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SETENTA SEMANAS DE DANIEL 9 (PAUL WILSON)

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17ª Parte de: TÉRMINOS PROFÉTICOS

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Duración: 12 minutos, 32 segundos

SETENTA SEMANAS DE DANIEL 9

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles (" ") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960.

 

Paul Wilson

 

17ª Parte de: TÉRMINOS PROFÉTICOS

 

La profecía de las "setenta semanas" es una profecía muy notable cuya adecuada comprensión permitirá al hijo de Dios tener una mejor comprensión de Sus propósitos respecto a la tierra y a Israel, Su pueblo terrenal. Aunque la época actual en la que Dios está reuniendo de la tierra un pueblo para el cielo no es mencionada en la profecía, hay sin embargo una interrupción en la que ella cabe.

 

Será bueno tener en cuenta el estado de alma de Daniel y sus profundos ejercicios antes de recibir esta maravillosa profecía. Dios escogió los vasos a quienes Él comunicaría Su pensamiento, y también los preparó de antemano para que fuesen instrumentos adecuados para la recepción y comunicación de Su verdad. Una persona descuidada o indiferente era incapaz de conocer el pensamiento de Dios. Él preparó cuidadosamente a quienes Él utilizaría. Tampoco un cristiano descuidado o de mentalidad mundana está ahora en condiciones de entender las cosas que nos son reveladas por Dios, porque ellas nos son reveladas "por el Espíritu". (Primera epístola a los Corintios, capítulo 2, versículo 10). Si un hijo de Dios está andando de una manera en que el Espíritu de Dios es contristado por su andar, entonces el Espíritu no está libre para mostrarle "lo que Dios nos ha concedido". (Primera epístola a los Corintios, capítulo 2, versículo 12). Entonces, que al acercarnos a esta profecía estemos delante de Dios para juzgar lo que no es de Él y procuremos tener de Él un "corazón sabio y entendido".

 

Daniel había nacido en un día cuando las "dos tribus" se hallaban en un triste estado. Tanto los reyes como el pueblo se habían apartado igualmente de Jehová, y Él, en su justo gobierno, los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el cual destruyó el templo y llevó muchos cautivos a su tierra. Daniel fue uno de estos cautivos cuando era muy joven. Pero a pesar de todo el fracaso y la terrible oscuridad del día, Daniel procuró honrar a Dios, y Dios lo honró. El principio es siempre cierto: "Yo honraré a los que me honran". Daniel era un hombre que tenía un propósito verdadero y honesto de agradar a Dios, y no esgrimió ninguna propia conveniencia para hacer lo contrario. Los tiempos habían cambiado, pero él sabía que Dios no cambia.

 

Aunque muchas profecías directas fueron dadas a Daniel, él no dejó de leer las Escrituras por sí mismo. Él utilizó los mismos medios que nosotros, — él leía la Palabra de Dios. Del libro de Jeremías (capítulo 29, versículo 10) él comprendió que las desolaciones de Jerusalén, que en aquel entonces estaban presentes, durarían sólo setenta años desde su comienzo. Él creyó a Dios y por tanto comprendió que el momento estaba cerca para que su pueblo regresara a Jerusalén. Nosotros tenemos la misma oportunidad, — "por la fe entendemos". No fue por medio de observación externa que Daniel percibió que se acercaba el momento para que ellos regresaran. Puede que entonces no hubiera nada en el horizonte que lo indicara, pero Daniel creyó lo que Dios dijo. Así nosotros deberíamos entender hoy que "la venida del Señor se acerca". (Epístola de Santiago, capítulo 5, versículo 8). Deberíamos ser capaces de entender eso creyendo lo que Dios ha dicho en Su Palabra y no por medio de observaciones, aunque veamos las nubes de tormenta reuniéndose que se disiparán después que el Señor haya venido a llevarnos consigo. Nuestra fe debería estar en Dios y en Su Palabra y no en los cielos que se oscurecen. Así que en este segundo versículo del noveno capítulo nosotros no vemos a Daniel como el profeta sino como el dedicado estudiante de la profecía dada a través de otros. Leemos, “yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén en setenta años”. (Daniel 9: 2).

 

El resultado inmediato de su lectura y de la comprensión del tiempo que se había alcanzado fue que Daniel volvió su rostro a Jehová su Dios en la más ferviente oración y súplica. El ayuno, el cilicio y la ceniza reflejaron el estado interior de su alma, — ese estado moral que siente verdaderamente la condición del pueblo de Dios y se identifica plenamente con él en cualquier día de ruina. (Libro de Daniel, capítulo 9, versículo 3 y sucesivos).

 

Aunque Daniel no era mucho más que un muchacho cuando fue llevado cautivo, y aunque él había procurado vivir para Dios en aquella tierra extraña, él confiesa los pecados del pueblo como propios. No dice «ellos han pecado», sino "hemos pecado". Él miró a su alrededor y vio el deplorable estado en que ellos se encontraban y lo vio en el justo trato de Dios con ellos. Como uno de los «hijos de la Sabiduría» (Evangelios según Lucas, capítulo 7, versículo 35), él justificó a Dios en todos Sus tratos con ellos y confesó el pecado de ellos. Él, sintiendo su propia parte en el fracaso y confesándolo, estaba en la posición para interceder ante Dios en favor del pueblo. Él suplicó a Dios por ellos basándose en Sus misericordias. Tal espíritu de suplicación por el pueblo de Dios es uno que es conforme a Su corazón y a Su pensamiento. Nosotros vemos el mismo espíritu en Moisés, Samuel, David y otros verdaderos siervos de Dios. Aunque Dios tenga que castigar a Sus hijos según Su gobierno, sin embargo Su corazón está hacia ellos, y nosotros nunca estamos en la corriente de los pensamientos de Dios si es de otra manera en lo que a nosotros se refiere. Tampoco podemos jamás separarnos apropiadamente del fracaso de la Iglesia de Dios en la tierra. Aquello que fue bendecido más allá de cualquier otra cosa en la tierra (la Iglesia) ha fracasado ciertamente de la manera más grave. Todo está ahora en ruinas y cada uno de los que somos salvos somos parte de aquel fracaso. Si nosotros tuviéramos un sentido más profundo del fracaso y de nuestra parte en él, habría más intercesión por los santos de Dios y también una entrada más profunda en Sus pensamientos acerca de ellos.

 

Daniel era un hombre dado a la oración. Eso no era algo que él hacía en días de especial tensión y prueba. En el capítulo 6 de su libro, cuando las tormentas se cernían sobre su cabeza, él "entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes". (Daniel 6: 10).

 

El hombre de Dios es sin duda un hombre de oración.

 

A veces Daniel no recibía su respuesta de inmediato; en el capítulo 10 se le hizo esperar "tres semanas" por la respuesta. (Daniel capítulo 10, versículo 2). Pero en el capítulo que estamos considerando la respuesta es inmediata:

 

"Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios; aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde. Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento". Daniel 9: 20-22.

 

De modo que a veces podemos recibir respuestas a nuestras oraciones de inmediato o puede ser que se nos haga esperar durante largo tiempo. Una demora no es un motivo para concluir que nuestra oración no fue oída. Dios en Su sabiduría puede retener una respuesta para profundizar nuestro ejercicio de alma, o ello puede ser por cualquiera de varios motivos; pero nosotros podemos estar seguros de que cuando Dios retiene o espera para responder nuestras peticiones, ello es hecho en Su perfecta sabiduría de lo que es mejor, y la respuesta es retenida conforme a Su verdadero amor que quiere hacer lo mejor para los Suyos.

 

Los ejercicios de alma de Daniel eran con respecto a su pueblo Israel y a al regreso de ellos a su propia tierra desde Babilonia en aquel tiempo, pero Dios estaba a punto de darle una revelación más profunda que la relacionada con el pronto regreso de ellos a Jerusalén. Dios iba a revelar todo el futuro de Israel a Daniel, hasta el momento cuando Israel sería bendecido bajo su Mesías en un día que está aún en el futuro. ¡Qué señal de favor es que se permita entrar así en los secretos y planes de Dios! ¿Y acaso no nos ha abierto Dios el futuro a nosotros? ¡Ciertamente Él lo ha hecho! Y aunque todas las revelaciones proféticas de Su Palabra no se relacionan con nosotros (la Iglesia), ellas deberían interesarnos como siendo ellas parte de lo que Dios va a hacer, y nosotros deberíamos desear conocer lo que Él se ha complacido en revelarnos. Ciertamente es una señal de claro favor el hecho de que se nos diga todo anticipadamente.

 

Ahora bien, al considerar las "setenta semanas“ nosotros deberíamos tener en cuenta que es el pueblo de Daniel el que está en consideración. Mucha confusión ha resultado de no recordar este hecho. Tratar de incluir a los gentiles o a los cristianos en la situación sólo arruinaría lo que es claro y comprensible. Esto es afirmado claramente en el versículo 24 de este capítulo 9 del libro de Daniel, donde comienza la profecía propiamente dicha:

 

Leemos, “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad”. Nada es vago o incierto aquí; los objetos especiales de esta profecía dada a Daniel son el pueblo de Daniel (Israel) y la ciudad santa de Daniel (Jerusalén). Los cristianos no son llamados pueblo de Daniel, ni los cristianos tienen una ciudad santa en la tierra. Sin embargo, como cristianos deberíamos interesarnos en el pueblo terrenal de Dios y en la revelación que Él se ha complacido en hacernos. Esta profecía es para "nuestra enseñanza" y ciertamente será provechosa a medida que entremos en los pensamientos de Dios. 

 

Paul Wilson

 

Traducido del Inglés al Español por: B.R.C.O.- Diciembre 2024.


Título original en inglés:
Prophetic Terms: Seventy Weeks of Daniel 9, Articles by Paul Wilson
Traducido con permiso
Publicado por:
Bible Truth Publishers

Versión Inglesa
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