Los Judíos en Relación
con la Venida
del Señor
Segunda Conferencia acerca
de la Segunda Venida y el Reino del Señor y Salvador Jesucristo
William Kelly
Todas las citas bíblicas se encierran entre
comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las
comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante
abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito
Lectura Bíblica:
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas
a los profetas,
y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos,
como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí
vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis,
hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor".
Mateo 23: 37-39
Las palabras de nuestro Salvador
me parecen claras y
concluyentes. Ellas responden a una noción que prevalece demasiado ampliamente
incluso entre los hijos de Dios, a saber, la noción de que Dios ha terminado
con el judío como tal; que ya no hay esperanza para ellos como nación; que
simplemente ellos han de convertirse ahora individualmente o puede ser más
tarde multitudinariamente como cristianos mediante la predicación del evangelio
para ser llevados a la membresía del cuerpo de Cristo y a unirse con los
gentiles que creen en el Salvador para formar un solo cuerpo. Está claro
también que nuestro Salvador no estaba hablando aquí del evangelio o de
cualquier palabra de Dios que estuviera a punto de proceder de Él sentado a la
diestra de Dios. Él habla de Jerusalén, la amada pero culpable Jerusalén que
rechaza a Cristo; Él habla de esa ciudad, la ciudad santa en título pero de
hecho la ciudad rebelde, la ciudad que una vez fue idólatra, que había dado
muerte a santos y profetas y que ahora estaba resumiendo su culpa en la cruz de
su propio Mesías. Sin embargo a Jerusalén como tal nuestro Señor le da a
conocer que se arrepentiría y daría la bienvenida al ahora despreciado Rey tan
ciertamente como la desolación iba a ser mientras tanto su porción, sí, en efecto,
la porción de la casa misma que
una vez fue la casa de Dios pero ahora degradada ante Dios (ante Él, el Señor
que tiene todos los derechos siendo repudiado). Así lo expresa el Salvador,
"He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde
ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que
viene en el nombre del Señor".
¿Y qué es o de quién es esta fe?
¿De los cristianos de
ahora o de los judíos de siempre? ¡"Bendito el que viene en el nombre del
Señor"! La fe cristiana es que Él ha venido, ha muerto y ahora ha
resucitado y ha sido glorificado. El Señor no habla así de la forma que ha de
tomar la fe que está en consideración. Yo no digo que ellos no identificarán a
su Mesías venidero con Aquel que padeció en la cruz sino que clara e
inequívocamente nuestro Salvador los retrotrae a los oráculos antiguos y aplica
a ellos aquella palabra escrita en el Salmo 118 que espera que Israel sea
bendecido pero Israel bendecido en la venida de Aquel que fue rechazado por los
edificadores, por los sabios arquitectos. El Mesías despreciado ya no es
rechazado sino que por el contrario es muy bienvenido para sus corazones: ¡"Bendito
el que viene en el nombre del Señor! Por lo tanto el pasaje es igualmente claro
al mostrar que si la Jerusalén de aquel tiempo y su templo iban a ser dejados desolados
quitándosele todo lo que era su gloria distintiva y esto por palabra del propio
Salvador, sin embargo llegaría el momento en que sus corazones Le desearían
diciendo: "Bendito el que viene en el nombre del Señor". Jerusalén no
es abandonada para siempre. Aquel que la abandonó a sí misma, a su pecado y a
su vergüenza al rechazarle es nuestra garantía para saber que el mismo pueblo y
la misma ciudad Le esperarán, Le aclamarán y habrán provisto el gran Hallel [véase
nota] para el canto de ellos en la expresión de su fe.
[Nota]. Hallel
es el nombre específico de los Salmos 113-118.
Qué prueba es esta de que Dios
de ninguna manera ha
abandonado a Su pueblo; que Él cumplirá cada palabra que Él ha pronunciado
sobre ellos; que aunque durante un tiempo hay una dolorosa brecha y que
aparentemente Israel es abandonado por su Señor y en cierto sentido también
realmente, sin embargo y a decir verdad así como Su corazón se conmovía por ella
en medio y a pesar de su pecado así el corazón de ella se volverá a Él en aquel
día bienaventurado en que Su pueblo se ofrecerá voluntariamente en el día de Su
poder. (Salmo 110).
Esta es entonces la propia respuesta
de nuestro Señor
a los pensamientos de los hombres. Si nosotros escudriñamos las exposiciones
doctrinales del Nuevo Testamento encontraremos que el Espíritu Santo afirma la
misma gran verdad y en la misma epístola donde por encima de todas las demás Él
insiste en la gracia indiscriminada de Dios en el evangelio. Yo no hablo ahora
de una epístola como la de los Efesios donde el carácter celestial de la
Iglesia como cosa enteramente nueva deja fuera de la vista los pensamientos y las
esperanzas de Israel. Pero tomemos la epístola a los Romanos que hace que ellos
sea mucho más sorprendente porque más adelante incuestionablemente el judío
será salvado por el mismo Salvador, por el mismo sacrificio él será apartado
para Dios. Sin embargo es en Romanos donde el Espíritu de Dios nos presenta la
verdad de Dios en cuanto a esto elaboradamente establecida con la mayor
claridad posible. Todo es puesto ante los santos desde Su mente perfecta. Tenemos
la época de la gracia en la epístola a los Romanos y nosotros encontramos allí a
los gentiles introducidos ahora como tales. Esto llevó a la pregunta, "¿Ha
desechado Dios a su pueblo?" (Romanos 11). ¿Qué pueblo? Claramente no los
cristianos. Por el contrario Dios sólo estaba reuniendo a esos creyentes, no
los estaba echando fuera. ¿Entonces, ¿qué pueblo está en consideración? Los
judíos y ningún otro. La respuesta es que Él no los ha desechado. El apóstol presenta
varias pruebas de que no hay abandono alguno excepto por un tiempo. Hay un
límite tal como hemos visto antes, "hasta que digáis: Bendito el que viene".
Así que aquí encontramos al Espíritu Santo confirmando la misma verdad
bienaventurada y se nos muestra sobre la base de varios motivos claros que el
Espíritu Santo mira claramente hacia adelante a la reunión de Israel como un
pueblo para el Señor. Se trata de la bendición del judío como tal después de
que el Señor haya concluido Su obra actual y Su actual llamamiento a personas
de entre los gentiles.
Por eso es que en la medida en
que se trata de la administración
de Dios en la tierra nosotros tenemos que la figura del olivo es introducida, —
no el un solo cuerpo de Cristo sino algo antiguo que había comenzado en los tempranos
días, — que yo puedo decir que de hecho había comenzado antes de Israel en aquel
que fue el padre de Israel. Consecuentemente el olivo aparece ante nosotros con
algunas de sus ramas, — las incrédulas ramas judías, — desgajadas y el olivo
silvestre de los gentiles injertado. A continuación el Espíritu de Dios insinúa
que para los gentiles todo gira en torno a la fidelidad de ellos y de la permanencia
de ellos en la bondad de Dios. Es decir, es un asunto de administración. Allí
donde hay un flujo de misericordia salvadora, donde se trata simplemente de la
gracia soberana de Dios no podría haber un asunto tal como la condición de la
fidelidad de las personas; pero en la medida en que ello es evidentemente el
curso del trato de Dios sobre la tierra se les hace saber que ellos están
firmes por medio de la fe, que sólo están firmes en la bondad de Dios. Ellos
son amonestados para que tomen nota de la severidad que Dios ha empleado para con
los judíos y para que ellos mantengan firme su confianza pues de lo contrario
ellos también serían cortados.
Además tenemos más que esto. En
el mismo capítulo
(Romanos 11) el argumento del apóstol deja perfectamente claro que el Espíritu
de Dios contempla nada menos que a todo Israel llevado como pueblo al disfrute
de sus antiguas y acariciadas esperanzas aunque en el terreno de la soberana
misericordia de Dios y por tanto con una verdadera obra del Espíritu Santo en
sus almas. El argumento del undécimo versículo es éste: "¿Han tropezado
los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión
vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos". La real bendición
de los gentiles por medio del evangelio no era de ninguna manera dejar a los
judíos para siempre fuera de las promesas de Dios como nación. Ustedes deben recordar
que no hubo nada en la mente de Dios ni en la de los santos de aquella época
que prohibiera el pensamiento de que muchos individuos de los judíos serían
introducidos entretanto por medio de la fe de Jesús. El hecho es que una gran porción
de los creyentes que vivían en aquel entonces eran judíos y ellos formaron la
gran mayoría de los que llevaban Su nombre ciertamente en los lugares donde el
Evangelio fue predicado primero. La obra se extendió entre los gentiles y sin
duda en no mucho tiempo los gentiles que creyeron superaron en número a los
judíos; pero aun así en los primeros días de la evangelización es evidente que
la mayoría de los profesantes era de la nación de Israel. Por lo tanto y manifiestamente
no se trataba en absoluto de la misericordia de Dios para con los individuos
fuera de Israel. El único asunto a decidir era si acaso Dios había abandonado a
Israel como pueblo. La respuesta niega claramente tal conclusión. Si Su
misericordia se extendía ahora a los gentiles ello era para provocar a celos a
Israel y en definitiva para restituir la nación como tal. Leemos, "Y si su
transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los
gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?" (Romanos 11: 12). Entonces,
en lugar de ver un mero remanente de creyentes separado del cuerpo principal de
los judíos debería haber una nación nacida de Dios, un pueblo entero
disfrutando públicamente de todo lo que Dios había prometido y conociendo infinitamente
más por medio de la fe la dulzura de las promesas porque habían encontrado su
Rey así como su perdón en aquel mismo Salvador al que antes habían despreciado,
rechazado y crucificado. Por consiguiente en la última parte del capítulo él ya
no nos presenta el hecho de un remanente como un testimonio de que Dios no
había desechado definitivamente a Israel como un todo, que ya no era más un
proceso de razonamiento con el fin de provocar a celos a Israel sino la demostración
textual más clara desde la profecía directa. Él dice: "No quiero,
hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a
vosotros mismos" [el peligro mismo de la cristiandad y la trampa en la que
ella ha caído]; "que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta
que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo,
como está escrito: Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la
impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. Así que
en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la
elección, son amados por causa de los padres. Porque irrevocables son los dones
y el llamamiento de Dios". (Romanos 11: 25-29). ¿Qué doctrina o qué deducción
pueden ser más claras? Es cierto a partir del lenguaje del Espíritu Santo que no
sólo habrá una vasta adhesión al remanente de creyentes fuera de los judíos
(porque éste no es el asunto en consideración), sino que existe la más segura
garantía de la palabra de Dios de que la nación como tal aún será bendecida.
"Todo Israel será salvo". Ello es en contraste con un mero remanente.
Nosotros
encontramos así que el Espíritu de Dios cita esta porción de
Isaías como autoritativa y añadiendo el motivo más concluyente por el que ello no
puede ser parte de la actual obra de Dios al reunir la Iglesia de Dios. En la
Iglesia el judío y el gentil no son conocidos como tales pues la distinción ha
desaparecido allí por completo. Por el contrario ustedes tienen aquí a
"todo Israel" siendo salvo en contraste con la acción divina que
ahora se dirige hacia los gentiles donde un remanente de judíos se aúna a una multitud
de gentiles. Esto está siendo llevado a cabo ahora y en Cristo, y en la Iglesia
la distinción no existe. Mientras que por el contrario cuando Dios haya
terminado Su obra actual todo Israel será salvo. Esto explica enteramente el
lenguaje del versículo 28 donde leemos, "en cuanto al evangelio, son
enemigos", — una expresión que no podría ser usada si se refiriese al
Evangelio como ahora es predicado. Sin duda en aquel día luminoso ellos serán
llevados a la reconciliación pero entonces ello será por una evidente obra de
Dios. No será por un mensaje que suponga que la distinción entre judíos y
gentiles ha llegado a su fin como en lo que Dios está haciendo ahora porque Él está
actuando desde Cristo a la diestra de Dios donde la distinción de judío y
gentil no tiene lugar alguno. Pero una vez realizada esta obra Dios retoma los vínculos
de las antiguas promesas y profecías y hace que sean patentes para Israel por medio
del poder del Espíritu de modo que toda la nación será salva.
Por
lo tanto yo he utilizado estas dos Escrituras como una especie de
introducción antes de que consideremos las profecías del Antiguo Testamento que
se refieren a este importante tema. Espero mostrar en la medida en que los
límites de una sola noche lo permitan lo que precederá a la verdadera obra de
Dios al restaurar a Israel y llevarle a un verdadero conocimiento de la
redención enseñado por el Espíritu.
El
profeta Isaías presenta la más completa revelación de los modos de obrar
de Dios con Su pueblo. En Isaías 1 tenemos un alegato moral entre Dios e
Israel. De principio a fin de dicho alegato se trata de la misma Jerusalén pero
primero Jerusalén es considerada como no siendo mejor que Sodoma y Gomorra. La
ciudad fiel se había convertido en una ramera. Ella estaba llena de justicia
pero ahora había homicidas. "Tu plata se ha convertido en escorias, tu
vino está mezclado con agua. Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de
ladrones". No puede haber duda alguna en cuanto a qué ciudad ello se
refiere. Ciertamente no es la Jerusalén celestial; pero la Jerusalén literal,
histórica y terrenal ya es considerada como estando corrupta y llegando a ser cada
vez más rebelde estando a punto de ser completamente apóstata. "Por tanto,
dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré
satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios; y volveré mi mano
contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu
impureza. Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran
antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel". (Isaías 1:
24-26). ¿Puede alguna persona imparcial afirmar o concebir que alguna vez haya
habido siquiera la apariencia de un cumplimiento de esta restauración moral?
Ello fue dicho considerablemente más de un siglo antes de que la maldad de
Jerusalén fuera tal que Dios no pudiera tolerarla más. Entonces Judá fue
llevada en cautividad a Babilonia. ¿Ha habido algo desde entonces que responda
a esta promesa? Sin duda un pequeño grupo de judíos regresó de esa cautividad
pero, ¿fue restaurada Sión como al principio? ¿Fue Jerusalén en algún momento
posterior "Ciudad de justicia"? Por el contrario, ¿acaso no volvieron
ellos débiles y pocos como un pobre remanente quebrantado, esclavos y presa de amos
gentiles? ¿No incurrieron ellos después en la culpa adicional y más profunda de
rechazar a su propio Mesías?
Pero esto no es todo. El segundo capítulo de Isaías nos presenta una visión
de la restauración realmente prometida, ciertos rasgos de los cuales poder obtener
claridad en cuanto a si ello se ha cumplido o si por el contrario todavía
tenemos que pensar en el futuro y esperar. Leemos, "Lo que vio Isaías hijo
de Amoz acerca de Judá y de Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los
tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los
montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las
naciones". Hay quienes interpretan pasajes como éste en el sentido místico
de convertidos a Cristo reunidos de entre los gentiles mediante el evangelio y traídos
a la iglesia, pero avancemos en la lectura. "Y vendrán muchos pueblos, y
dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob". Ahora
bien, ¿acaso no sale el evangelio a las almas? ¿No es así como obra el Señor
ahora? ¿No envía él a Sus siervos con las buenas nuevas a toda criatura? ¿No
está esto en el más preciso contraste con una reunión como ésta en un centro
terrenal? ¿Acaso no hay actividad de la gracia en la misión apostólica? No es
esperar que las almas se reúnan en Jerusalén o en cualquier otro lugar de la
tierra sino que por el contrario es salir de ellos como está dicho: "Ni en
este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Mas la hora viene, y ahora es,
cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren". (Juan
4: 21-23). En la expresión, "y ahora es", tenemos esto excluido. En
la profecía de Isaías la reunión de las naciones es en una metrópoli terrestre,
en Jerusalén, en aquel monte. Es decir, me parece que nuestro Señor describe el
orden cristiano de las cosas en términos tan marcadamente contrastados como bien
podría ser concebido. El profeta contempla otro día, una escena totalmente
diferente. Nada ha respondido a ello desde que Isaías pronunció estas palabras.
Nosotros hemos visto que el evangelio que es la única obra activa de la gracia
de Dios que ha habido desde entonces contrasta con ello en lugar de ser su cumplimiento.
Pero hay aun más. Nosotros tenemos aquí la ley saliendo de Sión. Claramente no
se trata del evangelio sino de los oráculos vivos como antaño. "De Sión
saldrá la ley". Yo no entiendo por esto que es meramente un
asunto acerca de los diez mandamientos sino que es la revelación tal como Dios
la dio antes de la cruz, — una revelación fundamentada en la promesa de exaltar
al
pueblo de Dios en la tierra y de mantenerlos a ellos como centro de bendición
para las naciones cuando el Mesías reinará. A mi juicio este es su claro carácter
inequívoco. Presten ustedes atención a lo que sigue a continuación. "(Él)
juzgará entre las naciones". (Isaías 2: 4). No es la revelación de Uno que
en gracia hacia los pecadores aunque también como base de la justicia divina llevó
el juicio del pecado en la cruz. Él será Rey en aquel entonces, Rey no sólo de
Israel sino también de las naciones tal como lo es en Jeremías 10 y como deberá serlo en Apocalipsis 15. Sin embargo aquí es más bien un asunto de
autoridad judicial ejercida con respecto a ellas y ciertamente será en
contraste con lo que Él está haciendo ahora. "(Él) juzgará entre las
naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de
arado". ¿Necesito decir que no ha habido cumplimiento alguno de palabras tales
como éstas? ¿Necesito yo insistir en que incluso las llamadas naciones
cristianas son más bien líderes y adalides en la invención de todo tipo de implementos
para la destrucción mutua? ¿Es esto convertir las espadas en rejas de arado? El
hecho más evidente en esta época es lo contrario. Pero viene la época cuando
ellas "volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no
alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra".
(Isaías 2: 4). Que cualquiera compare esto con lo que nuestro Salvador mismo
pronuncia (Mateo 24) inmediatamente después de la porción de la Escritura con
la que comenzamos esta noche. Ustedes encontrarán que desde el monte de los
Olivos instruyendo Él a los discípulos acerca de lo que debían esperar Él dice
claramente que se levantaría nación contra nación, que ellos debían esperar
guerras y rumores de guerras. Entonces, ¿puede ser este el mismo tiempo que el
previsto en Isaías 2? ¿Cómo hemos de decidir entonces? Hagan ustedes que ellos
sean el mismo tiempo y ustedes oponen el Antiguo Testamento al Nuevo; pero si
ustedes distinguen los períodos el equilibrio de la verdad es establecido.
Ambos son verdaderos, el profeta del Antiguo Testamento y el apóstol del Nuevo
pues ambos fueron inspirados divinamente. Incluyendo el Señor aquello que si
bien continúa hacia el fin de la era estaba más o menos cerca para Sus
discípulos, Él muestra de manera concluyente que el carácter del mundo no iba a
cambiar todavía; que lo que salía ahora era sólo el testimonio presentado de
eso, el evangelio del reino no el reino mismo establecido en poder y
juzgando la tierra habitable como está dicho: "(Él) Juzgará entre las
naciones, y reprenderá a muchos pueblos". Hasta aquel momento ello no era
más que el testimonio dado, era la acción de Su Espíritu por medio de la
palabra de Dios pero esto de ninguna manera altera el aspecto de las cosas aquí
abajo en su conjunto. Sólo individuos son llevados al conocimiento de Él y son salvados
en todas partes de todas las naciones pero en cuanto a las naciones mismas en
lugar de ser reprendidas ellas han abusado de la bondad de Dios y la han
insultado, han rehusado someterse al testimonio divino y como sus pasiones no
han cambiado ellas se levantan unas contra otras aprendiendo, enseñando y
llevando a cabo la guerra y toda planificación ambiciosa con tanto brío e
ímpetu como siempre. Así ha sido y así es hasta este día mismo. ¿Y qué entonces
de esta temprana profecía de Isaías? Nunca habiéndose cumplido hasta esta hora
ella queda por cumplirse. Nada más sencillo. Todo tiene su sentido cuando
dejamos tiempo y espacio para la realización de los magníficos modos de obrar
de Dios.
Por
lo tanto y sin explayarme acerca de cada capítulo aunque difícilmente
haya uno que no proporcione evidencia si ello fuese necesario acerca del tema,
yo me referiría al capítulo 4 como un retrato sorprendente en contraste con
cualquier cosa que Dios está haciendo ahora. "En aquel tiempo siete
mujeres echarán mano de un hombre y le dirán: "Nosotras comeremos nuestro
propio pan y vestiremos nuestras propias ropas; solamente permite que seamos
llamadas por tu nombre. Quita nuestra afrenta"". (Isaías 3: 1 – RVA).
Es decir, el profeta anticipa una condición en la que los hombres habrán sido
cortados por el juicio de Dios donde se ha producido una temible desolación por
el juicio divino. "En aquel tiempo el renuevo de Jehová será para
hermosura y gloria". (Isaías 4: 2). El juicio es llevado a cabo y entonces
se produce el surgimiento del renuevo de Jehová en hermosura y gloria. "El
fruto de la tierra para grandeza y honra, a los sobrevivientes de Israel. Y
acontecerá que el que quedare en Sion, y el que fuere dejado en Jerusalén, será
llamado santo; todos los que en Jerusalén estén registrados entre los
vivientes". Va a ser una verdadera obra de Dios. Ningún cristiano debería
permitir el pensamiento de una mera restauración carnal o de algo que pudiese
ser logrado mediante los vuelcos de la rueda política. Pero por otra parte no
es el efecto de la predicación del evangelio como ahora. "Esa nación"
tendrá prominencia una vez más y en su propia tierra, — al menos los sobrevivientes
de Israel.
Serán almas bendecidas por Dios pero al mismo tiempo bendecidas como descendencia
de Jacob en la tierra, "Cuando el Señor lave las inmundicias de las hijas
de Sion, y limpie la sangre de Jerusalén de en medio de ella, con espíritu de juicio y con espíritu de devastación".
¿Es esto el evangelio, — "con espíritu
de juicio y con espíritu de devastación"? "Y creará
Jehová sobre toda la morada del monte de Sion, y sobre los lugares de sus
convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche
llamas". ¿Qué engaño es desaprovechar nuestro tiempo y nuestro ánimo
imaginando vanamente de qué manera el Espíritu de Dios está obrando así ahora?
¿Hay algo que se le parezca en el más mínimo grado? "Porque sobre toda
gloria habrá un dosel". Por el contrario el poder de Dios no es
manifestado ahora defendiendo a los testigos de Su gracia sino en infundir
valor al cristiano para padecer, fortaleciéndolo para soportar con gozo así
como con paciencia. Por otra parte tenemos aquí una vindicación abiertamente
mostrada y gloriosa de Su tan largamente quebrantado pueblo cuando toda guerra
y problema han terminado. Es un estado de cosas totalmente diferente.
"Habrá un abrigo para sombra contra el calor del día, para refugio y
escondedero contra el turbión y contra el aguacero". ¿Debemos desaprovechar
la bendita palabra de Dios? ¿Debemos nosotros suponer que esto significa realmente
consuelo espiritual para almas? Ciertamente almas serán bendecidas por Su
espíritu ahora pero toda palabra del Señor se cumplirá y los de Israel serán Sus
testigos cuando la gloria resplandezca sobre la tierra.
Sin
detenerme en los capítulos intermedios yo los dirigiría a prestar
atención al comienzo del capítulo 9 donde tenemos una profecía cumplida
parcialmente. Ello puede servir como ejemplo de lo que es muy común en todo el
Antiguo Testamento. "Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora
en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente
tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al
fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea
de los gentiles". Tal como lo entiendo el Espíritu de Dios muestra una
aflicción mucho más severa que vendría sobre esa tierra que estaría bajo el rey
de Babilonia. El romano, el último gran poder de los gentiles, iba a ser el instrumento
de una aflicción incomparablemente más intensa. Esto brinda la ocasión para que
el Espíritu de Dios introduzca una aplicación parcial a Cristo porque fue bajo
el cuarto imperio que apareció nuestro Señor. Por consiguiente, había una
predisposición para la escena final. En todo caso había Uno que les traía luz
divina y esto en Galilea; como se dice aquí, por el camino del mar, Galilea de
los gentiles. "El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que
moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos". Este
es el argumento que el Espíritu de Dios aplica en el Nuevo Testamento y nada
puede ser más sencillo; pero por otra parte Él no aplica lo que no se cumplió.
Entonces sigamos leyendo: "Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría.
Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando
reparten despojos. Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro,
y el cetro de su opresor, como en el día de Madián". ¿Se ha cumplido
también esto? ¿Cuándo ha habido alguna apariencia de ello? ¿Bajo Pompeyo, bajo
Augusto, bajo Tiberio, bajo Tito? ¿Qué ocurrió en aquel entonces? Cuando los
romanos vinieron, ¿se quebró el cetro del opresor? Por el contrario, ¿acaso no
cayó con más fuerza y sin la más mínima intervención de Dios? ¿Ocurrieron los
hechos previstos? "Porque todo calzado que lleva el guerrero en el tumulto
de la batalla, y todo manto revolcado en sangre, serán quemados, pasto del
fuego". El Espíritu de Dios mira aquí muy claramente hacia el tiempo en
que la crisis ya no será un mero choque de armas terrenales sino que será otro
carácter de conflicto, Dios lidiando con combustible para el fuego.
Evidentemente se trata de un juicio pero no el juicio de los hombres ante el
trono de Dios sino Su trato con ellos cuando Él destruya a los enemigos de Su
pueblo Israel. "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el
principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios
Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz". (Isaías 9: 6). Indiscutidamente el
Rey en persona, el Mesías, apareció bajo los Césares pero los judíos Le
rechazaron y el reino fue pospuesto. Por eso la ejecución del juicio espera
otro día y la bendición seguirá a continuación según todas las promesas de
Dios. "Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el
trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en
justicia desde ahora y para siempre". El pasaje demuestra que antes de que
Jehová establezca el reino de David del cual se habla aquí no debe haber un
mero choque de ejércitos humanos sino el Señor arrollando, consumiendo y destruyendo
a los enemigos de Su pueblo. Esto nunca ha ocurrido todavía sino más bien lo
contrario. En lugar de que los judíos fueran liberados mediante juicio divino y
sus enemigos vencidos de una manera totalmente excepcional y adecuada a la
acción de Dios mismo, a los romanos se les permitió destruir Jerusalén y barrer
a los judíos de la faz de su tierra llevándose a los que perdonaron y
dispersándolos sobre la tierra hasta el día de hoy. No ha habido apariencia
alguna del cumplimiento de la profecía.
Pasemos
ahora a Isaías 11. Tenemos allí al mismo Mesías sin duda alguna. No
hay ninguna duda en cuanto a esto. Todos, ya sean judíos o cristianos admiten más
allá de la controversia que aquí tenemos descrito al Mesías. El interrogante es
en cuanto al carácter de Su reino. Pero lean ustedes el versículo 4: "Juzgará
con justicia a los pobres, y argüirá con equidad
por los mansos de la tierra ". ¿Es este un relato adecuado de los modos de
obrar del Señor en el evangelio? ¿No se encuentra ahora con Sus enemigos? ¿No
está salvando enfáticamente a los perdidos? ¿Cómo se cumplen el 'juzgar' o el "argüir
con equidad" en este caso? Sin duda el evangelio es predicado a los pobres
pero aquí se trata de un gobierno justo controlando y bendiciendo la tierra y no
de la salvación por gracia reuniendo almas para el cielo. Por lo tanto nuestro
capítulo en ningún sentido verdadero es una descripción de lo que el Espíritu
Santo mismo determina hacer para la gloria del nombre de Cristo en este tiempo actual.
Aquí es el hecho de juzgar, se trata de las funciones de un rey, — de Uno que
reina en equidad. Es un estado de cosas que difiere completamente del presente.
Lo que lo confirmará aún más es la palabra conectada de que Él "herirá la
tierra". ¿Contempla esto el evangelio como tal? "Herirá la tierra con
la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios [no vivificará las almas
por la gracia de Dios, sino] matará al impío". ¿Se puede dudar de que la
interpretación mística es completamente desechada por el uso que el Espíritu de
Dios hace de este versículo en 2ª Tesalonicenses 2: 8 donde el apóstol Pablo lo
cita? ¿A qué es aplicado? ¿Al evangelio? No a las consecuencias de la primera
venida de Cristo, no a la gracia que Dios envía ahora, — el mensaje de Cristo
fundamentado en la cruz, — sino que es aplicado expresa y exclusivamente a la
manifestación de la venida de Cristo, el brillante resplandor de Su segundo
advenimiento cuando Él lidiará con el inicuo.
Nosotros
tenemos así una autorización divina para nuestra interpretación de
la profecía. Por medio del apóstol Pablo nos enteramos de que el Señor en Su
aparición cuando Él establezca este reino introducirá Su poder en la tierra
mediante un golpe literal, mediante un juicio que destruye. Permítanme añadir
en beneficio de quienes pueden no estar familiarizados con estos temas que de la
lectura de Isaías 30: 28-33 se proyecta una clara luz sobre la expresión "el
espíritu de su boca" en 2ª Tesalonicenses 2: 8. El aliento de la boca del
Señor no es comparado con la misericordia del evangelio sino que es la expresión
de Su ira y Su indignación. Es "como torrente de azufre". En otras
palabras, esto es el juicio divino implacable de los inicuos mientras que el
evangelio es las buenas nuevas de Dios de gracia para los inicuos ganándolos
para Dios por medio de la fe del Señor Jesucristo no la aniquilación de ellos
por la venganza de Jehová.
Antes
de avanzar más permítanme llamarlos a prestar atención a unos pocos
asuntos más del capítulo sin anticipar lo que se nos presentará en una
conferencia futura. Leemos, "Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de
Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las
gentes; y su habitación será gloriosa. Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que
Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo".
(Isaías 11: 10, 11). ¿Cuál es la fuerza de esta expresión, "otra
vez", si ustedes apartan de Israel la corriente de la profecía? Denle
ustedes su significado evidente y no adulterado y, ¿qué puede ser más claro?
Jehová había redimido una vez a Su pueblo de Egipto y Él los liberará por
segunda vez. Esta no es la única referencia a que Él sacó al pueblo de una casa
de servidumbre. El final del capítulo repite la alusión. "Jehová alzará
otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en
Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat, y en las costas del mar.
Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y
reunirá los esparcidos de Judá". Yo pregunto, ¿Dónde y cuándo ha habido
alguna aproximación al cumplimiento de esta profecía? "Y se disipará la
envidia de Efraín, y los enemigos de Judá serán destruidos. Efraín no tendrá
envidia de Judá, ni Judá afligirá a Efraín". Por lo tanto no sólo será una
restauración nacional en el sentido más pleno (las diez tribus así como las dos
tribus, o "todo Israel" según la afirmación doctrinal del Nuevo
Testamento), sino que habrá además una gran acción espiritual sobre almas;
habrá la eliminación por la gracia de Dios de toda contienda, rivalidad, maltrato
y envidia entre las diferentes secciones de Israel. Será una obra en cada parte
de ella digna de la poderosa benignidad transformadora de Dios mismo. Pero se
dice además que "secará Jehová la lengua del mar de Egipto; y levantará su
mano con el poder de su espíritu sobre el río, y lo herirá en sus siete brazos,
y hará que pasen por él con sandalias. Y habrá camino para el remanente de su
pueblo, el que quedó de Asiria, de la manera que lo hubo para Israel el día que
subió de la tierra de Egipto". Ningún principio justo de interpretación
puede ser aplicado a este capítulo sin confesar el significado evidente de una
futura restauración de Israel como tal por el poder de Dios en el día postrero.
Si aquello que aquí aprobaría su aplicación al cristianismo se llevara a cabo
plenamente en otra parte sacudiría hasta los cimientos mismos toda la verdad de
Dios revelada en la Biblia. Ni los versículos 6-9 ni el versículo 14 pueden ser
considerados como dificultades serias por aquellos que esperan un vasto alivio
para la creación inferior bajo el último Adán y la reaparición de las antiguas
razas cuando la restauración de Israel vuelva a ser el asunto.
De
este modo en Isaías 14 encontramos además que Jehová tendrá misericordia
de Jacob y todavía escogerá a Israel y los hará reposar en su tierra: y los
extranjeros se unirán a ellos y se juntarán a la casa de Jacob. Y los pueblos
los tomarán y los traerán a su lugar y la casa de Israel los poseerá en la
tierra de Jehová como siervos y siervas y tomarán cautivos a aquellos que los tomaron
cautivos a ellos y señorearán sobre los que los oprimieron. "Y en el día
que Jehová te dé reposo de tu trabajo y de tu temor, y de la dura servidumbre
en que te hicieron servir, pronunciarás este proverbio". En vano uno pregunta
dónde hay algo en el pasado que responda a este vuelco predicho de la marea de
la misericordia hacia Israel.
Otra
porción de profundo interés en cierto modo será encontrada en Isaías
18 especialmente a medida que se apresura el tiempo en que encontrará su
cumplimiento. Ustedes habrán notado de qué manera en los pasajes ya presentados
se dice que Jehová alza Su mano para recobrar a Su pueblo. (Isaías 11: 11).
Sería un error suponer que la única cosa revelada en la profecía es esa
intervención divina a favor de ellos. Degradados como están los judíos y dispersos
por toda la tierra ellos anhelan más que nunca su propia tierra. Sin duda hay
diferencias y algunos participan en el racionalismo rápidamente creciente de la
época actual si es que no lo lideran; pero en aquellos que no han abandonado en
todos los aspectos los pensamientos y las aspiraciones de Israel hay síntomas
de un intranquilo sentimiento impaciente pero fuerte orientado a su propia
tierra. Este capítulo muestra que así como Israel deseará regresar allí en sus
propias fuerzas y según su propia sabiduría, así como ellos se esforzarán por
establecerse allí así descenderán en busca de ayuda a alguna nación gentil sin
nombre. ¡AH! ¡la tierra que haces sombra con tus alas; que estás a la otra
parte de los ríos de Etiopía". (Cus). (Isaías 18: 1 – VM). Esto significa
más allá de los límites con los que Israel de antaño tenía que ver. Había dos
ríos famosos ambos llamados ríos de Cus, a saber, el Nilo por una parte y el
Éufrates por la otra. Un pueblo más allá de cualquiera de esos ríos asumirá la
tarea de protector de Israel: pondrá su mano para traerlos a salvo y asentarlos
bajo su patrocinio en la propia tierra de ellos. Este pueblo es descrito además
como una potencia marítima mediante figuras extraídas de aquello que era
familiar a los judíos en aquellos días, obviamente. Es una tierra que envía "embajadores
por el Nilo, y en barcos de papiro sobre la haz de las aguas! ¡Id, veloces
mensajeros, a una nación tirada y despojada, a un pueblo terrible desde su
principio y en adelante". (Isaías 18: 2 – VM). La nación de la que se
habla como "terrible desde su principio" es obviamente el pueblo
judío del cual se dice que son "gente harta de esperar y hollada, cuya
tierra destruyeron los ríos". (Isaías 18: 2 – RV1602P).
Todo el mundo sabe cómo ellos han padecido a causa de la opresión de los
enemigos. "Todos los moradores del mundo y habitantes de la tierra, cuando
se levante bandera en los montes, mirad; y cuando se toque trompeta, escuchad".
(Isaías 18: 3). Dios llama a las naciones a observar lo que Él está haciendo y
no sólo lo que Él está haciendo sino más bien lo que ellas están
haciendo cuando Él no sea más que un espectador de los modos de obrar de ellas.
El momento es crítico y los peligros se ciernen sobre todos. "Porque
Jehová me dijo así: Me estaré quieto, y los miraré desde mi morada, como sol
claro después de la lluvia, como nube de rocío en el calor de la siega. Porque
antes de la siega, cuando el fruto sea perfecto, y pasada la flor se maduren
los frutos, entonces podará con podaderas las ramitas, y cortará y quitará las
ramas". (Isaías 18: 4, 5). Las cosas son prometedoras. Parece como si todo
se estuviera apresurando al cumplimiento deseado de las esperanzas de Israel.
Pero sólo se trata de uvas agrias; no hay una verdadera maduración del fruto
para que Jehová lo pruebe. Entonces Jehová actuará pero todavía es para destruir
el apresurado plan. Él quita sin escatimar y deshace toda esperanza de
restauración por medio de la interferencia de hombres. Él juzga todo lo que denotaba
la disposición de los judíos como ellos podían concebir para la bendición de
los días postreros. Él no reconocerá a gentiles presumiendo ser instrumentos
para lograr la liberación de Su pueblo. "Serán dejados todos para las aves
de los montes y para las bestias de la tierra". (Isaías 18: 6). Las
naciones no son dignas de confianza: vana es la ayuda del hombre. Los gentiles
se apartarán una vez más de Israel y los oprimirán; ellos devorarán y
devastarán como antes. "Veranearán sobre ellos las aves rapaces, y todas
las bestias de la tierra invernarán en ellas". (Isaías 18: 6 – VM). ¿Es
éste entonces el fin de Israel? ¿Han sido desechas para siempre bajo el juicio
de Dios sus esperanzas excitadas de una manera carnal y habiendo procurado su
cumplimiento por medio de la política humana? No, pues leemos, "¡En aquel
tiempo será traído un presente a Jehová de los Ejércitos, de parte de un pueblo
tirado y despojado, de un pueblo terrible desde su principio y en adelante;
nación medida y hollada, cuya tierra dividen los ríos, al lugar del Nombre de
Jehová de los Ejércitos, al Monte de Sión!" (Isaías 18: 7 – VM). Es la
hora para que Jehová obre mediante Su mano. Pero como en otros casos así
en este, a saber, el hombre intenta primero su competencia para llevar a cabo
el propósito de Dios y él conlleva así la ruina total sobre todos. Pero Jehová
recibirá a Israel en aquel momento y lo conducirá al monte de Sión. A Jehová será
traído el presente de un pueblo y de un pueblo tirado y despojado. Ellos
traerán un presente a Jehová de los ejércitos y al mismo tiempo ellos mismos serán
un presente.
Esa
es la clara afirmación del Espíritu. Esto nos prepara para los métodos
humanos de restauración de Israel y es una importante salvaguardia para los
hijos de Dios para que no se entusiasmen ahora con rumores aquí o allá acerca de
grandes cosas para los judíos. El creyente no debe tener confianza alguna en
ningún plan de los hombres para traer a Israel a su propia tierra. Dios no está
obrando con aquel objetivo; Él está reuniendo almas de Israel así como Él las
reúne de los gentiles porque Cristo aún está a la diestra de Dios en el cielo.
Cuando Él haya hecho la obra celestial Él permitirá que el hombre en su
confianza piense que puede reparar las ruinas de Sión y reunir a los dispersos
de Israel pero todo demostrará ser infructuoso en el orgullo del hombre. El
afecto de los gentiles por Israel demostrará ser totalmente inútil pero justo
cuando todo parezca fracasar más desesperadamente que nunca en aquel momento
Jehová cumplirá Sus propósitos largamente aplazados. Todo esto afirma de nuevo
y de la manera más firme posible que Israel debe ser restaurado; pero primero
habrá un intento de restaurarse ellos mismo mediante la ayuda de los gentiles y
su total fracaso cuyo resultado será traer sobre ellos al Anticristo; y esto
será además la señal para que otros gentiles caigan como un azote sobre el
pueblo judío. Todas las aves y bestias de rapiña de entre las naciones sobrevienen
sobre ellos a causa de su apostasía así como de su presunción porque los ídolos
y el Anticristo se han instalado en Jerusalén y en el lugar santo, y debido a
que estas abominaciones encuentran
refugio allí vendrá un desolador (yo presumo que el Asirio), hasta que una
destrucción completa, la que está decretada, sea derramada sobre el desolador,
es decir, sobre Jerusalén. (Daniel 9: 27).
Obviamente yo no puedo entrar en todas las demostraciones de esto esta
noche ni tampoco me propongo intentar presentar detalles curiosos en este curso
de conferencias; pero podemos pasar a otros dos o tres capítulos de nuestro
profeta antes de que terminemos. En el capítulo 24 tenemos la escena final de
esta era. "¡Completamente quebrantada está la tierra! ¡completamente
despedazada está la tierra! ¡completamente sacudida está la tierra! tambalea la
tierra como un borracho; se columpia de acá para allá como hamaca, y pesa sobre
ella su transgresión; y caerá, y no volverá a levantarse". (Isaías 24: 19,
20 - VM). Tal vez hay aquí algunos dispuestos a pensar que esto es el fin del
mundo o la disolución de todas las cosas. Pero lean ustedes el versículo que
sigue a continuación y juzguen ustedes mismos. "Acontecerá en aquel día [ustedes
ven que no es eternidad sino "aquel día"] que Jehová castigará
al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la
tierra". Isaías 24: 21). Yo sólo dejo fuera las palabras en cursiva que no
tienen nada que ver aquí en absoluto. El ámbito del mal es también el de la
retribución. "Y serán juntados como se juntan los presos en el calabozo, y
estarán encerrados en la cárcel; y después de muchos días serán sacados al
suplicio. ¡Y la luna será abochornada, y el sol se avergonzará" [yo admito
que esto es lenguaje figurado], "por cuanto Jehová de los Ejércitos reina
ya en el Monte de Sión, y en Jerusalén, y delante de sus ancianos,
gloriosamente!". (Isaías 24: 22, 23 - VM). En una palabra, no se trata de
la desaparición de los cielos y la tierra que ahora existen y de la
introducción de los nuevos cielo y tierra en el sentido final. Sin duda se
trata de una figura de ello y tal como aparece en Isaías 65, Isaías 66, pero no
más. Nada puede ser más cierto que aquí no tenemos el reinado en vida (Romanos
5) tal como será a lo largo de la eternidad como expresión general de un estado
glorioso ante Dios por medio del Señor Jesús sino una escena terrenal aunque
bienaventurada y gloriosa también. Es Sión o Jerusalén sobre la cual reina
Jehová después que Él ha castigado al ejército de los cielos en lo alto y a
los reyes de la tierra sobre la
tierra. No es en ningún sentido el juicio del gran trono blanco y la condición eterna
relacionada con él; pero es la presentación de "aquel día" en la
bendición y la gloria de Dios para la tierra y especialmente para el pueblo de
Israel.
Esto
está totalmente confirmado por lo que sigue a continuación. Isaías 25
nos dice: "Por esto te dará gloria el pueblo fuerte, te temerá la ciudad
de gentes robustas. Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso
en su aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor; porque el
ímpetu de los violentos es como turbión contra el muro". (Isaías 25: 3,
4). La referencia es claramente a aquel mismo tiempo de tribulación cuando los
gentiles veranean e invernan sobre Israel conforme al lenguaje de Isaías 18: 6.
Y continuamos leyendo, "Como el calor en lugar seco, así humillarás el orgullo
de los extraños; y como calor debajo de nube harás marchitar el renuevo de los
robustos. Y Jehová de los ejércitos hará en este monte a todos los pueblos
banquete de manjares suculentos, banquete de vinos refinados, de gruesos
tuétanos y de vinos purificados. Y destruirá en este monte la cubierta con que
están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones.
Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de
todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque
Jehová lo ha dicho". (Isaías 25: 5-8). Esta Escritura hay que considerarla
más debido a la cita de 1ª Corintios 15: 54. Por eso según autoridad apostólica
parece que la época de la resurrección de los justos está ligada al regreso y a
la liberación de Israel así como a la bendición milenial de todas las naciones.
"Si la exclusión de ellos [los judíos] resulta en la reconciliación del
mundo, ¡qué será su readmisión, sino vida de entre los muertos!" (Romanos
11: 15).
En
el capítulo siguiente tenemos aún más. "En el camino de tus
juicios, oh Jehová, te hemos esperado", — es el cántico de Israel en
respuesta a estos tratos de Dios, — "tu nombre y tu memoria son el deseo
de nuestra alma. Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure
el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscarte; porque luego que hay juicios
tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia". (Isaías
26: 8, 9). Ello no es el evangelio en el mundo llamando almas a salir de él al
cielo sino los juicios de Dios que están en la tierra y entonces los habitantes
del mundo aprenden justicia. "Se mostrará piedad al malvado, y no
aprenderá justicia". Este es tristemente el resultado del evangelio donde
es rechazado ya que el hombre lo trata sin fe. Él oye acerca del pleno favor de
Dios pero lo desprecia. La consecuencia es que el Señor dejará caer Su mano
pesada en juicio y los habitantes del mundo aprenderán justicia. "Jehová,
tu mano está alzada, pero ellos no ven; verán al fin, y se avergonzarán los que
envidian a tu pueblo; y a tus enemigos fuego los consumirá". (Isaías 26:
11). No necesito explayarme acerca de los versículos que siguen. Ellos pueden
presentarse ante nosotros más apropiadamente en otra ocasión y con otro
propósito pero esto puede ser suficiente no sólo para mostrar que los
israelitas van a ser reunidos como pueblo sino que además este pueblo será
introducido mediante juicios divinos que separan "aquel día" de todo
el pasado. Jehová lidiará con esos espíritus inicuos que tratan de corromper
toda bendición de Dios si ello fuese posible; Él también derribará todo lo que
es alto y elevado en la tierra. Entonces y de esta manera Israel será traído a
lo que ellos anhelan por tanto tiempo pero aún lo anhelan de manera carnal,
impenitentes e incrédulos como ellos son.
Isaías
27 concluye esta sección de la profecía y es muy explícito. "Jacob
echará raíces, florecerá y echará renuevos Israel, y la faz del mundo llenará
de fruto." (Isaías 27: 6). "Mas sucederá en aquel día, que Jehová
recogerá a su pueblo desde el cauce del río Éufrates hasta el torrente de
Egipto; y seréis recogidos uno por uno, ¡oh hijos de Israel! Y acontecerá en
aquel día que sonará la gran trompeta; y vendrán los que habían sido perdidos
en la tierra de Asiria, y los que habían sido desterrados en la tierra de
Egipto; y adorarán a Jehová en Jerusalén, el Monte Santo". (Isaías 27: 6,
12, 13 – VM). Atribuir todo esto al cristiano o a la Iglesia es insostenible
pero aplíquenlo ustedes al trato del Señor con los judíos llevados a su tierra
después de habernos trasladado al cielo y todo es transparente.
Los
capítulos que siguen a continuación (Isaías 28-35) se explayan acerca
de las circunstancias especiales de la prueba y del triunfo de los judíos al
final de la era, sus males internos que los expusieron a una disciplina tan
severa, el cambio bienaventurado introducido por el reinado del Mesías, los
juicios ejecutados sobre sus enemigos y el carácter de los tiempos de la
restauración de todas las cosas. Luego sigue el episodio histórico (Isaías
35-39), — la invasión y la caída de los asirios en la persona de Senaquerib, la
enfermedad casi mortal pero la recuperación del Hijo de David (Ezequías), y el
anuncio de la cautividad en Babilonia. El resto del libro (Isaías 40-66) tiene
también secciones importantes acerca de las cuales no es el momento de
explayarse. Baste decir que para el propósito que nos ocupa los últimos ocho
capítulos son una serie casi continua de evidencia de la futura bendición de
Israel como tal y por lo tanto sobre principios esencialmente diferenciados de
la gracia indiscriminada que es característica del evangelio. El final de Isaías
59 es la Escritura citada por el apóstol Pablo en Romanos 11 y es en sí misma
decisiva del asunto. Mientras el evangelio está siendo divulgado ahora ellos son
enemigos evidentes: cuando llegue "aquel día" ellos se volverán con
corazones arrepentidos al Mesías que vendrá a Sión y desde Sión y todo Israel
será salvo, — siendo esto la demostración de que ellos son amados por causa de
los padres y de que irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
(Romanos 11: 28, 29). El pasado de la historia judía no logra dar cumplimiento
a esta profecía y lo mismo ocurre con respecto a la obra actual de Dios en el
Evangelio. La gloria de la Iglesia resultando pronto en resurrección es muy
distinta. Queda la futura restauración y la bendición de Israel aquí abajo.
Sólo esto cumple las exigencias de la Palabra.
Además,
cuán profuso y claro es Isaías 60. "Levántate, resplandece;
porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he
aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti
amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las naciones a tu
luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos alrededor y
mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y
tus hijas serán llevadas en brazos. Entonces verás, y resplandecerás; se
maravillará y ensanchará tu corazón, porque se haya vuelto a ti la multitud del
mar, y las riquezas de las naciones hayan venido a ti… Ciertamente a mí
esperarán los de la costa, y las naves de Tarsis desde el principio, para traer
tus hijos de lejos, su plata y su oro con ellos, al nombre de Jehová tu Dios, y
al Santo de Israel, que te ha glorificado. Y extranjeros edificarán tus muros,
y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad
tendré de ti misericordia. Tus puertas estarán de continuo abiertas; no se
cerrarán de día ni de noche, para que a ti sean traídas las riquezas de las
naciones, y conducidos a ti sus reyes. Porque la nación o el reino que no te
sirviere perecerá, y del todo será asolado. La gloria del Líbano vendrá a ti,
cipreses, pinos y bojes juntamente, para decorar el lugar de mi santuario; y yo
honraré el lugar de mis pies. Y vendrán a ti humillados los hijos de los que te
afligieron, y a las pisadas de tus pies se encorvarán todos los que te
escarnecían, y te llamarán Ciudad de Jehová, Sion del Santo de Israel".
(Isaías 60: 1-14). Sólo un ojo pervertido puede explicar que se pierda la
fuerza de las declaraciones que convergen tan claramente en la bendición de
Israel en aquel día en contraste con la gracia celestial en Cristo apropiada
ahora por medio de la fe mientras los judíos están en su mayor parte cegados. Y
esto de ninguna manera es debilitado sino que es confirmado mediante el uso
sorprendente que nuestro Señor hizo de Isaías 61 tal como está registrado en
Lucas 4; porque como es bien sabido Él enrolló el libro después de leer la
primera cláusula del versículo 2 aunque ni siquiera era el final de una frase.
De este modo Él señaló hasta qué punto había un cumplimiento. Su primer advenimiento
proclamó "el año de la buena voluntad de Jehová": sólo en Su segunda
venida comienza "el día de venganza del Dios nuestro". (Isaías 61:
2). En aquel entonces los dos aparecen juntos. Entre ellos está el cristianismo
propiamente dicho fundamentado sobre el rechazo, la muerte y la resurrección de
Cristo y que mientras tanto llama a almas a salir del mundo para que tengan su
parte en y con Cristo en el cielo. Una vez finalizado esto y ellos estén glorificados
con su Cabeza Él unirá el año de la buena voluntad de Jehová con el día de
venganza de Dios, juzgará a los vivos en Su aparición, establecerá Su reino
manifiestamente sobre la tierra y bendecirá a Su antiguo pueblo escogido que
será entonces cabeza y los gentiles cola. "Mas en cuanto a vosotros, seréis
llamados sacerdotes de Jehová; se os apellidará ministros de nuestro Dios:
comeréis las riquezas de las naciones, y entraréis en posesión de su gloria… Y
su simiente será conocida entre las naciones… cuantos los vieren, los
reconocerán, que son ellos la simiente que ha bendecido Jehová". (Isaías
61: 6, 9 – VM). (Ver especialmente Isaías 62, Isaías 65, Isaías 66).
Aunque
Jeremías es menos copioso en visiones de la gloria venidera y se
caracteriza más que Isaías por apelaciones morales a la conciencia, él presenta
un amplio testimonio del resplandeciente futuro de Israel en su propia tierra.
De este modo Jeremías 3 señala el momento en que las asociaciones más sagradas
de la institución mosaica palidecerán ante la bendición real por parte del
Señor. "En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las
naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más
tras la dureza de su malvado corazón. En aquellos tiempos irán de la casa de
Judá a la casa de Israel, y vendrán juntamente de la tierra del norte a la
tierra que hice heredar a vuestros padres. (Jeremías 3: 17, 18). Comparen
ustedes también con Jeremías 23: 5-8 donde se afirma que la primera liberación
de Egipto será eclipsada por una futura y mucho más poderosa recuperación de
todas las tierras donde los judíos aún están dispersos y se especifica que se
trata de todo el pueblo, Judá e Israel. El levantamiento de su tan esperado
Rey, el Renuevo justo excluye también toda noción del retorno desde Babilonia así
como del modo de obrar del Espíritu bajo el evangelio. Aún más completos así
como más precisos son Jeremías capítulos 30-33. El gran día de angustia para
Jacob que precede la liberación de ellos y la humillación de sus opresores
gentiles es aún futuro. (Jeremías 30: 7). Ellos aún están lejos de servir a
Jehová su Dios y a David su rey suscitado por Dios para ellos. "He aquí
que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de
Israel y con la casa de Judá", etc. — Es importante observar que al citar el
Apóstol este pasaje en Hebreos 8 y 10 él no habla del nuevo pacto como nuestra
propia porción y menos aún niega (lo que el profeta afirmó) que se hará
realidad para Israel bajo su Mesías en Su reino venidero. La primera cita es
para demostrar que la perpetuidad del primer pacto es un error porque la
mención de un nuevo pacto da por viejo el primero y está próximo a
desaparecer. (Hebreos 8). La segunda cita es simplemente para mostrar a partir
de sus términos un testimonio inspirado de la gran verdad de que Dios en virtud
del sacrificio de Cristo ya no se acuerda de nuestros pecados, — exactamente lo
contrario de la acción del antiguo pacto. (Hebreos 10). — El último de estos
capítulos (Jeremías 33) va más allá y no sólo promete la restauración de Israel
en alegría y gloria a su tierra, pueblo, Rey y sacerdotes todos establecidos en
permanente orden divino, sino que censura severamente la presunción gentil de
que Dios había desechado a Su pueblo y que ya no sería una nación. (Comparen
ustedes con Romanos 11). No se trata de salvar almas mediante el Evangelio, de
reunir a judíos y gentiles en la Iglesia sino de las dos familias que el Señor
escogió, a saber, la descendencia de Jacob y de David.
Ezequiel
no es menos preciso. Cotejen ustedes Ezequiel 16, 17, 20 pero particularmente
Ezequiel 34, 36, 37 y 40-48. Es la bendición de Israel bajo el Mesías y en su
propia tierra.
También
a Daniel (Daniel 12) el ángel da a conocer el avivamiento del
pueblo del profeta, Israel, mediante el juicio divino de sus enemigos gentiles
que aún no se ha cumplido.
Oseas
insinúa claramente la misma verdad al final de Oseas 1 y Oseas 2. Aún
más llamativo es el esbozo presentado a nosotros en el breve pero instructivo pasaje
en Oseas 3: 4, 5 donde leemos, "Porque muchos días estarán los hijos de
Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin
estatua, sin efod y sin terafines. Después volverán los hijos de Israel, y
buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad
en el fin de los días". Desde la cautividad y especialmente desde la
destrucción de Jerusalén, ¡qué comentario acerca de estas palabras! Hasta el
día de hoy (muchos días en realidad) ellos permanecen como un pueblo en medio
de pueblos pero no ha sido absorbido, — un pueblo todavía sin los lazos de
conservación nacional; porque ellos están "sin rey, sin príncipe".
Más peculiar aún es su condición religiosa que se cumple exactamente sólo en
los judíos de entre todas las razas desde que el mundo comenzó. Ellos están
"sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines". Carecen del
sacrificio y del efod que tenían según la institución divina y que eran
esenciales para el culto levítico; pero por otra parte ellos no tienen ni estatua
ni terafines que eran los símbolos de la idolatría en sus formas públicas y
privadas. Por lo tanto ellos están en la posición anómala de un pueblo que no
es pueblo, de alguna manera incapaz de verdadera adoración y aun así no
idólatra y por eso el contraste no sólo con todas las otras naciones sino sobre
todo con todos sus antecedentes. ¡Cuán evidentemente divino es el retrato del
versículo 4! ¡Qué anticipo del cumplimiento del versículo 5! "Después
volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey".
Por tanto el futuro de ellos será peculiar, a saber, la conversión de ellos no
sólo a Dios sino a su legítimo Rey, el Mesías. Ello no es el evangelio ahora
sino Israel bendecido como tal en el fin de los días. El capítulo 14 predice también
un arrepentimiento y la consiguiente bendición de parte de Dios pero ninguna de
las dos cosas han sido vistas aún en Israel desde aquel día hasta este. Ambas
son futuras.
Además
los hombres pueden discurrir acerca de Joel 2 debido al cumplimiento
del derramamiento del Espíritu pero es imposible tratar Joel 3 como cumplido lo
cual supone a todas las naciones reunidas y juzgadas por Dios cuando Él trae
de nuevo la
cautividad de Judá y Jerusalén y entonces es la bendición de la tierra no su
destrucción. En Hechos 15 no se dice que Amós 9 se ha cumplido realmente sino sólo
se dice que "con esto concuerdan las palabras", etc., es decir, con
el reconocimiento por parte de Dios de los gentiles sobre los cuales es
invocado Su nombre, lo cual siendo cierto ahora será verificado en el milenio.
Los versículos de Amos 13-15 no se refieren al cielo sino a la tierra y no a la
Iglesia sino a Israel que en aquel entonces y así será bendecido. También Abdías
15-21 une el día de Jehová sobre todas las naciones con la santa liberación en
el monte Sión.
Yo
no voy a entrar en la historia moral del profeta Jonás visto como tipo
sino que señalaré los notables capítulos Miqueas 4, Miqueas 5 con los versículos
finales de Miqueas 7. Se trata de una visión de la gloria de Sión del día
postrero pero aún más circunscrita que la de Isaías 2 a la que Miqueas 4 se
asemeja tanto. Nahum predice la caída de Nínive cuyo poseedor asirio tipifica a
uno que figurará en gran medida en el Oriente al final de esta era; pero Dios pondrá
su sepulcro y anunciará la paz a Judá. (Véase Nahum 1: 14, 15). Si Habacuc saca
a relucir principalmente los corazones ejercitados de los piadosos ello no es
sin anticipaciones del juicio divino sobre el enemigo de Israel aunque echando mano
mientras tanto de la vida de fe. Sofonías es claro en cuanto al juicio de las
naciones cuando no habrá más altivez en el santo monte de Dios y el remanente
de Israel no hará injusticia ni dirá mentira. "Jehová es Rey de Israel en
medio de ti; nunca más verás el mal". (Sofonías 3: 11-14). Ello es incuestionablemente
futuro. Los profetas posteriores a la cautividad, — Hageo 2: 6-9, 21-23;
Zacarías capítulos 2, 6, 9, 10, 12, 13, 14; y Malaquías 4, — son explícitos en
cuanto a las esperanzas de Israel. ¿Qué evidencia más abundante, uniforme, o
decisiva puede ser concebida?
Pero
se puede preguntar, ¿cuál es el beneficio práctico de todo esto para
el cristiano. ¿Por qué nos explayamos tanto en la futura restauración de
Israel? Si examináramos minuciosamente las profecías que tratan el tema sin
duda ello nos detendría mucho más aunque también añadiría muchos detalles de
interés. Faltaría tiempo para examinar muchas de ellas en una sola ocasión. Por
lo tanto yo he tomado la profecía de Isaías junto con una mirada sencilla a
otras como siendo suficiente para el propósito. Pero reitero, ¿qué valor tiene
ahora para el creyente el hecho de recibir esta verdad?
En
primer lugar es bueno ver que nuestro propio beneficio no es la medida
correcta al considerar la verdad de Dios. Ello nunca es el mejor aspecto y yo
estoy persuadido de que tampoco es el camino recto para obtener la mejor
bendición. El Señor da sus riquezas donde se confía en Él de la manera más
sencilla. Nuestro lugar no es sopesar la consecuencia de lo que Él dice sino
creer. Entonces y ciertamente cuando nosotros creemos en el mérito esencial de
Su palabra el beneficio es mucho en todos los sentidos. Pero yo puedo comentar
brevemente que hay un resultado inmediato del tipo más importante en esto y es
que el hecho de dar a Israel su propio lugar distintivo de futura bendición
conforme a las promesas y profecías
del Antiguo Testamento es una salvaguarda principal contra el lazo judaizante
que es en todos los sentidos un instrumento del mal y del tipo más formidable
del mal en manos del enemigo. Cuando ustedes dan a Israel su distinción
terrenal según la palabra profética ustedes preservan con sencillez el lugar
celestial al que la gracia de Dios los llama a ustedes ahora. ¿Se pierde algo
con esto? Por el contrario es una ganancia pura y celestial; es una ganancia
que mantiene el corazón libre para Cristo que está en lo alto, libre del mundo aquí
abajo manteniendo además la supremacía y el significado claro y literal de la
palabra de Dios. Nosotros nos vemos afectados en cada parte de la verdad
revelada cuando nos desviamos del sencillo significado hacia esa jerga mística
a la que me he referido más de una vez. Ustedes no pueden ser inexactos con
respecto a Israel en el Antiguo Testamento y retener a la vez la verdad del
cristianismo en el Nuevo Testamento en estado puro. Ustedes debilitan así la
autoridad de toda la palabra de Dios. Las aguas hurtadas son proverbialmente
dulces para los que las usurpan pero traen su propio castigo. (Proverbios 9:
17. 16). Y así ha sido con los que privan a Israel de sus esperanzas pues el
verdadero carácter de la Iglesia, sí, de la posición cristiana nunca es conservado
como consecuencia de ello.
Ustedes
no pueden negar a Israel su porción con
impunidad. Ustedes pueden tratar de
aferrar y apropiarse y guardarla para ustedes pero el efecto es que ustedes son
injustos con ellos. No es sólo que el corazón de ustedes esté cerrado contra lo
que Dios tiene en Su corazón hacia Su antiguo pueblo ni tampoco es sólo que
mediante tal estilo de explicación ustedes tiendan a desvirtuar la fidelidad de
Dios, los propósitos inalterados de Dios, la palabra que Él ha comunicado y ha prometido
a Su pueblo. Pero hay algo peor. Porque en lugar de ganar más ustedes pierden
su propia y peculiar bendición. Con Cristo en el cielo ustedes tienen todas las
cosas, — tal como el apóstol pudo decir a los Corintios que estaban
estableciendo un favorito aquí y otro favorito allá en la tierra ya que eso era
realmente engañarse ellos mismos así como deshonrar al Señor, el dador de todo
lo que es bueno y de todos los que son buenos, deshonrar a cada uno de Sus
santos. Así es de otra manera, no el hecho de mirar hacia abajo como desde el
cielo sino hundirse en un lugar terrenal cuando estas profecías son leídas como
si ello fuera nuestra pérdida debido a que no encontramos allí nuestra propia
gloria y bienaventuranza o la misericordia del Señor para con nosotros en esas
hermosas visiones que Él concedió con respecto al pueblo de Su elección.
Encontrar nuestra bendición allí es tanto dejar el cielo por la tierra como
limitarnos a un mero fragmento de la bendición en lugar de conocer en nuestra
unión con Cristo la parte de la esposa en la exaltación del Esposo sobre todas
las cosas.
En
el Nuevo Testamento encontramos el mismo periodo considerado desde un
punto de vista celestial o eclesiástico. Tomen ustedes como ejemplo Efesios 1: 9-11.
"Habiéndonos [Dios] dado a conocer el misterio de su voluntad, según su
beneplácito, que se propuso en sí mismo". (Efesios 1: 9 – VM). ¿Cuál es
este designio que Él se propone así en Sí mismo? Es Su propósito reunir todas
las cosas en Cristo en la perspectiva de la administración del cumplimiento de
los tiempos, así las que están en los cielos como las que están en la tierra; En
Quien asimismo hemos obtenido herencia. Es evidente que esta no es una
porción inferior de la bendición que el Señor derramará a Su alrededor en aquel
resplandeciente día. Nosotros no hemos obtenido una herencia en Israel ni en la
tierra ni siquiera en los cielos solamente; sino más bien en Él. Somos
por gracia herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8: 17), a quien
Dios ha constituido cabeza sobre todas las cosas, con respecto a su Iglesia,
siendo la Iglesia Su cuerpo y nosotros unidos así a Él en Su supremacía sobre
todas las cosas. (Efesios 1: 22, 23). Cuídense ustedes con esmero en cuanto incluir
a la Iglesia entre "todas las cosas". No es así; la Iglesia es parte,
sí, es la plenitud (o el complemento) de Aquel que llena todo en todo; la
Iglesia es el cuerpo de Aquel que es Cabeza sobre todas las cosas. Entonces en
Él hemos obtenido una herencia, en Aquel que es Cabeza sobre todas las cosas.
Estas comprenden todo lo que hay arriba en el cielo o abajo en la tierra, — todo
lo que Dios ha puesto bajo Él. Esta posición exaltada la tiene la Iglesia por
asociación con Él porque somos miembros de Su cuerpo, de Su carne y de Sus
huesos. (Efesios 5: 30). Entonces evidentemente la incredulidad que se esfuerza
por asegurar toda la bendición en la superficie de las Escrituras se frustra a
sí misma. La bendición más verdadera y la única bendición plena para el santo
se encuentra en la sujeción incondicional a Dios el cual ahora y como siempre
honra a los que Le honran y no retiene nada que es provechoso de aquellos a
quienes Él ha revelado a Su Hijo en gloria. De hecho nosotros compartiremos con
Cristo todas las cosas. Tan completa es la herencia de todo que sólo Él es
exceptuado, Aquel que sujetó a Él todas las cosas. (1ª Corintios 15: 27).
Por
lo tanto el error común es moralmente deplorable y destructivo de la
verdad en todo sentido; dicho error pierde de vista la gloria de Dios en
Cristo, está ciego como para poder ver la grandeza de los modos de obrar de
Dios, no conoce el carácter celestial especial de las relaciones de la Iglesia
y pierde para sí mismo la fidelidad de Dios en Sus tratos de pacto con Su
pueblo antiguo. Es evidente que una persona no puede confiar sin dudar en otra que
puede romper su palabra empeñada con otra persona. Es terrible verse obligado a
razonar de esta manera pero se me puede perdonar si me esfuerzo por presentar
el principio en una forma muy clara para demostrar su indignidad. Entonces el
error popular supone que Dios puede romper Su promesa; porque nada es más
cierto que Él se obligó a Sí mismo a bendecir repetida, espontánea e incondicionalmente
a Israel y de tal manera que cuando la bendición viene de Él nunca debe desaparecer.
Si por el contrario Dios pudiera cambiar Su pensamiento en cuanto a Sus dones y
a Su llamamiento en el caso de Israel, (¡que el mal pensamiento y la expresión
puedan ser perdonados!) si Él está ahora tan disgustado y avergonzado de Israel
como para alejarse de ellos como Su pueblo para siempre, ¿dónde está la
seguridad de Su verdad? ¿Dónde está la seguridad de Su carácter al revelarse a
Sí mismo a nosotros? Ciertamente a nosotros no nos corresponde negar que nunca
Israel fracasó más, si es que el fracaso explica el cambio; nunca Israel
deshonró más la revelación que Dios le hizo de Sí mismo de lo que nosotros, la
Iglesia, hemos fracasado en dar un testimonio adecuado de la gloria y de la
gracia de Cristo dada a conocer a nosotros. Qué claro es entonces que todo el
terreno de la paz y la confianza estables está amenazado con ruina por este
error que a primera vista podría parecer comparativamente trivial.
Además yo puedo comentar que ello no es sólo para debilitar el carácter
general de Dios sino que acecha detrás de lo que Satanás tiene más que nunca en
el corazón. Dios en Su gracia ha vuelto a despertar últimamente a Sus hijos
para que pongan su mira en las cosas celestiales y vean a Jesús allí. Él les ha
mostrado la porción de ellos con Cristo en lo alto el cual pronto vendrá para
llevarlos a estar donde Él está. Esto ya ha estado ante nosotros y por lo tanto
sólo me refiero a ello de nuevo para remarcar la manera en que una verdad
corrobora otra y cómo todas las partes encajan. La porción celestial permanece
en su propio carácter puro en lo alto. El creyente reunido ahora de entre
judíos y gentiles encuentra allí su lugar en Cristo. La tierra permanece para
el pueblo terrenal Israel que será llamado en su tiempo. Esta noche nosotros hemos
visto que ello no es meramente un asunto acerca de Cristo en los cielos sino de
que Dios ciertamente convertirá, bendecirá y restaurará a su tierra a Su pueblo
culpable. Si hay gozo por una sola alma que es llevada a Dios, ¿será menor
aquel gozo cuando se trata de una nación y cuando esa nación es la que más ha
despreciado, aborrecido e insultado a Jesús, es lamentable, Su nombre mismo?
¿Será una pérdida de bendición para la Iglesia en los cielos mirar hacia abajo
y regocijarse en los bienaventurados pobres en espíritu, en el remanente una
vez tan orgulloso pero engañoso que ya no dirá mentira ni se comportará altaneramente?
¿Acaso no será un gozo ver que Abraham tendrá una descendencia bendecida tanto
abajo como en lo alto y todo por medio
de Cristo el Señor? Qué gozo cuando aquel pueblo por mucho tiempo activo y
exitoso en soliviantar a los gentiles contra el nombre de Jesús, en pervertir
la verdad de Dios, en incitar a los hombres de intelecto y erudición en todo el
mundo contra las Escrituras, en rechazar esas comunicaciones ulteriores y
celestiales de la gracia de Dios que sólo provocan el rechinar de sus dientes
porque fueron dejados en completa oscuridad con respecto a ellos, — ¡qué
alegría cuando ellos sean quebrantados en verdadero arrepentimiento, lamento y
autorreproche ante su Libertador ahora reconocido como el Mesías que ellos crucificaron!
Sin duda la caída de ellos ha sido la ocasión de Dios para elevarnos a una
gloria muy superior a la de ellos; sin embargo ciertamente no corresponde a los
llamados a esa gloria superior desear algo que no es de ellos y menos aún negar
a Israel lo que Dios les ha prometido. Seamos más bien los primeros en
proclamar en los oídos de Israel, «Aquello
que la boca del Señor ha hablado Su mano ciertamente lo cumplirá, todo lo que
está en Su corazón para Su pueblo amado», — enemigos
aún en lo que respecta al evangelio pero amados por causa de los padres.
Por
lo tanto yo concluyo por el momento el tema del judío siendo consciente
de cuán escasamente ha sido tratado. Pero en todo caso se ha dicho lo
suficiente para estimular la indagación y para animar a los hijos de Dios a
confiar en cada palabra que Él ha escrito, en cada promesa que Él ha dado.
William Kelly
Traducido del inglés por: B.R.C.O.
– Noviembre 2022
Otras
versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
RVA = Versión
Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano).
RV1602P = Versión
Reina-Valera 1602 Purificada.
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
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