EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

LA DIVINA INSPIRACIÓN - ESTER A EZEQUIEL (WILLIAM KELLY)

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Divina Inspiración de las Escrituras

ESTER a EZEQUIEL

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

NC = Biblia Nácar-Colunga

RVR1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977 (Publicada por Editorial Clie).

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

 

ESTER

 

 

El especial designio divino es aquí aún más sorprendente, del cual la omisión del nombre de Dios es una parte esencial. Dicha omisión pretendió señalar que cuando el pueblo, siendo ya Lo-ammi (Oseas 1:9), estaba en tales circunstancias entre los Gentiles que Su nombre no podía ser mencionado, Su providencia secreta a favor de ellos surge indefectiblemente. Esto es tan cierto y manifiesto que no se requiere demostración detallada alguna. Aun así, el sentimiento religioso está latente de principio a fin, como en el horror Judío del Agagueo, el ayuno de Ester, y la fiesta de Purim. Se trató, de hecho, de lo que la gente llama una 'iglesia invisible' hasta lo extremo.

 

Nosotros podemos agregar que la añadidura de la Septuaginta introduce el nombre de Dios para destrucción de aquel silencio que tanto incomoda a Canon George Rawlinson [*] y a la mayoría de las personas. Cuando el pueblo estuvo en un estado tal que Dios no podía reconocerlos, Él invisible, e innombrado, cuida de ellos. ¿Cómo podía Él reconocer a una hija de Israel casada con el gran rey? El libro considera a la dispersión, así como Esdras y Nehemías hicieron con el remanente retornado. Es por tanto único así como inestimable a lo largo de sus diez capítulos.

 

[*] (N. del T.: Canon George Rawlinson (23 de noviembre de 1812 - 7 de octubre de 1902) fue un erudito e historiador inglés del siglo 19).

 

A manera de tipo, el libro nos muestra a la novia Gentil desechada la cual no logró exhibir su hermosura, y a la Judía establecida en su lugar. El enemigo puede enfurecerse en un último esfuerzo de maldad destructiva; pero todo finaliza en su propia ruina y la de sus instrumentos, pero para el gozo de Israel y de las naciones bajo un gobierno justo en todo el vasto dominio. ¡Cómo no va a administrar Cristo el reino para la gloria de Dios el Padre!

 

 

JOB

 

 

Habiendo examinado así las partes históricas del Antiguo Testamento con la mirada puesta en el asunto del designio divino, nos queda aplicar el mismo examen en los libros poéticos, a la cabeza de los cuales en la Biblia Inglesa y en muchas otras Biblias está el de Job. No aparece suficiente terreno alguno para dudar de que este libro da comienzo a esta nueva división de la Escritura del Antiguo Testamento. Incluso esos libres manipuladores de la Biblia (que admiten la imposibilidad de fijar la fecha de este libro de manera precisa, pero que les gustaría llevarlo hasta la época de Jeremías) admiten la importancia de Ezequiel 14: 14 al 20 para la verdadera personalidad del patriarca, su conocida justicia, y el valor demostrado de su intercesión. La evidencia interna del libro apunta a épocas y usanzas patriarcales; las observancias religiosas, e incluso la idolatría estaban en expansión, aunque (al igual que el adulterio) eran una iniquidad para el juez, todo confirma el talante de la época. Por otra parte el prólogo y el epílogo insinúan de manera natural que el escritor del libro no fue anterior a Moisés, aunque narrando el gran debate que supone que Dios no era tan conocido. En realidad no pocas personas de importancia han sido impresionadas por la similitud de su narrativa con el libro de Génesis.

 

No obstante lo interesante que es esto de un modo literario y de otro modo, ello está bastante subordinado a su inspiración. Los neo-críticos, aunque autosuficientes y escarnecedores debido a su incapacidad para apreciar los discursos de Eliú, tampoco logran ver la superioridad trascendental de lo que Jehová dice aquí, comparado incluso con el contenido literal más magnífico de Isaías acerca de un tema afín. ¿Cuál es, entonces, el designio del libro que demuestra que Dios es su autor? ¿Qué lugar ocupa en la Biblia peculiar a sí mismo, digno de Él, y necesitado por el hombre?

 

Aquí, en medio de los escritos sagrados de Israel se encuentra un libro que ningún Judío de su propia iniciativa habría alguna vez escrito o podría incluso haber concebido. Porque este libro revela con autoridad el más profundo interés del Dios verdadero en un hombre fuera de los padres o los hijos de la raza escogida, un hijo del oriente en la tierra de Uz, "perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal." (Job 1:1). ¿Quién se puede asombrar al comienzo del racionalismo temprano claramente como en el caso de Maimónides? [*]

 

[*] N. del T.: Maimónides: (Moshéh ben Maimón) Filósofo y teólogo judío español (Córdoba, España 1135 - El Cairo, Egipto 1204).

 

A la soberbia Judía le gustaría ver en Job nada más que un personaje ficticio. Aun así, si incluso una novela inspirada fuese realmente posible, la dificultad permanecería. Porque el caso que es presentado es tan abrumador para la estrechez Judía así como debiese alegrar a cualquier alma en la tierra que lo conociera. La cortina se abre (Job 1) para la ocasión desde el mundo invisible, para que el lector creyente pueda saber que Dios inicia el juicio sin precedentes a punto de comenzar para el bien de Job, y desafía al siempre activo Adversario. "¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, etc…? (Job 1:8). Satanás imputa un motivo egoísta a la piedad de Job; y todo lo que le pertenece es dejado para que el diablo lo destruya. Él ejecuta inmediatamente esto de buena gana mediante medios naturales: una lección de gran valor, en ninguna otra parte del Antiguo Testamento enseñada tan claramente. Satanás fracasa. En medio del gozo familiar y su piedad, un mensajero sigue a otro mensajero, acerca de incursiones de Sabeos y Caldeos, de rayo y tempestad, los cuales arrasaron todos los bueyes de Job, sus ovejas, camellos, e hijos; pero Job bendijo Su nombre en cuanto a todo, y no pecó.

 

El adversario reaparece con los hijos de Dios en lo alto (Job 2) y, desafiado aún más, él obtiene permiso para tocar el hueso y la carne de Job, aparte de su vida: y no es que esto habría significado una desventaja para Job, pero ello habría obstaculizado el objetivo de Jehová. Aun cuando era una masa inerte y un espectáculo de padecimiento, con su mujer tentándole, Job se aferra a Dios, y Satanás se desvanece. Pero Dios continúa la prueba, porque el obstáculo no había sido alcanzado aún, y la fatuidad de Job podía y debía haberse reforzado por su paciencia en triste adversidad si todo se hubiese detenido allí. Entonces llegan sus tres amigos, cada uno desde su lugar, y la compasiva tristeza de ellos saca a relucir la apasionada maldición de Job por su día (Job 3), y su deseo por morir finaliza su problema. Él está siendo expuesto y humillado en sus propios ojos delante de Dios, como nunca antes había sido.

 

Sus amigos, si bien eran hombres piadosos, conocían menos aún de Dios y de ellos mismos que el santo afligido y ahora quejumbroso. Cada uno de ellos, y todos, salen con sus propios pensamientos más lejos que Job de la verdad que Dios estaba enseñando; dado que ellos asumen la suficiencia de los resultados presentes como el criterio de la estimación que Dios tiene del hombre. Ahora bien, existe un gobierno providencial, el cual anula el mal, y que hace el bien conforme a la naturaleza de Dios; pero Su palabra revela solamente al final la justicia gobernando, y más tarde aún la justicia permaneciendo cuando todas las cosas son hechas nuevas. Mientras tanto, Dios hace que, para los que aman a Dios, todas las cosas cooperen para bien (Romanos 8:28), humillándolos, por muy piadosos que sean, con lo que ellos son y dando deleite en Dios y sumisión a Él. De este modo nos conocemos a nosotros mismos así como a Dios.

 

En este bosquejo no se requiere que analicemos la discusión que sobreviene. Es suficiente decir que hay tres series de discursos: por parte de Elifaz más serio y cortés; por parte de Bildad más formal y severo; y por parte de Zofar más sospechoso; a cada uno Job responde respectivamente. La tercera vez, Zofar, el menos ponderoso y el más violento, es silenciado. Pero Job reanudó de nuevo su apología, como si para él también, a menos que de hecho, nosotros no podamos considerar mejor los capítulos 27 y 28 como más generales, y los capítulos 29 al 31 como siendo un resumen final que contrasta su admirable pasado con su lóbrego presente, en el cual él apela confiadamente a Dios. No se trata, en absoluto, de un drama religioso, o de un poema épico, o de filosofía, como ha sido llamado. Es una revelación dada divinamente en el caso de un santo vivo para la enseñanza del hombre en cualquier época (con independencia de la posición especial como la de Israel en particular), aunque también para su corrección como necesitándola de manera peculiar. Nosotros tenemos allí a un santo en la relación con Dios que la fe forma, expuesto al conflicto del bien y el mal. Así, cuando discernimos la enemistad de Satanás aquí abajo detrás de segundas causas y su acusación en lo alto, nosotros podemos conocer también el amable interés de Dios a través de todo como delante del cielo. No sólo queda demostrado así el fracaso de cualquier justicia de parte nuestra como un estatus delante de Dios, sino la necesidad de un árbitro (o mediador) como el Señor Jesús, Perfecto Dios y perfecto hombre.

 

Pero la intervención de Eliú es de suma importancia, no obstante la desprecien las personas que no consideran la verdad o no sienten su necesidad personal de ella. Porque él habla de un "intérprete, uno escogido de entre mil" (Job 33:23 – VM), y mientras expone la temeridad de Job y la incapacidad de sus amigos para resolver la dificultad, él proporciona la llave: — Dios usa la prueba y el padecimiento para bendición de las almas. Él muestra esto en Job 33 en cuanto al hombre de manera general, para librarle de descender al sepulcro; mientas en Job 36 es para abrir los oídos del justo a la enseñanza, el cual podría estar tristemente equivocado y caer.

 

Esto fue mucho. Pero más fue concedido, porque Jehová respondió a Job desde el torbellino (Job 38 y 39), no mediante una discusión, ni siquiera mediante una enseñanza, sino exhibiendo el testimonio de Su majestad y poder, de tal modo que Job se vio constreñido a decir, "¡He aquí que yo soy vil! ¿qué podré responderte? ¡pongo mi mano sobre mi boca! Una vez he hablado, mas no responderé; y dos veces, pero no añadiré más palabra." (Job 40: 3 al 5 - VM). Jehová respondió de nuevo desde el torbellino, presentando dos criaturas, Behemot y Leviatán, para refirmar el sentido de impotencia de Job, y la necedad de sus palabras presuntuosas, de tal modo que él confiesa de nuevo, "Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza." (Job 42: 2 al 6).

 

No es inteligente objetar que cuando Elifaz, Bildad, y Zofar son censurados, y deben su perdón a Job al cual ellos habían juzgado mal completamente, Eliú no aparece. Él había hecho su buena obra: solamente Jehová debe ser exaltado. Y la cautividad de Job fue revertida cuando él oró por sus amigos; y Job obtuvo el doble de todo lo que había tenido anteriormente. A manera de tipo, ello es aplicable a Israel cuando llegue la época para Su misericordia para con el pueblo que yerra, bendecido en aquel entonces más que al principio. Pero mientras tanto, para las almas desde el día en el cual fue escrito, ¡qué revelación de los modos de obrar divinos con los que temen a Dios! Ellos, debido a que son Suyos, deben aprender acerca de la necedad de su propio corazón, y confiar de manera sumisa en lo que Él es, no solamente en Sí mismo y Su obra, sino en sus modos de obrar hacia ellos.

 

Es cierto que cosas aún más elevadas y profundas aparecieron en Cristo en la tierra, y por medio del Espíritu Santo cuando Él subió a lo alto; pero tales comunicaciones divinas y celestiales no desechan en ningún modo el valor inmenso del libro que está ante nosotros, cuyo designio es único en la Biblia. ¿Y quién sino Dios mismo pudo haberlo dado?

 

 

SALMOS

 

 

El carácter especial de los Salmos es innegable. En ninguna parte de la Escritura el designio de Dios es más evidente. Esto es tanto más notable debido a la variedad de escritores implicados, y el arreglo profundo de sus contribuciones, no superficialmente según la fuente o el momento, sino por un propósito distintivo y divino que gobierna el lugar correspondiente de no menos de 150 varios escritos, algunos solos, otros en grupos, todos incluidos en cinco grandes secciones, cada una con su propio alcance y su señalada conclusión.

 

De estas secciones, la primera consta del Salmo 1 al 41; la segunda tiene el 42 al 72; la tercera contiene el 73 al 89; en la cuarta están el 90 al 106; y la última nos presenta el 107 al 150, donde el final llega sin ninguna forma de expresarlo como anteriormente. La primera sección, tal como uno puede deducir a partir de su contenido, presenta de manera profética el principio general de los piadosos discriminados de los inicuos entre los Judíos. No obstante, ellos están juntos aún para la ciudad y el santuario; y el nombre pactal de Jehová predomina de conformidad con eso. En la segunda sección, por el contrario, los piadosos son un remanente que está separado de la multitud con la que ellos solían pasar a la casa de Dios, como sus íntimos del comienzo. Ellos están golpeados por el dolor y piden a Dios (Elohim) que les haga justicia contra una nación impía. Aquí, por tanto, como estando privados de privilegios públicos y comunes del pacto, ellos recurren a lo que Dios es en Sí mismo, y el nombre abstracto (Dios) predomina. Una demostración sorprendente de esto aparece al comparar el Salmo 53 con el 14. La tercera sección, la cual tiene los nombres divinos más mezclados desde Dios (Elohim) a Jehová, comienza y sigue adelante con la presentación de Israel como objeto de la bondad divina, pero sólo " para con los limpios de corazón" (Salmo 73:1), con todas las naciones celosas y hostiles viniendo a estar bajo juicio. La cuarta división, después de un apropiado preámbulo, pulsa la nota de un salmo-cántico para el día de reposo, y está lleno de Jehová reinando cuando Él trae de nuevo al Primogénito a la tierra habitada; y aquí, con el nombre pactal, nosotros encontramos también el Altísimo y el Omnipotente. La última parte celebra a Jehová en la redención de Su pueblo de mano del opresor, y el hecho de ser ellos congregados de todos los países, oriente, occidente, norte, y sur. Ello proporciona una reseña creíble y moral de todo lo que había pasado, las virtudes de la ley escrita a partir de entonces en el corazón de Israel, y la serie conmovedora de cánticos graduales, seguida después de un debido intervalo por un coro de Aleluyas siempre en aumento, universal y perdurable mientras la tierra perdura.

 

Así como la historia del hombre y de Israel no es más que la historia del pecado y la ruina, pero por parte de Dios, desde la caída del hombre, fueron dadas comunicaciones de gracia en profecía y promesa, del mismo modo tenemos en el Antiguo Testamento este libro hermoso y central cuyo trasfondo es " los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos." (1ª. Pedro 1:11). Nosotros tenemos aquí el Espíritu Santo proporcionando efusiones inspiradas desde el corazón y para el corazón en dolor y gozo, para que la expresión pudiese tener una fragancia divina por medio de la misericordia y en la verdad, para Su pueblo pasando a través de vicisitudes mucho más que todos los demás, más favorecido y aún así más culpable, no solamente con respecto a la ley, sino con respecto al Mesías, pero sacado finalmente de toda culpa así como de angustia sin igual, arrepentido y manso, al sobreabundante gozo de la gracia y la gloria eterna del reino, cuando todo lo que respira alabará (Salmo 150).

 

Por lo tanto, los Salmos tienen obviamente y con certeza el sentido profético que está impreso más o menos claramente en toda la Escritura. Pero ellos tienen la peculiaridad de expresar en forma poética los sentimientos del corazón a Dios, producidos por el Espíritu Santo, cuando santos hombres pasaron a través de dolorosas pruebas, como por ejemplo David de manera particular, con gran diferencia, el escritor más fértil de Salmos. Pero nosotros tenemos la autoridad del Señor y la del Espíritu inspirador de que un objetivo infinitamente mayor fue el objetivo de Dios, en algunos de ellos personalmente, en todos ellos Su Espíritu. Por consiguiente, esto provocó en los santos probados así, el más rico ejercicio de corazón y conciencia, el cual el Espíritu Santo produjo y revistió en lenguaje apropiado para otros en pruebas similares o aún más profundas, especialmente aquellas en las que el Judío se verá involucrado en el fin de la edad (siglo). Los más profundos de todos son todos los que ninguno más que el Señor Jesús pudo sentir y expresar de manera adecuada, tales como  Salmo 8, Salmo 16, Salmo 22, Salmo 40, etc. Por otra parte, muchos son los Salmos que anticipan la gloria que ha de aparecer, y el triunfo no solamente en el cielo sino aquí abajo para Aquel que fue rechazado y avergonzado, y por ninguno tan amargamente como por Sus hermanos según la carne.

 

En los Salmos, por lo tanto, más allá de toda otra parte de la Palabra escrita, nosotros tenemos la expresión divinamente inspirada de las esperanzas y temores, de los peligros y caídas, de las confesiones y recuperaciones, del juicio propio y las acciones de gracias, de las alabanzas y las bendiciones, del pueblo de Dios. Tenemos la efusión incluso del propio Señor, solo en la expiación por el pecado, asociado con los demás en aflicción gubernamental, y conduciendo la alabanza donde y cuando esto pudo ser. ¿Quién sino Dios pudo haber proporcionado todo esto con una gran cantidad más, y de antemano? ¿Quién pudo haber combinado la experiencia del corazón del hombre tembloroso y agitado, con las consolaciones de la gracia divina adaptadas a su estado, en una forma digna de Dios y un significado para toda época, incluso para aquella cuando los gemidos de la creación serán cambiados en el gozo de la tierra al unísono con los cielos, y el campo se regocijará, y todos los árboles del bosque cantarán con gozo (Salmo 96:12 – LBLA), cuando los ríos batan las palmas y a una canten jubilosos los montes? Porque Jehová juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con equidad. (Salmo 98: 8 y 9 – LBLA).

 

El orden de los Salmos fue un acto final de la divina inspiración tan ciertamente como la esencia de cada uno de los varios Salmos. Hay una estricta exactitud en la sucesión, la cual en ningún caso puede ser perturbada sin producir pérdida, y que da así testimonio del dedo de Dios de forma contundente. Los títulos, donde son presentados, son significativos de una mente más profunda que la del hombre, aunque, naturalmente, ininteligible para los que buscan solamente lo que está en la superficie. La ausencia de un título tiene su significado, aunque puede no ser siempre el mismo.

 

Así, los Salmos 1 y 2 no tienen título, no solamente para unirlos, sino que esto es al comienzo como prefacio a la primera sección y, de hecho, a la colección entera también: uno de ellos formulando el carácter del hombre piadoso delante de Jehová, cuya esperanza está en el Mesías; el otro, los títulos de Cristo, como Hijo y Rey de Jehová ungido para Su santo monte de Sion, tan ciertamente como Él aplastará las naciones y sus reyes en Su día.

 

Desde el Salmo 3 al 7 no se trata sólo del piadoso, tampoco de Cristo solamente, sino del Espíritu de Cristo en el piadoso. No es Cristo personalmente, sino en Su Espíritu exponiendo grandes principios morales. Por tanto, en el Salmo 3 es fe en Jehová, a pesar de que muchos son hostiles; en el Salmo 4 Jehová aparta el piadoso para Él y le oye; en el Salmo 5 es la confianza de bendición por medio de la justicia de Jehová para el justo; en el Salmo 6 él se inclina en angustia delante de Jehová en el sentido de Su justo disgusto y suplica por misericordia; en el Salmo 7 él busca Su juicio cayendo sobre el inicuo. El Salmo 8 finaliza el grupo pasando desde el propósito de Dios acerca de Cristo, a Su padecimiento de hecho como Hijo del Hombre, y aun ahora altamente exaltado a una gloria más amplia, como resultado de cuán grande es el nombre de Jehová en toda la tierra.

 

Por otra parte, el Salmo 9 y el Salmo 10 nos sumergen en la crisis del día postrero como la época a la cual el Salmo tiene aplicación de manera general, no el período del evangelio y la iglesia. Por eso que el asunto es el juicio ejecutado sobre los vivos (naciones hostiles y malos Judíos), no el arrebatamiento de los santos glorificados al cielo. Ellos son un par de Salmos, y consideran a los enemigos de adentro y de afuera. Y son seguidos por una serie relacionada hasta el Salmo 18, serie que expresa en los Salmos 11 al 13 la experiencia y los sentimientos del piadoso en aquellos días. El Salmo 14 contrasta el carácter de los malos y del justo en la perspectiva de aquel día; el Salmo 15 responde al desafío, ¿Quién morará con Él en aquel entonces? Después, en el Salmo 16 y el Salmo 17 Cristo es visto como asumiendo en gracia Su lugar allí, y en justicia; mientras que el Salmo 18 identifica de manera sorprendente al Mesías con Su pueblo desde la liberación de Egipto al principio hasta el Perdurable, cuando Él llega a ser cabeza, no de la iglesia como ahora, sino de las naciones al fin del siglo (edad).

 

Uno apenas puede dejar de ver que vienen a continuación los testimonios divinos de la creación y la ley en el Salmo 19, luego en el Salmo 20 del Mesías recibiendo respuesta en el día de conflicto, y glorificado en el Salmo 21; mientras el Salmo 22 es el Mesías hecho pecado y abandonado así para la gloria de Dios, resultando en que la gracia fluye más y más ampliamente, si acaso tan profundamente en aquel entonces, hasta que todos los términos de la tierra se vuelvan a Jehová, y Su justicia sea declarada a un pueblo no nacido aún, en el terreno de la obra del Mesías. Dado que, después de todo, tal como leemos en los Salmos 23 y 24, Él, como Jehová, guarda Sus ovejas cuando el mal reina, y Él mismo será reconocido como Jehová Rey de gloria en el reino y en la casa de Jehová.

 

Comenzando  a continuación con los Salmos 25 y 26, nosotros tenemos la confesión de pecados y la integridad de caminos unidos en aquellos que son Suyos, animados por Su sacrificio a reconocer la verdad y procurar la santidad: un nuevo comienzo para los Salmos venideros. ¿A quién ha de temer uno semejante? dice el Salmo 27 y (no obstante la angustia) Jehová es su escudo, el cual juzgará al malo conforme a sus hechos, como en el Salmo 28. De ahí el desafío en el Salmo 29 a los hijos de los poderosos para que reconozcan a Jehová, cuando en el templo todos dicen, ¡Gloria! El Salmo 30 celebra la liberación: si el lloro viene por la noche, hay gozo por la mañana. Con todo, el Mesías murió por esto, Salmo 31. Solamente así la transgresión pudo ser perdonada, y la verdadera bienaventuranza viene, Salmo 32; y solamente así podía el justo alegrarse en Jehová como en el Salmo 33, que es su Salmo acompañante, mientras el Salmo 34 se eleva a un son aún más elevado y sostenido "en todo tiempo."

 

Los cuatro Salmos que siguen a continuación contemplan el modo de obrar y el poder del mal de manera judicial, también la senda de los justos, así como un sentido justo de sus pecados confesados; mientras el Salmo 39 reconoce que eso es para castigo de ellos, aunque el hombre anda en una apariencia vana. La sección concluye dignamente con Cristo, después de la muerte y resurrección, alabando en un cántico nuevo, fiel en obediencia, y también llevando pecados, en palabra y hecho y padecimiento hasta lo sumo (Salmo 40); y bienaventurado es aquel que piensa en el Pobre, si Su propio amigo familiar levantó contra Él su calcañar (Salmo 41).

 

La segunda sección considera al remanente piadoso como forzado a huir y estar fuera de Jerusalén (Salmo 42). Compárese con Mateo 24:15, etc. Porque los que están adentro se han aliado con Gentiles idólatras, siendo por igual impíos e idólatras (Salmo 43). "Levántate" suplica el Salmo 44. También Cristo ya no es visto más en general como estando amablemente en medio de ellos en la tierra, sino gloriosamente en lo alto, tal como vemos en el Salmo 45. Dios (Elohim) es, de manera apropiada, el refugio de ellos en el Salmo 46, pero Jehová el Altísimo es celebrado en fe de manera anticipada, y esto para todos los pueblos, un gran Rey para toda la tierra (Salmo 47). Independientemente de lo que las cosas presentes pueden decir, la derrota completa de los reyes de la tierra es vista por fe, y Sion es el monte de Su santidad (Salmo 48). El Salmo 49 es una homilía sobre ello: aquel día proclama la locura de la incredulidad. El hombre en su vanagloria, pero sin entendimiento, es como las bestias que perecen. La riqueza, las tierras, los dichos, la gloria de ellos, perecen. Solamente los redimidos permanecen. El pueblo escogido en el Salmo 50 no era mejor que el mundo, en efecto, era más culpable; pero los piadosos ratificaron un pacto con Dios sobre sacrificio. En el Salmo 51, al igual que David, ellos reconocen la corrupción y la culpabilidad por la sangre; ellos admiten la fuerza del hombre bajo juicio, Salmo 52, y la necedad de los 'muchos', Salmo 53. Pero todo el recurso de la fe está en Dios, Salmo 54, aunque el desierto era mejor que la traidora ciudad para Cristo, Salmo 55. Los Salmos 56 y 57 son un par evidente, expresando confianza, y de manera creciente, en aquel día de peligro y angustia. Así son los Salmos 58 y 59, cuando el juicio de Dios es reconocido como el único medio para convencer al hombre de fruto para el justo, y que Dios gobierna en Jacob.

 

En el Salmo 60 el Judío acepta el castigo de Dios, pero busca la victoria. En el Salmo 61 él clama "desde el cabo de la tierra" (y ello es principalmente para su alma y la vida del rey); con ampliación de la expectativa en el Salmo 62. En el Salmo 63 surgen la alabanza y la bendición y la satisfacción del alma, aunque está aún desterrado del santuario. El Salmo 64 divulga delante de Dios la astucia y el mal de aquel día, pero está seguro de la intervención de Dios; y también en el Salmo 65 el arranque en aquel entonces de alabanza, por mucho tiempo silente en Sion. Sí, toda la tierra aclamará a Dios; y el piadoso que había huido entrará en Su casa y pagará los votos hechos cuando estuvo angustiado, Salmo 66. A continuación, el Salmo 67 finaliza este grupo mediante la bendición del Judío como el medio para que todas las naciones conozcan la salvación de Dios, nunca antes ni de otro modo.

 

El triunfo de Dios, como el Salmo 68 canta de manera exultante, es en y por Cristo ascendido a lo alto. Así serán esparcidos Sus enemigos cuando Él se levante; así será hecho morar en una casa el desamparado, y a los reyes de los ejércitos se les hará huir, y Jehová morará en Sion para siempre, y los reinos de la tierra cantarán a Dios: ¡bendito sea Dios! Pero, ¿cuál no fue la humillación de Cristo para que todo ello pudiera ser de manera justa? El Salmo 69 declara esto acerca de Él, el cual habla aquí de ser herido y llagado por Jehová. Verdaderamente Cristo soportó oprobio a causa de Su nombre, por lo cual el juicio debió seguir a continuación en Sus enemigos. El Salmo 70 suplica por Su liberación, pero además para vergüenza de Sus inicuos adversarios, y para gozo de los que buscaban a Jehová, siendo Él mismo afligido para ello. El Salmo 71 vuelve este principio a la liberación Judía, 'en la vejez' como ellos podían estar, pero aún así para renovar su juventud en alabanza; y entonces esta porción finaliza con el Salmo 72 "Para Salomón." No se trata del envejecido David, el hombre de guerra, sino del Príncipe de Paz, el cual introduce el reposo de Dios, cuando las oraciones del hijo de Isaí terminan. ¿Quién puede dudar acerca del designio divino hasta acá?

 

La tercera división confirma su carácter más amplio como introduciendo a Israel y sus enemigos Gentiles tan claramente que un menor número de palabras son aquí necesarias. El Salmo 73 habla así expresamente del pueblo; tal como el Salmo 74 habla del enemigo de ellos y del Suyo. En el Salmo 75, el Mesías interviene, juzgando con equidad; cuando la tierra y todos sus habitantes son arruinados, Él sostiene sus columnas. ¿Puede alguno dudar Quién es Él? ¿O cuándo? El Salmo 76 habla de la catástrofe para los reyes de la tierra cuando Él mora en Sion; no cuando Su presencia resplandece desde el cielo para la destrucción de la Bestia y el Falso profeta. Pero hay también una liberación interior como en el Salmo 77. Y la historia del pueblo es convertida más que nunca en 'enseñanza' en aquel día como en el Salmo 78. Pero aun cuando Israel está de regreso en la tierra, el odio Gentil estalla una vez más como vemos en el Salmo 79, y el pueblo no está aún establecido en el nuevo pacto. En el Salmo 80 ellos oran para que el Pastor de Israel resplandezca, y Su mano esté sobre el Varón de Su diestra, el Hijo del Hombre.

 

El Salmo 81 manda que la trompeta sea tocada en la luna nueva. Se trata del despertar y la reunión de Israel, así como el Salmo 82 advierte a los jueces que juzguen la tierra. La confederación de naciones, pequeñas o grandes (Salmo 83), tampoco sirve contra los protegidos de Dios; la codicia de ellas por Sus lugares santos solamente sacará a luz que Él solo, Cuyo nombre es Jehová, es el Altísimo sobre toda la tierra. El Salmo 84 señala después la bienaventuranza, en primer lugar, de habitar donde Jehová habita, en Su casa; luego, la bienaventuranza de subir hasta allí. El Salmo 85 celebra Su favor, aunque el resultado estaba lejos de ser completo; porque la gloria ha de morar en la tierra. Compárese Isaías 4 para Jerusalén. Una apropiada oración de David sigue a continuación en el Salmo 86; y el Salmo 87 contrasta Sion con el esplendor pasajero de los antiguos grandes de la tierra. Pero no obstante, los piadosos sienten y expresan en el Salmo 88, los terrores de una ley quebrantada, y, por consiguiente, ellos claman al Dios de su salvación. Ellos habían fracasado completamente en su relación, pero el Espíritu de Cristo de ninguna manera se mantuvo distante de la justa aflicción de ellos, Él mismo siendo santo y sin mancha. El Salmo 89 es el cántico de la amorosa bondad o misericordias de Jehová, el centro del cual es el Misericordioso o Santo en el versículo 19. Ellos habían perdido todo excepto Sus misericordias en Cristo, las cuales permanecen y aún serán de ellos "para siempre."

 

El adecuado comienzo de la cuarta sección es la oración de Moisés, Salmo 90. Solamente el soberano Señor puede decir al hombre que tropieza, "Convertíos, hijos de los hombres." Pero esto se vuelve al Mesías, Salmo 91, cuya obra introduce el verdadero cántico para el día de reposo, Salmo 92. Jehová reina entonces, superior a la más alta de las criaturas, y la santidad conviene a Su casa siempre más, Salmo 93. Aun así, la venganza pertenece a Él, deshonrado desde el principio, y sobre todo al final, Salmo 94. Pero cuando los que hacen iniquidad son destruidos, entonces surge el gozoso llamamiento de Israel a cantar a Jehová, Salmo 95, así como en el Salmo 96 la tierra es invitada a cantar un cántico nuevo. ¿Acaso no es el Salmo 97 la respuesta a eso, tal como el Salmo 99 es la respuesta al 98 donde Israel está en consideración? En el Salmo 100 todos ellos son convocados a aclamar a Jehová y servirle con júbilo. No hay más estrechez de corazón alguna. Si "pueblo Suyos somos", "entrad" por Sus puertas con acción de gracias, Por Sus atrios con alabanza. El Salmo 101 es el Mesías disponiendo los términos de Su reinado, misericordia y juicio. El Salmo 102 presenta el terreno de toda bendición en Su humillación, el cual no era solamente el Mesías arrojado sino Jehová, tan ciertamente como Aquel que Le levantó, porque Él es el creador de todo. Luego, en el Salmo 103, ¡qué alabanza brota de Israel! ¡Qué alabanza en la creación, Salmo 104! ¡Qué agradecimiento es dado en el Salmo 105 donde los modos de obrar de la gracia de Jehová son rememorados desde los padres hasta que los hijos entraron en las tierras de las naciones! ¡Qué agradecimiento en el Salmo 106, de manera no menos profunda, pero añadiendo aquí, "porque para siempre es su misericordia"! La gracia abre los labios de ellos para confesar de qué manera habían pecado con sus padres, y les había ido mal a lo largo de la historia misma, y más tarde aún cuando fueron llevados cautivos. Ellos dicen ahora, "Sálvanos, Jehová Dios nuestro, Y recógenos de entre las naciones, Para que alabemos Tu santo nombre, Para que nos gloriemos en tus alabanzas.

 

La quinta división comienza con el Salmo 107, similar en esencia al Salmo que concluye la cuarta división, pero añadiendo los importantes hechos en los versículos 2 y 3, y relatando el variado pasado providencial de ellos, ahora sabios para comprender la misericordia de Jehová. Compárese con Romanos 11: 30 al 32. El Salmo 108 es el gozo del Espíritu de Cristo cuando Israel es puesto en posesión de su herencia perdida durante mucho tiempo. Están aquí Su misericordia, verdad, y gloria. Ahora bien, en el Salmo 109 nosotros tenemos a Cristo rechazado pero exaltado para socorrer al necesitado, con juicio sobre el hijo de perdición en primer y último lugar. El Salmo 110 es el Hijo de David y Señor exaltado. Aunque sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec, Él está a punto de quebrantar a los reyes en el día de Su ira, especialmente a "la cabeza que domina sobre la ancha tierra." (Salmo 110:6 – VM): la justa respuesta al Salmo 109.

 

En los Salmos 111 a 118, nosotros tenemos un grupo de Salmos celebrando a Jehová sucesivamente en Sus obras y maravillas: Salmo 111, en Sus mandamientos y justicia; Salmo 112, en Su carácter y tratos; Salmo 113, en alabanza, siendo todas Aleluyas; después, en el Salmo 114 está el resultado en la tierra de la presencia del Dios de Jacob, así como el Salmo 115 es el resultado humillador en Israel para Su gloria, bendito y bendiciendo; y en el Salmo 116 el amor de ellos en el Espíritu de Cristo como librados de la muerte como la hija de Jairo. Además, el Salmo 117 llama a todas las naciones a alabar a Jehová, así como el Salmo 118 finaliza el conjunto con "para siempre es su misericordia" cantado por Israel, la casa de Aarón y los que Le temen. Israel había pasado a través de dolorosa prueba, pero destruyó a sus enemigos; pero ello fue en Su nombre, el nombre de Aquel que estableció la Piedra desechada como cabeza del ángulo; y en Su nombre ellos bendicen al Mesías venidero.

 

A continuación, en el Salmo 119 tenemos el estado de Israel mostrado, la ley escrita en sus corazones, y sus virtudes analizadas de manera plena y particular. Sigue después la serie de quince 'Cánticos graduales', o pasos en la restauración de Israel, no cumplida aún. En el Salmo 120 el engañoso enemigo es discernido; en el Salmo 121 Jehová es buscado para socorro; y en el Salmo 122 el Espíritu de Cristo suscita el gozo de ellos en adoración. Luego, en el Salmo 123, ellos alzan sus ojos de manera devota a Jehová; y en el Salmo 124 el lazo es roto, y ellos Le bendicen. En el Salmo 125 ellos confían en Jehová, paz sea sobre Israel; en el Salmo 126 el regocijo es segado después de sembrar con lágrimas, sobre todo por Cristo. El Salmo 127 es para Salomón, contrastando la casa y la ciudad del reposo de Dios con la construcción a al estilo de Babel que precedió, y esperando una bienaventurada prosperidad. La bendición de los que temen a Jehová sobreviene debidamente en el Salmo 128, y sus muchas aflicciones pueden ser recordadas ahora, Salmo 129, calmadamente con la seguridad de la vergüenza para todos los que aborrecen a Sion. Después, el Salmo 130 cuenta de qué manera el perdón que hay en Jehová les enseñó a temerle, y a esperarle, y a tener esperanza; así como en el Salmo 131 el efecto moral se manifiesta en sumisión de corazón, profundizando esa esperanza. El Salmo 132 pide a Jehová que se acuerde de David y de toda su aflicción, siendo esto la figura de Uno infinitamente mayor, y Le pide que se levante al lugar de Su reposo, con respuestas desde el versículo 14 sobrepasando toda petición. A continuación, el Salmo 133 nos señala lo hermoso que es habitar en la unidad que es resultado del poder del Espíritu, honrando a Uno mayor que Aarón en la bendición — vida eterna; Mientras el Salmo 134 finaliza esta serie con bendiciones elevándose: la noche no trae pausa alguna, y Jehová bendice desde Sion, rey y sacerdote estando allí juntos en ella.

 

El Salmo 135 es una alabanza más general, aunque este Salmo y el subsiguiente Salmo 136 pueden ser considerados como respondiendo a los Salmos graduales. Ellos son ensayos. El primero comienza y termina con "Aleluya" (Salmo 135: 1 y 21 – VM); el segundo resuena con el conocido estribillo de Israel.

 

Las circunstancias especiales, del dolor del pueblo, y de la fidelidad de Jehová a Su palabra, comienzan en los Salmos 137 y 138. Mientras el Salmo 139 presenta el examen de corazón individual en la bondad del Eterno, lo cual anima a orar, "Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón," etc. Dado que el postrer enemigo no ha caído antes que el reino es establecido en paz, nosotros tenemos en el Salmo 140 una oración para su caída; así como en el Salmo 141 tenemos una oración para preservación y provecho mientras tanto por medio de la disciplina. Ello es aún más urgente en el Salmo 142 y en el sentido de soledad. El Salmo 143 asume el profundo terreno de que ante Sus ojos ningún ser humano se justificará. Se trata de un asunto de justicia divina. De igual modo en el Salmo 144, "¿qué es el hombre…? ¿Por qué retrasaría Él el juicio y la bendición para él? Porque solamente Jehová tiene y da poder.

 

El Salmo 145 es el Espíritu de Cristo en los santos Judíos alabando por el reino; y los Salmos de Aleluya (regocijo y alabanza) aumentan en intensidad hasta el final. El Salmo 146 es el contraste en el hombre de Jehová librando a Su pueblo; el Salmo 147 es Su misericordia para con Jerusalén y los desterrados de Israel con Su bendición de creación. En el Salmo 148 es Su alabanza "desde los cielos", y "desde la tierra", con todo lo que hay en ellos; así como el Salmo 149 es Su alabanza en la congregación de los piadosos (porque tales son los de Israel desde ahora). El Salmo 150 es la alabanza a 'El' (el Fuerte), en todas partes y en todo respecto, con todo instrumento y por todo lo que respira. ¡Cuán evidente es el designio especial de Dios no sólo en cada Salmo sino en su orden! El hombre sin Él era incapaz de ambas cosas.

 

 

PROVERBIOS

 

 

La colección de "palabras de sabios" (Proverbios 1:6) que reclama nuestra atención a continuación, es tan diferente en carácter del libro de los Salmos como uno puede concebir, aunque ambos libros puedan ser en forma poética, el último en más alto grado. Pero uno es lo opuesto a lo otro: Los Salmos presentando mayormente a Jehová, o Dios en Su naturaleza más que en pacto, la expresión por medio del Espíritu Santo de los sentimientos de Su pueblo y de los Suyos en su variada experiencia, en esperanzas y temores, regocijo y angustia, así como en reconocimiento de Sus modos de obrar; los Proverbios presentando Su sabiduría en la perspectiva de las dificultades y pruebas, lazos y alegrías, y todas las demás circunstancias en la senda terrenal. El temor de Jehová es la nota dominante. El designio especial del libro es inconfundible. Ninguna otra parte de la Biblia desempeña o incluso comparte su lugar. El libro comunica la sabiduría de Jehová en su enseñanza fidedigna de Su pueblo. Por eso el nombre "Dios", como tal, aparece de manera muy moderada en el prólogo, Proverbios 2: 5 y 17, Proverbios 3:4. Hablando estrictamente, el nombre de Dios no aparece en absoluto en los "Proverbios de Salomón" (Proverbios 10 al 24); aparece una vez en el suplemento que los hombres de Ezequías transcribieron (Proverbios 25:2); y dos veces en el apéndice de las palabras de Agur (Proverbios 30: 5 y 9). Esto, además, no da acreditación alguna al ensueño (o conjetura) del Sr. Jean Astruc (1684-1766), sino que da una demostración más clara de que dicha conjetura es falsa, sin sentido, y engañosa.

 

Después del prefacio de Proverbios 1: 1 al 7, nosotros tenemos una introducción muy completa y afectuosa en los nueve primeros capítulos. En contraste con la autoridad dada a los padres está la atracción en el mundo a través de la independencia y la codicia, lo cual llama a la violencia en Proverbios 1, y a la corrupción en Proverbios 2. Pero si esa autoridad obra temprano y en el interior, la sabiduría, por parte de Jehová, clama en el exterior, advirtiendo acerca del juicio al final sobre el impío y la mujer extraña, y asegurando el valor moral y la bendición en todo tiempo para aquellos que oyen y aprecian su voz. En Proverbios 3 no es nuestra inteligencia sino el temor y la enseñanza de Jehová lo que puede ser de provecho. Por eso, en Proverbios 4, las palabras de la sabiduría han de ser buscadas para obtener inteligencia verdadera, evitando todos los demás caminos. En Proverbios 5 se muestra que solamente remordimiento y ruina vienen del hecho de desviarse a la corrupción, mientras Jehová querría que los Suyos disfruten las relaciones que Él aprueba. Proverbios 6 advierte contra la fianza y la pereza, la mala actividad y el adulterio; así como Proverbios 7 continúa con lo último en detalle hasta la muerte y el Seol. En Proverbios 8 la sabiduría de Dios, enérgica y suplicante en amor, se eleva a Aquel que es Hijo; dado que de Cristo se dice en el Nuevo Testamento que es Su sabiduría (objeto del deleite de Jehová), y Sus delicias no meramente en Israel sino "con los hijos de los hombres." En Proverbios 9 la sabiduría ha edificado su casa con sus siete columnas, respondiendo a la casa de Dios, por así decirlo, y no solamente a su llamamiento, sino contrastado con "la mujer insensata" que conduce a sus víctimas a la destrucción. La sabiduría tiene un sistema del bien, así como la mujer extraña y "alborotadora" tiene uno del mal.

 

Los capítulos intermedios hasta el capítulo 24, con el suplemento en Proverbios 25 al 29, nos presentan la sabiduría de Jehová detallada para Su pueblo en la tierra. El andar especial del Cristiano no está contemplado; aún menos está contemplada la iglesia de Dios ante nosotros; así como tampoco está contemplado el padecimiento de Cristo como testigo de Dios, o por nuestros pecados, o Su exaltación a lo alto como Cabeza, y en el santuario celestial como Sacerdote. Pero nosotros tenemos esos apotegmas (aforismos) divinos acerca de la senda terrenal, que han arrancado la admiración de los más sabios entre los hombres. Después de todo, ellos no son más que una selección de los "tres mil proverbios" que Salomón compuso (1º. Reyes 4:32). Porque Dios dio al rey "Salomón sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Y la sabiduría de Salomón sobrepasó la sabiduría de todos los hijos del oriente y toda la sabiduría de Egipto. Porque era más sabio que todos los hombres, más que Etán ezraíta, Hemán, Calcol y Darda, hijos de Mahol; y su fama fue conocida por todas las naciones de alrededor."  (1º. Reyes 4: 29 al 31 – LBLA). Lo que nosotros tenemos es una selección hecha por el Espíritu Santo: un principio tan verdadero, justamente como lo es acerca de las "señales" hechas por nuestro Señor (Juan 20: 30 y 31; Juan 21: 24 y 25). Toda Escritura es del designio especial de Dios.

 

De los Proverbios finales 30 y 31, nosotros diríamos aquí poco más que ellos están en concordancia con el libro y son dignos de formar su final. Ellos reclaman el carácter de "profecía"; y toda palabra lleva el sello de Dios. El retrato de la consorte en los 22 últimos versículos (acrósticos) del libro es hermoso, y muestra lo que la mujer podía ser bajo la ley, aun antes de que Cristo viniese y le diese una dignidad aún mayor.

 

 

ECLESIASTÉS

 

 

Sobre la portada del libro se encuentra revelada esta diferencia sorprendente con respecto al libro de los Proverbios, en que aquí, Elohim, o Dios, se encuentra de principio a fin, ni una sola vez Jehová. Por eso que no se trata del pueblo en una relación especial, sino del hombre tal como él es. De hecho, algunos han encontrado acerca de este hecho la absurda inferencia de que, si Salomón escribió en su mayor parte el libro anterior, él no pudo haber escrito este último. Los libros aseveran haber emanado del hijo de David. Esto, sin embargo, no es nada para un racionalista, excepto quizás un incentivo más para negarlo. Dejando tal cuestión, el caso confirma la verdad que hemos afirmado a menudo, que el uso de estas designaciones divinas depende de los diferentes objetivos en perspectiva, no de escritores distintos. En Eclesiastés no se trata de una cuestión de relación de pacto y su orden prescrito, sino de Dios, del Creador, y del hombre buscando vanamente felicidad en una creación arruinada. Aquí, por consiguiente, el nombre Jehová estaría completamente fuera de lugar. Es la idoneidad moral bajo el Espíritu Santo lo que regula la elección de manera bastante independiente del escritor, sea el mismo o una persona diferente. Se trata, por tanto, de Elohim (Dios), y del hombre teniendo que ver con Él y Su juicio.

 

De este modo, el designio especial de Dios es aquí nuevamente manifiesto; y es igualmente así la miopía del aprendizaje, o más bien de la incredulidad, al pasar por alto las intimaciones de la Palabra escrita sustituyéndolas por una hipótesis de pura imaginación. La verdad, por el contrario, aunque sea solamente en la designación, edifica y nos ayuda hasta aquí a entrar en el ámbito del libro. Aquí está un libro el cual tiene su propio lugar peculiar; ningún otro ni siquiera se le parece. Es la experiencia de un hombre sin igual en su capacidad, en sus circunstancias, y en sus medios (porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Eclesiastés 2:12) para buscar la felicidad, y encontrar sólo vanidad y aflicción de espíritu ("correr tras el viento" - Eclesiastés 1:14 – LBLA) ¿Cómo podía ser ello de otra manera, si el hombre es un desterrado del paraíso, y no cuenta con Aquel que está por encima del sol? La experiencia, incluso los excepcionales poder, posición y actividad de Salomón, experiencia de todo lo que promete más en la tierra, termina en "vanidad de vanidades", tan ciertamente como la experiencia del 'yo' hace al hombre nacido de Dios el cual se ocupa de sí mismo (Romanos 7: 7 al 24). Todo en el hombre o en el mundo está caído y muy miserable. Tampoco la sabiduría misma aprovecha para ayudar, sino más bien intensificó, la insatisfacción y el dolor.  La muerte llega y, ¿qué sabe el hombre como tal acerca de lo que hay después de ella? Para el ojo exterior él muere como la bestia. ¿Qué le queda a él entonces, sino temer a Dios y guardar Sus mandamientos? Porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o mala.

 

Esto ha sido considerado como pesimista y escéptico; y sería así si ello fuese todo. Pero el libro mismo insta al uso agradecido del bien que Dios da en una ruina tan extendida. Y si Él los hace que se fatiguen, es para que se atengan a Su temor y obediencia, en lo que no hay vanidad alguna. Pero el objetivo del libro no fue de manera alguna revelar la gracia soberana, y sus provisiones salvíficas.

 

Las "palabras de sabios" no son aquí positivas como en los Proverbios, sino negativas, actuando como aguijones para abandonar la búsqueda del bien en la creación, viendo que el fin de todo es la muerte. De esto, que se cierne sobre el hombre, se presenta una alegoría muy poética al final; así como el libro comienza con el cambio constante estampado sobre toda la creación alrededor y en el interior. ¡Qué contraste con el reposo de Dios en el cual solamente la obra de Cristo (enteramente fuera de la vista aquí) puede introducir por ser lo que somos, lo cual desde el principio señaló al Mesías y la redención basada en el sacrificio! Incluso cuando la casa de Dios es mencionada, es para que el hombre oiga, y pague votos de manera consciente, y tema a Dios; pero el perdón con Jehová que produce temor no es más abordado aquí que la propiciación lo es en Romanos 2: 1 al 16, donde el apóstol establece los inmutables principios de Dios al tratar con los hombres, sean ellos quienes fueren. El hombre necesita a Dios como un centro para su corazón, centro que la creación no puede satisfacer.

 

 

EL CANTAR DE LOS CANTARES

 

 

Tan único es el designio especial de Dios en los Cantares, en los cuales ni Elohim (Dios) ni Jehová se encuentra una vez, solamente "Jah" se encuentra de manera descriptiva y no como un objeto (Cantares 8:6 – RVR1977: "Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Porque fuerte es como la muerte el amor; Obstinados como el Seol los celos; Sus saetas, saetas de fuego; sus llamas, llamas de JAH.") Se trata del Amado y Su amor, del Esposo y la Esposa como revelados a Israel; no del gran secreto en cuanto a Cristo y en cuanto a la Iglesia, sino una comunicación revelada plenamente al pueblo antiguo de Dios. (Compárese también Salmo 45 e Isaías 62). Aquel que atrajo el corazón de la esposa es el Rey, el propio Mesías; dado que este Cantar de los Cantares es de Salomón. Esto no debe impedir su aplicación al creyente, o mutatis mutandis (cambiando lo que se deba cambiar) a la iglesia; dado que hay un principio de relación común a todos ellos. Fue un error temprano, especialmente desde la época de Constantino, e incluso desde antes de ella, concebir a Israel desechado para siempre, y a la iglesia como heredera de honor y poder terrenales. Los hombres olvidaron la advertencia en Romanos 11 de que esto no es más que una presunción Gentil, la cual se deshace del padecimiento actual de la iglesia y la gloria futura con Cristo, y niega también la misericordia que, cuando el llamamiento Gentil se corrompe a sí mismo y es interrumpido, restaurará a Israel y es para el mundo como "vida de entre los muertos" (Romanos 11:15) cuando Cristo viene a reinar. La llave a los Cantares quedó así oculta; y el libro fue rebajado de manera irreverente, y algunas veces de manera bastante grosera como es natural para un racionalista, o elevado en error a un objetivo celestial, lo cual encuentra su revelación correcta en Apocalipsis 19 al 22, y no aquí estricta o plenamente.

 

La iglesia es el cuerpo de Cristo glorificado a la diestra de Dios por virtud del bautismo del Espíritu Santo enviado como el fruto de la conocida redención de Cristo. Esto explica el pacífico y calmado disfrute de nuestra peculiar relación incluso ahora, antes que llegue el día para las bodas del Cordero en lo alto, tal como leemos en Apocalipsis 19 que añade y guarda para nosotros, en toda su plenitud, el poder de la esperanza en la venida de Cristo.

 

Es un estado diferente el que nosotros encontramos aquí donde la relación tiene que ser formada y restablecida bajo el nuevo pacto. De ahí las variadas experiencias precedentes para el corazón de las que este libro está tan ampliamente compuesto, y que la gracia convertirá en bendición de la hija de Sion. Nada de esto se encuentra en el Nuevo Testamento como tampoco una colección de Salmos; pero ambos son proporcionados en el Antiguo Testamento acerca del pueblo antiguo, aunque todo es ciertamente para nuestro uso y bendición, aunque no es acerca de nosotros. Se supone que nosotros hemos de estar en tal paz, libertad, y gozo por la presencia del Espíritu Santo, como para componer y cantar nuestros propios salmos e himnos (1ª. Corintios 14; Efesios 5; Colosenses 3). El mal uso de estas Escrituras, como si la iglesia fuese Sion, Judá, Israel, etc., ha hecho mucho para judaizar a los Cristianos. La bendición del uso directo de ellas comenzará para el remanente piadoso de Israel antes que despunte el día; después de lo cual Israel las cantará al unísono — ¡con qué gozo en aquel día! Pero ¿quién excepto Dios pudo haber proporcionado esta maravillosa anticipación?

 

 

ISAÍAS

 

 

La visión de Isaías es mostrada aquí ante nosotros. ¿Cuál es su designio especial? Uno no indaga si acaso el más noble y más exhaustivo de los profetas escribió sin un propósito. La pregunta es entonces, a juzgar por su contenido de principio a fin, ¿cuál quiso Dios que Su pueblo antiguo, y también nosotros quienes creemos, considere que es Su objetivo en el libro? ¿Qué es lo que Él enseña en él como un todo?

 

Jerusalén y Judá tienen una marcada prominencia; pero desde el principio hasta el final al vidente santo le fue dado juzgar la ruina moral de Israel por medio de la Palabra de Jehová, y la gloria futura bajo el dominio del Mesías divino, cuando todas las naciones correrán al monte de la casa de Jehová (Isaías 2:2). ¿Qué podía ser más detestable que sacrificios y ofrendas, lunas nuevas y fiestas solemnes, de príncipes de Sodoma y un pueblo de Gomorra? (Isaías 1: 10 al 14). Si nosotros debemos rechazar el error tradicional de que Isaías 2 comienza con el progreso del evangelio, ¿de qué manera la incredulidad racionalista enfrenta la insinuación clara de que el pueblo ha de ser restaurado sólo mediante el juicio que Él ejecutará; y esto no sólo nacionalmente sino también en sus almas, y de que solamente así todas las naciones serán traídas a una sujeción alegre y voluntaria? Para un asunto tan grandioso, ¿qué tiene que ver la experiencia presente con uno u otro punto de vista? Ciertamente no la hipocresía de los Judíos, o las iniquidades idólatras de todas las naciones.

 

Aun así, tales eran los hechos reales. ¿Qué señal hay, en aquel entonces o desde entonces, de Jerusalén limpiada completamente o de los Gentiles no adiestrándose más para la guerra? No, el Espíritu Santo guio al profeta a prever "el fin del siglo", y el juicio de los adversarios de Jehová; ni lo uno ni lo otro son aún hechos consumados. Él reinará, lo cual es Su derecho. En aquel día toda soberbia caerá, y todo desorden será rectificado; incluso cada pequeña vanidad femenina se desvanecerá (Isaías 3). Sin embargo, ello no será por medio del evangelio ni la iglesia, sino que el Señor, por así decirlo, restregará para limpiar la corrupción y la violencia mediante el espíritu de juicio y devastación; y Jehová creará sobre toda morada la gloria que será un dosel (Isaías 4). Tal es la introducción, cada parte finalizando con la restauración de Israel, tal como cada sección mayor lo demuestra, excepto la sección intermedia.

 

Sigue a continuación en Isaías 5, un cántico de lamentación concerniendo Su viña, la casa de Israel, y Judá la planta de Su deleite, seguido por varios ayes sobre Su pueblo, lo cual introduce la reiteración de Su furor que no ha cesado, y su mano extendida aún, finalizando aquí con tinieblas y tribulación en la tierra y luz oscurecida en sus cielos. Después de un paréntesis sorprendente en Isaías 6, continuado en Isaías 7 a Isaías 9:7, le insistencia es repetida desde Isaías 9:8, hasta que el final llega en el Asirio que había sido la vara de Su furor (Isaías 10:5), a ser castigado y destruido ahora cuando el Señor ha acabado toda Su obra en el monte de Sion. "Mas de aquí a muy poco tiempo se acabará mi furor y mi enojo, para destrucción de ellos." (Isaías 10:25). La liberación viene por medio del juicio divino. Quién es Aquel que hace realidad ambas cosas es presentado en Isaías 11 con el cántico de gozo de Israel en Isaías 12. Pero el paréntesis que está ocupado con Judá y la casa de David había preparado ya para esto. Porque Su gloria divina es vista según Juan 12 en Isaías 6; luego en Isaías 7 Su encarnación; en Isaías 8 Su reivindicación también (como Emanuel) a la tierra; y en Isaías 9, después del eclipse de Su rechazo, cuando Jehová ocultó Su rostro de la casa de Jacob, Su victoria sobre el opresor como en el día de Madián, cuando Sus glorias son proclamadas. Se fusionan así el curso general del juicio, así como la revelación parentética del Mesías rechazado, pero interviniendo al final para juicio del enemigo. Tal es el recordatorio de la primera sección, finalizando en la alabanza de Jehová, y el Santo de Israel es grande en medio de Sion. (Isaías 12).

 

La segunda división consiste de "cargas de opresión" o 'profecías de juicio' desde Isaías 13 a Isaías 23, finalizando no solamente con la tierra sino con "el mundo" languideciendo y desvaneciéndose, y Jehová castigando al ejército de los cielos en lo alto y a los reyes de la tierra sobre la tierra (Isaías 24), pero siendo una fortaleza al pobre remanente de Judíos piadosos, cuando es destruido el velo que envuelve todas las naciones; sí, en efecto, la muerte es sorbida en victoria. ¿Quién no puede lograr discernir el fin del siglo (o de la era)? Porque en aquel día será entonado un cántico de victoria en tierra de Judá; y nunca más una viña de agraz, sino de vino puro; e Israel la faz del mundo llenará de fruto, tal como leemos, junto a mucho más, en Isaías 25 a Isaías 27. El final es un triunfo completo para Israel restaurado, así como aparece de principio a fin de manera breve en cada parte. ¡Y cuán claramente está el futuro en perspectiva al comenzar por Babilonia y después Asiria! Porque todo el mundo sabe que no es este el orden históricamente: compárese con Miqueas 5: 4 al 7.

 

La porción que sigue comienza con "ay" de Efraín, y "ay" de Ariel o Jerusalén, en Isaías 28 y 29, con ayes morales que continúan en Isaías 30, y en Isaías 31 sobre aquellos que descienden a Egipto en busca de ayuda: sólo Jehová vale. En Isaías 32 está el contrastado reino de Cristo, y el Espíritu derramado para aquel día en la tierra, como ya sobre el Cristiano para el cielo. Isaías 33 es un "ay" sobre el último saqueador, así como Isaías 34 es la final mortandad en la tierra de Edom, lo que abre el camino para que el desierto y la tierra seca se alegren, realmente para toda la creación. Y no es de extrañar; porque ellos verán la gloria de Jehová, la excelencia del Dios de Israel. La iglesia, y todos los glorificados, tendrán una porción aún más sublime y más profunda en lo alto.

 

Tenemos después cuatro capítulos en prosa (Isaías 36 al 39) del mayor interés, evidentemente de tipo profético, y con la intención de afirmar las dos mitades de esta profecía sublime mediante el relato de hechos de la historia de Ezequías, el cual comienza con la soberbia blasfema y la victoria divina sobre el Asirio, y finaliza con la remoción predicha de Babilonia, ocupando, como lo hace, gran espacio en la corriente ininterrumpida de profecía que sigue a continuación. Pero incluso este interludio de cambio externo no habría sido completo sin la revelación interior de enfermedad para muerte del rey, de la cual Jehová le levantó (Isaías 38), y que tiene su glorioso equivalente en el infinitamente mayor Hijo de David, el cual murió y resucitó realmente: el terreno eternal, no meramente para las misericordias firmes a David hacia Israel, sino para todos los consejos divinos de bendición para todos los santos, para el cielo y la tierra, para el tiempo y la eternidad. Pero, ¿qué es esto para la así llamada 'alta crítica'? ¡Qué lamentable! Ella ridiculiza la profecía y el milagro verdaderos, y no acepta ningún futuro de bendición o juicio revelados, no confesando ni al Padre ni al Hijo. ¿Es ella de Dios, o del enemigo?

 

La dignidad profunda y majestuosa de la última mitad del libro (vanamente atribuida al 'gran Anónimo') es exactamente apropiado a su carácter más interno, cada sección, aunque insinuado de manera más secreta que en la primera parte, centrándose en el Mesías. Hay tres aspectos diferentes en un flujo continuo. Isaías 40 a Isaías 48 son los primeros capítulos donde Jehová redimió a Su siervo Jacob, anunciado por la derrota de Babilonia a manos de Ciro y su proclamación de libertad y regreso de los Judíos cautivos. "No hay paz para los malos, dijo Jehová." (Isaías 48:22). El segundo aspecto consiste de Isaías 49 a Isaías 57 donde no es cuestión de ídolos juzgados en Babilonia, como un castigo para los Judíos, sino de uno fatal y final para los paganos; pero nosotros tenemos la culpabilidad aún más impía e incrédula de los Judíos al rechazar a Jehová-Mesías, con "No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos." (Isaías 57:21). Porque este mal yace más profundamente y golpea a Dios mismo, no meramente a Su derecho relativo y continuo como Dios de los siglos y gobernador de Israel. Por último, el apogeo de bendición está hasta el final del libro, donde la fe en el Siervo Justo y Su expiación cambia al injusto Israel; y los escogidos de entre ellos llegan a ser Sus siervos, no sólo librados de todo enemigo en la última instancia, sino traídos a gozo y gloria inmutables; no más una maldición, sino al fin del siglo (o edad) una eterna bendición para todas las familias de la tierra, tal como fue prometida al principio de su historia a los primeros padres.

 

¡Quién sino Dios pudo haber inspirado un plan de tan gran alcance, digno de Él y de Su Hijo el Ungido! Él, mediante una obediencia incondicional e infinito padecimiento en expiación, libera a Su pueblo al final de la maldad, vagar y ruina, múltiples de ellos, para llegar a ser siervos dispuestos de Su buena y santa voluntad, e instrumentos de honra así como objetos de Su misericordia en el gran día, cuando Israel será tan estable delante de Jehová como los cielo nuevo y tierra nueva que Él creará. ¡Qué triste es la incredulidad que duda que el celo de Jehová hará esto, y mucho más! ¡Qué ciegos están los que no logran ver el testimonio resplandeciente y espléndido de toda la visión de Isaías para todo ello!

 

Tomen ustedes la encarnación predicha tan claramente en Isaías 7, sin embargo en Isaías 8 es una "piedra de tropiezo y roca de escándalo para ambas casas de Israel" (Isaías 8:14 – LBLA), mientras Jehová oculta Su rostro del pueblo culpable, pero tiene "hijos" (discípulos) dados al Cristo rechazado por señales y presagios antes del día de la victoria final y del gozo permanente. Entonces la gente será multiplicada como en Isaías 9 y dirán de manera triunfal, "un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. (Isaías 9: 6 y 7). ¿Es el sonido de la trompeta incierto?

 

Tomen ustedes además Su muerte expiatoria en Isaías 53 y las glorias que han de seguir a continuación de manera segura, aunque nosotros tenemos que esperar que los Judíos miren a Aquel que traspasaron antes de que Él sea establecido en Sion, y reine como Jehová sobre toda la tierra. ¿Cómo negar francamente la previsión verdadera, dada divinamente, en amplios y claros ejemplos como estos, previos y posteriores? Sin duda alguna, equitativamente como son, ellos sirven para dar testimonio de todos los demás en cuanto a Babilonia, Ciro, etc. — cualquiera de los cuales han proporcionado tema para el reparo crítico. Pero también el ordenado designio del libro, tanto como un todo y en cada una de sus siete partes, señala a su Autor divino a través de Isaías.

 

 

JEREMÍAS

 

 

El objetivo especial de la profecía de Jeremías no es menos evidente que el de la de Isaías; no obstante, cada una es diferente de la otra en carácter y estilo, tal como ambas son diferentes de Ezequiel y Daniel. La parte de Jeremías fue vivir y testificar en medio de Judá culpable apresurándose a la ruina total, y en la tierra por la mayor parte durante la crisis de sus últimos reyes de la casa de David. En lugar de ser el honorable profeta del rey (excepto Josías, obviamente), y estimado por igual por el rey y el pueblo, él fue un Vidente lamentoso. No le correspondió ver su predicción cumplida en el juicio repentino que aconteció al más arrogante de los monarcas Asirios, el cual en su retiro de vergüenza pereció a manos de sus propios hijos delante del vano ídolo de su adoración. Tenemos ante nosotros al mayor y más constante sufriente entre los profetas; y esto a manos, unas veces de reyes, otras veces de sacerdotes y falsos profetas, a veces de príncipes, y del pueblo, del pueblo escogido; los cuales, después de su rebelde desprecio durante su vida, le consideraron posteriormente a su muerte como el principal de los profetas.

 

Ninguna extensión inmensa semejante es abarcada por el tierno sacerdote de Anatot como en la sublime visión de Isaías con su rica y variada expresión. Pero ningún libro en el Antiguo Testamento es distinguido como este de Jeremías, por una parte, por la entera identificación con la denuncia indignada de Jehová acerca de la iniquidad y apostasía Judía, por la otra, por el abnegado amor hasta el final hacia sus compatriotas que le despreciaban por sus fieles reprensiones y solemnes advertencias. Aun así, los malvados Judíos no eran tan malos, aun hasta el final, como los mayores críticos. Esa "raza" en el libro espurio de 2º. Macabeos le representa a Él como apareciendo al héroe de ellos, a saber, a Judas Macabeo, como "un hombre que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía, [el cual] tendiendo su diestra, había entregado a Judas una espada de oro" (2º. Macabeos 8:9; 2º. Macabeos 15: 13 y 15): una impostura singularmente fuera de armonía con todo lo que la Escritura nos dice acerca de este profeta de dolores, tribulaciones, y ayes. No obstante, como a él le fue dado que proclamase, no solamente la destrucción de Jerusalén y el templo por medio de Nabucodonosor y la cautividad en Babilonia, sino también, al final de los setenta años, la caída de la gran ciudad y la primera de las potencias mundiales, aun esa "raza" no era tan incrédula como los escribas vanagloriosos y desafiadores de Dios del siglo pasado y del nuestro [*], los cuales son bastante audaces para negar toda predicción verdadera, tal como hacen con respecto a todo milagro real, así como rechazan la gracia y la verdad que vinieron por medio de Jesucristo y la gloria futura que ha de ser revelada.

 

[*] N. del _T.: El autor se refiere a los siglos 19 y 20. Recuérdese que este comentario fue publicado en el año 1900.

 

Los incrédulos pueden especular acerca del Pentateuco de manera general, y acerca de Deuteronomio en particular; porque nada es más fácil para ingenios agudos, armados de voluntad propia, que evocar dificultades y dudas contra libros tan antiguos como ellos profesan ser. Pero el profeta vivió hasta que los Cuatro grandes Imperios o "los tiempos de los Gentiles" comenzaron, y la historia humana existente más o menos creíble siguió a continuación, por no decir nada acerca de monumentos (a pesar de su vanagloria y muy frecuente mentir), que le confirman de maneras notables e inesperadas. Y como la autenticidad de sus escritos no puede ser cuestionada de manera justa, del mismo modo el cumplimiento puntual de una predicción tan sorprendente conmovió profundamente la mente Judía. De esta manera el santo cautivo fue llevado a mirar hacia adelante, no meramente al cercano y provisional regreso de un remanente a la tierra, sino a la redención plena y eterna de Jerusalén en los días postreros.

 

Entonces Jehová hará volver la cautividad de Su pueblo Israel y Judá, el cual poseerá (como ellos no han hecho aún) la tierra dada a sus padres (Jeremías 30:3), y Jehová será el Dios de todas las familias de Israel (Jeremías 31:1). Sin embargo, ello no puede ser sin el último y sin igual tiempo de angustia para Jacob (Jeremías 30:7); pero él será salvado de dicho tiempo. "He aquí vienen días, dice Jehová, [no meramente "en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá", no para destrucción y aflicción, sino para edificarlos y plantarlos], "en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá." (Jeremías 31: 27, 28 y 31). Este pacto no descansará, tal como él declara, en la debilidad del hombre, sino en la gracia divina. Porque Jehová pondrá Su ley en sus entrañas, y en su corazón la escribirá, y como Él será su Dios, del mismo modo ellos serán Su pueblo, conociéndole desde el menor de ellos hasta el mayor de ellos, y Él no se acordará más de sus pecados. (Jeremías 31: 33 y 34 – VM).

 

Pero si bien Jeremías trabajó y testificó, él tuvo la amarga porción de sus peores enemigos entre aquellos que amaba y compadecía y censuraba tan profundamente. Esta incredulidad en la Palabra de Jehová fue causada por la rebelión de ellos contra el propio Jehová, como siempre es, independientemente de lo que los hombres digan o se jacten. Nabucodonosor y sus siervos sobresalieron al honrar a Jeremías, en el más marcado contraste con los sacerdotes y los falsos profetas, e incluso los reyes Joacim y Sedequías. No obstante, como un verdadero amador del pueblo de Dios en su más bajo estado y su vil ingratitud hacia él, en lugar de ir a Babilonia donde el bienestar y la honra estaban asegurados, él prefirió padecer aflicción con los más despreciados en la tierra, los cuales se comportaron tan mal como siempre y, contra sus inspiradas advertencias, le llevaron a Egipto, en lugar de permanecer en sometimiento a los Caldeos.

 

¿Quién cuyo oído está abierto para oír puede poner en duda el designio específico y el lugar único de los escritos de Jeremías en la Biblia? Pero, como antes, un bosquejo de sus partes es presentado como prueba de que el detalle sólo confirma la estimación general. La apelación moral a la conciencia en Jerusalén y Judá ocupa la primera mitad del libro, o casi, siendo Jeremías 1 la investidura, por así decirlo, del profeta siendo joven. Tampoco es algún hecho más sorprendente que el modo en que el desorden aparente de los capítulos como en Jeremías 21 a Jeremías 24, incluso el idioma Hebreo (por no decir nada acerca de la Septuaginta) favorece el objetivo del Espíritu de Dios por medio de la verdad. El hecho de caracterizar esto como siendo una confusión entre sus escritos debido a una muerte violenta, es una mera y arbitraria conjetura que pasa por alto el propósito y el designio morales de Dios. Jeremías 25 es una transición, declarando el juicio providencial de las naciones, situando a Jerusalén y Judá de manera ominosa a la vanguardia de ellas. En Jeremías 30 a Jeremías 33 al pueblo entero de Dios, a todo Israel, se les promete restauración a la tierra con salvación (en su sentido vital y bienaventurado) en días venideros, bajo el nuevo pacto y el Mesías anunciado claramente para reinar (como Rey en Jeremías 23:5), un renuevo justo a David, y a Jerusalén se le llamará mediante un nombre nuevo: Jehová, justicia nuestra (Jeremías 33:16). Desde Jeremías 34 a Jeremías 38 es la Palabra de Jehová en cuanto a varios reyes de Judá, pero no en orden histórico, excepto que ellos precedieron la caída de Jerusalén; mientras que los capítulos desde Jeremías 39 al 44 se encargan de lo que siguió a continuación, finalizando la sección Jeremías 45 con la palabra profética a Baruc su amanuense. Esta última serie consiste de predicciones acerca de naciones extranjeras separadamente, como nosotros podemos ver también en los escritos de Isaías y Ezequiel. El último capítulo, Jeremías 52, es de manera expresa un apéndice a las palabras de Jeremías por el autor inspirado. Es un final muy apropiado de la profecía y una muy apropiada introducción a las Lamentaciones.

 

 

LAMENTACIONES

 

 

Es una cosa notable, pero de ningún modo sin precedentes, el hecho de que el libro que más que ningún otro exhala la angustia de un corazón piadoso y quebrantado, esté revestido de una forma marcadamente artificial. Dios se propuso que Su pueblo compartiese la lamentación del profeta; y en su forma predominante ocupase el corazón de aquel que escribía, y aún más el de aquellos que la sopesaban y recordaban. Sus cinco capítulos son cinco elegías [*].

 

[*] N. del T.: Elegía = Composición lírica en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro acontecimiento infortunado.

 

Lamentaciones 1 y Lamentaciones 2 tienen veintidós estrofas o versículos, correspondiendo a las letras del alfabeto Hebreo. En el capítulo tercero la letra inicial aparece para cada una de las tres partes [**], cuando el profeta habla personalmente de sus padecimientos, como antes y después de Lamentaciones 3, él vierte sus gemidos sobre la ciudad destruida con todas sus glorias.

 

[**] N. del T.: En el capítulo 3 en Hebreo, cada estrofa consta de 3 versículos, cada uno de ellos comenzando con la misma letra. (Véase: http://www.mechon-mamre.org/p/pt/pt3203.htm

 

En Lamentaciones 4 cada estrofa consiste de dos partes, cada versículo comenzando con la letras sucesivas del alfabeto Hebreo. Si bien Lamentaciones 5 tiene veintidós estrofas o versículos de dos partes, la letra inicial no sigue de manera regular. Se trata de una sincera confesión de pecados de principio a fin. "Cayó de nuestra cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! Por eso se angustia nuestro corazón, se nublan nuestros ojos, porque el monte de Sión está asolado y por él se pasean las raposas. Mas tú, ¡oh Yahvé! reinas por siempre, y tu trono permanece por generaciones y generaciones. ¿Por qué nos has de olvidar para siempre, nos has de abandonar por largo tiempo? Conviértenos a ti, ¡oh Yahvé! y nos convertiremos. Danos todavía días como los antiguos. ¿Por qué nos has rechazado enteramente, te has irritado contra nosotros hasta el extremo? (Lamentaciones 5: 16 al 22 – NC).

 

El libro tiene entonces un lugar bastante único, de un corazón que respondía al amor de Jehová por Su pueblo, cuando ellos estaban muy justamente en las profundidades a causa de sus pecados y Su castigo, aun hasta borrarlos de su tierra, su ciudad, su reino, y su casa. Es un minucioso juicio propio en la solidaridad de corazón con ellos y asiéndose de Él frente a todo y experimentándolo todo. ¿Acaso no podemos nosotros discernir qué brecha habría en la Biblia si no tuviésemos el libro de las Lamentaciones? ¿Qué no sería ello para los piadosos en su tribulación final? ¿Olvidó el escritor su propia compra (Jeremías 32) en fe a la Palabra? ¿O su profecía acerca de Israel bajo el Mesías y el nuevo pacto? No, ciertamente; no obstante, él lamentó la ruina de Israel, y que Jehová tuviese terrenos tan sólidos para Su severo castigo.

 

 

EZEQUIEL

 

 

Nosotros hemos trazado el carácter distintivo de Jeremías comparado con Isaías, y el designio especial por medio de cada uno. Ezequiel (Dios me hace fuerte/Dios fortalece), el cual era un sacerdote al igual que Jeremías, tiene sus diferencias características. El racionalismo parece aquí menos irreverente. Dado que Cristo no se predice de manera tan abierta, ellos son más indiferentes para poner en duda o negar la verdad. Si el ortodoxo estuviese decidido a confesar la ciudad y el santuario milenial en sus capítulos finales, nosotros deberíamos oír acerca de su oposición e insípidas teorías para librarse de las verdades divinas. Para la Cristiandad todo es bastante ideal; y los neo críticos pueden dejar inalteradas las visiones de sus glorias venideras. La fe real y declarada en los demás despertaría pronto la enemistad de ellos. Pero, ¡qué lamentable! cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

 

Pues bien, como Jeremías profetizó mucho después que Isaías en los últimos estertores de la monarquía terminal de Judá, su misión y mensajes tristes de parte de Jehová se extendían hasta el último en la tierra. Hasta que él fue llevado a Egipto por los líderes incrédulos del remanente. Pero Ezequiel fue llevado cautivo con el rey Joaquín por Nabucodonosor, y se le dio su lugar con los demás en Tel-abib junto al río Quebar (Ezequiel 3:15). Fue en "el año treinta" (él no dice de qué época, pero parecería que fue de la era de Nabopolasar) [*], el quinto año de la deportación del rey Judío, cuando él vio la visión de Ezequías 1. Fue el trono de Jehová visto en implacable majestad en Caldea y juzgando a Jerusalén y su santuario allí. ¡Qué cambio solemne, no reinando, sino venganza sobre Su casa y su ciudad!      

 

[*] N. del T.: Nabopolasar: fue un rey caldeo de Babilonia, fundador del Imperio Neo babilónico y artífice de la caída del Imperio Asirio.

 

Aparecieron aquí cuatro seres vivientes como un viento tempestuoso que venía del norte, con una nube, con un fuego envolvente, de la cual, de hecho, salieron. Cada uno con cuatro caras y cuatro alas, corriendo y volviendo a semejanza de relámpagos. Pero él vio también sus cuatro ruedas sobre la tierra, y como si una rueda estuviera dentro de la otra rueda, con aros llenos de ojos, y el espíritu de los seres vivientes en las cuatro ruedas. Sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión "a manera de cristal maravilloso", extendido encima sobre sus cabezas, y sobre la expansión la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y como si hubiera un hombre sentado sobre él. Dado que el aspecto de los seres vivientes era como de carbones de fuego encendidos, como antorchas, del mismo modo la apariencia del hombre era como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo parecía como fuego. Fue en este momento la adecuada exhibición de la gloria de Jehová, pero en juicio de Israel.

 

Cuán sorprendentemente diferente de la escena santa del Señor en el templo, donde Isaías vio Su gloria con la presencia de serafines alados, y uno tocó los labios del Vidente con un carbón encendido tomado del altar, para que él pudiera decir al pueblo (pueblo que parecía prosperar tanto en religión y en todo lo demás) acerca de las tinieblas judiciales a punto de caer sobre ellos y la desolación que iba a seguir a continuación, aunque un remanente sería librado para el propósito infalible de Jehová. Qué diferente de ambos es el llamamiento de Jeremías, con sus humildes símbolos, no obstante santificado desde antes de su nacimiento para ser profeta a las naciones, para arrancar y derribar, y para destruir y para arrasar, para edificar y plantar. Él supo también que desde el norte irrumpiría el mal sobre todos los habitantes de la tierra de Israel. Débil y sensible como él era, Jeremías debía hablar todo lo que Jehová le mandase: él estaba en medio de ellos y experimentó dolores en abundancia. Ezequiel está lejos de la tierra de Israel, la cual la gloria divina visita de manera judicial por medio de Nabucodonosor. Él, y no Jeremías o Isaías, es llamado de manera regular "hijo del hombre" al igual que Daniel, pero este último sólo una vez. Por lo tanto, no se trata de un trato con la conciencia como Jeremías para restaurar; Ezequiel iba a estar mudo e iba a pronunciar la sentencia de Jehová solamente. Sin embargo, él se refiere de manera constante a Israel, o a "la casa de Israel", o lo semejante, cuando como profeta su boca es abierta para vindicar el hecho de que Jehová los desecha. Ellos estaban más endurecidos que los paganos que no conocían a Dios; y él tenía que hablar, ya sea que ellos oyeran o se abstuvieran de hacerlo.

 

La primera división consiste de Ezequiel 1 a Ezequiel 7, a saber, el juicio que era enviado sobre el pueblo de Jehová. La siguiente división abarca desde Ezequiel 8 a Ezequiel 19, aunque con una subdivisión al final de Ezequiel 11. El profeta fue llevado a Jerusalén en el Espíritu para que él pudiese ver las abominaciones de todo el remanente que estaba allí, y especialmente en Su casa, casa que Su gloria visita en juicio (Ezequiel 8 y ss.). También la ciudad es abandonada enteramente, así como el santuario. El último príncipe iría cautivo a Babilonia, pero no la vería, y allá moriría (Ezequiel 12). ¡Piensen ustedes en cualquier burlador negando la predicción verdadera! No fue solo en grandes acontecimientos, sino en un punto minucioso como este, el cual pareció un enigma hasta que el acontecimiento hizo que fuese tan impresionante como evidente. ¿Y quiénes eran culpables? No solamente el rey, sino los profetas, y el pueblo hasta las mujeres en sus mezquinos modos de obrar (Ezequiel 13). Los ancianos eran iguales, aunque ellos vinieron ante Ezequiel (Ezequiel 14). El hambre, etc., debe venir para cortar hombre y bestia; en una crisis semejante, ni siquiera Noé, Daniel, y Job pudieron librar a alguno excepto sus propias almas. La vid (Ezequiel 15), al no producir fruto, era buena sólo para combustible; tan funesto destino para la ciudad capital. El padre de Jerusalén fue Amorreo y la madre Hetea; la ciudad rechazó el amor de Jehová para ganarla; peor fue ella que Sodoma y Samaria; sin embargo Él establecería Su pacto con ella para siempre (Ezequiel 16). Después de una parábola se muestra, en Ezequiel 17, de qué manera el rey de Jerusalén despreció el juramento de Jehová y quebrantó el pacto para una total ruina; pero la gracia al final es para alabanza de Jehová. Y Ezequiel 18 declara que ellos no necesitaron quejarse acerca del antiguo terreno de juicio nacional: se trataría con cada uno de ellos conforme a sus obras. Esta porción finaliza con una endecha por la ruina total de los últimos príncipes de Israel en Ezequiel 19.

 

La tercera división va, por tanto, hasta el final de Ezequiel 23. Israel es aquí nuevamente prominente, y el pecado desde el principio, y ese pecado: la idolatría; pero Él limpiará al final a los rebeldes y obrará por Su propio nombre. Se trata de Israel contrastado aquí con la suerte de Judá. Una nueva amenaza viene desde Ezequiel 20:45 hasta el final del capítulo; y Ezequiel 21 declara la espada de Jehová desenvainada contra Jerusalén y la tierra de Israel, a causa del príncipe profano y malo (Sedequías) hasta Aquel cuyo derecho es la corona (Ezequiel 21:27): una alusión, podemos presumir, invisible a los ojos incrédulos. Amón comparte el juicio (Ezequiel 21). El profeta ha de juzgar a la Jerusalén derramadora de sangre e inmunda (Ezequiel 22); y la nueva parábola de Ahola y Aholiba le da validez en Ezequiel 23.

 

Ezequiel 24 es el rechazo total de Jerusalén, el cual el profeta no ha de lamentar: otro contraste con Jeremías que era soltero; y como una señal, Ezequiel pierde repentinamente a su esposa, lo cual le fue prohibido endechar. Fue en el año noveno de la cautividad, así como Ezequiel 1 a Ezequiel 7 perteneció al año quinto, Ezequiel 8 a Ezequiel 19 al año sexto, y Ezequiel 20 a Ezequiel 23 al año séptimo. Ezequiel 24 conduce a Ezequiel 25 al 32, porción que se dedica a las naciones alrededor o dentro de la tierra, con las cuales trata Jehová el Señor, pero no ya en orden cronológico como la primera parte del libro: un hecho instructivo para otros libros, en vista de que los neo críticos no ponen en duda la mano del profeta. La disposición no es debida a causa perturbadora alguna, sino al designio de Dios por encima del pensamiento del hombre (o carencia de pensamiento) y de su inquietud. Al igual que Jerusalén, Amón, Edom, y los Filisteos, sabrán que él es Jehová. Del mismo modo (Ezequiel 26) lo sabrán Tiro y sus ciudades. Se prosigue con esto con minuciosidad amplia y precisa en cuanto a su comercio en Ezequiel 27, y en Ezequiel 28 para el príncipe y el rey de Tiro, con una velada referencia a la caída de Satanás (Ezequiel 28: 11 al 19), el gran príncipe del mundo (Juan 14:30; Juan 16:11). El capítulo continúa hasta el juicio de Sidón, y finaliza con la restauración asegurada de Israel. Los tres capítulos siguientes contienen el juicio de Egipto bajo Nabucodonosor, el cual había derribado al resto.

 

Ezequiel 33 da comienzo a una nueva serie proclamando la responsabilidad individual a partir de ahora, en lugar de la solidaridad nacional con la culpa de sus antepasados como en Ezequiel 18. Ezequiel 34 presenta a sus principales juzgados; y Ezequiel 35 presenta a Edom una vez más. Pero Ezequiel 36 es la obra de gracia interna y el juicio propio en Israel; así como Ezequiel 37 es la nación resucitada y unida bajo el verdadero David; finalizando con Ezequiel 38, Ezequiel 39, el juicio de Gog, del príncipe de Ros, Mesec y Tubal (todas las Rusias) ("Así dice Jehová el Señor ¡He aquí que estoy yo contra ti, oh Gog, príncipe de Ros, Mesec y Tubal! - Ezequiel 38:3 – VM), el cual ataca a Israel cuando ellos estaban en paz en la tierra, y perece con todas las naciones que combaten bajo aquella bandera. Una vez hecho esto, el tipo de Salomón se cumplirá.

 

Ezequiel 40 a Ezequiel 48, la serie final, proporciona el gran cuadro de aquel día. En las visiones de Dios Ezequiel es puesto sobre en monte muy alto, sobre el cual, o por el cual, había una ciudad. Pero el objeto primordial es el templo con sus muchas cámaras, en las cuales entra la gloria de Jehová, el Dios de Israel. Allí dentro los hijos de Sadoc ministrarán a Él con holocaustos, sacrificios por el pecado, y ofrendas de paz, así como encontramos después las ofrendas por la culpa y las ofrendas vegetales (o de cereal). Un príncipe de la casa de David representa también al Mesías (Ezequiel 44), con una porción para los sacerdotes y para el príncipe. El día primero del mes y el último de la semana son recordados; la Pascua y los Tabernáculos, pero no Pentecostés, ningún día de la Expiación, ninguna Vaca Alazana. Ezequiel 47 presenta la hermosa vista de aguas saliendo de debajo del umbral de la casa, que pronto se elevaron hasta ser un río que no se podía vadear; un río de sanidad donde la muerte reinaba, solo que con una excepción para demostrar que ello no es aún el cielo nuevo y la tierra nueva absoluta y eternamente. Se trata del reino que precede; y la división de la tierra para las doce tribus es tal como nunca ha sido más que ninguna otra parte de esta visión. Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama (Jehová [está] allí). La originalidad de Ezequiel, en el designio especial de Dios, comienza desde el Israel desechado y juzgado de antaño. Pasando sobre los cuatro imperios Gentiles o poderes mundiales, hasta que Jehová toma a Israel (cuando este siglo, esta edad, finaliza) para Su magnífico e infalible propósito de bendición sobre toda la tierra. No es, de ninguna manera, un tipo de la iglesia de Dios destinada a la gloria celestial.

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril/Mayo 2016.-

Título original en inglés:
"God's inspiration of the Scriptures"
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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