EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

Pentecostés o la Fiesta de las Semanas - Las Fiestas de Jehová. ( G. C. Willis)

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Duración: 29:38 min.

Las Fiestas de Jehová - George Christopher Willis

Capítulo 8

Pentecostés o la Fiesta de las Semanas

(Levítico 23: 15 a 21).

        "Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán. Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová. De vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias para Jehová". (Levítico 23: 15 a 17)

        "Y CUANDO hubo venido el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar". (Hechos 2: 1 – VM).

        "Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". (Gálatas 3: 28)


 

Cincuenta días después que la gavilla a ser mecida hubo sido segada y presentada al Señor, y aceptada por Él, el pueblo redimido se reunió de nuevo en el lugar que el Señor había escogido para poner allí Su nombre.

Esto era para celebrar la Fiesta de Pentecostés, (o Fiesta de las Semanas). Pentecostés es la palabra griega para «quincuagésimo». Es notable que esta fiesta se celebrara en "la mañana después del Día de Reposo" (Levítico 23: 15 – JND). Es decir, se celebraba el primer día de una nueva semana. Ello habla de un nuevo orden de cosas que es introducido, basado en la resurrección. Esta fiesta era para ofrecer una de las ofrendas más extrañas de todas las ofrendas que Israel ofrecía a Jehová. ¿Y cuál era esta extraña ofrenda? Eran dos panes de flor de harina, hechos de trigo de los mismos campos que cincuenta días antes habían producido la gavilla por primicias. Pero estos dos panes estaban cocidos con levadura. Ustedes recuerdan lo importante que era que toda la levadura fuese quitada en la Fiesta de los Panes sin Levadura. ¡Qué extraño que la cuarta fiesta tuviese que tener levadura en la ofrenda! Estos dos panes cocidos con levadura eran mecidos por el sacerdote ante Jehová, — presentados a Él y aceptados por Él. Estaban acompañados por todos los sacrificios de olor grato, y también por la ofrenda por el pecado. La ofrenda por el pecado hacía posible que Dios aceptara estos panes cocidos con levadura. La ofrenda por el pecado estaba presente para hablar de la expiación del pecado que era tipificado por la levadura. No había levadura en la Gavilla Mecida por Primicias y, por lo tanto, no se requería una ofrenda por el pecado. Pero observen, la levadura en los Panes Mecidos estaba cocida, y, por lo tanto, había perdido su poder.

Hay una estrecha conexión entre esta fiesta y la fiesta de las primicias. Ellas están unidas entre sí al ser introducidos en el versículo 9 de Levítico 23, mediante las palabras, "Y habló Jehová a Moisés, diciendo". Y las palabras no son repetidas hasta el versículo 23 donde la Fiesta de las Trompetas es introducida. Nosotros podemos ver que, así como la Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura están unidas, del mismo modo la Fiesta de las Primicias, la Fiesta de Pentecostés, y la Siega del versículo 22, están unidas.

Hemos visto que Cristo murió el mismo día de la Fiesta de la Pascua. Hemos visto que Cristo resucitó en el día exacto de la Fiesta de las Primicias. ¿Qué ocurrió el día de la Fiesta de Pentecostés? En ese día, en Hechos 2: 1, vemos que el Espíritu Santo descendió del Cielo, y formó a los cristianos individuales en un solo cuerpo, la Iglesia.

Hace muchos años, yo estaba en el muelle en el puerto de Kobe, Japón, esperando para abordar un barco para Shanghái. Un amado hermano japonés había venido a despedirme. Había otro gran barco al otro lado del muelle a punto de zarpar hacia San Francisco. Muy arriba, en la cubierta superior misma de este transatlántico, había un caballero, evidentemente un hombre importante, que partía hacia América. Un gran número de personas había venido a despedirse de él. En Japón tenían la costumbre de que cada persona que se despidiera llevara un rollo de cinta de papel de color. El amigo que estaba en el barco sostenía el extremo de cada cinta y cada persona en el muelle, al despedirse, sostenía un rollo de cinta.

Mi amigo y yo contemplamos esta escena durante algún tiempo. Puede haber habido cien personas en el muelle, cada una con un rollo de cinta, mientras el caballero en la cubierta superior tenía los extremos de las cintas en su mano. De repente, mi amigo se volvió hacia mí y me dijo: «Hay un retrato de Cristo y Su iglesia. Él es la Cabeza en el Cielo: nosotros somos los miembros aquí abajo. Las cintas representan al Espíritu Santo: y cada miembro está unido a la Cabeza por el Espíritu Santo; y cada miembro, a través de la Cabeza en el Cielo, está unido a todos los demás miembros en la tierra». Fue una dulce lección que nunca he olvidado. En la fiesta de Pentecostés fue dado el Espíritu Santo, el cual une a cada creyente a la Cabeza, y el uno al otro, formando "un solo cuerpo", la Iglesia.

La Iglesia está compuesta por creyentes judíos y gentiles. Los judíos y los gentiles siendo, tal vez, los dos panes para hacer una sola ofrenda. Antes de Pentecostés estos dos pueblos estaban separados por una "pared intermedia". (Efesios 2: 14). Los judíos eran el pueblo escogido, mientras que los gentiles estaban alejados y ajenos, lejos, y sin Dios. Pero ambos se habían mostrado en contra de Cristo, ambos se habían unido para crucificarle. En Romanos 3: 22 y Romanos 10: 12, Dios nos dijo que "no hay diferencia". Ahora bien, en el día de Pentecostés, estos dos, tan lejos el uno del otro, son unidos en una sola ofrenda.

Entonces se cumplió la palabra de que los gentiles habrían de ser coherederos y partícipes de Su un solo cuerpo y de la promesa dada por Él, mediante el Evangelio. "Porque por un mismo Espíritu todos nosotros fuimos bautizados, para ser constituidos en un solo cuerpo, ora seamos judíos o griegos, ora seamos siervos o libres; y a todos se nos hizo beber de un mismo Espíritu". (1ª Corintios 12: 13 – VM).

Este es el lugar especial dado a los santos de esta época, a todos los santos de cada país, desde el día de Pentecostés hasta que el Señor venga a llamar a Su pueblo y a llevarlo de la tierra al Cielo. Este es el llamamiento especial y la porción de la iglesia, el cuerpo de Cristo, en contraste con todo lo que había pasado antes, y con todo lo que seguirá. La Iglesia está unida a Cristo, la Cabeza en el Cielo, y Él está unido a todos Sus santos en la tierra, por medio del Espíritu Santo.

Verdaderamente, "El Señor ha hecho esto, Y es cosa maravillosa a nuestros ojos". Y recuerden ustedes, por favor, que siendo esta la obra de Dios, la Iglesia formada de esta manera nunca puede ser destruida, y es por siempre y para siempre una sola. El hombre no puede dividirla o estropearla, Dios la ha hecho una. Cristo es su Cabeza en el cielo. La Iglesia es Su cuerpo y, ¿quién puede estropear o tocar Su cuerpo? Cristo mismo dijo que las puertas del Hades no iban a prevalecer contra ella. (Mateo 16: 18).

Esta es la Iglesia tal como Dios la ve. Ella comenzó en Pentecostés con el descenso del Espíritu Santo. Ha sido formada desde ese día hasta ahora al ser añadidos a ella los 'llamados a salir afuera' del mundo, y continuará aumentando hasta el día en que el Señor mismo baje del cielo con voz de mando, y llame a Su iglesia, ya sea que ella esté durmiendo o viviendo para Él. Entonces Él se la presentará "a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha". (Efesios 5: 27). No faltará ninguno en esa Iglesia. No faltará ni un solo miembro en ese cuerpo místico. Será perfecto y completo, sin "mancha ni arruga ni cosa semejante".

Nosotros hemos hablado de la Iglesia tal como Dios la ve. Tal vez también deberíamos hablar de ella un poco tal como la vemos en este mundo. La palabra griega es "Ekklesía" y significa "los llamados afuera"; esto me dice que la Iglesia es llamada a salir de este mundo. Ella ya no es parte de este mundo. Está en él, pero no es de él. Leemos en el Nuevo Testamento acerca de tres clases de personas en el mundo de hoy, Los judíos, los gentiles y la Iglesia de Dios. (1ª Corintios 10: 32). Cuando un judío o un gentil cree en el Señor Jesús, entonces él es parte de la Iglesia. En las epístolas del Nuevo Testamento, especialmente las del Apóstol Pablo, el orden de Dios para la Iglesia aquí abajo nos es presentado claramente.

En el Nuevo Testamento no leemos acerca de muchas iglesias como las que vemos a nuestro alrededor ahora, formadas, y con nombres dados por el hombre. Sólo hay una Iglesia, y cada asamblea de santos en cualquier lugar forma parte de esa única Iglesia. Sólo Cristo es la Cabeza de la Iglesia, y tiene el derecho, por medio del Espíritu Santo, de usar a quien quiera, para hablar y ministrar a la Iglesia. Él expresamente prohíbe a una mujer hablar en las asambleas, y nos enseña que todo hijo de Dios es un sacerdote.

Todas estas cosas son enseñadas claramente en el Nuevo Testamento, pero generalmente son negadas en la práctica por los hombres de hoy. Feliz hubiera sido la iglesia hoy, si el pueblo del Señor hubiera obedecido la Palabra del Señor y seguido Su orden, en lugar de hacer que ciertos hombres sólo se interpusieran entre Dios y Sus santos, o tomaran un lugar especial, por encima de sus hermanos.

Pero, consideremos de nuevo esos dos panes mecidos. Ellos pueden tener otro significado. Dos era el número más pequeño que las Escrituras aceptaban como testimonio. Puede ser que estos dos panes tengan el significado de un testimonio débil. En el versículo 16 ellos son llamados, "ofrenda vegetal nueva a Jehová". (Levítico 23: 16 – VM). Esto puede decirnos que esta ofrenda habla de un nuevo tipo de testimonio, algo que ningún hombre había visto antes en la tierra. Nosotros sabemos que Dios dio "las primicias del Espíritu" (Romanos 8: 23) en Pentecostés. El Espíritu nunca habitó en este mundo hasta ese momento. Esto nos dice que la Iglesia es un testimonio completamente nuevo, pero un testimonio débil, del Señor, aquí abajo en la tierra. Y nosotros hemos visto que ella comenzó en el Primer Día de una nueva semana. Todo nos dice que la Iglesia es un orden de cosas completamente nuevo, y que no puede ser mezclada con lo que ha fenecido. Es por este motivo que un cristiano guarda el primer día de la semana, no el Día de Reposo judío.

Las primicias señalaban al Cristo Resucitado, aceptado a favor de Su pueblo en los Cielos. Los panes de Pentecostés también son llamados, "primicias para Jehová". (Levítico 23: 17). Esto demuestra que son uno con "la Gavilla por Primicias". Ella era "primicia de los primeros frutos", los panes son "primicias". Ellos estaban hechos de harina de trigo de los mismos campos que la Gavilla por Primicias. Pero en todas las cosas la Gavilla Mecida era preeminente. Así es con Cristo y Su pueblo. Él es las "primicias" (1ª Corintios 15: 20), y de Sus santos está escrito, "De su propia voluntad él nos engendró, con la palabra de verdad, para que seamos nosotros, en cierto sentido, las primicias de sus criaturas". (Santiago 1: 18 - VM).

Él es "el primogénito", ellos son Sus "hermanos" (Romanos 8: 29), “de uno son todos" (Hebreos 2: 11), "la asamblea de los primogénitos". (Hebreos 12: 23 - RVA). ¡Qué verdad tan gloriosa es ésta! "Como él es, así somos nosotros en este mundo". (1ª. Juan 4: 17). Recibamos esto en nuestros corazones con todas sus cálidas luz y bendición. Ello suena demasiado bueno como para ser verdad, y el corazón del hombre siempre está buscando la manera de dejar de lado la belleza y el poder de esta verdad. Pero creámosla. Recibámosla. Es la verdad de Dios. Nosotros somos verdaderamente ‘uno con Cristo’, estamos ante Dios en Cristo, aceptos en Él, "completos en Él". Ya no estamos en el caído Adán de la tierra, sino en el Segundo Hombre, el postrer Adán, — Cristo resucitado y ascendido al Cielo. Este es el lugar de cada creyente.

Dios ha dado esta bendición a todo Su pueblo. ¡Cuán pocos lo creen! ¡Y cuán poco lo disfrutamos la mayoría de nosotros! Sin embargo, es la verdad de Dios, dada por Dios para ser creída y disfrutada cada día. ¿Cómo hemos de disfrutarla? Por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros, dado a cada creyente. ¿Cuándo reciben los creyentes el Espíritu Santo? — Dios responde, "Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa". (Efesios 1: 13). Y, “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él". (Romanos 8: 9). Lamentablemente, muchos cristianos no creen en estas sencillas palabras de Dios, y oran y hacen muchas cosas no Escriturales esperando recibir el Espíritu Santo. Ellos abren sus mentes a las cosas espirituales, y a menudo los espíritus malignos entran y los hacen comportarse de manera vergonzosa. No se dejen engañar, queridos hermanos, por estas cosas. Cuando ustedes creen en Cristo, Él les da Su Espíritu Santo. Ustedes pueden contristarlo, pero Él no los dejará. David podía orar, "no quites de mí tu santo Espíritu" (Salmo 51: 11), pero esta no es una oración para nosotros, porque desde los días de David, el Espíritu Santo ha sido enviado a este mundo, y estamos sellados por Él "hasta la redención de la posesión adquirida". (Efesios 1: 14). Él nos ha redimido verdaderamente ahora, — nos ha comprado ahora, — el precio ha sido pagado, pero nuestros cuerpos, así como nuestras almas, han sido comprados, y todavía están aquí abajo. Estamos sellados hasta el día en que el Señor tome para Él mismo todo lo que Él ha comprado. Pero la Escritura habla también de ser "llenos del Espíritu". Ser llenos del Espíritu no es lo mismo que ser sellados con el Espíritu. La Escritura dice: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". (Efesios 5: 18). Cuando un hombre se embriaga con vino, queda bajo el poder del vino, y su propia voluntad está sometida al vino. Esto es malo; nosotros los creyentes no debemos permitir que esto suceda, sino al contrario, debemos dejar que el Espíritu Santo nos llene, para que Él lleve a cabo Su propósito, y nuestras voluntades estén sometidas a Él. Pero, tanto si dejamos que Él nos llene como si no, recuerden ustedes que Él mora siempre en los creyentes.

A muchos creyentes les desconcierta el hecho de saber si tienen el Espíritu Santo morando en ellos o no. ¿Podemos mirar a lo alto, a Dios, y desde nuestros corazones decir, ¡Padre! "¡Abba, Padre!" Si nosotros podemos hablarle así a Dios, entonces tenemos el Espíritu Santo morando en nosotros, ya que es solamente por el Espíritu Santo que podemos llamar a Dios, "¡Padre!". Véase Romanos 8: 15.

"Las primicias del Espíritu" (Romanos 8: 23), dadas a todos los creyentes, es el sello de la unidad de ellos con Cristo, las arras y la promesa de resurrección y asociación de ellos con Cristo en la gloria, y el poder para disfrutar ahora de esta gran verdad. Si Cristo no hubiera sido glorificado a la diestra de Dios, el Espíritu no habría descendido a morar en los creyentes. (Juan 7: 39). La presencia del Espíritu Santo en la tierra es el testimonio de que Cristo está glorificado a la diestra de Dios. (Juan 15: 26).

La presencia del Espíritu Santo en la tierra, y la unión de los creyentes con el Cristo resucitado a la diestra de Dios por medio del Espíritu, son las dos grandes marcas de la época actual.

Los dos panes mecidos eran cocidos "con levadura". Ya hemos señalado que la levadura está en todas partes y siempre es una imagen del mal. No había levadura en la ofrenda vegetal (Levítico 2: 11 - VM) porque esa ofrenda es un tipo de Cristo como el Hombre perfecto. Él mismo era completamente puro y santo en todo Su carácter y Sus modos de obrar.

Pero, lamentablemente, Su pueblo no es así. Incluso después de la conversión, y con el Espíritu morando en ellos, los creyentes no están libres del mal, ni de manera individual, ni como Iglesia. La carne aún habita en ellos. La presencia del Espíritu Santo no la expulsa, no la mata, no la cambia, aunque, por la gracia de Dios, su poder ya no tiene por qué gobernar en nuestras vidas. Los panes, y la levadura, eran cocidos. La carne es impedida pero no erradicada. Por lo tanto, el creyente no está libre de pecado. Él no es como era el Señor, apto para ser puesto en el altar para ser aceptado por Dios. Con los dos panes mecidos, era necesario ofrecer una ofrenda por el pecado, y también eran ofrecidas las ofrendas de olor grato.

Presentemos una ilustración. Yo tengo una casa que está alquilada a un inquilino muy malo. Lamentablemente, no tengo forma de sacarlo de mi casa, pero llamo a un nuevo inquilino para que viva en mi casa. Le advierto claramente acerca del antiguo inquilino y de su mal carácter. Le exhorto a que mantenga al antiguo inquilino siempre encerrado en una habitación de la casa. Todo va bien por un tiempo. El nuevo inquilino me cree, y el antiguo inquilino se mantiene en sujeción. Pero después de un tiempo, el antiguo inquilino busca hacer amistad con el nuevo. Él cree que quizás el antiguo no es tan malo como le dije, y después de un tiempo le da al antiguo un poco de libertad. Pronto, muy a su pesar, descubre que el antiguo inquilino está tomando el mando de la casa, y a menos que recurra a alguien de afuera para que le ayude, él está realmente en una mala situación.

Los dos panes eran presentados así a Jehová, con levadura en ellos, pero eran panes y levadura cocidos, y bajo la protección, y cubiertos con la preciosidad de estas ofrendas. Así es como los creyentes, individualmente, y la Iglesia, están ante Dios, como una nueva ofrenda vegetal, aceptada en todo el valor de la persona de Cristo y Su obra expiatoria.

Tan pronto como cualquier cristiano, o compañía de cristianos, piensa que la consagración personal, o el servicio, o la obediencia a la Palabra, o la espera de la venida de Cristo, o cualquier otra obra propia, da algún derecho ante Dios, él se dará cuenta, tarde o temprano, de que ha sido engañado por Satanás. Esto es cierto, ya sea de un derecho para el Cielo o de un derecho para ser arrebatado cuando el Señor venga, o de un derecho para formar parte del Reino. Todo nuestro derecho es a través de la persona sin igual y la obra expiatoria de Cristo.

Y, además, permitan ustedes que les suplique que adviertan que esta Escritura enseña claramente que el mal permanece en el individuo, y en la iglesia, y es enfrentado, no por mi propia obra, sino por la obra de Cristo.

Aunque la iglesia primitiva fue tan nueva y hermosa, pronto se hizo evidente que había levadura en ella, incluso en Jerusalén (Hechos 5: 1), levadura en la doctrina (Gálatas 5: 9), o en lo moral (1ª Corintios 5: 9 y 13). Cuánto más en estos días que vemos aparecer la levadura por todas partes, cuando pueden ser oídas doctrinas de demonios, y cuando los malos hombres y los engañadores van de mal en peor.

Esta aparición de la levadura no tiene por qué sorprendernos, aunque ciertamente debería humillarnos, y debería hacernos regresar a buscar nuestro descanso y fortaleza sobre el único fundamento en el que un cristiano individual, o la Iglesia de Dios, puede descansar: — a saber, Cristo mismo. Él es la Roca sobre la que Su iglesia es edificada, y a pesar de todo el aborrecimiento de los hombres y los demonios, recordemos que nada puede prevalecer contra ella.

Hay una notable expresión más en relación con la Fiesta de las Semanas. Leemos en Deuteronomio 16: 10, "Harás la fiesta solemne de las semanas a Jehová tu Dios; de la abundancia voluntaria de tu mano será lo que dieres, según Jehová tu Dios te hubiere bendecido".

Cuán asombroso es que esto nos recuerda 1ª Corintios 16: 2. "Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado".

Hace mucho tiempo en Israel, en el primer día de la semana, en esa Fiesta que más claramente señalaba a la Iglesia, tenemos esta maravillosa visión, un israelita se presenta ante Jehová con esos sacrificios, la sangre de ellos derramada, con esos dos panes y con una ofrenda voluntaria, según lo había bendecido Jehová su Dios. ¿Podríamos tener una imagen más perfecta de nosotros mismos en esta época de la gracia al reunirnos en la presencia del Señor para recordar Su muerte? Tenemos el pan y el vino sobre la mesa, y el privilegio de dar al Señor nuestra ofrenda voluntaria según Dios nos "haya prosperado".

Y adviertan ustedes, además, que la dación de esa ofrenda voluntaria es seguida inmediatamente por esta Palabra: "Y te alegrarás". Lean ustedes mismos estos versículos, Deuteronomio 16: 10, 11. El gozo era la marca de esa fiesta y cuán apropiado es que el gozo y la alabanza marquen nuestra fiesta cuando recordamos a nuestro Señor Jesús, el "don inefable" de Dios, aunque es cierto que, 'Con una mezcla de gozo y dolor hacemos memoria de Ti'.

Es muy llamativa la forma en que el Espíritu de Dios vincula nuestra dación con nuestro gozo. Comparen ustedes con 2ª Corintios 8: 1 a 4, donde leemos acerca de la liberalidad de los queridos hermanos macedonios, que habían enviado tantas veces al Apóstol: "una y otra vez" a él en Tesalónica: Filipenses 4: 16; a él en Corinto: 2ª Corintios 11: 9; y otra vez a él en Roma: Filipenses 4: 10. El Apóstol escribe a los santos acaudalados de Corinto, (de los cuales no aceptaría nada: 2ª Corintios 11), "ADEMÁS, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que ha sido dada en las iglesias de Macedonia; cómo en medio de una grande prueba de aflicción, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza han redundado para aumento de las riquezas de su liberalidad. Pues que les doy testimonio, que según sus fuerzas, y aun sobre sus fuerzas, contribuyeron de voluntad propia; rogándonos con mucha instancia se les concediese el favor de participar en el ministerio del socorro de los santos". (2ª Corintios 8: 1 a 4 – VM).

Pero, una palabra más sobre la "ofrenda voluntaria". ¿No es cierto, queridos hermanos, que a menudo fracasamos justo aquí? Cuando damos al Señor, en el día del Señor en esa "fiesta", yo pregunto, ¿nuestro don es siempre el rebosar de gratitud de un corazón agradecido? ¿Realmente nuestro don representa la medida en que Dios nos ha prosperado?

¿Damos nosotros " según Jehová tu Dios te hubiere bendecido"? Tenemos que confesar con vergüenza que muy a menudo no lo hacemos. A veces damos lo menos posible y seguimos siendo respetables. A veces es simplemente una cuestión de costumbre. Siempre damos una cantidad determinada sin pensar en cómo Dios nos ha prosperado o cómo nos ha bendecido el Señor. ¿No explica esto la falta de "abundancia" (verdadera abundancia) en muchas de nuestras vidas? Nosotros oramos por la bendición del Señor, pero cuando Él nos bendice, olvidamos por completo ofrecerle a Él en reconocimiento y en la medida de esa bendición.

Lejos esté el pensamiento de que es un asunto de ley con respecto a nosotros ahora. Nunca en el Nuevo Testamento, por lo que sabemos, se sugiere que debemos dar una décima parte de nuestros ingresos. No, se trata esencialmente de una "ofrenda voluntaria", dada enteramente por nuestra propia voluntad, dada en el momento en que recordamos de qué manera el Señor se entregó a Sí mismo, entregó todo, por nosotros, y mi don es la señal de mi apreciación de Su don, y es el rebosar de mi corazón en acción de gracias a Él. El señor J. G. Bellett comenta: «"El mundo dará lo que le sobra, el Señor da aquello que le costó todo. Juan 14:  27». Nuestra dación es en realidad exactamente como una adoración tan verdadera como nuestros himnos de alabanza o de acción de gracias. De hecho, los tenemos relacionados en Hebreos 13: 15, 16, "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, … Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios".

Además, las Escrituras relacionan nuestro gozo con nuestro dar. Recuerden las palabras de nuestro Señor Jesús, cuando dijo, "Más bienaventurado es dar que recibir". (Hechos 20: 35). Nuestro Dios es un Dios que da, y ahora nos da el privilegio y el gozo de darle a Él. Aunque en verdad cada uno de nosotros debe decir con David de antaño, "De lo recibido de tu mano te damos". (1º Crónicas 29: 14). "No sois vuestros... habéis sido comprados por precio".  (1ª Corintios 6:19, 20.) Todo, todo lo que nosotros tenemos para ofrecer es realmente ya Suyo. Suyo por creación, y Suyo por Redención, pero Él se deleita en darnos el gozo de devolverlo a Él mismo. ¿Es posible que tan incomparable gracia sólo proporcione una excusa para que estos miserables corazones nuestros den menos al Señor de lo que la ley exigía, y gasten más en nosotros mismos de lo que a Israel se le permitía hacer?

¿Podemos más bien copiar a esos queridos santos macedonios de los que Pablo escribe en 2ª Corintios 8: 5? Ellos presentaron su "ofrenda voluntaria", pero Pablo dice, "no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor". Demos nosotros de la misma manera.

Recordarán ustedes que incluso nuestro signo de escritura chino mismo para 'Alegría, gozo o bienaventurado', a saber, 'Fuh' () incluye un altar, un sacrificio sobre el altar, y, junto a él, (indicando en qué consiste el sacrificio) 'una boca' (yo mismo); y 'campos' (todo lo que yo poseo). Esto nos habla acerca de que el verdadero gozo se encuentra cuando presento mi cuerpo, un sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios, que es mi culto, o servicio, racional (Romanos12:1). Y conmigo daré al Señor, no una décima parte, sino todo lo que poseo. Querido lector, de verdad hagamos esto.

Si todo el reino de la naturaleza fuera nuestro,

Y una ofrenda fuese demasiado pequeña;

Un amor que trasciende nuestros más altos poderes,

¡Exige nuestra alma, nuestra vida, nuestro todo!


G. C. Willis

 

Traducido del Inglés al Español por B.R.C.O.-

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones tal como las que son indicadas a continuación:

 

JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por Benito Carnio.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Título original en inglés:
The Feasts of Jehova, by G. C. Willis
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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