La
Diferencia entre la Mesa del Señor y la Cena del
Señor considerada brevemente
Por R. F. Kingscote (1811 – 1893)
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.
JND = Una traducción literal del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby (1800-82), traducido del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
KJV1769 = King James 1769 Version of the Holy Bible (conocida también
como
la "Authorized Version").
RV = Revised Version, Published in 1881; public domain.
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por
Editorial Mundo Hispano)
RVR1865 = Versión Reina-Valera Revisión 1865 (Publicada por: Local
Church
Bible Publishers, P.O. Box 26024, Lansing, MI 48909 USA).
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Contenido.
La Mesa del Señor
La Cena del Señor Relacionada
con el Terreno de Reunión
La Cena del Señor
El Nuevo Pacto
La Mesa del Señor
1ª. Corintios 10: 14 al 22.
Las expresiones usadas en
estos versículos son muy familiares para la mayoría de nosotros aquí; el
versículo 16, por ejemplo, "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la
comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del
cuerpo de Cristo?" Pero ellos comunican a menudo muy poco significado a
nuestras mentes. Consideren el versículo 21: "No podéis beber la copa del
Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y
de la mesa de los demonios": cuán a menudo nosotros hablamos de la mesa
del Señor sin ninguna idea clara acerca de la naturaleza del asunto. Nosotros
decimos, «Tal persona ha sido recibida a la mesa del Señor, o ha sido apartada
de la mesa del Señor»; algunos han llegado incluso a pensar que la mesa del
Señor es aplicable a un cuerpo particular de Cristianos.
Es significativo que el
versículo 21 es el único lugar en el Nuevo Testamento donde se encuentra la
expresión "la mesa del Señor." Es también extraño que la expresión
'participantes de la mesa del Señor' sea usada rara vez por nosotros. La
mayoría de nosotros, si se nos pregunta si acaso nosotros éramos 'participantes
de la mesa del Señor', pensaría que se quería decir que estábamos 'participando
de la cena del Señor'. Pero dos expresiones diferentes son usadas; en 1ª. Corintios
10 tenemos la mesa del Señor, y en 1ª. Corintios 11 tenemos la cena del Señor,
y el Espíritu nunca usa dos expresiones diferentes sin algún propósito definido.
La mesa es introducida antes de la cena, y yo pienso que nosotros debemos dilucidar
un poco qué es ser un participante de la mesa del Señor, antes de que podamos
estar en un estado apto para comer la cena del Señor de una manera Escrituraria.
Pues bien, yo pienso que se
puede demostrar que todo hijo de Dios es un participante de la mesa del Señor,
aunque él realmente pueda no tomar la cena, pero comer el pan y beber la copa
sería la expresión exterior de ello. Es muy importante que esta verdad sea
comprendida. Veamos, entonces, la relación en la cual la mesa del Señor es
presentada aquí.
Al leer 1ª. Corintios 7
nosotros vemos que los Corintios habían escrito a Pablo acerca de ciertas
dificultades, y él está respondiendo todavía esas preguntas en el capítulo que
está ante nosotros. En 1ª. Corintios 7 él trata el tema del matrimonio; en 1ª.
Corintios 8 trata aquello "en cuanto a lo sacrificado a los ídolos",
y mientras él está tratando estos asuntos, la mesa del Señor es introducida —
esa es la razón para la referencia a la idolatría en 1ª. Corintos 10:14. Los
Corintios se habían convertido de todas las variadas formas de idolatría en los
cultos Griego y Romano; y la idolatría involucraba la adoración de demonios.
Cuando, en un primer momento, el hombre perdió el conocimiento del Dios
verdadero, ellos comenzaron a deificar sus propias pasiones e imaginaciones;
por ejemplo, Baco era el dios del vino, las Bacanales (o, festival en honor de
Baco) eran una escena de excesos de todo tipo. El Diablo sacó ventaja de todo
esto y adquirió un poder inmenso sobre el mundo. Estaba el oráculo de Delfos,
por ejemplo, el cual respondía todas las preguntas y equivalía al espiritismo
moderno; vemos de este modo que sus ídolos eran realmente representantes de
demonios. Los Corintios preguntan, «¿Hemos de comer carnes sacrificadas a
ídolos?» Pablo responde que si ellos comían a sabiendas se identificaban con
los ídolos y tenían comunión con demonios, y dice que es imposible tener
comunión con demonios y con el Señor al mismo tiempo.
Sin embargo, la expresión
"la mesa del Señor" se encuentra en el Antiguo Testamento, y su uso
allí ayuda a entender su significado en el Nuevo Testamento. En Malaquías 1:7,
leemos, "Ofrecéis pan inmundo sobre mi altar…
En eso que decís: ¡La mesa de Jehová es cosa despreciable!" Malaquías 1:7
– VM). El altar y la mesa, como vemos aquí, son idénticos, y esto es sustentado
adicionalmente por otra referencia, Ezequiel 41:22: " La altura del altar de madera
era de tres codos… Esta
es la mesa que está delante de
Jehová." Cuando vemos esto, nosotros entendemos mejor el significado de
1ª. Corintios 10:18, "Mirad a Israel según la carne; los que comen de los
sacrificios, ¿no son partícipes del altar?" Este versículo es la llave
para el pasaje, y Pablo lo usa como una ilustración; nosotros podríamos decir
'partícipes de la mesa', en lugar de "partícipes del altar", al ser la
mesa y el altar idénticos.
La referencia a Israel "según la carne" y la ofrenda de paz
en Levítico 3 sería una buena ilustración de ello. El nombre 'ofrenda de paz'
es propensa a confundir un poco, ya que ella transmite la idea de hacer la paz
con Dios, lo cual no es el pensamiento en absoluto. Es más bien el pensamiento
de paz y prosperidad, tal como J. N. Darby lo traduce en la Biblia Francesa, 'sacrifice
de prospérité' (sacrificio de prosperidad). Se trata de acción de gracias y
alabanza, esencialmente una ofrenda de comunión. Dios tenía Su parte, Aarón y
sus hijos las de ellos, el sacerdote que rociaba la sangre tenía la de él, y
por último, el oferente tenía su parte. En Levítico 3 observen que el
holocausto es el fundamento de la ofrenda de paz. De ese modo en Levítico 3:16,
" el sacerdote hará arder esto sobre el altar."
Una expresión muy hermosa
es
usada aquí: la grosura es "el alimento de la ofrenda que se quema en olor
grato a Jehová; toda la grosura es de Jehová. Estatuto perpetuo será . . . ninguna
grosura ni ninguna sangre comeréis." (Levítico 3: 16 y 17 – JND). Por
tanto, comer grosura, así como sangre, estaba prohibido. La grosura indica la
energía de la voluntad interior; comparen con Deuteronomio 32:15, "Pero
engordó Jesurún,
y tiró coces" — la
voluntad estaba en oposición a Dios. La grosura no era aquí de Jehová. En el
Señor Jesús, hubo sumisión y consagración perfectas: "He
aquí que vengo, oh Dios, para hacer
tu voluntad." (Hebreos
10:7). Toda la grosura fue allí de Jehová.
Si la energía de nuestra
voluntad no actúa de acuerdo con Dios, ello es pecado. La definición de pecado
es un asunto serio. En la Versión Autorizada de la Biblia en Inglés (KJV1769)
nosotros leemos, "el pecado es infracción de la ley." Esto es
incorrecto, porque entonces no habría existido ningún pecado antes de la ley, y
nosotros leemos en Romanos 5:13, "Antes de la ley, había pecado en el
mundo." En la nueva traducción al Inglés (RV), es, "El pecado es iniquidad
(o, acracia)." Es decir, cuando
actuamos independientemente, nosotros actuamos sin ley; ello es pecado. Por
ejemplo, existe una ley de gravedad; si la tierra se despegara de esa ley y
siguiera un curso diferente, eso sería iniquidad, falta de ley, o acracia. Así
que siempre que nuestra voluntad actúa independientemente de Dios, eso es
iniquidad, o acracia, y la grosura no es de Jehová. ¡Qué perfección de
obediencia y consagración a Dios hubo en Jesús, cuánto de aquello en lo cual el
corazón de Dios pudo alimentarse con deleite infinito!
En Levítico 7:31, encontramos, "Y la grosura
la hará arder el sacerdote en el altar, mas el pecho será de Aarón y de sus hijos.
"El pecho es la sede de los afectos. Ahora bien, en Levítico 7:15 leemos
que "se comerá en el día que fuere ofrecida", y en Levítico 7:18,
leemos que "Si se comiere de la carne del sacrificio de paz al tercer día,
el que lo ofreciere no será acepto", de hecho, "abominación será."
¿Por qué es eso? Es debido a que si algo del sacrificio era guardado, ello
disociaba el acto de comer del sacrificio sobre el altar. Así es en Levítico
3:5, "Y los hijos de Aarón harán arder esto en el altar, sobre el
holocausto", es decir, el holocausto es el fundamento de la ofrenda de
paz. Entonces, este acto de comer del sacrificio no era como el acto ordinario
de comer; al comer, ellos eran asociados con todo el olor grato del sacrificio
delante de Dios, y en todo el valor que Él adjudicaba a aquel sacrificio.
En Levítico 1:4 hay una verdad maravillosamente
dadora de paz. Esto es visto con respecto al holocausto. Ello habla de
expiación, y es una manera hermosa de presentar el evangelio. "Pondrá su
mano sobre la cabeza del holocausto; y [el
holocausto] será acepto en favor suyo, para hacer expiación por él." (Levítico
1:4 – VM). El acto de poner la
mano sobre la cabeza era la identificación del oferente con todo el valor del
sacrificio delante de Dios. No se trataba de lo que el oferente era; la
pregunta era, ¿Qué valor adjudicaba Dios al sacrificio? Si la ofenda era
aceptada, el oferente era aceptado; si la ofrenda era rechazada, él era rechazado
también.
El evangelio es expresado así a menudo: «¿Ha
aceptado usted a Cristo como su Salvador?» Esto es bastante sencillo, y aun así
nuestros corazones crean una dificultad incluso a partir de esto, y las almas
están en duda en cuanto a si acaso ellas han aceptado el evangelio o no. Pero
ello llega a ser solemnemente más sencillo si lo expresamos de esta manera: ¿Ha
aceptado Dios el sacrificio por usted? Puede haber sólo una respuesta a eso, y
todas las dudas terminan; nosotros somos aceptados en todo el olor grato del
sacrificio de Cristo; en lugar de nuestra enemistad natural está allí solamente
la consagración de Cristo hasta la muerte. "Por eso me ama el Padre,
porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar." (Juan 10:17). El Padre
debe amar al Hijo. ¿En qué medida hemos nosotros captado el hecho de que
estamos en el mismo olor grato delante de Dios, como el propio Cristo está?
Todo el asunto está resuelto de una vez para siempre, y nosotros somos
aceptados. Este es el fundamento de la ofrenda de paz, donde la acción de
gracias es ofrecida.
Pues bien, todo esto está relacionado con la mesa
del Señor a modo de ilustración, y cuán maravilloso sería si nos implicásemos
en ello.
Habiendo considerado la ilustración del Antiguo
Testamento, nosotros vemos mejor el significado de 1ª. Corintios 10:18; el
apóstol bien podría decir igualmente aquí, «Los que comen de los sacrificios,
¿no son 'partícipes de la mesa?'»; y ser partícipes de la mesa del Señor es
estar en todo el valor del sacrificio de Cristo delante de Dios, y la expresión
externa de esto está en 1ª. Corintios 10: 16 y 17: "La copa de bendición
que bendecimos" y, "El pan que partimos." Es evidente que bendecir y acción de gracias son la misma cosa. En 1ª. Corintios 14:16
("Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple
oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias?"), 'bendecir' y 'acción
de gracias' son lo mismo.
Es importante ver que hay
aquí
dos expresiones de comunión, — comunión con
y comunión de. Nosotros hablamos
usualmente de comunión unos con otros más en el sentido de 1ª. Juan 1:7, pero,
en 1ª. Corintios 10:16 no es comunión con,
sino comunión de. Se debe observar
aquí que las palabras "comunión" (1ª. Corintios 10:16), "partícipes"
(1ª. corintios 1:18), todas representan la misma 'palabra raíz' del original,
la cual presenta la idea de compartir en común. Consideren Lucas 5:10:
"compañeros de (κοινωνός)" es la misma palabra que
"partícipes (κοινωνός)" aquí en 1ª. Corintios 10:18, es
decir, participantes en común de la primera pesca. Pero en Lucas 5:7,
"compañeros (μέτοχος)" es una palabra
diferente, significando que ellos no compartían el pescado sino el privilegio
de pescar en el lago. Esta es la palabra usada en Hebreos 6:4, "hechos
partícipes (μέτοχος) del Espíritu Santo, donde las
personas pueden compartir en los privilegios del Cristianismo y estar perdidas.
Nuestro uso de la palabra 'compañero' muestra el pensamiento. El compañerismo,
o comunión, de la sangre de Cristo es el compartir en común con todos los hijos
de Dios en todo el valor de Su muerte maravillosa. Hay tres 'comuniones de' en
las epístolas a los Corintios:
(1) 1ª. Corintios 1:9: " la
comunión de Jesucristo nuestro Señor."
(1ª. Corintios 1:9 – VM). Toda la iglesia verdadera está llamada a ella. Es
"comunión de" y no
'comunión con', y significa que
nosotros compartimos las bendiciones en común con todos los santos de estar
asociados de manera viva con el Hijo de Dios, al otro lado de la muerte;
(2) 1ª. Corintios 2:16: "la
comunión de la sangre de Cristo… la
comunión del cuerpo de Cristo" y,
(3) 2ª. Corintios 13:14:
" la comunión del Espíritu Santo."
Para muchos, tal como es usada ahora, esta expresión es meramente una señal del
final de un servicio, pero, ¿qué significa? Significa que nosotros compartimos
con todos los Cristianos verdaderos los resultados de la morada del Espíritu
Santo aquí y de Su poder para hacer realidad la verdad en nuestras almas. Pero,
obviamente, cada uno de estos es un tema en sí mismo.
En 1ª. Corintios 10:16, la
copa precede al pan, pero en 1ª. Corintios 11 el orden es invertido. Nosotros
deberíamos pensar que es extraordinario si uno da gracias por la copa antes del
pan. ¿Por qué la copa es puesta en primer lugar en 1ª. Corintios 10? Ello es
debido a que el pensamiento de la reunión del pueblo del Señor no es aquí el
pensamiento prominente, sino más bien nuestra asociación con la muerte de
Cristo, y por eso la copa es puesta en primer lugar. Cuando nosotros bebemos el
vino, ¿qué pensamiento ello trae a nuestra mente? Uno se apropia del vino y es
ingerido en el cuerpo, pero esto es solamente una expresión externa de la
verdad bienaventurada de que el creyente en Jesús está identificado con todo el
valor de la muerte de Cristo delante de Dios; se trata de un pensamiento
maravillosamente dador de paz. Ello significa incluso más que eso. La muerte de
Cristo abrió las compuertas del amor de Dios para el hombre; fue el amor de Su
corazón lo que dio lugar a todos Sus propósitos de gracia. Pero la cuestión del
pecado tenía que ser resuelta primero. "De un bautismo tengo que ser
bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!" (Lucas 12:50). Ese
bautismo se cumplió en Su muerte, y la plenitud del amor del corazón de Dios
puede fluir ahora para nosotros, y nuestros corazones se pueden explayar en
amor a Él. Esto es lo que Él desea.
Se ha de observar, pues hay un
significado en ello, que, mientras en 1ª. Corintios 11 es el Señor Jesús quien
da gracias, aquí es "[nosotros]
bendecimos (1ª. Corintios 10:16). En este capítulo hay algo del aspecto de la
responsabilidad y tenemos también "la comunión del cuerpo de Cristo."
La última expresión comunica el pensamiento, en la Escritura, de que el hombre
en la carne ha llegado a su fin, por ejemplo, Romanos 7:4: "Habéis muerto
a la ley mediante el cuerpo de Cristo." Cuando nosotros tenemos la
expresión "cuerpo de Cristo" ella parece comunicar la verdad del fin
de todo lo que nosotros somos por naturaleza en Su muerte; Hebreos 10:10:
"Somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez
para siempre", y "el
que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza
de llamarlos hermanos" (Hebreos 2:11); así como también en Colosenses
1:22, "os ha reconciliado en su cuerpo de carne, mediante su muerte."
Nosotros somos siempre,
durante toda la semana, 'partícipes de la mesa del Señor', y si fuésemos
consistentes con la verdad de esto, nosotros deberíamos rechazar — tanto en
cuanto a nosotros mismos como a nuestras asociaciones, aquello de lo cual la
muerte de Cristo nos ha libertado.
En 1ª. Corintios 10:22 el celo
es introducido; ello es debido a que está relacionado íntimamente con la
idolatría (1ª. Corintios 10:14). Esto es mostrado por los dos primeros
mandamientos (Éxodo 20: 4 y 5). "Inexorables como el sepulcro son los
celos." (Cantares 8:6 – VM). Es porque Él nos ama tanto que el Señor es
celoso; Él no puede soportar ver nuestros corazones divididos. Se ha preguntado
si acaso "huíd de la idolatría" (1ª. Corintios 10:14) es aplicable a
nosotros ahora. Ciertamente lo es; la última advertencia en 1ª. Juan 5:21 es,
"Guardaos de los ídolos." Un ídolo es cualquier cosa que usurpa el
lugar de Dios en el corazón. Nosotros somos partícipes de la mesa del Señor
durante toda la semana, siendo la "cena" en el día del Señor la
expresión exterior de ello. Y esto significa que nosotros estamos identificados
con todo el valor del sacrificio de Cristo delante de Dios, y deberíamos
rechazar todo lo que no es conforme a Él. Que Dios pueda conducirnos y
ayudarnos a comprenderlo más plenamente.
La Cena del Señor y el Terreno de Reunión
1ª. Corintios 11: 17 al 34
La semana pasada nosotros
estuvimos hablando de la mesa del Señor, y el pensamiento principal en el
asunto que es expuesto en 1ª. Corintios 10 se encontraba en el versículo 21: el
participar de la mesa del Señor, lo cual es un hecho absoluto, verdadero acerca
de todo Cristiano; es el hecho de participar en todo el valor de la muerte de
Cristo delante de Dios, y esto es expresado en el partimiento del pan, cuando
realmente partimos el pan y bebemos la copa. Somos nosotros quienes partimos el
pan en 1ª. Corintios 10; aquí en 1ª.
Corintios 11 es el propio Señor el que lo hace: "el Señor Jesús... tomó pan;
y habiendo dado gracias, [Él] lo partió... [Él]
tomó también la copa, después de haber [Él] cenado." (1ª. Corintios 11: 23 al
25). Cuando nosotros
realmente tomamos el pan, lo asimilamos, y llega a ser parte de nosotros
mismos. Esta es una figura de lo que nosotros hacemos en el partimiento del
pan; nosotros somos identificados delante de Dios en todo el valor de Cristo
ofrecido una vez. Cada vez que tenemos la expresión "el cuerpo de
Cristo", el completo final de nosotros mismos como hombres en la carne es
contemplado, tal como vimos claramente la semana pasada. ¿Cuál es, entonces, el
resultado práctico? Uno casi tiene miedo de hablar de ello. Nosotros somos
siempre partícipes de la mesa del Señor. Cuán feliz sería entonces si nosotros
no permitiésemos nada en nosotros y en nuestras asociaciones de aquello de lo
cual la muerte de Cristo nos ha libertado, y quitásemos de nosotros todo lo que
caracteriza al viejo hombre en consistencia con la verdad de "el pan que
partimos" — y, lo mismo con la verdad de la copa. Oh, que ello pueda ser
así con respecto a nosotros. Y es bienaventurado saber que no se trata de lo
que nosotros somos en nosotros mismos, sino de lo que nosotros somos delante de
Dios en todo el valor infinito del sacrificio de Cristo, y aceptados en todo el
olor grato de lo que Cristo es para Dios.
1ª. Corintios 10 muestra de
qué manera el justo amor de Dios sale a nosotros, y nosotros respondemos en
alabanza y adoración a Él. Si somos consistentes con esto, no deberíamos
consentir nada de aquello de lo cual Su muerte nos ha libertado, ya sea
natural, mundano, o religioso. Es una cosa tremenda cuando ustedes piensan en ello.
En 1ª. Corintios 10, el hecho
de reunirnos, aunque está implicado, no es el pensamiento principal; pero sí lo
es en el caso de la cena del Señor. La aparición frecuente de las palabras
"os reunís" demuestra esto; las tenemos en 1ª. Corintios 11: 17, 18,
20, 33 y 34. La asamblea se reúne en tres ocasiones diferentes en esta
epístola: en 1ª. Corintios 5, para mantener la santidad de la casa de Dios
quitando a una persona inicua; aquí, en 1ª. Corintios 11, para comer la cena
del Señor; y en 1ª. Corintios 14, de una manera más general, para edificación.
No estaría de más considerar
el hecho de reunirse, porque es una gran cosa que todos nosotros entendamos su
importancia, viendo que la manera divinamente designada es que todos los
Cristianos deberían reunirse así.
En primer lugar, "al
reuniros en asamblea" ("Pues, en primer lugar, oigo que al reuniros
en asamblea…" 1ª. Corintios 11:18 – VM) presenta el carácter de la
reunión; "en un mismo lugar" ("Cuando
pues os reunís en un mismo lugar…" 1ª. Corintios 11:20 – VM) indica la localidad.
Yo pregunto a aquellos que
acostumbran a reunirse así, ¿Han ustedes pensado alguna vez qué implica
reunirse en asamblea? Es de la más alta importancia ver qué dice la Escritura
acerca del asunto, y sólo expondré ahora lo que pienso que ello engloba y los
remitiré después a ustedes a la Escritura para demostrarlo.
En primer lugar, lo que no es: no es una reunión para oír un
discurso, o una predicación del evangelio, donde uno ejercita su don en
dependencia del Señor en comunión con los hermanos de uno, tampoco una reunión
de lectura sería reunirse en asamblea, donde sabemos antes de manera habitual
lo que vamos a leer, y donde nosotros leemos las Escrituras y hablamos juntos
acerca de ellas, contando con Dios para Su bendición. Aquí está lo que
significa reunirse "en asamblea."
En primer lugar, nosotros nos
reunimos como miembros del cuerpo de Cristo. "Nosotros, con ser muchos,
somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan." (1ª. Corintios
10:17). Sería imposible aplicar esto literalmente y pensar en todo Cristiano en
toda parte del mundo reunidos en un solo lugar, y participando de un mismo pan
real. Pero nosotros nos reunimos como miembros del cuerpo de Cristo, tomando en
cuenta a todos los miembros. En este versículo "todos participamos"
significa todos los Cristianos. Entonces, nosotros nos reunimos así; y
ciertamente, es deseable que todos tengan un sentido correcto del hecho de ser
miembros del cuerpo de Cristo.
Además, nosotros reconocemos,
cuando estamos reunidos así, esa verdad maravillosa de que el Espíritu Santo ha
descendido para morar en la tierra después de la glorificación de Jesús, que la
iglesia es la morada de Dios por el Espíritu. Otra cosa, cuando estamos
reunidos, Dios, mediante el Espíritu, está actuando allí para ordenar y dirigir
todo lo que se ha de hacer. Esta es una verdad muy importante, aunque muchos
tienen poca conciencia de ella; pero, cuán importante es que todos puedan ver,
al leer la Escritura, el terreno en el cual Dios consentiría que Sus santos se
reuniesen. Supongan que alguien les dijese: «Yo vine a su salón de reunión la
otra mañana y fue bastante diferente a cualquier cosa que yo había visto
anteriormente; hubo largas pausas, y pareció que nadie quería tomar la
iniciativa, pero todo fue muy solemne e impresionante; yo no he visto jamás
algo parecido. ¿Podrían ustedes explicar por qué se reúnen de esta manera? ¿Fue
este un invento de algún hombre?» ¿Qué respuesta ustedes le darían? ¿Podrían
ustedes presentar una justificación Escrituraria para esto? Algunos dan por
hecho que ello es correcto, y, en realidad, tienen un sentido claro de que ello
es según Dios, pero nosotros deseamos obtener la justificación de la Escritura y
conocer el poder de ella. Por ejemplo, ¿cree usted realmente que Dios mismo
está efectivamente allí, cuando nos reunimos en la asamblea de los santos? El
hecho de ser consciente de ello, ¿no produciría una conducta apropiada y una
reverencia decorosa en nosotros? Cuando nosotros, como niños, íbamos 'a la
iglesia', teníamos que comportarnos de manera adecuada, mostrar la debida
reverencia, quitarnos el sombrero, etcétera, porque se nos decía que era la
casa de Dios. ¡Cuánta más reverencia corresponde a aquellos que están en la
presencia de Dios en la asamblea de Sus santos! En 1ª. Corintios 14; 24 y 25 un
hombre no convertido reconoce la presencia de Dios allí. ¡Qué realidad
maravillosa debió ser ello!
Eso es, entonces, lo que yo
creo que "Cuando pues os reunís en un mismo lugar…" 1ª. Corintios
11:20 – VM) significa, pero acudamos a unas pocas Escrituras. En primer lugar,
tiene importancia entender el hecho de que el Espíritu Santo es una Persona
Divina y el hecho de Su presencia aquí; es una cosa muy real conocer la
presencia en esta tierra de una Persona Divina desde el día de Pentecostés. Por
ejemplo. En el caso de Ananías y Safira en Hechos 5, ¿qué dice Pedro?
"¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo…?
. . . No has mentido a
los hombres, sino a Dios."
(Hechos 5: 3 y 4). El Espíritu Santo es Dios, pero nosotros somos propensos a
pensar en Él como una mera influencia. También, en Hechos 10, cuando Pedro
estaba reflexionando acerca de la visión, el Espíritu le dijo, "desciende
y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado." (Hechos 10:20).
¿Acaso esto no demuestra la Personalidad, si puedo expresarlo así, del
Espíritu? De modo que la iglesia en la tierra es la morada de Dios por el
Espíritu (Efesios 2:22 - RVR1865). Salomón estuvo absolutamente asombrado ante
la idea: "¿Es verdad que Dios ha de habitar con el hombre en la
tierra?" él preguntó en la dedicación del templo (2º. Crónicas 6:18). Sin
embargo esto es cierto, es un hecho desde Pentecostés.
Por lo tanto, ¿Qué autoridad
tenemos nosotros para decir que cuando estamos reunidos así el Espíritu Santo
guía y dirige efectivamente? Consideren 1ª. Corintios 14:23, donde tenemos una
expresión similar a 1ª. Corintios 11:20: "Cuando pues os reunís en un
mismo lugar" (1ª. Corintios 11:20 – VM) y tenemos aquí "Si pues toda
la iglesia estuviere reunida en un mismo lugar." (1ª. Corintios 14:23 –
VM). ¿De qué consiste esta iglesia o asamblea? (véase 1ª. Corintios 14:33). "Dios no es Dios de
confusión, sino de paz, como sucede en todas las iglesias de los santos."
(1ª. Corintios
14:33 – VM). La asamblea o iglesia no es una compañía mezclada de salvos y no
salvos, sino una asamblea de santos, aunque un incrédulo pudiera entrar en el
lugar donde la asamblea estuviese reunida; y si todos profetizaran, él se
postraría sobre su rostro y adoraría a Dios y declararía que
"verdaderamente Dios está entre vosotros." (1ª. Corintios 14: 24 y
25).
Es muy hermosa esta compañía compuesta solamente de santos. Dios
(por el Espíritu) en todas las asambleas de los santos. Dios está allí guiando
y dirigiendo lo que se ha de hacer en la asamblea de los santos. Y este
capítulo muestra la libertad cuando nos reunimos para que todo hermano tome
parte, guiado por el Espíritu. Muchos pasan por alto 1ª. Corintios 14 y leen
1ª. Corintios 13 y van directamente a 1ª. Corintios 15 y sin embargo, hasta
donde yo sé, este es el único capítulo en la Biblia que presenta el
funcionamiento interno de la asamblea cuando está reunida. De ahí su
importancia.
Consideremos uno o dos puntos.
En 1ª. Corintios 14:15 nosotros leemos: "¿Qué, pues? Oraré con el
espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu,
pero cantaré también con el entendimiento." Ellos oraban y cantaban en la
asamblea como conducidos por el Espíritu. En 1ª. Corintios 15:19, tenemos la
enseñanza en la asamblea; y en 1ª. Corintios 14:24, la profecía. Los profetas
en el Nuevo Testamento son aquellos que comunican el pensamiento de Dios para
el momento a Sus santos, como para alcanzar la conciencia. De ahí la
exhortación: "No menospreciéis las profecías." (1ª. Tesalonicenses
5:20) — no la enseñanza; y nosotros debemos tener cuidado de no prescindir de
estas profecías dadas por Dios como inaplicables a nosotros, o como mereciendo
poca atención. En 1ª. Corintios 14:24, la conciencia es alcanzada y la persona
es traída a la presencia de Dios mediante la profecía de todos, y él admite que
Dios está verdaderamente en ellos. Ha habido reuniones en las que hubo tal
conciencia de la presencia de Dios que habría sido una intrusión el hecho de
que cualquiera se hubiera levantado a ministrar o enseñar. Es importante que
todos debieran tener conciencia de la real presencia de Dios cuando los santos
están reunidos, y los niños debieran ser enseñados a comportarse de manera
apropiada en consecuencia.
1ª. Corintios 14:26: "¿Qué
hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene
doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo
para edificación." El apóstol no critica el hecho de que ellos tengan una
revelación o doctrina; lo que Él dice es: «Aunque a decir verdad, si usted toma
parte en la asamblea, que ello sea para edificación: porque ello no significa
que aquello de lo cual yo estoy disfrutando personalmente es para edificación
general; es un asunto acerca de la guía del Espíritu.» Las lenguas (idiomas)
fueron un don en aquel entonces, pero ellas han cesado ahora: "Dios no es Dios
de confusión, sino de paz." (1ª. Corintios 14:33). Esa es, entonces, la
autoridad Escrituraria que Dios, mediante el Espíritu, está en la asamblea de
los santos para ordenar y dirigir.
Nosotros podemos mencionar, a
propósito, 1ª. Corintios 14: 34 y 35. Las mujeres tienen su lugar en el
servicio del Señor así como los hombres, y pueden servir a menudo de una manera
en que los hombres no pueden. ¡De qué manera tan hermosa el servicio de las
mujeres es introducido en los Evangelios! "Le servían de sus bienes."
(Lucas 8:3). ¿Qué mayor servicio podían María y Juana y las demás haber
realizado que ministrar (servir) a Jesús las cosas que Él necesitaba? Miren
cuán prominente son también las mujeres ante la cruz y en el sepulcro. Tenemos
después a Febe (Romanos 16:1) y, en los Hechos, a Priscila, la cual trabajaba
con su esposo Aquila. Ellos lo hicieron bien con Apolos; le expusieron toda la
verdad del Cristianismo en las líneas de Hebreos 6:1: Cristo resucitado y
glorificado, y el Espíritu Santo descendido; porque anteriormente él "solamente
conocía el bautismo de Juan." (Hechos 18: 24 al 26).
"Si alguno se cree
profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del
Señor." (1ª. Corintios 14:37). Este versículo está formulado de manera muy
firme. El hecho de reunirse de la manera descrita en este capítulo es el
mandamiento del Señor. No se nos permite reunirnos como creamos conveniente,
sino que nosotros tenemos instrucciones Divinas en este capítulo en cuanto a la
reunión de los santos.
Suponiendo que una asamblea
compuesta de personas no convertidas se reuniese de esta manera, qué confusión
habría allí sin un líder y sin organización preestablecida; pero nosotros nos
reunimos aquí no conociendo en absoluto lo que se va hacer o quién tomará
parte, pero todo es armonía porque el Espíritu Santo guía y dirige todo, y el
resultado es paz y edificación. Y no solamente los que realmente toman parte,
sino todos los presentes, hermanas así como hermanos esperan en el Señor. ¿Por
qué nosotros tenemos pausas en la asamblea? ¿Acaso no es porque estamos
sentados en la presencia de Dios y esperando que el Espíritu Santo guie y
dirija? Pues bien, el apóstol dice a los Corintios, «Si alguno toma el lugar de
declarar el pensamiento de Dios, o de ser espiritual, reconozca, etc.» Si
alguno está en ignorancia, que él asuma el lugar de estarlo, para que pueda
aprender. Actuar conforme a la verdad que fue establecida en el principio y
llevar a cabo estos mandamientos del Señor, es lo que debería distinguirnos,
pero es necesario que se nos recuerde acerca de ello y que se haga que lo
veamos en poder y realidad.
Lo que nos llevó a desviarnos
de 1ª. Corintios 11 fueron las expresiones " reuniros en asamblea" (1ª.
Corintios 11:18 – VM), y " un mismo lugar" (1ª. Corintios 11:20 –
VM). El apóstol tuvo que decir a los Corintios que cuando ellos se reunían, eso
no era comer la cena del Señor. Hay una expresión muy hermosa en Hechos 20:7:
"Reunidos los discípulos para partir el pan." Muy sencillo, pero
implicando un vasto asunto. Nosotros nos reunimos el primer día de la semana
para partir el pan. ¿Qué expone el
partimiento del pan? Ello trae ante nosotros al propio Señor en todo Su amor, y
entonces, como siendo dirigidos por el Espíritu, nosotros derramamos nuestra
adoración y alabanza a Él. Pero no es que nosotros nos reunimos para oír un
sermón, o para realizar una reunión, o incluso para adorar; nosotros nos
reunimos para partir el pan. Esto es
lo que los Corintios no hacían.
La expresión 'reunirse en un
mismo lugar para comer la cena del Señor' yo creo que implica más que el
partimiento del pan mismo; ello implica penetrar en la verdad de lo que la cena
del Señor significa realmente. Los Corintios, comiendo el pan y bebiendo la
copa, no eran conscientes del significado de la cena.
La Cena del Señor
1ª. Corintios 11: 17 al 34
Ustedes recordarán que en
ocasiones anteriores nosotros hablamos de la mesa del Señor en 1ª. Corintios
10. Y vimos que aquello que marca la verdad de la mesa del Señor es nuestra asociación
con la muerte de Cristo en todo lo que ella ha logrado y en todo aquello a lo
cual ella ha puesto fin, con respecto a nuestra historia como raza de Adán. No
se habla de la reunión real hasta 1ª. Corintios 11, aunque está implicada aquí
(1ª. Corintios 10: 16 y 17). Cuatro de cinco veces la reunión es mencionada y
en esta ocasión los Corintios se reunían — o deberían haberse reunido— para
comer la cena del Señor. En el capítulo 10 Pablo dice, "Porque habiendo
un solo pan, nosotros,
siendo muchos, somos un solo cuerpo; porque todos participamos de aquel pan, que
es uno solo" (1ª. Corintios 10:17 – VM); de modo que esto, tal
como vimos anteriormente, incluye a todo creyente. Yo supongo que jamás ha sido
cierto que todos los Cristianos hayan partido realmente un solo pan; el
pensamiento es un pensamiento moral, pero incluye a la iglesia completa.
Reunirse en asamblea es, como mencionamos en 1ª. Corintios 14, entender la
verdad maravillosa de la presencia del Espíritu Santo y darse cuenta de que Él
está allí para ordenar y dirigir todo. De modo que, cuando nosotros nos
reunimos, debería haber una conciencia de que estamos en la presencia inmediata
de Dios mismo.
Aquí, en 1ª. Corintios 11:20,
él dice, "Cuando pues os reunís en un mismo lugar, no es para comer la
Cena del Señor" (1ª. Corintios 11:20 – VM). Aunque profesando hacerlo, los
Corintios no comían la cena del Señor. De modo que nosotros inferimos que tomar
la cena del Señor no significa meramente comer el pan y beber el vino, sino
penetrar en toda la verdad de su profundo significado. No se trata de un asunto
de doctrina, sino de los afectos. La sencillez de la descripción es muy sorprendente.
El más novato converso puede entenderlo fácilmente, sin embargo y al mismo
tiempo, el santo más longevo no puede alcanzar el fondo de ello. Algunos de
nosotros lo sabemos desde hace años, y si ello fuese una invención humana, cuán
cansados de ello deberíamos haber estado antes de ahora, en lugar de lo cual
ello se nos hace claro con tal poder y frescura que comenzamos a pensar que
apenas lo hemos considerado en absoluto.
Antes que nosotros abordemos
la descripción real de la cena del Señor, veamos en qué carácter nosotros nos
reunimos así. La cena del Señor no tiene en perspectiva el perdón de pecados o
el hacernos aptos para la presencia de Dios. Yo sé que en Mateo tenemos
introducida la expresión "para remisión de los pecados" (Mateo
26:28), pero ese es uno de los términos del nuevo pacto acerca del cual la copa
nos habla, y Mateo nos presenta el aspecto expiatorio, porque son solamente
aquellos que conocen el perdón y tienen paz con Dios los que pueden comer la
cena del Señor. Yo planteo la pregunta acerca de cada uno: ¿Cómo piensa usted
que el Señor nos ve cuando estamos reunidos? La verdad misma de Su cuerpo
entregado y Su sangre derramada, sería la respuesta Escrituraria, y muestra que
Él no nos considera como pecadores o hijos caídos de Adán. Nosotros nos
reunimos — es importante entender esto — como Sus hermanos. ¡Una expresión
maravillosa! ¿Hemos nosotros penetrado individualmente en la verdad del hecho
de ser Sus hermanos? Nosotros pensamos en Hebreos 2:11: "Por esta razón,
él no se avergüenza de llamarlos hermanos." (Hebreos 2:11 – RVA). ¿Cuál
razón? La razón es porque ellos "de uno son todos" (Hebreos 2:11), al
igual que Él mismo, libres de Adán, y asociados de manera vital con el Hijo de
Dios resucitado al otro lado de la muerte. ¿Hemos nosotros penetrado
individualmente en la verdad de ser Sus hermanos?
Él nos ve también como Sus
amigos; lo que me conduce a esto es Juan 15:13: "Nadie tiene mayor amor
que este, que uno ponga su vida por sus amigos." El capítulo 13 del
evangelio de Juan comienza con una sección nueva del evangelio, en la
perspectiva de Su pasar de este mundo al Padre. Lean Juan 13:1. Jesús sabía que
Él iba a dejar este mundo e ir al Padre, y no sólo eso, sino que Él sabía que
el Padre Le había dado todas las cosas en Sus manos (Juan 13:3). ¿Sabe usted lo
que eso significa? Él era consciente de que todos los propósitos eternos del
Padre antes de que el mundo comenzara estaban asignados a Él. Piense usted
entonces en toda la verdad de esos capítulos, Juan 13 al 17 incluidos. ¿Le ha
llamado a usted la atención alguna vez el hecho de que Juan, el discípulo
amado, aquel que estaba siempre más cerca de Jesús, el que se recostaba cerca
de Su pecho, nunca dice una palabra acerca de la cena? Usted pensaría que él
habría sido aquel que debería haberlo hecho. No, pero es muy hermoso e
instructivo que en lugar de presentar un relato de la cena real (en Juan 13 al 17,
donde tenemos lo que aconteció en el aposento alto), Juan trae ante nosotros
toda la verdad que el Espíritu de Dios trae ante nosotros en la cena.
¿Cómo comienza Él? Jesús está
partiendo de este mundo, y los Suyos son dejados aquí abajo todavía, pero Su
amor es todavía el mismo — y esa es la cosa misma que se presenta ante nosotros
en la cena. Y en primer lugar, Él comienza a eliminar todos los interrogantes
acerca de la aptitud de ellos para ello; eso está resuelto, porque Él dice a
Pedro: " El que ha sido bañado (bañar a la persona entera — una palabra
diferente es usada para 'bañar' y 'lavar') no tiene necesidad de lavarse sino
los pies, pues está todo limpio" (Juan 13:10 – BTX). ¿Qué entiende usted
mediante eso? Cuando un sacerdote era consagrado, él era bañado por completo, y
eso era hecho una vez solamente; él no era lavado en sangre. El cuerpo bañado
significa que usted está "todo limpio", no meramente con respecto a
los pecados; todo lo que nosotros somos como hijos caídos de Adán ha terminado,
en la muerte de Cristo, y nosotros somos aptos para una escena donde el pecado
no puede entrar jamás. El agua, así como la sangre, fluyó del costado del
Cristo muerto; y la sangre paga mi culpa, el agua paga mi estado por
naturaleza.
Luego, en Juan 15 leemos,
"Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus
amigos." (Juan 15:13). Yo pienso que la estrofa del himno que nosotros
cantamos:
Ningún hombre
puede presumir de mayor amor
Que el morir por
su amigo;
Tú moriste por Tus
enemigos,
¿Qué amor puede
con el Tuyo competir? [*]
impide que las personas
aprecien el significado de esta Escritura. El pensamiento expresado en el himno
es bastante diferente del pensamiento del Señor en Juan 15. En el himno
nosotros pensamos en nosotros mismos como siendo Sus enemigos, lo cual es
exactamente lo contrario a "Vosotros sois mis amigos" (Juan 15:14).
¿Por qué somos nosotros Sus amigos? Porque todas las cosas que Él ha oído de Su
Padre nos las ha dado a conocer (Juan 15:15).
[*]
N. del T.: traducción libre de la tercera estrofa del himno "O BLESSED
Saviour, is Thy love" compuesto por Joseph Stennett (1663-1713).
¿Somos nosotros conscientes de
que estamos 'del todo limpios', bañados una vez para siempre; acabados en
cuanto a nuestra vida como hijos de Adán; muertos para todo aquel orden de
cosas, y viviendo en Él en vida de resurrección más allá de la muerte; de que
somos Sus amigos, Sus hermanos? Si somos conscientes de todo esto, ello marca
la diferencia, porque ello nos libera para pensar en Él. La perfección de Su
amor Le hizo descender a la muerte por Sus amigos. Si nosotros penetramos en
esto, no deberíamos estar ocupados con nuestra aptitud y así sucesivamente, sino
que deberíamos desbordarnos con alabanza y adoración, cuando vemos Su gloria y
hermosura, y pensamos en Su amor, en el cual nosotros mismos nos sumergimos. Se
trata de una verdad muy sencilla pero no obstante, una verdad real; que
nosotros no seremos amados más en la gloria que ahora, ni seremos más aptos. Es
absolutamente cierto que nosotros nos vemos obstaculizados, dado que estamos
aún, en cuanto a nuestros cuerpos, vinculados con Adán, pero "como él es,
así somos nosotros en este mundo." (1ª. Juan 4:17).
Consideremos ahora lo que esta
Escritura, 1ª. Corintios 11, nos dice acerca de la cena del Señor. La primera
frase de 1ª. Corintios 11:23 es muy importante: "Porque yo recibí del
Señor lo que también os he enseñado." Pablo había recibido la verdad de la
cena del Señor, no de Pedro o Juan, sino como una revelación especial del Señor
después que Él hubo ascendido a la gloria. Ahora bien, ¿acaso no demuestra esto
que el Señor piensa en la cena, y de qué manera Él aprecia nuestra recordación
de Él y nuestra respuesta a Su amor? Su propio corazón de amor, el cual Le hizo
descender a la muerte, da esta revelación a Pablo, el apóstol de los Gentiles.
Los Judíos podrían haber dicho por otra parte que, relacionada con la pascua
como ella estaba, la cena era sólo para Judíos — pero el señor la da a Pablo
como un mensaje claro y directo a los Gentiles.
Yo no puedo concebir cómo
cualquier Cristiano puede ser feliz si él no participa de la cena del Señor.
Algunos piensan que no es esencial hacerlo, pero eso es una cosa muy deficiente.
Otros piensan que es muy bienaventurado, pero temen no estar a la altura para
hacerlo, y que eso demostraría ser contradictorio con ella en su diario andar.
Muchos Cristianos, además, piensan que ellos no son dignos, por confundir el
significado de 1ª. Corintios 11:29: "Porque el que come y bebe
indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para
sí." ¿Qué es comer y beber indignamente? Yo conocí a alguien que se
consideraba indigno de comer la cena del Señor. Resultó que tuvimos una lectura
acerca de Lucas 20: 34 al 36, mediante la cual ella ha sido ayudada
enormemente. Ella había visto que aquellos que "fueren tenidos por dignos
de alcanzar aquel siglo" eran aquellos que no tenían ningún mérito propio,
sino que confiaron en la valía de Otro, como para obtener aquel siglo y estar
con Cristo en la gloria. Así que le dije, «Ciertamente, si usted es considerada
digna de alcanzar aquel siglo, usted es digna para comer la cena del Señor.»
Pero todavía no estaba satisfecha. Yo no supe que decir; ella venía aún a la
reunión pero no podía entender su forma de comer la cena del Señor. Yo le dije
por último, «¿Ha pensado usted alguna vez que el hecho de que su recordación
del Señor Jesús en el partimiento del pan Le daría a Él gozo?» Ella respondió, «Oh
no; yo había pensado solamente en mi aptitud.» A lo que respondí, «Bueno,
créame que daría a Su corazón gozo positivo el hecho de ver una respuesta de
parte suya a Su amorosa petición.» Después de eso todo estaba claro.
¿Se acuerdan ustedes del hogar
en Betania, donde Jesús pasó la mayoría de los seis últimos días de Su vida
aquí? ¿Por qué Él fue allí, a Marta, María, y Lázaro? Ah, hubo allí corazones
que apreciaban Su compañía y valoraban Su amor en contraste con la frialdad,
dureza de corazón, y odio del mundo alrededor. El Señor subió al cielo desde
Betania (Lucas 24: 50 y 51), y esa Betania ha continuado incluso hasta ahora (N. del T.: conocida actualmente
como Al-Azarîyeh), pues el Señor tiene, en medio de un mundo que Le aborrece
y Le crucificó, gozo positivo en la respuesta de los Suyos a Su amor. Es muy
hermoso ver ese aspecto, y esa es la razón por la cual no puedo imaginar cómo
uno que pertenece al pueblo del Señor puede abstenerse de comer la cena del
Señor.
Como puedo no tener una
oportunidad de hablar de ello nuevamente, sólo me gustaría decir una palabra
acerca de 1ª. Corintios 11:29. No se trata aquí de ser digno de comer, sino de
comer indignamente — "sin discernir el cuerpo del Señor." ¿Qué se
quiere dar a entender mediante esto? ¿Qué representa el pan? Representa el
cuerpo del Señor entregado por nosotros, y eso significa la eliminación, en Su
muerte, de todo lo que nosotros somos, como implicados en la caída de Adán.
Esta verdad está implicada en el partimiento del pan. Quizás cuando nosotros
estamos reunidos, pese a todos los esfuerzos contrarios, nuestras mentes están
llenas con otros pensamientos, pensamiento acerca de nosotros mismos, nuestros
fracasos, nuestros defectos, pensamientos acerca del quehacer cotidiano, y así
sucesivamente. Qué alivio es, entonces, saber que todo esto ha sido eliminado
en la muerte de Cristo, es traído de manera tan vívida ante nosotros en el pan,
el cual es Su cuerpo entregado por nosotros, y saber que Dios nos considera
ahora en Otro, totalmente más allá y aparte de eso del todo. El que come
indignamente olvida esto, y satisface a la carne, permitiendo lo que no es de
Dios; él come la cena, pero permite aquello de lo cual la muerte del Señor le
libertó. El Señor en Su amor no puede dejar sola a esa persona, sino que Él
entra, a través de la disciplina. ¿Piensa usted que sería correcto o sería
amable por parte de Él dejarle a usted solo, si usted estuviera continuando en
un modo de obrar desagradable para Él? No, Él le haría volver a sus sentidos,
por así decirlo, y alabémosle por ello.
En el Nuevo Testamento
nosotros encontramos cuatro verdades reveladas especialmente a Pablo:
(1) el evangelio (1ª. (Corintios
15:3);
(2) el arrebatamiento o rapto
(1ª. Tesalonicenses 4);
(3) la cena del Señor, en este
pasaje; y
(4) el misterio, Cristo y la
iglesia (Efesios 3:3).
Aquí en 1ª. Corintios 11 le
fue revelado de qué manera el Señor
Jesús — no Jesús, sino Uno que es el Señor exaltado en el lugar más elevado en
la gloria — "El Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y
habiendo dado gracias" — ¡qué acción de gracias debió haber sido esa, y de
qué manera miraba Él al pleno resultado de la muerte que Él estaba por llevar a
término! — "[Él] lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que
por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. ¿Cuándo fue eso? En
"la noche que fue entregado" (esta es la lectura correcta); este es
un pensamiento mucho más amplio que el de algunas traducciones que se limitan a
la traición de Judas. ¿Qué implica ello? Esa fue la hora en que todo lo que
estaba en el corazón del hombre salió a relucir, cuando toda la maldad del
hombre se elevó a su punto álgido — la traición de Judas, la debilidad de Pedro
y de Sus discípulos, el odio de los escribas y sacerdotes, la cruel burla de
los soldados, la injusticia de Pilato el cual por tres veces alegó Su inocencia
y finalmente Le entregó para que se Le diese muerte, y, detrás de todo, el
poder y la energía de Satanás, llevando al Judío y al Gentil a crucificar al Señor
de gloria, el cual pudo decir, "Esta es vuestra hora, y la potestad de las
tinieblas." (Lucas 22:53). En esa hora el Señor Jesús manifestó toda la
plenitud del amor de Dios. Y nosotros tenemos que reconocer que todo lo que
salió a relucir allí fue lo que estaba en el corazón de cada uno de nosotros
por naturaleza, y cada uno de nosotros debe aplicárselo a sí mismo. Pero el
Señor en Su amor nos ha libertado del hombre de pecado y la vergüenza: "esto
es mi cuerpo que por vosotros es partido." Y Él nos considera ahora como
Sus hermanos, como totalmente santificados y limpiados del viejo y caído
estado.
De modo que no es una cuestión
de doctrina, sino de los afectos estando en ejercicio, y si se la considera
como un deber, la cena del Señor pierde todo su significado. ¿Qué pensaría
usted de una familia profesando amar al padre de ellos, si, cuando él estuviera
lejos del hogar por un tiempo largo y él les enviara una fotografía con una
petición para que ellos la colocaran sobre la repisa de la chimenea para tener
un recordatorio constante de él, ellos dijesen sencillamente: «Suponemos que
debemos hacerlo, tal como él nos lo pide.» No habría mucho amor allí, ¿no es
así? No, la cena del Señor no es un deber, no es una doctrina, sino la
respuesta de los afectos, y mientras más uno envejece y mientras por más tiempo
uno continúa con la cena del Señor, ella llega a ser más real, más hermosa.
Y es, "hasta que Él
venga." (1ª. Corintios 11:26). Nosotros estamos situados entre Su muerte —
a la cual miramos hacia atrás para ver la base y fundamento de todo para Dios y
para nosotros — y Su regreso, cuando en primer lugar, como un paso previo, Él
nos tomará para estar con Él mismo, y volverá después para establecer el reino.
Cuán hermoso es en Mateo
cuando Él dice: "Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de
la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo
con vosotros en el reino de mi Padre." (Mateo 26:29). El vino habla del
gozo que Él compartirá con nosotros, el intenso gozo que será Suyo, y en el
nuevo estado de cosas — ese vasto sistema de gloria, del cual Él será Cabeza y
Centro. La expresión; "el reino de mi Padre" ocurre solamente en
Mateo, en
(1) la oración del Señor
(Mateo 6: 9 al 13);
(2) Mateo 13:43: "Entonces
los justos resplandecerán. . . en el reino de su Padre"; y
(3) aquí en Mateo 26:29). Se
trata del aspecto celestial del siglo que ha de venir, y nosotros
resplandeceremos también como el sol en aquel día para la tierra del milenio.
Cuán maravilloso es esta percepción del Señor Jesús dando gracias teniendo
aquel día en perspectiva.
"Asimismo tomó también la
copa," (1ª. Corintios 11:25). Esto es diferente de 1ª. Corintios 10:16:
"La copa de bendición que bendecimos", porque es el Señor el que la
toma aquí en Su mano. ¿Y acaso no es notable el hecho de que el Señor
introduzca aquí el nuevo pacto? Ciertamente Él debió haber pensado mucho en él
para unirlo con Su cena. Yo pienso que muchos de nosotros hemos comprendido muy
poco el nuevo pacto — una gran cosa a ser comprendida. ¿Qué es expresado en el
nuevo pacto? El nuevo pacto es la expresión del amor del corazón de Dios. Yo no
tengo tiempo para demostrarlo a ustedes desde la Escritura durante esta reunión,
así que debe ser aceptado de buena fe hasta otro momento. De modo que en el
pan, el amor del Señor viene ante nosotros de un modo muy especial, y cuando Él
nos presenta la copa, Él encamina nuestros corazones al amor de Dios; es el
propio Señor el que lo hace. Nosotros tenemos en Romanos 5:5: "el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado", pero es el propio Señor haciéndolo aquí. ¿Acaso Él no conoce el
amor de Dios? Sí, tanto como Dios y como Hombre, Él lo conoce plenamente, y Él
se deleita en encaminar nuestros corazones a dicho amor ahora. Nosotros estamos
por naturaleza en situaciones diferentes, porque Le tenemos miedo a Dios, y
muchos Cristianos imaginan que el Hijo vino aquí para reconciliar al Padre con
nosotros. El Señor anularía todo ese temor que el enemigo ha infundido en
nosotros, y encaminaría nuestros corazones a todo el amor de Dios, para que
podamos responder a él.
Qué momentos maravillosos
nosotros debiésemos tener, privilegiados como somos por el hecho de conocer al
Padre; conscientes, también, de la presencia y el poder del Espíritu Santo, y
del deleite del Señor al tener una respuesta a Su amor. ¡Qué privilegio ello
es! Que el Señor pueda conducirnos a una mayor conciencia de todo su
significado, suficientemente sencillo para ser comprendido por el más reciente
converso, pero tan profundo que nadie puede desentrañar jamás toda su
profundidad.
El Nuevo Pacto
"Asimismo tomó también la
copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;
haced esto todas las veces que la
bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan,
y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga."
1ª. Corintios 11: 25 y 26
Deseando traer ante ustedes un
poco de la verdad del nuevo pacto, yo acabo de leer estos versículos para
relacionar este tema con aquel que hemos tenido en ocasiones anteriores. Es muy
notable que el Señor haya introducido el nuevo pacto en relación con la copa, y
esto no hace más que mostrar la importancia que Él adjudicó al conocimiento de
la verdad del nuevo pacto. De modo que es muy importante que todos los hijos de
Dios consigan una idea Escrituraria acerca del nuevo pacto y, también, de la
razón por la cual el Señor Jesús lo relacionó con la copa. Tal como hemos visto
ya, cuando comemos el pan, nosotros somos libertados de nosotros mismos delante
de Dios, para que nosotros podamos, como Sus hermanos, pensar en el amor que Le
hizo descender a la muerte por nosotros. "Nadie tiene mayor amor que este,
que uno ponga su vida por sus amigos." (Juan 15:13). Nosotros tenemos en
la copa, entonces, más de aquello por lo cual Pablo oró tan bellamente en 2ª.
Tesalonicenses 3:5: El Señor encamina nuestros corazones al amor de Dios. En
Romanos 5:5 nosotros tenemos el amor de Dios derramado por el Espíritu — y el
Espíritu es el único poder mediante el cual las cosas divinas pueden hacerse
realidad en nuestras almas — pero el apóstol lo expresa aquí: "El Señor
encamine vuestros corazones al
amor de Dios." (2ª. Tesalonicenses 3:5). ¿Acaso Él no conoce el amor de
Dios? Como Dios, Él mismo es amor; y como Hombre, Él vive en el gozo pleno,
ininterrumpido, del amor de Dios. "[Él] para Dios vive" (Romanos 6:10);
Él conoce lo que la vida es, a saber, el conocimiento pleno de Dios y de todo
Su amor.
Nosotros consideraremos ahora,
en primer lugar, lo que yo puedo llamar los términos del nuevo pacto y sus
bendiciones, y después lo que la Escritura llama el Espíritu del nuevo pacto. Y
lean en primer lugar el pasaje en el Antiguo testamento que está citado en el
Nuevo: "He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo
pacto con la casa de Israel y con la casa
de Judá." (Jeremías 31:31; Hebreos 8).
Pues bien, ¿con quiénes se
hace el nuevo pacto de manera primordial? Con la casa de Israel y con la casa
de Judá. Nosotros, como Gentiles, no somos ni lo uno ni lo otro, y entonces
bien podemos preguntar qué aplicación tiene a nosotros este nuevo pacto. ¿Por
qué el Señor habló del nuevo pacto cuando reveló la verdad de Su cena a Pablo?
¿Qué tiene ello que ver con nosotros Gentiles? La respuesta se encuentra en 2ª.
Corintios 3:6: "[Dios] el cual asimismo nos hizo ministros competentes de
un nuevo pacto" — no exactamente de la doctrina de él, sino de su realidad
práctica y su aplicación actual; consideren lo que viene a continuación: "no
de la letra, sino del espíritu." La letra es lo que tenemos de manera
literal, en Jeremías. Él aplica a nosotros ahora el espíritu de lo que cimenta
el pensamiento de Dios y los principios sobre los cuales Él tratará con Israel
cuando ellos sean restaurados en el nuevo pacto. Y es un punto importante — y yo
no se si todos lo han entendido — el hecho de que todas las bendiciones que
Israel tendrá en el futuro han de ser conocidas ahora por nosotros de un modo
espiritual. El nuevo pacto es un
ejemplo. Este se cumplirá realmente en el milenio (este es un nombre humano,
mostrando meramente su duración de 1.000 años), o, tal como la Escritura lo
llama "el siglo venidero" o "el mundo venidero", un nombre
que muestra su contraste con la era actual. La expresión ocurre cuatro o cinco
veces en la Biblia, por ejemplo, Hebreos 2:5; Marcos 10:30, etc. Nosotros
obtenemos ahora todas las bendiciones del nuevo pacto, en el espíritu, pero no
en la letra.
El pensamiento Escriturario
nos es presentado en 2ª. Corintios 3. Lean desde el versículo 6: "porque
la letra mata, mas el espíritu vivifica", hasta el versículo 17: "Porque
el Señor es el Espíritu." ¿El
Espíritu de qué? Bueno, el espíritu del nuevo pacto. A nadie le es posible
entender 2ª. Corintios 3, si no ve que los versículos 7 al 16 son un
paréntesis; lean los versículos 16 y 17 juntos sin interrupción y, ¿qué
relación ustedes ven entre ellos? Ninguna en absoluto; pero ustedes sí la ven,
obviamente, dejando afuera el paréntesis y leyendo sin interrupción desde el
versículo 6 al 17. El Señor es, entonces, el Espíritu del nuevo pacto; no es
Cristo o Jesús, sino el Señor, Aquel que ha estado abajo en la tierra, que ha
resucitado y ha sido exaltado ahora al lugar más elevado en gloria y, como
Señor, administra todas las bendiciones del nuevo pacto. Él, como Señor, es el
Espíritu del nuevo pacto, lo cual puede ser resumido en una palabra — Amor.
"En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros"
(1ª. Juan 3:16).
Consideremos ahora los
términos del nuevo pacto y veamos de qué manera ellos son aplicables a
nosotros, dado que lo que Israel tendrá en el futuro, nosotros lo tenemos y lo
disfrutamos ahora. En primer lugar, no es "como el pacto que hice con sus
padres" (Jeremías 31: 31 y 32). Es de gran importancia ver el lado
negativo, porque Dios nos inculcaría que el nuevo pacto es completamente
diferente del antiguo, y no depende en absoluto de lo que nosotros somos o
hacemos. Bien se ha dicho que el antiguo pacto consistía en la palabras:
"harás"; pero el nuevo es: "Yo haré", todo desde el lado de
Dios. Esa es la diferencia, pero, importante como es tener claridad acerca de
ello, muchos Cristianos acatan aún las normas del antiguo pacto. Tito 3: 4 y 5,
no fue escrito para los no convertidos sino para Cristianos: "[Él] nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia."
"[Dice Jehová] Este es el
pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días" (Jeremías
31:33); — y siguen luego a continuación los "[Yo] daré, "[Yo]
"escribiré", "[Yo] seré", "[Yo] perdonaré",
"me acordaré" (Jeremías 31: 33 al 36). ¿Después de cuáles días?
Bueno, de todos los días del fracaso en responsabilidad, de sus murmuraciones y
de su resistencia al Espíritu Santo, de su rechazo y del hecho de que dieran
muerte a los profetas y mensajeros de Dios, y, finalmente, del hecho de haber
asesinado al Justo, cuando ustedes hubiesen pensado que nada más que el juicio
podía caer sobre ellos. Es entonces cuando Dios sale para actuar por Su propia
cuenta y para su propia gloria, no conforme a lo que nosotros somos, en
absoluto.
Hay tres partes inconfundibles
de este nuevo pacto:
(1) "Pondré mi ley en su
interior y la escribiré en su corazón" (Jeremías 31:33 – RVA) —eso implica
una nueva naturaleza, un nuevo nacimiento;
(2) "No enseñará más
ninguno a su prójimo. . . porque todos me
conocerán" (Jeremías 31:23). En Hebreos 8:11 (versión JND) es: "todos
me conocerán en ellos mismos", eso es conocimiento consciente: nosotros no
podemos ir más allá de eso; y
(3) "porque yo perdonaré
su iniquidad, y no me acordaré más de sus pecados (Jeremías 31:34 — ese es el
conocimiento de Dios revelado en gracia. La ley en nuestros corazones, el
conocimiento de Dios el cual es amor, y no tener "ya más conciencia de
pecado", esos son los términos del nuevo pacto. ¿Acaso no son nuestras
todas estas bendiciones hoy en día por medio del Espíritu? Si usted cree, con
independencia de cuán poco pueda usted comprenderlas, ellas son suyas. Nadie
puede decir que las conoce perfectamente; ¿cómo puede usted conocer a Dios
perfectamente? Pero muchos pueden decir que ellos conocen lo suficiente para
entender cuán poco ellos conocen realmente, o ellos conocen lo suficiente para
querer conocer más.
El primero de estos términos,
obviamente, se cumplirá en Israel en el siglo venidero; la ley será escrita en
sus corazones, como en el Salmo 119. ¿Cómo se aplica esto a nosotros en la
actualidad? ¿Tenemos nosotros la ley escrita en nuestros corazones? Sí, y
nosotros también, tenemos a Cristo escrito en nuestros corazones. ¿Cómo es
esto? El corazón es la sede de los afectos. Pero, ¿qué es la ley? No meramente
los diez mandamientos, sino, tal como el intérprete de la ley respondió
correctamente: "Amarás al Señor tu Dios. . . a tu prójimo como a ti mismo."
¿Está eso en los diez mandamientos? No. Lo primero es citado de Deuteronomio 6
y lo segundo de Levítico 19:18, y no obstante los dos resumen toda la ley:
"Amarás." Añada a esto el apoyo de Romanos 13: 9 y 10, "así que
el amor es el cumplimiento de la ley." (Romanos 13: 9 y 10 – RVA), y vaya
a Romanos 8:4, donde, después que el pecado en la carne ha sido condenado, el
apóstol dice: "para que la justa exigencia de la ley fuese cumplida en
nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu." (Romanos
8:4 – RVA). "Justa exigencia" es una expresión notable. ¿Acaso no es
absolutamente correcto que Dios exija amor por parte de Sus criaturas a cambio
del gran amor con el que Él nos ha amado? Y "la justa exigencia" de
la ley se cumple en nosotros, porque nosotros Le amamos a Él porque Él nos amó
primero, y amamos a los hermanos, y "el amor es el cumplimiento de la
ley." (Romanos 13:10 – RVA).
En segundo lugar, "Todos
ellos me conocerán" (Jeremías 31:34 – VM). Obviamente, el amor es el modo
de conocer a Dios. "Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a
Dios." (1ª. Juan 4:7). ¿Acaso cada uno de nosotros no puede decir: "Nosotros
le amamos a él, porque él nos amó primero"? (1ª. Juan 4:19). Sus
maravillosos propósitos y modos de obrar de amor hacia nosotros son tales, que nosotros
no podemos evitar amarle a Él. "Todo aquel que ama, . . . conoce a Dios."
¿Por qué? Ello es porque, como 1ª. Juan 4:8 nos dice, "Dios es amor";
amor es Su naturaleza. Como hijos caídos de Adán, nosotros estábamos en
tinieblas e ignorando completamente a Dios; todo pensamiento que el hombre no
convertido tiene acerca de Dios es erróneo, y nosotros no conocíamos y nada nos
importaba acerca de Dios. Añadido a esto está lo que tenemos en 2ª. Corintios
4: 3 y 4: " Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que
se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios", la
ceguera de los hombres obrada por el dios de este mundo. ¡Cuán hermoso es que
Dios quiere que nosotros Le conozcamos! ¿Y cómo podemos hacerlo? Solamente como
revelado en el Hijo, el cual es "el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia" (Hebreos 1:3), "y vino al mundo para darle a
conocer. Consideren al leproso en Mateo 8: 1 al 4: Jesús, conmovido con
compasión, extendió Su mano y le tocó, y dijo: "Quiero; sé limpio."
Aquel leproso podía haber dicho, «Yo he conocido lo que es que Dios se acerque
tanto a mí como para tocarme, y entonces mi lepra fue sanada en un instante.»
Ese es solamente un retrato de la manera en que el Señor nos ha tocado, cuando
Él llegó a estar en contacto con el pecado en la cruz, y lo quitó todo.
"Todos ellos me
conocerán, desde el menor de ellos hasta
el mayor de ellos" (Jeremías 31:34 – VM) — no "desde el más
pequeño de ellos hasta el más grande" (como rezan algunas versiones de la
Biblia) — es decir, Israel no conocerá a Dios nacionalmente sino
individualmente. ¿Acaso no hay una inmensa cantidad de verdad en el nuevo
pacto? En el conocimiento de Dios nosotros tenemos el amor de Dios, y esa es la
razón por la cual Pablo ora: "Y el Señor encamine vuestros corazones al
amor de Dios." (2ª. Tesalonicenses 3:5).
En tercer lugar. Nosotros
obtenemos lo que en la epístola a los Hebreos es llamado no tener ya más "conciencia
de pecado." (Hebreos 10:2). ¿Ha advertido usted alguna vez que esto está
citado solamente antes del pasaje acerca de tener "libertad para entrar en
el Lugar Santísimo"? Antes de que nosotros podamos entrar en el Lugar
Santísimo, debemos ser libertados de nosotros mismos para entrar en los
maravillosos consejos de Dios. "Los adoradores, una vez purificados",
no tienen ya más conciencia de pecado, en contraste con el día de la expiación,
cuando Dios planteaba el asunto de los pecados todos los años: "Y esto
tendréis como estatuto perpetuo, para hacer expiación una vez al año por todos
los pecados de Israel." (Levítico
16:34), pero Él dice ahora, "Y nunca
más (no una
vez al año) me
acordaré de sus pecados y transgresiones." (Hebreos 10:17; Jeremías
31:34). ¿Puede usted decir, «Al asunto
de mis pecados se le ha prestado atención y ha sido resuelto entre Dios y
Cristo en la cruz; y Dios dice, 'Yo no volveré a plantear jamás el asunto de
tus pecados nuevamente'?»
Ahora bien, el amor de Dios es la esencia del nuevo pacto, y aunque
ningún versículo lo diga realmente del mismo modo, aun así nosotros podemos
acercarnos bastante en Jeremías 32: 39 al 41: "Me alegraré con ellos
haciéndoles bien, . . . de todo mi corazón y de toda mi alma." Todo
esto está en relación con el pacto eterno del cual se habla en Jeremías 32:40.
De modo que a Dios le da realmente gozo positivo el hecho de bendecirnos, como
si Él dijese, «Ustedes no saben cuánto gozo Me da bendecirles.» ¿Acaso no
muestra esto el corazón de Dios? Esto es lo que sale a relucir en Lucas 15. Yo
tengo esperanza en que todos habrán entendido esto, no meramente de manera
doctrinal, sino en toda su intensa realidad práctica.
Regresando ahora a 2ª. Corintios 3: en el versículo 3, Cristo no fue
escrito en tablas de piedra, "sino
en tablas que son corazones de
carne (es decir, hechos suaves
y sensibles)." (2ª. Corintios 3:3 – VM). Es muy evidente que Pablo tuvo en cuenta
el antiguo pacto cuando habló de las tablas de piedra. Estas últimas, Moisés
las trajo del monte, eran un retrato del corazón del hombre por naturaleza,
muerto, no impresionable e insensible. Tales fueron una vez nuestros corazones,
pero ellos, mediante el poder del Espíritu y a pesar de su dureza natural, han
sido hechos sensibles al amor de Dios en nuestro Señor Jesucristo. Y Él es el
Espíritu del nuevo pacto (2ª. Corintios 3: 1 al 17), la expresión perfecta del amor
de Dios, el cual fue expuesto perfectamente en Su muerte. De ese modo el amor
es el espíritu del nuevo pacto.
Acudamos por un momento a Éxodo 20. Después de la dación de la ley, en
la primera parte del capítulo, Dios tiene, evidentemente, el nuevo pacto en
perspectiva en el versículo 24, donde la bendición incondicional es prometida:
"Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y
tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que
esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré." Ello
equivalió a decir que era seguro que ellos iban a fracasar bajo el antiguo
pacto y Dios tendría que recurrir a Su derecho soberano para bendecir en el
terreno del sacrificio de Cristo. El altar de tierra está allí, hablando de
nada del hombre, sino de lo que era enteramente de Dios. Si el altar era de
piedras, tenía que ser de piedras sin labrar: "si alzares herramienta
sobre él, lo profanarás." (Éxodo 20:25). Esta bendición iba a ser
enteramente en el terreno del olor grato del sacrificio en el altar, y todo
desde el aspecto de Dios. Eso es Éxodo 20; ¿y qué obtenemos en Éxodo 21? El
Espíritu del nuevo pacto. ¿Quién era el siervo? Pues, el propio Señor Jesús, el
Espíritu del nuevo pacto. De modo que el Señor Jesús, Aquel que tomó forma de
siervo (Efesios 2:7), podía haber salido libre, haberse marchado directamente
al cielo desde el monte de la transfiguración, pero Él se habría marchado solo.
Pero tal como Él dijo claramente — ¡y cuán claramente, también! — "Yo amo
a mi señor, a mi mujer y a mis hijos" (Éxodo 21:5) o en el lenguaje del
Nuevo Testamento: "Amo al Padre" (Juan 14:31); "Cristo amó a la
iglesia" (Efesios 5:25); y Él amó a Su pueblo terrenal Israel. Eso es lo
que se ve en el nuevo pacto, el amor de Dios manifestado en toda su plenitud en
Cristo. Porque en 2ª. Corintios 4:4 nosotros vemos que Cristo es "la
imagen de Dios", el Único que representa perfectamente todo lo que Dios
es, y Él es el Espíritu del nuevo pacto.
¿Ha reflexionado usted alguna vez en ese último versículo (2ª.
Corintios 3:18) citado tan a menudo, y que se entiende como estando relacionado
con el nuevo pacto: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta
como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria
en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor"? Es al Señor, como el
Espíritu del nuevo pacto, al cual contemplamos "a cara descubierta",
al Único que pudo decir tan claramente, "Yo amo", y ese amor mostrado
perfectamente al ir hasta la muerte por nosotros. Y mientras Le contemplamos, y
llegamos a conocer más de Su amor, nosotros "somos transformados de gloria
en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor", y llegamos
a ser moralmente más semejantes a Él, y amamos, y por amor nos servimos los
unos a los otros (Gálatas 5:13), así como Él tomó forma de siervo para poder Él
servirnos en amor para siempre.
Nosotros hemos mencionado sólo unos pocos puntos de este maravilloso y
prodigioso tema, pero hemos visto qué valor el Señor Jesús debió haber
adjudicado a él como para hablar de ello en relación con la copa en la cena, y
cuando nosotros nos reunimos y Él nos da esta copa del nuevo pacto en "Su
sangre", a nosotros se nos hace recordar de nuevo todo el amor de Dios, y
nos deleitamos en derramar nuestra alabanza y adoración a Él, el cual se ha
deleitado tanto en bendecirnos.
Que el Señor pueda encaminar nuestros "corazones al amor de Dios",
¡por amor de Su Nombre! (2ª. Tesalonicenses 3:5).
Robert F. Kingscote (1811 – 1893)
Traducido del Inglés por: B. R. C. O.- Noviembre/Diciembre
2016