COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 6 (William Kelly)

Home

Para oír o descargar pulse este botón

Duración: 32 minutos y 02 segundos.

EPUB

MOBI

Pulse esta imgen para decargar

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Mateo 6

 

Mateo 6 comienza con lo que es incluso más elevado que lo que hemos tenido. Las diversas exhortaciones del capítulo 5 sacaron a la luz el principio cristiano en contraposición a lo que era exigido y permitido bajo la ley. Ahora la ley es omitida : ya no hay ninguna alusión expresa a ella en el discurso de nuestro Señor. El primer principio de toda piedad sale a relucir ahora en su forma más dulce, a saber, el tener que ver con nuestro Padre en secreto; el cual nos entiende, ve todo lo que está pasando dentro y alrededor de nosotros, nos escucha y nos aconseja, ya que, de hecho, Él tiene el más profundo interés en nosotros. Lo que sale a la luz en este capítulo es la relación interior y divina del santo: es decir, nuestros vínculos espirituales con Dios, nuestro Padre, y la conducta que debiese emanar de ellos. Por lo tanto, dice nuestro Señor, "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos". La versión de la Biblia en Inglés (KJV) en el versículo 1 traduce "limosna" en vez de "justicia", y yo me tomo la libertad de sugerir que una mejor traducción es "justicia" en lugar de "limosna", lo cual apoyan algunas de las mejores fuentes. Existen aquellos que difieren aquí como en otras partes, pero, al mismo tiempo, los motivos internos y espirituales confirman los fundamentos externos. Así, si la palabra "limosna" es usada  en el primer versículo, ¿acaso no hay una mera repetición en el siguiente? Por otra parte, tomen ustedes la palabra como "justicia" (así lo dice el margen), y todo es claro. El contexto lo apoya. Porque se observará que en los siguientes versículos nuestro Señor divide la justicia en tres porciones distintas: en primer lugar, la limosna; después, la oración; en tercer lugar, el ayuno. Es evidente que estas son las tres partes de los procederes justos del santo, tal como los ve nuestro Señor en este discurso.

 

1) Con respecto a la limosna, que era algo muy práctico, el principio de la misericordia entra, como no podría serlo en todos los casos de dar. Ello es una cosa que es hecha seria y solemnemente, y sale del corazón. Ello es hecho a la vista de Dios. La amonestación general es ésta: "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos". Por lo tanto, (a base de esta exhortación), "Cuando, pues, des limosna", lo cual era una rama de esta justicia, "no hagas tocar trompeta delante de ti", aludiendo a ciertas formas de notoriedad y autoelogio adoptados en aquel entonces por los judíos, — el espíritu que pertenece a los hombres en todas las épocas. Hay pocas cosas en que la vanidad humana se delata a sí misma de manera más evidente que por medio del deseo de ser conocido por medio de dar limosna. ¿Y qué es lo que trae la verdadera liberación de este lazo de la naturaleza? "Cuando, pues, des limosna,  (observen ustedes que Él hace que esto sea ahora enteramente individual) "no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". Es decir, no se trata simplemente de que uno no proclame públicamente lo que ha sido hecho, sino que ni siquiera uno lo haga a uno mismo. No sólo la mano izquierda de otro no debe saber lo que hace tu mano derecha, sino que tu propia mano izquierda no debiese saberlo. Cortantes son las palabras del Señor para todo lo que se parece a autocomplacencia. El gran argumento es éste: que todo sea hecho para nuestro Padre. No es simplemente un asunto de deber; sino que el amor de nuestro Padre ha salido a relucir, y esta es Su voluntad con respecto a nosotros. Él sabe lo que es mejor, y nosotros lo ignoramos. Podríamos pensar en proporcionar la mayor felicidad rodeándonos de lo que más nos gusta; pero el hecho de soltar los medios de disfrute personal nos abrirá nuevas fuentes de bendición. Además, lo que debiésemos desear es que la limosna sea "en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". Nosotros encontraremos esto repetido en cada punto de lo que aquí es llamado nuestra "justicia". Siempre se hace espacio a la carne donde no existe el hábito cultivado de que lo que se hace queda entre nuestro Padre y nosotros. No, es más, nuestro Señor quiere que desestimemos el pensamiento mismo en el seno del Padre, el cual no lo olvidará.

 

2) Lo mismo ocurre en cuanto a  la oración. La alusión parecería ser a la práctica de que todos los días, cuando llegaba una hora específica, se encontraba a las personas orando en público en lugar de perderse el momento. Es evidente que todo esto era, en el mejor de los casos, de lo más legal, y abría la puerta a la exhibición y a la hipocresía. Ello pasa por alto totalmente la gran verdad que el cristianismo saca a la luz de forma tan completa, a saber, que es totalmente erróneo hacer las cosas como muestra, o como una ley, o de cualquier forma para que otros las vean, o para que nosotros mismos pensemos en ellas. Nosotros tenemos que ver con nuestro Padre, y con nuestro Padre en lo secreto. Por eso nuestro Señor dice: "Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". (Versículo 6). Esto no es, en absoluto, negar la conveniencia de la oración pública; pero aquí no se hace referencia a la súplica unida.

 

En cuanto a la Oración del Señor (que comienza con las palabras, "Padre nuestro"), ella era para aquellos discípulos individualmente, los cuales requerían ser enseñados en los primeros principios mismos del cristianismo. Pues esto es parte de lo que el apóstol llama, "la palabra inicial de Cristo", cuando él dice: "Por lo cual, dejando ya la palabra inicial de Cristo, avancemos a lo que pertenece al crecimiento pleno, no echando de nuevo un fundamento de arrepentimiento de obras muertas y de fe en Dios, de doctrina de lavamientos, y de imposición de manos, y de resurrección de muertos, y de juicio eterno; y esto haremos si lo permite Dios". (Hebreos 6: 1-3 – JND). El apóstol admite que todas estas eran verdades muy importantes; ellas son verdades que los judíos piadosos debiesen haber conocido antes de que la redención fuera llevada a cabo, pero éstas no aportaban todo el poder del cristianismo. Ellas eran muy ciertas, y seguirán siéndolo siempre. Nunca puede haber algo que debilite la importancia del arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios. Pero ni siquiera se dice, la fe en Cristo. Sin duda, la fe en Dios permanece siempre; pero aun así, hasta que Cristo murió y resucitó, había una gran cantidad de verdad que ni siquiera los discípulos eran capaces de sobrellevar. Nuestro Señor mismo lo dice. (Véase Juan 16: 12-15). Por eso el apóstol les dice: "Dejando ya la palabra inicial de Cristo” (lo que Cristo sacó a la luz aquí abajo, y que se adaptaba perfectamente al estado de los discípulos de aquel entonces), "avancemos a lo que pertenece al crecimiento pleno". No hay pensamiento alguno acerca de renunciar a eso, pero, asumiendo eso como una verdad fija, avancemos a la comprensión de Cristo tal como Él es ahora, lo cual es el significado aquí de la expresión, "crecimiento pleno". No se trata de un mejor estado de nuestra propia carne; tampoco se refiere a algo que vayamos a ser en una vida futura; sino a la doctrina completa de Cristo tal como Él es ahora, y glorificado en el cielo, — como es sacado a relucir en esta epístola. Cristo está en el cielo; allí está Su sacerdocio; Él entró en el poder de Su propia sangre, habiendo obtenido eterna redención. Es Cristo como está ahora en lo alto; allí tienen ustedes este conocimiento pleno. En la misma epístola él habla de Cristo como habiendo sido perfeccionado por medio de aflicciones. (Hebreos 2: 9, 10). Él siempre fue perfecto como persona, — nunca pudo ser otra cosa. Si hubiese habido algún defecto en Cristo en la tierra, Él debió haber sido, tal como la ofrenda que tenía un defecto, incapaz de ser ofrecido por nosotros, en nuestro lugar. En los sacrificios judíos, si el animal moría por sí mismo, ni siquiera podía ser comido. De este modo, en cuanto a nuestro Señor, si hubiera existido el principio de la muerte en Él, si Él no fuera Aquel que vive en todo sentido, sin la más mínima tendencia a la muerte, Él nunca podría ser el fundamento de Dios, ni el nuestro. Él en verdad padeció la muerte, la víctima voluntaria en la cruz; pero esto fue sólo porque la muerte no tenía ningún dominio sobre Él. Todo hijo de Adán tiene la mortalidad actuando en él. El Segundo Hombre incluso pudo decir aquí abajo: "Yo soy la resurrección y la vida". (Juan 11: 25). Esa es la verdad en cuanto a Cristo mismo. Si bien es perfectamente cierto que Cristo fue siempre moralmente perfecto, — perfecto también no sólo en Su naturaleza divina, sino en Su humanidad, — absolutamente inmaculado y aceptable para Dios; sin embargo, había, no obstante, una montaña de pecado que necesitaba ser quitada de nosotros, y una nueva condición en la que debíamos entrar, en la que Él podía asociarnos con Él mismo. Aunque absolutamente sin pecado en Él mismo, él fue perfeccionado a través de aflicciones; Él pasó a través de este curso de aflicciones a la bendición en la que Él está ahora como nuestro Sumo Sacerdote ante Dios.

 

Acerca del tema de la Oración del Señor sólo haré algunos comentarios ahora. Pero, una vez más, me gustaría señalar que ella es totalmente individual. Muchos podrían unirse para decir "Padre nuestro"; pero un alma estando sola en su aposento todavía diría "Padre nuestro", porque piensa en otros, en discípulos, en otro lugar. Sin embargo, es evidente que el Señor no prevé el uso de esta oración, sino en el aposento y para la condición en que se encontraban los discípulos. No tenemos ningún indicio de que ella fuera empleada formalmente después del día de Pentecostés. Hubo otras necesidades y deseos, otras expresiones de afecto hacia Dios, sacadas a relucir entonces, a las que el Espíritu Santo conduciría a los que habían salido de la condición de minoría de edad, o de inmadurez, por haberle recibido a Él en sus corazones, por lo cual podían clamar: "¡Abba, Padre!". Esa es la clave del cambio, y el Nuevo Testamento es perfectamente claro al respecto. (Compárese con Gálatas 3: 23-26; Gálatas 4: 1-7).

 

Sin embargo, consideremos la oración misma; porque nada puede ser más bienaventurado, y toda la verdad de ella permanece para nosotros. "Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería". (Versículo 7 – LBA). Ahora bien, es evidente que nuestro Señor no prohíbe la repetición, sino la repetición sin sentido, vana. Nosotros encontramos a nuestro Señor mismo, cuando Él estaba en agonía en el huerto, repitiendo tres veces las mismas palabras. Pero Él prohíbe tajantemente la repetición sin sentido, vana y formal, ya sea que se trate de palabras leídas en un libro, o de frases construidas por la mente. Además, permitan que yo insista en el hecho evidente de que nuestro Señor no está proveyendo aquí para las necesidades públicas de la Iglesia; ni tampoco oímos que ello haya sido entendido así. No existe el más mínimo pensamiento de tal cosa después del don del Espíritu Santo, cuando la Iglesia fue formada y estuvo en funciones en este mundo. De modo que, si bien la Oración del Señor fue presentada como el modelo más perfecto de oración, y puede haber sido usada tal cual por los discípulos antes de la muerte de nuestro Señor y del don del Espíritu Santo, aun así, parece ser evidente que después no fue así. El Nuevo Testamento es, obviamente, la única prueba de esto. Cuando llegamos a la tradición, encontraremos toda clase de dificultades acerca de esto así como acerca de otros temas, pero la palabra de Dios no es oscura. De ninguna manera nos deja con la incertidumbre en cuanto a cuál es el pensamiento de Dios: de lo contrario, el propósito mismo de una revelación se vería frustrado. ¿Cuál es, entonces, la utilidad permanente de la oración? ¿Por qué ella es presentada en la Escritura? El principio permanece siempre verdadero. Yo creo que no hay una cláusula de esa oración que uno no podría proferir ahora, incluso, "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores". Porque es un error suponer que ello coloca al pecador en el terreno de la oración para adquirir el perdón de sus pecados. Nuestro Señor habla del creyente, — del hijo de Dios. Nosotros necesitamos desplegar nuestras faltas y defectos diarios ante nuestro Dios y Padre, tal como Él nos anima a hacer día a día. Se trata de Su gobierno que, sin acepción de personas, juzga según la obra de cada uno; y por eso Él no aceptará la petición de uno que abriga una disposición implacable hacia los demás, incluso si ellos nos han hecho un mal muy grave.

 

El hábito de examinarse uno mismo y de confesar a nuestro Padre es muy importante en la experiencia cristiana; de modo que yo creo que esta cláusula es tan verdadera y aplicable en la actualidad como lo fue para los discípulos de aquel entonces. Cuando el pobre publicano dijo: "Dios, sé propicio a mí, pecador" (Lucas 18: 9-13), nosotros tenemos otra cosa tan apropiada en su caso como lo fue para el hijo de Dios al decir, "Padre nuestro". Por otra parte, cuando el Espíritu Santo fue dado, y el hijo pudo acercarse al Padre en el nombre de Cristo, tenemos, sin embargo, algo diferente. La Oración del Señor no reviste al creyente con el nombre de Cristo. ¿Qué significa pedir al Padre en ese nombre? La pregunta es, ¿Puede ser simplemente decir, "en Su nombre", al final de una oración? Cuando Cristo murió y resucitó, Él dio al creyente Su propia posición delante de Dios; y entonces, pedir al Padre en el nombre de Cristo es pedir en la conciencia de que mi Padre me ama como ama a Cristo; que mi Padre me ha dado la aceptación de Cristo mismo ante Él, habiendo borrado completamente todo mi mal, como para ser hecho justicia de Dios en Cristo. (2ª Corintios 5: 21). Pedir en Su nombre es orar en el valor de esto. (Compárese con Juan 16). Cuando el alma se acerca, cuando es conscientemente acercada a Dios, puede decirse que ella pide en Su nombre. No hay un alma que use el Padre Nuestro como una forma, que tenga una verdadera comprensión de lo que es pedir al Padre en el nombre de Cristo. Ellos nunca han entrado en esa gran verdad. De ahí que, tal vez en su próxima petición, ellos asuman el lugar de miserables pecadores, menospreciando la ira de Dios, y estando todavía bajo la ley. Surge la pregunta, ¿es posible que un alma que sabe lo que es estar ante Dios como Cristo, esté así sistemáticamente en la duda y la incertidumbre? Este era el caso del judío; pero como cristiano, mi lugar está en Cristo, y no hay condenación: de lo contrario, no puede haber el espíritu de adopción, ni la desempeñada función de sacerdotes para Dios. Nosotros somos hechos sacerdotes para Dios en virtud de esta posición bienaventurada, — aquí en la tierra, y necesitamos desempeñar dicha función. La conciencia es llevada a esto, — ustedes no pueden caminar con Cristo y con el mundo. Y el cristiano es propiamente un hombre que entra en pensamientos y relaciones celestiales mientras camina a través del mundo. Esta es la vocación con la que hemos sido llamados. (Efesios 4: 1). Con independencia de que los cristianos lo sepan y lo hagan o no lo hagan, nada menos busca Cristo de ellos. "No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo". (Juan 17: 16). Esto es cierto desde el momento en que recibimos a Cristo. Desde ese momento, si queremos ser verdaderos soldados Suyos, nuestro deber para con Cristo es asumir nuestro lugar como aquellos que no son del mundo, así como Él no lo es.

 

Esto bastará para mostrar que, si bien la Oración del Señor sigue siendo siempre inestimablemente preciosa, aun así, ella fue dada para satisfacer las necesidades individuales de los discípulos, y que la ulterior revelación de la verdad divina modificó la condición de ellos y conduciría así a otra clase de deseos, a los que, de hecho, no se dio expresión en aquel entonces. Me parece una feliz reflexión pensar que es nuestro mismo Señor quien nos dice esto. "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre". ¿Qué deduzco yo de esto? Que uno puede usar la Oración del Señor ("Padre nuestro") todos los días, y nunca haber pedido nada en el nombre de Cristo. "Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido". (Juan 16: 24). "En aquel día pediréis en mi nombre". (Juan 16: 26). ¿A qué día se refiere Él? ¿Un tiempo aún futuro? No, sino el día actual; el día que el Espíritu Santo introdujo cuando Él descendió del cielo. Esto es lo que está conectado con esa plena revelación de la verdad que es tan esencial para el gozo y la bienaventuranza cristianos, y para el andar ajeno al mundo y celestial de los hijos de Dios; y donde no se entra en lo uno, no se puede estar en lo otro. Puede haber vigor de fe y amor personal a Cristo, pero pese a todo, un alma seguirá llevando el sabor del  mundo en espíritu y posición religiosos hasta que haya entrado en este lugar bienaventurado que el Espíritu Santo nos da ahora de acercarnos a Dios en el nombre de Cristo.

 

Yo debo pasar ahora a una de las más importantes exhortaciones prácticas que nuestro Salvador nos presenta en relación con la oración, — a saber, el espíritu de perdón. Poco ha sabido de la oración quien no conoce los obstáculos que la austeridad o severidad de espíritu trae consigo. Esta era una de las cosas que nuestro Señor tenía especialmente en perspectiva. "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas". (Versículos 14, 15). Él no quiere decir que a los discípulos no se les perdonarían los pecados en el día del juicio, sino que Él habla de perdonar las ofensas como un asunto de cuidado y entrenamiento diario de Dios. Yo puedo tener un hijo culpable de algo que está mal, pero ¿pierde por ello Él su relación? Sigue siendo mi hijo, pero yo no le hablo de la misma manera que lo haría si él hubiese estado andando en obediencia. El padre espera hasta que el hijo sienta su pecado. En el caso de los padres terrenales, a veces no ponemos suficiente atención en lo que está mal, y otras veces lidiamos con las cosas sólo en la medida en que nos afectan a nosotros mismos. Nosotros podemos corregir, como se dice en Hebreos, «como a nosotros nos parece», pero Dios lo hace para lo que nos es provechoso. (Hebreos 12: 9, 10).  Nuestro Padre tiene siempre a la vista lo que es más bienaventurado para nosotros, pero por este mismo motivo a veces nos castiga. "¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?" (Hebreos 12: 7). Si nosotros no fuéramos hijos, tal vez nos libraríamos; pero, tan ciertamente como lo somos, la vara del Padre viene sobre nosotros por nuestros yerros, aunque nos parezcan poco; pero aunque es doloroso por el momento, si ello es Su voluntad, podemos estar seguros de que Él hará que las cosas que puedan parecer estar más en contra de nosotros, estén incuestionablemente a nuestro favor. Mantener el espíritu de amor, y especialmente de amor hacia los que nos hacen agravio, cuesta algo; pero la bienaventuranza será nuestra al final, y ciertamente también por el camino.

 

3) Llegamos ahora al tema del ayuno. Yo creo que hay un real valor en el ayuno que pocos conocen. Si en ocasiones particulares que requieren especial oración individual uno uniera el ayuno a ella, no tengo duda de que se sentiría la bendición de lo mismo. En ello es expresada la humillación de espíritu. Hay oraciones que son acompañadas más adecuadamente estando de pie, otras, estando de rodillas. El ayuno es una de esas cosas en las que el cuerpo muestra su empatía con aquello a través de lo cual el espíritu está pasando; ello es un medio de expresar nuestro deseo de estar abatidos delante de Dios, y en actitud de humillación. Pero, para que la carne no se aproveche incluso de lo que es para la mortificación del cuerpo, el Señor manda que se tomen los medios para que los hombres no sepan que uno ayuna, más que para permitir cualquier exhibición de ello. Porque aunque un cristiano verdadero se abstenga de vestirse de falsas apariencias, el diablo lo engañaría para que lo haga, a menos que sea muy celoso en la vigilancia de sí mismo delante de Dios. "Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público". (Versículos 17, 18).

 

Siguen después las exhortaciones con respecto a las cosas de esta vida. Y, en primer lugar, en cuanto a la acumulación de tesoros en la tierra. El Señor introduce un principio, no de interés natural, sino de sabiduría espiritual y de libertad de inquietudes, de lo cual disfruta el alma que no quiere nada aquí abajo. Suponiendo que hay algo que uno valora mucho en la tierra, hay un temor proporcional a que el ladrón o alguna cosa que corroa estropee nuestro tesoro. Muy diferente es lo que el Señor nos manda procurar: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón". (Versículos 19-21). Nosotros podemos detectar dónde estamos por aquello que determina principalmente nuestros pensamientos. Si dichos pensamientos son hacia el cielo, somos bienaventurados; pero si son hacia la tierra, descubriremos que esas mismas cosas en las que está puesto nuestro corazón demostrarán que son un pesar un día u otro. El Señor atribuye todo esto a una gran raíz, — no se puede servir a dos amos. Ustedes no tienen dos corazones sino uno; y ese corazón estará con lo que ustedes más valoran. Todo es seguido así hasta su origen: Dios por un lado y Mamón por el otro. Mamón es lo que resume las codicias del corazón del hombre en cuanto a todas las cosas que están aquí. Puede manifestarse en diferentes formas, pero esta es la raíz: la avaricia. "No podéis servir a Dios y a Mamón. Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis, o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis". (Versículos 24, 25 – RVSBT).  La gran idea es la indiferencia a las cosas presentes, o más bien, una pacífica confianza acerca de ellas; no debido a que no valoramos las misericordias de Dios, sino porque tenemos confianza en el amor y en el cuidado de nuestro Padre acerca de nosotros. El apóstol Pablo nos muestra la expresión más hermosa de esto cuando dice, "He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación". (Filipenses 4: 11).  Él había conocido cambios de circunstancias, — lo que era no tener nada, y lo que era tener abundancia; pero el gran argumento era su completo contentamiento con la porción de Dios para él. Esto no fue algo por lo que él pasó a la ligera, sino que él lo había aprendido. Ello fue un asunto de logro, — de juzgar las cosas a la luz de la presencia y el amor de Dios. La bendición es mirar hacia adelante con este pensamiento: a saber, nuestro Padre trata con nosotros ahora en la perspectiva de la gloria; tal como añade el apóstol: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús". (Filipenses 4: 19). ¡Qué dulce es eso! "Mi Dios", — el Dios que yo he comprobado, cuyo afecto he experimentado. Yo puedo contar con Él tanto para ustedes como para mí; y Él "suplirá todo lo que os falta", no sólo según las riquezas de Su gracia, sino según Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Él los ha tomado a ustedes de este mundo como Sus hijos: Él va a tenerlos a ustedes como compañeros de su Hijo en lo alto; y él trata con ustedes ahora de acuerdo al lugar y a la posición de ustedes en aquel entonces. Todo lo que convenga a este gran plan de Su gloria y de Su amor, el Señor nos lo dará para demostrar la consecuencia de eso.

 

Que el Señor nos fortalezca para que aceptemos esto con corazones agradecidos, sabiendo que ¡nosotros no somos nuestros propios amos! El Señor nos preservará de los peligros, de los lazos y de los pesares que conlleva nuestra prisa o nuestra intencionalidad de dejarle a Él fuera de estas cosas externas que dicha prisa y dicha intencionalidad traen consigo. En este capítulo Él nos muestra el extremo desatino de ello, incluso en lo que respecta al cuerpo. Él toma ejemplos del mundo exterior para mostrar la manera en que se puede confiar en Dios para que Él lleve a cabo mejor Sus propios propósitos. Y más que eso, Él nos recuerda que estas cosas externas, en las que estamos tentados a poner tanto énfasis, son sólo los objetos que los gentiles buscan. Gentil era un término usado al hablar de un hombre sin Dios, en contraste con un judío que tenía a Dios de manera externa en este mundo. Un cristiano es un hombre que tiene a Dios en el cielo como su Padre. "Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas". (Versículo 32). Por lo tanto, como nuestro Padre sabe esto, ¿por qué deberíamos dudar de Él? Nosotros no desconfiamos de nuestro padre terrenal; mucho menos entonces deberíamos dudar de nuestro Padre celestial.

 

"Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". No es que debamos buscar primero el reino de Dios y después estas cosas; sino busquen ustedes primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todo lo demás vendrá.

 

"Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán". Es decir, nuestro Señor nos prepara para esto, a saber, que la ansiedad que teme algo malo al día siguiente no es más que incredulidad. Cuando llegue el día siguiente, el mal puede no estar allí; pero si llega, Dios estará allí. Él puede permitirnos experimentar lo que es consentir nuestras propias voluntades; pero si nuestras almas están sometidas a Él, cuán a menudo el mal que es temido no aparece nunca. Cuando el corazón se somete a la voluntad de Dios acerca de algún pesar que nosotros tememos, cuán a menudo ese pesar es quitado, y el Señor nos sale al encuentro con una amabilidad y una benignidad inesperadas. Él puede hacer que incluso el pesar sea toda una bendición. Sea cual sea Su voluntad, ella es buena. " Basta a cada día su propio mal". (Versículo 34).

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Febrero 2022

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

KJV = King James 1769 (conocida también como la "Authorized Version en inglés").

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVSBT = Reina Valera 1909 Revisión Sociedad Bíblica Trinitaria.

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

Versión Inglesa

Ir a Índice de DISERTACIONES ACERCA DEL EVANGELIO DE MATEO (William Kelly)