EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

VUESTRA SALVACIÓN (J. T. Mawson)

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VUESTRA SALVACIÓN

 

J. T. MaAwson

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito

 

"Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad".

(Filipenses 2: 12, 13).

 

Nosotros estábamos sentados en una habitación donde jugaba un pequeño niño; él recién había comenzado a hablar y a andar y estaba poniendo a prueba sus recién halladas facultades. Mientras él corría temblorosamente de una silla a otra, le oímos decir para sí mismo: «Cuidado con el tope, C - - .» Una madre cuidadosa le había advertido del peligro que acechaba justo ahí, y ahora él estaba repitiendo la advertencia de ella a sí mismo, y así se estaba ocupando en su salvación con respecto a ello.

 

Dios nos ha advertido en su Palabra con respecto a dónde están los peligros, y si tenemos en cuenta Su Palabra y somos obedientes a ella, nosotros, también, nos ocupamos en nuestra salvación con temor y temblor. "En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos". (Salmo 17: 4).

 

Pero, no sólo somos preservados de caer en las trampas del diablo por el saludable temor a ellas, sino también por la atracción de algo mayor y mejor que la tentación presenta. En la antigua mitología griega leemos acerca de las sirenas, hermosas de voz, pero malignas de alma. Vivían junto al mar y cantaban sus más dulces cánticos mientras los barcos pasaban por allí para atraer a los marineros a la destrucción en su traicionera orilla. Cuando los Argonautas zarparon hacia el Ponto Euxino (o Mar Negro) en busca del vellocino de oro, ellos sabían que debían pasar por este punto de peligro, y para no desviarse de su propósito por los seductores cánticos de las sirenas, indujeron a Orfeo, el mayor poeta y cantor de aquellos tiempos, a que los acompañara.

 

Todos los días de aquel viaje él derramó sus más encantadores acordes en los oídos de aquellos marineros de modo que cuando llegaron al punto de peligro las Sirenas cantaron en vano; los Argonautas pasaron de largo con desprecio pues la música inferior no tenía para ellos ningún encanto debido a los acordes más dulces que llenaban sus oídos.

 

Así actúa Dios en su gracia. Cristo nos es presentado con todo ese maravilloso encanto que ha conquistado nuestros corazones y, con el ojo y el corazón llenos de Su sobrecogedora hermosura, nuestras almas están a prueba del falso glamour que sólo atrae para destruir. La misma santa Palabra de Dios que nos advierte del peligro que nos rodea, también nos desvela las excelencias de Cristo. Considérenlas ustedes tal como ellas nos son presentadas en este segundo capítulo de Filipenses. Al considerarlas nos vemos obligados a cantar—

 

'Resplandor de gloria eterna será Tu indecible alabanza.

¿Quien acallaría la historia celestial del Cordero que vino a morir?

 

Él vino desde la más plena gloria de Dios

hasta la profundidad de aflicción del Calvario;

Ahora en lo alto nos inclinamos ante Ti,

y emanan corrientes de incesantes alabanzas.'

 

El mundo no tiene nada que mostrarnos o contarnos semejante a esa maravillosa historia, y no nos extraña que Pablo, que conocía tan bien al Señor, escribiera, "Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor". (Filipenses 3: 7, 8).

 

"Ahora bien, a menudo se supone que este pasaje, a saber, "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor", es una exhortación a trabajar para obtener o conservar la salvación, pero quienes lo usan así no conocen la gracia de Dios, ni la suprema excelencia de la obra de Cristo. Leemos, "Por gracia sois salvos... no por obras, para que nadie se gloríe". (Efesios 2: 8, 9). Así dice la Escritura, y ella no puede ser quebrantada, ni puede ser contradicha. Las palabras fueron escritas para aquellos que ya eran salvos, que tenían dentro de ellos la nueva vida, la nueva naturaleza y el nuevo poder, — para aquellos que ejercitándose en tales cosas iban a ser preservados en la senda de la complacencia de Dios en obediencia a Su voluntad. ¿Y quién puede obedecer la Palabra de Dios sino aquellos que son Sus hijos por gracia? ¿Acaso no está escrito que "los que están en la carne no pueden agradar a Dios"? (Romanos 8: 8 – VM).

Cuando nosotros visitamos el Transvaal en el sur de África, bajamos a una de las minas de oro y vimos cómo se extraía el cuarzo de las entrañas de la tierra para procesarlo y extraer el oro que contenía; además, poco después vimos las barras de metal amarillo listas para ser enviadas a la casa de la moneda de Inglaterra. El oro estaba allí en la mina en primer lugar, pero era necesario ocuparse en él para que fuera útil en el mundo y para que los propietarios obtuvieran beneficios. Lo mismo ocurre con nosotros, los creyentes: hay que ejercitarse, ser diligentes y trabajar para que lo que Dios ha puesto en nosotros pueda ser dispuesto para Su alabanza y Su gloria y la bendición de los hombres. Pero sólo una mina de oro puede producir oro, ustedes trabajarían en vano por él en cualquier otra mina. Y así, sólo la persona verdaderamente salva puede ocuparse en la salvación.

 

Pero, hay todavía un asunto de gran importancia en este pasaje que no debe ser pasado por alto: a saber, "Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad". Nosotros no tenemos ningún poder en nosotros mismos de manera natural, y muchos Cristianos están muy decepcionados porque pasan por alto este principio. Es Dios quien obra en nosotros tanto la voluntad como la energía. Así como un poderoso dínamo eléctrico suministra a la fábrica la fuerza necesaria para la producción de aquello para lo cual fue erigida, así Dios, por medio del poder del Espíritu Santo, obra en nosotros Su voluntad y Su modo de obrar, para que podamos seguir al Señor totalmente, y complacer a Aquel que nos ha comprado a un costo tan grande. Nuestro lugar es obedecerle, someternos sólo a Él, sin confiar en la carne; entonces seremos hijos de Dios, irreprensibles y sencillos, y sólo por nuestra obediencia a Él podemos demostrar que lo somos. Y los que son hijos de Dios son muy necesarios porque el mundo es maligno y perverso; y las tinieblas y la muerte tienen a los hombres en su terrible esclavitud y ellos necesitan la luz que sólo puede venir de Dios, y de la Palabra de vida.

 

Qué bueno sería que nosotros pudiéramos ver las cosas como las veía Pablo cuando escribió estas palabras. Él vio una corriente de muerte y de tinieblas que alejaba cada vez más a los hombres hacia una eternidad perdida, y vio también a los hijos de Dios, rescatados de ese temible río, libertados de él y alejados de él, proyectando la luz de ellos sobre sus oscuras aguas, y extendiendo la Palabra de vida, la única esperanza de vida, a las pobres víctimas que estaban en él. Ah, tenemos que ocuparnos en nuestra salvación, no sólo para ser testigos de Dios, sino también para ser testigos para los hombres, no dándoles a ellos ningún motivo para culparnos, sino todos los motivos para bendecirnos.

 

J. T. Maawson

 

Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Mayo 2021

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Título original en inglés:
Your Own Salvation, by J. T. Mawson
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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