DÍA
DEL SEÑOR
Todas
las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (" ") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera
Revisada en 1960 (RV60) excepto en los lugares en que además de las comillas dobles ("") se indican otras
versiones mediante abreviaciones que pueden ser consultadas al final del escrito..
Paul Wilson
16ª Parte
de: TÉRMINOS PROFÉTICOS
La palabra "día"
es utilizada a menudo en la Escritura para denotar un cierto período de tiempo. En un artículo anterior nosotros
consideramos el "día del Señor" y mencionamos que ello se refiere al tiempo cuando el Señor
Jesús regresará a la tierra y enmendará todo, y reinará. El mundo está muy enfermo y no
hay indicación alguna de cualquier mejora inminente. Contienda, avaricia, hambre y problemas de toda índole
acosan al mundo entero. Los cimientos mismos parecen tambalearse. Este es el «día del hombre» y él
ha hecho que todo sea un gran desastre. La venida del Señor para llevarse a los Suyos puede tener lugar en cualquier
momento. Qué momento tan feliz será este para todos los que son salvos, y qué terrible para los que no
son salvos y sean dejados atrás. En aquel entonces las cosas que están perturbando al mundo empeorarán
repentinamente, sólo para terminar cuando el Señor Jesús regrese para someter a Sus enemigos y establecer
Su gobierno justo en la tierra, — el "día del Señor".
El "día
del Señor" será un día grande y terrible para esta tierra que rechaza a Cristo. (Véase Joel
capítulo 2, versículos 1-11; Malaquías capítulo 4, versículos 1-5; Sofonías capítulo
1, versículos 14-16). Todo el período de Su reinado Milenial está incluido en el término, "el
día del Señor". Incluso incluirá el "poco de tiempo", cuando el hombre tiene una última
prueba después del Milenio. (Apocalipsis 20: 1-3). Cristo debe reinar hasta que Él suprima a todos los enemigos
y ponga todo en sujeción, como leemos en la primera epístola a los Corintios capítulo 15, versículos25
y 26.
“Día
de Cristo”
Existe también
la expresión "el día de Cristo", que es anterior al "día del Señor". Se encuentra
en la epístola a los Filipenses capítulo 1, versículos 6 y 10; capítulo 2, versículo 16,
y esto lo lleva a uno a pensar en la escena celestial en lugar de la terrenal. El apóstol Pablo esperaba el "día
de Cristo". Él se gloriaba al ver en los santos filipenses lo que la gracia ya había obrado en ellos, y
luego esperaba el momento en que estarían con Cristo, y todo se completaría en ellos.
"Siempre
en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros… estando persuadido de esto, que el que comenzó en
vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo". Filipenses 1: 4, 6.
Después
de eso él escribe acerca de su deseo de que ellos abunden en conocimiento y discernimiento a para que aprobasen lo
mejor a fin de que pudiesen andar sin dar un paso en falso hasta aquel día glorioso, — el "día de
Cristo." Leemos, “Y ésta es mi oración: que vuestro amor abunde aun más y más en conocimiento
y en todo discernimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles en el día
de Cristo”. (Filipenses 1: 9, 10- RVA). Tal debería ser nuestro deseo también. Es triste decir
que nosotros fracasamos y damos pasos en falso, pero si estuviésemos andando cerca del Señor no sería
así. Dios ha hecho provisión para nosotros si fracasamos, — leemos,
"Si alguno
hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo". (1ª Juan2: 1).
Pero la Palabra
de Dios no supone que nosotros debamos fracasar. Sólo piense usted en toda la provisión que tenemos para que
andemos agradándole a Él; pues nosotros hemos sido salvados y llevados a Dios en perfecta paz; tenemos la Guía
de Dios como un perfecto libro de instrucciones; tenemos el Espíritu de Dios morando en nosotros para el poder; y tenemos
al Señor Jesucristo como nuestro Gran Sumo Sacerdote para socorrernos cuando somos débiles. Lamentablemente
¡cuán poco aprovechamos los recursos que tenemos en Cristo para andar agradándole! No es que debamos esperar
jamás perfección en la carne. Tales ideas son erróneas y sólo tienden a exaltar el yo, —
la confianza en la carne. Nosotros no debiésemos tener confianza alguna en la carne, pero ¿acaso no podemos
decir que cuando fracasamos fue nuestra culpa y nuestra propia falta de vigilancia? Aquel día bienaventurado, —
el día de Cristo, — pronto llegará. Entonces todo será perfecto y la obra comenzada en nosotros
será completada, pero procuremos andar agradándole, teniendo en perspectiva aquel día.
El Apóstol
había trabajado en el evangelio y padecido por él en Filipos (véase libro de los Hechos, capítulo
16) y estos queridos santos filipenses habían sido el fruto de su trabajo. Después de ser salvos ellos se interesaron
activamente en el evangelio; ellos habían mostrado la comunión de ellos en el evangelio desde el primer día
en que fueron salvos. (Epístola a los Filipenses, capítulo uno versículo 5). Estuvieron dispuestos a
compartir sus pruebas y conflictos. Entonces él les escribe para animarlos a andar irreprensiblemente ante los no salvos
y para mostrarles la senda de salvación:
“Haced todo
sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una
generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra
de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado”.
(Epístola a los Filipenses, capítulo 2 versículos 14-16).
Pablo esperaba
con ansia el momento en que él y todos los santos estarían con Cristo, — cuando él vería
el fruto de su trabajo. El amado Apóstol presentó esto como motivo para que ellos continuaran en fiel testimonio.
Aquel será el momento cuando serán manifestados los resultados y el fruto de todo nuestro trabajo. Entonces,
nosotros podemos esperar con gozosa expectativa el "día de Cristo". Nuestro trabajo para el Señor
no puede ser evaluado correctamente ahora, pero en aquel día venidero de gloria será visto en Su luz. Ciertamente,
el "día de Cristo" presenta un pensamiento diferente al "día del Señor", lo cual
habla de la subyugación de todo en la tierra a Su justo gobierno.
“Día
de Dios”
El "día
de Dios" mira hacia el futuro, al comienzo del estado eterno.
"Esperando
y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos,
y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y
tierra nueva, en los cuales mora la justicia". 2ª epístola de Pedro, capítulo 3 versículos
12 y 13.
El "día
de Dios" seguirá al "día del Señor". El Señor traerá primeramente todo a
sujeción y destruirá a todos los enemigos. El postrer enemigo que será destruido es la muerte. (1ª
Corintios 15: 25 y 26). Luego, en aquel estado eterno, Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo morará como Dios con
los hombres. A Dios le ha complacido en dispensaciones pasadas revelarse conforme a la necesidad de la época, pero
en aquel entonces todos los nombres y revelaciones dispensacionales habrán pasado. Entonces todas las dispensaciones
habrán terminado y Dios morará con los hombres.
"He aquí
el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios
mismo estará con ellos como su Dios". Apocalipsis 21: 3.
Las "naciones"
habrán desaparecido, pues es con los "hombres" con quienes Él morará. La palabra "morar"
habla de una condición fija y permanentemente establecida. Se dice también que la justicia morará en
esa escena de dicha. Todo rastro de pecado habrá sido eliminado de la creación de Dios y nunca más volverá
a entrar en ella. Todo lo que Cristo gobernó como hombre en el "día del Señor" será
entregado a Dios para que Dios sea todo en todos, — el día de Dios, el día eterno. (1ª Corintios
15: 27, 28).
«Señor, por fe podemos
ver en Ti, una perspectiva resplandeciente, infalible,
donde Dios resplandecerá en
luz divina, en gloria que nunca se desvanece.»
Paul Wilson
Traducido del
Inglés al Español por: B.R.C.O.- Noviembre 2024.
Otras versiones de La Biblia usadas en esta traducción:
RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada
por Editorial Mundo Hispano).