"Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?"
Marcos 15: 34
Incluido
en: Occasional Helps, vol. 1, pp. 272-274.-
En cuanto a mí -y hablo como hombre- yo nunca encontré la paz ante Dios, o el reposo consciente
con Él, hasta que me enseñaron la fuerza y el significado de aquel clamor de Jesús de Nazaret -"Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?".
Nunca antes de entender que Él, quien no conoció pecado, fue (entonces y allí, en la cruz) hecho pecado por nosotros, para
que fuésemos hechos justicia de Dios en Él, pude yo descansar como un pecador en la presencia de un Dios santo. Y, como supongo,
es debido a la distintiva peculiaridad de eso -al no ser comprendido Su sufrimiento bajo la ira de Dios- que tantos
Cristianos no tienen paz en absoluto.
Los asuntos del pecado y de la culpabilidad nunca han sido enfrentados en sus conciencias. La encarnación
es asombrosa y hermosa. Que el eterno Hijo de Dios, el unigénito del Padre, se haya hecho una criatura, y haya yacido en un
pesebre: el contraste entre la gloria desde donde Él vino y el lugar que el hombre le asignó, !es un contraste! — Dios
y el cielo podían expresar su deleite en Él, en el mismo momento, así como sentirlo (Lucas 2: 8-14). Pero el llevar nuestros
pecados en Su propio cuerpo NO fue en la cuna, sino en la cruz, y exclusivamente en la cruz.
La huida a Egipto -el regreso y el establecimiento del Niño en Nazaret, verlo en Su Juventud en
el templo y el regreso desde Jerusalén, el tiempo escondido en el retiro de SU temprana masculinidad- esto es hermoso, cada
cosa en su lugar; pero ninguna de estas cosas nos presenta a Él como en el acto de llevar nuestros pecados. Reitero, cuando
le vemos a Él como (cuando Él voluntariamente se identificó con aquellos que reconocieron su necesidad de arrepentimiento,
confesando sus pecados) en Su bautismo, en Su servicio y ministerios, todo, y cada parte del todo, es hermoso y perfecto;
pero, si el cielo pudiese dar su aprobación sobre Él en cada paso, el cielo, también, podía dar su declaración de aprobación
de Él. Con todo, Él no estuvo en la posición de portador del pecado bajo el juicio en ninguno de estos períodos.
Otra vez, ¡qué contraste, y quién alguna vez lo sintió de la forma que Él lo sintió, entre Él mismo
como la simiente de la mujer y la raza humana para la cual Él había venido! ¡Qué contraste entre Él personalmente e individualmente,
y la casa de Israel, los Suyos, entre los cuales Él había venido! Él mismo, no solamente Dios manifestado en carne, sino el
Santo Ser que nació de la virgen -santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, separado del pecado; y sin embargo,
vino voluntariamente, para estar entre hombres pecadores y un Israel culpable, Él mismo, la inmaculada simiente de la mujer,
el Rey de Israel en Su santidad. Esto trajo consigo aflicciones. De este modo, cuando Él hubo comenzado Su servicio, llevó
a cabo la constante prosecución de la justicia, que Él soportó, y siendo consciente de que no había nadie que pudiese compadecerse
de Él, y que los hombres caídos no daban la bienvenida a la misericordia de la que Él era el mensajero -aflicciones que Él
tuvo que soportar de manos del mundo y del hombre; pero ni siquiera eso fue un
abandono de parte de Dios. Pero en ninguna de esas partes, ni al ser angustiado cuando Su alma volvió Su mirada hacia Su bautismo
venidero (Lucas 12:50); ni cuando, en el huerto, Su alma pasó a través de las escenas que entonces se presentaban inmediatamente
delante de Él, hubo (ni más ni menos que en cualquier otra ocasión) aquello que hubo cuando Él clamó -"Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?"
Aquí, también, Él fue perfecto; desamparado por Dios, Él nunca abandonaría, nunca abandono a Dios. Nunca Dios o los cielos
vieron resplandecer la perfección de Él como entonces y allí, cuando Su obediencia era la meta —"Obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz." (Filipenses 2:8). Pero, si el cielo encontró -en Su sumisión bajo el desamparo, por el bien de
otros- su delicia, puesto que esto era la revelación de Dios como el Dios Salvador, allí hubo, allí pudo haber (justamente
porque fue desamparo por causa del pecado, nuestro pecado, el cual Él tuvo que soportar) NADA MÁS QUE DESAMPARO, ninguna
expresión de aprobación.
"¿Por qué me has desamparado?"
No veo cómo un pecador puede encontrar el descanso hasta que haya aprendido algo de aquello que
es claramente peculiar al Calvario —haya aprendido que, en el mismo momento,
hubo una copa bebida por el Señor, en obediente sumisión a Dios— la copa
de la ira solamente por causa nuestra, sufrida por Cristo en el Calvario. El único lugar al que me vuelvo, cuando en la conciencia
el asunto es sobre el pecado o la culpa, o pecados (de la familia humana, de mí como un individuo, etc., etc.), es el Calvario,
y al Señor allí, clamando - "Eloi, Eloi, ¿lama sabactani."
Él soportó mi juicio en mi lugar, en el mismo momento, en Su propio cuerpo en el madero, en la presencia
de Dios, y recibió las angustias de la ira y del desamparo de la mano de Dios. Y allí está mi finiquito, claro, entre lo pleno
y lo consumado, pero solamente allí.
La experiencia de Su alma cuando Él dijo, "¿Por qué me has desamparado?" fue total y absolutamente peculiar y
distinta de aquellas que tuvo que soportar y experimentar en cualquier otro momento. En ese, Su sufrimiento, como desamparado,
yo obtengo la medida y el juicio de mi pecado contra Dios.
G. V.
Wigram
Traducido
del Inglés por: B.R.C.O.-
Título original en inglés: "Eloi, Eloi, Lama
Sabachtani", by G.V.Wigram
Versión Inglesa |
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