LOS CAMINOS DE DIOS
Gobierno, Gracia, y Gloria
Frederick G. Patterson
De la Revista "The Bible Treasury", Vol. 5, 1865-1865
Todas
las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright
1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.
RVR1977 = Versión Reina-Valera Revisión 1977
(Publicada por Editorial Clie).
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Capítulo 1. — El Alcance General de los Tratos de Dios.
Capítulo 2. — La historia Pasada del Pueblo de Israel
Capítulo 3. — Los Tiempos de los Gentiles y Su Juicio.
Capítulo 4. — La vocación de la Iglesia, y Su Gloria.
Capítulo 5. — La Corrupción de la Cristiandad.
Capítulo 6. — El Juicio de Israel y de las Naciones introductorio del Reino.
Capítulo 7. — La Gloria, o Reino.
Capítulo 8. — Satanás desatado por un poco de tiempo, el Gran Trono
Blanco, y el Estado Eterno.
Capítulo 9. — Conclusión.
Nosotros hemos comunicado ahora la cadena de grandes tratos
dispensacionales de Dios en sus grandes rasgos, tal como la gracia nos ha
habilitado: desde la caída del hombre en el huerto de Edén hasta el estado
eterno.
Leemos en el Salmo 25,
"Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su
camino… El secreto de Jehová es para los que le temen, Y a ellos
hará conocer su pacto." (Salmo 25: 9, 14 – RVR1977).
Y, en Sus tratos con Sus siervos, nosotros encontramos que Él actúa
según los principios de Su propia palabra: pues leemos en Números 12,
"Y aquel varón Moisés era muy manso,
más manso que ningún hombre de cuantos había sobre la faz de la tierra."
(Números 12:3 – VM).
Y en el Salmo 103:7,
"Hizo conocer sus caminos a Moisés, sus hazañas a los hijos de
Israel." (Salmo 103:7 – VM).
Él trata así con aquellos que están moralmente cerca de Él, dándoles la
capacidad para comprenderlo a Él, y las comunicaciones de Su mente. Esto es
solemne. Porque aunque Israel pudo conocerle a Él en Sus hechos manifiestos,
ellos estuvieron lejos de Él moralmente, y por consiguiente, ineptos para oír
las comunicaciones de Sus consejos y de Sus caminos o modos de obrar. Esto es
siempre así: hay una aptitud moral en un Cristiano — una obediencia práctica a Su
pensamiento y voluntad tal como están revelados — un deseo de someterse a Él, y
responder a la manera en que Él se ha revelado a Sí mismo, que Él espera, y
guía y enseña; mientras que con dificultad oyen los oídos de otro, y no aprende
sino poco, e incluso ese poco no tiene su frescura y su poder en su alma.
"El hombre natural [por otra parte] no acepta las cosas del
Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque
se disciernen espiritualmente." (1ª. Corintios 2:14 – LBLA).
"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina
es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta." (Juan 7:17).
— el versículo de arriba expresa un sencillo principio, y aun así,
¡cuánto implica! Dios no revela Su verdad, para que sea una mera suma de
conocimiento aprendido, para la gratificación de la mente. Lo que Él enseña con
tanta condescendencia es aprendido de manera imperfecta, si es que es aprendido
en absoluto, cuando la conciencia no ha sido ejercitada, y las aseveraciones de
Su verdad no han encontrado una respuesta en el alma, como para juzgar las
tinieblas, y poner los pies a andar en Su verdad, y usarla, y vivir en el poder
de ella. Y además de esto, la verdad divina es tan contraria a cada pensamiento
de los hombres, aun del mejor de los hombres, que incluso el alma que goza de
la revelación de ella, es propensa a hundirse en los pensamientos humanos, y en
el uso humano de la verdad.
Nuestras meditaciones nos han llevado, confiamos que sea así, por medio
de la gracia, a alguna comprensión de los grandes rasgos de los tratos
dispensacionales de Dios, de lo cual nada es más importante: sin una compresión
de la verdad dispensacional, el alma es inestable en su testimonio. Si dicha
alma está trabajando para el Señor, ella hace que la necesidad de las almas sea
el objetivo supremo; y las reivindicaciones del Señor sobre las almas son
olvidadas demasiado a menudo. El "frasco de alabastro con perfume"
debería estar unido con "este evangelio", con estas buenas noticias,
es decir, la publicación de las actividades de la gracia de Dios mediante el
Evangelio, satisfaciendo la necesidad de las almas, unida a esas enseñanzas que
conducirían el alma, por medio de la gracia, así satisfecha y en descanso, en
un entendimiento tal de la persona de Cristo mismo, y una apreciación tal de
Él, que el conocimiento de Su pensamiento y voluntad es buscado; y el corazón aprende
a someterse a Sus aseveraciones, y a andar en la senda de la obediencia
inteligente, lo cual Su ojo distinguiría, y Su palabra dirigiría, para que ello
pueda agradar a Dios. (1ª. Tesalonicenses 4:1).
Yo me atrevo a decir que sin un conocimiento de la dispensación, esto es
bastante imposible: es indudable que puede haber, y la hay, piedad entre
muchos; pero el hecho de ser piadoso, aunque ello encuentra cierto respeto,
incluso de parte de los hombres del mundo, cuyo corazón no está cauterizado, no
es "la verdad de Dios." Una cosa es ser piadoso, otra es andar en la
verdad. El alma que ha sido establecida en la verdad dispensacional, y que ha
constatado los caminos o modos de obrar de Dios en las varias dispensaciones (e
incluso cuando el testimonio confiado a los hombres en cada dispensación ha
sido corrompido y destruido), aprende de qué manera responder al modo de obrar
de Dios; de qué manera andar delante de Él de acuerdo con Su pensamiento y
voluntad; aun cuando la dispensación ha caído en ruinas.
Ciertamente uno juzga que la senda señalada en una dispensación sería
inadecuada para otra; y juzga también, con discernimiento espiritual, que una
senda justo al principio de una
dispensación, cambia su carácter necesariamente cuando la dispensación ha caído
en ruinas a causa de la infidelidad de aquellos a los cuales el testimonio es
confiado; aun así, reconociendo al mismo tiempo que los principios divinos no
han cambiado nunca, incluso mientras
el receptáculo (o, vaso) demostraba que no podía contener el tesoro confiado a
él.
El Cristiano, enseñado así, ve aquello que respondía a Dios de una
manera divina, fruto de la enseñanza del Espíritu, en el Judío piadoso bajo la
ley, cuando su nación como una nación terrenal escogida, era reconocida por
Dios, alterando su carácter necesariamente cuando Su nación se corrompió;
mientras los consejos divinos no se alteraban. Y sin embargo, él puede ver aún
más claramente que la senda de un Judío piadoso, en una nación terrenal, bajo
la ley, no puede ser la de un Cristiano en una época donde su llamamiento es a
salir
del mundo y estar sobre él del todo;
y, además, puede ver que la experiencia de un Israelita piadoso en su dispensación
no es esa, en su mejor
estado, tal como es adecuada para un miembro del cuerpo del Cristo resucitado; puede
ver que estar satisfecho con eso es ignorar la posición del Cristiano como tal,
y es regresar al Judaísmo en cuanto
a principio. Andar como aquellos de los cuales se dice, "Bienaventurados
los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová." (Salmo 119:1), está
bien y es algo
bienaventurado en su tiempo, mientras que andar "en luz, como él está en luz"
(1ª. Juan 1:7) es completamente otra
cosa, y mucho más allá de ello; es darse cuenta que la dispensación con un velo
no rasgado ha terminado, que las cosas permitidas en una dispensación tal han
pasado, y que el Cristiano está ahora dentro del velo, en la luz plena de la
presencia de Dios, puesto allí para andar como conviene a una posición
semejante, y para juzgar todo lo que en sus modos de obrar es inconsistente con
el lugar, en la libertad de la gracia. Todo el ámbito de su responsabilidad
emana de su posición y de la relación en la cual él esta situado.
El Cristiano, enseñado así, está habilitado para pasar por el mundo, con
la verdad ciñendo sus lomos, y con la comprensión moral en cuanto a la obra de
todo su alardeado progreso en civilización, religión, política, y todo lo que
los rodea; y aunque su testimonio puede ser, por así decirlo, un testimonio
individual, 'vestido o cubierto de silicio', aun así su fe es confirmada por
los principios mismos que lo rodean, los cuales tienden a una dirección opuesta
— y él siente que, por intermedio de la gracia,
'de ninguna cosa hace caso' (Hechos 20:24); y que el día está llegando
cuando su testimonio, si está de acuerdo con el pensamiento del Señor, será
reconocido, y que él vera entonces al máximo, el uso que el Señor ha tenido
para él como un testigo, cuando para la apariencia exterior él estuvo
"encerrado" como Jeremías — y cuando él se sentó "solo", la
palabra de Jehová fue para él el gozo y el regocijo de su corazón.
Permítanme formular una pregunta al alma cristiana. ¿Son las
reivindicaciones del Señor Jesús sobre usted de una importancia profunda y
primordial a sus ojos? Al proponer una pregunta semejante, yo lo hago a los que
profesan amar y reconocer a Cristo como su Señor; y cuyas conciencias han sido
establecidas en descanso para siempre; e introducidas por fe en la diáfana
presencia plena de Dios, en Cristo — a los que ven cada interrogante que podría
obstaculizar su paz perfecta, respondido por la sangre expiatoria — pasado,
presente, futuro — todos seguro. ¿Son todas las reivindicaciones de Cristo de
suficiente entidad como para que usted procure conocer Su pensamiento y
voluntad, incluso si ello tuviese que quebrantar las asociaciones más preciadas
de su corazón? Y, conociendo Su pensamiento y voluntad, ¿está usted buscando
gracia para andar en ellos? Yo siento que esta pregunta es profundamente
solemne en el día actual, un día de la profesión más pomposa, sin conciencia ni
vida hacia Dios.
La religión está empleando sus formas más bellas y seductoras;
procurando la ayuda de la ciencia, y la poesía, y el arte, para engalanarse;
sosteniendo en su mano una copa de prostitución, lo cual aturde los sentidos, adormece
la conciencia. E incluso donde ella no se adereza con el adorno exterior, ella
practica toda clase de engaños. Aquellos cuyos sentidos no serían atrapados por
el adorno exterior, son atrapados por los falaces argumentos del oportunismo, y
una ronda de actividad evangélica — obras perfectas pueden ser delante de los
hombres, pero no perfectas delante de Dios (Apocalipsis 3:2). La religión se
adecua cada vez más al hombre natural, no regenerado, y bajo el nombre de
Cristo, ella aleja su ojo de Cristo, y se jacta de que es rica, y de que se ha enriquecido,
y de que de ninguna cosa tiene necesidad (Apocalipsis 3:17). "la forma de
la piedad, mas negando el poder de ella" es ciertamente la condición de
cosas alrededor nuestro (2ª. Timoteo 3:5 – VM). El señorío de Cristo es
ignorado. La presencia del Espíritu Santo es negada en palabras o, lo que es
peor, se profesa que se la reconoce en palabras, y es negada completamente en
la práctica. Esto es verdaderamente solemne. La verdad vital central misma del
Cristianismo, y de la Iglesia de Dios — aquello que delimita, en una línea
clara, esta época de todas las otras dispensaciones que pasaron antes o que
siguen, es negado; y el todo es fusionado en un montón de confusión, de la cual
las almas no pueden hallar indicación alguna; y "siempre están
aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad." (2ª.
Timoteo 3:7).
"El fundamento de Dios está firme", con independencia de cuál
ha sido la infidelidad del hombre. Los principios de Dios no cambian. Y la
responsabilidad de Su pueblo tampoco cambia. Aunque la bendición de ellos es
saber que "Conoce el Señor a los que son suyos", aun así, la
responsabilidad de ellos es,
"Apártese
de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo", iniquidad
relacionada con la casa grande y sus corrupciones. (2ª. Timoteo 2:19, etc.).
El Cristiano debe purificarse de los vasos (personas) para deshonra
(véase 2ª. Timoteo 2:20), para que él pueda ser un "vaso para honra,
santificado, útil al dueño, y preparado para toda obra buena. (2ª. Timoteo 2:21
– VM). Él no debe, como hemos mencionado antes, estar satisfecho con la
corrupción — ni necesita él tratar de reparar el daño que ha sido hecho; eso no
será reparado jamás hasta que la masa de personas profesante se encuentre con su
final en el juicio. La senda del Cristiano es una senda clara. "Apártese
de iniquidad." Purificarse (separarse)
de los vasos (personas) para deshonra. Y viene ahora su andar personal de
santidad. Él ha de huir " de
las pasiones juveniles"; y luego su andar, en la compañía de otros, es seguir
"tras la justicia, la fe, el amor, la paz, con los que invocan al
Señor con corazón puro." (2ª. Timoteo 2:22 – VM). Este es el principio—un
principio claro—separación del mal, y
separarse para Dios, en medio de
dicho mal.
Que Él, Aquel único que puede hacerlo, dé sujeción a Su palabra a
aquellos cuyos ojos se posan sobre estas páginas, y una separación en aumento y
una sujeción que se profundice, mientras continúan su senda, a aquellos que,
por gracia, ¡han aprendido, en su medida, a andar en ella!
"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me
ama"; y " El que me
ama, mi palabra guardará." (Juan 14).
Esto es característico del Cristianismo. Es la obediencia inteligente
rendida a una Persona, no a una ley.
Hubo un tiempo cuando los fieles e
impolutos en el camino eran bendecidos, los que andaban en la ley de Jehová.
(Salmo 119: 1). En aquel entonces Dios no se había revelado. Él estaba oculto
detrás del velo y las barreras dispensacionales de la era (del siglo). Él
estaba oculto y había enviado Sus demandas a los hombres en la ley; y aunque la
ley había dicho, "Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu
alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5), no obstante, ello no
revelaba a una Persona para atraer el
corazón. Ese tiempo ha pasado. Cristo vino; y "por medio de él" nosotros
somos ahora "creyentes en Dios" (1ª. Pedro 1:21 – VM), y a Él le
debemos el amor de nuestros corazones y la obediencia de nuestras vida — Uno
cuyo amor nos constriñe a vivir de aquí en adelante, no para nosotros mismos,
"sino para aquel que murió y resucitó por" nosotros. (2ª. Corintios
5:15). Por lo tanto, nosotros somos llamados a vivir por una Persona y a amar
a una Persona; Uno que nos ha santificado para
la obediencia tal como aquella que caracterizó la Suya (1ª. Pedro 1:2),
entregándose a Sí mismo, la vida, todo, por los que Le aborrecían. La ley
proponía que un hombre debía amar a su prójimo como a sí mismo. ¡La obediencia
de Cristo fue la entrega total de Sí mismo
por Sus enemigos!
El Señor Jesús llamó en Su día a los Judíos (Lucas 12: 54, 57) a
discernir 'las señales de los tiempos'. Incluso mediante la fuerza de la
conciencia natural, y a juzgar lo que era justo. Su palabra debería encontrar
ahora un eco en muchos corazones cristianos, que han cabeceado hasta dormir
entre los muertos (Efesios 5:14). Todo lo que hay a nuestro alrededor en el día
actual, la religión, el estado de los hombres, las naciones, los poderes, los
reinos, cada uno de ellos están tomando, gradual y perceptiblemente, sus
lugares para las escenas finales de juicio. El Cristiano, instruido de antemano
acerca de estas cosas, puede mirarlas calmada y tranquilamente, esperando la
venida de su Señor. Él sabe que su llamamiento es uno celestial donde los
juicios no pueden alcanzar. La venida del Señor, el Hijo de Dios, por Su
pueblo, es el único límite, o único horizonte, de sus esperanzas. Sus acciones,
y su servicio, y planes, y estadía aquí, están organizados en la perspectiva de
ese acontecimiento; y si él es llamado a servir a su Señor y Amo aquí, él hace
eso consciente de que él sirve en los últimos días. ¡Que un sentido cada vez
más intenso de esto pueda llenar las almas de Su pueblo; y que esta pueda, es
decir, su esperanza apropiada, ser formada en sus corazones antes que el día
amanezca, y sirva para guiar sus caminos y modos de obrar!
Yo creo que ha sido dicho por alguno, que las Escrituras del Antiguo
Testamento finalizan con la esperanza de la venida del Sol de Justicia
(Malaquías 4:2), y que las del Nuevo con la de la 'Estrella de la mañana'
(Apocalipsis 22:16). Esto es dulcemente hermoso. El remanente piadoso de Israel
que temía a Jehová y hablaban cada uno a su compañero, etc. (Malaquías 3),
tenía esa preciosa consolación delante de ellos — con la de la venida del Sol
de Justicia con salvación en sus alas (Malaquías 4). Y nosotros encontramos
este remanente piadoso de Israel en Lucas 2, los Simeones y las Anas, y todos
los que esperaban "la consolación de Israel (Lucas 2: 25-38),
regocijándose en la venida del "Sol de Justicia", "la
consolación de Israel." Pero, lamentablemente, Sus rayos cayeron con
frialdad sobre los corazones de Su nación; ellos no tuvieron corazón alguno
para Él. Los hombres eran moralmente ineptos para tener a Dios entre ellos; y
entonces Él fue obligado a ocultar Sus rayos de bendición en la oscurecida
escena que rodeó la cruz, y a reservar el día de bendición hasta otro tiempo
oportuno. Mientras tanto, nuestro
llamamiento fue revelado, y nuestra
esperanza fue presentada a nosotros; no como el "Sol de Justicia",
sino como "la estrella resplandeciente de la mañana."
Cuanto más nosotros contemplamos la idoneidad de este símbolo de nuestra
esperanza, más aparece su origen divino, es aquel que vela durante la larga
noche el que ve la estrella de la mañana por pocos momentos, mientras la
oscuridad se va esfumando de la faz de la tierra, y antes que los haces
luminosos del sol aviven la tierra con sus rayos. Y es así con la esperanza del
Cristiano; él vela durante la oscuridad moral del mundo, hasta el amanecer; y
justo cuando la oscuridad es la más intensa, y está a punto de esfumarse
delante de los rayos de la venida del "Sol de Justicia", esta
esperanza es recompensada al ver la "Estrella de la mañana" (Apocalipsis
22:16), en Sus primeros resplandores, viniendo a tomar a Su pueblo a Sí mismo,
para que ellos puedan resplandecer como el sol con Él en el reino del Padre de
ellos (Mateo 13:43), cuando Él mismo se revele al mundo milenial como el Sol de
Justicia.
Que Aquel que es el único que puede dar bendición, tenga a bien bendecir
abundantemente la consideración de estas cosas, ¡y de a esa esperanza su propio
poder santificador en nuestras almas!
"Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas
en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana… El que da testimonio de estas cosas dice:
Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús… Amén. (Apocalipsis 22:
16-21).
F. G. Patterson
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Octubre 2017.-