COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA (Antiguo y Nuevo Testamento)

Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo - Capítulo 27 (William Kelly)

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Disertaciones acerca del Evangelio de Mateo

 

William Kelly

 

Obras Mayores Neotestamentarias

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera revisada en 1960.

 

Mateo 27

 

En todo este Evangelio el Espíritu Santo tiene muy particularmente en perspectiva las relaciones de nuestro Señor con Israel. Por eso en los capítulos anteriores donde hemos tenido predicha la destrucción de Jerusalén se tuvo cuidado de sacar también a relucir la preservación de un remanente piadoso de Israel, — un hecho que sería de especial consuelo para Su pueblo. Y tal como hemos visto en ese testimonio profético y también en la narración de la crucifixión lo que sale a relucir de manera peculiar en el Evangelio de Mateo es la parte en que Israel participó en aquel solemne hecho en el cumplimiento de ellos de lo que estaba escrito en la Ley, en los Salmos y en los Profetas en cuanto al rechazo de ellos a su propio Mesías. Nuestro evangelista escribió teniendo en expresa perspectiva a los judíos y por eso fue de la mayor importancia convencerlos de que Dios había cumplido las promesas en el envío del Mesías al cual la incredulidad de Israel había rechazado y crucificado en el madero por medio de manos gentiles. ¿Cuál sería el valor especial de citar de la Ley y de los Profetas a los gentiles? Las Escrituras del Antiguo Testamento constituían un libro del cual los paganos tenían el más exiguo conocimiento. Nosotros encontramos referencias a estas Escrituras en Lucas, lo suficiente para presentar un vínculo pero esto es todo. Pero aunque el evangelio de Mateo está escrito ciertamente para todos tiene en perspectiva especialmente a Israel. Por eso el Señor es presentado tan clara y cuidadosamente como Mesías en este Evangelio; pero desde el principio bastante es insinuado como para mostrar Su rechazo. En los detalles subsiguientes nosotros no sólo vemos el cumplimiento de las amplias predicciones sino el progreso y desarrollo de esa enemistad. Son prominentes la culpa de los líderes religiosos y sus malas obras religiosas que son especialmente ofensivas para Dios; introduciendo el diablo el nombre de Dios para impresionar y ratificar lo que es hecho por el hombre.

 

Por eso la actividad del mal es aquí por medio delos sacerdotes. "Venida la mañana", — ellos se levantan temprano para cumplir el designio que les corresponde. Y presten ustedes atención pues se dice, "todos los principales sacerdotes", etcétera. Esto muestra la ruina y la ceguera completas de la nación. Era un hecho muy sorprendente y mayúsculo que un judío comprendiera que quienes debiesen haber sido los guías seguros del pueblo fueran sus corruptores en el mayor de todos los pecados (pues un judío sabía que el sacerdocio había sido instituido y ordenado por Dios). ¿Acaso no habían sido los hijos de Aarón divinamente escogidos? ¿Acaso no eran éstos sus sucesores? ¿No eran los judíos un pueblo llamado a salir del resto del mundo para reconocer al verdadero Dios y Su ley? Todo esto es muy cierto, ciertamente, pero ¿qué hacían ellos y sus líderes ahora? Entrar en consejo y planear la destrucción de su Mesías! ¡Y estos eran los hombres que tenían mejor luz que cualquier nación! ¡Todo el uso que el hombre hizo de la luz que poseía fue para endurecerse y amargarse más al rechazar al Hijo de Dios! "Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador". (Versículo 2). Con independencia de la parte en que los gentiles participan en ello Dios se encarga de señalar que los judíos no sólo fueron los instigadores sino los acusadores públicos en el horrible hecho.

 

"Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido… diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente". ¡Horrible retrato de lo que Satanás produce en un miserable corazón humano! Sólo más lejos moralmente de Jesús porque él estaba más cerca externamente. Los más culpables de todos son los que tienen los mayores privilegios exteriores mientras la verdad de Dios no gobierna el alma. Nosotros vemos también la afrenta de Satanás, —  la forma en que él engaña a sus víctimas. Evidentemente Judas no esperaba un final así para Jesús. Él había conocido antes al Señor en peligro inminente; Le había visto esconderse cuando la gente tomaba piedras para arrojárselas, atravesando por en medio de ellos y siguiendo Su senda. (Juan 8: 59). Él sabía cómo Jesús podía caminar sobre el mar (Mateo 14: 22-25), — cómo Él podía dominar todos los obstáculos de la naturaleza; ¿y por qué no iba Él a dominar la fiera tormenta de la pasión y la violencia humanas? Pero Judas estaba engañado con independencia de cuáles fueran sus cálculos; él cedió a la codicia; negoció por la sangre de Jesús. Para su horror él sólo encontró que ello fue demasiado cierto. Y Satanás, el cual lo había guiado por su amor al dinero lo deja sin esperanza, — en negra desesperación. Él acude a los sacerdotes los cuales se apartan despiadadamente de un alma miserable y desesperada. Lamentablemente la confesión del pecado sin confianza en la gracia de Dios carece de valor, — es ineficaz para cualquier bien. ¡Adhiérete a Dios, alma mía! y hónrale por lo que Él es en Cristo. Pero no hay fe donde Jesús no es amado; y Judas no tenía ninguna de las dos cosas, ni fe, ni amor. Toda la cercanía externa que él había disfrutado anteriormente fue sólo un peso mayor sobre su alma ahora perdida. ¡Qué cosa es el fin del pecado aún en este mundo, ¡el pecado contra Jesús!

 

Judas lleva las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos con la confesión: "Yo he pecado entregando sangre inocente". Ellos no pudieron negar la verdad de esto; pero con total indiferencia, más endurecidos, si cabe, que el propio corazón de Judas, dijeron: "¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó". (Versículos 4, 5). Muchos venden  a Jesús de manera virtual si es que no lo hacen de manera literal. Que cada alma se ocupe de que su pecado no sea de alguna manera similar al de Judas. Si Dios está llamando a pecadores al conocimiento de Su Hijo y de Su gracia por medio de Él, es algo terrible rechazarle; ello es vender a Jesús por algún objeto en este mundo que o bien buscamos conseguir o bien amamos demasiado como para separarnos de él. En Judas esto salió a relucir en su peor forma; pero la perdición no está limitada a aquel que es el hijo de perdición.

 

"Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata", etcétera. La conciencia les habría dicho que de ellos fue la culpa de sobornar a Judas para traicionar a Jesús pero hacía tiempo que dicha conciencia estaba cauterizada y ahora completamente muerta para con Dios ya que ella se muestra despiadadamente cruel para con Judas. La religión sin Cristo sólo sirve como medio para engañar al alma. Ellos dijeron, "No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre". Aquí estaba la religión; pero, ¿dónde estaba la conciencia al dar el dinero por Jesús? "Y después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre". (Versículos 7, 8). El recuerdo de la culpa de ellos se perpetúa así para la propia condenación de ellos. Y esto es un retrato de aquello en lo que el pueblo se había convertido, — siendo los principales sacerdotes como modelo de lo que la nación era. Esa tierra sigue siendo un campo de sangre hasta el día de hoy; un campo "para sepultura de los extranjeros". Al ser expulsado Israel de su propia tierra ella es dejada a otros sólo para ser enterrados allí. [Véase nota 23].

 

[Nota 23]. Esto es aplicable más bien a los propios judíos. Expulsados de su tierra a causa de la sangre del Justo, del cual ellos dijeron: "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos" (Mateo 27: 25), ellos han sido "extranjeros" entre todas las naciones del mundo desde entonces, — donde ellos tienen sus sepulcros pero no su hogar. — [Nota del Editor en inglés].

 

Pero lo que nos ocupa ahora no son los principales sacerdotes y los ancianos, ni la miserable condición de Judas, ni la perpetuación de la iniquidad de Israel predicha por el profeta. Lo que nos ocupa ahora es nuestro Señor mismo en pie ante el gobernador. Él reconoce el poder del mundo cuando Pilato le pregunta: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" A los principales sacerdotes y a los ancianos Él no responde. Pilato, impresionado por el silencio y la dignidad moral de su prisionero desea su liberación, él percibe la malicia del pueblo y les propone una elección tal como era la costumbre del gobernador: "¿A quién queréis que os suelte?" Pero él tuvo que enterarse del odio con que los hombres consideraban a Jesús: no hay persona o cosa que la malicia del hombre no prefiera antes que a Él. Dios se encarga también de que haya un testimonio hogareño para la conciencia del gobernador. Su mujer envió un mensaje diciendo: "No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él". (Versículo 19). Esto que sólo está registrado en Mateo perturbó aún más a Pilato. Todo ello lo ordenó Dios para que la iniquidad del hombre al rechazar a Jesús fuese evidente y sin excusa. Observen ustedes luego la solemne lección: "Los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto". (Versículo 20). Cuanto mayores son las ventajas morales donde no hay una fe sencilla en Dios mayor es el odio a Jesús. La recepción o el rechazo de Jesús ahora es la misma cosa en principio aunque sin duda las circunstancias del mundo han cambiado.

 

Las personas pueden conocer lo suficiente acerca de Jesús para la salvación de sus almas y experimentar poco el rechazo del mundo; pero si yo me adhiero realmente a un Cristo crucificado y ahora glorificado debo saber lo que es tener el desprecio y la mala voluntad del mundo. Si el mundo Le rechazó yo debo estar preparado para lo mismo. Nosotros no podemos hacer que el cielo y la tierra sean nuestro objeto ni podemos servir a Dios y a las riquezas. La cruz y la gloria van juntas. El Señor presentó esperanzas de bendición en la tierra a Israel si ellos Le hubiesen recibido; pero ellos rehusaron y esto trajo la cruz de Jesús. Dios sabía que ello era inevitable a causa de la iniquidad del hombre; y ello fue la ocasión de presentar Su propósito en cuanto a la Iglesia y la gloria celestial; pero nosotros debemos prepararnos para todo cuanto el hombre escoja hacer en el estado actual de la sociedad. Es una mentira de Satanás que el hombre haya cambiado para mejor durante los últimos mil ochocientos años; el corazón del hombre natural es siempre el mismo aunque haya momentos en que dicho corazón entre en crisis. Las mismas personas que estaban maravilladas "de las palabras de gracia que salían de su boca", el mismo día procuraron despeñarle. (Véase Lucas 4: 16-30). ¿Y qué fue lo que sacó a relucir la enemistad de ellos? Fue la afirmación de la maldad del hombre y la verdadera gracia de Dios. El hombre no puede soportar el pensamiento de que su salvación depende de la misericordia de Dios y que ella es para el peor de los pecadores como para cualquier otro. El hombre se pregunta, «¿Es posible que yo que he tratado de servir a Dios durante tantos años sea tratado como un borracho, un embaucador o una ramera?» Él da la espalda a Dios y se convierte en Su enemigo público. Pero después de todo en la salvación de un pecador no es un asunto de justicia para el hombre. Si Dios salva a alguien debe ser gracia; y Él se complace en mostrar esta gracia. Tampoco se trata de un remedio parcial pues no hay caso tan desesperado que Su gracia no pueda alcanzar.

 

"Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!" Nosotros vemos aquí la amarga injusticia de estos hombres religiosos; y si al principio Pilato pareció demasiado sensato como para actuar así, veremos también a qué equivale su justicia. Él pregunta: "Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua", etcétera. (Versículos 23, 24). A esto es lo que equivale la justicia del mundo, sea ella de los principales sacerdotes o del romano. La verdadera justicia se encuentra solamente donde Dios gobierna. Solamente Uno en esta escena es hallado en la paciencia, la bondad, la sabiduría de Dios, — perfecto en todo sentido. Cuando fue el momento de hablar Su palabra es pronunciada; cuando era el momento de callar Él calla. Él era Dios en la tierra y todos Sus modos de obrar perfectos. Pero este no es el gran asunto aquí. Así como el Evangelio de Juan desarrolla especialmente la deidad de nuestro Señor y Lucas Su humanidad, en Mateo Le vemos como Mesías; por consiguiente Pilato le pregunta aquí: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" Cuando Pilato "se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros" (como si eso pudiera aliviarlo del temible crimen que él estaba perpetrando), todo el pueblo respondió y dijo, "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos", y allí permanece la oscura y fatal mancha hasta el día de hoy. "Y habiendo (Pilato) azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado". ¡Y esta es la justicia del juez! Este era aquel que poco antes había llamado a Jesús hombre justo. (Véase Lucas 23: 4). Luego vienen los soldados. Se demuestra que también ellos, y todos, son culpables. Ninguna clase o condición de hombre deja de evidenciar su aborrecimiento a Dios en la persona de su Hijo, — mostrado también en aquello que era la soberbia de ellos. Porque, ¡qué cobardía ruin es la que pisotea a quien padece sumisamente! "Y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas,… Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza". (Versículos 28-30). El abuso de poder de los soldados sale a relucir en este sentido: a saber, ellos obligan a uno de ninguna manera implicado a hacer un servicio que ellos no harían, — "Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz".

 

En la cruz "le dieron a beber vinagre mezclado con hiel". (Versículo 34). No debemos confundir esta circunstancia con la mencionada en Juan donde el Señor dice: "Tengo sed". (Juan 19: 28). En la narración de Mateo se trató del sorbo narcótico que era administrado a los prisioneros antes de que padecieran; y esto el Señor no quiso beberlo. Mientras que en Juan el Señor mientras está en la cruz cumple una escritura. En Juan Él no es considerado como Uno que no padeció sino como Amo absoluto sobre todas las circunstancias. Por lo tanto estando vivo para la honra de la Escritura y en cumplimiento de una palabra que aún no había recibido su cumplimiento Él dice: "Tengo sed". "Ellos empaparon en vinagre una esponja, y… se la acercaron a la boca". Entonces Él sí bebió el vinagre. Pero por el contrario aquí en Mateo "después de haberlo probado, no quiso beberlo". (Versículo 34), — Él no deseó ningún alivio de parte del hombre. "Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes".

 

La inscripción difiere en los distintos Evangelios. Nosotros debemos recordar que Pilato la escribió en tres idiomas diferentes y por lo tanto puede no haber sido exactamente la misma en cada uno. Un Evangelio (Marcos) no pretende presentar nada más que la sustancia de lo escrito, la acusación, o cargo, contra Él; en los otros el Espíritu Santo presenta las palabras. Y ¡qué apropiado es esto! "ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS". (Versículo 37). Lo extraño para el judío es la identificación de su Mesías y Rey con Jesús. En Lucas la palabra "Jesús" debiese ser omitida, como en los mejores manuscritos. En realidad es, «¡El Rey de los judíos, éste!» y significa »este individuo», un término de desprecio. El objetivo es allí mostrar que él es, "Despreciado y desechado entre los hombres ": aquí, "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" porque aunque el gentil comparte la culpa es el judío quien lleva a Pilato a condenarle a muerte. En Juan tenemos característicamente la forma más completa de todas, — a saber, "JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS". El motivo es que ello une dos cosas en nuestro Señor que no están tan puestas en yuxtaposición en ninguna otra parte, — a saber, la más completa humillación y la más excelsa gloria. Aquel por quien todas las cosas fueron hechas, Dios mismo, era un hombre de "Nazaret". La hermosura de esto debe aparecer para cualquier mente espiritual. A lo largo del Evangelio de Juan el Señor es a la vez más excelso y más humilde que en cualquier otro lugar.

 

"Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él". (Versículo 44). Ellos encontraron tiempo para injuriar a Jesús también desahogando la angustia corporal de ellos escarneciendo al Hijo de Dios. Oh, amados amigos, ¿hubo alguna vez una escena semejante?

 

Nosotros hemos visto brevemente la parte del hombre pero, ¿qué hizo Dios allí? "Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Versículo 46). Tenemos plena evidencia de que esto no fue el agotamiento de la naturaleza. "Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu". (Versículo 50). Nuestro Señor murió como una víctima voluntaria. El hombre pudo querer Su muerte y ser el instrumento de ella. Él se hizo hombre para morir como hombre; pero en cada circunstancia ello está tan señalado como para mostrar que estaba allí Aquel que podría haber arrasado un mundo con la misma facilidad con la que en el pasado puso los cimientos del cielo y los fundamentos de la tierra mediante Su palabra. Él "entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron". (Versículos 50, 51). A la naturaleza se le hizo dar su testimonio arriba y abajo; y la oscuridad sobre la tierra no fue un simple eclipse. (Lucas 23: 45). El sistema judío dio también su solemne testimonio en el velo rasgado, — las sombras estaban desapareciendo pues el cumplimiento de ellas, la gran Realidad, había venido. El velo no rasgado había sido el símbolo de que el hombre no podía acercarse a Dios. Bajo la ley ello nunca pudo ser. Dios moraba en densas tinieblas en aquel entonces. Pero en la muerte de Jesús ha venido la plenitud de la gracia. Dios y el hombre pueden ahora encontrarse cara a cara. La sangre es rociada sobre y ante el propiciatorio y el hombre es invitado a acercarse con santa confianza. Ello es debido a esa preciosa sangre. En Él Dios había descendido del cielo para quitar el pecado mediante el sacrificio de Sí mismo. Para toda alma que cree ello está hecho. El sistema judío podía perdurar como un cadáver que espera tantos días para ser sepultado; pero el rasgado del velo fue el alma separada del cuerpo. De este modo hubo testigos de todas partes, — de la tierra, del cielo, de la ley y del mundo invisible. Jesús tiene las llaves de la muerte y del Hades. Los sepulcros mismos se abrieron cuando Jesús murió, si bien los cuerpos de los santos no se levantaron hasta después de la resurrección. (Mateo 27: 52, 53). Él mismo fue las primicias y el poder de la vida fue introducido por Su resurrección. ¿Qué testimonio pudo ser más completo? El centurión encargado de la vigilancia, pagano como él era, temió en gran manera y sin duda dijo, "Verdaderamente éste era Hijo de Dios".

 

"Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos". Pero, ¿dónde estaban los discípulos? Oh, ¡qué condena tan drástica de todo coraje jactancioso! Ellos habían desamparado a Jesús y habían huido; pero aquí estaban estas mujeres en contra de su natural timidez, ellas "sacaron fuerzas de la debilidad", mirando aunque de lejos. En José de Arimatea vemos a un hombre que tenía mucho que perder: un hombre rico y consejero miembro del Sanedrín y además discípulo secreto de Jesús. Dios lo lleva ahora a un punto donde ustedes menos podrían esperar. Con la muerte de Jesús en la cruz, — "contado con los pecadores", — él va a Pilato, pide Su cuerpo, y habiéndolo puesto en su sepulcro nuevo él hace rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, cumpliendo inadvertidamente Isaías 53: 9, — "con los ricos fue en su muerte". Si los apóstoles y los discípulos huyeron Dios puede levantar testimonios por causa de Su nombre, y Él lo hace.

 

En este capítulo hemos trazado la historia del yo. Si nosotros tuviéramos todas las riquezas, la erudición, el poder, de este mundo, ninguna ni todas estas cosas podrían hacernos felices. Jesús puede y lo hace. Pero recordemos que estamos en el territorio del enemigo el cual ha mostrado su traición a nuestro Maestro. Si nosotros no sentimos que estamos pasando por el campo de los que crucificaron a Jesús estamos en peligro de caer en alguna emboscada del enemigo. Que el Señor nos conceda esa calma de fe que no está ocupada con el yo sino con Aquel que llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero.

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio 2022

Publicado originalmente en Inglés bajo el título:
"Lectures on the Gospel of Matthew", by William Kelly
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

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