EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

¿Solamente la Muerte Rompe la relación matrimonial? (F. C. Jennings)

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¿Solamente la Muerte Rompe la

Relación Matrimonial?

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

 

 

PREFACIO

 

 

            Puede ser necesaria una palabra para explicar el asunto sobre el que tratan las páginas siguientes. Se ha insistido con fuerza recientemente, en más de un lugar, que nada - y esa palabra es usada en su sentido más estricto - puede justificar jamás el divorcio, que "el verdadero matrimonio es indisoluble", "que no puede ser deshecho", y así en más, y esto se ha reiterado en variadas formas, una y otra vez. Si esto no tuviera consecuencias prácticas, podría ser ignorado como algo extravagante, pero  serios resultados brotan de esta posición, y ya han traído no poca angustia. El fuerte énfasis puesto en lo que se insiste es el pecado básico de volver a contraer matrimonio después del divorcio, ha transferido, virtualmente la culpa extrema del adulterio desde el verdadero trasgresor a la parte inocente que ha vuelto a contraer matrimonio. Este folleto es propuesto como un examen de lo que dice la Escritura en cuanto a esto.

 

 

* * *

 

 

         Muchos se han visto obligados últimamente a hacerse esta pregunta, a la vez que no es una pregunta agradable, que es planteada con tristeza, y las convicciones han diferido seriamente en cuanto a la respuesta escritural a ella.

 

         No hay ni la más leve diferencia de opinión entre ninguno de nosotros en cuanto al mal flagrante del divorcio en nuestro día; pero, incluso en este total aborrecimiento de aquello que es popular y corriente, posiblemente puede haber una oscilación tal del péndulo que puede deformar el juicio y, por otra parte, conducir al error. Al evitar un mal, nosotros estamos siempre en peligro de caer en su opuesto.

 

         Estamos muy de acuerdo en que solamente adhiriéndonos a la Palabra escrita de Dios, y a ella en su totalidad, podemos estar firmes, lejos de los dos extremos. Todos estamos también de acuerdo en que la relación matrimonial tiene su raíz en Edén antes de la Caída, y que esa Caída no alteró en lo más mínimo la intención original del benefactor Creador, expresada en las palabras, "varón y hembra los creó", y, "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne", a lo cual se puede añadir el comentario del Señor en Mateo 19:6: "Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre."*

 

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* Las dos expresiones "juntó" y "separe" están en antítesis directa. El significado de una es lo contrario del significado de la otra. Si la consecuencia de haber sido "juntados" es que los dos son "una sola carne", la consecuencia de "separar" es que el lazo es roto - ya no son más "una sola carne." Uno de los escritores que se opone a nosotros, sintiendo la fuerza de esto, diluye el significado de las palabras a "Que nadie lo intente"; pero el Señor podría haber dicho eso fácilmente, en caso que Él lo hubiese deseado hacer, pero Él no lo hizo, y la reverencia aceptará la palabra tal como Él la pronunció, trasmitiendo exactamente lo que Él quería significar.

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         Pero, antes de seguir adelante, esa misma palabra del Señor, "no lo separe el hombre", envuelve, muy seguramente, la posibilidad de que el hombre cometa la iniquidad de separar esa relación. Esta palabra lanza una santa vigilancia acerca de ello - fortalece esa vigilancia, pero no evita que la iniquidad humana la penetre; al contrario, es, en sí misma, un pleno reconocimiento de aquel poder mal empleado. Todos los mandamientos negativos semejantes necesariamente se basan en la posibilidad de que sean infringidos. Si fuese imposible hacerlo, no habría razón para prohibir que se haga. Cuando el apóstol escribió a los "santos y fieles" hermanos en Éfeso, "El que hurtaba, no hurte más" (Efesios 4:28), todos nosotros deducimos, inevitablemente, que todavía existe en los más espirituales del pueblo del Señor, como lo eran estos Efesios, esa vieja naturaleza Adámica la cual es muy capaz de hurtar. Precisamente por esto las palabras, "no lo separe el hombre", deben involucrar igualmente que el rompimiento de la relación matrimonial está dentro del poder de la maligna voluntad humana. La muerte natural, como una causa, queda totalmente eliminada, ya que eso está totalmente fuera de las manos del hombre, así que es seguro que debe haber por lo menos una cosa aparte de la muerte que puede romper esa relación, y ella debe ser hallada en las Escrituras.

 

         Tendremos que pasar por alto las vidas de los Patriarcas - ya que ellos no se conformaban en su práctica  al orden divino - e ir a Israel. A ese pueblo Dios le dio un código de leyes que ponía en vigor, entre otras cosas, el carácter sagrado del lazo matrimonial, y fijaba los más severos castigos por su infracción, siendo ambas partes involucradas condenadas a muerte (Levítico 20: 10-12). Una sola posible excepción a esta severidad se encuentra en Deuteronomio 22:25, pero esta no afecta el principio básico, y no nos detendremos a comentar aquí sobre esto. Lo que queda claro es que en Israel el adulterio era, prácticamente, equivalente a la muerte, puesto que por mandato divino, lo primero involucraba lo segundo; o sea, el adulterio rompía el lazo matrimonial tan efectivamente como la muerte - esto es primario y básico, no simplemente Judío.

 

         Nuevamente, en Deuteronomio 24 hay un estatuto que alumbra directamente sobre nuestra pregunta. Un hombre puede encontrar "alguna cosa indecente"* en la mujer con quien ha contraído matrimonio recientemente, y darle una "carta de divorcio." Independientemente de lo que se haya querido dar a entender por medio de las palabras "cosa indecente", una cosa es segura, esto no podía ser adulterio o fornicación, ya que no había más que un castigo para ambos, y eso hubiese impedido todo casamiento posterior (Deuteronomio 22: 13-29). Ese castigo era, ya sea la muerte, o un matrimonio que nunca podía ser disuelto (versículo 29), así que eso excluye la mujer del capítulo 24:1. Nuestro Señor dijo que este  permiso otorgado por medio de la ley Mosaica para divorciarse de una mujer fue otorgado a causa de la dureza de sus corazones. Esto fue, entonces, puramente Mosaico, y no influía en absoluto sobre la santidad original del matrimonio. Pero en el caso de ser despedida así, la divorciada, no siendo culpable de la ofensa capital, ya sea antes o después de haber contraído matrimonio, por medio de este permiso Mosaico, quedaba libre para ser la mujer de otro hombre sin incurrir en ninguna culpa.

 

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*La palabra traducida como "cosa indecente" es aplicada a una tierra expuesta a sus enemigos (Génesis 47:19), a una persona vergonzosamente expuesta (Génesis 9:22), y a algo extremadamente repelente (Deuteronomio 23:14), y como este último es el único lugar donde se encuentra en este libro, da sentido al capítulo 24 considerado arriba.

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         Eso era Mosaico, pero la pregunta que se relaciona  directamente con nuestro asunto es: De este modo, ¿si ella vuelve a contraer matrimonio, esa misma nueva relación matrimonial, rompe absolutamente el vínculo con su esposo anterior, o ese vínculo aún existe a pesar de este nuevo lazo, como ciertamente debe ser si la muerte y nada más que la muerte lo puede romper? Entonces, si el segundo cónyuge muriese, o, a su tiempo, la despidiese con otra "carta de divorcio", lo que seguiría, inevitablemente, sería que ella debe reconocer ese vínculo no roto, y estaría obligada a regresar a su primer marido si es que él aún está vivo, ya que si nada sino la muerte puede disolver el matrimonio, ese primer matrimonio no se rompió y está aún en plena vigencia, y eso involucraría, naturalmente, que el primer esposo permanecía sin volver a casarse. ¡Pero eso es precisamente lo que ella no debe hacer! Está muy estrictamente prohibido, ya que eso sería "abominación delante de Jehová" y en estas palabras, Moisés y su "permiso" desaparecen - se trata nuevamente de Jehová y Su intención básica original instituida en Edén. El primer lazo ha dejado de existir totalmente, completamente roto por lo hecho con otro hombre. El permiso Mosaico para divorciarse, dado al marido de corazón, podría haberle capacitado para volverse a casar, pero el 're-casamiento' de aquel que se divorció le dio libertad, por medio del principio básico de Jehová, para hacerlo.

 

         Nada parecería más claro que esto, pero se encuentra, como algunos nos hacen recordar, en el Antiguo Testamento, y nosotros estamos viviendo ahora bajo otra dispensación. Entonces, ¿la gracia del evangelio, anula o altera ese orden divino? Debido a esa gracia, ¿existe todavía ese vínculo? ¿Está el cónyuge inocente aún ligado, a pesar del hecho de que la segunda relación sea ilícita? - ¿está la gracia  condonando o ignorando el pecado del o la culpable, de modo que en estos días incluso el adulterio no tiene tanta gravedad como para tener algún efecto en el primer casamiento? Ciertamente, "nosotros no hemos aprendido así a Cristo", ni tampoco la gracia actúa de ese modo, sino realmente en el sentido opuesto: las justas "ordenanzas de la ley" no son anuladas o modificadas en lo más mínimo, sino que se "cumplen" en aquellos que no andan "conforme a la carne, sino conforme al Espíritu." (Romanos 8:4). Independientemente de cuál fuese el efecto que el adulterio tenía en un caso, en lo que respecta al orden divino, también lo tiene en el otro caso, tal como está escrito incluso en tiempos Cristianos, "la ley no fue dada para el justo, sino . . .para los fornicarios," etc. (1 Timoteo 1:  9, 10), y esa palabra debe incluir, necesariamente en este caso, el adulterio, el cual, de otro modo, escaparía totalmente de la condenación de la ley. Pero esto debe ser considerado más en extenso.

 

         La misma cosa se reconoce como teniendo el mismo efecto en Mateo 5:32, donde se lee: "Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio." Si algo está más allá de toda duda, es que esta cláusula preventiva no tiene absolutamente nada que ver con el "permiso" Mosaico, porque es en directo contraste con ella que nuestro Señor pronuncia: "yo os digo."

 

         Pero la palabra "fornicación" (se aduce) evidencia que este divorcio es permitido solamente para el pecado cometido antes del casamiento, y si ambos cónyuges pecan de este modo después de contraer matrimonio, ¡la excepción no es aplicable en absoluto! Si esa fuera la compresión correcta de la palabra "fornicación", se sacaría por consecuencia que un marido puede despedir a su mujer por lo que ha ocurrido en su inexperta juventud, pero ¡no por lo que rompió deliberadamente sus votos matrimoniales en edad madura! ¿Puede alguien aceptar eso como consistente con la justicia divina? ¿Es posible una interpretación tal? El mal menor afrontando buenas razones para el castigo, mientras que el mal mayor ¡queda sin ningún castigo en absoluto!

 

         Este error surge parcialmente de asumir que nuestra palabra Española "fornicación" y el uso limitado que nosotros hacemos de ella, es el exacto equivalente de las palabras que fueron escritas; pero,  tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la palabra traducida de este modo tiene frecuentemente, y a veces necesariamente, un significado mucho más amplio que el que tiene para nosotros. Jehová habla de Israel como una mujer casada, quien había "dado a luz hijos e hijas" (Ezequiel 16:20), pero que ha sido ahora culpable de "fornicación" (Hebreo. zahnah - la misma palabra que es traducida por "fornicación" en Isaías 23:17; Ezequiel 16:26; 2 Crónicas 21:11; es decir, la "fornicación" era aquello que nosotros siempre llamamos "adulterio"). Así también la mujer casada Jezabel es acusada del mismo pecado bajo la misma palabra (zahnah).

 

En el Nuevo Testamento, la palabra Griega correspondiente traducida "fornicación" (porneia) cubre también toda forma de maldad sexual. En textos tales como 1 Timoteo 1:10, el "adulterio" sería omitido completamente como estando prohibido por ley, si la palabra "fornicación" (o como en la versión "A.V." de la Biblia en Inglés donde se usa la palabra "whoremongers" * (cliente habitual de prostitutas), pero la versión inglesa de la Biblia "R.V.",  usa "fornicators") no la cubriera.  De igual forma, en Gálatas 5 donde tenemos una lista de las "obras de la carne", todos los editores (N. del  T.: de Biblias en idioma en Inglés), sin una sola excepción, eliminan la palabra "adulterio" de la lista (Gálatas 5:19), como no habiendo sido escrita bajo la divina inspiración sino intercalada por una pluma humana, dejando la siguiente palabra, "fornicación", para que lo cubriese.* Si la palabra "fornicación" no lo cubriese, entonces la palabra "adulterio" sería nuevamente omitida completamente como una de las obras de la carne, lo que es imposible.

 

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* La dificultad es, de alguna forma, aumentada por la lectura común en la versión Inglesa "Authorized Version", tanto en el Antiguo y Nuevo Testamento, siendo una palabra que ahora es obsoleta, siendo excluida del habla refinada la palabra: "whore" (ramera) y sus combinaciones; pero si vamos a la raíz de esa palabra Sajona "hor", hallamos que ella significa "adulterio"

            Comentaristas tales como los bien conocidos y respetados Darby, Kelly, Grant, Alford, todos hablan del pecado de fornicación como aquello que ha "roto el lazo matrimonial", el cual, ciertamente, no podía haber sido roto antes de que este lazo existiera. Alford dice claramente: "Se debe aceptar que la fornicación significa pecado, no sólo antes del casamiento sino, también, después de este, incluyendo así el adulterio."

            Regresando a los Diccionarios encontramos la siguiente definición: "Porneia = fornicación, pero la relación sexual ilícita en general y a veces, específicamente, el adulterio." - Grimm, Thayer y Robinson; pero las propias Escrituras nos entregan la más clara evidencia de este extenso alcance de la palabra.

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* (N. del T.: Por lo menos en las siguientes ediciones de la Biblia en Español, en Gálatas 5:19, no figura la palabra "adulterio", a saber: La Biblia de las Américas, Versión Reina-Valera 1909 Actualizada, Nueva Biblia de los Hispanos, Biblia de Jerusalén, Nueva Versión Internacional, Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva).

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         De este modo, podemos concluir con seguridad que mientras a veces la distinción entre los dos males, "adulterio" y "fornicación", es reconocida por las palabras utilizadas, la última siendo una iniquidad post-nupcial y la otra pre-nupcial, este no es siempre el caso, y la "fornicación" que justifica (enfaticemos nuevamente, no mediante el permiso Mosaico, sino por lo que era "al principio") el repudio, en Mateo 5:32 y en los pasajes correspondientes del capítulo 19, era la infidelidad matrimonial, y no lo que pudiese haber sucedido antes de contraer matrimonio. Porque por la ley divina original (nada que ver con el permiso Mosaico) una mujer que había pecado de esta forma antes de contraer matrimonio nunca se podía unir en nupcias en absoluto - ella debía ser apedreada junto con su compañero igualmente culpable (Deuteronomio 22: 23, 24), y eso prohibiría de manera  suficientemente eficaz que consideremos el caso excepcional en Mateo como siendo esta una iniquidad pre-nupcial, o "fornicación" en el estrecho sentido de su uso moderno. Había (Deuteronomio 22:25 y ss.) una sola excepción a esto: Si la joven realmente no era  culpable, entonces su agresor estaba obligado a casarse con ella, y nunca debía desligarse de ese casamiento, "no la podrá despedir en todos sus días." (Deuteronomio 22:29), de modo que eso también prohibiría que la excepción en Mateo 5 y 19 fuese considerada en absoluto - esto era imposible.

 

         De esta forma, se infiere, más allá de todo cuestionamiento, que la palabra fornicación, como en estos dos pasajes en el Evangelio de Mateo, es realmente aquello que nosotros llamamos adulterio, y nada más.

 

         Pero se podría preguntar, si la palabra "fornicación" significa en estos textos "adulterio", ¿por qué el Señor no continuó utilizando esa palabra, y por qué sustituirla en la misma conexión, por una palabra en cuanto a la cual no podía haber ninguna ambigüedad, diciendo que, "el que se casa con la repudiada, comete adulterio"? Yo sugeriría que esto fue para enfatizar, más allá de todo cuestionamiento, que si el casamiento original no había sido afectado por ninguna causa leve, como era permitido por Moisés - ese vínculo permanecía, y, para hacer esto irrefutablemente claro, el Señor usa una palabra que podía ser traducida solamente como "adulterio", y era eso lo que rompía el matrimonio original, como siempre lo hizo y lo hace.

 

         Pero, se piensa que la fuerza de estas excepciones, tanto en el capítulo 5 como en el capítulo 19 de Mateo, es anulada por ser "Judía" y, así, no aplicable en absoluto a los Cristianos.  Es una extraña equivocación sin base, y debido a su seriedad, yo llamaría nuevamente a poner atención a lo que era claramente Judío, siendo esto el permiso para repudiar por razones menos graves que infringían lo que Dios había instituido "al principio", y el Señor vuelve a esa intención original. ¿Cómo puede alguien decir que la frase "al principio" es "Judía"? ¿Existió el Judaísmo desde el  principio? Seguro que no; pero desde el principio el matrimonio fue inviolable excepto por aquello que, por sí mismo, lo rompía absolutamente - "la fornicación", que aquí debe representar inevitablemente el adulterio.

 

         (En las Cartas del Sr. J. N. Darby, Vol. 2, Página 130, él afirma". . . Lo que quise significar al decir que el lazo estaba roto era esto: que Dios nunca permitía al Cristiano romper el lazo; pero cuando se cometía adulterio, la parte que lo cometía había roto el lazo, y el Señor permitía a la otra parte considerarlo roto y actuar sobre ello mediante el divorcio formal - no lo demandaba, pero lo permitía." - Ed.)

 

         Estoy al tanto que la iglesia-ramera de Roma reclama una santidad superior al prohibir el divorcio en cualquier terreno, y ella sabe bien como usar eso como propaganda, pero nosotros no estamos dispuestos a aceptar a Jezabel como nuestra maestra de pureza; ni el "prohibirán casarse" (1 Timoteo 4:3) de su clero; y toda la vileza que ha sido plenamente expuesta como relacionada con su confesionalidad - estas y otras muchas más no establecen nuestra confianza en ella como maestra de moralidad; pero, para que no seamos acusados de temer a su oposición, y como algunos que no pertenecen a su comunión también reclaman el mismo lugar como siendo más santos y que están en un terreno más elevado, yo contemplaré sus argumentos tal como fueron dados por los "Padres Paulistas" (como se denominan a sí mismos) en un libro que tengo ante mi vista. Lo que se pregunta es: "¿No permitió, Cristo mismo,  el divorcio en caso de adulterio?" La respuesta es "No, Él no hizo ninguna excepción en absoluto." Entonces, después de citar Mateo 5:32, la respuesta continúa: "El deber de un hombre para con su esposa no es cumplido de este modo." (al darle a ella una carta de divorcio), "él es responsable por el adulterio que ella pudiera cometer, si la despide por cualquier otra razón que no sea fornicación." La verdad de esto depende de la distinción entre "adulterio" y "fornicación", que ya hemos considerado. El escritor, al menos, no ignora la cláusula excepcional, pero ahora viene el argumento real:

 

"La frase 'hace que ella adultere', solo puede ser entendida en la suposición que el punto tratado aquí no se trata de los derechos y las libertades del esposo perjudicado cuya mujer podría cometer adulterio, sino más bien la responsabilidad que contrae el esposo que despide a su mujer en caso que ella se convierta más tarde en adúltera. Ella no es una adúltera antes de ser despedida, de otra forma la frase 'hace que ella adultere' no tendría ningún significado."

 

         Notamos aquí que el caso excepcional es ignorado completamente, no se hace referencia a él en absoluto; de modo que si la mujer es repudiada por fornicación (porneia: que en este caso inevitablemente es adulterio), ella no ha cometido aquello por lo cual es repudiada hasta después de que ella es repudiada. Un argumento tal confirma firmemente lo que se pretendía refutar.

 

         El caso entonces se mantiene así: Conforme a la ley original de Dios, la cual no puede ser contravenida por nada en el Judaísmo, si la mujer cometía adulterio ella debía ser muerta (lo cual con toda seguridad comprendía ser repudiada), pero si era repudiada por cualquier otra razón y volvía a casarse, entonces se le hace cometer adulterio, y el esposo que se ha divorciado de ella carga con la culpa de ese pecado.

 

         Pero con gusto dejamos Roma, estando muy al tanto que todas las orgullosas reclamaciones de una santidad superior son, ellas mismas, abominables para nuestro Dios, y continuamos con la Escritura; y allí la verdad es que hay condiciones tan mutuamente destructivas que no pueden existir juntas por ningún motivo. Por ejemplo, "No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios." (1 Corintios 10:21). Noten las palabras "no podéis" - se trata de una imposibilidad absoluta. Sin embargo, seguramente no era del todo imposible, para un Cristiano de aquel día, ir a un templo dedicado a un ídolo, comer y beber de los sacrificios, y luego regresar a la Asamblea, sentarse entre los hermanos y participar de la mesa del Señor. Eso podía ser hecho externamente - de hecho, es la cosa misma que él está reprendiendo -  pero delante de Dios, cuando él acudió a esa adoración idolátrica, él realmente se separó, mediante ese mismo acto, de su relación con la mesa del Señor. Esto era un adulterio espiritual, o fornicación, y como tal rompía totalmente la relación anterior, tal como lo hacía el pecado literal.

 

         Similarmente en 1 Corintios 6, un capítulo en el que se enfatiza la dignidad y la santidad del cuerpo del Cristiano: "¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne." (1 Corintios 6: 15, 16). Aquí se nos dice claramente que (y léanlo bien) una relación ilícita tiene precisamente el mismo efecto que el casamiento legal. De este modo, las palabras, "lo que Dios juntó en uno, no lo separe el hombre." Mateo 19:6 - Versión Moderna), no pueden referirse a ciertos matrimonios hechos por Dios, sino que es el efecto de la cohabitación - ya sea legal o ilegal.* El cuerpo del creyente pertenece a Cristo, y ha de mantenerse santo para Su servicio, siendo de Sus miembros. No, por supuesto, como siendo miembros de Su Cuerpo místico, sino como estando enteramente a Su servicio.

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* Esto es enfrentado al insistir que Dios solo casa a dos que están en virginidad. Se nos dice que: "El verdadero matrimonio, o matrimonio de virginidad, ¡es indisoluble! Este se originó en el cielo, y ningún pecado, sin importar de qué tipo o en cuán malo, puede separar en dos aquello que Dios ha hecho una sola carne." Eso, como hemos visto, es una simple declaración que carece de todo fundamento Escritural. Que el "verdadero matrimonio" es solamente de aquellos que nunca han estado casados antes es una locura. En Romanos 7, la mujer está tan verdaderamente casada la segunda vez como lo estaba en la primera.

         (N. del T.: los siguientes párrafos corresponden a un comentario del autor acerca del texto de Deuteronomio 24:5 que aparece en la versión de la Biblia Inglesa "King James Version" que reza así:

 "When a man hath taken a new wife, he shall not go out to war, neither shall he be charged with any business: but he shall be free at home one year, and shall cheer up his wife which he hath taken.

Cuya traducción propuesta por el traductor es la siguiente:

"Cuando un hombre tome una nueva mujer, no saldrá a la guerra y no se le impondrá ningún deber; sino que él quedará libre en su casa por un año para hacer feliz a su mujer que ha tomado."

Y, a partir de aquí, prosigue el comentario del autor, F. C. Jennings ).

En conexión con esto está envuelto, también, otro extraño error. Se dice del casamiento de Deuteronomio 24:5 que este casamiento es un "verdadero casamiento" pues la mujer es "nueva", lo cual es escritor supone que significa "que no ha estado casada nunca antes", una mujer de primera mano, mientras que en el versículo 1 ella es de segunda mano, y en el versículo 2 de tercera mano. Todo esta está basado en el malentendido de la frase: "Cuando un hombre tome una nueva mujer." Esto no se refiere al estado de la mujer, sea que haya estado casada previamente o no, sino al hecho de que es "nueva" para el hombre que la toma. La Septuaginta aclara eso bastante al traducir, "Y si alguno ha tomado recientemente una mujer. . ."

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¿Es posible que ellos sean uno con una ramera, y aún así estar en relación normal con Cristo? Esto es imposible. Pero aquí, como en Romanos 7, hay una indicación de ese solo vínculo con el cual, y en dependencia de Cristo el Señor resucitado, resulta en fruto para Dios, y Pablo insiste indignadamente acerca de la imposibilidad de esto, cuando el cuerpo es quitado de Cristo y hecho "miembros de una ramera." No puede ser a la vez "quitado" y presentado al Señor (Romanos 6:13).

 

         De forma similar: "¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?" (Santiago 4:4): ellos no pueden existir juntos, ante los ojos de Dios el uno destruye al otro. Se pueden dar otros ejemplos, pero estos serán suficientes para mostrar que hay condiciones tan mutuamente destructivas que no pueden coexistir, y, así, la relación matrimonial con dos personas diferentes es una imposibilidad conforme al orden de Dios, que es lo único que debe gobernar nuestras convicciones. La posterior en sí misma desune absolutamente la más temprana, como Deuteronomio 24:4 lo dice suficientemente claro. Tampoco se trata de que la fornicación o el adulterio sean menos inicuos en la mayor luz, e igual mayor responsabilidad, de la Cristiandad; y afirmar que no tiene un efecto radical y destructivo sobre la relación marital es realmente profano, por muy poco que se comprenda.

 

Refiriéndonos a Romanos 7: 1-4, el claro y único propósito del Espíritu Santo aquí es el de sacar a la luz, sin permitir que ninguna otra cosa turbe el argumento, la completa separación del creyente de la ley mediante el cuerpo de Cristo. No debemos argumentar desde el silencio en cuanto al efecto del adulterio en la relación matrimonial común, de que esto se ha dejado aún en vigencia. No es el propósito del escritor inspirado discutir eso aquí, y es un mal uso de la Escritura deducirlo así.

 

La Epístola a los Corintios, en el capítulo 5 nos habla de la mayor indulgencia del evangelio. Dios no ordena la imposición de la muerte, sino que les ordena quitar de entre ellos a "ese perverso." No toca la relación entre los dos que están casados, sino la relación de la Iglesia con el pecado y el pecador.

 

En el capítulo 7 de 1 Corintios, se ordena a la mujer creyente que no abandone a su marido, ni que el marido despida a la mujer, pues ambos son Cristianos por profesión: más adelante se trata con los matrimonios mezclados. Pero en el versículo 11 es posible que una mujer haya abandonado a su marido; de ser así, ya que no ha entrado en ninguna otra relación matrimonial, ella debe, o volver a su marido, o permanecer en su estado de separación. No ha habido ninguna "fornicación", y la unión permanece sin haberse roto; pero aplicar esto a un caso en el que este grave pecado ha sido cometido es totalmente  injustificado. Esto no toca eso en absoluto.

 

Pero ahora llegamos a lo que corresponde muy directamente. Supongan a un convertido que ya está casado con una pagana (no creyente) - y puede que haya habido muchos de tales casos en la gran asamblea de Corinto - ¿tenían que ir los creyentes al Antiguo Testamento, y acudiendo a Esdras o Nehemías, sacar la conclusión que deben dejar ciertamente a su cónyuge no creyente? O, ¿deben retroceder a la ley original de Edén y quedarse?

 

En la respuesta, el cambio desde, "no yo, sino el Señor" (versículo 10), a "yo digo, no el Señor" (versículo 12), es muy significativo, aunque a menudo muy pasado por alto. Pero ello significa claramente, y dice realmente, que no hay necesidad de una revelación directa del Señor en cuanto a cuál es Su voluntad en un caso tal, ya que esa voluntad se evidencia mediante la posición, con  relación a Él mismo, de sus hijos, y todos los hijos de esa unión, ya sea que hayan nacido cuando ambos estaban en las tinieblas del paganismo, o cuando uno de los padres había aceptado a Cristo. Que ellos miren a sus hijos y eso será suficiente para responder su pregunta. ¿Están ellos "afuera" en el lugar que Esdras y Nehemías los habrían puesto? ¿Habían sido ellos severamente quitados como en esos días de la ley? Lejos de ello; ellos están tan claramente en una posición de aceptación externa que es una segura evidencia que el padre incrédulo ha sido - no realmente hecho santo en sí mismo - sino que ha sido santificado en el creyente; porque el resultado de ese casamiento es evidenciado como "santo" y "limpio", como está escrito, "pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos" (versículo 14). Tampoco esto significa que estos son mejores que otros niños, o que ellos no necesiten la gracia regeneradora de Dios: por lo que a esto respecta, ellos no difieren ni una pizca de todos los otros niños, pero ellos están puestos aparte de todos los niños Judíos o paganos, al ser, abiertamente, formalmente, evidentemente,  aceptados con el padre que cree ahora en el Señor Jesús, incluso aunque él o ella no hubiesen hecho esto cuando los hijos nacieron - aceptados en esa posición externa en la tierra respondiendo a "la ciudadanía de Israel" en lo antiguo, como está escrito, "tú y tu casa" - la familia compartiendo con su cabeza en este lugar de privilegio. Estas  "limpieza" y "santidad" de los hijos evidenciadas así, responden realmente la pregunta: que los padres no se separen.

 

Pero, supongan que el padre incrédulo (versículo 15), incapaz o renuente a continuar una relación con la madre creyente, abandone definitivamente a la Cristiana, ¿qué sigue entonces a continuación? Uno se puede imaginar fácilmente, aunque no se dice directamente, cuán frecuentemente debe haber sido ese el caso un una ciudad tal como Corinto en aquellos días. Un hombre o una mujer casi podían frecuentar el culto a Júpiter o Venus, con los ritos impuros que lo acompañaban, y al mismo tiempo sentirse cómodos o a gusto en la compañía constante de uno cuya vida era un testimonio contra toda esa impiedad, impureza e iniquidad. Solamente si lo que había allí era un muy fuerte y puro afecto humano, la continuidad de la relación parecería ser posible; y, entonces, que el creyente sea agradecido, "Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?" (versículo 16). Entonces, que el creyente nunca sea aquel que se va.

 

Pero nada se podía hacer con el desertor incrédulo: a él o a ella se le debe permitir partir, y el escritor inspirado se dirige al abandonado con las palabras, "no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios." (versículo 15) - palabras que han dado ocasión para mucha discusión, y, por consiguiente, debemos otorgarles un poco de paciente consideración. Lo primero será olvidar por un tiempo todas nuestras condiciones modernas, y procurar retroceder al lugar, a las condiciones, y a las necesidades de aquellos a quienes se les dirigió esta carta en primera instancia, y por quienes fue leída primero. Si podemos obtener claridad acerca de lo que se les comunicó a ellos, nosotros estaremos en posición de aplicarlo a nuestra propia época.

 

Con la excepción de unos comparativamente pocos creyentes en el Señor Jesús, toda la ciudad estaba hirviendo en idolatría y su agregado de conductas licenciosas. Imaginémonos una pareja casada, uno de los cuales (asumiremos que es el marido) se adhiere aún a la idolatría en la que ha sido criado, y abandona definitivamente a su mujer Cristiana. Ansiosa y perpleja en cuanto a su estado social, preguntándose en qué posición la deja este abandono, preguntándose si es que aún está "delante de Dios", atada a su marido anterior, ella escucha la lectura de la epístola de Pablo, y allí se le dice que ella "no está sujeta a servidumbre", y que la única interrogante es en cuanto a qué entendería ella inevitablemente de esas pocas palabras.

 

Si allí no había prejuicios y preferencias, ningún argumento a ser establecido, parecería que no habría escape del claro y sencillo sentido de "no está . . . sujeto a servidumbre": la abandonada quedaba en libertad de lo que la había ligado hasta ese momento. Y qué podía ser posiblemente esto en un caso tal, sino el vínculo matrimonial mediante el cual ella había estado unida al cónyuge desertor. Mi lector debe permitirme que insista sobre esto, porque se trata precisamente de lo que se dice en un caso donde no puede haber ninguna duda en cuanto a lo que se da a entender, "Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido." (Romanos 7:2); de este modo, lo que la muerte hacía allí, el abandono lo hace aquí, el vínculo es el mismo y la libertad de éste es la misma. En folletos recibidos recientemente esto ha sido desafiado, y algunos insisten que ¡el sentido es que el creyente no está obligado a compeler al incrédulo a quedarse! Pero eso sería nada menos que una burla para una mujer abandonada que diría naturalmente: "Él ya se ha marchado, y no tengo ningún poder para obligarlo a regresar. El hecho de que se me informe de que yo no estoy obligada a hacer lo que no puedo hacer en absoluto, no me dice nada." Otro escribe: "Si uno se marcha, el impedimento de la presencia de él o de ella es quitado; no tenemos, entonces, que consultar los deseos u obedecer las ordenes de aquel que ha perdido los privilegios y ha abandonado los derechos que le otorgaban la presencia personal." Esto, expresado en otras palabras, dice simplemente que nosotros no tenemos que considerar los deseos, u obedecer las ordenes de uno que, habiéndose marchado  definitivamente, ¡ya no comunica sus deseos, ni da sus ordenes!

 

Hay dos palabras griegas distintas usadas en este capítulo en 1 Corintios y ambas son traducidas de esta forma: "ligado" (1 Corintios 7:27) y, "ligada" (versículo 39): la primera, "douloo" (y es la que está en el versículo 15), tiene en ella el sentido de estar ligado como un siervo a uno que está arriba en la escala social. La otra, "deo", es estar atado a algo o alguien en el mismo nivel, como en Romanos 7:2, donde la referencia es claramente a la relación matrimonial - "Porque la mujer casada está sujeta por ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido." De este modo, las dos palabras son aplicables a diferentes aspectos de una misma cosa: la primera (douloo) la considera en dirección a Dios, arriba como siempre; la otra en dirección al hombre, como en el mismo nivel. Aplicando esta distinción significaría que es delante de Dios que el abandono ha roto completamente el vínculo matrimonial; y, tal como cuando estaba ligada, la parte abandonada no podía volver a contraer matrimonio sin ser culpable, estando libre, él o ella podía hacerlo.

 

Esto es tan importante que yo doy testimonio de algunos reconocidos devotos estudiosos, quienes son universalmente estimados por su visión espiritual:

 

Sería del todo esperable que C.J. Ellicott, Obispo de Gloucester y Bristol, considerara el tema desde esa posición eclesiástica. Así, él comenta: "la expresión "sujeto a servidumbre", una palabra fuerte muy estudiada para enfatizar indirectamente la sanción del apóstol a la consideración del matrimonio como disuelto . . . que las palabras implican que el abandono deliberado por parte del esposo o esposa no creyente debe ser considerado, razonablemente y  fuera de toda duda,  como dejar libre a la esposa o al esposo; si uno que es dejado libre ha de ser considerado en libertad de casarse de nuevo, esto está más abierto a ser cuestionado, pero el tenor de las palabras parece estar a favor de la libertad."

J.N.Darby: "El hermano ya no estaba obligado a considerar a la que lo había abandonado como su esposa, ni la hermana al hombre que la había abandonado como su esposo" - una disolución completa.

H. Alford: "Si el incrédulo desea disolver la unión, ésta puede ser disuelta."

C. Hodge: "Este pasaje es el fundamento de la doctrina de que ese deliberado abandono es causa legítima para el divorcio."

F. W. Grant: "Él o ella no están obligados a reconocer más la relación  como existente." *

 

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* Es verdad que el Sr. Grant niega que esto sea el equivalente al divorcio, puesto que "el mismo Señor ha decidido que no hay sino un terreno para el divorcio" - es decir, yo entiendo, que aunque "no sujeto a servidumbre", la parte abandonada no es libre de volver a contraer matrimonio, a juicio del Sr. Grant. Esto es digno de una respetuosa consideración, como lo son todas estas opiniones; pero, de qué modo el vínculo debido a la relación matrimonial puede, al mismo tiempo, siquiera dejar de "existir" del todo y, con todo, ser mantenido de algún modo, esto es muy difícil de ver.

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De este modo, parece haber una perfecta unanimidad por lo menos con estas: que el vínculo matrimonial ha sido completamente desunido mediante el abandono; la partida de la parte incrédula ha puesto fin a éste vínculo definitivamente. Pero la condición de tiempo y lugar debe ser recordada, y se puede asumir, como una certeza moral, que el incrédulo, prefiriendo una atmósfera tan contaminada, gobernada en la idolatría de Corinto, con ninguna comprobación de que haya habido una conciencia dirigida hacia Dios, de costumbre social o de auto control, no dudaría en lo más mínimo en formar otro lazo matrimonial con un cónyuge más afín, compartiendo sus opiniones en cuanto a la idolatría y lo que acompañaba a ésta. Pero apegándonos a la letra misma de la Escritura, nada se dice en cuanto a esto, y el abandono mismo de parte de la parte incrédula disolvía absolutamente, por sí mismo, el vínculo delante de Dios, y así dejaba libre al abandonado.

 

En la actualidad y en nuestro país, las condiciones son tan diferentes, que hacer una aplicación no sesgada, imparcial y justa de este versículo, resulta mucho más difícil, siendo necesarios la mayor cautela y el más perspicaz discernimiento. Nosotros no tenemos una idolatría tan declarada, y ambas partes pueden ser, y probablemente serán, Cristianas, por lo menos de profesión.  Pero, no obstante estas divergencias, la Escritura debe tener hoy su segura aplicación, o ella sería sin valor, y eso, todos estaremos de acuerdo, es imposible; por lo cual se entiende que los Cristianos y los paganos de tiempos antiguos deben tener hoy su contraparte en algunos esposos y esposas: el Cristiano o la Cristiana, debe buscar su representante actual en uno cuya vida muestre evidencias de que él o ella es un miembro verdadero del Cuerpo de Cristo, mientras que el incrédulo desertor de Corinto debe estar representado, y eso más allá de toda duda razonable o cuestionamiento, por uno o una cuya conducta le delate como siendo solamente un profesante falso, y realmente una persona mala, cuya maldad fundamental es mostrada mediante todas las circunstancias inherentes al abandono.

 

De este modo, en este tercer caso, estamos entregados enteramente a Dios a fin de discernir los verdaderos méritos del tema - que el abandonado está suficientemente sin culpa: si hubiese habido cualquier forma de arreglo privado, esta Escritura no tendría ninguna aplicación en absoluto a tal iniquidad.

 

Nuestra consideración de este asunto quedaría incompleta si omitiésemos toda referencia al Evangelio de Marcos (capítulo 10: 1, 2 - "Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía. Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarle, si era lícito al marido repudiar a su mujer.") y a Lucas (16:18 - "Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera."), en ambas de las cuales se omiten las palabras, "salvo por causa de fornicación." A partir de esto, algunos han deducido que las palabras en Mateo (19:9) deben aplicarse a los Judíos solamente (puesto que ese Evangelio tiene, en forma aceptada, un molde Judío), y por ende las palabras no pueden tener ninguna influencia sobre nosotros, quienes somos, la mayor parte, Cristianos salidos de entre los Gentiles. Las instrucciones para nosotros, en tales casos, deben ser halladas en el Evangelio Samaritano de Marcos, o en el más evidente Evangelio Gentil de Lucas.

 

         Esto podría tener algún peso si no fuera directamente en contra de la clara palabra del Señor que nos dice que esto no es Judío en absoluto, sino que fue divino "desde el principio." Esto, inequívocamente, quita toda referencia a Moisés, y nos dice que la relación matrimonial puede ser mantenida solamente como fue comenzada, solamente entre un hombre y una mujer - de este modo, esta cláusula excepcional se aplica a toda la raza Adánica.

 

         La omisión de esas palabras en Marcos y Lucas no puede anular esta declaración positiva en lo más mínimo. Las palabras fueron dirigidas a las mismas personas en todos los Evangelios que las registran, aún cuando en Mateo y Marcos son pronunciadas en una misma ocasión, de modo que lo que entendían aquellos que las escuchaban en un caso, ellos lo comprendían en todos los casos.

 

         Otro escribe: "La unicidad del santo matrimonio Cristiano es representada por el matrimonio celestial de nuestro Señor y Su Iglesia, el cual es por toda la eternidad." Esto es verdad, pero no toda la verdad. Es verdad, cuando la Iglesia es contemplada como estando compuesta solamente por aquellos que son verdaderamente Su pueblo (como Eva lo era para Adán), habitada y unida a Él mediante el Espíritu Santo. Pero no es verdad en ese aspecto de la Iglesia que también es reconocido en la Escritura, en esa profesión externa que asume ahora en la tierra el lugar de ser la representante de aquella divinamente formada. Es esta iglesia que, al no ser virgen, y al cometer fornicación, el vínculo roto de esta forma es reprobado con la más fuerte expresión de aborrecimiento en las palabras: "te vomitaré de mi boca" (Apocalipsis 3:16), y mediante el juicio final de Babilonia la Grande, es decir, la "iglesia" unificada después del rapto de la verdadera. Existe, de este modo, una "iglesia-ramera" así como una esposa casta, y un hombre o una mujer adúlteros sólo pueden ser vinculados a la mencionada en primer lugar.

 

          Pero se insiste además en esto: "Supongan que la parte culpable (se asume que es la esposa) se arrepiente, ¿ha de encontrar ella la puerta a su restauración cerrada permanentemente contra ella por el hecho de que su antiguo marido ha contraído otro matrimonio? ¿Está esto de acuerdo con el perdón sobre  el que se insiste con tanta fuerza en los Evangelios? En este terreno solo, ¿no debería el esposo ofendido mantener abierta esa puerta de perdón no contrayendo otro lazo?" Los corazones Cristianos sienten naturalmente la fuerza de una causa tal y responden a ella, pero la iniquidad tiene dos aspectos distintos: contra el marido personalmente  y también habiéndola llevado a cabo como rompiendo completamente la relación social divinamente instituida, y habiendo eliminado completamente la posición social relacionada con esa relación. En cuanto a lo último - siempre debe haber perdón para el arrepentimiento verdadero, y eso sin ningún límite, hasta "setenta veces siete"; nada altera o afecta eso. Pero una restauración a una relación que ha sido rota perversamente y eficazmente, una renovación de aquello que ahora no existe, es completamente otra cosa. Puede ser que aquel contra quien se ha pecado de este modo retenga tal afecto por su cónyuge infiel como para esperar indefinidamente que ella se arrepienta, y esto puede ser seguramente el modo más excelente. Pero tenemos nuevamente en esto, una vasta diferencia con respecto a la ley: vemos la gracia del evangelio permitiendo ese regreso y recibimiento que la ley prohibía; pero si el marido ha usado la libertad que la esposa falsa ha impuesto sobre él, por supuesto que tal restauración es imposible; tampoco hace que disminuya la seriedad del mal (eso no lo hace nunca el evangelio mismo), pero añade a los motivos disuasivos para evitarlo. Uno puede entender que un Gobernante perdone a un hombre que ha no ha sido fiel a una posición de confianza, pero de ninguna manera él sería instalado nuevamente en esa posición - el perdón no incluye aquello.

 

         De modo que, para resumir, tomando las Escrituras como un todo, hay tres causas que, por sí mismas, quiebran la relación matrimonial:

 

         1. La muerte de cualquiera de los cónyuges, y esta es la regla normal, aparte del entrometimiento  de la iniquidad sexual.

 

         2. El quebrantamiento del séptimo mandamiento ("No cometerás adulterio"), dirigido a todas las formas de semejante iniquidad.

 

         3. Un abandono tal que se corresponda con lo expresado en 1 Corintios 7:15 ("Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios."), siendo considerado el desertor igual que el pagano de Corinto.

 

         Algunos de los folletos que se han hecho circular han apelado a la experiencia como sustentando su contención, y, al tiempo que sabemos que no es permisible basar la doctrina en la experiencia, es permisible ilustrar la doctrina por medio de ella, y, de ningún modo es desconocido que hay casos tales que estarían comprendidos en el tercer punto arriba citado, en que la clara aprobación de Dios ha sido aparentemente experimentada por el abandonado y vuelto a casar, caminando él con Dios tan cercana y humildemente como cualquiera en la tierra, y toda la vida familiar siendo una de piedad y consagración genuinas, los hijos criados en la disciplina y amonestación del Señor - en una palabra, siendo un hogar Cristiano ideal. ¿Es posible poner esto bajo el estigma de "adulterio"? Completamente aparte de tal experiencia, las Escrituras mismas son perfectamente claras, y solamente una distorsión de ellas (independientemente que se haya hecho inconscientemente y sin quererlo - un balanceo a otro extremo desde la impresionante iniquidad del divorcio en estos días) puede hacer que eso sea aún un "vínculo" el cual ellas declaran claramente que no lo es.

 

         Mediante las palabras de gracia: "A paz nos llamó Dios" (1 Corintios 7:15), parecería como si el Espíritu de Dios previó las dificultades que nos atormentarían y que podrían romper nuestra comunión los unos con los otros, recordándonos Su deseo de que deberíamos continuar en esa paz inquebrantable en estos casos. Tampoco estoy al tanto de alguna Escritura que pondría a dos creyentes en el Señor Jesús claramente reconocidos (uno de los cuales se ha divorciado de un cónyuge adúltero) que hayan sido, con una buena conciencia, unidos en matrimonio, en el lugar exclusivamente reservado para personas perversas con las cuales no es permisible no siquiera la más mínima expresión de comunión - "con el tal ni aun comáis" (1 Corintios 5:11) - y desde cuya grave posición ellos nunca pueden, mientras ambos vivan, tener ninguna liberación, sino que están sometidos para siempre a la más severa forma de disciplina conocida al Cristianismo. Es una anomalía que se rechaza y condena por sí misma, sin embargo, eso es exactamente a lo que ha resultado de las enseñanzas erróneas que recientemente han sido ampliamente distribuidas.

 

F. C. Jennings

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Mayo 2005.-

Título original en inglés:

DOES DEATH ALONE BREAK THE MARRIAGE RELATION?

by

F. C. JENNINGS

Publicado por WWTB - Moments With the Book

PO Box 322, Bedford, PA 15522 USA