COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 10 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).

 

Mateo 10

 

Al final del capítulo anterior nuestro Señor, al ver las ovejas perdidas de la casa de Israel, habla de ellas con profunda compasión como ovejas sin pastor. Había salido a relucir lo que los fariseos eran realmente: nada más de lo que Él conocía antes; pero las circunstancias del completo rechazo por parte de ellos a Él mismo, y el aborrecimiento de ellos, saliendo a la luz cada vez más decididamente, sacaron a relucir ante Su espíritu aquello a lo que estaban expuestas las ovejas de Dios. Si el espíritu de ellos era implacable contra Aquel en quien no había pecado, Aquel que era el propio Hijo de Dios, el Pastor de Israel, ¡cuál no debía ser la triste porción de aquellos que tenían debilidades y fracasos que los exponían a la malicia de aquellos que no se preocupaban por ellas aduciendo el nombre de Dios, de los que tendrían el ojo más agudo y suspicaz para todo lo débil y necio acerca de ellas! Recordemos siempre la gracia del Señor, recordemos que incluso aquello que es humillante en nosotros atrae nada más que Su compasión. Yo no estoy hablando ahora del pecado sino de lo que es débil; porque debilidades y pecados son dos cosas diferentes. No queremos la compasión del Señor con el mal. El Señor padeció y murió por nuestro pecado. Pero queremos compasión para con nosotros en nuestra ignorancia, debilidad, temblor, propensión a las ansiedades, preocupaciones, tribulaciones: queremos compasión en todas estas cosas que nos hacen padecer aquí; y el Señor la tiene plenamente con nosotros. Este fue también el caso con Israel. Inconscientes como ellos eran de su miserable condición, Jesús insta a los discípulos, en el amor de Su propio corazón, que rueguen al Señor de la mies para que envíe obreros a Su mies. Era Su mies y sólo Sus obreros podían recogerla. Pero, inmediatamente después, — y esto es notable, — Él muestra que Él mismo es el Señor de la mies; y Él envía obreros. El capítulo que sigue a continuación ilustra esto y pone de manifiesto el ámbito de Mateo, el cual Le retrata como Aquel que va a salvar a Su pueblo de sus pecados, — Emanuel, Dios con nosotros. Presten ustedes atención a las circunstancias. Esto tiene lugar tras Su rechazo por parte de Israel. Su propio ministerio, lleno de gracia y de poder, ya lo hemos visto plenamente exhibido y terminando con la total indiferencia de Israel y el aborrecimiento de los líderes religiosos. Mateo 8 nos presenta el pueblo, y Mateo 9 sus guías, manifestándose ellos mismos así por separado.

 

Ahora bien, el capítulo 10 muestra que Jesús, como Señor de la mies, envía obreros, y esto también con plena autoridad y poder dados a ellos. Pero, observen ustedes que ello es aún en conexión especial con Israel; y el Señor es consciente desde el principio del rechazo por parte de Israel. Mientras tanto es una misión judía de los doce apóstoles judíos a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Yo entiendo esto de manera muy literal y no como si ello fuese dicho a la Iglesia, de la que nunca se habla como ovejas perdidas; pero las ovejas de Israel en su condición de desolación son descritas así muy acertadamente. Antes de que la Iglesia sea reunida, lo que necesitamos es un Salvador. Nosotros, los gentiles, no éramos en absoluto ovejas, sino perros, desde el punto de vista de nuestro evangelista. (Véase Mateo 15). Y después de haber sido introducidos en la Iglesia, nosotros no somos, ni podemos ser, ovejas perdidas. Mientras que se habla de estos pobres del rebaño como ovejas perdidas de la casa de Israel. Porque hasta ese momento no había sido llevada a cabo la obra por la cual ellos podían ser puestos en la posición conocida de salvación.

 

Además, cuando nuestro Señor los envía, se dice: "Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia". (Versículo 1). Esta fue la misión de ellos de manera peculiar. Ni una palabra es dicha acerca de la predicación de lo que llamamos el evangelio, o la enseñanza de todo el consejo de Dios; sino que ellos debían ir con el poder mesiánico contra Satanás y las enfermedades corporales como testimonio a Israel. Debían dar a conocer el reino de los cielos. Nuestro Señor dijo, "Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado". (Versículo 7). Pero el gran rasgo característico de la misión fue conferirles poder contra demonios y enfermedades. La pertinencia de esto en relación con Israel es manifiesta. Ello fue una brillante evidencia de que el verdadero Rey, Jehová, estaba allí, quien no sólo podía expulsar demonios sino conferir ese poder a Sus siervos. ¿Quién sino el Rey, Jehová de los ejércitos, podía hacer esto? Fue un testimonio mucho mayor que si el poder hubiera estado limitado a Su persona. La capacidad de impartir poder a otros (que fue lo que Simón el Mago, esperando beneficiarse de ello codiciaba tan fervientemente) Dios muestra aquí que está en Su Hijo. Ahora bien, los siervos debían ser enviados y en el debido orden, — doce de ellos, en relación con las doce tribus de la casa de Israel. Después encontramos la promesa de que ellos se sentarán "sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel". Mateo 19: 28). Por lo tanto, no hay duda de que se trató de una misión judía. Cuando la Iglesia fue llamada, Dios interfirió en el mero orden judío llamando a un apóstol extraordinario teniendo en especial perspectiva a los gentiles, — uno que fue llamado después de que Cristo hubo muerto y resucitado, y hubo asumido Su lugar a la diestra de Dios. Entonces entró esta nueva obra en el llamamiento de la Iglesia, y el apóstol Pablo se convirtió en el ministro característico de la Iglesia, aunque los doce también tuvieron su lugar. Pero, en este momento los doce apóstoles iban a ser (lo que Pablo no fue) los ministros para Israel en testimonio del reino de los cielos. Porque, observen ustedes que a ellos se les dio el más estricto mandato de que no debían salir de los límites de Israel; ni siquiera debían visitar a los samaritanos, ni entrar en ciudades de gentiles. La ocupación de ellos fue únicamente con las ovejas perdidas de la casa de Israel: una demostración positiva de que ello se refiere a aquellos de los judíos que tenían conciencia de pecado y que estaban dispuestos a recibir el testimonio del Mesías verdadero. Ellos se tenían que ocupar exclusivamente de ellos. Ello es aún más notable porque en este Evangelio se nos dice que después que Él murió y resucitó el Señor los envió a los gentiles; pero además, ello fue en el terreno evidente de que Su muerte había entrado. "Yo, si fuere levantado… a todos atraeré a mí mismo". (Juan 12: 32). Cristo en la cruz se convierte en el centro de atracción para el hombre, así como en el fundamento de todos los consejos de Dios. Ahora bien, en este caso no tenemos nada de eso. La muerte del Señor ni siquiera es mencionada. Su rechazo es sacado a relucir pero nada se dice acerca de la edificación de una nueva estructura, — la Iglesia. Hubo que esperar a que se produjera un rechazo adicional antes de que esto pudiera ser revelado como en Mateo 16.

 

Pero aquí el Señor Jesús envía a los doce y les da instrucciones diciendo: "Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento". (Versículos 5-10). Es decir, ellos debían ir tal como estaban, con la ropa que tenían encima, con el calzado que calzaban entonces sus pies. No debían proveerse de nada, ni almacenar nada como medio de subsistencia durante su misión. Esta no es una norma universal para los siervos de Dios en todo momento. Fue una misión peculiar, para un tiempo especial, y con referencia a Israel solamente. No era el evangelio de la gracia de Dios, sino el evangelio del reino. Los dos van juntos ahora; pero en aquel entonces no era así. Israel no recibió el testimonio del reino; se produce un cambio total y el reino de los cielos, como establecido exteriormente, queda en suspenso. El llamamiento de Dios ahora a los gentiles entra como un vasto paréntesis entre este mensaje a las ovejas perdidas de Israel y su pleno cumplimiento en los días postreros. Todo lo que el Señor manda debe cumplirse, pero nada se cumple perfectamente hasta que el Señor lo toma todo en Sus manos.

 

Todo aquello de lo cual Cristo en breve va a tomar posesión en poder y gloria es confiado primero al hombre. Pero el hombre fracasa en todas partes, Israel como nación se arruina, la Iglesia se ha vuelto mundana y dispersa. Sin embargo, todo será para alabanza de Cristo mismo. Por tanto, con independencia de lo que ustedes consideren en los modos de obrar de Dios, como norma general, primero es presentado el hombre; ello es hecho descansar sobre él para ver si puede cargar con la responsabilidad y la gloria; y él no puede. Pero todo aquello en lo que el hombre ha fracasado está destinado a descansar sobre los hombros de Cristo en el día de gloria, y todo llegará entonces a la perfección, y resplandecerá con un resplandor más que prístino, y redundará en Su gloria.

 

Los doce fueron enviados en esta misión y fueron instruidos a depender sólo de Cristo. Él proveería para ellos. Ellos debían anunciar el reino de los cielos; y Él, el Rey, se haría cargo de todo. Debían ir con la más plena confianza en Él. Ahora bien, aunque Sus siervos no han de recurrir al mundo, ni utilizar medios humanos para tener influencia sobre los santos, y aunque pueden recurrir con confianza a Dios para que provea para ellos, a ellos no se los coloca en las mismas circunstancias que estos discípulos. La diferencia está señalada enfáticamente. Tomen ustedes, por ejemplo, un mandato como éste: "En cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quién en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis". (Versículo 11). Un hombre que sale ahora con el evangelio, ¿ha de preguntar quién es digno? Él busca a los indignos. Pero esta era una misión a Israel; y Jehová quería a los íntegros que estaban en la tierra, a aquellos cuyos corazones realmente deseaban al Mesías. "Y al entrar en la casa, saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros". (Versículos 12, 13). Este no es, en absoluto, el proceder del evangelio ahora. Por el contrario, es paz con Dios lo que el siervo de Cristo está habilitado para proclamar a los enemigos de Cristo. La orientación directa del evangelio es hacia aquellos que están en miseria, — los viles y descorazonados; porque el evangelio es la plenitud de la gracia de Dios para el hombre que no tiene absolutamente nada que dar a Dios. Si ellos están más que quebrantados, sienten que son totalmente ineptos para Dios, y que Dios ha proporcionado un Salvador tal como lo declara Su palabra, entonces nunca podemos confiar en Él demasiado plenamente  ni demasiado sencillamente. La esencia del evangelio es esta: Que Dios no me pide dar, sino recibir. Este es el evangelio de Dios, — el evangelio de Su Hijo; pero aquí, en Mateo, es el evangelio del reino. Ustedes encontrarán constantemente esta frase en Mateo. Este evangelio está dirigido a los que son dignos. Si la casa fuera digna, la paz del mensajero viene sobre ella; y si no, vuelve. "Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies", — el juicio sería sobre ellos. "De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad", — sólo porque tenían a los mensajeros del reino viniendo a ellos con un mensaje de gracia, y ellos no los recibieron.

 

A partir del versículo 16 el Señor les advierte de las circunstancias en las que el evangelio iba a ser predicado. "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas". Es decir, Él llama a tener prudencia, prudencia celestial. Debía haber una santidad total en el objetivo y en el carácter de la prudencia, y estar libre de cualquier acusación justa de ser perjudicial para los hombres. "Guardaos de los hombres", — «no supongáis que, aunque salgáis con amor en vuestros corazones, no os encontraréis con lobos». A los judíos se les insinúa claramente. "Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes". Aunque los judíos odiaban el yugo gentil, ellos estarían muy dispuestos a invocar la autoridad gentil cuando se tratara de los seguidores de Cristo. Los judíos los arrastrarían ante reyes y gobernadores gentiles, aborrecidos como ellos lo eran. Pero nuestro Señor añade esta palabra de gracia: "por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles".

 

Dios vuelve así las armas del adversario contra él mismo. "Ciertamente la ira del hombre te alabará; Tú reprimirás el resto de las iras". (Salmo 76: 10. Uno no puede dejar de sentir que una verdad como ésta, aunque tiene una aplicación especial para los apóstoles saliendo en esta misión, ciertamente permanece para nosotros. "Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros". Al mismo tiempo, Él los prepara para la conducta más despiadada hacia ellos, incluso de parientes. El hermano conocería las prácticas de su hermano, el padre sabría todo sobre el hijo, y el hijo sobre el padre: todo esto se volvería contra los siervos de Cristo. "Seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo". (Versículos 19-22). "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre", o como dice el margen de la Biblia Inglesa, "hasta que venga el Hijo del Hombre", — una notable declaración. Ella recuerda la expresión que utilicé antes, la Iglesia es un gran paréntesis. La misión de los apóstoles cesó abruptamente con la muerte de Cristo. Ellos todavía la llevaron a cabo durante un tiempo, pero terminó completamente con la destrucción de Jerusalén: todo terminó por el momento, pero no para siempre. El llamamiento de la Iglesia comenzó entonces; y cuando el Señor haya sacado a la Iglesia del mundo al cielo, Dios volverá a levantar testigos del Mesías en la tierra, cuando el judío se convertirá. Dios ha declarado que Él daría Su tierra a Su pueblo, y así lo hará, porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. (Romanos 11: 29). La fidelidad de Dios está involucrada en ello, para que el pueblo judío sea restaurado a Su tierra cuando la plenitud de los gentiles haya entrado. El llamamiento de la plenitud de los gentiles es el paréntesis que está ocurriendo ahora. Cuando esto termine el Señor reanudará Sus vínculos con Israel. Ellos volverán a la tierra en incredulidad. El testimonio del reino, que fue iniciado en el tiempo de nuestro Señor por los apóstoles, será reanudado hasta que venga el Hijo del Hombre. Entonces "Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego:… Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre". (Mateo 13: 41-43). El Señor llevará a cabo plenamente en aquel día lo que fue encomendado al hombre y que fue arruinado por la mano débil o inicua del hombre. Entonces, todo lo que esté bajo el Renuevo de Israel será glorioso. Yo concibo que esto es lo que va acompañado de la notable expresión de que ellos no acabarían de recorrer las ciudades de Israel hasta que viniera el Hijo del Hombre. Todo el período en que el Señor se apartó para llamar a entrar a los gentiles es pasado en silencio. Él habla de lo que estaba saliendo a la luz en aquel entonces, y de lo que sería reanudado en Israel, — pasando por alto lo que mientras tanto se está llevando a cabo.

 

En la última parte del capítulo el Señor presenta dulces motivos para animarlos. "El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa? (Versículos 24, 25).

 

Él estaba demostrando esto ahora, y ellos tendrían que sentirlo en su momento. "Así que, no los temáis". El primer motivo para no temer es: «yo he atravesado la misma senda; no tengáis miedo». "No los temáis… porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse". Tanto como decir: «Si no entendéis ahora las razones y motivos de la incredulidad de la gente, los entenderéis otro día. Todo el que conoce la verdad y no la sigue debe sentir aversión por los que la siguen. Tal como fue conmigo, así será con vosotros: pero no os alarméis. Estad llenos de valor y perseverad en el testimonio.» "Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas". (Versículo 27). Él los anima a la mayor franqueza y audacia. La segunda amonestación en cuanto a no temer es en otro terreno: ¿Y qué daño pueden ellos hacer? «Ellos no pueden tocar el alma; ni siquiera pueden tocar el cuerpo, a menos que vuestro Padre celestial lo permita.» "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar". «Ellos no pueden dañarte.» No hay nada que un creyente tenga que temer excepto lamentarse y pecar contra Dios. Por lo tanto, él añade inmediatamente: "Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno". Una cosa temible está ante los enemigos de Dios, — a saber, ¡la destrucción del alma y del cuerpo en el infierno!

 

"¿No se venden dos pajarillos (en griego: gorrión común) por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos". (Versículos 29-31). El cuidado especial, minucioso, de nuestro Padre por Sus hijos se extrae de esto, que el gorrión mismo, aunque es un ave tan despreciada y trivial entre los hombres, aun así no puede caer a tierra "sin vuestro Padre". Él podría haber dicho, 'sin Dios'; pero dijo, "vuestro Padre",

— el amor de un padre se preocupa por sus hijos.

 

Desde el versículo 32 hasta el final del capítulo tenemos la importancia de confesar a Cristo, y los efectos de ello en este mundo. El primer gran principio es éste, "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos". Nosotros hemos tenido el cuidado del Padre; ahora tenemos la confesión del Hijo en la actualidad. El cuidado del Padre lo conocemos en la tierra con independencia de cuál sea la prueba. La confesión del Hijo  acerca de nosotros será en el cielo, cuando toda la escena de la prueba haya terminado.

 

Luego Él les advierte que el resultado del testimonio de ellos puede ser muy doloroso, — hogares en desacuerdo, miembros de una familia discrepando unos de otros. No se sorprendan. "No penséis", dice Él, "que he venido para traer paz a la tierra". Nosotros sabemos que el Señor siempre puede darnos paz, ¡por supuesto!: pero Él habla aquí del ingreso de Su testimonio, por medio de Sus discípulos, en un mundo que Le aborrece. Entonces, inevitablemente los dos principios entran en colisión. No es que Él desee la confusión, sino que ello es el efecto natural de que el conocimiento de Cristo entre en una casa donde algunos de sus miembros Le rechazan.

 

Como es en el mundo, así es en el hogar. Hay quienes creen y quienes no creen. "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada". No sueñen ustedes que todo va a ser triunfante. Viene el día en que el Señor hará que la paz fluya como un río; pero ese no es el resultado de Su primera venida. Ahora es la enseña de la guerra debido a la oposición que la incredulidad siempre crea contra la verdad. "Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa". El Señor se enfrenta audazmente al caso. «Yo he venido a introducir Mi principio, y ello coloca al hijo contra el padre.» Ahora bien, esto se convierte en una de nuestras pruebas más severas, — a saber, el efecto que el testimonio de Dios tiene sobre las familias. Las personas hablan de familias que se rompen y de parientes que  se desunen. El Señor utiliza ya las mismas palabras y nos fortalece para ello. "El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará". (Versículos 37-39). Él muestra que Su venida traería lo contrario a una senda de tranquilidad en este mundo. Efectivamente, nosotros debemos decidirnos a sufrir la prueba, el rechazo y la burla. Pero, luego Él añade el otro aspecto: leemos, "El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió". Habría quienes recibirían así como quienes rechazarían. "El que recibe a un profeta por cuanto es profeta", si sabía que él era un siervo de Dios, y lo recibía como tal frente a la vergüenza y la burla, tendría la misma recompensa que un profeta mismo. "El que recibe a un justo por cuanto es justo", — otras personas podrían llamarlo injusto, pero él lo recibe, no como un simple hombre o amigo, sino como un justo, y él "recompensa de justo recibirá". Él demuestra que Su propio corazón es justo para con Dios. Nosotros mostramos nuestro verdadero estado de alma mediante la opinión que pronunciamos. Suponiendo que yo hablo o actúo injustificadamente contra un hombre bueno que cumple con su deber, yo muestro que no estoy con Dios en esa cosa en particular. Por otra parte, si yo tengo fe para discernir lo que es de Dios, y asumir mi parte con él ante la deserción general, verdaderamente, soy feliz. Sólo Dios permite a un hombre hacer eso. Nosotros mostramos dónde está nuestro corazón por medio de nuestros juicios y conducta hacia los demás.

 

"Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa". (Versículo 42). Ello sería la evidencia de que el Espíritu estaba actuando en su alma, — su corazón extendido en misericordia y compasión hacia los que son de Dios en este mundo. De ninguna manera él perdería su recompensa. Se trata de la conducta externa que brota del principio interno. En todos estos casos se trata claramente de la misión judía de estos discípulos. Yo creo que así obtenemos el verdadero carácter del capítulo y el lugar que ocupa en este Evangelio.

 

El asunto en perspectiva de todo este capítulo es el Señor, como Señor de la mies, no sólo pidiéndoles que oren para que obreros sean enviados a la mies (Mateo 9: 38), sino que Él mismo se anticipa a la oración. "Antes que clamen, responderé yo" (Isaías 65: 24); y el Señor está actuando en el espíritu mismo de lo que será plenamente cierto en los días postreros. Él mismo está enviando obreros.

 

En Lucas 22: 35, refiriéndose a esta misma misión, el Señor pregunta: "Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada". Entonces el Señor les dice ahora que se provean de bolsa, alforja y espada: lo mismo que antes no debían hacer debían hacerlo a partir de ese momento. El Señor abroga lo que había ordenado antes en lo que respecta a las circunstancias especiales. Su benignidad y amor para con ellos, y el hecho de que ellos anduvieran en sabiduría e inocuidad, permanecerían; pero el carácter peculiar de esta misión terminó con la muerte de Cristo. Yo concibo que ella será reanudada por otros en un día futuro, pero los discípulos realmente enviados pronto iban a ser llamados a una nueva obra fundamentada en la redención y en la resurrección de nuestro Señor.

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Marzo 2022

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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