EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD

Acerca de "La Iglesia" en una Localidad, Ciudad, o Pueblo (W.Kelly)

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Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso

RVR1909 = Versión Reina-Valera Revisión 1909 (con permiso de Trinitarian Bible Society, London, England)

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

ACERCA DE "LA IGLESIA" EN UNA LOCALIDAD, CIUDAD O PUEBLO

 

 

Acerca de "La Iglesia" en una Localidad, Ciudad, o Pueblo

 

Serie de Cartas escritas por William Kelly en 1882.-

 

 

CARTA 1: Enunciación del principio bíblico de la unidad de acción.

 

 

CARTA 2: Respuesta a objeciones supuestamente basadas en la Escritura.

 

 

CARTA 3: Refutación de la teoría de que la unidad se realiza solamente si todos los creyentes en una localidad se reúnen en un único recinto.

 

 

CARTA 4: Es estado actual de ruina no afecta, de ningún modo, nuestro deber de reunirnos en el terreno del 'un cuerpo' de Cristo y de mantener la unidad de acción, aunque varias reuniones coexistan en una localidad, ciudad, o pueblo.

 

 

CARTA 5: Aplicación del principio a acontecimientos recientes demostrando su importancia vital.

 

CARTA 6: Examen de todas las formas de sugerencias hechas para realizar el principio de unidad de acción, que son diferentes del modo que hemos seguido uniformemente desde la coexistencia de varias reuniones en una localidad.

 

 

CARTA 7: Una apelación a la conciencia de hermanos que presentan objeciones sin fundamento escriturario alguno.

 

 

         Carta 1.

 

         Enunciación del principio bíblico de la unidad de acción

 

         Querido hermano:

 

         Por medio de estas cartas, cumplo con su deseo de tener en una forma clara e impresa para usted y los demás lo que, en común con quienes hemos considerado como más verdaderamente enseñados por Dios, yo creo que es Su pensamiento revelado sobre este asunto.

 

         El principio emana desde la gran y preciosa verdad de que somos llamados por Dios a andar sobre el terreno del "un solo cuerpo" de Cristo. Si nosotros no andamos de esta manera, ciertamente no podemos ser celosos en guardar "la unidad del Espíritu".

 

         Si, como es a menudo el caso, los santos que toman en fe esta única posición divina, reunidos al nombre del Señor, son solamente una compañía en una localidad, todo está claro. Ninguno entre nosotros cuestiona su derecho y su competencia ni tampoco su responsabilidad. Si ellos no fuesen más que dos o tres, el privilegio permanece. Ellos no son la asamblea y no pretenden serlo, en la presente ruina de la iglesia, donde muchos miembros de Cristo están dispersos en todas partes en las sociedades religiosas, establecidas o no, grandes o pequeñas. Pero ellos están obligados, a pesar de todo, a andar juntos en ese principio, conforme al Señor, en el bendito Espíritu que permanece para siempre, estimulados y sustentados por ese recurso que da la gracia para el día malo - la seguridad de la presencia del Señor para validar sus actos tan verdaderamente como cuando la iglesia aún no estaba dividida (Mateo 18: 18-20). Ellos podrían tener que esperar en Él como en debilidad, y seguramente en humildad y paciencia, y amor, pero en la confiada expectativa de Su guía por medio de Su Palabra y Espíritu. Es imposible que el Señor le falle a aquellos reunidos de este modo en dependencia y fe. Si la voluntad o la prisa obran en los líderes o ellas mismas los guían, no hay garantía de que el error o incluso la injusticia puedan resultar en la tristeza y vergüenza de todos los que Le aman, y para la deshonra de Su nombre.

 

         El asunto de la unidad surge necesariamente, no meramente de una manera general por el hecho de que la Escritura no reconoce más que "un solo cuerpo", la iglesia, en todo el mundo, sino de una manera práctica al no hablar nunca de asambleas (plural), o iglesias (plural), en una ciudad o en un pueblo. Ciertamente leemos acerca de iglesias (plural) en un país o provincia, pero leemos acerca de "la iglesia" (singular) en Jerusalén, Antioquía, Éfeso o en alguna otra ciudad. Incluso las disensiones y los cismas dentro de ella son denunciados con fuerza; aún más solemnemente las 'herejías' o sectas, como la Escritura denomina a grupos fuera de ella. La unidad debe ser guardada, y es del más alto precio, con tal que no sea carnal o mundana sino "del Espíritu." Está ligada con el nombre y la gloria de Cristo, para no hablar de su rica bendición en forma espiritual para la mente y el corazón y la conciencia también de los santos que andan de este modo.

 

         Ahora bien, las circunstancias de los así llamados primeros santos, pusieron a prueba la unidad de un modo muy manifiesto. Pues por el poder sin precedente del Espíritu Santo miles fueron traídos al nombre de Cristo en un día, y de un modo tal que fueron señalados para el Señor más allá de los tiempos comunes. Ellos no podían, por la naturaleza del caso, poseer edificios públicos, incluso si deseaban en gran parte tal medio de congregarse, de hecho, por cuanto muchos que eran poseedores de tierras y casas más bien las vendían, para que el producto de la venta fuese distribuido según la necesidad de cada uno. Aunque ellos continuaban aún en el templo, como no estando lo suficientemente libertados de sus antiguas asociaciones, ellos partían el pan en casa (N. del T.: "Y de día en día asistían constantemente en el Templo; y partiendo el pan en casa, tomaban el alimento con alegría y con sencillez de corazón." Hechos 2:46 - Versión Moderna, palabras en negrita indicadas por el traductor) - no "de casa en casa" como reza la King James Version (en Inglés), tan propensa a dar la noción de un desorden poco correcto. Había habitaciones disponibles, a menudo 'aposentos altos', de tamaño no insignificante. Pero aunque ellos se reunían así, Judíos ahora Cristianos de todas las naciones bajo el cielo, y que indudablemente se reunían en muchas casas distintas, el lenguaje uniforme del Espíritu Santo es "la iglesia" o asamblea (singular), nunca las asambleas (plural). De hecho se nos muestra expresamente en Hechos 6 que "toda la multitud" de creyentes había encontrado medios de acción común, aunque se nos dice antes de esto que "el número de los varones (νδρν, Strong 435) era como cinco mil." (Hechos 4:4). ¿Es demasiado suponer que las mujeres creyentes pudiesen, aún entonces, haber hecho que este número fuese el doble?

 

         Concedo que la designación de 'los siete' (Hechos 6) no fue un asunto ordinario; y más extraordinaria fue la ocasión que reunió a "toda la multitud" en Hechos 15. Yo cito estas ocasiones como revelaciones indiscutibles de esa acción común de 'la asamblea' en una ciudad, cualesquiera fueran los medios que la aseguraban, incluso cuando muchos miles estaban involucrados, lo cual es la práctica autorizada por la Escritura desde el principio.

 

         Ahora bien, si hay algún deber que está ligado a la asamblea de un modo más inalienable que otro, este es la recepción, como la llamamos, o la exclusión, conforme a la Palabra, de aquellos que llevan el nombre del Señor. ¿Esto es hecho por una asamblea? ¿O es llevado a cabo sobre el principio de "la" asamblea? No hablo de un lugar donde todos los santos reunidos están realmente bajo un mismo techo, sino de una ciudad o pueblo donde son lo suficientemente numerosos, como en Jerusalén, para partir el pan en tantas casas diferentes. La Escritura nunca reconoce acción eclesiástica salvo en unidad. El capítulo 5 de 1 Corintios no es solamente para Corinto, sino para "todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro." (1 Corintios 1:2). Reconozco e insisto de la manera más plena acerca de la responsabilidad local donde el caso ocurre y es conocido, pero no la negación práctica de la unidad en la ciudad o pueblo. Para que una acción sea de Dios debe ser realmente, y no en mera forma, a no ser que permitamos la infalibilidad local, de todos los santos reunidos sobre el terreno divino. Si todos toman parte de este modo, sería injusto compartir la responsabilidad de acción sin una oportunidad de consentimiento concienzudo, y la subsiguiente libertad para indagar o incluso el deber de protestar en una forma piadosa.

 

         Pero la acción aislada de algunos santos, o de 'una' asamblea sin el resto de las otras reuniones en una ciudad o localidad, es independencia práctica, y completamente opuesta tanto al espíritu como a la letra de la Palabra de Dios. En una provincia las asambleas de aquí o allá actúan cada una; y todos los santos aceptan prima facie (latín, en primera instancia, a primera vista) la acción de cada una. Pero no hay, a partir de la naturaleza del caso, conforme a la Palabra, ninguna acción en conjunto. Ellos no son 'la asamblea de Galacia', sino las asambleas de ese país. Nunca es de este modo en un pueblo o ciudad, donde, si una compañía local tiene la responsabilidad del caso y de proponer la actuación escrituraria, todos los santos tienen el privilegio y el deber de actuar en conjunto. De otro modo ya no es más la asamblea en Jerusalén o en Londres, sino una especie de unión congregacional humana después del acto, lo cual es, en este asunto, una negación de la unidad.

 

         Ahora no digo más sino que quedo como siempre.

 

         Afectuosamente suyo en Cristo.

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

 

 

 

         CARTA 2.

 

         Respuesta a objeciones supuestamente basadas en la Escritura.

 

         Querido hermano:

 

         Objeciones de varias clases son hechas por aquellos que siguen, en mayor o menor medida, las tradiciones de la Cristiandad. Bajo este título no puede ser clasificada honestamente la acción conjunta que emana de la unidad del Espíritu Santo en la cual se insiste tan urgentemente en todas partes en el Nuevo Testamento, y es guardada aquí por esa frase notable de la Escritura, "la iglesia que estaba en Jerusalén" (Hechos 8:1), en Antioquía, Corinto, Éfeso, o alguna otra. Pero razones que incluso parecen estar fundamentadas en la Palabra de Dios tienen derecho a ser examinadas seriamente. Porque la Escritura debe coincidir ciertamente con la Escritura, aunque uno no pretenda de ningún modo resolver, para la satisfacción de cada objetor, cada dificultad que pueda surgir sobre este asunto o algún otro.

 

         Se arguye así que la iglesia "en casa" (κατ όἶκον) de esta o aquella persona, de Aquila y Priscila (1 Corintios 16:19), de Ninfas (Colosenses 4:15), de Filemón (Filemón 1, 2), es una prueba de que en una ciudad hay 'iglesias'. No es así: es más bien, cuando esto es debidamente ponderado con otras Escrituras, una clara desaprobación de cualquier idea divisiva semejante. Se convierte, entonces, en parte de la evidencia para la unidad; pues, mientras nadie niega 'la iglesia' en tantas casas de una ciudad, los santos allí, sin embargo, son designados invariablemente como 'la' asamblea en (ν) la ciudad. La noción de algunos padres Griegos de la iglesia, y de Calvino, etc. desde entonces, de que esto significa solamente una familia Cristiana, es impactante para uno, como siendo una mera evasión debida a sus prejuicios tradicionales. Neander, aunque tenía razón en lo principal, muestra su falta de atención a la precisión de la Escritura citando " κκλησα ν τ οκ ατο". Ahora bien, esto nunca se escribe así, aunque podría haber sido escrito de este modo si todos los santos se hubiesen reunido en una casa. El Espíritu utiliza "υ" (en) solamente refiriéndose a todos los santos en una ciudad. Siempre es " κατ οκον", absolutamente como en Hechos 2:46 ("en casa" - Versión Moderna), o relativamente como en las cuatro casas que estamos examinando ahora.

 

         No será puesto en duda por ningún investigador imparcial e inteligente el hecho de que la iglesia en Éfeso, la metrópolis de Asia, había sido establecida antes de que la Primera Epístola a los Corintios fuera escrita desde allí. Evidentemente también 'la iglesia en casa de Aquila' (1 Corintios 16:19) ya existía en esa ciudad. La expresión, "Os saludan todos los hermanos" en 1 Corintios 16:20, supone almas reunidas en otra parte, y el cuerpo principal también. La gracia activa de Dios reúne libremente y en toda sencillez, pero como el Espíritu Santo es uno e imprime unidad sobre todos los santos aquí abajo, así hay, ciertamente, cuidado en un lugar como Éfeso, no para impedir la reunión de los santos al nombre del Señor en más de una casa, sino para guardarlos en unidad. La asamblea podía estar aquí o la asamblea podía estar allá; pero el conjunto de los santos en el lugar eran 'la asamblea en Éfeso' (singular), nunca las asambleas (plural) en esa ciudad o de esa ciudad. La unidad es la verdad gobernante conforme a la voluntad de nuestro Señor, la Cabeza de la iglesia. Así reza Su Palabra, la cual no puede ser quebrantada. Tenerlos a todos reunidos bajo un techo es una noción terrenal: la presencia y el poder del Espíritu se alza completa y esencialmente sobre la diversidad de lugar. Solamente es indispensable que como cuerpo de Cristo todos ellos se reúnan a Su nombre en la libertad y unidad del Espíritu.

 

         A partir de Romanos 16: 3-5 parece que Aquila y su esposa estaban en Roma cuando el apóstol escribió desde Corinto esta gran Epístola a los santos que estaban allí (años 57 o 58 D.C.); y leemos nuevamente aquí acerca de "la iglesia que está en su casa." (Romanos 16:5 - Versión Moderna). Se puede decir, indudablemente, que se habla a los santos en Roma como tales a través de toda la Epístola, y nunca en la Escritura se les habla como a la iglesia en Roma. Por mi parte, yo admiro la perfección de la Escritura y la sabiduría de Dios al hablar de este modo. Pero es a la vez una deducción humana y es débil pensar que los santos no eran la iglesia de Dios allí, porque no se habla de ellos de ese modo. Solamente consideren a aquellos en Filipos o en Colosas, en cuyas ciudades nadie sería tan temerario como para negarles carácter eclesiástico. ¿Por qué entonces, se podría preguntar, a los santos en esos lugares no se les nombró como "la iglesia"? No porque no lo fueran; pues una negación semejante sería ridícula cuando escuchamos, al igual que en Filipos, acerca de obispos o sobreveedores y diáconos - una plenitud de orden que muchas verdaderas asambleas podían no poseer aún (ver Hechos 14:23; Tito 1:5). La verdad enseñada en la Epístola a los Filipenses ponía de relieve la experiencia individual y la vida Cristiana más que la relación eclesiástica; del mismo modo que el tema central de la Epístola a los Colosenses no es la regulación de la iglesia, sino el hacer volver a los santos a Cristo la Cabeza cuando están en peligro de perder el verdadera conciencia de Su gloria. Así que, incluso se habla a los discípulos Efesios como "a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso", más que como a 'la asamblea' allí, cosa esta última de la cual estamos absolutamente seguros que lo eran desde hacía tiempo (Hechos 20; 17, 28). La razón es que, aunque la iglesia es tratada en esta Epístola desde el punto de vista más elevado y en todo el alcance de sus privilegios, se toma, antes que nada y sobre todo, sumo cuidado para tratar acerca de las bendiciones de los santos en Cristo, que conduce a la individualidad del título de ellos en el mensaje.

 

         Aún más obvia es la clave para la forma de dirigirse en la Epístola a los Romanos. Esto se debe a su carácter, al no establecer el orden eclesiástico, sino los fundamentos amplios y profundos de la justicia divina en el evangelio (con la culpabilidad y maldad del hombre que la requieren), su consistencia con las promesas especiales a Israel, y la vida práctica del Cristiano que fluye de ella, que lo adecua y se debe a ella. La mente espiritual siente que dirigir una Epístola semejante a 'la iglesia' en Roma estaría fuera de armonía con la verdad considerada en ella. Para Pablo, apóstol por llamamiento, dirigirse a todos los santos que estaban en Roma como a santos por llamamiento parece ser la perfección; no porque ellos no formasen la asamblea o iglesia allí, sino porque el estilo adoptado está de acuerdo, puesto que 'la asamblea' habría sido bastante incongruente, con la idea general de la Epístola. Habría sido notable, en efecto, si el apóstol inspirado hubiera escrito de otra manera. Que ellos no eran la iglesia en Roma es una deducción infundada o una doctrina extraña. Que pueden haber existido varias compañías en esa gran ciudad, incluso entonces, no era de ningún modo improbable; los versículos 14 y 15 (del capítulo 16 de la Epístola a los Romanos) parecen indicar grupos; y hay, además, muchos nombres registrados en el capítulo, no conectados con estos versículos o con el versículo 5 (Romanos 16:5), donde oímos expresamente acerca de la asamblea en casa de Priscila y Aquila. Con todo, la analogía de Jerusalén, por no mencionar otra, no solo garantizaría sino que requeriría la conclusión de que, cualquiera que hubiese sido el número de compañías reuniéndose en Roma, todos los santos en esa ciudad formaban la asamblea allí. Por supuesto que se trataba de 'la asamblea' en esta casa, y 'la asamblea' en aquella otra; pero los santos como un todo constituían 'la iglesia en Jerusalén', Éfeso, Roma, etc., tal como fuera el caso. Todos estaban sobre un único terreno divino; y éste permanece para nosotros. De haber habido 'iglesias' en Jerusalén sin una acción conjunta, no se habría tratado de 'la' sino de 'una' asamblea aquí y otra allá, no de unidad sino de independencia, el más opuesto de todos los principios a aquel principio de la iglesia de Dios.

 

         Aún más manifiesta y pertinente es la evidencia dada por Colosenses 4:15, "Saludad a los hermanos que están en Laodicea, y a Ninfas y a la iglesia que está en su casa" (o, conforme a algunas de las copias más antiguas, "en la casa de ellos"). Es en vano asumir que esta era la única reunión de los santos en Laodicea. Visto correctamente, esto incluso implicaría lo contrario; pues si hubiese sido esta la única compañía reunida al nombre del Señor en la ciudad, habría sido llamada naturalmente la iglesia 'en Laodicea' más bien que la iglesia 'en la casa de Ninfas', (o, conforme al Códice Vaticano, etc. adoptado por Lachmann, y por Westcott y Hort, 'casa de Ninfas'). Se podría argumentar, por supuesto, que en el versículo 13 se nos habla de "los que están en Laodicea", como si hubiesen sido solamente muchos santos individuales no reunidos en absoluto. Pero no hay realmente sitio para semejante especulación; pues en el siguiente versículo más adelante (versículo 16) leemos acerca de "la iglesia de laodicenses", tal como podríamos hablar de la asamblea de los Londinenses, queriendo decir la asamblea en Londres. 'Los' laodicenses, tal como rezan varias versiones en Español sería demasiado; y lo mismo con 'los' tesalonicenses en 1 Tesalonicenses 1:1; 2 Tesalonicenses 1:1. Pero el caso tiene importancia en cuanto al hecho de que nos circunscribe en un punto claro en cuanto a la unidad de la iglesia en una ciudad, contra la independencia de las iglesias que están en ella. El apóstol no identifica en absoluto la iglesia en casa de Ninfas con la asamblea de Laodicenses. Ni habla tampoco de las iglesias sino de la iglesia de laodicenses, lo que es sugestivo de una acción conjunta, no de acciones separadas.

 

         Por consiguiente, la expresión 'asamblea de laodicenses' va expresamente más allá de esas reuniones en aquella casa; si bien la unidad de todos los santos en Laodicea no impide, ni niega, la asamblea en la casa de un cierto santo. ¿Acaso esto no responde bien a lo que ha sido tan felizmente mantenido entre nosotros hasta ahora, la unidad de los santos en una ciudad con reuniones locales aquí o allá en dicha ciudad? Que todos se reúnan bajo un solo techo (excepto en ocasiones extraordinarias), y que la unidad sólo puede ser asegurada de esta manera material, es bastante natural para aquellos que no creen en la unidad del Espíritu; pero esta es realmente una idea indisculpable y un engaño que se oponen a la Escritura. Los hermanos pueden haberse reunido en casa de este o de ese otro hermano; pero estaba también la verdad capital de la asamblea 'de laodicenses' o 'en Laodicea' (Apocalipsis 3:14, donde algunas traducciones al Español rezan 'de laodicenses', esto descansa  solamente, por lo que se sabe, en el Codex Reuchlini, el cual Erasmo usó, de entre 110 manuscritos, 5 unciales y 105 cursivos). Cada reunión tenía, indudablemente, su responsabilidad local; pero, a pesar de todo, había unidad para todas en la ciudad. ¿Y quién es aquel que, sabiendo lo que la iglesia de Dios es, podría dudar que lo que aparece en Colosenses 4: 15, 16, era igualmente verdadero en todas partes, aunque hubiera allí más de una reunión?

 

         Filemón 2 queda para una breve consideración, "la iglesia", o asamblea, "que está en tu casa." Al comparar con Colosenses 4:9 y con otra evidencia que lo corrobora, no se admite duda de que la casa de Filemón estaba en Colosas. Pero sería excéntrico concluir que esta era la única reunión de santos en la ciudad. Se trataba de 'la iglesia en casa de Filemón'; pero no podía ser, y no habría sido llamada, la iglesia en Colosas. Otras reuniones, una o más, existían allí. Aquí nuevamente, si es que tenemos prueba de una reunión local y, por supuesto, de responsabilidad local, por otra parte, no tenemos ni una sola palabra que debilite la unidad de la asamblea de Dios en la ciudad, sino más bien aquello que la implica claramente.

 

         De esta manera, cada caso de la iglesia en una casa fracasa como una objeción sólida, y tiende más bien a confirmar mediante otros hechos conexos (los cuales el Espíritu Santo declara cuidadosamente como para excluir la independencia), que la unidad junto con la responsabilidad local es de Dios, y sostener ambas es esencial para toda concepción sana y espiritual de la iglesia de Dios. Uno está lejos de referirse al difunto A. Neander como un intérprete exacto de la mente de Dios, revelada en Su Palabra, acerca de la constitución de la iglesia. Sin embargo él declara francamente, y en general va más allá de otros, lo que se encuentra allí, incluso si esto condena a su propio Luteranismo así como al resto de la Cristiandad. Y así, en la "Historia del Establecimiento y Formación de la Iglesia Cristiana por los Apóstoles" ("History of the Planting and Training of the Christian Church by the Apostles") (Libro III, capítulo iii, un capítulo muy perjudicial para las costumbres tradicionales), él admite que mientras había grupos que se reunían en casas particulares, sin separarse del todo, las "Epístolas del apóstol Pablo entregan la más clara evidencia de que todos los Cristianos en una ciudad formaban originalmente una iglesia entera."

 

         Otra Escritura ha sido citada con alguna confianza, no realmente para probar que hay asambleas actuando  con independencia en una ciudad, sino para destruir la fuerza de "la" asamblea en una ciudad mediante una mención pensada para mostrar su aplicación a las provincias. Por lo tanto, la insinuación es que, si se puede hablar de "la iglesia" de una provincia así como de una ciudad, la frase no puede conllevar una unidad tal que conduzca a la acción conjunta en una ciudad, porque esto es claramente impensable en una provincia. Pero, ¿es verdad que hay algún ejemplo simple de tal equivalencia? Se alega que esto se puede leer en Hechos 9:31, donde la Versión Reina-Valera Revisión 1960 basada en el Texto Recibido (Textus Receptus) dice que, "Entonces las iglesias (plural) tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria", etc. (N. del T.: una correcta traducción es la siguiente, a saber: "Entretanto la iglesia (singular) gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria", etc. - ver también: La Biblia de las Américas, Versión Nácar-Colunga, Nueva Versión Internacional, Reina Valera 1909 Revisión Actualizada en 1989, Septuaginta traducida al Español, Versión Moderna, Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, Nuevo Testamento Versión Hispano-Americana 1916, etc.)

 

         Ahora bien, no parece inteligente argumentar a favor de ello esgrimiendo que el manuscrito uncial E H L P con la gran mayoría de manuscritos cursivos, dos versiones antiguas, y algunos padres de la iglesia Griegos y Latinos, opongan A B C y una docena de manuscritos cursivos, con la mayoría de las versiones muy antiguas y con varios escritores eclesiásticos. Al menos mi juicio es que, al tener la expresión "la iglesia" (singular) el mejor y el más antiguo testimonio, así también debería ser aceptada francamente como la traducción verdadera. Probablemente fue cambiada por escribas que fueron sorprendidos con su peculiaridad y no entendieron su fuerza, en conformidad con Hechos 16:5, donde el plural es tan correcto así como aquí parece más débil que el singular. "La iglesia, pues, por (καθ con el genitivo) toda Judea y Galilea y Samaria tuvo paz", etc. Es una frase completamente distinta de lo que quisieran aquellos que defienden la acción separada en una ciudad; y por eso es absolutamente inservible para el propósito de ellos. Pues es una sencilla insinuación de que la iglesia, vista como un todo, por dondequiera se hubiera extendido por todas estas tierras, tenía paz.

 

         Si la frase hubiese sido 'la iglesia (o asamblea) de Judea y Galilea y Samaria', o, 'la iglesia en Judea' etc., podría haber sido, en efecto, utilizada legítimamente para neutralizar el lenguaje sobre el cual hacen tanto énfasis aquellos que para la verdad y la práctica se aferran a la palabra escrita. Tal como está, la marcada diferencia de frase destruye la aplicación deseada; mientras que su sentido no forzado coincide exactamente con la verdad de los hechos y la interpretación recién dados. Se trata de la iglesia tal como existía entonces allí, la iglesia por todas las tierras nombradas, la iglesia como una unidad en esta región; un sentido que ninguno de nosotros cuestiona en otra parte, y de la más profunda importancia para ser sostenido, aunque en el presente no es el punto en discusión. Solamente la ignorancia podría citar esto para debilitar 'la asamblea' en una ciudad o 'las asambleas' de una provincia. La unidad en el sentido exhaustivo es admitida por todos.

 

         Me siento agradecido por esta pequeña investigación en la maravillosa palabra de Dios, cuya perfección crece siempre en el Cristiano que indaga en ella en fe. Que podamos utilizar cada una de sus palabras para la gloria del Señor Jesús "de hecho y en verdad."

 

         Afectuosamente suyo en Él,

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

  

 

 

         CARTA 3.

 

         Refutación de la teoría de que la unidad se realiza solamente si todos los creyentes en una localidad se reúnen en un sólo recinto.

 

         Querido hermano:

 

         En esta comunicación me propongo explicar, tan claramente como puedo, la evidencia de la Escritura sobre la cuestión acerca de si los santos en una ciudad fueron llamados a reunirse en una misma habitación a fin de mantener de ese modo esa unidad, la cual, nominalmente, es universalmente admitida en medio nuestro, así como es, "de hecho y en verdad", afirmada o asumida en la palabra escrita. Hay una frase de ocurrencia frecuente en el Nuevo Testamento, de la cual se ha supuesto que implica el hecho, y por lo tanto el deber, de que los santos se reúnan en una única y misma compañía. ¿Es ésta, entonces, la única manera escrituraria de expresar unidad en una ciudad?

 

         Examinemos la expresión Griega π τ ατ (reunidos, RVR60 o junta, RVR1909 como en Hechos 1:15; juntos, como en Hechos 2: 1, 44, etc.) en los Hechos y en las Epístolas para que podamos deducir si el uso allí requiere la reunión en un sólo lugar para la acción común. A primera vista las palabras no enseñan ninguna restricción de significado; pues su significado primitivo o literal es 'para lo mismo.' La igualdad de lugar no se expresa, sino más bien el objetivo; aunque es completamente permitido que el mismo propósito pudiera ser llevado a cabo en el mismo lugar o al mismo tiempo, y esto se implica contextualmente en la aplicación de la frase. Por eso la palabra "junta" ("Y en aquellos días, Pedro, levantándose en medio de los hermanos, dijo (y era la compañía junta como de ciento y veinte en número)" Hechos 1:15 - RVR1909), es un significado derivado legítimo, y verdaderamente el sentido más habitual en el cual esta expresión ocurre en el Nuevo Testamento. Así, es probable que fue en un mismo lugar donde los Fariseos "se juntaron a una" (π τ ατ) para interrogar al Señor (Mateo 22:34), así como difícilmente podría ser de otra manera en el caso de dos mujeres moliendo "juntas". (Lucas 17:35). Pero veremos que esto podría o podría no ser. Las palabras en sí mismas no zanjan este asunto, sino las circunstancias o el contexto. Por lo tanto, la frase en sí misma no nos confina a un 'lugar' en el sentido físico. Una fuerza moral prevalece generalmente, si no siempre, excepto en hechos externos evidentes.

 

         El primer caso está en Hechos 1:15, donde el paréntesis nos informa que "era la compañía junta como de ciento y veinte en número" (RVR1909). Ahora bien, no hay nada aquí que impida que supongamos que los 120 estaban reunidos en el mismo aposento; porque el hecho de que "Pedro se levantó en medio de los hermanos" se dijo justo antes, e inmediatamente después tenemos su discurso. La deducción natural es que todos ellos estaban allí para oír. Pero el verdadero significado de las palabras es un número de personas 'juntas', y no que ellas estaban 'congregados' o 'reunidos', como lo indica la versión Reina-Valera 1960 (y la "Revised Version" Inglesa). En la segunda ocasión, Hechos 2:1, no veo razón para dudar que los discípulos estuvieran reunidos todos juntos en el mismo lugar. Pero aquí, además, encontramos la palabra Griega μο, "juntos" (la corrección crítica de μοθυμαδν, ohmodsimadón, "unánimes") que es utilizada correctamente del lugar, "Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar" (LBLA), aunque también adquiere el significado de "juntos", incluso donde la noción de lugar se pierde. Los hermanos estaban así esperando la promesa del Padre, como el Señor les había mandado; y todos los hechos señalan que ellos estaban reunidos en un lugar en ese momento, cuando fueron bautizados por el Espíritu Santo en la gracia maravillosa de Dios.

 

         Pero la frase ocurre nuevamente en Hechos 2:44: "Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas." Ahora conocemos la repentina e inmensa extensión de la verdad incluso en ese solo día. ¿Debemos concebir que todos ellos estaban reunidos en una única habitación? El Espíritu de Dios está describiendo su vida habitual en unidad, no meramente aquí el hecho de que se reunieran, como parecería. Es en Hechos 2:42 donde hallamos el hecho general y el principio formal, del mismo modo que Hechos 2:46 declara los detalles particulares, los cuales daban un carácter resplandeciente y bendito incluso a la vida diaria de ellos. {*}

 

{* Desde que escribí esta carta tuve conocimiento de la siguiente nota sobre el versículo en el escrito "Works" del piadoso y erudito Dr. John Lightfoot (Pitman's edition, viii.61):

         "Esta expresión Griega π τ ατ es de uso frecuente y variado en la Septuaginta. A veces indica le reunión de personas en la misma compañía; y también de bestias: a veces concurriendo en la misma acción, aunque no en la misma compañía o lugar; a veces reuniéndose en la misma condición, y a veces uniéndose, aunque en varias compañías. Como los hombres de Joab y de Abner, aunque se sentaron a distancia, ("sentaron" - Versión Moderna; "se pararon" en RVR60 - 2 Samuel 2: 12, 13), y el estanque de Gabaón estando entre ellos, sin embargo ellos dijeron συναντν π τ ατ. Y la palabra debe ser entendida en este sentido en esta historia; porque sobrepasa la imaginación o es imposible concebir, que todos esos miles de creyentes, que estaban ahora en Jerusalén, se mantuvieran en una sola compañía y grupo, y no en partes separadas; porque, ¿qué casa los podría contener a todos? Pero ellos se mantuvieron en varias compañías o congregaciones, conforme sus idiomas, naciones, u otras referencias, los agrupaban juntos. Y esto de reunirse juntos, fue debido a que lo hacían aparte de los que no creían, y porque era en la misma profesión, y práctica de los deberes de la religión; por consiguiente, se dice que era π τ ατ, aunque era en varias compañías o congregaciones."

He omitido las referencias del autor, ya que ellas aparecían, por supuesto, incluidas en la lista mucha más amplia de la Septuaginta, las que se dan en otra parte en esta carta.}

 

         Al final del versículo 47 de Hechos 2 tenemos otra y más concluyente refutación de una mera reunión bajo un solo techo a lo cual algunos limitarían la frase. Es bien sabido que el texto verdadero de la última cláusula es: "Y el Señor añadía cada día juntos a los que (lit.) iban siendo salvos." Por falta de entendimiento de esto, la expresión Griega τ κκλησίᾳ, "a la iglesia", se introdujo subrepticiamente como una explicación; y la expresión π τ ατ (juntos) quedó relegada al comienzo de Hechos 3. Pero, no obstante la forma en que se tome, está claro que las palabras no significan 'en el mismo lugar'. El Señor estaba añadiendo a los Suyos "juntos", totalmente aparte de que se reuniesen en 'un lugar'. El hecho de que ellos se congregasen juntos tanto como les era posible y gozaran de la comunión de los santos está más allá de toda controversia; pero estos eran resultados prácticos de lo que el Señor estaba haciendo entonces en Su gracia. "Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu." (Efesios 4:4 - LBLA). Es cierto que el testimonio más solemne y la prueba más dulce de su comunión como siendo uno, el partimiento del pan, no era observado en un vasto recinto con capacidad para miles de participantes, sino κατ οκον, "en casa" (Hechos 2:46 - Versión Moderna), en contraste con el templo. Ellos tomaban la cena del Señor en las casas de uno y otro de los santos. Vean nuevamente Hechos 5:42, donde un contraste similar reaparece, aunque aquí la enseñanza y la predicación son el asunto más bien que la Cena del Señor. Ellos aún no tenían ningún edificio público adecuado para un propósito tal, sino que solamente usaban sus residencias particulares a través de la ciudad. El pórtico de Salomón podía ser excelente mientras estuvo disponible para hablar y testificar a la masa de los Judíos quienes lo frecuentaban como una especie de salón y paseo religioso; pero es tan infundado como ridículo suponer que todos los santos podían o se habrían encontrado allí para reuniones de asamblea. Por lo tanto, es cierto que el contexto refuta la idea de que la palabra "juntos" tenga algo que ver aquí con el hecho de que ellos se reuniesen en un único 'lugar'. Pues si esto se hubiese buscado, debería haber sido, de forma preeminente, en el partimiento del pan, y aprendemos aquí expresamente que ello no fue así.

 

         El hecho es que la frase es utilizada en forma adverbial por los escritores Griegos clásicos o comunes, tal como lo hemos visto en el Nuevo Testamento, para la palabra "juntos." De este modo Tucídides, aunque no la utiliza frecuentemente, expresa de este modo (1. 79, VI, 106) la coincidencia en el sentimiento o en la falsedad sin referencia al lugar. Para otros propósitos él emplea con marcada precisión, las expresiones ες τ ατ, ν τ ατ, κατ τ ατ, κ το ατο, κ. τ. λ. Del mismo modo, Polibio (II, 326) la utiliza para "juntos"; y Dionisio de Halicarnaso (ant. Rom. III); Cl. Ptolomeo (Geogr. I, 12); y Plutarco, la utilizan frecuentemente, para no hablar de otros autores paganos.

 

         Pero es, evidentemente, en la Septuaginta, en Filón, y en Josefo, donde debemos buscar una ilustración más directa y segura de la fraseología del Nuevo Testamento; y allí la fórmula ocurre libre y habitualmente para la palabra "juntos", etc. Ocasionalmente, por supuesto, el lugar o el tiempo, pueden ser los mismos; pero, al igual que en el Nuevo Testamento, el uso es más amplio y a menudo admite diferencia en estos aspectos donde existe igualdad de hecho o designio. Comparen Éxodo 26:9, Éxodo 36:13; Deuteronomio 22:10, Deuteronomio 25: 5, 11; Josué 9:2, Josué 11:5; Jueces 6:33, Jueces 19:6; 2 Samuel 2:13, 2 Samuel 10:15, 2 Samuel 12:3, 2 Samuel 21:9; Esdras 4:3; Nehemías 4:8, Nehemías 6: 2, 7; Salmo 2:2, Salmo 4:9, Salmo 18: (en Hebreo Salmo 19 e igualmente en los siguientes) 10, Salmo 33:3, Salmo 36:40, Salmo 40:7, Salmo 47:4, Salmo 48: 2, 9, Salmo 54:15, Salmo 61:9, Salmo 70:11, Salmo 73: 7, 9, Salmo 82:15, Salmo 101:23, Salmo 121:2, Salmo 132:1; Eclesiastés 11:6, Isaías 66:17; Jeremías 3:18, Jeremías 6:12, Jeremías 46:12, 1. 4; Oseas 1:11; Amós 1:15, Amós 3:3; Miqueas 2:12. Es innecesario un comentario sobre estas ocurrencias en la Septuaginta. Aunque ellas serán, naturalmente, de interés primordial para el estudiante de la Biblia Griega, se espera que el lector Inglés (N. del T.: o el de habla Castellana) pueda hallar que la búsqueda no está exenta de provecho; puesto que confirma plenamente el hecho de que la frase admite igualdad de propósito para varias compañías en muchos lugares.

 

         Podríamos dejar aquí el asunto con su respuesta decisiva proporcionada por la palabra de Dios; pero podría ayudar a las mentes dudosas si proseguimos algo más sobre el asunto. Hechos 4:26 es el próximo ejemplo: "Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se juntaron en uno (π τ ατ) contra el Señor, y contra su Cristo." Tenemos la aplicación revelada de esto en los siguientes versículos: "porque a la verdad se juntaron, en esta ciudad, contra tu santo siervo Jesús, a quién tú ungiste, Herodes, y Poncio Pilato, con los gentiles, y las tribus de Israel, para hacer todo cuanto tu mano y tu consejo habían predeterminado que había de hacerse." (Hechos 4: 27, 28 - Versión Moderna). Ahora bien, es muy cierto que esta acción de juntarse (π τ ατ) de Herodes y de Pilato, de los Gentiles y de Israel, no transmite, o conlleva la inferencia de que ellos estuvieran todos reunidos 'en un mismo lugar.' La Escritura declara que ellos "se juntaron" (π τ ατ). Sin embargo la Escritura demuestra expresamente, como todo lector de los Evangelios sabe, que ellos se encontraban en lugares totalmente diferentes. Los principales sacerdotes y los escribas condujeron a Cristo a su propio consejo, - en realidad primero a Anás y después a Caifás; toda la multitud de ellos le condujeron a Pilato y al Pretorio; luego Pilato le remitió a Herodes y finalmente Pilato le castigó en su propio lugar antes de la cruz. Por lo tanto, el argumento fundamentado en esta frase es una falacia comprobada, y la deducción sacada a partir de ella cae al suelo, no sólo como carente de realidad sino como opuesta a la enseñanza segura de la Escritura.

 

         1 Corintios 7:5 refuta también claramente lo de 'en un lugar', y muestra que la unión regular de la vida matrimonial es lo que se da a entender allí. Ellos podrían incluso estar 'en un mismo lugar', cuando no estuvieran π τ ατ. En todas las formas la noción es errónea.

 

         De ahí que no hay una razón sólida para extraer más de 1 Corintios 11:20 de lo que dicen los Revisores: "Cuando pues os juntáis en uno" etc. (1 Corintios 11:20 - RVR1909). Esto sería verdad si los santos en Corinto se reunían en más de un solo edificio, aunque con seguridad está dirigido a toda la asamblea en la ciudad, y no a una parte de ella en un solo lugar.

 

         Otro pasaje que ha sido subrayado para servir a la suposición de que todos se reunían en un solo lugar es 1 Corintios 14: 23-25. Pero parece sorprendente que alguno dejara de ver que el apóstol no está describiendo hechos como existiendo o como deberían ser, sino solamente supone un caso donde "toda la iglesia" se 'reuniera' (π τ ατ) y aquí, por implicación, esto sería "en un solo lugar." Si todos iban a hablar en lenguas, estarían expuestos a ser acusados de locura; si todos iban a profetizar, esto forzaría, incluso al incrédulo o al hombre sencillo que entrase, la convicción de que Dios está verdaderamente en o entre ellos. Pero como sabemos expresamente a partir de 1 Corintios 12: 29, 30, de que "todos" no son profetas, y no todos hablan en lenguas, así este pasaje correctamente entendido apuntaría más bien a la conclusión de que "toda la iglesia" no se juntaba, de hecho, en un solo lugar. Aquí esto solamente está puesto, y esto simplemente como una hipótesis para corregir la falta de espiritualidad de los santos Corintios que preferían los dones-señales más vistosos a aquel ejercicio realmente más elevado del poder divino que sitúa al alma moralmente en la presencia de Dios bajo Su gracia y verdad.

 

         El mismo principio es aplicable a 1 Corintios 5, salvo que en realidad es un caso más débil. Si la asamblea Corintia se reunía en varias casas, ellos, no obstante, estaban congregados juntos, y ninguno estaba por sobre otro al quitar de en medio de ellos al perverso. La iglesia en Jerusalén tenía tanta unidad como la iglesia en Corinto; con todo, es cierto que ellos se reunían en muchas casas para partir el pan. Por consiguiente, así debe haber sido en Corinto sin el menor prejuicio en cuanto a su unidad. La unidad del Espíritu es una realidad para el principio y para la práctica, y no una mera esperanza para el cielo, como la independencia la presenta; sino que es absolutamente superior a los accidentes de tiempo y de lugar. ¿Se supone seriamente que para quitarlo de en medio ellos abandonaron temporalmente sus varios lugares de reunión, y que todos se reunían en un solo edificio para un propósito como este, siempre que ocurriese un caso de acción eclesiástica? La Escritura no da ninguna indicación acerca de algo de este tipo para la disciplina, sino que muestra el partimiento del pan en casa, y estas casas distribuidas por toda una ciudad. Ya hemos visto en Colosenses 4, por una parte, la prueba clara de que había más de una reunión en Laodicea, y, por otra, la prueba clara de la unidad de todos los santos allí como la asamblea de Laodicenses. La responsabilidad local es de sumo valor práctico; pero no debe ser ejercida como para sumergir la verdad gobernante de la unidad en una ciudad o en un pueblo. Y la exclusión es expuesta incuestionablemente en 1 Corintios 5 como algo que incumbía a la 'asamblea en Corinto', no meramente a la iglesia en casa de alguien, la cual, por supuesto era (o podía ser) una parte de ella. Los hermanos locales se ocuparían naturalmente de los detalles, y esto sin celos ni sospechas, si la gracia obraba; pero sobre la asamblea en la ciudad, y esto la Escritura lo asevera con plena certeza, recae el deber de mostrarse ellos mismos limpios en el asunto (2 Corintios 7:11). El aislamiento de la asamblea en casa de alguien aparte de la asamblea que se reúne en alguna otra parte de la ciudad nunca pasa por la mente del apóstol; y nosotros debemos tener presente que el Señor tenía "mucho pueblo" en Corinto (Hechos 18:19). Lo anterior se trata del fruto de antiguas costumbres o de errores tradicionales, fortalecido por la creciente voluntariedad del día de hoy, y que aduce ser "la voz de Dios" para las circunstancias pasajeras, como el clericalismo lo hace para su obra partidista.

 

         Una simple notificación después del acto de exclusión, por ejemplo, en ninguna forma satisface la palabra de Dios, pero es bastante consistente con el sistema congregacional. La Escritura requiere que la asamblea en la ciudad debería excluir, no la reunión local independientemente del resto. Notificarlo a otros santos no involucrados en ese deber solemne es un aspecto de carácter secundario, y no lo que la Escritura demanda; pero la Escritura es perentoria en señalar que la asamblea en la ciudad, y no solamente la reunión local, debe limpiar el nombre del Señor. Es claro que "las iglesias" de la provincia o del país se enterarán, de un modo otro, del hecho y actuarán conforme a la decisión, y del mismo modo en todas partes, a menos que la unidad haya sido abandonada en cada respecto. Pero la unidad sería abandonada en una ciudad, si los santos reunidos en ella al nombre de Cristo (ya sea que se reúnan en un solo local o en diez locales distintos) no tomaran parte como un todo en quitar al perverso. La acción independiente de la reunión en casa de alguno, donde pudiese estar el ofensor, no es el mandato del Espíritu Santo, sino su exclusión por todos los santos reunidos juntos, como en Corinto. La pluralidad de lugares de reunión en una ciudad no cambia el principio divino, sino que hace que la unidad sea más impresionante.

 

         Pero aquí, yo debo hacer una pausa y le saludo afectuosamente en Cristo.

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

 

P.D.: Como algunos lectores de la Carta 2 en el último número de la revista "The Bible Treasury" piensan que yo he pasado por alto el hecho de los discípulos en Damasco (Hechos 9: 19, 25), tengan ellos la seguridad que no es así: la carta muestra lo contrario. Pero "discípulos" no significa necesariamente "asamblea" o "iglesia", ni hoy, ni en ese entonces. No obstante, incluso suponiendo que los discípulos en Damasco o en otra parte se reunieran y caminaran "ν κκλησίᾳ" (en iglesia, o, como asamblea o congregación) esto modificaría solamente algunas palabras totalmente independientes del argumento, pero no haría estremecer el gran hecho substancial enfatizado, de que la frase es completamente peculiar como expresiva de otro pensamiento. Ello no debilita de ningún modo la diferencia entre la asamblea en una ciudad y las asambleas de un país, y se hallará siempre que esto es confundido o destruido por una falsa opinión de la unidad. Esa diferencia marcada e importante no es más indeleble en la Escritura que lo ligada que está con la naturaleza esencial de la asamblea de Dios en la tierra; y cada santo es responsable, al menos, de no oponerse y no frustrar la autoridad del Señor involucrada en ella, incluso si él no es lo suficientemente inteligente como para comprender y apreciarla debidamente. Yo estoy totalmente satisfecho en dejar que la expresión en Hechos 9:13 no exprese nada más que la asamblea por todas estas tierras, esto es, la iglesia limitada de este modo; pero la diferencia permanece intacta, incluso si se hubiese dicho en realidad, lo que no es así, que la iglesia hubiese existido en ese entonces en otra parte.

 

 

 

         CARTA 4.

 

         El estado actual de ruina no afecta de ningún modo nuestro deber de reunirnos en el terreno del 'un cuerpo' de Cristo y de mantener la unidad de acción, aunque varias reuniones coexistan en una localidad, ciudad, o pueblo.

 

         Querido hermano:

 

         El principio, entonces, sobre el cual tiene lugar la acción eclesiástica dentro de una determinada esfera conforme a la Escritura, es la unidad de los santos en ella. Es la asamblea (esto es, de todos los santos congregados) en la ciudad, a la que se le manda quitar a ese perverso de entre ellos (1 Corintios 5:13). La Primera Epístola de Pablo a los Corintios, capítulo 5, es concluyente en cuanto a esto, especialmente cuando está confirmado por Colosenses 4: 15, 16. En aquellos tempranos días, reunirse en residencias particulares era incluso más común que en tiempos posteriores. Los santos se congregaban, algunos aquí y otros allá, y la Palabra da cuenta de este hecho; pero en ninguna parte hay un indicio acerca de algunos en la ciudad tomando una acción y el resto no. Como hemos visto, la Escritura es cuidadosa, al mismo tiempo que reconoce a los santos congregados en esta o aquella residencia privada, al hablar de la asamblea como un conjunto en la localidad, y al señalar que la obligación de limpiar la vieja levadura recae sobre la asamblea en su conjunto. Nadie sueña con una reunión central semanal llevando a cabo una obra de este estilo; su tarea es facilitar, de una manera sabia y piadosa, la acción conjunta de todos los santos en la localidad. No se insinúa si era un hecho que los santos en Corinto se reunían en un único lugar o en varios, ya que esto carece totalmente de importancia en cuanto al principio; y podría ser riesgoso afirmar que lo hacían de una u otra forma. Indudablemente que este silencio ha de ser respetado, y nosotros podemos hacer que el mandamiento del Señor reciba una obediencia más dispuesta y universal, debido a que no hay mención de esa diferencia circunstancial. Se trata de la asamblea en Corinto, y lo es igualmente, ya sea que los santos se congregasen en varios recintos pequeños o en un recinto lo suficientemente grande. Pero si los santos se reunían en varios recintos, no era la reunión particular donde el hombre incestuoso asistía más frecuentemente la que actuaba sola al quitar a la persona contaminada, sino todos los santos en Corinto. La tarea le era dada a la asamblea allí, y no solamente a la porción de los santos que podían estar más inmediatamente involucrados con los detalles del caso. La asamblea como un todo es aquella que la Escritura muestra siendo llamada y obligada por el Señor para actuar en Su nombre.

 

         Aquí, otra vez, la incredulidad está obrando como antiguamente; y después de arruinar el testimonio práctico de Cristo en la iglesia, ella niega que ustedes puedan llevar a cabo esta Escritura o cualquier otra acerca de la asamblea, debido a que, y esto se esgrime como razón, en este tiempo de ruina no hay más que unos pocos aquí o allí congregados a Su nombre. Eclesiásticamente, se trata del antiguo enemigo llamado la desesperanza. Pero Mateo 18:20 enfrenta esta objeción plena y precisamente. Antes que la iglesia comenzara, la gracia y la sabiduría de Cristo impidieron todo terreno real para ello, dando la autoridad de Su presencia a aquello que es llevado a cabo por incluso "dos o tres" reunidos así. ¡Qué tierna misericordia, y qué tierno cuidado providencial! Pero esto se da solamente donde los santos están reunidos a Su nombre. Ellos tienen justamente la misma ratificación del cielo, como si todos los santos estuviesen allí; pues incluso entonces, ¿qué se puede comparar con la presencia del Señor en medio de ellos? Y Él declara expresamente que esto nos es menos cierto para "dos o tres" si ellos están reunidos a Su nombre. Sentir y reconocer el estado de ruina es de Dios; debilitar la palabra o su autoridad práctica, de esta manera, es algo maligno y del enemigo. No es una mera 'exhibición' lo que falta, u 'organización', sino obediencia en la fe, sin la cual todo es vano.

 

         Lejos esté el pensamiento de que Su presencia se cumple a expensas de Su Palabra, o deshonrando Su Espíritu. Estar reunidos a Su nombre es la condición de la bendición prometida, pero no están reunidos así quienes se congregan sobre cualquier otro principio que aquel del "un cuerpo" de Cristo. Toda verdad está ligada de este modo. No hay licencia ni para dispersar a los santos, ni para ser indiferentes acerca de un pecado tal o sus efectos. Aquellos que andan haciendo caso omiso a la verdad del "un cuerpo" en la tierra no pueden estar guardando "la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz." (Efesios 4:3).

 

         Desde que en Londres existieron varias reuniones, ha sido la práctica conocida e invariable para todos los santos allí, actuar simultáneamente en asuntos de la asamblea, tanto en lo referido a la recepción como a la exclusión. Cuando una reunión local estaba de acuerdo en presentar un nombre para la comunión, éste era llevado a la reunión general de los Sábado por la tarde, y, si no se presentaba ninguna objeción válida, este nombre se hacía ingresar en el boletín de noticias, y se hacía llegar una copia a cada reunión en Londres. Después de esperar una semana para satisfacción de todos, si no se presentaba una razón piadosa válida en sentido contrario, la persona era recibida, siendo expuesto el nombre nuevamente y simultáneamente ante todos. Hasta hace poco tiempo los casos para exclusión eran nombrados sólo una vez; el resultado de esta forma de actuar fue, que concedía una oportunidad insuficiente de investigación u objeción incluso a los hermanos en la reunión de los Sábado, y ninguna oportunidad en absoluto a la mayoría de los santos en Londres, quienes debían, no obstante, tomar parte en conjunto en el acto extremo de exclusión. Esto, siendo una clara e injuriosa anomalía, fue finalmente rectificada; y como todos habían de juntarse para la exclusión, del mismo modo todos recibían debida nota una semana completa antes de la exclusión, y podían así, con menos apresuramiento y más inteligencia y equidad, tomar la acción requerida. Pero, incluso antes de que se concediera esta adecuada oportunidad, ninguna reunión local asumió jamás el derecho de actuar aparte de todos los santos en Londres reunidos al nombre del Señor. El principio reconocido era que todos en el terreno de la iglesia de Dios se unían en el acto. Su asamblea allí, no solamente una parte de ella sin los demás igualmente reunidos al nombre del Señor, era llamada por el Señor a vindicar Su voluntad. El hecho de que cada reunión en Londres reclame competencia para actuar por sí sola, aparte de todos los demás santos reunidos, en el acto de recibir o excluir, no es una corrección de un detalle, ni siquiera meramente una innovación, sino otro principio, tan opuesto a la verdad escrituraria como lo es a nuestra práctica hasta ahora. Si los hermanos fuesen lo bastante precipitados para permitir un cambio tan radical, esto sería nada menos que una revolución. Restringir la presencia del Señor a la reunión local, donde existe una pluralidad de reuniones en un lugar es, sin duda, falta de fe en la Palabra en Mateo 18 y 1 Corintios 5, o falta de sano entendimiento de los mismos pasajes. Esto es igual y divinamente verdadero, ya sea que haya una reunión en una localidad, o treinta; y todos crean que es 'cuando' y 'donde' los santos, sean dos o tres, o sean dos mil o tres mil, estén reunidos a Su nombre. Establecer una acción eclesiástica independiente para cada reunión local, en una localidad donde hay muchas, es destruir la fuerza de la Escritura, que encarga esta acción a la asamblea en la localidad, y nunca a algunos sino a todos los santos reunidos al nombre de Cristo. Esto es negar la asamblea (singular) en una ciudad, lo que es escriturario, y es dar a entender que hay asambleas (plural) de una ciudad, lo cual no es escriturario. Esto es independencia, no unidad, se trata de la voluntad del hombre y es contraria a la Palabra de Dios. "Qué, ¿salió de vosotros acaso la palabra de Dios; o vino a vosotros solos? Si alguno piensa que él es profeta, u hombre inspirado, reconozca que las cosas que escribo son mandamientos del Señor. Mas si alguno quiere ser ignorante, sea ignorante." (1 Corintios 14: 36-48 - Versión Moderna).

 

         Es verdad que por muchos años hubo laxitud en cuanto al círculo abarcado por la reunión del Sábado por la tarde en Londres. El deseo de ayuda y comunión entorpeció la percepción de los hermanos en cuanto al hecho de que las localidades de Croydon, Barking, Buckhusrt Hill, etc., en ningún sentido están incluidas en la ciudad de Londres. Aun así, todos los santos reunidos en Londres actuaban juntos, y este era el asunto principal, incluso si algunos de afuera actuaban con ellos, lo que era una obra de supererogación, es decir, una obra ejecutada sobre o además de los términos de la obligación. Un mejor conocimiento corrigió esta anomalía comparativamente más pequeña, y se dejó, muy adecuadamente, que las reuniones del exterior de Londres siguieran sus reuniones por sí mismas. Entonces vino un penoso proceder - una interferencia arbitraria respaldada por una facción, un proceder contrario al claro entendimiento, para obligar a ciertas reuniones en la localidad de Kent, a pesar de la convicción de algunos, o de todos, de que ellos formaban parte de Londres, tan legítimamente como las localidades de Notting Hill, Finsbury, o Clapton. Ningún hermano inteligente duda de que existe un límite eclesiástico para la ciudad de Londres, así como para Roma, Éfeso, o cualquier otra localidad; y si la voluntad propia no hubiese obrado, los santos no habrían tenido gran dificultad en arribar a un juicio sano. Dentro del límite arriba mencionado los santos reunidos hacia el Señor están obligados a actuar en conjunto, así como lo están igualmente en todo otro lugar conforme a la Escritura.

 

         Tampoco ningún hombre de peso contendió nunca ya sea por la reunión central semanal o por el documento común como 'el principio', como algunos imaginan. No es así. La acción conjunta de la asamblea en una localidad es el punto vital; y esto parece necesitar, a juicio de los más sabios y de los más espirituales que han estado siempre con nosotros, tanto de la reunión como de los documentos. Después de años de reflexión nadie ha sugerido un medio mejor; ni tampoco ha sido hecha ninguna sugerencia que no infringiera el principio divino. ¡Uno ha propuesto la comunicación de lo que cada reunión local ha hecho para Londres y otras partes! ¡otro, que admite la unidad de Londres, relegaría todo a una sola reunión central, lo que resultaría en un clericalismo y negaría la asamblea! Aquellos que desean cambios coinciden en tan poco, salvo en la exclusión de la responsabilidad vital de esa acción conjunta de los santos reunidos que es debida a Cristo y es imperativamente demandada por Su Palabra.

 

         Pero, ¡he aquí! otra voz penetra en el oído desde lejos. Uno debe ser indulgente para con hombres acostumbrados a localidades donde existe sólo una reunión. Ellos están inclinados a errar al aventurarse a hablar sin pensarlo de una localidad tal como Londres. Uno de estos hombres inventó la mofa del 'periódico de unidad' del cual otros, sin avergonzarse, hicieron eco. Pero, ¿qué es lo que tenía que decirnos esta nueva voz? No me sorprende que el Editor de "Words of Faith" (Palabras de Fe) se disculpe, aunque suavemente, por una contradicción tan fresca y atrevida del juicio conocido de su líder ausente; ni de que el escritor aduzca '¡el simple deseo de edificar!' sugiriendo sus apresurados pensamientos, que no harán nada más que 'hacer surgir interrogantes.' Pues, sin negar el partimiento del pan en varias partes de una gran ciudad, contando con muchos santos, como Roma, Jerusalén, etc., él insinúa de que había un único lugar, señalado por el Señor, y reconocido por todos, ¡como el centro o asamblea!, y ¡para todos los propósitos de administración! Nunca se había llevado a cabo un asalto más doloroso, por alguien llamado hermano, sobre la naturaleza misma, la dignidad, y la responsabilidad de la iglesia de Dios; nunca hubo un desprecio mayor aunque inconsciente - es decir, no para todos los que hasta aquí hemos aprendido, confesado, valorado, y actuado, sino - por la revelación de Dios en un asunto tan precioso para Cristo. En la página anterior él ha ido tan lejos como para hablar de un lugar reconocido como el único lugar de reunión de la asamblea, y que todo estaba conectado con eso, ¡tanto para el ministerio! ¡como para la administración! Dios ha tenido cuidado, mediante Colosenses 4:16, de refutar este dañino desatino fundamentado en el mal uso del versículo 15, y de otros casos similares.

 

         De este modo estamos en presencia de dos esfuerzos de Satanás para dañar o destruir. Uno de estos intentos es la forma radical de independencia, la cual abusaría de la responsabilidad local para destruir la verdadera unidad de la iglesia como una realidad presente, obligando siempre en la fe y en la práctica, cualquiera sea el alejamiento de la Cristiandad. Pero luego tenemos, no meramente una facción cayendo en una acción independiente, inconsistente con su propia confesión de unidad en su voluntad ansiosa de producir división, sino a uno de sus conversos manifiestos, y que es, por supuesto, un ruidoso y mordaz abogado, escribiendo ensayos para justificar el abandono de la acción a un único lugar en una gran ciudad, 'como el centro y asamblea para todos los propósitos de administración.' Si esta no es la forma clerical de independencia, adulterando la Escritura para su ambicioso y malvado propósito, será difícil encontrarla en la Cristiandad. Los órganos, tanto de los disidentes como de los Anglicanos, nunca han propuesto un esquema más ambicioso para sacar a los santos, e incluso a congregaciones enteras, fuera de su responsabilidad. ¿Qué espíritu puede estar obrando para sugerir tales pensamientos? No el Espíritu Santo.

 

         Puede sorprender a algunos (aunque debería advertirnos) saber que una línea de argumento parecida a la de ellos es adoptada por el Dr. S. Davidson ("Ecclesiastical Polity of the New Testament unfolded"), quien pasó a la Independencia desde el Presbiterianismo. No es que uno suponga que los escritores u oradores, para sostener la acción separada de cada asamblea local en una localidad donde hay varias, hayan sacado sus flechas desde esa aljaba. Es una consideración mucho más seria, y se trata de la misma raíz de incredulidad en cuanto a la unidad real de la iglesia de Dios para la acción presente y práctica. El teólogo Congregacional, con el mismo extraño mal uso del pórtico de Salomón, urge igualmente que todos estaban necesariamente y literalmente juntos en un solo lugar, y se engaña igualmente a sí mismo en que la unidad de la iglesia coexiste con ese sistema humano. No sorprende que la imputación de independencia sea sentida, lo cual no sería así, si no existiese el hecho, aunque, por supuesto, inconscientemente.

 

         Quedo, como siempre, suyo en Cristo.

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

 

 

         CARTA 5.

 

         Aplicación del principio a acontecimientos recientes demostrando su importancia vital.

 

         Querido hermano:

 

         Puede ser útil, en más de una forma, si ponemos a prueba ahora procedimientos recientes de las más graves consecuencias mediante esa unidad de acción, de la que todos hemos profesado hasta aquí, y que yo creo que es el único principio escriturario, cualquiera sea el número de reuniones en una localidad. Algunos parecen no tomar conciencia de lo que está en juego. En localidades donde los hermanos están habituados a un solo lugar de reunión, ellos podrían equivocarse fácilmente si juzgasen desde sus propias circunstancias, las cuales no hacen que la cuestión surja; así como otros pueden errar, los que han cedido al sentimiento en contra de lo que les tocaba personalmente, o despertaba su indignación. Pero la verdad no se aprende o se guarda de este modo.

 

         En Agosto de 1879, la reunión de Park Street (N. del T.: una de las reuniones locales en Londres) sacudió, con una leve excepción, la inteligencia espiritual e incluso la conciencia de los hermanos en general mediante una Declaración enviada independientemente del resto de los santos reunidos en Londres. En ese documento ellos se comprometían a rehusar la comunión, no sólo a un hermano cuyo caso estaba en consideración ante otra reunión, sino a aquella reunión, ¡por lo que había acordado hacer esa tarde misma! y a todos los otros, individuos o reuniones, que no se limpiasen directa o indirectamente de la asociación ¡¡tanto con el hermano como con la reunión en consideración!! Ellos agregaban que, ¡¡desconocían la presente constitución de la reunión semanal como un medio de comunicación entre las reuniones locales en Londres!!

 

         Ahora bien, una acción tal como esta, tomada en el nombre del Señor, incluso en sí misma (aparte de la brecha fundamental provocada al enviarla como una decisión de asamblea, sin siquiera procurar la aceptación de los hermanos reunidos en Londres), no sólo no se había oído nunca en nuestro medio, sino que se oponía a lo que había sido uniformemente nuestro comportamiento desde mucho tiempo antes. No fue de este modo con respecto a Plymouth en 1845-6, aunque el mal allí estaba más allá de comparación en cuanto a que fue peor que cualquier cosa que se pudiese alegar contra el hermano o la reunión acusados en Londres. No fue así después del asunto de Betesda como en cuanto a la localidad de Bath, donde una nueva reunión, fuera de aquella que tenía la aprobación previa de G. V. W., etc., fue comenzada con la aprobación de J. N. D., etc. No fue así más tarde, no obstante, en cuanto a la localidad de Jersey, desde donde a santos salidos de dos reuniones (hasta que una colapsó), quienes no tenían comunión unos con otros allí, se les permitió partir el pan en Priorym y del mismo modo en otras partes, con el consentimiento de las mismas personas que en el caso Ramsgate denunciaron una falta menor como siendo la destrucción del testimonio, etc. No fue así con respecto a Newton Abbot, donde una facción fuera de la entonces y aún reconocida asamblea, fueron sustentados vehementemente en palabra y hecho por el mismo hermano anciano quien desde el comienzo no aceptaría nada menos que la expulsión de su aún más anciano hermano; aun así, la ofensa fue muy similar a la suya. No fue así en cuanto a Christchurch (Nueva Zelanda), donde G. V. W. se había mantenido firme con la reunión por una parte, y por otra parte J.N.D., después de oír a dos hermanas, les hizo llegar por escrito su simpatía para con los amigos separados; con todo, nadie pensó en declararle excluido, aunque era ciertamente responsable. Tales casos, dos de ellos recientes, demuestran cuán contrarios a toda nuestra habitual clemencia con hermanos piadosos en circunstancias conflictivas fueron los procedimientos de la reunión de Park Street. Ellos se debían al fiero espíritu de partido elevándose hasta una crisis de división que no era indeseada, como contra hermanos que no podían dar su consentimiento a tales cursos extremos, creyendo que ellos son extraños a Cristo y a la Escritura.

 

         Pero aun cuando el objetivo de Park Street había sido consistente, justo, y piadoso, debemos ver ahora de qué manera el principio practicado constantemente hasta aquí de la acción conjunta de la asamblea en una localidad afecta los actos recientes, y, del mismo modo, a todos quienes los aceptan.

 

         La Declaración del 19 de Agosto de 1879 fue enviada en todas direcciones por Park Street, como si hubiese sido la única reunión al nombre del Señor en Londres. ¿Puede algún creyente inteligente negar que esto fue en directa violación del principio que nosotros reconocemos? Es en vano argumentar la falta de Kennington o cualquier otra. Los santos en Park Street estaban obligados, si pretendían (como ellos lo hacían) el carácter de asamblea, a haber sometido su proposición a todos los santos reunidos en Londres, incluso si ellos se arrogaban para ellos mismos el súbito derecho a borrar con un golpe de su pluma la reunión semanal intermedia, lo cual ninguna persona sobria podría estimar justificable. Fue, realmente, un acto no sólo independiente sino revolucionario; a menos que se asuma que la asamblea incluso en una pequeña esquina de una ciudad no puede equivocarse, o que el pecado de independencia es imposible entre hermanos debido a que ellos no se llaman a sí mismos Independientes.

 

         Nunca existió un documento emitido por una asamblea en comunión que fuese tan generalmente censurado y rechazado como la Declaración de Park Street. Todos saben que no hubo unas pocas ni unas inconsideradas circunstancias tendientes a hacer que cualquier cosa que emanara de esa reunión fuese aceptable a todos los hermanos. Incluso desde la menor asamblea un acto solemne sería, a primera vista, recibido con absoluto respeto. Entonces, ¿cuál debe haber sido el disgusto y el asombro de la reunión de Park Street, si hubiesen sabido alguna vez de sus líderes presentes, que (con la escasa excepción de no más allá de los no muy atrevidos y determinados promotores de división, empeñándose en asir "las riendas" aquí y allá) hermanos por toda Gran Bretaña, e Irlanda, y las Islas del Canal, etc., no sólo rechazaron el juicio adoptado tan perentoriamente por Park Street, sino que ocultaron o destruyeron el documento, algunos incluso reconviniendo a esa asamblea más severamente que cualquier otra lo haya experimentado jamás en nuestra historia previa!

 

         Entonces, antes del fin de Agosto de 1879, siguió el notable segundo documento de Park Street, desistiendo de la Declaración, bajo la presión de la misma mano fuerte que había obligado la aceptación del juicio de Kennington acerca de una facción muy renuente. Con todo, fue esa abandonada Declaración (en todo sentido un error y un objeto de censura y vergüenza, tanto en su contenido intrínseco, como por haber sido enviada tan independientemente, que ni siquiera reclamaba emanar de la asamblea en Londres), la que brindó la ocasión a la agitación de Guildford Hall, y en efecto, aunque fue abandonada, fue la política de la facción de Park Street.

 

         Volvamos ahora, desde los tristes y humillantes detalles que mediaron, hasta Abril de 1881, cuando Park Street hizo de la carta enviada desde Guildford Hall, la razón para juzgar el caso Ramsgate, etc. Olvidemos, si podemos, la fuerte predilección a favor del líder de Guildford Hall y su grupo, quienes habían caído en el foso a causa del celo por su Declaración, y se habían adherido a ella como siendo de Dios cuando la propia reunión de Park Street fue obligada a abandonarla. Ignoremos incluso el estímulo privado dado por los principales de la facción de Park Street a los de Guildford Hall para comenzar por tercera vez esa fase de la reunión que era su conocida resolución para favorecerla como asamblea de Dios en Ramsgate y el rechazo de la reunión de Abbot's Hill, y de este modo deshacerse de todos quienes no podían aceptar tales medidas apresuradas y parciales. Asumamos que la reunión de Park Street no tenía ni prejuicios ni opiniones preconcebidas, que no tenía voluntad propia ni un plan, que no había acaloramiento o modos disimulados, sino que todo era simple y amoroso, justo y santo, como corresponde a la presencia del Señor. Imaginemos que un adecuado testimonio fue escuchado y sopesado sin esfuerzo para influir en los santos, y la ausencia total de influencia o amenaza, al principio o al final desde los puestos más elevados.

 

         Suponiendo entonces, por otra parte, que todo fuese intachable tanto antes de las reuniones como durante ellas, allí se yergue ante todos el solemne hecho de la independencia reapareciendo una vez más, y, de ser posible, más ampliamente, más profundamente, e irrefutablemente. Pues Park Street se ocupó de la cuestión Ramsgate después que otra reunión local (Hornsey Rise) había examinado el asunto y había presumido tener la mente de Dios en a lo menos una mitad (Abbot's Hill), aunque (extraño es decirlo) ellos no mencionaron la otra mitad (Guildford Hall) hasta después de haber pasado más de un mes.

 

         ¿Qué puede pensarse entonces de cualquiera que no sólo diga sino que imprima, o permita que otros impriman, para la guía de las almas, que 'Park Street se sintió forzado, y se vieron obligados a entrar en el asunto'? ¿Cuál es el significado de que los hermanos de Londres hicieran circular la declaración de que 'lo mismo podría haber sucedido en cualquier otra reunión en Londres o en otra parte, y nosotros deberíamos haber aceptado su decisión'? Uno podría atribuir tales palabras, quizás, en consideración a la ignorancia de los hechos y la suposición apresurada de lo que era justamente lo contrario; pero, ¿cómo aquellos que vivían en la ciudad o que estaban de visita (como muchos lo hacían entonces) llegaron a ser versados con lo que estaba sucediendo, quienes sabían que todo esto era infundado? Ellos tenían que estar conscientes de que nuestro hermano escribió bajo un engaño en cuanto a todo ello; y, no obstante, ellos permiten positivamente que falsas impresiones se diseminen en casa y en todas direcciones, sin ninguna apelación eficaz para sacar del error la mente del escritor. ¿Han caído los Cristianos tan bajo como para no decir ni una sola palabra debido a que tales declaraciones han sido o pueden ser de utilidad para ganar a los incautos? Hay cientos de sus asociados que deben saber que Hornsey Rise había juzgado en parte el asunto, como ya se ha explicado. La declaración presenta, evidentemente, lo que debería haber sido, y de ninguna manera presenta todo el hecho como fue. Si el caso hubiera sido legítimo, la repetición vana no podía haber seguido. Cuando se sabe que un asunto ha sido juzgado delante de Dios, nadie piensa en reabrirlo. Los de Bexley Heath, etc. eran notoriamente partidarios entusiastas de Guildford Hall. Nadie sino los entusiastas prestaron oído al juicio de ellos. ¡Qué señal del estado de la asamblea entonces! Ni siquiera la reunión de Hornsey Rise podía ser satisfecha, de otro modo ellos habrían 'aceptado la decisión de ellos', en lugar de comenzar el juicio tal como ellos lo hicieron y desconociendo formalmente a la reunión de Abbot's Hill. Esto nuevamente no satisfizo; y, por lo tanto, se levantó la reunión de Park Street la cual discutió el asunto Abbot's Hill el 21 y el 28 de Abril, y el de Guildford Hall el 3 de Mayo, decidiendo rechazar a una y recibir a la otra.

 

         Pero permanece el extraordinario hecho de que no sólo una acción independiente infructuosa caracterizó la reunión en la ciudad o país que precedió la intervención de Park Street, sino que cuando Park Street se ocupó de ello, la misma levadura de independencia delató fatalmente su presencia; pues fue expresamente divulgado que Park Street solamente actuaba por sí misma, y cuando su notificación fue impresa con dificultad, se dijo que esto ¡sólo era obligatorio para ellos mismos, ¡informando acerca de esto a los demás! una cosa totalmente sin precedente en nuestros actos y dichos, dejando salir nuevamente la triste realidad de la independencia. Ahora bien, esto fue una subversión de la acción conjunta de la asamblea de Dios. No hubo ninguna propuesta a los santos en todo Londres, aún menos hubo alguna aceptación de parte de ellos cuando se convirtió verdaderamente en el juicio de la asamblea en Londres. Fue solamente la reunión de Park Street actuando por sí misma, y dejando constancia en el papel, solamente como un medio de notificación para el resto, ¡después que esto fue hecho! La unidad de acción ya no era más la regla.

 

         Los santos en Londres que habían defendido a la reunión de Guildford Hall estaban de este modo recurriendo ellos mismos pro hac vice (del latín, significando: para este propósito u ocasión, o, a título personal) a recursos independientes. Fue el pecado de Park Street en 1879 reproduciéndose más desesperadamente, sí, irremediablemente para el presente, en 1881. Se pudo deshacer hábilmente de un acto independiente, pero sin trabajo real de conciencia, en 1879; reapareció como un virus portentoso en 1881, y nunca ha cesado su actividad hasta que el veneno se difundió a través de todas las reuniones de esa facción en Londres. ¡Piensen en aceptar agradecidamente un juicio tal como siendo de Dios!

 

         Porque el cuadro es tan imaginativamente incorrecto, que ninguna reunión local a través de todo Londres aceptó simplemente la decisión de Park Street. Cada una de ellas juzgó el asunto separadamente, 'decidiendo ellas mismas ser reuniones independientes fragmentarias': y cada una envió una decisión separada en una forma completamente sin precedente a la localidad de Cheapside para el periódico informativo que se distribuyó por varias reuniones. Y así ha sido en muchas asambleas a través de toda Gran Bretaña y en el extranjero. La independencia suplantó a la unidad excepto con hermanos que no pudieron seguir a Park Street en su abierto alejamiento, adhiriendo al terreno sobre el cual los hermanos han permanecido firmes hasta aquí mediante la gracia. Y nadie inculcó más en las reuniones en el país el deber de un juicio nuevo y escrupuloso para ellos mismos que los emisarios de Park Street o los hombres que habían asistido las reuniones judiciales allí (en directo antagonismo a tales como el escritor de "The Harrogate Letters", quien teme enfrentar los hechos, y que pinta el caso de la forma que debería ser, y llama a los santos a no hacer nada más que 'aceptar agradecidos el juicio de nuestros Hermanos reunidos en Park Street'). Tomen ustedes conocimiento de los vergonzosos procedimientos en Birmingham.

 

         Todo hermano, no obstante, quién en esta seria prueba se aferre a la verdad tal como la hemos aprendido y practicado, sabe que, conforme a la palabra, una decisión no tiene derecho de demandar la aceptación de los santos hasta que pueda ser, en verdadero y en piadoso orden, el juicio de la asamblea en una ciudad, y no solamente en una parte de ella. Aquel que emplea Mateo 18 para justificar una acción independiente no sólo malentiende la promesa del Señor, sino que ya ha abandonado en su corazón el terreno divino de la iglesia de Dios por una unidad que solamente es invisible, tal como los Protestantes generalmente lo piensan.

 

         La conducta de Park Street y la de sus seguidores entre las otras reuniones locales en Londres es aún más extraña, así como el recurso a la acción independiente, aunque tan agravado y general, fue simplemente para llevar a cabo este solo asunto. Como la unidad había prevalecido siempre antes, así ellos volvieron inmediatamente a la unidad, después de emplear la independencia para efectuar un propósito que, se ha de suponer, ellos habían abandonado toda esperanza de llevarlo a cabo de otra forma. Ahora bien, yo rechazo esta forma de juego de tira y afloja con un principio divino como siendo indigno de hombres de Dios. ¿Acaso no es una clara e innegable advertencia para las almas sencillas, que no están al tanto ni con los detalles de los casos de Ryde y Ramsgate, de Kennington y Park Street, ni con el crecimiento grosero y desenfrenado de una facción y del sentimiento personal, que fue la verdadera fuente del perjuicio y que había buscado por largo tiempo un pretexto admisible para la división? Y yo mantengo la convicción de que la mayoría de los santos, arrastrados por el temor, el favor, la influencia, el compañerismo, y un montón de otros motivos, detestan, a la vez que deploran en sus corazones, esta división; la cual está en el más marcado contraste con la separación de Betesda, etc., en lugar de tener alguna analogía, como algunos han dicho maliciosamente.

 

         Siempre suyo afectuosamente en Cristo,

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

 

 

         CARTA 6.

 

         Examen de todas las formas de sugerencias hechas para realizar el principio de unidad de acción, diferentes del modo que hemos seguido uniformemente desde la coexistencia de varias reuniones en una localidad.

 

         Querido hermano:

 

         Cuando nosotros consideramos los medios de realizar la unidad en una localidad, no debemos sorprendernos de que la Escritura, aunque no conoce ningún otro principio, deja abierto los medios que deben aplicarse, necesariamente con alguna diferencia de forma, allí donde las circunstancias difieran. ¡Cuán poco se dice en cuanto al modo de recibir almas! Con todo, este es manifiestamente un asunto muy importante, y ciertamente es para probar la inteligencia y el corazón de todos quienes aman la iglesia de Dios, especialmente en el actual estado de la Cristiandad, y las costumbres sectarias de muchos santos. Pero a pesar de la interminable variedad en las circunstancias, ya sea de los individuos que se presentan a sí mismos, o de localidades grandes y pequeñas donde coexisten reuniones, hay límites de la verdad divina que deben ser celosamente mantenidos, si queremos evitar las rocas del sectarismo o los bajíos de la independencia.

 

         En el caso ante nosotros es evidente que los extremos de la independencia, clerical y radical, coinciden en el desagrado por una reunión central semanal pensada para promover la acción conjunta de los santos reunidos al nombre de Cristo, como en Londres. No solamente son los hombres conductores quienes muestran desagrado si sus opiniones son desafiadas. Igualmente impacientes, o aún más, son aquellos que, conscientes de la debilidad, tienden siempre a esforzarse por alcanzar resultados a fuerza de ejercer presión de manera privada y la combinación que diligentemente excitó formas de prejuicio. Por esa razón ellos temen someter sus propuestas a la concienzuda audiencia de otros hermanos, aunque estos tienen justamente los mismos intereses y responsabilidades como ellos mismos. Si no tenemos confianza excepto en nuestro círculo inmediato, el vínculo ya está roto. Ningún alma sabia o fiel puede confiar en aquellos que solamente confían en sí mismos.

 

         Sin la gracia es imposible que esta reunión, o cualquier otra, puedan prosperar. Cuando los hermanos están en un buen estado espiritual, será, como ha sido, una gran bendición; si ellos caen en las maniobras o en la violencia de una facción, no resultará otra cosa más que gran sufrimiento, pero proporcionalmente no más que cualquier otra reunión. Si no hay amor obrando activamente y guiado por la Palabra del Señor, las propuestas locales con toda seguridad adolecerán de fallas, y quizás peor; si hermanos de las otras reuniones no sienten y actúan en la misma sujeción a la gracia, sus sugerencias pueden ser de muy poco valor, y pueden ser dañinas. Tanto en las reuniones locales como en la reunión central existen trampas por falta de vigilancia y por otras causas; así como cada uno que es conducido por el Señor contribuiría con lo que otro quizás no haría tan prontamente para obtener felices resultados. Por una parte, es de gran importancia que el conocimiento exacto de los hechos y de las personas que posean las reuniones locales sea plenamente apreciado; así como por otra parte, si Dios ha determinado que estemos donde hay otras reuniones directamente involucradas, no se debe envidiar a los hermanos que nos antecederían en la ventaja de la madurez y el escrutinio cercano para que la decisión sea para la gloria del Señor y para la piadosa satisfacción de todos quienes son llamados por Él a compartirla. Él está del lado de Su propio orden y es fiel a Su promesa. Donde no hay más de "dos o tres" reunidos a Su nombre en una localidad, ellos, en su sentido de debilidad, esperarían más en Él: pero, a pesar de todo, ellos contarían con Su guía y Su plena aprobación. Si ellos fuesen dos o tres mil, ellos tendrían verdaderamente la misma necesidad de Él; pero no menospreciarían Su voluntad de que todos los santos en la ciudad reunidos a Su nombre, ya sea en uno o veinte lugares distintos, realizaran esa voluntad en unidad conforme a Su palabra. Para hacer esto, no en una forma muerta sino vivamente, como todo lo que concierne a la asamblea de Dios está obligado a ser, es indispensable contar con apropiados y suficientes medios de conocer las circunstancias de antemano para que ellos puedan actuar juntos, no en la oscuridad sino con santa inteligencia.

 

         Una reunión central semanal es el único medio señalado hasta ahora que siempre se recomienda por sí misma ampliamente a aquellos que trabajan en la palabra y en la doctrina, o más generalmente, a aquellos que procuran la edificación y el orden de la iglesia de Dios. Otros esquemas han sido propuestos los cuales rara vez obtuvieron crédito más allá del autor o, a lo más, de un grupo de sus amigos. Ellos fracasan, cuando son examinados, debido a que más de uno de estos esquemas involucraría el sacrificio del principio divino, reduciendo la acción conjunta de una realidad a un 'show', si acaso a algo peor; o de lo contrario, introduciría un mecanismo aún más lento, más engorroso, que aquel que, cualesquiera que sean los defectos, ha servido bien los intereses de Cristo y de Sus santos por tantos años.

 

         No hay necesidad de decir más de la forma abiertamente independiente, la cual niega la acción simultánea en una localidad donde varias reuniones coexisten. Los hermanos en general están muy decididos en contra de este error eclesiástico. En una acción eclesiástica, ignorar a los demás santos en la localidad, reunidos igualmente al nombre de Cristo, es pecar contra el Señor y Su palabra en los principios fundamentales. ¡Piensen en la indignación del apóstol, si la iglesia en casa de Ninfas (Colosenses 4:15) hubiese actuado sola sin afirmar la certeza de la acción conjunta de la asamblea de los Laodicenses! El mandato de obedecer la palabra del Señor para quitar de en medio de ellos al perverso fue para la asamblea en Corinto, y no meramente para algunos de los santos en un barrio en particular de la ciudad. Notificar los hechos solamente después, es abandonar la unidad práctica en una localidad, y es bastante consistente con la independencia más rígida, especialmente si se tuvo cuidado en darlo a conocer fuera de la ciudad así como dentro de ella. Nadie objeta la notificación externa si la realidad y la amplitud escrituraria de la acción conjunta son mantenidas. Pero un acto tal de dar a conocer es una mera información y aparte de la cuestión.

 

         Se ha sugerido, sin embargo, enviar todos los nombres propuestos para recepción o exclusión a la reunión central semanal, sin presentarlos ante los santos reunidos en las varias reuniones en la misma ciudad. Pero esto, de ser una realidad, haría que la iglesia se despojase de su cualidad de iglesia misma, e investiría la reunión de hermanos con la autoridad que pertenece solamente a la asamblea teniendo al Señor en su medio, y, ¿qué podría ser más objetable? Si los hermanos que se reúnen allí, no obstante lo sabio y amables que puedan ser, decidieran quien debería ser recibido y quien debería ser apartado, se remplazaría de este modo a la iglesia para constituir un clero en el sentido más dominante. Si ellos aceptasen meramente sin objeción las propuestas locales, ¿dónde estaría el valor de una reunión tal? Pues, realmente, todo en este caso es llevado a cabo independientemente; y no hay ni siquiera el vacío alarde de una notificación en general a los santos, pues el anuncio central semanal a unos pocos hermanos es para resguardar esto, suponiendo que se llevase a cabo. Es difícil concebir un plan más destructivo de la verdad escrituraria, en tanto se reconoce teóricamente la unidad de los santos en una ciudad, y la conveniencia de una reunión central cada semana. Podemos desechar esto como (al igual que su predecesor) un abandono del deber de los santos reunidos en una ciudad a actuar en unidad, pero (contrariamente a esto) sería erigir un nuevo tribunal eclesiástico, el cual, de ser real, sería un estorbo, y si fuese irreal, una nulidad.

 

         Pero luego, aquellos que admiten la unidad práctica buscan satisfacer o mitigar a algunos de los que objetan la reunión central, colocando a todas las reuniones locales en comunicación directa, y actuando a una sin la reunión intermedia. ¿Cómo comprometería esto la obra? Sería o bien una exhibición de unidad sin poder, si no hubiese ningún medio de indagación (y este es el propósito mismo de extinguir); o, si la conciencia fuese despertada mediante alguna irregularidad evidente en sí misma, se pondría una cerradura sobre la acción conjunta hasta que una correspondencia con la reunión que propuso el curso cuestionable condujera a alguna conclusión satisfactoria. Las otras reuniones, entretanto, serían mantenidas en doloroso suspenso, hasta que conocieran que la propuesta fue o bien anulada o bien corregida, si es que no ha sido llevada a cabo en su integridad primigenia. Con toda probabilidad, también, lo que hacía surgir dudas en una reunión podría hacer surgir ansiedades en otras; y, de este modo, podrían surgir varias líneas distintas de objeción que llevasen a la correspondencia, para gran prueba de la asamblea que propone la acción. La tendencia general sería excluir las preguntas e inducir la aceptación de las dudosas medidas, para la muy posible deshonra del Señor y el rebajamiento del juicio espiritual por todos lados, debido al desagrado de dar problemas o la renuencia a parecer entremetido.

 

         ¿Y por qué todo este tedioso, fastidioso, e insatisfactorio andarse por las ramas? No está sólo dentro de los medios sino que es la bien probada práctica de los hermanos, el hecho de que hombres competentes de varias reuniones en una localidad enfrenten los asuntos cara a cara. Allí una más amplia explicación hace evidente, en general, lo correcto o lo equivocada de la propuesta. Si está errada tanto en la sustancia como en la forma, qué felicidad para la reunión local no haber recibido una modificación mediante un autoritarismo, ¡sino mediante una sugerencia para proceder a una revisión! Pues, si se ha decidido equivocadamente, un asunto se vuelve peligroso. Los defectos son siempre posibles. Si meros hermanos vienen como secretarios, o (más bajo que esto) si vienen jóvenes mensajeros a traer un aviso y el documento, ¿de quién es la falta? Desde luego que uno desea honestamente que vengan los hermanos más sabios, al menos uno o más, de las respectivas reuniones (sin impedírselo a ninguno); de tal modo que no solamente planteen las circunstancias cuando una cuestión surge, sino para dar un consejo serio y santo conforme a la Escritura, y para promover así la comunión y el piadoso andar común de los santos. Una plena bendición en todos los respectos sólo puede estar donde la fe obra por el amor; y en esta reunión central se necesitan, en sumo grado, sabiduría y consagración y humildad.

 

         Es un verdadero error que la reunión central haga necesaria alguna demora en la recepción o en alguna otra cosa.  De este modo, en localidades donde no hay más que una reunión, es usual traer el nombre del hermano que busca comunión ante los hermanos, ya sea al final de la reunión de oración habitual o en una reunión apropiada para tales asuntos, con el testimonio adecuado de aquellos que han visitado a la persona. Si no se presenta ninguna objeción, la persona es propuesta al siguiente día del Señor y recibida en el día del Señor subsiguiente. La reunión central (en el caso de una localidad donde coexistan varias reuniones) no interpone ni un momento de demora; ya que interviene el Viernes o Sábado por la tarde ante la propuesta para comunicar el caso a todos los santos reunidos al Señor en la localidad. Si ocurriese una demora, ella se produciría (como regla) en la reunión particular desde donde emana la propuesta, raramente, si es que alguna vez ha ocurrido, de parte de otras reuniones sin la más poderosa razón que ninguna conciencia recta podría despreciar, y, por consiguiente, llevando consigo una convicción general de los hermanos como algo imperativo.

 

         Además, la reunión central siquiera parece aún menos incluso impedir la plena y feliz libertad de los santos en alguna reunión particular, en acordar comunión con aquellos que desean partir el pan si son recomendados concienzudamente como sanos y piadosos, quienes pueden no tener, por el momento, ninguna intención de cortar sus lazos con sus antiguas asociaciones (uno no habla de aquellas que son heterodoxas). Tales casos no caen propiamente dentro del alcance de la reunión semanal, la cual simplemente, en lo que concierne a esto, toma conocimiento de los propuestos para recepción, y de ninguna manera interfiere con aquellos que puedan partir el pan como estando de paso; un privilegio que los hermanos no pueden negar sin contradecir su práctica desde el principio y sin cambiar realmente el principio divino. Nada está indicado más claramente, antes de la división ocurrida ahora, que la indigna evasión del deber con respecto a esto, que fue creciendo por años, principalmente, desde luego, entre aquellos que componen la nueva facción, pero, uno lamenta agregar, no limitada a ellos. Se trataba de estrechez de corazón o de incredulidad, dondequiera que se hallara, y, yo estoy agradecido del hecho de poder decirlo, para ninguno fue esto más execrable uniformemente que para el ahora difunto J.N.D., cualesquiera que puedan ser los pensamientos o modos de los que profesan seguirle.

 

         Aunque he estado familiarizado con la reunión del Sábado por la tarde en Londres por muchos años, yo nunca vi la menor sana razón para cuestionar su idoneidad y su valor. No pocos errores, naturalmente, ocurrieron durante su curso; y justas correcciones siguieron también en cuanto a composición, carácter, y trabajo. Incluso en su condición menos feliz ninguna reunión local la repudió jamás; y nunca estuvo en un estado más satisfactorio y harmonioso que justo antes del reciente movimiento faccionario, el cual fue completamente independiente de ella, aunque sacando provecho de todo lo que podía para sus propios fines, después del vano esfuerzo de Park Street en contra de ella. Por años, previamente, nunca olvidó su debida relación con la asamblea, sin usurpar ninguna función más que las suyas propias y actuando del mismo modo saludablemente y sin presunción, en ayuda tanto de las reuniones locales como de los santos como un todo, para glorificar al Señor en unidad, donde surgían tantas ocasiones para confundir o trastornar, especialmente en un área de Cristianos tan vasta como el área de Londres.

 

         Pero aún entonces los celosos, que en esta división excedieron la cruel ira y el enojo atroz, consideraron, con ojos verdes de envidia, el deseo de sacar provecho de la reunión semanal de la mejor forma posible. La propia importancia local fue herida al encontrarse que los hermanos de todas las otras partes de Londres deseaban (no a través de la sospecha sino en amor y comunión) conocer cada caso para la recepción o exclusión tan verdaderamente como si surgiera en sus propias reuniones particulares. De esta forma la unidad de acción llegó a estar llena de interés y vitalidad. Los que no amaban la unidad sino la independencia tomaron todo a mal, salvo una mera aceptación de nombres o avisos. De ahí que ellos buscaron ridiculizar cualquier acercamiento a un real conocimiento con cada asunto en común, como si ello fuese 'una clase propia de los Metodistas para relatar una experiencia'; y ellos expresaron públicamente su disgusto más abierta y fatalmente a los oídos dispuestos de un honorable hombre en el extranjero, diciendo que, 'ciertas personas estaban haciendo todo a su propio modo en el puente de Londres.' (N. del T.: modismo inglés). La resonancia o la sospecha de tal cosa fue intolerable; y una murmuración confirmatoria preparó pronto el camino para el esfuerzo final. Pero la reunión del Sábado por la tarde lo resistió, y lo habría hecho por más tiempo aún, pero la misma se empantanó por los refuerzos brindados, no sólo por los agitadores de la ciudad raramente visto antes allí, sino de parte de acalorados partidarios del país, en apoyo de un curso independiente y divisivo, debido mucho más, después de todo, a las reuniones locales que a la reunión central aún en la peor situación.

 

         Ningún argumento, entonces, parece más débil, o menos digno de creyentes, que colocar una catástrofe tal a la puerta de la reunión del Sábado por la tarde. Dada todas las formas de fuerzas destructivas, agreguen un fósforo para el reguero de pólvora, y la explosión es segura. El hecho es que las reuniones locales estaban mucho más indefensas y enviaron el material inflamable a la reunión central, e hicieron así que la ruptura fuera algo inevitable. La reunión del Sábado por la tarde retardó el daño por un largo tiempo, en lugar de precipitarlo. Y si hubieran de surgir en cualquier parte tales espíritus obrando con un objetivo parecido, y animados de una voluntad similar, la división va a tener lugar, con o sin una reunión central semanal. Una crisis extraordinaria no es ningún criterio seguro: ¿cómo obraba la reunión habitualmente? Yo me siento satisfecho de que, para el andar común de los santos en una ciudad donde coexistan varias reuniones, una reunión central, si es debidamente apoyada por todas las partes involucradas, es de un valor excedente para la solución piadosa de las dificultades, con la menor pérdida de tiempo y el freno más efectivo a ser aplicado sobre el prejuicio personal o sobre la predilección local. Si alguien puede sugerir una real corrección a nuestro método pasado, llevado a cabo verdadera y amorosamente, será bienvenido y sobre todo por aquellos que sienten que Dios los guió a esa reunión, y que la falta de ella deja un vacío de un peligro grande y real. Aquellos que demandan continuar sobre el mismo terreno divino de antes pueden ser más reacios a permitir el cambio, algo natural como esto es para una secta; y los que aman y respetan a los hermanos ancianos que les precedieron en el camino de Cristo deberían tener cuidado de parecer, incluso a sus adversarios, como un grupo joven y aventurero de marineros en el momento del día cuando salen a la búsqueda de descubrimientos. Por la gracia de Dios, yo soy uno de aquellos que no se atreven a retroceder, ni a innovar, sino que perseveraría, hasta que Cristo venga, en las líneas de acción que creo que la gracia nos dio para ocupar por tantos años, para el consuelo y la edificación, la bendición y el orden, de los santos.

 

         Quedo, como siempre, por siempre suyo afectuosamente en Cristo.

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

 

 

         CARTA 7.

 

         Una apelación a la conciencia de hermanos que presentan objeciones sin fundamento escriturario alguno.

 

         Querido hermano:

 

         Habiendo enunciado el principio (carta 1), habiendo enfrentado las objeciones basadas supuestamente en la Escritura (carta 2), habiendo puesto fin a la teoría de más unidad local (carta 3), habiendo demostrado que el estado de ruina no afecta de ningún modo nuestro deber (carta 4), habiendo aplicado esto a recientes procedimientos como prueba de su importancia vital (carta 5), y habiendo examinado todas las formas que uno ha oído que han sido sugeridas para realizar el principio, diferentes del modo que hemos seguido uniformemente desde la coexistencia de varias reuniones en una localidad (carta  6), yo debo ahora finalizar con unas pocas palabras de apelación a la conciencia de hermanos que objetan sin dar ni un solo fundamento para su objeción, sea sólida o no (carta 7). Esto es fácil; pero, ¿es sabio, cortés, o amable?

 

         Es raro decirlo pero estos objetores se encuentran entre los defensores nominales de la prueba de Park Street, la cual ha colocado el nuevo terreno de comunión (por mucho que algunos busquen disfrazarlo o negarlo) para esa confederación. Ellos no pueden estar completamente de acuerdo con una reunión central: para la forma de pensar de ellos, esto sonaría a algo terminado en 'ismo' (por ej.: sectarismo). El principio de unidad es divino; su mantenimiento consiguiente mediante una reunión central de hermanos es otra cosa, y va más allá de la Escritura. Tales son los pensamientos de ellos, y estos no son más que pensamientos. Pues, ¿qué puede ser menos verdadero o incluso menos verosímil del hecho de que una reunión central pueda sonar a algo terminado en 'ismo'? De hecho, toda tradición en "el campamento" es opuesta; y nadie de entre los cristianos desea esto, excepto aquellos que creen en "un cuerpo, y un Espíritu." (Efesios 4:4). Es bueno reconocer que la unidad es un principio divino; es aún mejor realizarla fielmente; y, ¿cómo ha de realizarse la unidad en la práctica, donde hay varias reuniones coexistiendo en una localidad, sin un medio central para ayudar? ¿Por qué nuestros hermanos objetores guardan un silencio tan obstinado acerca de esto? Si ellos tuvieran la menor luz, con toda seguridad el amor les conduciría a impartirla. Con el texto de Hechos 21:18 ante mí, no me atrevo a decir que una reunión central va más allá de la Escritura. Se parece a esto lo que se lee en la epístola de Santiago.

 

         Pero el hecho que golpea violentamente a una mente simple, ellos no lo pueden negar: ellos mismos están aprobando en este momento una reunión central suya propia -¡los mismos cuyos modos de obrar han traído descrédito sobre la institución! Ahora bien, si su grupo hubiese aceptado la Declaración de Park Street, con la cláusula referente a Cheapside y todo eso, si ellos estuvieran rechazando realmente tal reunión central en Londres, Bristol, Edimburgo, o en cualquier otra localidad donde ellos siempre la habían llevado a cabo anteriormente, nosotros podríamos dar crédito por la actual consistencia, aunque lamentando el error de ellos, y creyendo que es un síntoma incuestionable de una insospechada independencia, lo cual, pensando con mentes lógicas, va a obrar conduciendo hacia una 'hermandad relajada', o hacia el mundo religioso. Ninguna persona recta puede continuar en paz, diciendo una cosa y haciendo otra. Lo que practicamos tiene un carácter más serio de lo que meramente profesamos en palabras y que negamos en la práctica. Se trata de un compromiso evidente y habitual, que tiende a socavar la honestidad eclesiástica, tan deshonroso para el Señor como degradante para nosotros mismos y para nuestros hermanos, de quienes realmente diferimos, mientras que en público aparecemos como estando de acuerdo, sobre un asunto de tanta importancia. Porque si nosotros fallamos, es seguro que todo habrá terminado con nosotros y con la gloria del Señor, no meramente en comprensión espiritual y consagración no mundanal a Él y los Suyos, sino incluso en sinceridad y verdad, ingredientes del solo pan sin levadura con el cual es nuestro obligado deber celebrar la fiesta (1 Corintios 5:8).

 

         Con todo, yo entiendo que en el extranjero esta incredulidad prevalezca aún más ampliamente que en casa (Gran Bretaña), y que no pocos hermanos en Francia, Suiza, Alemania, etc., evadirían de este modo la fuerza de lo que se ha instado con vehemencia sobre sus conciencias en estas páginas y en otras partes. Pues confiesan que ellos no creen en la acción conjunta de los santos reunidos en una ciudad, y ellos buscan, por consiguiente, sobre esta premisa, justificar la decisión independiente de Park Street ¡como un verdadero juicio de asamblea!

 

         Es difícil concebir que algunos que han sido aceptados como guías, a quienes se la he reconocido autoridad o que son 'principales entre los hermanos' puedan estar, uno u otro, tan lejos de la verdad, o tan extraordinariamente obtusos, como para no sentir la falsedad que se condena a sí misma de una posición tal. Yo no hablo de la presunción de ellos en contradecir así abiertamente las bien conocidas convicciones de aquellos que parecían ser siempre venerados por ellos cuando estaban en el ejercicio pleno, y libre, y feliz, de su juicio espiritual a través de una larga vida. Si los fundamentos son negados, ¿de quién es el juicio con más derecho a ser respetado? ¿De tales como G.V.W., etc. quienes de corazón y como delante de Dios defendieron esta reunión? ¿o de aquellos que en la crisis sintieron disgusto por ello, y sin embargo continuaron con ello de igual modo? Pues su acción es, desde luego, sentida, y pesa para con sus adherentes a través de todo el mundo.

 

         Pero ellos también deben aprender, si no lo saben, que la nueva confederación a la cual ellos adhieren, nunca como ahora (no más que anteriormente a los recientes procedimientos, incluso en la cuestión más común que interesa a los santos) piensa en arrogar a Park Street, o a cualquier otra reunión local en Londres, el derecho de adoptar una decisión de asamblea aparte de todos los otros santos reunidos al nombre de Cristo en esta localidad. Ellos aún mantienen como antes (y, como yo creo, hasta ahora, correctamente) la obligación de que todos los santos reunidos a través de toda la metrópoli deberían actuar juntos, para poder juzgar con la autoridad del Señor y de Su Palabra: una unidad imposible sin el Espíritu Santo enviado desde el cielo; y sólo posible ahora para tales santos que, reunidos al nombre de Cristo, creen en Su presencia y esperan Su libre accionar por medio de la Palabra en la asamblea. Mateo 18:20 no trata de esta unidad ni, en consecuencia, la abandona en el más mínimo grado; sino que este versículo provee el gran recurso de la gracia para un día de ruina, y no ciertamente una excusa para el desorden, ni para desechar otras Escrituras igualmente necesarias en su oportunidad.

 

         Ya sea entonces, como yo creo, que los procedimientos recientes fueron un alejamiento claro y flagrante del principio divino de unidad para causar la división deseada; o, como estos hermanos creen, que la acción conjunta en unidad por medio de la reunión central (que rigió siempre antes de la innovación de Park Street, y que ha regido desde entonces así como ahora) es una mera tradición del hombre; y, por lo tanto, no sólo desprovista de demanda como de Dios sobre cualquier conciencia, sino que ha de ser evitada como un pecado contra la Palabra y contra el Espíritu de Dios. ¿Por qué, entonces, como hombres honestos, perseveran en lo que ellos no creen? Con todo, mediante este arreglo, meramente humanos a sus ojos, ¡todo en Londres, etc., es regulado - lo que concierne a los más importantes intereses del nombre de Cristo - entre aquellos que son considerados por ellos como guiados por el Espíritu Santo sobre el terreno del un cuerpo de Cristo! ¿Dónde están la fe y la fidelidad de ellos?

 

         Desde ambos puntos de vista el terreno de ellos es indefendible; pero de los dos, el más bajo moralmente hablando es el último. Pues, ¿qué puede ser menos digno de respeto que la idea de que los hermanos en Londres nunca estuvieron eclesiásticamente correctos excepto entre los dos cortos arranques de independencia que ya hemos destacado? Primero, en 1879, los de Park Street emitieron la extraña circular denominada la 'Declaración' que pronto después fue abandonada, sobre el argumento de que Kennington había actuado. En segundo lugar, y aún peor en 1881, ellos se ocuparon del caso Ramsgate para decidir por cuenta propia, aparte de todos los demás en Londres, quién, como regla general, seguía a su debido tiempo, ¡llegando a una conclusión cada asamblea por separado sobre este asunto! Así fue sacado al público, para ser aceptado sobre la responsabilidad de Park Street, o para ser juzgado independientemente, como las autoridades locales lo prefirieran, ¡por todo el mundo!

 

         La información acerca del carácter general de las reuniones de Park Street, pues muchos del resto de Londres asistieron allí, así como también del resto del país, es absolutamente, si no intencionalmente, engañoso, y principalmente debido a la correspondencia femenina o a defensores itinerantes de la facción. Ellos estaban expresamente a favor de Park Street únicamente, para que ellos decidan por sí mismos, independientemente de quien pudiera estar presente. De acuerdo con esto, Park Street no puede reclamar la fuerza o el nombre de un juicio de asamblea, a menos que los hermanos renuncien a la unidad y se hundan en el congregacionalismo. Todo el asunto fue un desastroso desacierto, cargado de amargos y humillantes resultados; que nadie sino "hombres que hablen cosas perversas" desearían que fuesen permanentes, "para arrastrar tras sí a los discípulos." (Hechos 20:30).

 

         Por mi parte creo que los hermanos en Londres, así como en otras partes, fueron guiados por Dios durante el pasado para mantener la unidad así como siempre lo han hecho, no como una teoría sin vida sino como una práctica viva, y por medio de una reunión central donde varias reuniones coexistentes la reconocían. Y si esta reunión fuese abandonada deliberadamente y reemplazada por reuniones independientes en la misma localidad, yo me debería sentir como deliberadamente obligado a abandonar a aquellos que deben ser considerados por mí, como claramente infieles a lo que se les había encomendado, y como ya no más reunidos de corazón al nombre de Cristo en unidad; sino como un mero agregado de sociedades cristianas, y ya no más como santos congregados sobre el terreno de la iglesia de Dios en la localidad. A esto yo me adhiero por medio de la gracia, con la seguridad de que sólo esto es conforme a la Palabra de Dios, y que el Espíritu Santo está aquí para darle eficacia para la gloria de Cristo en una verdadera esfera, por muy restringida que esté por la incredulidad de la Cristiandad y, no en menor medida, por nuestra propia falta. Pero la conciencia de fracaso es sólo un muy urgente llamado para que todos los que temen a Dios permanezcan adheridos a Cristo y a la verdad, dependiendo de Su gracia.

 

         Como siempre afectuosamente en Él,

 

         De: W. K. - Para: R.A.S.

 

W. KELLY  (1820 - 1906)

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Agosto/Septiembre 2006

 

Publicado originalmente en Inglés por:

W. Walters. Printer & Publisher, 26, Islington Row, Birmingham.

Título original en inglés:
"On "The Church" in a Place, City, or Town" by William Kelly 
Traducido con permiso
Publicado por:
www.STEMPublishing.com
Les@STEMPublishing.com

Versión Inglesa
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