EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

DOS ADVERTENCIAS Y UN EJEMPLO (J.N.Darby)

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DOS ADVERTENCIAS Y UN EJEMPLO

 

Siendo la esencia de una charla acerca de Mateo 26

 

J. N. Darby

 

Collected Writings, Evangelic, Vol. 12

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

 

Tenemos aquí un ejemplo en el caso de Jesús, y dos advertencias en Pedro y en Judas. En Pedro nosotros podemos descubrir la debilidad, y en Judas la terrible maldad de la carne. En Jesús obtenemos aquello a lo cual deberíamos aspirar. En Judas vemos al simple profesante, en Pedro al santo zarandeado. Todos los tres están ante nosotros en un tiempo de penetrante prueba, y el resultado de la prueba es visto en cada uno. Nosotros debiésemos recordar que hemos recibido el Espíritu Santo, el cual Pedro no tenía cuando negó al Señor; no obstante, teniendo el Espíritu Santo, nosotros podemos aprender aún una lección basada en la carne de Pedro. ¿Y acaso no está la completa inutilidad de la carne entre las últimas cosas que nosotros descubrimos? En Pedro vemos lo que la carne es. No existe un vivir real en la esperanza de la gloria, excepto en la medida que la carne sea mortificada y sometida a sujeción.

 

Yo me detendría, en primer lugar, en la apostasía de Judas. Él tenía, para los hombres, la apariencia de ser como los demás discípulos; él había sido compañero del Señor, había sido uno de los que fueron enviados a predicar el evangelio y hacer milagros; pero su conciencia nunca estuvo delante de Dios. Él podía tener la verdad en su entendimiento (y, de hecho, generalmente el entendimiento no recibe tan fácilmente la verdad donde la conciencia es afectada). Además, Judas no pudo haber andado tres años con Jesús, y visto Su gracia y amor, sin que sus afectos fuesen conmovidos. Pero por otra parte, su conciencia no había sido llevada jamás a ejercitarse delante de Dios. Lo mismo sucede con respecto a muchos. Si nosotros miramos al santo recibiendo la verdad, a menudo lo encontraremos lento en comprensión. Hay algo que debe ser juzgado delante de Dios; algo que lo condena, y que implica sacrificio. Por ejemplo, nosotros vemos muy claramente que la sangre preciosa limpia de todo pecado; pero sólo cometamos pecado — ¡y cuán lentamente comprendemos esa verdad bienaventurada como para obtener el consuelo de ello! En el primer caso la conciencia está en acción. De la misma manera, los afectos de la persona no convertida pueden ser conmovidos — ¡una gran compañía de mujeres siguieron a Cristo en la crucifixión, endechando y lamentándole! Así que leemos acerca de recibir "al momento… con gozo", y, "en seguida" [o al momento, porque en Griego es la misma palabra: Strong G2117], alejándose cuando surge la tribulación.

 

El hombre natural (1ª. Corintios 2:14) necesita algo para satisfacerse a sí mismo delante de Dios; y, hasta que él haya terminado con sí mismo, estará buscando una cierta medida de justicia delante de Dios. Él puede haber sido, en relación con este anhelo, instruido en el evangelio, y por tanto puede tener claridad de entendimiento, y los afectos pueden ser conmovidos: pero, a menos que la conciencia sea desnudada delante de Dios, no hay vida alguna. ¡Aquí estuvo Judas traicionando a su Maestro! Después de todo, ¿qué fue esto? En lo esencial, ello no fue nada más que lo que había en todo corazón. Judas amaba el dinero — una codicia no excepcional. Y el amor al dinero en un santo de la actualidad es tan malo, o peor, por ser esto hecho más en la luz.

 

En la naturaleza de Judas había pecado: pecado que se manifestó en forma de amor al dinero. Lo siguiente fue, Satanás sugiriendo una forma de gratificar esta codicia, porque él amaba más el dinero que a Jesús. Y nosotros encontramos ahora el resultado de la cercanía exterior al Señor mientras la conciencia no se ve afectada — ello hizo que Judas razonara acerca de las circunstancias. Él pensó, probablemente, que el propio Señor se entregaría, tal como Él lo había hecho antes; porque, cuando él encontró que no fue así, arrojó el dinero, y dijo, "Yo he pecado entregando sangre inocente." (Mateo 27:4). Él continúa en esta cercanía a Cristo, hasta que, en tercer lugar, nosotros leemos que, "después del bocado, Satanás entró en él." (Juan 13:27). En la condición de hipocresía su corazón se endurece; y entonces Satanás se sitúa entre su conciencia y toda esperanza de perdón. Muchos hombres naturales no traicionarían a un amigo con un beso tal como Judas lo hizo poco después. Su cercanía sirvió para endurecerlo; y ¡él tomó realmente el bocado de manos del Señor! (Juan 13: 21-30). Aun el sentimiento natural fue silenciado. Es así cuando el hombre no convertido se coloca en una posición similar. Él se vuelve más vil que nunca. Su corazón está endurecido. La hipocresía, y finalmente la desesperación, siguen a continuación. Tal es la carne y su culminación. Y la carne no puede ser mejorada mediante ordenanzas, incluso donde el propio Cristo está. Tal es la carne — yo apenas puedo decir, cuando es dejada a sí misma, porque el hombre nunca es dejado a sí mismo, él nunca es realmente independiente. Él tiene la voluntad de serlo; por tanto él es perfectamente un pecador, pero si es desobediente, él es siervo de su concupiscencia, 'desobediente, engañado, sirviendo a diversas concupiscencias y placeres', y esclavo de Satanás (Tito 3:3 – VM). Un hombre natural tiene una conciencia y vergüenza. Él no hará en la luz lo que haría en la oscuridad. Pero la forma exterior de Cristianismo, donde este no ha tocado el corazón, sólo hace esta diferencia, que su conciencia esté cauterizada (Tito 4:2), y que él sea, solamente más sutilmente, esclavo de Satanás.

 

Me refiero ahora al contraste proporcionado por lo que se ve en Pedro con lo que se ve en nuestro bendito Señor. En Jesús vemos el Obediente, el Dependiente, expresando Su completa dependencia mediante Su oración. Y un ángel del cielo fue visto fortaleciéndole (Lucas 22:43). Él sintió la debilidad que Él mismo se había dado para soportar; Él " fue crucificado en debilidad" (2ª. Corintios 13:4). "Todos mis huesos," Él dice, "se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas." (Salmo 22:14). "Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo." (Mateo 26:38). De manera similar en la tentación más temprana, nosotros Le oímos responder al diablo con la palabra de Dios (Mateo 4: 1-11). Jesús podía haber despedido a Satanás mediante el poder divino, pero esto no habría sido ejemplo alguno para nosotros. De modo que, en este capítulo, ¡nosotros vemos al Señor orando!

 

Si ustedes comparan lo que Pedro está haciendo con lo que el Señor está haciendo, ustedes descubren el secreto de la debilidad de Pedro y de la fortaleza del Señor. ¿Cuál fue el efecto de la prueba sobre la debilidad de la carne de Pedro? Él había dicho, "dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte" (Lucas 22:33); pero el Señor tiene que decirle, "¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?" (Mateo 26:40). Ellos dormían a causa de la tristeza. ¡No había aquí prisión ni muerte! "Velad y orad, para que no entréis en tentación" (no meramente para que no haya trasgresión) (Mateo 26:41). Pedro entró en tentación; Jesús no entró jamás, en absoluto. Sin embargo, la prueba fue mucho mayor para Jesús. Judíos y Gentiles estuvieron contra Él, y detrás de ellos el poder de Satanás. "Esta," dijo Él, "es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas" (Lucas 22:53); y además, "Mi alma está muy triste, hasta la muerte" (Mateo 26:38). ¿Adónde lleva Él todo esto? El Señor no duerme y procura olvidar su tristeza. Él va y ora al Padre. Su ojo no descansó en las circunstancias para pensar en ellas. Él acudió a Su Padre. No se trata de que Él no sentía, porque dijo, "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa" (Mateo 26: 39, 42). Se trató aquí de debilidad como hombre, y eso es verdadera fortaleza.

 

Recuerden que si nosotros estamos en completa dependencia, la tentación no nos encuentra en absoluto. Jesús no dice, «¿Acaso no he de pasar por todas estas pruebas?», sino, "la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" (Juan 18:11). Él no ve a Pilato o a Judas en ello; no fue Satanás el que Le dio la copa, sino Su Padre. Lo mismo es con respecto a nosotros; si estamos en un marco de completa dependencia, ¡la tentación no nos toca en absoluto! La prueba viene; pero, al igual que Jesús, nosotros podemos decir de ella, "la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" Toda prueba se convierte en una bienaventurada ocasión para perfeccionar la obediencia, si estamos cerca de Dios; en caso contrario, la prueba se convierte en ¡una tentación! Jesús caminaba con Dios. No se trató de que Él no sintiese debilidad. "Quedaos aquí, y velad conmigo" (Mateo 26:38) muestra la debilidad de la condición humana sentida plenamente. Como en el Salmo 22:14, referido a la cruz, Él dice, "He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas." Y aun así Él no rehuyó el hecho de padecer solo, cuando el amor por Sus discípulos lo exigió. "Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos." (Juan 18:8). Pero estando en una agonía, Él ora con aún más fervor; ello Le lleva a Su Padre; y eso, antes que venga la prueba. Entonces, ¿qué viene a continuación? Cuando la prueba viene realmente, ¡ya se ha pasado por ella con Dios! Él mismo Se presenta ante ellos diciendo, "¿A quién buscáis?" (Juan 18:7), tan calmadamente como yendo a obrar un milagro. Sea antes Caifás o Poncio Pilato, Él hace una buena profesión (1ª. Timoteo 6:13); se reconoce a Sí mismo como Hijo de Dios delante de los Judíos, y como Rey delante de Pilato.

 

¿Por qué esta diferencia? En primer lugar, con Pedro la carne está durmiendo; él se va a dormir para librarse de la presión de las circunstancias. Pedro no ha pasado por la prueba con el Padre. En el momento que Jesús va a ser llevado, la energía de la carne se despierta, y Pedro desenvaina la espada (Juan 18:10). La carne tiene justo la energía suficiente para llevarnos al peligro donde ella no puede resistir — esa energía nos abandona entonces. ¡Qué poca comunión verdadera hay aquí! Cuando Cristo estuvo orando, Pedro estuvo durmiendo; cuando Cristo estuvo sometiéndose como un cordero llevado al matadero, Pedro estuvo riñendo; cuando Cristo estuvo confesando en padecimiento, Pedro Le estuvo negando, con maledicencia y juramento (Mateo 26: 69-75). Esto es justamente la carne: durmiendo cuando debiese haber estado despierta; en energía cuando debiese haber estado quieta; y negando al Señor cuando llega el momento de la prueba. Con Cristo se trató de agonía con el Padre, pero paz perfecta cuando vino la prueba. Oh, si nosotros supiésemos continuar en todas las circunstancias en comunión con el Padre, ¡toda tentación sería una ocasión para glorificarle a Él!

 

La gran cosa fue, que Pedro no se había enterado de lo que la carne es: él no se había grabado en su memoria la debilidad de la carne; y así la condición de dependencia fue obstaculizada. Parece que él fue sincero en desear reconocer al Señor Jesús y no negarle. Hubo en Pedro más energía del afecto natural y muy verdadero, que en aquellos que abandonaron al Señor y huyeron. Él amaba realmente al Señor. Pedro fracasa, no por voluntad propia, no por desear el pecado, sino por la debilidad de la carne. En Cristo no hubo posibilidad alguna de debilidad moral, porque Él anduvo siempre en el lugar de debilidad en comunión con Su Padre. Jesús pasa por la agonía misma con el Padre. Pedro fracasa, aunque sólo la sombra de tentación viene a él. Toda la caída de Pedro comenzó por falta de dependencia, y por descuidar la oración. Nosotros debemos estar velando "en oración" (1ª. Pedro 4:7); no meramente dispuestos a orar cuando viene la tentación, sino andando con Dios, y enfrentándola así en el poder de la comunión y la oración previas. Sin oración continua, y sin un sentido constante de la completa debilidad de uno mismo, mientras más amor por Cristo, y más buena voluntad para servirle a Él estén en un santo, más ciertamente él, por esa buena voluntad misma, es llevado al lugar en que él ¡deshonrará a Cristo! Los demás discípulos que huyeron no deshonraron tanto el nombre de su Maestro como lo hizo Pedro.

 

Fue así como Pedro tuvo que enterarse de la maldad de la carne. Jesús, por el contrario, anduvo siempre en la confesión de la dependencia — orando siempre. ¿Y qué uso hizo el Señor de Su conocimiento del propósito de Satanás de zarandear a Pedro? ¡Él oró por Pedro! Mientras más conocimiento, queridos hermanos, ¡más oración! "Yo he rogado por ti, que tu fe no falte." Como resultado de esta intercesión, Pedro conoció la maldad de la carne más profundamente que los demás, y pudo 'confirmar [fortalecer] a sus hermanos'. (Lucas 22: 31, 32).

 

Nosotros estamos incapacitados para ministrar la verdad a nuestros hermanos a menos que seamos conscientes de la debilidad que hay en nosotros mismos. Sin la oración de Jesús, ¿dónde habría estado Pedro? Él se apresuró casi como Judas. Oh, que cosa bienaventurada es ser mantenido en una completa conciencia de debilidad, en lugar de apresurarse como Pedro a un lugar donde ¡nosotros no podemos resistir! ¡Cuán bueno es temer dar un solo paso sin la guía del Señor! La carne nos hace actuar siempre en falso — para nada es buena. El resultado de mantenerla en la presencia del Señor es haber terminado con ella — haberse entregado al Padre. No hay sabiduría alguna que nos sostenga en cualquier lugar excepto la que es de lo alto. El Señor conocía lo que la carne era, y lo que Pablo necesitaba, cuando él fue arrebatado al tercer cielo. ¿Necesitaba ser arrebatado a un cuarto cielo? No; necesitó un mensajero de Satanás para abofetear: es decir, él necesitaba ser abatido. Le fue dado el aguijón en la carne; debe haber la conciencia de que la carne no vale nada. (2ª. Corintios 12: 1-10).

 

Nosotros podemos observar que hay tres formas de conocer la impotencia y la miseria de la carne:

1. antes de la paz, a menudo en luchas desesperadas (porque el conocimiento y la conciencia son cosas diferentes);

2. cuando nosotros tenemos paz, delante del Señor en oración y comunión, no atreviéndonos a dar un paso hasta que Él nos guíe, y entonces Él es glorificado en nosotros en gracia y obediencia, con independencia de cuál sea la prueba;

3. o en la amarga experiencia en la que Pedro lo descubrió, cuando la carne no es juzgada en comunión con Dios.

 

Esto último será el camino, mientras estemos juzgando cosas y no a nosotros mismos. Cuando nosotros estamos juzgándonos fielmente a nosotros mismos y andando con Dios, no entraremos en tentación alguna. La prueba puede venir, pero habrá una plena preparación para afrontarla; no se trata de que seamos capaces de decir, «Yo estoy preparado ahora para esta o esa tentación.» Nosotros no tenemos certeza, de un momento a otro, en cuanto a cuál prueba puede estar por venir; pero tendremos la fortaleza de Dios con nosotros en ella. Por lo tanto, nuestro único lugar seguro es velar y la oración — sí, oración antes del asalto — oración que pueda equivaler a una agonía; ¡porque Jesús oró así!

 

Nosotros debemos esperar que nuestras almas sean muy ejercitadas; a menudo, puede ser, cuando la prueba está allí, buscando el por qué esta prueba es enviada. Ello puede ser por una falta; puede ser por un estado de alma descuidado o duro. Puede ser, como la de Pablo, para contener la carne; ella puede ser preparatoria para algún conflicto que viene. Pero en estos ejercicios de alma nosotros debemos mantenernos delante del Señor; entonces, cuando la prueba viene, para la cual el Padre nos ha estado entrenándonos, habrá perfecta paz. Cuando ustedes hayan sido ejercitados, el Señor hará que ustedes soporten en espíritu con Él, la carga que Él les hará llevar con fortaleza en la batalla. No eludan el ejercicio interior; resuélvanlo con Él. No hay límite alguno para nuestra fortaleza para obedecer cuando nuestra fortaleza es la del Señor.

 

"Si es posible, pase de mí esta copa." (Mateo 26:38). Ninguna de nuestras almas puede estimar lo que esa copa fue para Uno que había permanecido esencialmente en el amor del Padre; pero el más espiritual lo reconocerá más. Entonces el Santo fue hecho pecado (2ª. Corintios 5:21); ningún destello de luz sobre el alma de Jesús. Al pensar en ello, cuando Su alma estuvo oprimida por Satanás, nosotros Le vemos sudando como si fuesen grandes gotas de sangre (Lucas 22:44). ¡Él no pensaba livianamente acerca del pecado! El Autor de la vida fue llevado al polvo de la muerte (Hechos 3:15; Salmo 22:15) — "Todas….tus olas han pasado sobre mí." (Salmo 42:7). Jesús llevó en la cruz aquello que ustedes nunca serán llamados a llevar. Tengan cuidado de no negarle. Muchos de los que, en general, Le conocen, Le niegan en los detalles. Nuestro feliz privilegio no es ocuparnos de la prueba como siendo una prueba, sino ver en toda prueba una oportunidad de obedecer a Dios, y decir acerca de cada una de ellas, como Jesús dijo, "La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?" (Juan 18:11).

 

"Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria." (Judas 24, 25).

 

J. N. Darby

 

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Julio 2017.-

Título original en inglés:
TWO WARNINGS AND AN EXAMPLE, by J.N.Darby
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

Versión Inglesa
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