Revista VIDA CRISTIANA (1961 a 1969)


Revista VIDA CRISTIANA (1961 a 1969)

EL PADRE (Juan 14 al 17)

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EL PADRE

 

(Juan 14 - 17)

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60)

 

 

"Y les he dado a conocer tu nombre…"

 

"Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún." (Juan 17:26). Estas palabras han sido dirigidas por Jesucristo al Padre respecto a los santos. Ellas nos revelan que la gran obra del Señor ha sido la de dar a conocer el Padre a los santos; es lo que había realizado ya y lo que se proponía realizar aún.

¡Qué bendición es la de poder afirmarnos que constituimos los objetos de una tal enseñanza - el Hijo alimentando y de­sarrollando en nosotros el sentido y la inteligencia en el amor del Padre, ocupándose en proporcionar a nuestros corazones un gozo tan excelso, y de dárnoslo en abundancia! Puede que seamos remisos y lentos en saber aprender esta lección; por naturaleza estamos llenos de desconfianza siempre que se trata de considerar los fines de la gracia de Dios hacia nosotros, siendo necesaria toda la diligencia y todo el poder de Cristo para que logremos aprender una lección como ésta que el Señor nos presenta aquí: "les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún." Esta es la lección que Cristo nos presenta y quiere enseñarnos, quedando magnificada Su gracia en igual medida que es manifestada nuestra incapacidad en aprender su ense­ñanza.

 

 

"la casa de mi Padre"

 

Los capítulos precedentes (Juan 14 - 16) nos muestran a Cristo manifestándonos al Padre. Empiezan por declararnos que el Padre nos ha abierto Su propia casa, y, lo que es aún más, que la ha preparado directamente en vista de nosotros, ha­biendo preparado muchas moradas para que tengamos en ellas un lugar seguro. (Juan 14:2).

 

 

"el que me ha visto a mí, ha visto al Padre"

 

A continuación, Jesús dice a Sus discípulos, no sin dejar de señalar que era sensible a su incredulidad, que el Padre se había revelado ya a ellos. "¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre." Las cosas que les había revelado y había hecho, lo habían sido como hechas por el Hijo como Aquél que era en el Padre, y en quien también habitaba la plenitud de Este. (Juan 14: 5-14). La incredulidad de los discípu­los era la incredulidad natural, la incapacidad natural del corazón para aprender las lecciones del Padre de lo que ya nos hemos ocupado, siendo aquí reprendida por el Señor tal incredulidad. Solamente la fe puede sentarse en la escuela de Cristo - la fe es el principio que escucha y obedece. Los razonamientos del hombre le alejan de este lugar de ben­dición.

 

 

"yo voy al Padre. Todo lo que pidiereis al Padre... lo haré"

 

No obstante, Jesús prosigue Su lección a pesar de la indi­ferencia de los Suyos, manifestando que, aún después de Su ascensión, el Padre sería glorificado en las obras y experien­cia de los fieles (Juan 14: 12-14). "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre."

 

 

"yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador"

 

A continuación, les manifiesta que el Consolador, el Es­píritu de verdad, el Espíritu Santo, vendría a ellos como el Espíritu del Padre para hacerles conocer que no habían que­dado huérfanos, sino que tenían la vida del Hijo en ellos mismos.

 

 

"será amado por mi Padre"

 

Les repite que si ellos guardaban Su Palabra, ciertamen­te gozarían en sus almas de la presencia y comunión del Padre y de Él mismo, ya que la Palabra que les era manifestada no era la Suya propia, sino la del Padre que le había envia­do (Juan 14: 21-24). Esta palabra, o mandamiento, que los discí­pulos tenían que guardar para que les fuera asegurada una perfecta comunión, era en cuanto a la manifestación de Su amor, por cuanto esta revelación era manifestada por el Hijo de parte del Padre, no siendo una palabra venida de un rey, de un juez, o de un legislador. (compárese con Juan 13:34; Juan 15: 12 y 17).

 

 

"mi Padre es el labrador"

 

Por todas estas formas, tan bendecidas, Jesús nos mani­fiesta el nombre de Su Padre, y no quiere ser Él mismo más que el testigo y servidor de esta gloriosa revelación. Su propia gloria personal se halla implicada en este servicio, pero no es éste el objeto de Su manifestación: Su fin es el de revelar­nos o hacernos conocer al Padre. Su fin es siempre éste, lo cual nos queda perfectamente revelado a medida que avan­zamos en la consideración de esas maravillosas manifesta­ciones. Jesús declara que Su Padre es el labrador, y que el fruto por Él buscado es un fruto digno de la mano del Padre, un fruto que los hijos, no en su condición de servidores, deben llevar en sí mismos (Juan 15:1).

 

 

"os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer."

 

De igual manera la posición de amigos en la cual son in­troducidos respecto a Él, lo es en relación con el Padre, pues­to que son propiamente los secretos del Padre que, en el gozo de la confianza y amistad, les son comunicadas (Juan 15:15).

 

 

"han aborrecido a mí y a mi Padre"

 

Al final de este capítulo 15, vemos que Jesús presenta al mundo simplemente bajo el carácter de un mundo que ha odiado al Padre, revelado en y por el Hijo. (Juan 15: 23-24). "El que me aborrece a mí, también a mi Padre aborrece".

 

 

"todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará."

 

Es maravilloso considerar cómo se ha cumplido el objetivo del Señor: "yo les he dado a conocer tu nombre." Segui­damente, Jesús anticipa el día del Espíritu Santo, haciéndolo, empero, en relación constante con el Padre. El Espíritu era el Espíritu del Padre, dado por Él, enviado por Él (Juan 14: 16 y 26; Juan 15:26); y cuando el Espíritu habrá venido como divino Consolador, los discípulos pedirían al Padre, y recibi­rían de Él, para que este gozo fuera su parte, como hijos conociendo el amor y la bendición del Padre (Juan 16: 23-24). En Juan 16:24, vemos que no es el hecho de recibir lo que completa el gozo recibido, sino el saber que el corazón y el oído del Padre están dispuestos a escucharles. Es el Padre, no el don, el objeto del gozo. Al mismo tiempo, tendrían plena conciencia de su adopción y del lugar que les ha sido pre­parado cerca del Padre. Un poco más adelante, y como glo­riosa síntesis de todo lo que había sido manifestado por Él, el Señor añade que Sus intercesiones por los Suyos en el cielo no debían ser interpretadas como si ellos y el Padre estuvie­ran más o menos a distancia unos del Otro, sino que debían estar plenamente seguros de que el amor del Padre reposaba ya sobre ellos en la plena potencia de la relación inmediata en que habían sido colocados por el Padre (Juan 16: 26-27).

 

 

"Padre... han conocido que tú me enviaste"

 

Es pues el nombre del Padre dado a conocer por Jesús a todo lo largo de estos maravillosos capítulos que introducen el Padre en los pensamientos y gozos de sus corazones. Y si el amor y el cielo tienen algún valor para nosotros, tanto más apreciadas serán estas comunicaciones para nuestros cora­zones. Con referencia al último capítulo (Juan 17), bien podemos decir que nada proporciona tanta alegría y gozo a Dios como el ver que, por la fe, hemos recibido en este mensaje las Palabras del Padre. El Hijo nos ha traído del Seno del propio Padre un mensaje de amor, y si, en esta circunstancia puede dar a conocer al Padre que hemos recibido tal mensaje, ésta es la mejor respuesta que Él pueda llevarle; además, la aceptación de esta Palabra respecto al Padre será también nuestra más verdadera santificación o separación del mundo, puesto que el mundo es ciertamente lo que rechaza el cono­cimiento del Padre.

 

Resumiendo, podemos decir que en los capítulos 14 al 16 del evangelio de Juan, el Señor quiere poner nuestras almas en relación con el Padre, quiere que estén llenas de los pensamientos del Padre. Los recuerdos, los ejercicios presentes del Espíritu, las esperanzas, todo es por Él en relación con el Padre. Él nos dice que en la casa del Padre vamos a estar pronto, que en Sus manifestaciones era el propio Padre quien obraba y se manifestaba en Él, de tal manera que lo que fue dicho y hecho eran las obras y palabras del propio Padre; y pronto Sus discípulos podrían realizar tan grandes obras como las Suyas, puesto que Él iba al Padre y que el Consolador les sería enviado por Él mismo, fructificando en ellos, puesto que el Padre era el propio cultivador o labrador. Añade que el mundo les odiaría, puesto que él no conoce al Padre ni al Hijo. El Padre mismo les amaba, y pronto tendrían concien­cia de sus relaciones con Él.

 

Si el Espíritu de verdad, el Consolador, realiza esta obra en nosotros, bien podemos sellar estas palabras: "Os conviene que yo me vaya" [1].

 

Amados hermanos, ¡que tan venturoso sentimiento de nuestra relación con el Padre satisfaga y llene más abundan­temente nuestras almas!

 

[1] Podemos decir así que el propósito del Señor, manifestado en el capítulo  13 de este evangelio de Juan es poner nuestras almas en comuni­cación con Él en el cielo. Él se presenta a nosotros desde el cielo, la verdadera morada del amor y de la gloria, pues Él debía volver al lado del Padre, y recibir allí todas las cosas de parte de Dios en Sus manos. Y, de esta manera, es anticipado el cielo como morada permanente del amor y de la gloria para Él. "Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba…" (Juan 13:3). "Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en El... Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará." (Juan 13: 31-32).

Seguidamente se nos asegura que Su amor para nosotros no cesaría allí arriba de ser plenamente activo, y que, en Su servicio para nuestras necesidades, a pesar de hallarse allí arriba, no seríamos jamás olvidados, ni nosotros, ni nuestras necesidades. A tal fin busca ponernos en comunicación con Él tal cual Él es en el cielo, de la misma manera que más adelante, en los capítulos 14 al 16 de este mismo evangelio de Juan nos pone, como ya lo hemos hecho observar, en comunicación con el Padre.

 

 

Traducido de "Le Messager Evangélique"

 

Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1961, No. 53.-

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