Por qué nosotros no decimos
«Padre celestial»
Y por qué no
oramos al Espíritu Santo
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
De la revista "The Bible Herald" vol. 5
Me complace ver que usted pensó
que valía la pena leer a su círculo mis comentarios acerca del Padre.
El Señor Jesús en Su discurso
de despedida usa la palabra Padre más
veces de lo que ocurre en otra parte de todos los Evangelios; quizás más a
menudo de lo que es usada en el Nuevo Testamento; pero esto yo no lo he
verificado. Si usted comienza en el evangelio de Juan capítulo 13 y subraya la
palabra Padre hasta el final del
capítulo 17, se sorprenderá al encontrar cuán muy frecuentemente la palabra
aparece. Cuando nuestra tierra pasa a través de una parte de su periplo anual
alrededor del sol, ella llega a una esfera que brilla con el movimiento
rapidísimo de puntos de luz — a saber, la región de las estrellas fugaces — que
están allí en gran abundancia, y no
agrupadas en ninguna otra parte del curso de nuestra tierra. Así encontramos
esta porción del Evangelio de Juan especialmente brillante con la agrupada
frecuencia de la palabra "Padre". El Señor está presentando "los
Suyos" al Padre que se los había dado, y en el capítulo 17 Él se dirige al
Padre acerca de ellos, encomendándolos al cuidado del Padre ya que Él no puede
permanecer más tiempo con ellos para protegerlos bajo Su ala protectora. Cuando
se trata del Hijo y del Padre Él dice sencillamente — "Padre". Cuando
Le encomienda Sus discípulos en medio del mal,
Él dice, "Padre santo"
(Juan 17: 11); y cuando Él da una mirada al mundo
que Lo había rechazado — y que había aborrecido tanto a Él como a Su Padre, Él
dice, "Padre justo, el mundo no
te ha conocido, pero yo te he conocido". (Juan 17: 25). ¿Por qué no decir
aquí, «Padre celestial»? Porque en el
Evangelio de Juan Él es el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre (Juan
1: 18, y consecuentemente Él pudo
decir, como Encarnado, "el Hijo del Hombre, que está en el cielo". (Juan 3: 13).
En Juan es el Hijo y el
Padre; en Mateo es Jehová y Jesús, presentándose Él mismo como Mesías, según
las profecías del Antiguo Testamento. Habiendo nacido Rey de los Judíos en
Belén y entre el pueblo en la tierra de Israel, Él dice, "mi Padre que
está en los cielos" (Mateo 7: 21; 10: 32 y 33; etc.), y "mi Padre celestial" (Mateo
15: 13; 18: 35). Leemos,
"Toda planta que no plantó mi Padre celestial,
será desarraigada". Tenemos aquí la distancia y la tierra como Su esfera —
"la tierra de Israel", todo muy diferente de, "el Hijo del
Hombre, que está en el cielo" en
Juan. (Juan 3: 13). Nosotros no estamos en la posición Judía de siervo, hijo, y
súbdito — es decir, una posición de distancia, sino que como creyentes en el Hijo
hemos "sido acercados a él en
virtud de la sangre de Cristo" (Efesios 2: 13 – VM) — "porque por
medio de él los unos y los otros tenemos
entrada por un mismo Espíritu al Padre".
(Efesios 2: 18). Nosotros tenemos ahora la misma posición ya que tenemos la
misma naturaleza que el Hijo glorificado de Dios, y Él ha ascendido a Su Dios y
a Su Padre, y por gracia nosotros los que creemos en Él somos llevados a Dios
nuestro Padre en Cristo donde Él está en los
lugares celestiales. Estando así en una relación consciente con el Padre,
el Espíritu de adopción dándonos un sentido de Su amor y de nuestra cercanía a
Él, estando en la luz, como Él está en la luz, en comunión con el Padre y Su
Hijo Jesucristo, no decimos «Padre celestial», sino sencillamente, "Abba,
Padre"; pues estando en el disfrute de la relación filial, y estando en el
Espíritu, y para la fe, "en los lugares
celestiales en Cristo" (Efesios 1: 3), nosotros estamos donde el Padre
está. "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios".
(1ª. Juan 3: 1).
"Amados, ahora somos hijos de Dios". (1ª. Juan 3: 2). En la presencia de nuestro
Dios y Padre en
Cristo no podríamos decir «Padre celestial»,
como si hubiera toda la distancia entre la tierra y el cielo entre nosotros.
Mis hijos no se dirigen a mí
como estando a una distancia, sino que dicen sencillamente, "Padre",
pues ellos están conmigo bajo el mismo techo en esta ciudad; pero si ellos
estuviesen en una tierra extranjera no sería incorrecto que uno de ellos
escribiera y usara el nombre de la ciudad en conexión con la palabra padre. Nosotros
tenemos "el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!" (Romanos
8: 15).
En cuanto al Espíritu Santo, El
nunca es el objeto de la oración, sino que siempre se habla de Él en la Palabra
como el medio y el poder de la oración, la alabanza, y la comunión, así como
también del padecer y del servicio. Sin embargo, en himnos encontramos que Él
es tratado como el objeto de oración. Si esto es correcto en la época
cristiana, ¿por qué no hay ningún ejemplo de esto en las Escrituras cristianas?
Porque Él está aquí y está en los santos — el "Espíritu es vida", Él
se identifica con los santos, y es la fuente divina, la energía divina, el que
origina y el poder divino de los pensamientos, afectos, sentimientos, y
emociones de ellos. Entonces, "orando en
el Espíritu" no es según las Escrituras, «Orando al Espíritu Santo.». En
adoración yo reconozco al Espíritu Santo como uno por las Personas en la Deidad,
y cuando oro a Dios, obviamente, oro
a Él como Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero además esto es con respecto a la
Deidad. Pero cuando se trata de varias Personas en la Deidad en conexión con la
obra de redención y la iglesia, nunca encontramos ningún ejemplo de oración al
Espíritu Santo, ni ningún mandato para orar al Espíritu Santo. Él está en
nosotros: leemos, "¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo… el cual tenéis de Dios?" 1ª. Corintios 6: 19 – VM). "El
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que
nos fue dado". (Romanos 5: 5). Fortalecidos por el Espíritu que hace que Cristo
more en el corazón por medio de la fe, y viendo que Él caracteriza ahora la
nueva vida que Él imparte, nosotros nunca encontramos que Él es en nosotros el
objeto al cual dirigir la alabanza, la oración, o la adoración, pues esto
conduciría a orar a un poder que está en nosotros mismos; pues moralmente Él
está identificado con la nueva vida en Cristo (Romanos 8). Aunque se ve
claramente, incluso allí, como distinto del creyente, Él no solamente es una
fuerza viviente dentro de nosotros, sino que es también el Dios viviente. Por
eso hay un decoro moral al no orar al Espíritu Santo; pero lo que pone orden a nuestra
fe y a nuestra práctica es que en las Escrituras cristianas no existe un
precepto ni un ejemplo para orar al Espíritu Santo, y sin embargo encontramos
que esto es hecho tanto en reuniones de oración como en himnos por santos y
poetas con escaso entendimiento. Pero la Escritura es más sabia que nuestros
escritores de himnos, y ella nunca nos dice que invoquemos al Espíritu Santo.
"Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, ORANDO EN
EL ESPÍRITU SANTO, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de
nuestro Señor Jesucristo para vida eterna". (Judas 20, 21).
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2020
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta
traducción:
VM = Versión
Moderna, traducción de 1893 de
H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY,
Suiza).
Título original en inglés: Why we do not say heavenly Father, and why we do not pray to the Holy Ghost
Traducido con permiso
Versión Inglesa |
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