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La Apostasía de las Sucesivas Dispensaciones (J.N.Darby)

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La Apostasía de las Sucesivas Dispensaciones

 

J. N. Darby

 

Escritos Compilados, Eclesiástico, Volumen 1

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito.

 

Comunión con Dios, — comunión con Dios en una nueva naturaleza, el haber sido nosotros hechos participantes de una naturaleza divina tal como nos enseña el apóstol, es aquello en lo que la bienaventuranza eterna debe tener su manantial y es la fuente de todo verdadero conocimiento. Aquí Dios, por gracia, puede comunicarse con nosotros en el entendimiento de los mismos deleites y en la comunicación de los mismos intereses. La provisión fundamental hecha para esto es la encarnación; y el Señor enseña en gracia (renovados hasta el conocimiento pleno conforme a la imagen del que lo creó) en todos aquellos elementos del conocimiento del bien y del mal mediante los cuales el valor y la excelencia y la provisión divina del Señor Jesús son aprehendidos y estimados adecuadamente, al menos en cuanto a principio y a deseo. Nosotros lo aprendemos humildemente por necesidad a causa del mal que hay en nosotros: pero lo aprendemos santamente porque sólo conocemos la extensión del mal por medio de la infinitud del bien: de hecho, sólo puede ser conocido así; y así ha provisto Dios de manera bienaventurada para conocerlo para bien. Así Él lo conoce. Así lo conocen en su medida los que han sido hechos participantes de la naturaleza divina. Sin embargo nosotros tenemos que aprender esto en sus detalles, en las diversas dispensaciones que condujeron, o en la época que siguió,  a la revelación del Hijo encarnado en quien toda la plenitud se complació en morar [véase nota 1], — el hombre obediente, Dios manifestado, el Salvador sufriente, el Justo exaltado; muchos, muchos principios sacados a relucir en la exhibición de debilidad y evidentes exhibiciones de poder divino que no tienen una regla establecida, pero todos encuentran su solución en los padecimientos y en la revelación de Dios en el Señor Jesucristo.

 

[Nota 1]. N. del T. -  "Porque en Él toda la plenitud [de la Deidad] se complació en morar". (Colosenses 1: 19 – JND, NTVHA).

 

El detalle de la historia relacionada con estas dispensaciones saca a la luz muchas muestras sumamente interesantes tanto de los principios y la paciencia de los tratos de Dios con el mal y con el fracaso del hombre, como de las acciones mediante las cuales Él formó la fe en Sus propias perfecciones así desarrolladas. Pero todas las dispensaciones mismas declaran algún principio rector o interferencia de Dios, alguna condición en la que Él ha colocado al hombre, principios que en sí mismos son eternamente aprobados por Dios pero que en el curso de esas dispensaciones fueron puestos responsablemente en las manos del hombre para  la exhibición y para que descubriese lo que él era, y para la introducción en el infalible establecimiento de ellos en Aquel a quien la gloria de todos ellos pertenecía merecidamente. No es mi intención entrar en algún gran detalle sino simplemente mostrar de qué manera y que en todos los casos hubo un fracaso total e inmediato en lo que respecta al hombre, con independencia de que la paciencia de Dios pudiese tolerar y llevar adelante por gracia la dispensación en la que el hombre había fracasado así al principio; y además no se nos ha proporcionado ningún ejemplo de la restauración de una dispensación, aunque pudiera haber avivamientos parciales de la misma por medio de la fe.

 

El estado paradisíaco tal vez no puede ser llamado adecuadamente una dispensación en este sentido de la palabra; pero en cuanto al fracaso universal del hombre es un ejemplo muy importante. Es demasiado evidente, demasiado tristemente conocido como para requerir mucha demostración en detalle e importante como para mostrar que ninguna condición del hombre lo libera de la maña prevaleciente del gran adversario. Cuando él era inocente e impoluto, rodeado de toda misericordia y a la cabeza de toda bendición él cayó inmediatamente. El hombre no fue engañado sino persuadido, la mujer fue engañada e incurrió en transgresión (1ª Timoteo 2: 14), y aunque esto tiene sin duda una referencia más elevada sin embargo describe el hecho y el carácter doble del error. Como había de demostrarse aquí en cuanto a principio que el hombre por naturaleza no pudo resistir, lo primero que leemos es acerca de su caída, el primer acto resultante de la responsabilidad en que él fue colocado después de haber sido puesto a la cabeza de la creación y de habérsele dado su esposa; en una palabra, después que fueron establecidas las responsabilidades y su gloria y bendición fueron plenas. Corrupción, desorden, violencia, fueron las consecuencias de esto hasta que Jehová destruyó el primer mundo creado (habiendo sido preservada en testimonio y paciencia una simiente escogida durante el tiempo de Su paciencia).

 

Hablando apropiadamente aquí comienzan las dispensaciones. Acerca de la primera, Noé, seré muy breve: la mesura y la piedad debiesen haberla caracterizado, — el gobierno que habría reprimido la corrupción y la violencia. Pero lo primero que es encontrado aquí es al salvado patriarca embriagado y a su hijo burlándose vergonzosamente de él por lo cual la maldición desciende justamente sobre él. (Génesis 9). Esto desembocó en idolatría; véase Josué 24.

 

El primer relato que tenemos del fiel Abraham después de su llamamiento, que como circunstancia más minúscula también paso brevemente por alto, es Génesis 12: 13 donde leemos, "Ahora, pues, dí que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y viva mi alma por causa de ti"; y luego leemos acerca de plagas por causa de aquel en quien iban a ser bendecidas las familias de la tierra. En cuanto al hombre bajo el llamamiento de la gracia encontramos un vergonzoso fracaso.

 

La historia de los hijos de Israel es una escena de un pueblo de dura cerviz y rebelde. Pero para continuar con el asunto de la dispensación, — la obediencia bajo la ley mediante la cual debía ser la vida: ellos asumieron esta obediencia; y Moisés regresó para recibir los diversos ordenamientos de designación divina como bajo ella, y las dos tablas del testimonio. Pero esta dispensación que respondía al fracaso del mundo que tenía muchos dioses y muchos señores y que en su forma iba a traer justicia en la carne, fracasó en manos del hombre antes de que el orden de la misma fuese traído desde el monte o de que ellos hubiesen recibido en detalle el registro de lo que habían asumido. Mientras Moisés estaba en el monte ellos hicieron un becerro de oro y dijeron, "Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto". (Éxodo 32: 4). La fuente y el fundamento de todos los mandamientos y ordenanzas habían desaparecido. Ellos habían convertido la gloria de ellos en semejanza de un becerro que comía heno. La ordenanza o dispensación del sacerdocio fracasó de la misma manera. Antes de que Aarón y sus hijos hubiesen salido de la puerta del tabernáculo de reunión, porque el aceite de la unción de Jehová estaba sobre ellos, Nadab y Abiú ya habían ofrecido fuego extraño y habían sido quemados delante de Jehová. (Levítico 10). Los hijos de Aarón no habían comido el sacrificio por el pecado en el lugar santo, y la sangre de este sacrificio no fue llevada dentro del lugar santo como se había ordenado. Jehová los perdonó pero el servicio había fracasado desde el principio mismo. Habló también Jehová a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón, cuando ellos ofrecieron delante de Jehová y murieron; "Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón tu hermano, que no en todo tiempo entre en el santuario detrás del velo". (Levítico 16: 1, 2). La consecuencia fue que las vestiduras para honra y hermosura (Éxodo 28: 1, 2) nunca fueron usadas por el sumo sacerdote excepto en su consagración. Porque él debía usarlas sólo al entrar en el lugar santo dentro del velo, y siendo ahora su entrada sólo en el día de la expiación se deseó que aquel día él entrara con otras vestiduras, aunque santas. Así fracasó la ley, — así fracasó el sacerdocio, como todo lo demás, con independencia de que Dios lo hizo continuar en paciencia y misericordia por un tiempo, hasta que "no hubo ya remedio". [Véase nota 2].

 

[Nota 2]. De hecho la profecía fue una demostración del fracaso de la dispensación, así como de la paciencia de Dios ejercida para con los que estaban bajo ella. Bienaventurada para un remanente, ella recordaba a Moisés y profetizaba acerca del Mesías. (Véanse los últimos versículos de Malaquías).

 

La época monárquica fracasó de la misma manera que fracasó la nación bajo el ordenamiento anterior que dio paso al rey (véase Jueces 2), no habiendo Jehová faltado en nada; Josué 23: 14. Habiendo David y Salomón exhibido la realeza en victoria y paz, Roboam y Jeroboam no son sino testimonios de su total fracaso, y la paciencia y la misericordia continuaron hasta que las provocaciones de Manasés descartaron toda esperanza de recuperación o toda forma de misericordia en esa época. Lo mismo es cierto acerca del gobierno universal transferido a los gentiles: Nabucodonosor, la cabeza de oro, erige la imagen de oro, persigue a los fieles y es convertido a la imagen de una bestia a causa de su soberbia. (Daniel 2 y Daniel 4).

 

El rechazo de nuestro bendito Señor demostró que ninguna misericordia y gracia inmediata, ninguna interferencia inmediata de Dios en bondad aquí satisfaría la enemistad obstinada y perseverante del corazón humano sino que sólo lo mostraría en su verdadera luz. Pero no habiendo sido nunca establecido esto como una dispensación sino sólo como la manifestación de Su Persona (para la fe), yo lo paso por alto. Lo último que tenemos que mencionar en un humillado sentido de pecado en nosotros es el presente donde nosotros somos propensos a tomar nuestra comodidad en el mundo como algo necesariamente seguro, pero lo cual y cuyo pecado el Señor ve y reconoce, toma tanta nota de ello, aunque no  abiertamente, así como de las demás, — la época del Espíritu. Mucho ha sido dicho, con fuerte objeción a ello, en cuanto a la apostasía o fracaso de esta época.

 

Los resultados son demasiado evidentes. Si nosotros creemos que las muestras de poder y de la presencia del Espíritu en los capítulos segundo y cuarto de los Hechos fueron joviales y agradables al Señor, si el bendito Espíritu hacía lo correcto en estos resultados, — ¿y quién de manera blasfema y en las tinieblas de su propia alma se atreve a decir que Él no lo hacía?, — entonces el retrato actual de la cristiandad es tan opuesto como puede serlo una cosa de otra. Ellos no han guardado su primer estado. Es cierto que la paciencia, la misericordia y la gracia segura de Dios aún han mantenido un testimonio de Él mismo por medio de la mediación de Cristo. Así fue en todas las dispensaciones; pero esto no alteró ni impidió el resultado de la apostasía. Y los hechos nos muestran que siempre fue al principio cuando el fracaso o la apostasía ocurrieron; y que fueron la paciencia y la gracia las que lo soportaron y las hicieron avanzar pero nunca deshicieron el resultado del primer fracaso. Así ha sido en el cristianismo, para nuestra vergüenza. Yo pienso que el estado de las siete iglesias mostraría suficientemente que este ha sido el caso y la manera en que el apóstol Juan fue dejado al final para despertar las amenazas de juicio contra una iglesia en decadencia. ¿Dónde iba Pablo a mantener todo en vigor y hermosura para la venida del Señor presentando perfecto en Cristo Jesús a todo hombre? Él tuvo que confesar al final de su carrera, "A ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús". (Filipenses 2: 20, 21).

 

Tal fue el resultado del trabajo apostólico; y la historia del libro del Apocalipsis, los testimonios de Pedro y Judas, así como las advertencias de Juan y Pablo, muestran también que éste sería el resultado del cristianismo según la solemne frase del apóstol: "Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado". (Romanos 11: 22). Pero nosotros podemos seguir el rastro de la inmediatez de este fracaso más real y claramente en circunstancias a las cuales parece que la iglesia dirige poca atención. Cuando el Señor dejaba a los discípulos Él les da el mandamiento: "Id, y haced discípulos a todas las naciones". (Mateo 28: 19). ¿Dónde está el cumplimiento de esto por medio de los apóstoles que Él había escogido? Este fue la especial comisión que recibieron de Él como resucitado y teniendo toda potestad en el cielo y en la tierra. El principio y el valor de la época no podían ser alterados. Pero ¿dónde está el cumplimiento por parte de los doce apóstoles? La Escritura no lo proporciona. No hay en la Escritura relato alguno de los doce yendo por todo el mundo y predicando el evangelio a toda criatura: no hay nada que la Escritura reconozca como el cumplimiento de este mandamiento. Esto en sí mismo sería suficiente para mostrar que el mandamiento del que dependía la época, en el testimonio revelado de Dios, fue incumplido por aquellos a quienes fue encomendado.

 

Pero yo encuentro además (contrario a la palabra, "Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra" (Mateo 19: 23)), que en la persecución que surgió acerca del asunto de Esteban todos ellos fueron dispersados excepto los apóstoles. Pero el testimonio no es meramente negativo porque yo encuentro, en gracia extraordinaria, un nuevo arreglo enteramente hecho, — un apóstol a los Gentiles levantado, enteramente distinto: "un abortivo (uno nacido fuera de tiempo)" (1a Corintios 15: 8); "no de hombres ni por hombre" (Gálatas 1: 1); que no era apóstol con ellos, ni era de ellos, sino que afirma, como demostró, sus propias independientes calificaciones. Y los Hechos de los Apóstoles en cuanto a ministerio son los hechos de Pedro como alguien en quien Dios era poderoso para con la circuncisión, y se llegó al acuerdo de que él debía ir a la circuncisión y Pablo y Bernabé a los gentiles; y así tenemos los hechos de Pablo como alguien en quien el mismo Dios era poderoso para con la incircuncisión. Es decir, nosotros encontramos un especial cargo expreso de apóstol a los gentiles, y cualquier obra que fue hecha de la comisión, "Id… a todas las naciones" (gentiles) en realidad y como nos es presentado en las Escrituras fue hecha por otra persona especial y extraordinariamente levantada para el propósito. Por lo tanto, con independencia de lo que la gracia y el poder de Aquel que fue glorificado pudiera llevar a efecto, esta época de la gracia, así como cualquier otra dispensación, fracasó y se truncó en el comienzo mismo; y de hecho el evangelio nunca ha sido predicado en todo el mundo, ni todas las naciones han sido discipuladas hasta el día de hoy, sino que la iglesia que fue reunida ha dejado la fe del evangelio y ha retrocedido de tal manera como para ser tan mala o peor que los paganos.

 

Pero el asunto que queda demostrado en esto no es meramente que la iglesia está en un mal estado ahora sino que tal como todas las demás dispensaciones ella se estropeó en el comienzo, — tan pronto fue establecida plenamente ella demostró ser un fracaso. Esto no afecta a la fidelidad de Dios sino que la exalta, como en el caso de los judíos donde la mentira de ellos abundó para la gloria de Dios. El remanente ha sido preservado en todo momento y según la medida de la gracia y la fe éste ha prosperado o ha sido levantado de la depresión de acuerdo con los consejos de Dios; pero la dispensación había terminado. Nosotros pertenecemos a una gloria mejor. Tampoco siendo esto introducido como el objeto de deseo puede el creyente buscar otras cosas o viejas cosas y arreglos terrenales. Y así como él no puede desear, tampoco la Escritura presenta la restauración de una dispensación o de una época; ella nunca justifica su verdadera condición; y aunque como he dicho la gracia y la fe pueden efectuar avivamientos durante la longanimidad de Dios, la época como tal ha desaparecido realmente para que la gloria del principio contenido en ella pueda resplandecer en manos del Mesías. El intento de instalar esta época de la gracia sobre otro fundamento diferente de aquellas dispensaciones que ya han fracasado en cuanto a su continuidad, no sólo demuestra ignorancia de los principios de los tratos de Dios, porque el llamamiento de Dios siempre fue verdadero por gracia (y si esta época fuese instalada así nunca podría dar paso a lo que ha de venir bajo el Mesías), pero ello es realmente desmentido por la afirmación de que ella está en el mismo terreno en cuanto a esto con el judío, — "si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado". (Romanos 11: 22).

 

Cuando venga Aquel que puede atar al mismo Satanás, de modo que su poder en el mundo sea desechado, y no sólo sea mantenido allí el testimonio del poder del Señor, entonces habrá continuidad hasta que para el cumplimiento de los propósitos de Dios y la separación final del mal y del bien él sea desatado por un poco de tiempo. (Apocalipsis 20). Y vendrá el fin de toda dispensación y el fin de toda duda y de todo derecho de autoridad, y habiendo terminado todo Dios será todo en todos sin duda y sin fracaso. (1ª Corintios 15: 28). La manera en que la gloria de Dios y nuestra consiguiente bendición en estas cosas es incrementada y realzada podría ser mostrada muy claramente como de hecho acaba de ser declarado por el apóstol; pero si el hecho es reconocido y su verdad es establecida como ante el Señor, ello puede ser suficiente ahora.

 

La referencia al segundo capítulo de la epístola de Pablo a los Gálatas confirmará y establecerá el asunto históricamente en cuanto a la época actual, donde no sólo se afirma el hecho de que Pablo tiene el ministerio a los gentiles, como Pedro el de la circuncisión; sino que en la conferencia de ellos fue realmente acordado como consecuencia de la gracia concedida que Pablo y Bernabé debían ir a la incircuncisión; y Jacobo, Cefas y Juan debían ir a la circuncisión. Y hasta tal punto estaba la mente de Cefas el apóstol bajo la influencia judaizante que se requirió una nueva revelación positiva para inducirlo a ir en compañía de un gentil, e incluso después de esto él no quería comer cuando algunos vinieron a Antioquía de parte de Jacobo. De hecho la época gentil como cosa distinta surgió con ocasión de la muerte de Esteban, el testigo de que los judíos resistían al Espíritu Santo; como sus padres, así también ellos. (Hechos 7).

 

J. N. Darby

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Agosto 2023

 

Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:

JND = Una traducción del Antiguo Testamento (1890) y del Nuevo Testamento (1884) por John Nelson Darby, versículos traducidos del Inglés al Español por: B.R.C.O.

NTVHA = Nuevo Testamento Versión Hispano-Americana (Publicado por: Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y por la Sociedad Bíblica Americana, 1ª. Edición 1916)

Título original en inglés:
The Apostasy of the Successive Dispensations, by J. N. Darby
Traducido con permiso

ENGLISH VERSION
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