LOS CUATRO EVANGELIOS
Capítulo
1
La Relación
de los Evangelios
con las
otras Escrituras
Samuel Ridout
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares
en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
Es la consideración de temas
tan asombrosos y maravillosos como estos lo que hace que los Evangelios sean
únicos en toda la palabra de Dios. Estos nos presentan la historia de la
encarnación, y nos muestran "aquella Vida eterna, que estaba con el Padre,
y fue manifestada a nosotros". (1ª. Juan 1: 2 – VM). Las Epístolas nos
presentan las verdades preciosas que emanan del gran hecho de la encarnación y
de la Cruz, pero los Evangelios nos muestran la Persona misma, cómo Él vivió y
cómo Él murió. Por lo tanto, se debe dar una importancia especial a esta
narrativa. Ninguna otra parte del Nuevo Testamento podría sustituir a los
Evangelios. Nos detendremos en esto un poco más tarde, al ver la relación entre
los Evangelistas y el resto del Nuevo Testamento, pero primero daremos una
mirada retrospectiva.
La
Relación de los Evangelios con el Antiguo Testamento
Ya nos hemos estado
extendiendo acerca de esto en lo que ha sido dicho anteriormente, y por tanto, añadimos
aquí sólo unas pocas palabras relacionadas con cada uno de los cuatro grupos
del Antiguo Testamento.
1. La Relación de los Evangelios con el Pentateuco. Génesis nos
presenta el relato del origen de todas las cosas, junto con las diversas vidas
de los patriarcas. Los cuatro Evangelios nos presentan una Génesis nueva
(origen o principio), prefigurado por todo lo narrado en el primer libro de la
Biblia. Tenemos aquí un nuevo principio en el que no hay ninguna posibilidad de
una caída, aunque Satanás no se ve obstaculizado en sus asaltos. Tenemos una
vida, que comparada con la más perfecta en el Antiguo Testamento ella no es más
que un leve reflejo. Vemos allí, en un contorno sombrío, características
morales y otras que aquí encontramos en toda su distinción y perfección.
Éxodo nos habla de un
libertador y una liberación que encuentran su realización plena sólo a través
del verdadero Libertador, revelado a nosotros en el Nuevo Testamento. Así es
con todos los sacrificios y los otros tipos; los Evangelios presentan la
sustancia. Por lo tanto, el Pentateuco es preparatorio para los Evangelios,
vinculándose con ellos, no directamente, sino a través de los otros grupos del
Antiguo Testamento, señalando inequívocamente hacia adelante a la venida del
Hijo del Hombre.
2. La Relación de los Evangelios con los Libros Históricos. Los libros
históricos se ocupan de la misma historia. Ellos serían un mero fragmento si
nuestras Biblias terminaran con ellos. Las características prominentes son, o
bien tipos de Aquel que iba a venir, o bien, por la contraposición misma,
muestran la necesidad de Cristo. Nosotros nos deleitamos al pensar en el
carácter de David, su rechazo, su mansedumbre, su fe en Dios, su fortaleza, sus
victorias; pero si David fuese todo, podríamos tener sólo un poco interés en
él. El encanto especial acerca de él es que toda su alma estaba esperando al
Hijo de la promesa. Esto era toda su salvación y todo su deseo. "Salomón
con toda su gloria" es atractivo, principalmente como un tipo de Uno mayor
que Salomón a quien no vemos en la gloria de una exhibición externa, sino en la
gloria moral de Su vida perfecta — que un día va a ser manifestado como el
"Rey en su hermosura". (Isaías 33).
3. La Relación de los Evangelios con los Profetas. Cuanto más nos
acercamos al tiempo de los Evangelios, más nos encontramos con los rostros de
los siervos de Dios vueltos hacia adelante. Sentimos, en los Profetas, que las
cosas han llegado a su fin en lo que respecta al pueblo. Podemos decir con
Isaías, "¿Por qué querréis ser castigados aún, para que sigáis rebelándoos
más y más? la cabeza toda está ya enferma, el corazón todo desfallecido".
(Isaías 1: 5 – VM). El arar (N.
del T.: como en Jeremías 26; 18 y Miqueas 3: 12), las denunciaciones,
los juicios y predicciones de destrucción a la nación, encontramos que son
necesarios, no tanto para provocar una reforma del pueblo, en lo que los
Profetas no se extienden, sino más bien para mostrar la necesidad de la venida
de Emanuel. Así que encontramos, particularmente en el Evangelio de Mateo, que
las predicciones de los Profetas se cumplieron con el advenimiento de nuestro
Señor.
4. La Relación de los Evangelios con los Libros Poéticos y Sapienciales.
Lo mismo puede ser dicho aquí. Los Salmos describen las experiencias del
piadoso rodeado por oposición por todos lados, experiencias que tienen su más
plena ilustración en la vida de nuestro Señor, mientras que las profecías en
cuanto a Su reino venidero están necesariamente asociadas con la narración de
los Evangelios.
Por lo tanto, todo el Antiguo
Testamento está vinculado, no meramente con el Nuevo, sino de manera especial
con los Evangelios. No podríamos, por ejemplo, vincular el libro de los Hechos
tan directamente con los Profetas, ni tampoco las Epístolas.
Pasamos a continuación a dar
una mirada a la conexión entre los Evangelios y los otros grupos de los libros
del Nuevo Testamento.
La Relación
de los
Evangelios con el Nuevo Testamento
Los Evangelios están
relacionados con el resto del Nuevo Testamento como proporcionando el material
sin el cual esos libros no podrían ser entendidos, ni tampoco podrían haber
sido escritos. Los Evangelios están en la misma relación, como ha sido
señalado, con el resto de los libros del Nuevo Testamento como Génesis lo hace
con el resto del Pentateuco y el Antiguo Testamento. Esto aparecerá a medida
que nos ocupemos de cada grupo en detalle.
1. La Relación de los Evangelios con el libro de los Hechos. Es
sugestivo que el autor de uno de los Evangelios también haya escrito la
narración de los Hechos. En el primer libro, el Evangelio según Lucas, él
presentó un registro de "todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a
enseñar", mientras que en el segundo, él lleva adelante la narración hasta
lo que, podríamos decir, el Señor continuó
haciendo. Incluso el hecho maravilloso del descenso del Espíritu Santo no puede
dejar de lado el lugar de fundamento ocupado por los Evangelios. Pentecostés
carecería de sentido si no hubiese habido la previa última pascua; y Aquel de
cuya resurrección se da testimonio a lo largo del libro de los Hechos, y el
evangelio de Su gracia dado a conocer en todas partes, es el mismo Jesús cuya
vida está registrada en los Evangelios.
2. La Relación
de
los Evangelios con las Epístolas.
Sin duda, cuando nosotros llegamos
a las Epístolas, nos encontramos en lo que es un territorio netamente Cristiano.
Los grandes hechos de la redención, de la justificación, de la liberación de la
ley y del pecado, el ser sellados con el Espíritu Santo, la comunión con
Cristo, la membresía en Su cuerpo, la naturaleza y el carácter de Su Iglesia,
junto con todas las preciosas formas de la gracia y las responsabilidades que
de ellas se derivan, son expuestas aquí con una plenitud, una variedad, una
idoneidad y sabiduría que las sellan como el producto del mismo Espíritu
perfecto, presentando la revelación final de aquello que completa para nosotros
la palabra de Dios. No es menospreciar ninguna otra porción de la Escritura
decir que tenemos aquí desplegados los propósitos de Dios como en ningún otro
lugar en Su palabra. Las Epístolas son claramente la literatura que dispensa el
Espíritu. Ellas son la revelación de Dios en conexión con la presencia del
Espíritu Santo en la tierra, formando un pueblo cuyos componentes son ahora los
testigos de Su gracia y serán la exhibición de Sus consejos especiales con
respecto a la gloria de Su Hijo por toda la eternidad. Pero Cristo, y ni
siquiera las bendiciones y la gloria de Su pueblo, es el tema de las epístolas.
Todo está subordinado a Aquel que se humilló a Sí mismo, y a quien Dios ha
glorificado ahora y Le ha hecho Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia
(Efesios 1: 22 – JND). No sería posible entender las Epístolas si no existiera
la revelación de la persona de Cristo que tenemos en los Evangelios.
Es de temer que algunos
Cristianos hayan permitido dejarse llevar de la sencillez de las narraciones
de los
evangelios a las Epístolas, de tal manera que los maravillosos despliegues de
la verdad divina en ellas no pueden ser valorados correctamente debido a la falta
de conocimiento personal de Aquel que nos es revelado en los Evangelios. Cuando
el apóstol dijo: "Aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora
empero no le conocemos más así" (2ª. Corintios 5: 16 – VM), muy
ciertamente él no quiso decir que la revelación de Cristo en los Evangelios es
Cristo según la carne. Nosotros diríamos más bien que fue Cristo según un mero
entendimiento carnal de Él, algo similar a la manera incluso de los apóstoles
durante la vida de nuestro Señor entre ellos, los cuales no lograron entrar en
el maravilloso y peculiar privilegio que tenían. Ellos Le consideraban como un
David mayor que con los materiales que tenía en Sus manos iba a formar una gran
nación y a establecer un reino, pero incluso el reino milenial no es edificado
con fragmentos existentes, sino que está formado de almas nacidas de nuevo que han
tenido una verdadera visión de ellas mismas y un correcto entendimiento de lo
que el Rey de Israel debe ser. Por lo tanto, el hecho de haber conocido a "Cristo
según la carne" significa el conocimiento de Su dignidad moral, Su gracia,
Su ternura, Su compasión, Su sabiduría, todos los detalles preciosos sobre los
cuales los Evangelios se explayan. De hecho, podemos decir que las Epístolas simplemente
nos presentan los Evangelios en su nivel más elevado.
Nosotros sentimos
instintivamente que Aquel que se desplazaba en Judea y en Galilea, que anduvo
haciendo bienes y dando testimonio de Dios, era un Forastero, un Foráneo en una
tierra desierta. Las Epístolas Le transfieren a Su lugar propio y nos muestran
al mismo Jesús donde Él pertenece. Por tanto, el estudio de los Evangelios es
muy esencial para el correcto y pleno entendimiento de las verdades de las
Epístolas.
3.- La Relación de los Evangelios con el Libro de Apocalipsis. No es
necesario decir nada especial de la relación de los Evangelios con el
Apocalipsis. Si nosotros Le conociéramos solo como Aquel cuyos ojos eran como
llama de fuego, o el Jinete que sale del cielo para ejecutar venganza sobre Sus
enemigos (Apocalipsis 19), y no Le conociéramos como es revelado en los
Evangelios, no podríamos sentir el estremecimiento de deleite ni entender lo
que se quiere decir mediante la expresión, "el Cordero que está en medio
del trono". (Apocalipsis 7: 17).
Entonces, en resumen, los
cuatro Evangelios nos presentan la persona de nuestro bendito Señor Jesús, y
por tanto ocupan un lugar en la palabra escrita de Dios análogo al que ocupa el
propio Hijo de Dios en relación con todo lo demás que Dios ha revelado.
Una o dos observaciones pueden
ser añadidas aquí para evitar un posible malentendido.
El vínculo entre los
Evangelios y el resto del Nuevo Testamento es de un carácter mucho más cercano
que, por ejemplo, entre el Antiguo Testamento y las Epístolas. Tal como ha sido
señalado en otra parte, el Nuevo Testamento no es una quinta división de todas
las Escrituras coordinada con las cuatro del Antiguo Testamento, excepto en un
grado muy modificado. Es una segunda división con la significancia
bienaventurada de la salvación del pecado a través del Hijo, y la comunión con
Dios, sugerida por su lugar numérico.
Como una división completa en
sí mismo, sus diversas partes se mantienen unidas mucho más estrechamente,
podemos decir, que incluso las otras partes de la Escritura. Sin embargo, debemos
tener cuidado aquí de no insinuar que hay alguna imprecisión en la estructura
de las Escrituras en su conjunto. Ellas son un organismo completo y vivo en el
que cada parte tiene su lugar y funciones y está vitalmente conectada con todo
el resto. Sin embargo, estamos hablando de aquellos rasgos especiales que
pueden ser coordinados y que indican un claro avance. Así, todo el Nuevo
Testamento se caracteriza por el hecho de que Dios ha hablado en Su Hijo, y
todo lo que viene después de esto tiene esta característica. Este vínculo entre
los Evangelios y el resto del Nuevo Testamento es sugerido también en otro
pasaje: a saber, "¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación
tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue
confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con
señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo
según su voluntad". (Hebreos 2: 3, 4).
Aquí, la "salvación tan
grande" evidentemente está conectada en su comienzo con el ministerio
terrenal de nuestro Señor, como en Hechos 1: 1 al 26; Hechos 2: 1 al 47. Su
partida al cielo sólo reveló la gran verdad más plenamente, y continuó el
testimonio que Él mismo había comenzado, un testimonio confirmado ahora por la
presencia del Espíritu Santo. Así, Él había declarado a Sus discípulos, "Como
me envió el Padre, así también yo os envío"; y en un soplar simbólico
sobre ellos (Juan 20: 21, 22), tenemos la prefiguración del don del Espíritu
Santo que descendió sobre los discípulos en Pentecostés y dio un carácter
específico a todo el testimonio de ellos.
Notamos además que nuestro
Señor durante Su vida aquí habló constantemente con referencia tanto a Su cruz
y Su resurrección, como a la venida del Espíritu Santo. Él les dijo, "Os
conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a
vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré". (Juan 16: 7). Como ya hemos
dicho, si los Evangelios fueran todo, particularmente la narración de la vida y
enseñanzas de nuestro Señor hasta el momento de Su muerte y resurrección,
nosotros tendríamos en efecto la perfección, pero la perfección del grano de
trigo que aún permanecía solo, por lo tanto, una perfección que no podía ser de
ninguna bendición para nosotros. (Véase Juan 12: 24). Existía la necesidad
absoluta de Su muerte y resurrección. La Cruz debía marcar el fin del viejo
hombre y mostrar la forma en que el nuevo hombre fue creado.
De hecho, los propios
discípulos no tuvieron más que una débil comprensión del glorioso privilegio que
disfrutaron durante la vida de nuestro Señor en la tierra, ni tampoco entendieron
claramente, como ya hemos recalcado, la naturaleza de Su misión. Leemos, "Estas
cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue
glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca
de él, y de que se las habían hecho". (Juan 12: 16).
Obviamente, los cuatro
Evangelios fueron escritos después del descenso del Espíritu Santo, y aunque
presentan una narración perfecta de la vida terrenal de nuestro Señor, nosotros
podemos decir que ello fue con referencia a la época actual y, al menos en el
caso del Evangelio de Juan, desde ese punto de vista. En cuanto al cuarto
Evangelio, nadie puede dudar que desde su comienzo todo es considerado fuera
del judaísmo y, de hecho, de la tierra. Es el Evangelio de la nueva creación
sin duda; pero no entramos en detalles todavía.
Por tanto nosotros confiamos
en que se verá que no es con intención de mancillar las revelaciones y el
carácter de la obra del Espíritu que introduce el período actual, que volvemos
a repetir que los cuatro Evangelios nos presentan la persona de Aquel a quien
conocer es vida eterna, y cuya vida, enseñanzas, y muerte, están registradas para
nosotros en los Evangelios.
Al concluir esta parte de
nuestro tema, aun a riesgo de repetir lo que ya ha sido dicho, advertiríamos a nuestros
lectores que eviten poner una porción de la palabra de Dios en antagonismo con
otra. Todo es igualmente perfecto, igualmente inspirado; todo cuando es
correctamente presentado tiene como tema a Cristo, pero cada parte debe ser
mirada en su propia posición, recordando siempre que "el Cordero es su
lumbrera".
Samuel Ridout
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Abril 2020
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta
traducción:
JND
= Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884)
por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por:
B.R.C.O.
VM
= Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).