El Cuerpo de Cristo Formado
por el Bautismo del Espíritu Santo
3ª Parte del escrito: Acciones Personales y Colectivas
del Espíritu Santo.
F. G. Patterson
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas
de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en
que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones
mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.
De la revista "Words of
Faith", 1883, páginas 174 a 184.
"Porque así como el
cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo,
aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un
solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres, y a todos se nos
dio a beber del mismo Espíritu. Porque el cuerpo no es un solo miembro, sino
muchos". (1ª Corintios 12: 12 a 14 - LBA).
"Hay un solo cuerpo y
un solo Espíritu" (Efesios 4: 4 – LBA).
Vamos a examinar ahora, no la
acción individual, en las personas, del Espíritu de Dios, sino Su acción
colectiva, vista en la formación de la iglesia de Dios en la tierra, — el
"cuerpo de Cristo".
Antes de hacerlo, yo
mencionaría que el santo tiene ahora dos llamamientos, a saber, uno es el
llamamiento individual; el otro, un llamamiento colectivo. Ellos
no se confunden, ni pueden ser separados. El primero de estos es su
"llamamiento celestial"; el segundo es su llamamiento
eclesial. Por lo tanto, nosotros debemos examinar cada uno de estos en algún
detalle; pues encontraremos que algunas Escrituras en el Nuevo Testamento tratan
de uno, y algunas del otro. Esto nos muestra el motivo por el cual en algunas
Escrituras del Nuevo Testamento nos encontramos en compañía de Abraham y David,
y de otros notables del Antiguo Testamento, mientras en otras Escrituras nos
encontramos totalmente separados de ellos, y ellos pasan desapercibidos, a
menos que sea de manera casual, y en un lugar inferior en la gloria de Dios.
Ellos pueden ser vistos como 'principados y autoridades', mientras nosotros
somos el cuerpo de Aquel que está puesto sobre ellos, — a saber, "la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".
Ahora bien, tan pronto como la
tierra llegó a ser la escena de la desilusión divina, cuando el hombre cayó, Dios
se retiró de la escena, y los escogidos se convirtieron en "extranjeros y
peregrinos sobre la tierra", llamados a salir de ella y a buscar
"otra patria mejor". (Hebreos 11: 16 – LBA, VM). Cuando Dios volvió a
visitar a los escogidos en ella, Él lo hizo con un amor misericordioso y
condescendiente; y cuando concluyó Su momentánea estada, comiendo con ellos y
compartiendo su hospitalidad, entonces "se levantó y se fue", porque
el pecado estaba allí; y en una escena tal, Dios no podía morar. Esto está
ilustrado de hermosa manera en Su visita a Abraham en Génesis 18. Entonces,
esto fue el "llamamiento celestial" — un llamamiento a salir de la
tierra, por medio de la revelación de Sí mismo, a otra escena. Este llamamiento
es atestiguado en todos los períodos y edades del mundo por los escogidos, o
alguna persona que es un tipo, que nos presenta los rasgos de este llamamiento
en el día de ellos. {Ver nota 1}.
{Nota
1. Uno puede entender que el llamamiento celestial está en vigor sólo ahora,
pero hay tipos y presagios de ello en el Antiguo Testamento, — similar a,
digamos, Caleb, como un tipo del llamamiento celestial. (Compárese con 1ª
Corintios 15: 48)}.
Primero. El llamamiento
celestial es visto en los días antediluvianos, en Enoc, el séptimo contando
desde Adán. La tierra estaba corrompida delante de Dios; toda carne había
corrompido su camino sobre la tierra; y, "caminó Enoc con Dios".
¿Maravilloso testimonio! que abarca todo lo que el hombre podía desear. Durante
trescientos años (Génesis 5), mientras el mundo estuvo madurando para el
juicio, cada paso de Enoc fue "con Dios". Su curso comenzó cuando su
hijo nació; tal como un sorprendente incidente en la historia de un hombre se
convierte en la voz divina para su alma. A su hijo le pone el nombre Matusalén,
el cual significa «cuando él muera enviará». {Ver nota 2}.
{Nota
2. O, "Él muere y luego la
flecha"; una forma figurativa de expresar que, a la muerte de su hijo, la
flecha de la destrucción aceleraría su camino. Matusalén vivió hasta el momento
del diluvio, y murió cuando este llegó}.
Dentro del círculo inmediato
de su familia Enoc presenció que, ¡He aquí que viene el Señor! en Sus juicios
en la tierra. Su testimonio exterior entre los hombres fue, "¡He aquí que
viene el Señor, con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para
ejecutar juicio sobre todos, y para convencer a todos los impíos de todas las
obras impías que han obrado impíamente, y de todas las palabras injuriosas que
han hablado contra él los impíos pecadores!" (Judas 14, 15 - VM).
"Por fe Enoc fue trasladado para que no viese la muerte; y no fue hallado,
porque le había trasladado Dios: porque antes de su traslación, le fue dado
testimonio de que agradaba a Dios". (Hebreos 11: 5 – VM). Él anduvo con
Dios, y no fue hallado, porque le tomó Dios consigo. (Génesis 5: 24 – VM).
Segundo. El llamamiento
celestial fue visto en los días patriarcales en Abraham. Leemos,
"El Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham,… y le dijo: Sal de
tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo te mostraré".
(Hechos 7: 2, 3; Génesis 12: 1). Al final, él lo hace. Y luego, cuando estuvo
allí, Dios dice, "A tu simiente daré esta tierra". (Génesis 12: 7 –
VM). Entonces, aquí estaba este hombre,
afuera de todo aquello con lo cual estuvo vinculado, y no teniendo nada en la
tierra excepto su tienda y su altar, — un extranjero y un adorador en la
tierra; un peregrino viajando hacia "la ciudad que tiene cimientos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios". (Hebreos 11: 8 a 10 – LBA). Él no
poseyó nada aquí excepto un sepulcro, comprado a los hijos de Het, con estas
palabras en sus labios, "Forastero y extranjero soy yo entre vosotros,
dadme propiedad de sepultura entre vosotros, y sepultaré a mi difunta lejos de
mi presencia". (Génesis 23: 4 – BTX3).
Tercero. El llamamiento
celestial fue presenciado en la época Mosaica por el gran líder del
pueblo de Dios. Moisés dijo, "Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra
buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero Jehová…
no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto".
(Deuteronomio 3: 35, 26). "Subió Moisés de los campos de Moab al monte
Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó; y le mostró Jehová
toda la tierra… Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a
Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con
tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la
tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y [Él] lo enterró en el valle, en
la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su
sepultura hasta hoy". (Deuteronomio 34: 1 a 6).
Cuarto. El llamamiento
celestial está expresado en los días reales por David, en las palabras
que él cantó por el Espíritu como el dulce Salmista de Israel: "Oye mi
oración, oh Jehová, y escucha mi clamor. No calles ante mis lágrimas; Porque
forastero soy para ti, Y advenedizo, como todos mis padres. Déjame, y tomaré
fuerzas, Antes que vaya y perezca". (Salmo 39: 12, 13).
Quinto. Y en la época
profética el llamamiento celestial es visto en Elías, el cual subió al
cielo, al final de su tarea profética, en un torbellino, con un carro de fuego
con caballos de fuego. (2º Reyes 2).
Sexto. Y, por último, en el período
cristiano, lo vemos en nosotros mismos, con nuestra propia esperanza
celestial mientras estamos aquí en la tierra como "extranjeros y
peregrinos", "participantes del llamamiento celestial" (Hebreos
3: 1), y esperando de los cielos al Hijo de Dios para que nos lleve consigo,
para que donde Él está, nosotros también estemos. (Juan 14: 1 a 3). {ver nota
3}.
{Nota
3. Habrá otra compañía de este gran "llamamiento celestial", que será
visto en el remanente martirizado, en la última crisis final de la tierra antes
de la aparición de Cristo, los cuales reciben una recompensa celestial, y son
arrebatados y llevados arriba, habiendo sido asesinados por el testimonio de
Jesús y perdiendo así su lugar terrenal en el reino terrenal. Ellos también
pertenecen a la "primera resurrección"}.
En todo esto vemos que
nosotros seguimos en la gran línea de santos, patriarcas y profetas, reyes y
personas que se han desplazado y avanzado a través y fuera de esta escena a su
reposo. Nosotros los vemos como "los espíritus de los justos hechos
perfectos" (Hebreos 12: 23), pero esperando "la primera
resurrección", cuando ellos, juntamente con nosotros, como "hijos de
la resurrección" serán revestidos con sus cuerpos de resurrección, y
entrarán en la plena gloria celestial de ellos (Hebreos 11: 40). En la época en
la cual cada uno de ellos vivió, Dios señaló y definió la manera en que ellos
debían andar en las cosas que existen aquí en la tierra. Algunas veces esto fue
por un caminar individual con Dios; en otras, como un miembro de Su nación
elegida; pero en ninguna de ellas, antes del intervalo cristiano actual,
encontramos aquello en lo que nosotros mismos somos llamados a andar, como
miembros del cuerpo de Cristo, formado por el bautismo del Espíritu Santo (1ª
Corintios 12: 13).
Así pues, nosotros no sólo nos
encontramos en compañía de ese gran ejército de santos desde el principio hasta
el final, teniendo nuestro lugar en aquel llamamiento celestial; sino teniendo
un lugar concreto en los consejos de Dios, que ellos nunca compartirán. En la
Iglesia de Dios Él se glorifica a Sí mismo de una manera que trasciende todo lo
que alguna vez existirá. En nosotros Él exhibe en los siglos venideros las
abundantes riquezas de Su gracia y Su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Si bien Él ha dado un lugar a Su Hijo como Hombre, situándole sobre todo
principado y potestad, no solamente en este siglo sino en el que ha de venir,
Él nos ha concedido ser Su esposa, Su cuerpo, Sus coherederos; ¡la Eva del
Segundo Adán para el Paraíso de Dios!
Ello fue Su propósito
"desde antes de la fundación del mundo", Su "propósito eterno
que hizo en Cristo Jesús". Aun así, Él guardó el mejor vino para el final;
Él mantuvo como Su secreto el misterio "escondido… en Dios", para
exhibir al final la multiforme sabiduría de Dios a esos "principados y
potestades en los lugares celestiales". A este misterio Él lo llama
"las inescrutables riquezas de Cristo". Nadie nunca contó jamás con
ello en Sus modos de obrar. Todo lo demás acerca de Cristo podía ser escrutado en
las Escrituras veterotestamentarias. Su Encarnación estaba allí, Su vida de
padecimiento, Su muerte expiatoria, Su sepelio, Su resurrección, Su ascensión a
la diestra de Dios, Su recepción de dones en el hombre (Él mismo), Su venida en
poder y gloria, Su reino glorioso. Todas estas van a ser encontradas; pero
aquello que estaba entre Su ida a lo alto y Su regreso, — el valle que estaba
entre las cimas de las montañas que, cuando las contemplábamos, está oculto a
nuestra vista, — eso nunca fue dicho a los hijos de los hombres, como ahora ha
sido revelado a Sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu. Esto era
aquello que era "inescrutable", 'insondable', en ¡Sus inescrutables
caminos!
Pero nosotros debemos examinar
ahora las Escrituras en cuanto a la formación de este cuerpo, por el bautismo
del Espíritu. Por lo tanto, consideraremos la primera mención profética de este
"bautismo" antes que tuviese lugar. La oímos primero, entonces, de
los labios de Juan el Bautista, el precursor de Jesús. Cuando Le anuncia él
dice, "Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". (Mateo 3:
11 – LBA). En Marcos 1: 8 el anuncio reza, "Yo os bauticé con agua, pero
Él os bautizará con el Espíritu Santo". (LBA). En Lucas 3: 16 es, "Yo
os bautizo con agua; pero viene el que es más poderoso que yo; a quien no soy
digno de desatar la correa de sus sandalias; Él os bautizará con el Espíritu
Santo y fuego". (LBA). Mientras que en Juan 1: 33 leemos, "Y yo no le
conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien
veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con
el Espíritu Santo". Y, por último,
en Hechos 1: 5, el Señor dice a Sus discípulos, "Porque Juan ciertamente
bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro
de no muchos días". Encontramos aquí, entonces, los varios pasajes de la
Escritura donde este bautismo del Espíritu es anunciado formalmente. Se verá
que un bautismo adicional de fuego es nombrado en alguno de estos pasajes, en
concordancia con las Escrituras donde ellos se encuentran.
Posiblemente
nosotros somos conscientes de que los cuatro Evangelios presentan a Cristo de
varias maneras y caracteres. Mateo Lo presenta como el Hijo de Abraham e Hijo
de David, — los vasos de la promesa y de la Realeza en Israel. "A lo suyo
vino, y los suyos no le recibieron" (Juan 1: 11); y Él regresará a ellos
en poder y gran gloria; teniendo así que ver, en Sus venidas primera y segunda,
tanto con la gracia como con el juicio. Por eso tenemos estos dos bautismos, —
el del Espíritu Santo, que tiene que ver con la gracia, y el de fuego,
expresivo del juicio que llegará en breve. En el Evangelio de Marcos tenemos a
Cristo presentado como el Siervo de Dios, el cual "anduvo haciendo bienes".
Como tal, Él sólo tuvo que ver con la gracia, por eso, de acuerdo con esta
característica, en Marcos encontramos nombrado solamente un bautismo, — el del
Espíritu Santo. Ahora bien, en Lucas tenemos la genealogía humana del Señor, y
Su Persona, presentada a nosotros como el "Hijo del Hombre". En
concordancia con lo cual, y debido a que Él en ese carácter tiene que ver, de
manera tan bienaventurada, con la gracia, así como con todas las acciones
judiciales, ambos, el bautismo del Espíritu Santo y el de fuego son nombrados.
Dios también "le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del
Hombre". (Juan 5: 27 – LBA). Pero todos verán que como Hijo del Padre, —
el Hijo de Dios, como el Evangelio de Juan Lo presenta, — Él tendría que ver
sólo con la gracia; por consiguiente, es mencionado un solo bautismo, el del
Espíritu Santo. Este mismo motivo nos muestra el por qué en Hechos 1 es
nombrado solamente un bautismo, el del Espíritu, debido a que el libro de los
Hechos de los Apóstoles nos presenta la obra de la gracia iniciada después que
la cruz es expuesta allí a nosotros. Esto aclara todo.
Pues bien,
"Cuando llegó el día de Pentecostés", este bautismo del Espíritu tuvo
lugar. Y puede ser oportuno comentar aquí que este bautismo nunca tiene que ver
con un santo individual, sino con un número de personas, como una acción
colectiva; y también, que una vez que ello tuvo lugar, ello nunca se repitió.
Se encontrará que estas observaciones tienen una gran importancia en nuestra
comprensión verdadera de la iglesia de Dios, o cuerpo de Cristo.
Así se actuó sobre el número
de discípulos que estaban juntos orando en el día de Pentecostés, — ellos
fueron bautizados en un solo cuerpo en aquel momento. Habiéndoseles previamente
dado vida y atraídos en pos de Cristo, esta acción nueva cambia el estado de
ellos de ser meros creyentes individuales, a aquel de un cuerpo unido a su
Cabeza en el cielo. Cristo había subido allí después que la redención fue
consumada, y Él ha entrado en un nuevo estado para el hombre por medio de la
resurrección, y en un nuevo lugar para el hombre, como ascendido y sentado en
los lugares celestiales. Y, en conexión con este nuevo estado y ese nuevo
lugar, el Espíritu actúa como tal descendiendo del cielo y formando este
"un solo cuerpo" en unión con Cristo y de unos con otros, como
"miembros de Cristo". Esta es la única 'membresía' conocida en
la palabra de Dios.
Pues bien, me gustaría
comentar aquí que cuando este cuerpo fue formado en Pentecostés nadie sabía
nada acerca de él; porque fue necesario que una nueva oferta fuese hecha, a
saber, que Cristo regresaría a Israel como nación, y traería los tiempos de la
restauración de todas las cosas, de la que hablaron los profetas, y bendeciría a
Su pueblo en la tierra. Los primeros capítulos del libro de los Hechos de los
Apóstoles (2 al 7), se ocupan de esta acción tentativa hacia aquel pueblo; y
ella finalizó con el martirio de Esteban, y el mensaje fue enviado tras Cristo,
"No queremos que éste reine sobre nosotros". El terreno estuvo ahora
despejado para sacar a relucir plenamente el "propósito eterno" de
Dios; y Saulo de Tarso fue convertido por un Cristo celestial, y fue separado
del pueblo [Israel] "y de los gentiles, a quienes [dijo el Señor] ahora te
envío". Él fue celestial en su origen y destino y ministerio, para sacar a
la luz ese cuerpo, formado por el bautismo del Espíritu en la tierra. Mientras
Cristo ocultaba Su rostro de la casa de Israel; es decir, esas "inescrutables
riquezas nunca antes dadas a conocer a los hijos de los hombres; aquel valle
entre las cimas de la montaña hasta entonces no descubierto y no revelado.
Saulo de Tarso oye del propio Señor Jesús que los santos en la tierra a los
cuales él perseguía, eran Él mismo.
"Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues?" (Hechos 9: 4). "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero
levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para
ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que
me apareceré a ti". (Hechos 26: 15, 16).
Él recibe aquí una insinuación
de que revelaciones adicionales serían dadas en algún momento conveniente que en
aquel entonces no había llegado. Ahora bien, todo esto sucedió después
que toda la asamblea fue dispersada, en la persecución que surgió alrededor de
la muerte de Esteban, en Jerusalén. Exteriormente, aquello que había sido
reunido y formado en Jerusalén fue destruido; pero Pablo recibe (de todos los
apóstoles solamente él habla siempre de la iglesia de Dios) la revelación de
aquello que había sido formado en Pentecostés en una unidad divina, como un
solo cuerpo, que nunca podría ser destruido; ni tampoco su unidad podría ser
quebrantada; Dios retiene la unidad del cuerpo en Sus propias manos.
Las revelaciones especiales
dadas a Pablo (con la de su ministerio, generalmente), son comprobadas al
atraer él especial atención a ellas en conexión con este gran asunto. Ellas son
cuatro:
Primera. La unidad del cuerpo.
Leemos, "Cómo, por revelación, el misterio me fue dado a conocer,
según ya lo he escrito brevemente… que en otras generaciones no fue dado a
conocer a los hijos de los hombres". (Efesios 3: 3 a 5 – VM2020). Luego el
procede a desvelar este cuerpo, compuesto de judíos y gentiles, y aun así, no
siendo ninguno de los dos cuando ellos son unidos en uno.
Segunda. Pablo recibió una
revelación acerca de la Cena del Señor en conexión con estas verdades
encomendadas a él. "Porque yo recibí del Señor lo que también os he
enseñado", etc., y él da los detalles de la cena (1ª Corintios 11: 23 y
sucesivos), añadiendo a ello varios rasgos no presentados anteriormente por el
Señor cuando Él la instituyó en la tierra; pero como siendo ahora instituida de
manera reciente desde el cielo, como Cabeza de Su cuerpo, lo cual Él no era
hasta que Él fue allí. Un rasgo prominente es el de que ella llega a ser,
cuando es observada en su verdad, el símbolo de la unidad del cuerpo de Cristo
en la tierra. "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de
la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de
Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues
todos participamos de aquel mismo pan". (1ª corintios 10: 16, 17).
Tercera. Una tercera
prominente revelación la encontramos en 1ª Corintios 15: 51, 52, en conexión
con la resurrección de los santos que han dormido, y la transformación de los
que no se duermen antes que Cristo viene. "He aquí", dice él, "os
digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará
la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados".
Cuarta. Nosotros encontramos
la cuarta revelación en 1ª Tesalonicenses 4: 15 a 17 donde leemos, "Por lo
cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que
habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que
durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con
trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor".
Tenemos así, en estas cuatro
revelaciones: la unidad del cuerpo de Cristo; el símbolo de su unidad en la
tierra en la Cena; la primera resurrección de los santos que duermen y la
transformación de los que están vivos; y, entonces, el arrebatamiento de todos
a la gloria de Dios. Estas revelaciones abarcan la constitución, el disfrute,
la resurrección, y la recogida o arrebatamiento desde esta escena de la iglesia
de Dios o cuerpo de Cristo; y ellas forman un resumen completo y acabado de
toda su verdad.
Ahora bien, yo aún debo
intentar presentar más claramente la realidad actual de este cuerpo como
estando aquí en la tierra donde, en cuanto a lugar personal, el Espíritu está.
Es aquí donde todos sus miembros son vistos en un momento dado, — como por
ejemplo, mientras yo hablo estas palabras. Es cierto que cuando hay una declaración
general abstracta de este cuerpo como la plenitud de Cristo, a saber, "la iglesia,
la cual es su cuerpo, la plenitud [o, el complemento] de Aquel que todo lo
llena en todo" (Efesios 1: 22, 23), en ello no está contemplado ningún
tiempo; y entonces, el cuerpo es visto en unión con Cristo en los lugares
celestiales, como un asunto de consejo, en conexión con Su exaltación como
Hombre. Pero en todos los demás lugares en la Escritura cuando este
cuerpo es mencionado, incluye solamente a los miembros de Cristo que están
vivos en la tierra en algún momento dado de su existencia, ¡cuando ustedes oyen
estas palabras! Porque allí está el Espíritu Santo en cuanto a lugar
personal, el cual constituye su unidad, morando en cada miembro, y
bautizándolos a todos en un solo cuerpo.
Hagamos una ilustración en
cuanto a esto. El regimiento número xx del ejército británico luchó en la
batalla de Waterloo. Dicho regimiento está ahora en la nómina del ejército de
Inglaterra, teniendo su identidad, y el mismo número que tuvo entonces. Sin
embargo, todos sus miembros han fallecido, ningún hombre que está en él ahora
estuvo en aquel entonces cuando estuvo en activo. Otros han ingresado y han
llenado las filas, y aunque los miembros han cambiado, el regimiento es el
mismo. Así es con respecto al cuerpo de Cristo; los que lo compusieron en el
día de Pablo han muerto, y otros han entrado, y llenado las filas. Los que
duermen, sus cuerpos están en el polvo, y sus espíritus con el Señor. En cuanto
a lugar personal, ellos han perdido su conexión con el cuerpo por el presente.
Ellos son de él, aunque no están en él, ahora. Ellos tomarán su lugar en él
cuando el cuerpo de Cristo sea sacado de la escena. Aquí, "si un miembro
padece, todos los miembros se duelen con él, etcétera". El padecimiento no
es la parte de los que han dejado de existir para la actual conexión con él.
Formado por el bautismo del
Espíritu Santo en Pentecostés, este cuerpo ha sido llevado en una unidad intacta
lo largo de esos veinte siglos que han pasado, con almas que fallecen, y otras
que entran; y él está hoy aquí en la tierra para Dios y para la fe, tan
verdaderamente como cuando Pablo escribió, "Hay un solo cuerpo y
un solo Espíritu". (Efesios 4: 4 – LBA). El bautismo del Espíritu
nunca se repitió, pero a almas individuales se les ha dado vida y han sido
selladas, y unidas así individualmente a aquello que el Espíritu Santo formó
mediante Su bautismo en Pentecostés; y, por lo tanto, todos sus miembros pueden
decir ahora, "por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo
cuerpo" (1ª Corintios 12: 13 – LBA), porque nosotros pertenecemos a eso
que en aquel entonces fue definitiva y permanentemente formado por el bautismo
del Espíritu Santo.
Hay una importante verdad
adicional en conexión con esta doctrina, o con el cuerpo, a la cual me referiré
ahora antes de finalizar este escrito. Se trata de esto,— que dondequiera que
los miembros de este cuerpo eran vistos juntos "en asamblea" (1ª
Corintios 11: 18 – VM), ellos eran siempre tratados como el cuerpo; esto,
obviamente, no separándolos de todo el cuerpo en la tierra, sino tratados por
Dios, como actuando en el terreno y en el principio del cuerpo, y en unidad con
todo el cuerpo en la tierra. Esto es encontrado en 1ª Corintios 12: 27 (LBA)
donde leemos, "Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno
individualmente un miembro de él". Aquí el principio es aplicado. El
apóstol había estado enseñando la gran doctrina del cuerpo (1ª Corintios 12: 12
a 26), en primer lugar, su unidad, y luego, la diversidad de sus miembros, cada
uno de ellos teniendo individualmente (fuesen ellos miembros decorosos o
indecorosos) su lugar en el todo; y él aplica esto de manera práctica a la
asamblea local en Corinto, en el versículo 27 arriba citado.
Esto es, entonces, el cuerpo
de Cristo; este es el lugar colectivo de todo miembro de Cristo en la tierra;
esta es la única membresía conocida en la Escritura. El hecho divino, positivo,
y la verdad de aquello que ninguna ruina de su unidad exterior, ninguna
corrupción de la Cristiandad, puede nunca estropear o destruir. Captando esto
en la conciencia de nuestra alma, y por medio de la fe, nosotros tenemos algo
estable, en medio de las ruinas de la iglesia profesante, sobre lo cual actuar;
sobre lo cual descansar en los días postreros. Nosotros esperamos tratar acerca
del uso práctico de la verdad en el escrito final.
F. G. Patterson
Traducido del Inglés
por: B.R.C.O. – Enero 2021.
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
BTX3
=
Biblia Textual 3ª. Edición (Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.)
JND
= Una
traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John
Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.
LBA
= La
Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman
Foundation, Usada con permiso.
VM
=
Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada
por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza). VM2020 =
VM2020 = Versión
Moderna 1929 actualizada en 2020, publicada con permiso de Biblicom.org).