EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

EL DETERIORO FILDELFIO (The Christian's Friend)

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EL DETERIORO FILADELFIO

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

De la revista "The Christian's Friend", 1879

 

Filadelfio = Adjetivo. Perteneciente o relativo a Filadelfia o a los filadelfios. (Fuente: Diccionario de la lengua española - Real Academia Española).

 

La tendencia de nuestra naturaleza es, y ha sido siempre, establecerse en un punto en el que una conciencia despertada ha experimentado una medida de reposo. Nosotros nos volvemos tardos en responder al reclamo de esta última, especialmente cuando es llevada a estar bajo la influencia de una luz más plena; e indiferentes si somos invitados  a probar pastos más dulces más allá de un punto de logro actual, habiendo encontrado confort aquí, — un confort tal vez no disfrutado ahora como hasta ahora, — y la energía del corazón decae dejando de contrarrestar el deseo prematuro de reposo; todo esto llevando a un estado de postración moral en el que ciertamente puede haber una abundancia de actividad externa, pero sólo como una forma de piedad sin la eficacia de ella. (2ª Timoteo 3: 5). Esto no sucede del todo como consecuencia del mal, sino del uso egoísta de lo que la gracia ha dado. (Deuteronomio 32: 15).

 

Muchos detalles de la historia del Antiguo Testamento verifican tal ley; pero la gracia que registra este testimonio de lo que es el hombre, como advertencia para nosotros, se ha movido junto a su indigno objeto, y ella ha encontrado siempre la oportunidad de dirigirse a la conciencia adormecida, y hacer recordar al corazón insensible el sentido de su necesidad. Israel, en los días de Ezequías, Josías y Esdras, nos proporciona ilustraciones sorprendentes; y constantemente notamos en los receptores de la bendición, como acompañantes y evidencias de las operaciones de la gracia divina en ellos, reconocimiento de la culpa, sumisión de la expresión, y auto humillación junto con una disposición a aprehender, y la voluntad de tomar la senda que la gracia previsora ponía a disposición de aquel de sincero corazón en medio del fracaso. Así, Esdras, como portavoz de los que "temían las palabras del Dios de Israel", habla con vergüenza y rubor de, "un pequeño avivamiento en nuestra servidumbre". (Esdras 9: 4, 6, 8 - VM.) Esto no preservó al remanente contra volver a errar gravemente por amor al descanso y a ocuparse de ellos mismos (Hageo 1: 4; Esdras 4: 23-24; Esdras 5: 12), brindando a la gracia inagotable una nueva ocasión de resplandecer en una urgente solicitud a través de los profetas Hageo y Zacarías. El pueblo olvidaba el objetivo principal de su restauración (Esdras 9: 9); (y ¡cuán lleno de instructiva advertencia para nosotros, reunidos para la adoración, así como para testimonio!), y ellos son convocados, pero vuelven a fracasar, como se ve en Malaquías 3, de lo cual el Calvario constituye, en lo que respecta a la responsabilidad de ellos, la lamentable secuela.

 

Tampoco podemos terminar aquí con la historia de la perpetua reincidencia, la historia de esta triste tendencia al fracaso. Perfectamente revelada como está ahora la gracia, uno casi podría albergar el no poco común pensamiento de que no podía haber más fracaso si no fuera porque Escrituras como 2ª Timoteo, 2ª Pedro, Judas, etcétera, enseñan lo contrario. El fracaso advertido y predicho por los apóstoles, ha entrado verdaderamente,  y uno puede ver su sombra devastadora revolotear, por así decirlo, a lo largo de las páginas de la historia desde los días mismos de los apóstoles hasta el gran trono blanco. Ese fracaso termina allí, y termina para siempre, gracias a Dios. Más bien, la gracia perfecta manifiesta la miseria de lo que induce al fracaso, y cuán profundas son sus raíces en el débil hombre indigno. Y no sólo tenemos la gracia de Dios y el pecado del hombre demostrados así recíprocamente, sino que el Nuevo Testamento, en varios lugares, también proporciona proféticamente un desarrollo de lo último. (1ª Corintios 10: 5-10; Judas 11, etcétera). Además, hay una mezcla de lo primero (la gracia) con lo segundo (el pecado del hombre) de manera histórica como en el caso de Israel, en las epístolas a las siete iglesias de Asia; porque aquí el ojo espiritual discierne más que un mero oír superficial en las palabras de Cristo. (Apocalipsis 2: 3). Se cree que las cartas a las iglesias en Apocalipsis, aunque indudablemente están dirigidas principalmente a las asambleas nombradas entonces existentes, constituyen un 'curriculum vitae' de la historia de la Iglesia, considerada responsablemente, desde el tiempo de Juan hasta el momento en que ella será rechazada como un testimonio irremediablemente fallido, siendo los santos, alrededor de la misma ocasión, llevados para estar para siempre con el Señor. Uno puede admirar la sabiduría divina exhibida al encubrir la historia para que se haga efectiva sobre aquellos a los que concierne inmediatamente; y la hermosa coherencia mostrada al evitar la manera formal que en ellos interferiría con la expectativa inmediata del regreso de nuestro Señor y, por tanto, también con el efecto santificador de "esa esperanza bienaventurada" (1ª. Juan 3: 3; Colosenses 3: 3-5, etcétera); mientras también es manifestado  el cuidado del benigno Pastor para con nosotros, quienes ahora podemos beneficiarnos especialmente mediante dicho cuidado al estar todo ante nosotros, en un día de tan peculiar necesidad.

 

Tal como ha sido explicado a menudo, cada carta a las iglesias presenta características distintivas de siete fases o etapas por las que tiene que pasar la Iglesia. La segunda, la tercera y la cuarta reemplazan a la primera, la segunda y la tercera respectivamente. La cuarta y las tres últimas coexisten hasta el regreso del Señor (Apocalipsis 2: 25; Apocalipsis 3: 3, 11, 21), surgiendo cada una en el orden dado, y cada una a su vez caracterizando el estado de cosas en la Iglesia desde el punto de vista del Señor.

 

También se admite ampliamente que varias fases han tenido su día, y que incluso las características de Filadelfia también han sido discernibles en estos días cuando todo el mundo está empezando a sentir que los acontecimientos se precipitan hacia el solemne clímax. Pero, aún puede ser cuestionado el hecho de que la etapa de la historia de la Iglesia caracterizada por la inteligente consagración de Filadelfia a la Persona de nuestro precioso Señor haya dejado de ser característica, y que, en este sentido, la fase determinada por la indiferencia de Laodicea a Sus reivindicaciones ha tomado su lugar, aunque, indudablemente, una posición Laodicense bien definida existe aún ahora junto a Tiatira, Sardis y Filadelfia, faltando sólo el desarrollo. Pero, ¿podemos nosotros no preguntarnos si acaso la asamblea de Filadelfia de nuestro día, la verdadera expresión de la Iglesia como Cuerpo de Cristo, así como el testimonio evidente del fracaso en su aspecto responsable, llamada por la gracia abundante después de siglos de oscuridad, — disfruta de inmunidad contra la tendencia que causó alejamiento del estado que tuvo desde Pentecostés, y que, como hemos visto, introdujo tan completo fracaso después de una manifestación de la gracia similar a la manifestación al remanente restaurado desde Babilonia? ¿Podemos nosotros presumir de mejores perspectivas, en cuanto a la fidelidad, cuando se produzca la segunda venida del Señor que las obtenidas en Su primera?

 

Nosotros vemos un remanente en Tiatira, otro en Sardis, y espacio para un corazón verdadero incluso en Laodicea. Sin embargo, hay un sentimiento de compunción al suponer la posibilidad de lo mismo en Filadelfia al regreso del Señor; porque esto implicaría un deterioro en el conjunto de personas, de ninguna manera halagador, pero lleno de advertencia para cada alma; pero, ciertamente su adecuación al ojo del Señor, en un punto de su historia, no excluye más la posibilidad de su deterioro que el hecho de que la cosa hermosa que Él estableció en Pentecostés fracase tan completamente. De hecho, individuos abandonan Filadelfia, — abandonan la confesión de la verdad en su conjunto, — y pasan a terreno Laodicense, no tan a menudo a Tiatira o a Sardis, las cuales están tan lejos de la verdad. Pero, ¿qué sucede si ellos carecen de la honestidad que lleva a algunos al lugar caracterizado por la tibieza, y permanecen en la forma de piedad no sostenida por su eficacia? Uno puede ver fácilmente, por el estado de las cosas y de las personas, allí donde la verdad es profesada en muchos casos, que aunque Filadelfia sigue hasta la venida del Señor, junto a una Laodicea gradualmente en desarrollo, — característica en última instancia—el Laodiceanismo puede dar un colorido cada vez más distintivo a gran parte del material construido sobre el terreno de la verdad. Muchos de los que exteriormente andan en la senda de Dios en asuntos eclesiásticos pueden, por jactancia tal vez basada en la naturaleza de la posición que ellos ocupan, negar la verdad que profesan, y distinguirse por poco más que un sentimiento mejor expresado en palabras Laodicenses: "Yo soy rico, y me he enriquecido", etcétera. (Apocalipsis 3: 17). Fue verdaderamente la gracia bienaventurada la que eliminó las acumulaciones de dieciocho siglos, y puso al descubierto para nosotros el firme fundamento de Dios con su sello (2ª Timoteo 2: 19); pero, ¡cuán malo es jactarse en el asunto que se corresponde con el hermoso ejemplo visto en el caso de Esdras, ya aludido! (Esdras 9: 6-8).

 

Por eso, sin asumir nada más allá de la mera posibilidad de que tal estado de cosas sea encontrado entre nosotros en cualquier momento (y, ¡oh! ¿estamos nosotros libres de ello?), es evidente que sobre el terreno en el que una vez el Señor pudo dirigirse a una pobre y débil compañía en términos de aprobación amorosa y alentadora, pueden ser aprehendidas circunstancias, — si es que no han llegado ya, — que pondrían a prueba a todos, harían que algunos se apartaran, demostrarían que otros tienen un poco más que una forma de piedad sin la eficacia de ella; y, como consecuencia, darían un testimonio fiel de nuestro Señor, en gran medida individual en su carácter, más resplandeciente tal vez a medida que los corazones fieles a Él se den cuenta de los efectos de la creciente laxitud. Poca duda puede haber acerca de que sólo la verdad debe guiar siempre la fe. Los que andan en la verdad no pueden afirmar nada menos que esto; es decir, que ellos ocupan un terreno establecido por lo que ella enseña, mientras ella insiste en sus reivindicaciones sobre todos los que profesan lealtad a ella falsamente, — esto, junto con un claro testimonio de la naturaleza de la posición así establecida, así como del único poder que puede establecer y mantener a cualquiera verdaderamente en ella. Pero, en vista de todo esto, uno puede concebir cuán impotente y arrogantemente se pueden hacer las reivindicaciones y puede ser presentado el testimonio, cuán fácil es al dar una respuesta: a "todo el que os demande", etcétera, deslizarse desde las apropiadas "mansedumbre y reverencia" de un receptor conscientemente indigno hacia el espíritu de la triste jactancia ya mencionada; ¡de modo que entra la anomalía de que un creyente, incluso en terreno Filadelfio, posea rasgos del estado Laodicense!

 

Además, está claro que una afluencia de grupos de personas por falta de vigilancia (Judas 4; Mateo 13: 25), — tan posible ahora como al principio de este período (la Iglesia), — rodearía a aquellos realmente fieles al Señor en gran número, en aras de las ventajas o para complacer algún gusto, los cuales, y podría ser bastante fácil de percibir, no están ni siquiera tratando de andar a la altura de la profesión de ellos, al igual que en el caso ya mencionado del remanente restaurado reunido a su verdadero centro, — Jerusalén. Estaban los pocos mencionados en Malaquías 3, los cuales temían a Jehová y pensaban en Su Nombre asociados con otros, exteriormente en el terreno verdadero, que tenían una mentalidad muy diferente. (Véanse los versículos 14, 15, etcétera). Esta es una contemplación solemne y las perspectivas, en caso de que el Señor se tarde, ofrecen poco para que un espíritu jactancioso abrigue. Pero en medio de la penumbra de tales reflexiones, existe un punto de la más pura luz, este precioso consuelo, de que el objetivo de Dios en todo es la gloria de su Hijo, y esto también, puede ser, a costa de una dolorosa manifestación de fracaso en aquellos que ocupan el lugar privilegiado de testimonio, cuando el testimonio sólo niega el Nombre que profesa exponer. El corazón fiel, siempre deseoso de esto, puede continuar disfrutando de la más dulce comunión, suceda lo que suceda, — una comunión de la cual ese objetivo forma tanto el vínculo como el tema. Es una misericordia que Dios nos haya dado "un lugar seguro en Su santuario (lit. un clavo en su Lugar Santo)". (Esdras 9: 8; Isaías 22: 23); el verdadero secreto de la iluminación y un "pequeño avivamiento" (Esdras 9: 8 – VM), así como "un remanente que ha escapado" (Esdras 9: 8 – LBA), que a cada paso demuestra su creciente debilidad. Que Dios mantenga nuestros corazones ocupados en Cristo en lo alto para que, mientras aprendemos Sus perfecciones tal como el Padre se complace en revelárnoslas, seamos nosotros capaces de ver con calma todas las inquietudes, las cuales no hacen sino manifestar la debilidad del hombre, y ¡la inmutabilidad de la gracia condescendiente!

 

J. K.

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2021

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

 

LBA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997, 2000 por The Lockman Foundation, Usada con permiso.

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

Título original en inglés:
"Philadelphian Decline"
Traducido con permiso
Publicado por:

Versión Inglesa
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