Caín, Su
Mundo, y su Adoración
Génesis 4
J. N. Darby
Escritos Compilados, Evangélicos, Vol. 12
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito
Es una terrible historia de la
desesperanza del hombre la historia que Dios nos ha presentado en Su palabra (yo
digo historia porque tenemos una exhibición de sus pecados desde el principio);
pero por otra parte, la bienaventurada gracia de Dios es mostrada en ella
porque habla de Cristo.
No se trata simplemente de que el
corazón del hombre es malo — eso es cierto, sino que se ha demostrado que dicho
corazón es malo en presencia de todo lo que debiera haber refrenado su mal.
Dios nos ha presentado la historia de los modos de obrar del hombre, y de Sus
tratos con el hombre (no meramente declaró ciertos dogmas); y de cualquier
manera que Él haya tratado con el hombre, encontramos el mal del corazón del
hombre desencadenándose y siguiendo su rumbo, a pesar de todo.
El hombre, habiendo pecado contra
Dios, es expulsado del paraíso; Génesis 3. Lo siguiente que leemos es la
escandalosa maldad del hombre contra su hermano — Caín, el primogénito de Adán,
asesinando a Abel, Génesis 4. Luego viene el diluvio barriendo a toda una generación
de malhechores; Génesis 7. Misericordia es mostrada a Noé (él y su casa son
salvados durante el juicio), inmediatamente después le encontramos ebrio en su
tienda, y a Cam, su hijo, burlándose y deshonrándole; Génesis 9.
Dios habla a Israel en Sinaí, voceando
con Su voz atronadora Sus justas demandas sobre el hombre; sin embargo, a pesar
de que la presencia de Dios es terrible (e incluso "Moisés dijo: Estoy
espantado y temblando" (Hebreos 12: 21), antes que Moisés bajase del
monte, el pueblo hizo el becerro de oro, y quebrantó el primer eslabón que los
une al servicio de Jehová; Éxodo 32. En el ministerio del Señor Jesucristo
vemos a Dios visitando a los Judíos, y tratando con pecadores en gracia en la
Persona de Su Hijo — a Él lo matan y lo cuelgan en un madero; Hechos 5: 30. La
historia de Israel (la del hombre bajo las circunstancias más favorables) es
una escena de violencia y maldad hasta el final; de modo que Esteban (al
testificarles después de rechazar ellos a Cristo y del descenso del Espíritu
Santo en testimonio de la gloria de Cristo), dice que ellos sólo estaban
haciendo lo que sus padres siempre habían hecho. Leemos, "¡Duros de
cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al
Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros". (Hechos 7:
51).
A pesar de todos los tratos de
Dios con el hombre — la voz de Dios y los juicios de Dios — el hombre es tan
irremediablemente malo que cuanto más cerca es llevado a Dios, más saber le es
otorgado por Dios — sólo que más se manifiesta, y se manifiesta en caracteres
más siniestros, el pecado y la iniquidad irremediable de su corazón, trabajando
a pesar de todo lo que se ve, incluso a pesar de los juicios de Dios.
En el pecado en el huerto tenemos
el carácter del mal del hombre contra Dios; el pecado de Caín es el pecado
contra un prójimo. {Ver nota 1}. Por supuesto que ambos son pecados contra Dios
(todo pecado es contra Dios); pero mientras que en el pecado de Adán y Eva
vemos codicia y desobediencia, en el de Caín hay algo más — es un pecado
manifestado contra un prójimo.
{Nota
1. Leemos, "¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo,
dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo".
(Lucas 10: 26, 28)}
El hombre (en cuanto a su
verdadero estado) es un pecador echado del paraíso, ya está afuera de la
presencia de Dios, y debiera tener conciencia de estar afuera, y de que la
única forma de regresar a Dios es a través de Su Hijo. Nosotros no estamos en
el paraíso. Hemos salido de él de una u otra manera; y estamos en un mundo que
está bajo juicio, y donde la muerte nos está mirando a la cara. Adán acababa de
ser expulsado del paraíso, y Caín debió haber tenido (a través de Adán) el
recuerdo de que hubo un tiempo cuando el hombre no estaba afuera del paraíso,
cuando él oía la voz de Dios en el huerto sin temor, cuando no tenía una mala
conciencia, y cuando no tenía que trabajar. Santos o pecadores (a nuestros
propios ojos), hemos sido expulsados de Edén, y estamos en el desierto
completamente excluidos de la presencia de Dios. Nosotros debiésemos ser
conscientes de que estamos afuera y de la miseria de nuestra condición; pero,
¡cuán lamentable! hemos perdido todo recuerdo del lugar en que una vez
estuvimos, y nos hemos familiarizado con la ruina y la desolación consecuentes
al pecado. Sin embargo, es verdad y no podemos negarlo, que hemos salido del
paraíso y estamos en un mundo constantemente bajo juicio. Podemos intentar
sacar el mejor provecho del mundo, pero todos nosotros debemos sentir que algo
ha entrado, algo que ha traído muerte y juicio. La felicidad no puede ser
asociada con el pecado, así como el pecado no puede ser asociado con Dios. En
cuanto al hombre, aunque busque 'mantenerse a flote' con sus pecados, y
engañarse a sí mismo con la mentira de Satanás, tarde o temprano debe hundirse bajo
el poder del pecado y de la muerte que ha entrado. Él sólo está gastando sus energías
para hacer que el mundo sea placentero sin Dios, y él mismo estar cómodo y hacerse
rico en él, para desaparecer de él.
El hombre no puede quedarse con
el mundo. Puede edificar una ciudad para sí mismo, tal como Caín hizo (Génesis
4: 17), y darle su propio nombre (Caín la llamó Enoc, como el nombre de su
hijo); pero con él será como lo dice David, "Su íntimo pensamiento es que
sus casas serán eternas, y sus moradas por todas las generaciones; y a sus
tierras han dado sus nombres. Mas el hombre, en su vanagloria, no permanecerá;
es como las bestias que perecen". (Salmo 49: 11, 12 – LBLA). Y, "Este
camino de ellos es la locura de ellos, no obstante, los que vienen después de
ellos se complacen en sus dichos. Selah. Como ovejas son conducidos al Seol, la
muerte se alimenta de ellos". (Salmo 49: 13, 14 – JND).
A Caín no le gustaba el sentido
de la ira de Dios que estaba sobre él. {Ver nota 2}. Habiendo salido de la
presencia de Jehová (Génesis 4: 16), él había llegado a ser tan grande en la
tierra que pudo edificar una ciudad. Al hombre nunca le gusta estar en la
verdad de su condición. A Caín no le agrada ser un "errante y
extranjero" (N. del T.: una
mejor traducción es, "un fugitivo y
errante" - VM), y trata de edificar una ciudad, y
la
edifica, en el esfuerzo para hacer que el mundo sea lo más agradable posible
sin Dios. Se podría decir, «¿Qué problema hubo en el hecho de edificar una
ciudad?» En primer lugar, nunca habría habido la necesidad de esto en el
paraíso. Además, ello fue una demostración de insensibilidad en cuanto a este
pecado contra Dios, mostró una tranquila satisfacción bajo el efecto de ese
castigo que al principio él sintió que era mayor de lo que podía soportar; se
trató de la expresión última del total desarraigo de Dios del corazón y del
afecto. Expulsado de la presencia de Dios, él mismo se propone establecerse.
Busca un hogar, no con Dios en el cielo, desde donde Dios lo había declarado
"maldito". Él mismo se hace amo de una ciudad, allí donde Dios le
había hecho ser un "errante".
{Nota
2. "Y Jehová dijo
a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso
guarda de mi hermano? Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu
hermano clama a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra
[no meramente "maldita sea la tierra por tu causa, etc.", con
respecto a Adán, en Génesis 3: 17 – VM], que abrió su boca para recibir de tu
mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su
fuerza; errante y extranjero serás en la tierra. Y dijo Caín a Jehová: Grande
es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu
presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra", etc.
(Génesis 4: 9 al 14).
Y presten aún más atención a la
facultad que tiene el hombre para hacerse feliz a sí mismo en su alejamiento de
Dios. Encontramos entre la familia de Caín no solamente al "padre de los
que habitan en tiendas y crían ganados" (Génesis 4: 20), sino al "padre
de todos los que tocan arpa y flauta" (versículo 21), y al "artífice
de toda obra de bronce y de hierro" (versículo 22). Ahora bien, no hay
nada malo en trabajar el bronce y el hierro; tampoco hay nada malo en los
dulces sonidos (en Apocalipsis capítulo 18 leemos acerca de arpistas en el
cielo); pero lo que Caín hizo fue esto — a saber, estuvo haciendo que el mundo
fuese placentero sin Dios.
Estos son los esfuerzos del
hombre que se ha establecido a sí mismo en un mundo donde el juicio lo ha
colocado, y que está tratando de hacerse tan feliz y hacer que el mundo sea lo
más placentero posible sin Dios, hasta que la muerte y el juicio lo alcancen.
Si a un hombre que hubiera cometido un crimen perverso contra su padre, yo lo
viera al día siguiente y estuviera él tocando instrumentos musicales, ¿debería
yo decir que no hubo nada malo en ello? Ese era el mundo de Caín. ¿Y acaso no
es como el mundo de ustedes? {Ver nota 3}. ¿Existe alguna diferencia entre el
alma de ustedes y el mundo de Caín? ¿Es un mundo mejor debido a que el Hijo de
Dios ha sido crucificado en él? Ese acto por parte del hombre, ¿lo ha hecho más
aceptable para Dios? (porque ello ha sucedido desde los días de Caín). ¿Cuál es
la diferencia? Ellos tenían 'arpas y flautas', y ustedes también. Ellos tenían
sus 'artífices de toda obra de bronce y de hierro', y ustedes también. ¿Estaba
el mundo de Caín de aquel entonces lejos de Dios? Y aún es el mundo de Caín. El
fruto corresponde al árbol que lo produce. El hombre está llevando el mundo por
sí mismo, esforzándose por mantener a Dios fuera de la vista, y por prescindir
de Él cuánto más sea posible, no sea cosa que Él llegue a su conciencia y le
haga miserable.
{Nota
3. El creyente no es "del mundo" (Juan 15: 19; Juan 17: 14; Juan 17:
16); su hogar y su ciudadanía están en el cielo, su andar aquí abajo en la
tierra debe ser en la clara conciencia y en la distintiva confesión de que él
busca "una patria". (Hebreos 11: 14). Esto es de suma importancia, a
saber, cualquier cosa de la tierra es de aquello que rechazó a Cristo}.
¿Pueden ustedes encontrar alguna
diferencia entre el mundo de Caín sin Dios y el mundo de ustedes sin Dios? Pueden
plantear la objeción de que ustedes no están sin Dios, que son llamados por el
nombre de Cristo — que son Cristianos, y que también tienen una religión. Caín
tenía una religión. Era un hombre religioso, tan religioso como Abel. Pero Caín
no amaba a Dios; no tenía fe. Él era un hombre religioso, pero no un hombre
piadoso.
Es una extraña introducción a
este cuadro mostrar a Caín como un adorador, y además un adorador del Dios
verdadero. Leemos, "Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la
tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra
una ofrenda a Jehová". (Génesis 4: 2, 3).
No se hace mención alguna a
dioses falsos antes del diluvio. Caín era un adorador del único Dios vivo y
verdadero. Poco después del diluvio hubo idólatras; y entonces Dios llamó a un
pueblo separado como testigos de Su carácter para hacer bueno Su nombre y Su
gracia. Pero no se hace mención alguna de dioses falsos antes de Josué 24: 2,
donde leemos, "Vuestros padres… servían (adoraban) a dioses
extraños": es decir, un crimen nuevo, un nuevo lazo del enemigo que exigió
nuevas medidas por parte de Dios. Satanás había venido y se había deslizado
entre el hombre y Dios, y él era el que realmente era adorado, aunque bajo el
nombre de dioses; y el llamado de Abram fue el llamado y el testimonio del
"Dios Altísimo". (Génesis 12: 1 al 9).
Los artífices "de toda obra
de bronce y de hierro" de ustedes son adoradores del Dios verdadero. También
Caín lo era. Y él también se esmeró. Ofreció aquello por lo cual había estado
trabajando, 'con el sudor de su frente'. Él era un "labrador de la
tierra" y "trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová". No
trajo lo que no le costaba nada (2º. Samuel 24: 24), no, su adoración costó más
trabajo que la de Abel. Él vino con lo de la naturaleza, ofreciendo el fruto de
su esfuerzo y de su trabajo; y ustedes han hecho lo mismo. Este es siempre el
carácter de la adoración falsa. La religiosidad no saca al hombre del carácter
de Caín, sino que más bien lo introduce en él. De modo que ustedes no han dado
un solo paso fuera del carácter que Dios ha señalado como siendo el de Caín.
Observen, yo no los acuso de ser
hipócritas, porque no digo que Caín no fue sincero. En realidad, no hay ninguna
duda acerca de su sinceridad; pero por otra parte, su sinceridad sólo evidenció
la ciega dureza de su corazón. La sinceridad humana no significa nada; a menudo
es la demostración más grande de la desesperada oscuridad en que se encuentra
el hombre. Fueron sinceros aquellos acerca de los cuales Cristo dijo, "cualquiera
que os mate, pensará que rinde servicio a Dios". (Juan 16: 2). Saulo de
Tarso fue totalmente sincero cuando pensó que era su deber "hacer muchas
cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret". (Hechos 26). Además, él
consultó con los principales sacerdotes y ancianos, las autoridades religiosas
de la época. Él era celoso de su religión, y totalmente sincero como hombre,
pero completamente ciego con respecto a Dios y a las cosas de Cristo, pensando
rendir a Dios un servicio combatiendo contra Sus santos y matándolos. Caín, en
su sinceridad, trajo a Jehová aquello que le costó algo, aquello que fue el
fruto de su trabajo. Él vino a Dios como un adorador, y al hacerlo, ofreció a
Dios lo que había traído honestamente como hombre, pero que demostró que él
ignoraba su estado como pecador.
Entonces, ¿qué puede esperar el
hombre?
Ustedes dirán, «Él no tiene que esperar nada. ¿Acaso no salió del paraíso a
causa del pecado? ¿Qué posible motivo puede él tener para esperar entrar al
cielo?»
¿Qué motivo tuvo Caín para
esperar que Dios lo aceptara a él o a su ofrenda? Dios había expulsado al
hombre del paraíso a causa del pecado: entonces, ¿qué motivo tuvo él para
esperar, mediante las labores de sus manos, volver a la presencia de Dios?
Ustedes pueden decir, «No fueron las obras de sus manos, sino los frutos de la
creación de Dios.» Pero, ¿que pensarían ustedes acerca del hombre que esperase entrar
al cielo ofreciendo su trigo y su mosto a Dios, suponiendo, como Simón el Mago
(Hechos 8), que el don de Dios pudiese ser comprado? Vaya, ello mostraría que
su conciencia era tan dura como piedra de molino, completamente insensible a la
condición en que él estaba, así como con respecto al carácter de Dios. La
adoración misma de Caín demostró la irremediable insensibilidad total de su
corazón al juicio de Dios contra el pecado, y a esas grandes cosas que habían
acabado de suceder, cuyos efectos y consecuencias él estaba experimentando
ahora.
¿Cómo llegó el hombre a trabajar
allí
con el sudor de su frente? Su propio trabajo contaba la historia de la
maldición. Ellos habían sido expulsados de Edén por el pecado. Pero vemos en
Caín una total falta de atención al juicio de Dios. Él había olvidado la
naturaleza y la existencia mismas de aquel Dios que había puesto al hombre
perfectamente feliz en el huerto al principio, para que lo cuidara y lo
cultivara y para disfrutar sus frutos (frutos brindados a su mano sin esfuerzo
ni trabajo); y supuso que mediante esfuerzo y trabajo (la consecuencia judicial
del pecado) él podía producir algo que Dios aceptaría. Hubo una temeraria falta
de atención absoluta al juicio de Dios.
La adoración de Caín fue lo peor
que hizo. De hecho, ello fue la negación de que había pecado; tanta ceguera a
lo que él había sido, tanta dureza de conciencia al suponer que podía entrar en
la presencia de Dios en sus pecados ¡como si nada hubiese pasado en absoluto! Esa
miserable suposición de que debido a que él era un "labrador de la
tierra", ¡labrar la tierra estaba bien! Pero, ¿cómo podía ello estar bien?
Porque Dios había maldecido la tierra. Él, un corrompido pecador expulsado del
paraíso, trae "del fruto de la tierra" que Jehová había maldecido,
"una ofrenda a Jehová"; es decir, trae a la presencia de Dios la
¡señal y el sello del pecado que lo había alejado de Dios!
¿Y cómo es que un hombre va
domingo tras domingo, como él dice, a «adorar a Dios»? ¿Qué es todo este
trabajo? ¿Hacer «la paz con Dios»? Dios es el "Dios de paz"; Él
'predica la paz' — una paz hecha mediante 'la sangre de la cruz' (Colosenses 1:
20), sin embargo, el hombre sigue buscando llevar algo a la presencia de Dios
como un 'deber', 'hacer la paz' sin preguntar ni una sola vez acerca de la manera
de Dios de hacer la paz.
Caín era un adorador de Dios,
pero no había fe en Caín. No había fe para reconocer su propia ruina y su
propio pecado, ninguna fe para captar el juicio de Dios contra el pecado: no podía
estar en la presencia de Dios tal como él era, ningún derecho para ser un
adorador de Dios. Él no tenía ni un ápice de fe para reconocer su propia
condición de expulsado del paraíso, su pecado y su alejamiento de Dios, o, que
la sangre — la muerte — era necesaria, para poder él acercarse a Dios. Esa es
exactamente la adoración del mundo; y, ¿son ustedes mejores para ello? ¿Están
ustedes algo más cerca de Dios? Díganme, queridos amigos, ¿y si Dios no recibe la
adoración de ustedes? Supongan que, después de todo el bien que hacen y su
trabajo para Dios, Dios lo rechaza, porque eso es aquello con lo que el trabajo
de Caín se encontró — leemos que Jehová "no miró con agrado a Caín y a la
ofrenda suya". (Génesis 4: 5). ¿Se contentarían ustedes?
¿Cómo fue con Caín? "Caín se
enojó mucho y su semblante se demudó". (Génesis 4: 5 – LBLA). Y siempre es
así. En el momento que Dios coloca al hombre en el verdadero terreno de su
condición delante de Él, la enemistad del corazón natural se desencadena contra
Dios. Caín "se enojó mucho", excediéndose en el enfado; ¿y por qué?
Porque su corazón se oponía a la gracia. Él no había admitido el primer
principio del pecado en la presencia de Dios.
Y ustedes, cuando la gracia soberana
del evangelio les llega, ustedes se enojan "mucho". «¡Cómo! Un hombre
hace su mejor esfuerzo», exclaman ustedes, «¡y no es aceptado!» Lo mismo pensó
Caín. Y así piensa todo hombre de manera natural; es decir, él piensa que Dios
debe aceptarlo de la misma manera que él acepta a Dios, haciendo que Dios
descienda a su propia medida de santidad. Y luego la ira del hombre se
desencadena y rechaza la justicia que Dios le ofrece; él no recibirá a Su Hijo.
No hay ningún principio en Caín
que no esté en ustedes. No hay ningún mal en el bronce y en el hierro, no hay nada
de malo en los dulces sonidos; el mal y el pecado consisten en esto, a saber,
en que los hombres están usando esas cosas para ocultar a Dios de ellos. Si
ustedes son adoradores del Dios verdadero, también lo fue Caín. Nosotros
podemos poner un nombre terrible en lo que vemos en Caín, y sin embargo podemos
aprobar lo mismo en nosotros; la luz nos dice que en Caín fue pecado lo que el
espíritu de amor propio nos dice que no es pecado en nuestro propio caso. ¿Qué
diferencia hay entre ustedes y Caín? Tomen la Biblia y vean si pueden reconocer
alguna diferencia. La única diferencia real es esta, a saber, que ustedes
tienen un conocimiento adicional y más desarrollado de 'la Simiente de la
Mujer' (Cristo), y por tanto, de ustedes dos, ustedes son los más culpables.
Habiendo pecado contra Dios,
habiendo abusado de Su bondad, y rechazado a Su Hijo, el hombre se dedica a
complacerse a sí mismo, como si nada hubiera pasado. Es terrible para un ojo
espiritual ver insensibilidad después que un pecado ha sido cometido, ello es
un matiz del pecado mucho más profundo que incluso la comisión del crimen. El
regreso de un alma a Dios está justamente en ser despertado a un sentido de lo
horrible de este estado.
Hay aún otro rasgo en el carácter
de Caín — a saber, una abierta hostilidad hacia aquellos que conocen el
principio de la gracia de Dios, hacia aquellos que Dios acepta. Vean lo que
sigue a continuación; leemos, "dijo Caín a su hermano Abel: Salgamos al
campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su
hermano Abel, y lo mató". (Génesis 4: 8). Abel, como pobre hombre
indefenso, debería haber demandado compasión por parte de Caín, pero Caín
aborrece a aquel en quien Dios se deleita.
Y así es ahora. ¿Por qué ustedes
se enojan tanto ante una falta en un Cristiano que fácilmente excusan en un
hombre del mundo, si no es aborrecimiento al nombre que él lleva? Si ello
debiera producir mejores frutos en él, ¿por qué no lo asumen ustedes mismos? Si
esperan más de él que del mundo, ¿por qué no seguir lo que ustedes profesan
creer que producirá el mejor fruto?
Pero ustedes no solamente han
aborrecido el nombre de Cristo, ustedes han sido culpables de aborrecer aquello
que Dios ha establecido en Cristo. Y aquí está el mismo principio que crucificó
a Cristo, la irremediable temeridad del pecado.
Ustedes no pueden negar que el
mundo crucificó a Cristo; el Hijo de Dios no está en el mundo ahora. Él estuvo
en el mundo. Él se hizo hombre entre los hombres ("Y el Verbo se hizo
carne, y habitó entre nosotros", Juan 1: 14 – LBLA) — como nuestro prójimo.
El hombre vio y Le aborreció, y concretó su mal al matarle. Por consiguiente,
yo les pregunto, ¿acaso Dios no tiene para ustedes la misma pregunta que tuvo
para Caín, a saber, "¿Dónde está… tu hermano?"? (Génesis 4: 9).
Cristo ha llegado a ser el "hermano" del hombre (no se trata aquí del
asunto del propósito y del consejo de Dios); y no está preguntando Dios al
mundo, ¿Dónde está Cristo? Caín respondió, "No sé. ¿Soy yo acaso guarda de
mi hermano?
He aquí un carácter de pecado
mucho peor que el del pecado de Adán. Es la soberbia y la temeridad del pecado.
"¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?" No sólo hubo allí pecado contra
Dios, pecado que exilió al hombre de Edén y lo separó de la presencia de Dios
en paz, sino que también hubo el pecado que condujo al aborrecimiento y
destrucción de un hermano (bienaventurado y perfecto en Sus sendas) a quien el
hombre ha visto. El rechazo de ustedes a esto muestra la temeridad de sus
corazones y es una demostración de ella. "Si yo no hubiera venido, ni les
hubiera hablado", dijo Jesús, "no tendrían pecado; pero ahora no
tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a mí, también a mi Padre
aborrece. Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no
tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre. Pero
esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Sin causa me
aborrecieron". (Juan 15: 22 al 25).
La venida del Hijo del Hombre al
mundo mostró el real estado en que el mundo se encuentra. ¿Por qué Cristo fue
rechazado por el hombre sino porque el hombre aborrecía a Dios? Ese fue el
único motivo por el cual a Cristo se le dio muerte en este mundo. Ellos
aborrecieron a Dios, y por tanto aborrecieron a Él. Ellos aborrecieron la luz —
leemos, "todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz,
para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a
la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios". (Juan
3: 20, 21). Ellos "amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras
eran malas" (Juan 3: 19); y este es el pecado de ellos, a saber, que
apagaron la luz del mundo. Como Caín, ellos eran "del maligno", y
dieron muerte al hermano de ellos; 1ª. Juan 3: 12. {Ver nota 4}. Como él
también en cuanto al motivo — leemos, "¿Y por qué causa le mató? Porque
sus obras eran malas, y las de su hermano justas".
{Nota
4. Ver Juan 8: 40 al 47}.
"¿Quién de vosotros me
prueba que tengo pecado?" (Juan 8: 46 – LBLA). Incluso Pilato dijo, "Yo
no hallo en él ningún delito" (Juan 18: 38; Juan 19: 4, 6). El mundo {ver
nota 5} pecó contra Dios al crucificar y matar a Jesús. Ellos aborrecían a Dios
y por tanto expulsaron al Hijo de Dios del mundo, cuando fue enviado a él en
amor.
{Nota
5. Aquí no solamente se trata de los Judíos; el mundo lo hizo, el hombre lo
hizo. Él fue el "Despreciado y desechado de los hombres". (Isaías 53: 3 –
VM).
Pero hay otra cosa. No se trata
simplemente de que el hombre haya dado muerte al Señor Jesucristo; el mundo
tiene que responder ahora por su resistencia al Espíritu Santo. Leemos, "Vosotros
resistís siempre al Espíritu Santo", etc. (Hechos 7: 51). El testimonio
del Espíritu Santo, presente en el mundo como testigo de la gloria de Cristo, convence
al mundo de pecado; Juan 16, 7 al 15. Él ha sido enviado porque a Cristo se le
quitó la vida. El necesario testimonio de Su presencia misma en el mundo es
este; a saber, Él no estaría aquí en la tierra si a Cristo no se le hubiese
dado muerte. Él vino en condenación de todo el mundo ante Dios. «Yo estoy aquí»,
Él dice, por así decirlo, «porque mataste a tu Abel.» No es un asunto acerca de
pecados particulares; tú has dado muerte al Hijo de Dios, eres un pecador
porque no has creído en Él.
Pues bien, queridos amigos, ¿son
ustedes los compañeros cotidianos de aquellos que han rechazado a Cristo, de
los que mataron a Cristo? ¿Son ustedes de ese mundo, y se encuentran ustedes en
ese mundo en sus placeres y beneficios, su religión y sus codicias, el cual ha
hecho esto, y que aún está contra Dios y contra Su Cristo, tratando en vano de
agradarse ustedes mismos sin Dios? ¿O se han posicionado ustedes con los que
son "de Dios", que tienen a Dios con ellos y a Dios a favor de ellos,
aunque todo el mundo que yace bajo el poder del maligno esté en contra de ellos?
Los esfuerzos que están siendo hechos meramente para mejorar el mundo no son
más que la señal de la insensibilidad de Caín. El Espíritu de Dios vino al
mundo a despertarnos para que seamos conscientes de lo que ha sucedido en el
mundo, y de la verdad de nuestra condición como hombres.
¿Cómo llego el desdichado Abel a
ser un adorador aceptado? Leemos, "Y Abel también trajo de los primogénitos
de sus ovejas y de la grosura de ellos. Y Jehová miró a Abel y a su ofrenda; y
a Caín", etc.
(Génesis 4: 4 – JND). Él fue aceptado en virtud de la sangre. Hubo este
testimonio en su ofrenda, a saber, «Yo no puedo ir a Dios tal como soy; yo
estoy expulsado del paraíso, el pecado se ha interpuesto entre Dios y yo, y la
muerte, "la paga del pecado" debe interponerse entre Dios y yo, o yo
no puedo ir a Dios — no puedo ir tal como soy.» Él asumió el lugar de un
pecador, y puso en fe entre él y Dios la sangre de una víctima que había sido
inmolada. A menos que al ir a Dios él hubiese reconocido su necesidad de que no
podía entrar en la presencia de Dios en absoluto sino mediante sangre, él no
habría sido aceptado así como Caín tampoco lo fue. Pero él sabía y reconoció
que no podía llegar a Dios sin sangre: él era de la fe, y la fe siempre ve que
"sin derramamiento de sangre no se hace remisión". (Hebreos 9: 22).
Él coloca la muerte — muerte infligida (inmolando la víctima) — entre él y
Dios, y entonces él entra en la presencia de Dios como un adorador aceptado.
"Por la fe Abel ofreció a Dios más
excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era
justo, dando Dios testimonio de sus
ofrendas; y muerto, aún habla por ella". (Hebreos 11: 4).
Pero además, Abel padeció con
Cristo. Habiendo reconocido que él no podía entrar a la presencia de Dios sin
las sangre de un cordero inmolado, él toma su lugar y su porción con Cristo en
el rechazo. Lo que Él padece procede de los inicuos del mundo. Así es como
debía terminar. Eso es todo lo que el Cristiano debe esperar recibir en las
manos de un mundo apartado de Dios. "No os maravilléis si el mundo os
odia". (1ª. Juan 3: 13 – LBLA).
"Así que, hermanos, teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo", dice el apóstol, "por
(o, en virtud de) la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él
nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, acerquémonos", etc. (Hebreos 10: 19 al 22). Todos los
que no vienen a través de Él son
rechazados porque no saben que son tan completamente pecaminosos que no pueden
entrar a la presencia de Dios excepto en virtud de la sangre de Su Hijo. Y por
otra parte, todos los que dicen, «Yo no puedo acercarme excepto en virtud de la
sangre», ven que ello es la perfección del amor — el perfecto y bienaventurado
amor de Dios — que para satisfacer la necesidad del hombre no escatimó nada, ni
siquiera a Su Hijo unigénito. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo
hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él".
(2ª. Corintios 5: 21). Este es el lenguaje de la fe. Él es el Dios único que,
cuando yo era el primero de los pecadores, dio a Su Hijo para que muriese por
mí. No conozco otro Dios que el Dios del perfecto amor, que me saca de toda mi
vileza, que se cuelga de mi cuello en mi maldad, como hizo el padre del
retornado hijo pródigo (Lucas 15), y me lleva a Su casa para regocijarme con Él
en las abundantes riquezas de Su gracia.
Nosotros obtenemos la paz
perfecta y bienaventurada en virtud de la sangre de Cristo, sin que nos quede
ni un remordimiento de conciencia. El adorador, una vez purificado, no tiene
"ya más conciencia de pecado". (Hebreos 10). El apóstol no dice que
él no es un pecador, que él no es vil; sino que Dios de tal manera amó al vil y
al pecaminoso que entregó Su Hijo a la muerte para lavar la vileza y el pecado
de ellos.
J. N. Darby
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo
Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al
Español por: B.R.C.O.
LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by
The Lockman Foundation, Usada con permiso.
VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión
1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Octubre 2019.-