia considerable de Jerusalén. Aguas vivas saldrán de Jerusalén; y ellos sabrán que Cristo es el Rey de ellos, su verdadero David; y reconocerán todas esas maravillosas glorias en la tierra, — glorias tan maravillosas que parece que lo terrenal será un equivalente de las glorias de lo celestial, siendo las características de lo uno terrenales, y siendo las características de lo otro celestiales. Jesús reinará delante de sus ancianos gloriosamente (Isaías 24: 23), e Isaías 60 tiene su cumplimiento, "Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti," etc.  (Isaías 60: 1). Pero con toda esta maravillosa bendición, la condición de las cosas no será perfecta. Habrá pecado y maldición, y, consecuentemente, muerte. Habrá vejez y enfermedad. El capítulo 65 de Isaías nos dice que "el pecador de cien años será maldito". (Isaías 65: 20); y el profeta Zacarías nos dice, en el capítulo 8, "Aún se sentarán ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano por causa de sus muchos días". (Zacarías 8: 4 – LBLA).

 

Además, el reinado milenial de Cristo, que en el Antiguo Testamento es llamado el día de Jehová, y que es llamado también en el Nuevo Testamento por el apóstol Pedro, en su tercer capítulo de su segunda epístola, "el día del Señor" (2ª. Pedro 3: 10), y, el "día de Dios" (2ª. Pedro 3: 12) {Ver nota 3}, tendrá su mañana, su mediodía, y su tarde, y ocupará mil años.

 

{Nota 3 de las notas de R. A. H. incluidas en su compilación de los escritos de H. H. Snell. «Actualmente es el "humano día" (Leemos, "Yo en muy poco tengo el ser juzgado de vosotros, o de humano día…" (1ª. Corintios 4: 3 – RVR 1865). El "humano día" terminará cuando el poder gentil del imperio sea aplastado por Cristo, la piedra que lo hiere (Daniel 2). La piedra que hiere se convierte en un gran monte, el poder milenario de Cristo durante el día del Señor. El día del Señor comienza con la aparición de Cristo en gloria y se extiende a lo largo del período milenario hasta el juicio del gran trono blanco. Entonces comenzará el "día de Dios", el estado eterno, cuando Dios será todo en todos. Estos tres "días" son secuenciales.}

 

El apóstol en el vigésimo capítulo de Apocalipsis, dice, "vivieron y reinaron con Cristo mil años" (Apocalipsis 20: 4); y el apóstol Pedro parece confirmar esto cuando dice, "para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día". (2ª. Pedro 3: 8). Es evidente que las bendiciones sobre la humanidad en aquel día serán tan grandes en la tierra, que la longevidad será conocida nuevamente; de modo que, "No habrá de allí en adelante un niño de pocos días… sino que el niño morirá siendo de cien años". (Isaías 65: 20 – VM). No parece improbable que algunos puedan vivir a lo largo de los mil años.

 

La mañana de esta era milenial, como hemos visto, será anunciada con tinieblas, y dolor, y lamentación, con la puesta de los enemigos bajo los pies de Cristo. "Todo ojo le verá, … y todas las tribus de la tierra harán lamentación por El". (Apocalipsis 1: 7 – LBLA, JND, VM).  Será un día ardiente como un horno (Malaquías 4: 1). Pero el mediodía se caracterizará por la paz, la unidad y el reposo. La fertilidad y la fecundidad serán incrementadas maravillosamente. Según el profeta Amós, "He aquí vienen días, dice Jehová, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán. Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo". (Amós 9: 13 a 15). El profeta Miqueas también se refiere a este tema. Él dice, en el cuarto capítulo, tercer versículo, "Y él juzgará entre muchos pueblos, y será árbitro entre naciones poderosas hasta muy lejos; y forjarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se ensayarán más para la guerra. Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca de Jehová de los ejércitos lo ha hablado… En aquel día, dice Jehová, reuniré la que cojea, y recogeré la descarriada, y a la que afligí; y pondré a la coja como remanente y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sión desde ahora y para siempre". (Miqueas 4: 3 a 7 – RVR1977). El sol natural, también, resplandecerá con una luz siete veces mayor. Y no es de extrañar, pues si él se ocultó, y arrojó así una tan solemne lobreguez alrededor de la cruz del bendito Señor al hacer Él expiación por el pecado, de modo que "desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena" (Mateo 27: 45); cuando Él venga en gloria, no es de extrañar, digo, que el sol brille con séptuple lustre en la exaltación de aquel bendito Salvador que fue tan humillado en la cruz del Calvario. En el trigésimo capítulo de Isaías encontramos que, "Será la luz de la luna como la luz del sol, y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días, el día que el SEÑOR ponga una venda en la fractura de su pueblo y cure la llaga que El ha causado". (Isaías 30: 26 – LBLA). Pero hay más que eso, siendo el templo reedificado, según Ezequiel, algunas de las fiestas (no todas, por razones obvias,) serán celebradas de nuevo por el pueblo de Israel. También serán ofrecidos sacrificios de acuerdo con el Salmo 51, y la fiesta de los tabernáculos será especialmente celebrada, como nos enteramos en el capítulo catorce de Zacarías. Si nosotros consultamos por unos pocos momentos este capítulo de Zacarías, encontraremos muchos puntos interesantes acerca de este tema claramente revelados. En primer lugar, en cuanto a la venida propiamente dicha, la venida personal, visible, de Cristo a la tierra, se nos dice, en el cuarto versículo que, "se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos" (Zacarías 14: 4). ¿ ¿Cómo es posible que alguien que quiere demostrar que el Señor no viene personalmente a afirmar Sus pies sobre la tierra otra vez, pueda explicar este texto? ¿Qué otra interpretación admite? Más que esto, habrá un gran terremoto, y este monte de los Olivos se partirá por en medio. Ahora bien, presten atención a que se trata del monte de los Olivos, no del monte de Sión. Nosotros leemos, "Los que confían en Jehová son [no como el monte de los Olivos, sino,] como el monte de Sión" (Salmo 125: 1). ¿Por qué? Porque el monte de Sión permanece para siempre, pero el monte de los Olivos se partirá por en medio, y habrá "un valle muy grande". (Zacarías 14: 4). Además, en el sexto versículo se nos dice que, "acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Será un día, el cual es conocido de Jehová, que no será ni día ni noche; pero sucederá que al caer la tarde habrá luz" (Zacarías 14: 6, 7), es decir, la luz natural del sol, a la cual me estuve recién refiriendo será incrementada enormemente. "Y sucederá que en aquel día aguas vivas saldrán de Jerusalem: la mitad de ellas hacia el Mar de Oriente, y la otra mitad hacia el Mar de Occidente; esto será tanto en verano como en invierno. Y Jehová será Rey sobre toda la tierra: en aquel día Jehová será uno solo, y su Nombre uno solo". (Zacarías 14: 8, 9 – VM). Por lo tanto, la bendición será dispensada desde Jerusalén a todas las naciones de la tierra. "Aguas vivas saldrán". O, como leemos en Isaías 2, "Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová". (Isaías 2: 2, 3). Jerusalén será, en aquel entonces, la metrópolis de la bendición espiritual en la tierra. Y nosotros también encontramos al profeta Zacarías diciéndonos en el vigésimo tercer versículo del capítulo ocho que, "diez hombres… tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros". (Zacarías 8: 23). Además de esto, se nos dice, en el capítulo catorce, que el juicio será ejecutado sobre las naciones que no reconozcan así a Jerusalén.

 

En el decimosexto versículo de Zacarías 14 tenemos referencia a la fiesta de los tabernáculos, y se nos dice que las personas subirán a Jerusalén de año en año, para celebrar la fiesta y adorar al Rey, Jehová de los ejércitos. Esta será una época de bendición, y también de santidad; pues, "Así dice Jehová de los Ejércitos: Aun ha de suceder que vengan pueblos, y los habitantes de muchas ciudades; y los habitantes de una irán a la otra, diciendo ¡Vayamos con empeño a implorar el favor de Jehová, y a buscar a Jehová de los Ejércitos! ". (Zacarías 8: 20, 21 – VM). Será una época de indescriptible regocijo; pero, como ha sido mencionado antes, no será sin gobierno y juicio; Leemos, "Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subieren a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia". (Zacarías 14: 17). De modo que si una nación rehúsa subir a Jerusalén a rendir homenaje al Señor de gloria, al Rey sobre toda la tierra, la lluvia será retenida en ese país. Pero nosotros sabemos que Egipto no es regado por la lluvia del cielo, por eso es que habrá un juicio especial sobre ese pueblo, leemos, "Y si la familia de Egipto no subiere ni viniere (sobre quienes no llueve), habrá en ella la plaga con que Jehová herirá las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de las Enramadas. Tal será el castigo de Egipto, y el castigo de todas las naciones que no subieren a celebrar la fiesta de las Enramadas". (Zacarías 14: 18, 19 – VM). Para Egipto no sería un castigo el hecho de que no caiga lluvia, porque la tierra es regada allí por el desbordamiento del Nilo; por consiguiente, habrá un juicio especial sobre ese pueblo, si ellos no suben a celebrar la fiesta de las enramadas, o tabernáculos. Nosotros vemos, asimismo, que los enemigos, según la promesa de Dios, serán expulsados completamente de la tierra. Lo que Israel no logró hacer, Jesús lo logrará, "y no habrá en aquel día más cananeo en la casa de Jehová de los ejércitos". (Zacarías 14: 21 – RVR1977, JND). El propio Señor estará allí llenando toda Jerusalén y la nación de Israel con bendición, que también será dispensada por Israel a todas las naciones de la tierra. El pueblo de Israel tendrá en aquel entonces el lugar que le corresponde como cabeza de todas las naciones de la tierra, no como ellos están ahora bajo el desagrado, la humillación, y el juicio de Dios.

 

Con respecto a la creación, en el octavo capítulo de la epístola a los Romanos se nos dice que, "sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora". (Romanos 8: 22). No existe un solo animal en la tierra que esté exento de dolor; pero en el vigesimoprimer versículo se nos dice que va a haber un estado de cosas diferente, — a saber, "porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa [o, libertad de la gloria,] de los hijos de Dios". (Romanos 8: 21). Esto es, en mi opinión, la llave que abre el undécimo capítulo de Isaías, y de otras porciones que hablan de las maravillosas bendiciones de la creación que estarán conectadas con el reinado de Cristo. En Isaías se nos dice que cuando el Rey reine en justicia, "Entonces el lobo habitará con el cordero, y el leopardo se recostará con el cabrito. El ternero y el cachorro del león crecerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, y sus crías se recostarán juntas. El león comerá paja como el buey. Un niño de pecho jugará sobre el agujero de la cobra, y el recién destetado extenderá su mano sobre el escondrijo de la víbora. No harán daño ni destruirán en todo mi santo monte, porque la tierra estará llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar". (Isaías 11: 6 a 9 – RVA). Esto tendrá un cumplimiento literal; de modo que no solamente la Iglesia de Dios, e Israel, y las naciones, sino que la creación también será traída a una bendición maravillosa. Jehová será Rey sobre toda la tierra, Y Él no solamente someterá todas las cosas a Él mismo, y pondrá a todos Sus enemigos bajo Sus pies, sino que toda la tierra será llenada de bendición. Toda la tierra será llena de la gloria de Jehová. Todas las naciones Le llamarán bienaventurado. Bien pudo el salmista exclamar en anticipación de aquel día, "¡Alégrense los cielos, y gócese la tierra! ¡brame la mar, y cuanto en ella hay!  ¡regocíjese el campo, y todo lo que está en él!  entonces todos los árboles de la selva cantarán de gozo delante de Jehová; porque viene, sí, porque viene a juzgar la tierra ¡juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad!". (Salmo 96: 11 a 13 -VM). La misma época está descrita también en el octavo Salmo, leemos, "¿Qué viene a ser el mísero hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que le visites? Sin embargo, le hiciste un poco menor que los ángeles; le coronas también de gloria y honra, le haces señorear de las obras de tus manos: todas las cosas has puesto debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello; y asimismo las bestias del campo, las aves del cielo, y los peces del mar, y cuanto pasa por las sendas de los mares. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es tu nombre en toda la tierra! (Salmo 8: 4 a 9 – VM). Bien puede Israel cantar entonces, "¡BENDICE, oh alma mía, a Jehová, y todas mis entrañas bendigan su santo nombre! ¡Bendice, oh alma mía, a Jehová, y no te olvides jamás de todos sus beneficios! — los beneficios de Aquel que perdona todas tus iniquidades; que sana todas tus enfermedades; que rescata tu vida de la sepultura; que te corona de misericordia y compasiones; que harta de bien tu vejez: así se renovará, como plumaje de águila, tu juventud". (Salmo 103: 1 a 5 – VM). El Salmo 98 se refiere también a los tiempos mileniales, "Cantad al SEÑOR un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas, su diestra y su santo brazo le han dado la victoria. El SEÑOR ha dado a conocer su salvación; a la vista de las naciones (de los Gentiles, o paganos) ha revelado su justicia. Se ha acordado de su misericordia y de su fidelidad para con la casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios. Aclamad con júbilo al SEÑOR, toda la tierra; prorrumpid y cantad con gozo, cantad alabanzas". (Salmo 98: 1 a 4 – LBLA). También en el libro de Apocalipsis encontramos referencia al mismo período. En la última parte del quinto capítulo leemos, "Y a toda cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos!" (Apocalipsis 5: 13 – VM). Además, según las epístolas a los Colosenses y a los Efesios, todas las cosas, sean las cosas que están en los cielos como las que están en la tierra, serán reconciliadas por Él, consigo mismo. (Colosenses 1: 20). Entonces todas las cosas serán resumidas en uno, en Cristo, tanto las que están en el cielo como las que están en la tierra, en Él. Leemos, "resumir (recapitular, reunir,) todas las cosas en el Cristo, las cosas que están en los cielos y las cosas que están en la tierra". (Efesios 1: 9, 10 – JND, LBLA). Hasta aquí en cuanto a la gloria del mediodía del reinado milenial de Cristo. Ahora bien, para hablar acerca de las sombras del atardecer, nosotros tenemos la parte final de los mil años.

 

Al final, Satanás, que ha estado atado, será libertado por una breve temporada. El resultado será que después de que los hombres hayan experimentado las incalculables bendiciones de la era milenial, ellos volverán a ceder a la tentación de Satanás, y caerán fácilmente en sus sugerencias. ¡Así es el hombre! Miríadas de ellos se alistarán bajo el estandarte del gran engañador, según el vigésimo capítulo de Apocalipsis, y rodearán el campamento de los santos amados en Jerusalén. Notarán ustedes que habrá santos en la tierra en aquel entonces. El resultado del engaño de Satanás será que el Señor, después de Su reinado de mil años sobre la tierra, hará que descienda fuego del cielo en juicio consumidor sobre los que han sido así embaucados, "el número de los cuales es como la arena del mar". (Apocalipsis 20: 8). Y más que esto: Él tomará a Satanás y lo arrojará al lago de fuego, donde será atormentado día y noche por los siglos de los siglos. De esta manera la primera profecía de la Escritura tendrá su cumplimiento. Satanás será herido para siempre bajo los pies del Señor Jesús, y, bendito sea Su nombre, también bajo nuestros pies.

 

Hay una cosa más que finaliza el reinado de Cristo, a saber, el juicio de los inicuos muertos. Todos, desde el primero que murió en sus pecados, serán entonces juzgados; los muertos deben oír la voz del Hijo de Dios y salir en aquel entonces. Tan particular es la enseñanza, que se les llama, "los muertos, grandes y pequeños ". (Apocalipsis 20: 12). Si están en el fondo del mar, deben subir; dondequiera que estén, en las garras de la muerte y del infierno (o hades), deben ser entregados. Si han caído y perecido en algún lugar secreto, sin que un ojo humano los vea en el instante de la muerte; si han caído en un barranco, o perecido en el desierto, o su lugar de sepultura nunca ha sido conocido por el hombre, no importa; la muerte y el hades (el lugar de los espíritus difuntos) deben entregarlos por orden de Jesús. Estos muertos, — es decir, todas las personas no salvas, no convertidas, los que han muerto en delitos y pecados, serán levantados en la resurrección de juicio; ellos serán juzgados, cada persona, pequeña y grande, según sus obras. Se presentarán ante Dios. "Y los libros fueron abiertos". (Apocalipsis 20: 12.  Un libro,  — el libro de la memoria, no lo dudo, — es para mostrar de una mirada a los juzgados su propia historia, "te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos". (Salmo 50: 21).  Otro libro estará allí, que, yo creo, es la Biblia. Jesús dijo, "la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero". (Juan 12: 48). Habrá un tercer libro, — el Libro de la Vida, — para mostrarles que sus nombres no están escritos en él, para declararlos culpables de no haber recibido nunca a Cristo para vida eterna; porque no podrían estar escritos en el Libro de la Vida los nombres de los que están sin Cristo. Cristo es "la vida", y los que están en Cristo tienen sus nombres escritos en ese libro. Estos tres testigos, — el libro de la memoria, la Biblia y el Libro de la Vida del Cordero, — harán callar para siempre a los que están ante ese trono; y con la más profunda angustia y remordimiento oirán la palabra del Señor, "apartaos" (Lucas 13: 27), y serán arrojados para siempre de Su presencia; porque "el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego". (Apocalipsis 20: 15). Entonces la muerte, el último enemigo, será destruida. El último acto en el reinado de Cristo será arrojar la muerte y el hades al lago de fuego. Ya no se los necesitará más. El último enemigo es destruido así; la victoria de Cristo está ahora completa.

 

Acerca del comienzo de la sesión del gran trono blanco se nos dice, como ustedes recordarán, que el cielo y la tierra huyen. (Apocalipsis 20: 11). La terrible conflagración mencionada por el apóstol Pedro quemará tanto la tierra como las obras del hombre en ella. No quedará ninguna huella del hombre pecador para arruinar la nueva condición de cosas que seguirá a continuación. Ninguna carne se gloriará en Su presencia es, y será siempre, un axioma divino. El cielo y la tierra en su estado actual pasarán en aquel entonces literalmente, pero ello será seguido por el cumplimiento del primer versículo del capítulo 21 de Apocalipsis. "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más". (Apocalipsis 21: 1).

 

El final de las cosas tal como son ahora nos muestra que Dios ha hecho todo conforme a la justicia divina. La salvación del pecador ha sido por gracia por medio de la justicia, habiendo Dios consumado la redención mediante el justo trato con Cristo, el Substituto del pecador, en la cruz. Habiendo entonces condenado de manera justa al pecado en la carne, llegó a ser algo justo el hecho de que Dios Le resucitase de los muertos y Le diera gloria, y también resucitarnos juntamente con Él. De este modo, ello permitió que "también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro". (Romanos 5: 21). Y al condenar al pecador al fuego eterno por sus pecados, ello es también un acto de justicia divina, y es definitivo, y debe ser para siempre. Ningún ser finito será jamás capaz de beber toda la copa del infinito aborrecimiento de Dios por el pecado. Ningún padecimiento de la criatura podrá jamás satisfacer las exigencias de la justicia divina. El Hijo de Dios hizo eso, y sólo Él pudo. El juicio de los inicuos debe ser conforme a la justicia, debe ser para siempre. Ellos deben beber la copa de la ira e indignación no mezcladas de Dios. Por lo tanto, ellos estarán en las tinieblas de afuera, lejos de la santa presencia de Dios, y serán atormentados por los siglos de los siglos.   

 

Después que el justo juicio haya hecho su obra, como hemos visto, habrá "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia". (2ª. Pedro 3: 13). En aquel entonces el pecado habrá fenecido para siempre, y la justicia permanecerá. No habrá imperfección alguna en estos lugares nuevos; ninguna enfermedad, ni dolor, ni muerte, mancharán estas sagradas regiones. En el cuarto versículo se nos dice que, "Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas ya pasaron". (Apocalipsis 21: 4 – RVA). Satanás habrá sido echado para siempre en el abismo de la miseria eterna con todos sus asociados, el hombre será para siempre bendecido, Dios por siempre glorificado; todas las cosas anteriores habrán pasado para siempre, y Dios habrá hecho nuevas todas las cosas. Es un hecho notable que en la nueva tierra no habrá más mar. Ahora parece como si las vastas láminas de agua que ondulando separan los diversos reinos fueran a menudo un medio de mantener pacíficas a las naciones, lo que no sería así si ellas fueran más accesibles unas con otras; por no hablar de la imposibilidad de que la vida animal se sostenga sin el mar, tal como estamos constituidos en la actualidad. En el estado eterno Dios encontrará el reposo; todo será conforme a Su pensamiento. Se nos dice, "¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo!". (Apocalipsis 21: 3 – VM). Yo entiendo que el tabernáculo de Dios es la Iglesia, pues nosotros encontramos que de ella se habla en el versículo anterior, donde leemos, "Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido". (Apocalipsis 21: 2). Observen ustedes que no se habla aquí del Cordero, ya que se trata del estado eterno, el reino ha sido entregado al Padre, y Dios es todo en todos. Tampoco tenemos a las "naciones", las cuales tuvieron su origen en la soberbia de Babel, sino que aquí tenemos, "hombres", — "el tabernáculo de Dios está con los hombres". Los "hombres" disfrutarán así de la presencia y de la bendición de Dios en la medida que las capacidades de la criatura lo permitan. No solamente todo lo que es dolor y muerte serán borrados para siempre de la tierra, sino que Dios estará dando continuamente nuevas bendiciones. De ahí la promesa, "Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida". (Apocalipsis 21: 6). Por lo tanto, Dios estará constantemente bendiciendo y satisfaciendo los deseos de Su pueblo. Todos allí, «De los ríos de Su gracia, Beberán placeres sin fin.»

 

Pero, al lado de esta muy brillante y feliz imagen del hombre en bendición eterna, tenemos también la miseria de los incrédulos. Esto es introducido de nuevo aquí, como me parece, para que no pueda haber espacio para una pregunta acerca de la perpetuidad de la condenación de ellos. Leemos, "Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda". (Apocalipsis 21: 8). ¿Puede haber algo más decisivo? Tengan ustedes la seguridad de que no hay salida de ese abismo. Es imposible, porque el juicio divino y la justicia los han puesto allí. No hay ninguna autorización en las Escrituras para el fuego purificador (o, purgatorio). Tampoco podemos imaginar que el bendito Señor hubiera repetido cinco veces dentro del ámbito de unos pocos versículos la afirmación decisiva, "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga" (Marcos 9: 44, 46, 48), si Él no hubiese tenido la intención de mostrar la condenación final y eterna que esperaba a los culpables y perdidos. No hay duda alguna de que los judíos inteligentes comprendieron aquello a lo cual Él aludió. En los antiguos días de impiedad de Israel se encendían grandes fogatas en el valle del hijo de Hinom, a través de las cuales hacían pasar a sus hijos, como por ejemplo en los días de Manasés. Después que se abandonó esta abominación, las mismas fosas, digamos, en los días de Josías, se utilizaban para arrojar despojos y otras impurezas, y allí eran vistos a menudo gusanos devorando la comida. Pero en los tiempos de nuestro Señor es fácil creer que no sólo se habían extinguido las fogatas, sino que los gusanos habían desaparecido. En la escena eterna, sin embargo, a la que nuestro Señor apuntó, el fuego nunca se apagaría, ni el gusano cesaría. Se trata de un lugar "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga". ¿Qué lamentable! la miseria que espera a los incrédulos. ¿Es posible poder dejar cualquier espacio para una pregunta acerca de la condenación eterna de ellos? ¿Acaso no dijo nuestro Señor, "el que no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios PERMANECE [piensen en esa palabra, "permanece"] SOBRE ÉL"? (Juan 3: 36 – VM).

 

¡Que Dios, en Su infinita misericordia, trate con las almas no salvadas en esta sala esta noche! Él todavía predica la paz a través de Jesucristo. Los brazos de Jesús están abiertos de par en par para recibir a los pobres pecadores. Sus amables palabras son tan frescas, tan fervientes, tan atractivas como siempre, — "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar". (Mateo 11: 28). Si algún pecador sobre la faz de la tierra, aunque esté profundamente hundido en la culpa, desea salvación, aquel bendito Jesús en la gloria que ama al pecador todavía puede salvar, y todavía se deleita en la misericordia. Pero cuando Él se habrá levantado y haya cerrado la puerta, muchos de los que ahora están sordos a Su voz de misericordia y rechazan Sus palabras de gracia, vendrán a golpear la puerta en la más amarga angustia y, ¡descubrirán que es demasiado tarde!

 

Además, amigos míos, esta noche ustedes han oído hablar de la ira de Dios, del juicio y de la eterna miseria que espera a los inicuos. Algunos de ustedes saben que en este momento están recorriendo el ancho camino hacia la destrucción eterna. Permitan, entonces, que les ruegue una vez más que acepten al Señor Jesús como su Salvador, creyendo en el inerrante testimonio que Dios rinde a Su obra consumada, como habiendo hecho una justa expiación de todos los pecados de ustedes. Entonces podrán cantar con alegría, «¡La cruz, la cruz! Oh, esa es mi ganancia; Porque allí fue donde el Cordero fue inmolado; Allí fue crucificado mi Señor, Allí murió mi salvador por mí

Entonces podrán ustedes servir a Cristo, y la alegría de ustedes será esperar Su regreso desde el cielo. Aquellos que están ocupándose de Cristo no pensarán que es difícil andar separados de lo que Le deshonra. Debemos permanecer en Él, si queremos vivir para Él; y cuanto más Sus glorias personales y morales ocupen nuestros corazones, más desearemos ver Su rostro. Él nos ha asegurado que vendrá de nuevo, y que vendrá en breve (lit., rápidamente), y que hasta que Él venga, Su gracia es suficiente para nosotros. Entonces, ¿qué otra respuesta nos es apropiada, queridos amigos, a toda esta misericordia que se nos hace? ¿Podemos decir de corazón, "sí, ven, Señor Jesús"? (Apocalipsis 22: 20).     

 

H. H. Snell (Marzo 1817 - Enero 1892)

 

Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Octubre 2020

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)

RVR1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).

RVR 1865 = Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local Church Bible Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Título original en inglés:
The Reign of Christ, and the Eternal State by H. H. Snell
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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