LA BIENAVENTURANZA Y EL ALCANCE
DE LA NUEVA CREACIÓN
2ª. Corintios 5: 14-19; Gálatas 6: 12-16; Efesios 1:
19 a
2: 10.
William Kelly
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Al considerar a los hijos de Israel cruzando el
Jordán, nosotros observamos que el caso de los creyentes no es ahora como el
del pueblo de Dios de antaño los cuales, cuando cruzaron el Jordán, dejaron el
desierto y terminaron con él para siempre. No es así con respecto a nosotros;
nosotros estamos, en cierto sentido, tanto en el desierto como en Canaán al
mismo tiempo. Hemos terminado con Egipto totalmente y para siempre, porque de
hecho, el desierto es exactamente en lo que Egipto se convierte para el hijo de
Dios. Es decir, el mundo, donde teníamos en otro tiempo todos nuestros placeres
y todos nuestros recursos, se vuelve ahora para nosotros un lugar que solo
puede ser descrito como un desierto moral, donde no encontramos nada que
fortalezca, revitalice, o anime.
En relación con el mismo tema nosotros mencionamos
el hecho notable de que del gran ejército de seiscientos mil hombres que
salieron de Egipto, sólo dos cruzaron el Jordán y entraron en la tierra — Caleb
(el hombre de fe), y Josué (tipo de la energía del Espíritu de Cristo en un
hombre). Yo no tengo duda alguna de que esto tiene la intención de enseñarnos
de que sólo podemos tomar posesión de nuestra herencia celestial sobre el
principio de la fe y el poder del Espíritu Santo.
El Jordán sin duda, nos presenta la muerte de
Cristo, pero no Su muerte por nosotros; es más bien nuestra muerte con Él,
donde todo lo que somos en naturaleza desaparece. Esto no significa, como
algunos han imaginado, que nosotros hemos muerto, o deberíamos morir, a la
naturaleza. Una persona que afirma que está muerta a la naturaleza no es un
Cristiano. Pero si bien es cierto que este necio pensamiento está totalmente
ausente en las Escrituras, y es totalmente contrario a ellas, la verdad seria
que hallamos allí es que nosotros estamos muertos en naturaleza. Esto es lo que
nos es presentado claramente en la
porción de la Epístola a los Efesios que juntos leímos.
En la epístola a los Romanos el hombre es
contemplado como un pecador vivo y activo, y el carácter, la extensión, y la variedad
de pecados, son descritos plenamente. Un pecador vivo necesita evidentemente
dos cosas: la eliminación de la culpa de sus pecados, y librarse de sí mismo
como hombre pecador. La epístola a los Romanos suministra estas dos cosas. La
primera es satisfecha por Cristo muriendo en nuestro lugar: "El cual fue
entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios." (Romanos 4: 25
- 5: 1). La otra necesidad es satisfecha por nuestra muerte con Cristo: "Porque
en cuanto (Cristo) murió, al pecado murió una vez por todas… Así también
vosotros consideraos muertos al pecado." (Romanos 6: 10, 11). La mayor y
la más necesaria bendición que puede ser concedida a un pecador vivo es que
esté muerto, porque de ninguna otra forma él puede escapar del lugar de
responsabilidad en que él está como hombre, y en el cual está perdido porque es
incapaz de cumplir con ella.
Sin embargo, cuando nosotros llegamos a la
epístola a los Efesios, no encontramos nada acerca de la justificación o de la
liberación de un estado de culpa, o de una posición de responsabilidad como un
hijo de Adán. Un aspecto totalmente diferente del estado del hombre por
naturaleza es presentado aquí; el estado más obscuro y más desesperado que
puede ser expuesto. No se trata meramente de que él ha cometido pecados
inmensos, ya sea en carácter o en cantidad, sino que él está más allá de toda
posibilidad de arreglo o recuperación. No se trata meramente de un muy mal
caso. Un médico podría tener a mano un muy mal caso, un paciente muy seriamente
enfermo y casi al borde de la muerte, pero, tal como dice el adagio, «mientras
hay vida, hay esperanza», y él no abandona sus esfuerzos por su paciente
mientras queda vida. Pero si realmente ha ocurrido la muerte, ¿qué puede él
hacer? Pues bien, este es el estado del hombre tal como está presentado en
Efesios. No es que él es culpable de delitos y pecados, sino que está muerto en ellos.
Permítame preguntarle, mi amigo, ¿ha usted alguna
vez aceptado en su propia alma lo que esto significa? ¿Ha considerado usted
como una gran realidad, cierta acerca de usted, que la condición moral y
espiritual de toda la humanidad es que ellos están absolutamente muertos? Usted
no piensa aplicar remedios a una persona muerta, y por eso en la epístola a los
Efesios, donde este aspecto de la condición del hombre es presentado, no
encontramos tal cosa como la justificación. Entonces, ¿qué encontramos allí?
¿Hay allí alguna bendición? Sí, una bendición del orden más alto. Tal como la
condición natural del hombre es la más baja y la más degradada — gobernado por
el príncipe de la potestad del aire, y haciendo solamente las cosas que la
carne deseaba hacer (Efesios 2: 2, 3) — así la bendición es la más alta, porque
llegó hasta sentar al creyente en lugares celestiales en Cristo Jesús.
Es de la mayor importancia que nosotros captemos
esto en nuestras almas; que nosotros no solamente necesitamos bendición de
parte de Dios, en el sentido de la remoción de nuestra culpa para que no seamos
juzgados. Nosotros sí necesitamos
eso, y lo obtenemos en su propio lugar. Ello está presentado plenamente en
Romanos, tal como hemos visto, pero no es lo que tenemos en Efesios. Yo no
contrasto las dos epístolas para restar importancia a la epístola a los Romanos;
pero debemos recordar que las Escrituras están escritas en el orden más
perfecto, y todo se encuentra en su propio lugar y no en otra parte.
En Efesios encontramos que el mundo entero
presenta a los ojos de Dios nada más que lo que yo podría llamar un cementerio
moral. No hay ni un solo pulso en el corazón del hombre hacia Dios. Si esta es
nuestra condición espiritual, ¿cómo se va a obtener algo de ella? La respuesta
es que nada se puede obtener de ella. Dios, si acaso Él va a trabajar, Él va a
trabajar por Sí mismo absoluta y independientemente, porque no hay ningún
material con el cual trabajar. Por eso, lo que nosotros encontramos en la
Escritura que ya hemos leído juntos, es que Dios da existencia a una
absolutamente nueva creación, perfectamente
diferente de la creación anterior, pero no menos real. Tal como Dios, cuando habló,
hizo existir todo lo que existe, así cuando moralmente no hubo cosa alguna
sobre la cual la vista de Dios reposara, Él (no por el mero aliento de Su boca,
sino) por "la supereminente grandeza de su poder", por el vigor de Su
fuerza, obró para traer a la existencia moral una creación, absolutamente nueva
y distinta de cualquier cosa que haya alguna vez existido antes. A esta nueva
creación los creyentes pertenecen.
Esto es aquello de lo cual yo deseo que usted
entienda el sentido — que no solamente necesitamos y obtenemos el perdón de los
pecados, limpieza práctica y liberación del estado moral en el que estábamos,
sino que pertenecemos a una escena y a una esfera donde todo es absolutamente
de Dios, sin ninguna mezcla en absoluto del elemento humano. Todo lo que es de
la naturaleza — no meramente la carne, no meramente el mal que está en nosotros,
sino todo lo que es de nosotros — desaparece
completamente de la vista, y Dios comienza una obra nueva y distinta para Su
propia gloria, y mediante Su propio poder, en la cual nada entra excepto lo que
es divino. Esto no es meramente mi afirmación, ni necesita argumentos para
demostrarlo; nosotros lo tenemos en las sencillas y directas palabras de la
Escritura.
En 2ª. Corintios 5 el apóstol nos dice que él
estaba constreñido (apremiado) por el amor de Cristo, porque su juicio
espiritual le mostró que el hecho de que Cristo murió por todos demostró que
todos estaban muertos moral y espiritualmente. Si hubiese existido una sola
persona moral y espiritualmente viva, no habría habido necesidad de que Cristo
muriese por ella, y por tanto, Él no habría muerto por todos. Pero Él murió por
todos, y también con un propósito en perspectiva — para que cualquiera que viva
en esta escena de muerte moral pueda tener un nuevo objeto por el cual vivir.
El hombre que pertenece a la primera creación, sea él amable o lo contrario, se
tiene a él mismo como su objeto; pero aquellos que tienen esta nueva vida han
de ser gobernados por un nuevo objeto — Aquel que murió por ellos y resucitó.
De este aspecto de la muerte de Cristo se sacan
dos conclusiones. La primera es que ya no conocemos a nadie según la carne.
Incluso si habíamos sido Judíos, y habíamos conocido a Cristo como un Mesías
vivo en la tierra, dejamos de conocerlo incluso a Él de esa forma, porque Él
murió. Él vino como Mesías y fue conocido según la carne por la nación Judía
que debería haberlo recibido, pero Él no fue recibido. Nosotros Le conocemos
ahora como resucitado y glorificado a la diestra de Dios. Todo el estado y
carácter anteriores han pasado completamente de la vista de Dios, y por medio
de la fe han pasado también de la nuestra. Porque la fe, en este sentido, es
recibir solamente los pensamientos de Dios en nuestras almas y ser gobernados
por ellos. Yo repito, no tenemos aquí nuestros pecados o nuestro perdón.
Nosotros necesitamos liberación de nuestros pecados y, gracias a Dios, la
obtenemos. Pero, ¿no tiene Dios nada más que decirnos en esta muerte de Cristo,
y esta obra que Él ha realizado? ¿Vamos a descansar satisfechos con quedar
limpios de nuestra culpa y de nuestra responsabilidad? ¿No va a haber ningún
vivir para Aquel que murió por nosotros y resucitó? Ciertamente Dios tiene un
propósito para nosotros, y Él quiere que consideremos Sus pensamientos, no
tanto como meramente mucha información, sino para que ellos puedan formar
nuestras mentes, gobernar nuestros corazones, y guiar nuestras vidas.
La segunda conclusión es, "si alguno está en
Cristo — nueva creación" (no hay más que dos palabras griegas — καινὴ κτίσις — empleadas en el original.) (2ª. Corintios
5: 17).
No es meramente que la persona es una nueva creación; de hecho, no es una
cuestión acerca de lo que se hace en el individuo en absoluto. Así también, si
acudimos a la epístola a los Efesios (Efesios 2: 5) veremos que, aunque se
habla de dar vida, ello no es en el sentido de dar vida a un alma individual.
Es el conjunto completo tanto de Gentiles como de Judíos lo que está en
perspectiva. Ambos están en un nivel común. Aquellos que habían tenido los
privilegios que Dios pudo otorgarles son hijos de ira lo mismo que los demás
(Efesios 2: 3). Todos por igual están muertos en pecados. ¿Qué tiene lugar?
Dios les da vida. ¿Sucede esto mediante una operación en sus almas? No es así,
sino de un modo totalmente diferente — "juntamente con Cristo." El
paso siguiente es que Él nos resucitó juntamente, no con Cristo (como rezan
algunas versiones de la Biblia), sino unos con otros. "Nos resucitó
juntamente [unos con otros], y nos hizo sentar juntamente [unos con otros] en
los lugares celestiales en Cristo Jesús" (Efesios 2: 6 – JND). Lo que está
en perspectiva en todo esto no es alguna operación realizada en ciertos individuos
en momentos particulares: lo que está en perspectiva es la operación de Dios,
según el poder de Su fuerza. ¿Dónde y cómo? "En
Cristo, cuando le
levantó de entre los muertos." (Efesios 1: 20 – VM). El poder es "para
con nosotros" (Efesios 1: 19), pero la operación misma tuvo lugar en
Cristo. Fue un hecho de Dios poderoso, soberano, el cual Él llevó a cabo en Su propio
Hijo. Todos nosotros por igual, Judíos y Gentiles, estábamos muertos en delitos
y pecados; el Señor Jesucristo en perfecta gracia va al mismo lugar — el lugar
de muerte — como un hombre; y ahora cuando todos están en muerte — nosotros
muertos en delitos y pecados, y Cristo ido a la muerte en gracia — Dios entra
en la escena y comienza una obra nueva en Su poder soberano. Él resucita a Cristo
de este lugar de muerte, y a nosotros se nos da vida juntamente con Él (Efesios
2: 1-5).
Esta es una obra de Dios en la cual el hombre no
tiene parte alguna. No hay material humano que entre en ella, porque todo eso había
desaparecido en la muerte antes que esta obra fuese llevada a cabo. La
justificación no tiene aquí ningún lugar, porque se trata de un hombre vivo, no
de un hombre muerto que necesita ser justificado. Todo el asunto de la
responsabilidad como hijo de Adán ha finalizado, porque Cristo, habiendo
entrado en la muerte para el propósito de cumplir con nuestra responsabilidad,
y habiendo resuelto esa cuestión para todos los que son Suyos, fue resucitado
de los muertos en un nuevo carácter de vida (en resurrección), a la cual la
responsabilidad no pertenece. Él está en una esfera en que la responsabilidad
nunca entrará, y nosotros estamos allí en Él. Ello es una obra absoluta y
enteramente de Dios, una nueva creación, el carácter de la cual es que
"todas las cosas son de Dios." (2ª. Corintios 5: 18 – VM). Las cosas
viejas pasaron, desaparecieron en la muerte para no volver jamás; las cosas que
ahora tenemos son todas nuevas — nuevas, no meramente en el sentido de ser
recientes, sino como no habiendo existido nunca antes. El gran pensamiento en
el pasaje es que todo lo que es del hombre ha desaparecido enteramente de
vista, y solamente lo que es de Dios es visto ahora. El día está llegando
cuando todo esto será realmente verdadero, cuando todo lo que está
adentro y alrededor estará caracterizado por ser de Dios, pero mientras tanto
esto es verdad acerca de los creyentes, de todos los que están en Cristo,
"si alguno está en Cristo, nueva criatura (nueva creación) es." (2ª. Corintios
5: 17).
Esto, repito, no es un hombre
que tiene una operación moral en sí mismo: eso es el nuevo nacimiento — una
cosa totalmente diferente. Haber nacido de nuevo es una operación moral que
tiene lugar en una persona viva. La Palabra y el Espíritu de Dios actúan en el
hombre y él nace de nuevo; pero en Efesios no hay ningún hombre para operar — él
ha desaparecido en la muerte. Ustedes nunca pueden entender lo que la nueva
creación es hasta que tienen alguna percepción en sus almas de que la vieja
creación ha desaparecido moralmente de delante de Dios. Obviamente, no estamos
hablando ahora de la creación material — de los árboles, y campos, y ríos, o de
nuestros cuerpos, los cuales pertenecen a la primera creación — sino de
existencia moral. En cuanto a nuestras almas, en cuanto a nuestra existencia
moral delante de Dios, nosotros pertenecemos como creyentes, como los que están
"en Cristo", absoluta y enteramente a esta nueva creación, donde todo
es completamente de Dios.
¿Se han dado cuenta ustedes
alguna vez de qué es pertenecer a una nueva creación, tan real como la creación
que ustedes ven a su alrededor? Yo no niego que para nosotros las cosas
materiales parecen más reales, pero eso es debido a que vivimos tan poco en la fe.
Si aceptáramos en una fe clara y sencilla los pensamientos de Dios tal como Él
los presenta en Su palabra, esta nueva existencia sería tan tangible para
nuestras almas como lo es este libro que está en mi mano. Pero
¡lamentablemente!, como una norma, nosotros estamos satisfechos con vivir en
cosas materiales y naturales, y esas cosas que pertenecen a otra esfera no son
sino débilmente captadas en nuestras almas.
¿Por qué, entonces, debemos
insistir en el hecho de que los creyentes pertenecen a una nueva creación que
es enteramente de Dios? Porque esto nos da la regla mediante la cual hemos de
guiar nuestros pasos, tal como aprendemos de Gálatas 6, "Porque en Cristo
Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva
creación [las mismas dos palabras, καινὴ κτίσις]. Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia
sea a ellos, y al Israel de Dios."
Ambas, tanto la circuncisión
como la incircuncisión, son aplicables a la vieja creación, y por lo tanto, el
apóstol dice a los Gentiles que ellos estaban en una línea completamente
equivocada. Ellos estaban resucitando aquello que Dios había quitado
completamente de la vista, reviviendo al primer hombre, al cual Él había dado
fin. Ellos querían tener días de fiestas y festividades, observar lunas nuevas
y días de reposo, restaurar esas instituciones antiguas que habían llegado a un
final en la cruz de Cristo. Ellos querían añadir a lo que Dios había hecho, y
lo que añadían destruiría realmente la obra de Dios. Buscando ser justificados
por la ley ellos estaban cayendo de la gracia (Gálatas 5: 4). Esto es con lo
que el apóstol finaliza su ferviente epístola a ellos: todo es vano, la
circuncisión es nada, la incircuncisión es nada, la única cosa que es de algún valor
es la nueva creación (Gálatas 6:15). Y el declara paz y misericordia sobre
todos los que andan según esta regla. ¿Cuál regla? La regla de la nueva
creación (Gálatas 6: 16). Entonces, hay un cierto andar para los que comprenden
su lugar en la nueva creación y una regla para ello. Los del Israel de Dios son
aquí bienaventurados, no el Israel de Palestina, sino aquellos verdaderamente separados
de corazón para Dios.
Esta obra maravillosa de la
nueva creación no fue meramente un acto arbitrario de Dios para mostrar Su
poder o Su amor (aunque ella muestra ambas cosas en el grado más elevado); la
nueva creación tuvo un propósito en perspectiva. Fue ciertamente el gran amor
de Dios "con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados",
lo que Lo movió a sacarnos de este estado de muerte dándonos vida, y a darnos
un lugar en los lugares celestiales. Pero si bien muestra Su amor y Su poder,
esta obra tuvo un objetivo en perspectiva, tanto en el futuro como en el
presente. En el futuro el objetivo es "mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús." (Efesios 2: 7). Nosotros somos salvos por gracia, por medio de la
fe, e incluso esto es don de Dios. Las obras de los hombres no tienen aquí
lugar alguno, porque donde hay obras hay espacio para gloriarse, y Dios está
decidido a que nadie tenga que decir nada, excepto Él mismo. Es una cosa
bienaventurada para nuestras almas, y también un inmenso alivio para los que
han descubierto lo que ellos son en sí mismos, entender el sentido de esta
única cosa: que el hombre, sea él bueno o malo, amigable o taciturno, religioso
o profano — el hombre en naturaleza como perteneciendo a la vieja creación — desaparece
aquí completamente de vista, y nosotros no tenemos más nada que ver con él. Dios
viene a la escena y obra en Su soberanía, y ahora, con todo lo que estamos
relacionados, y tenemos que llevar a cabo, es absolutamente de Dios.
Pero tiene que haber un efecto
actual así como habrá un efecto futuro de esta obra maravillosa de Dios.
"Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas." (Efesios 2: 10).
Dios no nos destina para una vida de mero éxtasis, como la de un monje
encerrado en una celda. Los creyentes no deben ser espectadores ociosos sino
auténticos trabajadores. ¿Cuáles son las buenas obras? ¿Son ellas cualquier
cosa que se nos ocurra? ¿Es hacer lo que nosotros consideramos bueno, y grato,
y amable, beneficiar a nuestro prójimo, elevar a la humanidad, e ideas
parecidas, mediante las cuales muchos son gobernados? No, a nosotros no se nos
deja seguir nuestras propias fantasías. Dios ha preparado las buenas obras en
las que es Su voluntad en la que debemos andar. No solamente somos hechura
Suya, sino que la esfera misma y el carácter mismo de las obras que hemos de
hacer ya están preparados por Él para nosotros. ¿Cómo vamos a acceder a estas
cosas y llevarlas a cabo? La fe, la cual acepta lo que es de Dios, y la
dependencia absoluta, la cual caracteriza al hombre nuevo, hacen que todo sea
bastante sencillo. Si nosotros olvidamos, o descuidamos, o ignoramos el hecho
de que hemos sido sacados de todo lo que pertenece al hombre de manera natural
y hemos sido llevados a esta nueva esfera, iremos fácilmente a la deriva con la
multitud, y nos hallaremos implicados en cientos de cosas que Dios nunca quiso
que nos implicásemos, y dejando de lado esas cosas de las que Él querría que
nos ocupásemos — mucho menos obligatorias, quizás, pero mucho más agradables
para Él. "Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el
prestar atención que la grosura de los carneros." (1º. Samuel 15: 22).
Nada puede agradar tanto a Dios como hacer Su voluntad; nada nos agrada tanto
de manera natural como hacer nuestra propia voluntad. Si realmente nos hemos
deshecho de nosotros mismos, habremos acabado con nuestra voluntad así como con
nuestras responsabilidades, porque ambas cosas por igual mueren en la muerte de
Cristo. Y si por medio de la gracia hemos aceptado la voluntad de Dios en lugar
de nuestra propia voluntad, será un placer tan real para nosotros — de hecho,
un placer mucho más real — llevar a cabo lo que encontramos que es Su voluntad,
de lo que sería hacer lo que nuestros propios corazones pudiesen sugerir.
Pues bien, sólo Dios es quien
puede llevar a efecto estas cosas en nuestras almas. Con todo, para nosotros es
bienaventurado tenerlas delante nuestro, porque es por medio de esta palabra
Suya que el Espíritu hace que estas cosas sean una realidad en nuestros
corazones. Sólo un comentario y concluyo.
Se puede decir o pensar,
«¿Acaso no fue la primera creación una obra de Dios, buena y acepta para Él,
cuando ella fue hecha?» Sí lo fue. Dios la vio y declaró que todo, "era
bueno en gran manera." Pero no es así ahora. A Dios le agradó hacer que
esa primera creación dependiera de su cabeza, el primer Adán. Él oyó una voz
que no debiese haber oído; el pecado entró por medio de él, y por el pecado la
muerte, y toda la creación gime ahora en esclavitud. (Romanos 5 y Romanos 8).
Pero si esto ha sucedido con
la primera creación, ¿no puede suceder lo mismo a la nueva creación? No, no
puede. Al igual que la primera creación dependió enteramente de su cabeza y
llegó para todas las consecuencias que él pudiese traer sobre ella, también
esta nueva creación depende de Aquel que es su Cabeza y Centro — el Señor
Jesucristo — nada menos que una persona que es el bendito, el eterno Hijo de
Dios. Ella no será jamás sometida a algún fracaso, o a algunos efectos de
nuestros fracasos en nuestras responsabilidades, porque el Señor Jesucristo,
antes de entrar en esta nueva primacía, ya se había ocupado de todos los
asuntos de responsabilidad delante de Dios, y había tratado con ellos
eficazmente, con referencia a todos los que pertenecen a esta nueva creación.
Por eso, mientras que en la primera creación la responsabilidad está situada al frente,
en la nueva creación
la responsabilidad está atrás, ya ha
terminado. Todo depende de Cristo, el cual es la Cabeza de la nueva creación,
"el principio de la creación de Dios" (Apocalipsis 3: 14). Nosotros
estamos identificados con Él en vida y bendición — creados en Cristo Jesús — y
mientras más Le conozcamos, más disfrutemos de Él, más nuestros corazones están
ocupados con Él, más oigamos Su voz y andemos en sus pisadas, más real serán
para nosotros esta nueva escena y nueva esfera, y mejor estaremos preparados para
servirle a Él en ella.
APÉNDICE.
Algunos han sentido cierta
dificultad para reconciliar la verdad de la nueva creación con el mantenimiento
de las relaciones naturales. Como no hubo tiempo para hablar de esto durante el
transcurso de la conferencia anterior (alrededor de siete u ocho años atrás),
quizás yo debiese añadir ahora una palabra acerca del tema.
Todo aquel que se sujeta a la
Palabra de Dios, será ayudado enormemente recordando que la Escritura que más
habla de la nueva creación, habla muy claramente de la necesidad de mantener
muy cuidadosamente toda relación establecida o sancionada por Dios. Esto puede
ser visto fácilmente leyendo la Epístola a los Efesios, y es suficiente como
una mera respuesta a la dificultad planteada. Pero los tales necesitan más que
una simple respuesta, y debiesen obtenerla, viendo que es tan fácilmente
suministrada.
Tengan en cuenta que todas las relaciones naturales que han
sido establecidas o sancionadas por Dios tienen su origen y su final en la tierra.
Ellas son necesarias en
las sendas de Dios, y por tanto, es malo violarlas o hablar de ellas a la
ligera. (Compárese con Mateo 19, Hebreos 13, etc.). Pero, importantes como
ellas son en su lugar, ellas no tienen
lugar alguno en la nueva creación. Una persona puede estar al mismo tiempo en
la nueva creación y mantener estas relaciones en la integridad de ellas. Pero
esto no sería suficiente. Él debe observar y practicar todos los deberes, y
responsabilidades que recaen sobre él de una forma nueva y distintiva, en
armonía con el nuevo y elevado lugar en el cual él ha sido introducido. Tal
como un hombre que ha sido elevado de la mediocridad a la nobleza trataría a su
esposa y familia de una manera adecuada a su nueva y solemne posición.
Todo hombre debe amar a su
esposa, pero un hombre que es nueva creación debe amar a su esposa según la
manera en que Cristo ama a la iglesia. Todo hombre de sano juicio debe criar a
su hijo "en el camino en que debe andar" (Proverbios 22: 6 – VM),
pero un hombre que es nueva creación debe criar el suyo "en disciplina y
amonestación del Señor." (Efesios 6: 4). Los siervos deben ser obedientes
a sus amos, pero los que pertenecen a la nueva creación deben servir en
'sencillez de corazón' (Efesios 6: 5), "de buena voluntad", y
"como al Señor." (Efesios 6: 7). Y así con otras cosas.
La nueva creación misma sólo
es aplicable por ahora a nuestras almas; pero ella da un carácter a aquellos
que están en ella que es visto y tiene su efecto sobre los asuntos más comunes
de la vida humana. Gracias a Dios, está cerca el día cuando habremos terminado
con las cosas actuales en todos los sentidos — cuerpos, relaciones, y modo de
existencia; y seremos enteramente la hechura de Dios, y conforme a Su mente.
Pero, mientras tanto, nuestro deber es mantener, con esto y con todo lo demás,
la integridad de lo que Dios ha establecido hasta que Él lo deseche. Y podemos
agradecer verdaderamente a Él por ser tan
considerado con nosotros, mientras estamos aquí en la tierra, como para
establecer estas relaciones para nosotros, y mantenernos en ellas. Este sería
un lugar lúgubre sin ellas, por no hablar de los beneficios prácticos que
derivan de ellas. Porque en estas relaciones la dependencia es desarrollada, la
confianza es establecida, los afectos son motivados y extraídos, nuestros
corazones se ensanchan, no solamente con referencia a los objetos de nuestro
cuidado o estima, sino también con referencia a Aquel que nos ha puesto en
relaciones tan cercanas y felices unos con otros.
Que nosotros tengamos gracia y
sabiduría para saber cómo combinar las dos cosas: vivir en el elemento
espiritual y celestial de tal manera que ello nos influya y nos controle en las
cosas naturales. Si no es este el caso, tengan la seguridad que lo natural
tendrá el control.
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre
2018.-
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta
traducción:
JND = Una traducción literal del Antiguo
Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby
(1800-82), traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).