FILADELFIA Y LAODICEA
Apocalipsis 3: 7-22
Mi tarea es mostrar, ahora,
que el Señor Jesús tenía algo mucho más claro en Su mente que el beneficio común que uno puede, y debería, obtener de la Palabra
de Dios, la cual está escrita para todo creyente. Por ejemplo, lo que fue escrito en la Epístola de Santiago, o en las de
Pedro, o en la Epístola a los Hebreos, o en cualquier otra de las Epístolas del Nuevo Testamento, todo es de Dios. No necesito
decir que el Cristiano cree que cada parte de ellas es divina; que cada palabra de ellas es beneficiosa, y tan intrínsecamente
para todos los días, si no tuviéramos todos los elementos que los hombres poseyeron por medio de la iglesia en la época en
que ellas fueron escritas. En aquel tiempo se manifestaban poderes exteriores; había personas en la más alta posición de autoridad
para gobernar, así como en la revelación de la verdad; cosas que no poseemos en la actualidad. Y nadie presume que todas las
personas sobrias reconozcan esto. Puede haber matices de diferencia, y algunos pueden pretender perpetuarse más en la actualidad;
pero, entre Cristianos sobrios que pueden diferir en cuanto a otras cosas excepto en cuanto a lo que es fundamental, no hay
duda de que la iglesia apostólica poseyó mucho de lo que no existe actualmente. Pero todo lo que es necesario para la edificación
del cuerpo de Cristo - para el servicio y la adoración a Dios - nosotros lo tenemos asegurado aquí en la Escritura misma,
con la certeza de que ella permanece hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe.
Ahora bien, yo reclamo para la Escritura que ha sido leída (Apocalipsis 3: 7-22) algo más preciso; porque el Señor
estaba contemplando aquí esa escena que se despliega delante de los ojos en la actualidad. No cabe duda de que existían iglesias
cuando el Señor le dijo a Juan que escribiera el ángel de cada una de ellas; no cabe duda de que instrucciones fueron dadas
en aquel tiempo para cada iglesia, así como todo el libro que las relacionaba con mucho de lo que siguió a las Epístolas a
las iglesias. Pero el contenido de estas Epístolas mismas, y muy particularmente el carácter del libro, muestra que el Señor
tenía una perspectiva más amplia de cualquier cosa común que se comprendiera en el día del apóstol Juan; puesto que es enteramente
inusual presentar Epístolas de la forma en que se hace aquí en profecía. Si al Señor le plugo dar ciertas Epístolas a las
iglesias como un prefacio al gran libro profético del Nuevo Testamento (el Apocalipsis), había, claramente, un objetivo distintivo
en ello, y yo creo que ese objetivo era un doble objetivo:
- primero, satisfacer carencias en la época de Juan (y no cabe duda, en ese punto de vista, que las Epístolas a las
iglesias fueron enviadas a cada una de ellas, conforme a las instrucciones dadas al apóstol); y,
- en segundo lugar, hacer que esas Epístolas a las iglesias fuesen un vehículo de la instrucción más amplia para días
que estaban aún por venir.
Pero ahora, estos tiempos están aquí. Y el Señor ha expuesto la luz de ellas, cuando nosotros leemos la escena final
de estas siete iglesias. Ellas estaban todas allí cuando Él les entregó, originalmente, mensajes; pero ahora, ellas han llegado
a existir en el punto de vista profético. Sin embargo, hay que hacer una división entre ellas, de la cual es de mucha importancia
asirse; y esta división es que las primeras tres iglesias no fueron estados permanentes. Ellas eran iglesias que habían de
pasar. Esto está marcado, incluso exteriormente, por el hecho de que el llamado a oír cambia su lugar en la cuarta iglesia.
Pero uno no necesita entrar
en esto para demostrar el carácter de las Epístolas a estas iglesias. Todas demuestran la misma cosa. Por ejemplo, noten el
rasgo de la Epístola a la iglesia de Éfeso. Se trató, antiguamente, del primer amor. Esto se podía aplicar proféticamente
solamente al estado de cosas que siguieron en el día de Juan. Nunca hubo un tiempo cuando ello se pudo aplicar tan adecuadamente
como entonces. A ellos se les había sacado a la luz toda la gracia y la verdad plenas de Dios, y ellos las habían abandonado,
o estaban comenzando a abandonarlas. Estaban dejando entrar olas de vanos pensamientos - que más tarde se convirtieron en
doctrinas - que debilitaron completamente el sentido que ellos tenían del amor de Cristo, y, por lo tanto, del propio amor
de ellos por Él. Ellos se estaban relajando de su primer amor. Esto no se pudo aplicar después, evidentemente, en la misma
manera precisa como se aplicaba en aquel entonces, y por la sencilla razón de que surgieron males muchísimo más serios ante
la mente del Señor.
Tomen, nuevamente, la segunda
Iglesia. Es evidente que se hace referencia aquí a la persecución pagana. Sabemos que esto siguió a continuación, que la prisión
y la muerte fueron usadas como máquinas contra la iglesia, un poco después de los tempranos días.
En la Epístola a Pérgamo tenemos,
también, a la iglesia de Dios estableciéndose en una manera pública en el Imperio Romano; eso es morar, como se dice, donde
estaba el trono de Satanás. Ahora bien, esto sólo se pudo aplicar en ese entonces, y una vez, mientras otras cosas, de una
importancia mucho más seria, requerirían, después, la atención de nuestro Señor Jesucristo.
¿Admiten, estas cosas, una repetición?
De hecho, no hubo cosa semejante del mismo carácter de persecución. Hay una persecución llevada a cabo por Babilonia; pero
eso nos es presentado en una parte más posterior del Libro del Apocalipsis. La antigua persecución pagana no pudo repetirse
después de que los paganos dejaron de existir en el seno de la Cristiandad. Así que, de nuevo, la iglesia estableciéndose
en el mundo no fue un tema después que se estableció. Nosotros la encontramos adquiriendo un lugar, asentándose, en la tierra.
Muchas, y mayores, abominaciones se vieron después.
Es exactamente en este punto
que el Señor introduce un nuevo rasgo muy sorprendente en estas iglesias; y lo que hace que este rasgo sea de una importancia
tan solemne para nosotros, es que se trata de Su relato de las condiciones permanentes que siguen a continuación. Tiatira
es la primera; y la única, o importante, razón para introducir esto ahora, es presentar una mayor precisión a lo que uno tiene
que decir acerca de Filadelfia y Laodicea: yo quiero mostrar que no se trata de la mera aplicación de estas cartas, o que
ellas ilustran le verdad mediante el pasado. Hay mucho más que eso. De hecho, ellas tienen aplicación principalmente a lo
que yo voy a difundir ante ustedes para nuestro juicio espiritual. A lo menos, esa es mi convicción. Pero la Palabra debe
ser mezclada con la fe si los pensamientos de Dios han de beneficiar nuestras almas. No sería adecuado que yo hablara tan
clara y distintivamente si yo no tuviera la más firme convicción de la verdad.
Tiatira es la primera, entonces,
en la se hace referencia al marcado cambio exterior. Pero hay una característica más notable que el llamado a oír. Es aquí,
por primera vez, que tenemos al Señor introduciendo claramente Su regreso. Es decir, el Señor les insinúa que el estado continúa
hasta que Él regresa. Ello no es así para las tres primeras. Con Éfeso, la única venida descrita es una venida providencial,
"pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar" (Apocalipsis 2:5), y así con Pérgamo, Le vemos allí peleando
con la espada de Su boca, pero no tenemos Su venida a recibir a los santos a Él, ni aun para introducir Su reino. Ello es
aquí en Tiatira por primera vez; y, aún más, Él lo introduce en el cuerpo de la Epístola a Tiatira antes de la promesa. Vean
lo que tenemos en el versículo 25 del capítulo 2 de Apocalipsis: "lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga." La clara insinuación
es, que lo que Él describe aquí, continúa hasta que Él viene.
Ahora bien, esto debe ser muy
sopesado, evidentemente, para tener un juicio sano de estas Epístolas a las siete iglesias. Cuando examinamos la que está
dirigida a Tiatira, ello llega a ser aún más manifiesto. Tenemos aquí al portentoso personaje de Jezabel, la profetisa falsa.
Yo no quiero dar a entender que Tiatira es personificada en Jezabel; lejos de ello. Nosotros encontraremos, examinando esto,
que hay una notable conjunción de contraposiciones. En Tiatira, tanto el bien como el mal son reunidos. Pero, aun así, tenemos
aquí a Jezabel. Se trata de una figura muy adecuada de ese Catolicismo que, no tengo duda, nos es expuesto, también, en el
símbolo de Babilonia presentado mucho después en este libro del Apocalipsis. Ella es presentada aquí como una profetisa falsa.
Sabemos cuán minuciosamente esto representa el carácter del Catolicismo: es decir, su pretensión de continua inspiración,
una reclamación para pronunciar la voz de Dios acerca de cualquier punto que pudiera comparecer ante ella, es realmente situarse
ella misma por sobre la Palabra escrita de Dios, como si ella sola tuviese Su voz viviente. Nosotros sabemos que un procedimiento
semejante siempre desecha lo que está escrito.
No es del todo una peculiaridad
de Roma permitirse una auto-afirmación que debilita la Escritura; pero en Roma ella toma una forma muy determinada y muy pronunciada.
Aquí entonces, antes que nada, tenemos a Jezabel: "toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y enseña y seduce
a mis siervos." (Apocalipsis 2:20 - LBLA). Es un hecho llamativo que el Señor Jesús insinúe que, en Tiatira, había personas
a quienes Él caracterizaba ante todos los inconvenientes como "mis siervos." Y ha sido siempre así. No eran pocos, existen
todas las razones para creer, que eran temerosos de Dios, tenían una conciencia acerca de la Palabra de Dios, con un amor
por el Salvador, que jamás abandonaron realmente el Catolicismo; mientras, al mismo tiempo, era aún más claro el hecho de
que ellos estaban estupefactos por la aceptación de la unidad carnal, y por las acciones de Jezabel. Había, de este modo,
un problema muy doloroso, la alianza de aquellos que eran del Señor con un sistema que, en sí mismo, era el más cruel enemigo
de aquellos que Él amaba.
Esto, entonces, es la primera
cosa a la que usted debe poner atención. Se trata de un retrato de la Edad Media. Nosotros encontramos que, si el Señor tenía
Sus siervos allí, Jezabel tenía hijos no sólo en ese entonces sino más adelante en el tiempo. Hay una perpetuación de la raza
malvada una continuación del mismo carácter de personas. Entonces, en tercer
lugar, y esto puede continuar con el resto, hay otro rasgo distintivo, que sólo se encuentra en conexión con Tiatira, a saber,
un remanente; eso que, por una parte, no debe ser confundido con los hijos de Jezabel, ni, por la otra, con Sus siervos. Este
es, ciertamente, un estado de cosas muy notable. Y lo que requiere toda vuestra atención es que se encontró sólo aquí por
primera vez, mientras que continúa hasta el día actual. Es decir, ustedes tienen lo que se puede denominar la Romanización
o escuela Ultramontana, el grupo Papal, determinado a implementar el sistema hasta el extremo - Jezabel y sus hijos; luego,
aquellos a quienes el Señor llamaba «Sus siervos», en la Edad Media, tales como Bernardo, o, en tiempos posteriores, Pascal
y Fenolon, y puedo mencionar los nombres de los tales, hasta el Sr. Boos - - santos que tenían, en realidad, un aborrecimiento
moral de lo que Jezabel ponía en vigor. Aun así, ellos están allí, a la vez, todos juntos mezclados.
Pero pongan atención, contemporáneamente,
a otro grupo; el cual tuvo su vertiente en esos tempranos tiempos antes del Protestantismo - el remanente de "los demás" (Apocalipsis
2:24), mencionado en Tiatira, tal como se dice, "a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las
profundidades de Satanás." (Apocalipsis 2:24). ¿Quiénes son ellos? Ellos son, a mi juicio, los Valdenses, es decir, un cuerpo
de Cristianos que temían al Señor, aunque en ignorancia, quienes vivieron antes de los días de la Reforma, y que, con todo,
rechazaban completamente la iniquidad de Roma, y quienes eran, por lo tanto, distintos de los indicados por la expresión "mis
siervos" hallados en Roma y seducidos por Roma. Estos rechazaron las propuestas de la ramera, pero, al mismo tiempo, ellos
eran más conocidos por su piedad práctica que por cualquier claridad en la verdad de Dios. Ellos fueron sumamente faltos de
comprensión, así como deberíamos llamarlo. Ellos comprendían imperfectamente aun la justificación. Comparados con la medida
de la Reforma, ellos estaban muy por detrás; y es notable que ellos hayan permanecido mucho tiempo en el mismo estado. Parece
que ellos brindaron poca atención a la luz desde afuera, lo cual es común en estos días en que vivimos. Ellos sólo retienen,
substancialmente, su antigua actitud. Ellos fueron, sin duda, menoscabados, maltratados, atacados por medio de todo lo que
el poder o las artimañas de Roma pudieron hacer para destruirlos. Pero ellos permanecieron allí en sus valles apartados, y
aún están allí (N. del T.: se recuerda el lector que este
artículo fue escrito alrededor de 1886, 1887), y yo creo
que ellos permanecerán allí hasta que el Señor venga - no confundiéndose paulatinamente con Roma ni con el Protestantismo,
por una parte, ni con la luz más plena, por la otra. Ellos retienen el lugar peculiar que tenían aun antes de la Reforma.
Aquí, entonces, está el retrato; y yo pregunto, ¿Acaso no es sorprendente que el Señor, desde el principio, lo hubiese esbozado
así? No hay nada semejante previamente; y nada similar en lo que sigue a continuación. Ello comenzó en aquel tiempo y en ningún
otro; y recordemos siempre que este estado de cosas continúa hasta que el Señor viene.
Luego, en la carta siguiente
(Sardis), tenemos un carácter completamente diferente. Hay allí la ausencia de todos los rasgos repugnantes que se encontraron
en Tiatira, o aun en Pérgamo. Pérgamo es lo que podemos llamar el sistema Católico (Católico = Universal); Tiatira introdujo
el sistema de Roma. La primera fue la exaltación de la iglesia en el mundo; fue lo que prevaleció, a lo largo y a lo ancho,
antes de que el Papa expusiera sus ambiciosas y peores pretensiones. El imperio Romano había llegado a ser Cristiano de nombre
mucho tiempo antes. Tiatira, como hemos visto, nos presenta el sistema Romano, pero con estos rasgos notables que acabamos
de procurar indicar como predichas por nuestro Señor.
Pero aquí, en Sardis, no sabemos
nada acerca de la reina persecutora o idólatra. Hay, más bien, lo que podemos llamar, exteriormente, una ortodoxia respetable.
Uno puede comprender cómo llegó a suceder esto cuando la energía fallaba: un nombre de que vive, mientras está lista para
morir. Sardis indica lo que vino después de la Reforma. El Espíritu de Dios no describe esa obra maravillosa por lo que fue,
el poder que separó almas, en varias tierras, de Roma. Él nos presenta aquí la fría condición en la que ellos se establecieron
después de que la forma reemplazara la predicación de aquellos días revueltos. "Yo conozco tus obras, que tienes nombre de
que vives, pero estás muerto. Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban a punto de morir, porque no he hallado
completas tus obras delante de mi Dios." (Apocalipsis 3: 1, 2 - LBLA). Y uno entiende fácilmente por qué la muerte fue tan
recalcada. Se trataba de la doctrina universal de todos los cuerpos Protestantes que, cuando las almas son justificadas, ellas
son colocadas bajo la ley como norma de vida. Ahora bien, el efecto necesario de esto es el ministerio de muerte, el modo
más eficaz de tratar con un pecador para convencerle de la muerte. Pero el apóstol, en 2 Corintios 3, expone un contraste
distintivo del ministerio del Espíritu, lo cual es, ahora, la voluntad de Dios acerca de Su pueblo, con el ministerio de muerte
bajo la ley - aquello que fue escrito en letras y grabado en piedras. Como ningún hombre puede negar que esta sea la ley escrita
por Moisés, él contrasta así los dos ministerios, e insiste acerca de ello, de que el ministerio de la ley tiene, como sus
resultados, muerte y condenación.
Ahora bien, el Señor contempla
aquí el resultado. Se trataba, efectivamente, del efecto inevitable de no seguir adelante, en la posesión de la vida y la
aceptación de Dios, de andar en el Espíritu así como ellos vivían en el Espíritu. Ellos intentaron abrazar lo que era completamente
incompatible; colocar a los nacidos de Dios, y libertados por Su gracia, en un terreno común con la masa de hombres en todas
las tierras Protestantes - es decir, introducir la población completa. Ahora bien, el modo natural en que esto se podía hacer
era mediante la ley; y la consecuencia fue que mientras el Señor podría utilizar la ley en casos particulares para la convicción
de pecado, los santos de Dios sufrían irreparablemente. Porque la ley provoca el mal y lo condena; ella no vivifica, ni fortalece,
ni justifica. Las almas jamás gozan de paz estable; y el andar de ellas es tan débil como débil les resulta asirse de la gracia
de Dios. Así que Él dice: "no he hallado tus obras perfectas." (Apocalipsis 3:2). No había una compleción acerca de ellas.
El grato olor de Cristo no estaba allí, siendo la vida en Él no conocida, así como tampoco la redención plena. La ley desplazaba,
de hecho, al Espíritu Santo. "Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas,
vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti." (Apocalipsis 3:3). El Señor amenaza así porque los cuerpos
Protestantes recurrieron al poder del mundo. Cada uno de ellos buscó el patrocinio de los grandes de este mundo. No hubo ninguno
de ellos que se elevara por sobre el pensamiento de que había una influencia poderosa para el bien allí donde había una adquisición
de autoridad mundana. Y por eso, por lo tanto, es que ellos fueron amenazados por el Señor con el juicio que ha de caer, de
aquí a poco tiempo, sobre el mundo. El Señor, en la Primera Epístola a los Tesalonicenses, expone ante los santos que Él vendrá
como ladrón en la noche, pero eso no será sobre los santos de Dios - ellos son distinguidos: los Cristianos tienen una posición
distinta a la del mundo. En 1 Tesalonicenses 5, Él amenaza con la venida a modo de ladrón; y esta es la cosa misma que es
repetida aquí. Yo escasamente conozco un pensamiento más solemne de que Sardis, habiendo aceptado que el mundo la gobierne
en las cosas de Dios, tiene al Señor hablando de Su venida del mismo modo que Él amenaza con Su venida al mundo mismo. Si
los hombres escogen el poder del mundo, ¿cómo pueden escapar ellos del juicio del mundo? Tal opción es la menos excusable
si ellos alardean de una Biblia abierta; y este es el prospecto del Protestantismo. La esperanza resplandeciente de la iglesia
falta completamente.
Pero llegamos, ahora, a otra
cosa. Y si se ha mostrado que Tiatira nos proporciona un retrato profético de lo que sucedería en la Edad Media, y Sardis
de lo que siguió a continuación de la Reforma, permítanme que les pida que sopesen ante Dios, amados amigos, lo que Dios quiere
dar a entender mediante el nuevo y muy singular testimonio que está implícito en el mensaje a la iglesia de Filadelfia. Es
enteramente diferente, no sólo del Catolicismo Romano, y de todo lo que se encuentra relacionado con el Catolicismo Romano,
pero no menos distinguido del retrato del Protestantismo. ¿Qué quiere decir el Señor? ¿Qué caracteriza Él, de hecho, mediante
este mensaje?
El primer rasgo notable es Él
mismo - Su propia persona - y Su propia persona juzgando según la verdad; Su propio Yo revelado como actuando de manera práctica,
para insistir en la autenticidad, para no permitir ya más un mero reconocimiento de la verdad que no se llevaba a cabo. Él
demandará realidad moral. Esto es lo que yo pienso que el Señor insinúa diciendo: "Estas cosas dice el que es santo, el que
es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre." (Apocalipsis 3:7 - VM).
Él se ocupa de todo.
¿Y cuándo el Señor obró así
tan claramente en la Cristiandad? ¿Cuándo hizo Él que los suyos sintieran cuán inútil es reconocer la verdad que nosotros
no vivimos? ¿Cuándo llamó Él de regreso así a Su Palabra a Sus santos, y a reconocer el poder el Espíritu Santo haciendo que
esa Palabra fuera viva? ¿Dónde se encuentra esto? Todos nosotros sabemos que existen en la Cristiandad aquellos que han establecido
para el Espíritu Santo sin la Palabra; y no ignoramos que hay otros que han establecido para la Palabra sin el Espíritu; y
en ambos casos con los más desastrosos y devastadores resultados. Pero ¿dónde es que el Señor ha hecho regresar a los Suyos
a Su Palabra, insistiendo, también, acerca de aquel lugar y libertad soberanos que son debidos al Espíritu Santo?
Se da libremente por sentado
que existe otra cosa calculada para causar desconfianza en relación con esto, entre los hijos de Dios - a saber, la mera afirmación
de los derechos del Espíritu Santo. Y por esta razón, de que el Espíritu Santo está aquí para glorificar a Cristo; y, por
tanto, si ello fuera nada más que un avivamiento de privilegios de la iglesia por largo tiempo perdidos, hay aquí sólo una
recuperación parcial. Si se tratara de personas procurando establecer nuevamente la iglesia sobre sus fundamentos, nosotros
deberíamos dudar, no como si ello no fuese un deseo correcto; pero es poco probable que sea un objetivo adecuado en el presente
estado de cosas. ¿No deberíamos sentir, también, su pecado y ruina?
Suponiendo que un hombre hubiera
de recibir, por ejemplo, la verdad de la iglesia de Dios en toda su plenitud de privilegio y poder, ¿piensan ustedes, bienaventurado
como esto es, que esto solo - donde el reconocimiento de la iglesia de Dios llenara su alma - le haría a él un testigo adecuado
de Dios en este momento? Lejos de ello, efectivamente; no porque la cosa en sí misma no es verdad, sino porque ello sería
acompañado solamente por pensamientos elevados y medidas duras. Hincharía el alma, y no sería mejor que una teoría completamente
impracticable, también, por lo que a ello respecta.
Amados amigos, hay dos cosas
que son necesarias - fe real en lo que la iglesia de Dios es, tal como Dios la hizo; y, junto con esto, el sentido de ruina
total que ha entrado. Porque tal es el estado de alma que es apropiado al hombre que siente que él es parte de la ruina, así
como de la iglesia. ¿Y cómo se producen estas condiciones? No por considerar sólo a la iglesia, sino a Cristo. Y esta es la
cosa misma que el Señor introduce aquí. Es el nuevo despertar del corazón al lugar de Cristo - a Cristo como el Santo y el
Verdadero. El efecto, entonces, sería juicio del presente por medio del pasado - ¡ah! cuán cambiado. Nada se necesita más
que juicio de lo que el hombre ha hecho de ella, mediante lo que Dios mismo estableció en Su gracia incomparable. No habrá,
entonces, pretensión a recuperar; ningún pensamiento de establecer lo que una vez fue, o más bien de intentar, en pequeña
escala, volver a lo que una vez fue en toda su plenitud. Ello sería una negación
de la ruina de la iglesia.
No; existe una senda verdadera
para la fe; pero es una senda humilde. Existe una senda que utiliza lo que Dios ha dado, lo que es imperecedero e inmutable
- lo que Dios hace que sea siempre la porción de la fe. Pero entonces, ello es en el sentido de profunda deshonra hecha a
Él, y que el corazón salga a cada miembro de aquel cuerpo, con la espera paciente de la venida de Cristo.
Ahora bien, la única forma en
que esto se obra en el alma es por medio de no considerar a la iglesia o al Espíritu Santo, sino a Cristo. De ahí que ustedes
observarán que Él no introduce poderes del Espíritu de Dios; se trata de "el que es santo, el que es veraz." (Apocalipsis
3:7 - VM). Estoy seguro de que hay un poder más profundo que los milagros; pero se trata, entonces, de un poder que obra moralmente.
Es un poder que efectúa un juicio propio en el Cristiano, así como el arrepentimiento es al alma bajo convicción cuando está
siendo traída a Dios. "Estas cosas dice el que es santo, el que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno
cierra, y cierra, y ninguno abre." (Apocalipsis 3:7 - VM).
Uno puede confiar perfectamente
en Sus recursos; Él tiene todo bajo Su mano. Él abre: ¿quién cierra? Él cierra: ¿quién abre? Pero el modo en que Él usa Su
poder es mediante poner ante ellos la puerta abierta; y ciertamente debe ser ciego el hombre que no reconoce que es precisamente
de este modo que la gracia ha estado obrando. Tampoco puede uno dudar que Dios, simultáneamente, ha estado obrando providencialmente
de este modo; pues, ¡cuán a menudo, mientras el Señor puede ejercitar la fe mediante dificultades, Él muestra, también, Su
poder superando todas ellas en mil maneras diferentes!
Así, no hay nada más común en
el modo de obrar de Dios, que Él obre providencialmente en Su poder al mismo tiempo que el Espíritu Santo obra moralmente.
Y ello es así en la actualidad. Existe la mayor indiferencia posible en crecimiento, derribando las barreras en todos los
lados; y aunque el hombre usa mal la gracia para su propia licencia (es decir, abusiva libertad en decir u obrar), el Señor,
en cada sentido de la palabra, pone ante Sus santos una puerta abierta. No es un asunto de predicar el evangelio (uno puede
entender la importancia de ello para el servicio de Dios), pero la iglesia no predica así como tampoco enseña. No debemos
pensar en estrechar esto a la evangelización. Puede haber, en ese respecto, una puerta abierta y eficaz; pero aquí se trata
sencillamente de una puerta abierta, mediante la que uno comprende que el Señor deja en claro cuál es la senda en medio de
todos los obstáculos - abriendo un camino para lo que es para Su gloria al hacer Su voluntad. ¿Sostendrá alguien que hubo
alguna vez un momento desde que la iglesia cayó en desorden, cuando el Señor ha hecho de la "puerta abierta" una característica
de Su obrar tanto como en el momento actual? "He puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar." (Apocalipsis
3:8). Ni toda la humanidad puede abrirla; ni todo el poder de Satanás puede cerrarla. No es más que por poco tiempo. El Señor
ha abierto la puerta a Su pueblo, y ellos la están utilizando. Ellos ven el camino despejado ante ellos, y actúan en Su gracia.
Y la razón, también, es notable: "tienes poca fuerza." (Apocalipsis 3:8). Él no lo dice así a Sardis o a Tiatira. Ellos podrían
jactarse exteriormente. No así Filadelfia. Y cualquier cosa que nos saque de nuestra debilidad, cualquier cosa poderosa, es
incompatible con el pensamiento del Señor en el tiempo actual. Cualquier cosa que sea, en cualquier manera, una búsqueda de
grandeza, no sienta bien al testimonio del Señor o al estado de la iglesia. "Tienes poca fuerza, has guardado mi palabra,
y no has negado mi nombre."(Apocalipsis 3:8).
Me agradaría poner a consideración
de cualquier persona Cristiana que esté aquí, que dude de la solidez de lo que se ha dicho, que me responda esta pregunta:
¿Dónde encuentra usted la Palabra de Cristo guardada en algún modo notable? ¿Dónde la encuentra usted atesorada y puesta por
obra? Uno podría preguntar incluso a los enemigos de la Biblia, cualesquiera que pudiesen ser, ¿dónde esa Palabra es oída
y apreciada de un modo comparativamente sin precedente? ¿Diría alguien - sin desear pronunciar una palabra irrespetuosa acerca
de los seguidores de Wesley - diría alguien que ella pone el sello a aquella sociedad? No me importa llegar a ser personal,
y no andaré con rodeos al compás de los diferentes grupos Protestantes; pero nosotros preguntamos a cualquier persona que
tiene una conciencia, y que conoce los hechos de lo que Dios ha estado obrando, ¿dónde ellos encuentran la Palabra de Cristo
realmente guardada? Ustedes me pueden hablar de la extensión de las misiones, y de la conversión de almas; y yo no lo niego.
¡Ojalá hubiera mucho más celo al predicar el evangelio en partes del extranjero, y al procurar la conversión de almas en nuestro
país! Pero uno pregunta, ¿Dónde encuentran ustedes la característica tan marcada que el Señor, que es Quien pesa todo, podía
decir de ellos, "Has guardado mi palabra"? ¿Dónde está el reproche de bibliolatría que muchos nos lanzan, si lo podemos expresar
en otra forma? ¿Dónde en Edimburgo, o en cualquier lugar que ustedes escojan a su alrededor, se ha de ver este estigma?
Observen que nuestro Señor no
está hablando aquí de los antiguos cuerpos religiosos de la Edad Media - es decir, de Tiatira. Nosotros debemos dejarlos atrás:
no es entre los tales; tampoco, reitero, en el Protestantismo de Sardis. Es una nueva nación de Dios, distinta de ambas. ¿Dónde
encontrarán ustedes, entonces, a los que amaban al Señor - renunciando a cualquier tipo de parentesco, en una manera eclesiástica,
con el Catolicismo Romano y el Protestantismo - los cuales están satisfechos con Cristo en Su gloria moral, y que se caracterizan
por guardar Su Palabra aquí abajo?
Pero hay otra cosa. Ellos son
descritos como no negando el poder de aquel Nombre - Su nombre como centro. Aquel Nombre es un nombre que no debe ser menospreciado.
Es el recurso para todas las dificultades, desde el perdón de pecados hasta el trato con todo tipo de necesidad. Es el único
Nombre de poder santo; y, por esta misma razón, un Nombre de beneficio infalible al tratar con lo que es contrario a Dios
que se presenta en la forma de falsa doctrina o impiedad. ¿Dónde hay hijos de Dios que aman confiar en este Nombre, que aman
reunirse a ese Nombre, conociendo lo que es confiar en dicho Nombre? ¿Dónde, entonces, debemos buscar a aquellos a quienes
el Señor dice claramente - "has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre"? No me corresponde decir donde están. Ustedes
han de encontrarlos. ¡Y que pueda el Señor permitirles buscar, en oración, antes de que ustedes den por terminado el asunto!
Ya que ustedes deberían saber bien que nadie que esté aquí desea instar a alguna cosa que no se recomiende por sí misma a
la conciencia de los hijos de Dios. La Palabra y el Nombre de Cristo les atañe muy cercanamente; y Él, ciertamente, habla
a aquellos que se adhieren a ambos.
Yo no debería, bajo ningún concepto,
estar aquí para hablar del interés de un grupo, o de algún objeto del hombre en la tierra. Tales objetivos deben ser siempre
bajos e indignos para aquellos que, teniendo a Cristo por vida y justicia de ellos, están esperando que Él venga, y saben
que Él viene pronto. Pero aquí está Su insinuación de una bienaventuranza peculiar. ¡Que la parte de ustedes y la mía sea
no dejar deslizar esta gracia! ¿Es esto presunción? Es más bien fe, que la incredulidad considera presunción. ¡Cuánto más
hay, por el contrario, para juzgarnos en las palabras que el Señor nos ha dirigido! Deseo mostrar que estas palabras les conciernen
a ustedes y a cada uno de los que estamos aquí; y no puedo más que decir que, o bien estas palabras son verdad acerca de nosotros
como Cristianos, o ellas no lo son. Si no lo son, es algo serio para nosotros, ya que no estamos en la corriente de lo que
el Señor valora más en este momento; si ellas lo son, somos bienaventurados. Bienaventurados son los que hacen la verdad -
miserables son lo que la conocen y no la hacen.
Pero sigamos lo que Él dice.
"He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré
que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado." (Apocalipsis 3:9). Ahora bien, es notable que en el
tiempo mismo cuando el Señor está llevando a cabo este testimonio especial, Satanás ha estado formando testimonios en contra.
Tomen, por ejemplo, el estallido de Tractarianismo [1], Irvingismo (N. del T.: seguidores de Edward Iving), Mormonismo, Cristodelfianismo, y no sé que qué más - esos males enormes y espantosos que crecen en tal grado y tan
exuberantes en el tiempo actual. ¿Qué son estos? Artilugios para traer descrédito sobre la acción del Espíritu de Dios conforme
a la Palabra. Cuando el Señor está llamando a salir afuera así y formando para Él mismo conforme a Su gloria, el enemigo distraería
mediante novedades, o por mantener en las tinieblas de la antigüedad. Pero incluso el más robusto de ellos estará obligado
a reconocer - "yo te he amado." (Apocalipsis 3:9). Él vindicará, finalmente, Su gracia.
[1] N. del T.: Tractarianismo o Movimiento de Oxford fue una afiliación
de la "High Church" Anglicana, la mayoría de los miembros eran de la Universidad de Oxford, quienes querían que la Iglesia
de Inglaterra se sometiera a la autoridad del Papa. También fue conocido como el «Tractarian Movement» tras una serie de publicaciones
en Tracts for the Times (1833-1841), los tractarianos también fueron llamados «puseyites» en alusión a uno de sus líderes,
Edward Bouverie Pusey, Profesor de Regius de Hebreo en la Iglesia Cristiana de Oxford. Otros prominentes tractarianos incluían
a John Henry Newman, un profesor del Colegio Oriel de Oxford y vicario de la Iglesia de la Universidad Santa Maria la Virgen,
John Keble, Henry Edward Manning, Richard Hurrell Froude, Gerard Manley Hopkins, Robert Wilberforce, Isaac Williams y Sir
William Palmer.
Pero volvámonos a las palabras
que siguen a continuación: "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba
que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra." (Apocalipsis 3:10).
Ahora bien, yo pregunto, ¿de
qué manera, una promesa tal podía afectar a una persona que estuviera buscando el progreso de la Cristiandad y el mejoramiento
de la sociedad, que estuviera procurando que todas las cosas avanzaran gradualmente, y mejoraran en general? ¿A alguien que
piensa que los paganos se van a convertir, y los males actuales que afligen a la Cristiandad van a ser expulsados? Bueno,
ello no tendría fuerza en absoluto. Pero tomen ahora el otro aspecto. A los que saben que la hora se está acercando - esa
hora de engaño así como de tribulación, los que saben que a Satanás se le va permitir un poder especial por una breve temporada,
los que saben que estamos en la víspera de aquello que, cuando la restricción haya desaparecido, obrará tanto en una manera
seductora como destructiva, ¡cuán bienaventurado es tener Su propia voz diciendo, "Por cuanto has guardado la palabra de mi
paciencia."! La paciencia de Cristo es dulce y buena para las personas que son despreciadas y vilipendiadas. Del mismo modo
que Él espera para venir, así esperamos nosotros Su venida. Ellos tienen comunión con Él acerca de ello.
Déjenme preguntar nuevamente,
¿Dónde se encuentran aquellos que están, como un todo, esperando la venida del Señor? Sin desear ser envidioso, yo lo someto
a la conciencia de cualquier persona inteligente, aun de aquellos que se oponen, ¿dónde están los Cristianos que, como un
todo, esperan siempre la venida del Señor Jesucristo? Nadie puede negar que lo que aquí se dice es acerca de ellos. No imaginen
que se dicen grandes cosas de una posición particular. Es un hecho doloroso, que aquellos que están gozando de los más bienaventurados
privilegios, si demuestran ser infieles o se apartan, llegan a ser los más amargos enemigos. Nadie se sentirá más entusiasmado
para oponerse. Así debe ser con una mala conciencia, que ha alejado a los tales de lo que una vez fue el disfrute más profundo.
Ellos fingen despreciar y negar lo que una vez apreciaron. Es el enemigo el cual produce este terrible cambio. Ninguno llega
a ser semejante antagonista conturbado de lo que el Señor está haciendo. ¡No! se trata de algo a reparar en la fe, sin nada
de que jactarse. Y el Señor dice, "Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia" (recuerden que puede ser abandonada
si no es guardada), "yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los
que moran sobre la tierra." De este modo, los que guardan la Palabra de Su paciencia son un pueblo que no se ha asentado en
la tierra, sino quienes, siendo desconocidos para el mundo del mismo modo que Cristo lo fue, desean andar por fe y en gracia,
como conviene a personas unidas a Aquel que es celestial. Ellos son celestiales, y esperan llevar Su imagen dentro de poco,
purificándose ellos mismos así como Él es puro. Pero, ¿quién valoraría esta promesa, salvo aquellos que guardan la Palabra
de Su paciencia?
Pongan atención a las palabras
adicionales, "yo vengo pronto." (Apocalipsis 3:11). Bienaventurado, efectivamente, es esto para los que están esperando, para
los que velan, para los que Le dan la bienvenida con gozo. Pongan atención, también, a esto; es solamente ahora, por primera
vez, que se expone de este modo ante cualquiera de estas iglesias. Hay, ciertamente, algo significativo en este hecho: hemos
echado un vistazo, quizás vagamente, a estos mensajes, y lo podríamos haber imaginado en otra parte. Pero ello sucede sólo
aquí. El Señor dio promesas que se referían a Su venida, como por ejemplo a Tiatira, y una advertencia solemne, nuevamente,
a la iglesia mundana de Sardis. Aquí está ocurriendo absolutamente otra cosa, antes de que venga la promesa. ¿Y por qué así?
Porque se trata de lo que es parte de la vida espiritual de ellos, y que brota de la constante esperanza celestial de ellos.
El Señor, por lo tanto, se refiere a ello amablemente como una cosa que ocupa el corazón de ellos. Él no podía haber dado
una palabra de más dulce consuelo a los que entran en Su paciencia. Él no dice «He
aquí, yo vengo pronto» (N. del T.: como rezan las siguientes
versiones de la Biblia en Español: RVR1909, RVR60, TA), sino,
"Yo vengo pronto." (N. del T.: como rezan las siguientes
versiones de la Biblia en Español: BJ, LBLA, NBLH, NC, NVI, RVA, RVR1995, VM).
Pero hay otra palabra: "retén
firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona." (Apocalipsis 3:11 - VM). ¿Cuán poco entienden los demás tu debilidad
y la mía? Algunos tienen, quizás, una reputación tal de convicciones y modos de obrar firmes, que decirles una palabra resulta
inútil. ¡Oh! ¡qué pocas personas creen que nadie requiere tal sustento de la gracia como los que están expuestos a las dificultades
que conocemos todos los días! Yo debería decir que si existe alguien propenso a dejarse llevar de aquí para allá, y que está
particularmente abierto a ser atacado por el enemigo, si hay alguno expuesto al peligro en todas sus formas, se trata de aquellos
que, abjurando de las formas, necesitan el poder directo del Espíritu de Dios para mantenerse en obediencia y esperanza. De
ahí que ustedes pueden comprender cuán necesaria es la amonestación en el mensaje del Señor, "retén firme lo que tienes, para
que nadie tome tu corona." (Apocalipsis 3:11 - VM).
Permítanme que les diga a los
que saben lo que es estar separados para Cristo en el andar diario, si es que hay aquí algunos, a quienes sin reclamar serlo,
son Filadelfianos en la realidad de la fe, quienes real y humildemente están sobre ese terreno, no meramente de nombre y por
desearlo, sino en verdad delante de Dios - permítanme que les diga esto: No jueguen con ello, no supongan que han obtenido
un inquilinato a perpetuidad, o que ustedes tienen una certeza tal como para preservarlos contra las artimañas con las que
Satanás está procurando engañarlos. Yo estoy de acuerdo en que la gracia del Señor nos los ha llamado afuera para nada, y
que Él tiene la intención de mantener vivo un testimonio hasta que Él venga. Nosotros creemos que existe hoy una cosa tal
como Filadelfia, que continuará hasta que el Señor venga. Si ustedes son soberbios, serán barridos; y si aprecian lo que pertenece
a la carne - lo que pertenece a los objetos de los hombres, y no de Cristo - ustedes aprenderán que, lejos de haber prosperado
en semejante licencia, por el contrario, esta cosa misma traerá el juicio del Señor sobre ustedes. "Retén firme lo que tienes,
para que nadie tome tu corona." (Apocalipsis 3:11 - VM). La corona estará allí, la corona es segura; pero no se infiere de
esto que la misma alma la tendrá. Los hombres pueden cambiar, pero la corona será concedida. Porque el Señor desechará a los
soberbios, y exaltará a los humildes; y Él puede reunir a los que parecen que podrían parecer lejanos - las personas mismas
que serán halladas fieles cuando Él venga a tomarnos a Él mismo.
Yo deseo, por tanto, someter
mi conciencia y mi corazón a esta prueba. Yo insisto, también, creyendo que es una cosa muy seria el hecho de adularnos a
nosotros mismos en cuanto a cualquier posición, simplemente porque estamos aquí, y estamos felices que así sea, ya que hemos
sido guardados misericordiosamente hasta aquí. Recordemos que la fe se seca cuando deja de ser dependiente del Señor, y se
convierte en una adhesión externa a un credo religioso. Por el contrario, ello es, entonces, una fuente del peligro más inminente.
Regocijémonos, pero continuemos en dependencia de esa gracia que, habiéndonos llamado a salir fuera, solamente puede guardarnos:
"retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona." (Apocalipsis 3:11 - VM). El Señor podía desechar fácilmente a
aquellos que se preciaban acerca de su conocimiento, y podía formar de las piedras, para que tomaran el lugar de los desechados,
hijos verdaderos de Abraham. Tengamos cuidado, para que de ninguna manera nosotros presumamos acerca de la posición en lugar
de depender de Él.
"Al que venciere, yo lo haré
columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí." (Apocalipsis 3:12). Esto parece distinguirse como una posición
contraria a la puerta abierta. Se supone que hay un salir fuera de corazón ahora: ciertamente una persona cuyo corazón no
salga fuera en amor es indigna del Señor, y no entiende a qué el Señor lo llama a salir fuera. Porque, más allá de toda duda,
una de sus cualidades más distintivas es la cosa misma, este ejercicio de corazón relacionado con la puerta abierta. No se
trata meramente de considerar y hacer uso de lo que el Señor les da; sino como testigos de Su gracia y verdad, el corazón
saliendo fuera hacia todos los que son Suyos, así como a todos los que no Le conocen. No importa cuál pueda ser el estado
de ignorancia o la necesidad de ellos. No, a decir verdad, ¿por qué debería uno prestar atención a personas que hablan duramente
de los que ellas malentienden? Es algo pequeño de nuestra parte pensar mucho acerca de ello. La senda de fe debe ser ininteligible
para los que están fuera de ella. ¿Cómo podía un lugar semejante interesar seriamente a los hombres de Sardis o Tiatira, o
a aquellos de los que yo tengo que hablar al finalizar Laodicea?
Manteniendo en mente lo que
he dicho de esas cosas, y de las formas en las que el testimonio, más o menos, según la mente de Dios, se ha encontrado en
la Cristiandad, comenzando, uno después del otro, pero continuando desde Tiatira hasta el final, nosotros vemos que es una
cosa extremadamente seria para Laodicea. No supongan ustedes que Filadelfia se vuelve Laodicea. Este es un pensamiento completamente
falso. Uno bien puede creer que existen personas que una vez que están en Filadelfia, se vuelven activas en Laodicea. Siempre
ha de ser que la corrupción de las cosas mejores es la peor de las corrupciones. Sin duda que existe un vínculo moral en aquel
terrible colapso. El Señor toma Laodicea comparada con Filadelfia. Hay un contraste minucioso, y esto sucede en todos los
puntos. Pero, entonces, no es verdad que una cae en la otra. Después que Laodicea comienza, ellas coexisten. El hecho de pensar
que ellas comienzan sucesivamente, como las demás, es perder de vista lo que se ha hecho notar; pero ellos son, también, estados
contemporáneos que continúan hasta que el Señor viene. De igual manera con Filadelfia y Laodicea.
Pero nosotros, por un momento,
consideraríamos a Laodicea; y tenemos aquí lo que es más ofensivo que en Sardis, o incluso en Tiatira. Puede que no exista
aquello que parece tan grosero; y hay eso que está verdaderamente condenado a la destrucción en Tiatira - Jezabel y sus hijos,
por ejemplo. Puede que esto no sea así con respecto a Laodicea. Pero, aun así, hay un carácter muy repulsivo en Laodicea.
¿Con qué suma repugnancia Cristo la menciona? Estoy ansioso de mostrarles que este es el peligro, el peligro especial, del
momento actual. Los Cristianos, en general, no regresan a Sardis o Tiatira; pero ¿quién garantizará contra Laodicea? Esto
es de lo que tenemos que tener cuidado. Laodicea está creciendo rápidamente. Si Filadelfia es caracterizada como haciendo
de Cristo el objeto en todas las cosas, aquí, la autocomplacencia y la indiferencia a Su gloria gobiernan. Hay bastante conocimiento,
aunque no de la verdad; debido a que existe una gran diferencia entre estas dos cosas. Ellos son ricos, y se han enriquecido.
¿Dónde obtuvieron estas riquezas? Estas cosas con que se han enriquecido no han sido dadas jamás en la gracia de Dios, sino
que han sido solicitadas en préstamo o han sido robadas. Ellas eran verdades que otros habían obtenido frescas de la Palabra
de Dios. Ellas son utilizadas aquí para la exaltación del hombre, y por eso, totalmente aparte de la conciencia, y así, sin
Cristo. Ellos, por consiguiente, ministran a la autocomplacencia, y producen pronto dolorosos resultados, no obstante una
cierta apariencia que satisface la mente. No hay nada nuevo que ustedes les puedan decir: ellos ya lo saben. La verdad no
tiene poder porque, antes que nada, Cristo no es el objeto, y luego, el conocimiento no es utilizado para Su gloria.
Y esta es la razón por la que
yo creo que se trata de un principio destructivo - el hecho de llevar la mera inteligencia, como se la denomina, al primer
plano, en el caso de un alma que viene ante nosotros. Es la pura verdad: las personas que dan semejante relevancia a la inteligencia
acerca de las almas, hacen mucho para dañarlas. Pero hay más, los que hacen eso ¿pueden ser, ellos mismos, realmente inteligentes?
Ello es, entonces, desafortunado en ambos aspectos. Porque la verdad de ello es que ustedes no pueden obtener verdadera inteligencia
aparte de la obediencia; y, si aparentemente ustedes la obtienen, ¿vale la pena tenerla? La única cosa que parece ser deseable,
o del Espíritu de Dios, es que un poco de luz influya para conducir a más; y esto, amados amigos, encontrado en el lugar que
es conforme a Dios. Y, por tanto, es realmente triste cuando al conocimiento se le da una importancia indebida. Supongan que
una persona no está en comunión, y quiere comprender todo acerca de la naturaleza de la iglesia antes de venir, y se piense
que él no será un buen hermano a menos de que él sea, primeramente, eclesiásticamente inteligente. El principio completo parece
ser falso desde el principio hasta el fin, ya que se trata de sustituir a Cristo por conocimiento. Porque, de acuerdo a mi
observación, los mejores hombres que han crecido en la verdad de Dios son quienes, y muchos de nosotros podemos recordar,
¿eran lo suficientemente inteligentes cuando entraron?; y los hombres que se quejan, ¿son ellos inteligentes ahora?
Suponiendo el caso de cristianos
buscando comunión; algunos pueden objetar una tipo de banco trasero para los catecúmenos, mientras que ustedes quieren que
ellos entiendan acerca de la iglesia y del Espíritu antes de que ellos sean recibidos: ¿Cómo han de conseguir ellos esto?
¿De qué se ocupan ellos y dónde, mientras esto continúa? Ellos, quizás, sienten una cierta necesidad de recordar al Señor,
y están acostumbrados a hacerlo. ¡Pero ellos no deben ser recibidos aún! parece que no son lo suficientemente inteligentes.
¿Deben ellos, en el intertanto, ir a la deriva asistiendo a iglesias y capillas para obtener inteligencia? ¿Acaso no es toda
esta noción, en todo sentido, equivocada, y lo que es peor, contraria a la Palabra de Dios? Porque es evidente que, en su
mayor parte, las personas no dejarán las denominaciones a menos que ellas tengan un terreno sustancioso de atracción en el
Señor. Ustedes no pueden esperar más al principio. Pero existe lo suficiente en ellos para permitirles discernir lo que es
según Dios; y es mucho mejor actuar en el título de Cristo que mantenerlos fuera tiritando en el frío. Recíbanlos y denles
la bienvenida como miembros del cuerpo, como miembros de Cristo. Puede haber un interrogante, obviamente, acerca de si ellos
son Suyos, y no poco cuidado debe haber aquí al respecto; pero es en el lugar verdadero, conforme a Dios, que la verdad es
aprendida divinamente. Puede haber una valoración previa de Cristo, justo la necesaria para atraerlos; aun así, no busquen
conocimiento en primer lugar, sino fidelidad a Cristo. Asegúrense que ellos conocen al Padre.
¿Acaso no han conocido ustedes
a personas en comunión, que hablaban fuertemente y en exceso acerca de sus principios eclesiásticos, y aún así, que dejan
que todo principio se lo lleve el viento cuando algo se cruza en la voluntad de ellas? Yo he conocido almas probadas y débiles
que entraron, atraídas por el grato olor de Cristo que ellos encontraron como en ninguna otra parte, y estas crecieron en
la verdad, y se mantuvieron firmes y fieles, mientras vuestras inteligentes personas caían irremisiblemente. No tengan confianza
en nada más que en el nombre de Cristo. Y cuando se trata realmente de Cristo mismo, de la gracia y la verdad que se hallan
en Él, la confianza es más fuerte, y ministra gracia al alma cuando se la influencia obedientemente.
Así, es un verdadero mal para
las almas y lejos esta ello de Cristo, cuando se le da un lugar indebido a la inteligencia. Este es el material para edificar
Laodicea y no Filadelfia. "Yo soy rico, y me he enriquecido" (Apocalipsis 3:17), es exactamente lo que resulta de ello, y
es repulsivo para el Señor. "Quisiera yo que fueras o frío o caliente." (Apocalipsis 3:15 - VM). "Pero por cuanto eres tibio,
y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo
necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí
compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de
tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas." (Apocalipsis 3: 16-18). ¿Acaso no es esto solemne? ¿Dónde está ahora
el lugar dado al mero conocimiento y no a Cristo, ni a la verdad, sino al conocimiento? Estas riquezas a la manera de bienes
fueron adquiridas. Había una ausencia total de verdad viviente, aun en lo que se refiere a los fundamentos del Cristianismo,
tanto así que las personas aplican constantemente esto a los hombres inconversos; y parece serlo. Oro, es decir, la justicia
divina, vestiduras blancas o justicia práctica, y colirio, el poder de discernimiento divino, son las cosas mismas que deberían
caracterizar a los Cristianos sencillos desde el principio; pero hay una ausencia total de lo necesario, y el Señor les aconseja
comprar.
Hay más, también. Después de
mencionar su reprimenda y castigo a los que Él ama, Él los llama a ser celosos y a arrepentirse, diciendo, "He aquí, yo estoy
a la puerta." (Apocalipsis 3:20). No se trata ahora de la puerta abierta sino de la cerrada. "Yo estoy a la puerta y llamo;
si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3:20). Por la misma razón,
este es un texto aplicado o, más bien, mal aplicado al predicar el evangelio. Pero esto muestra el ampliamente difundido latitudinarismo
[2] que crece a través del mal uso del testimonio Filadelfiano. Es el estado de cosas para las personas que no están satisfechas
con ningún cuerpo Protestante, ni quizás con ninguna cosa de tipo Católico, pero que no tienen la fe para salir fuera del
campamento a Cristo solamente (Hebreos 13:13), para guardar Su palabra, y no negar Su nombre. Ellas piensan que pueden obtener
la verdad sin el costo, aborrecen el exclusivismo, condenan los círculos de hermanos, aman el «nothingarianismo» (N. del T.: personas sin ninguna creencia, credo, o posición
política en particular.), y mantienen un lugar
de respetabilidad en el mundo. Laodicea es la consecuencia, y el estado moral que sigue a esto, es un debilitamiento total
- no diré de la iglesia, ni siquiera de la comprensión de la gloria celestial de Cristo sino aun - del evangelio de Dios.
¡Oh! ¿no es esto solemne? "Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas
para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas." (Apocalipsis
3:18). De este modo, los elementos mismos de lo que un hombre pecador quiere para su alma es lo que estos Laodiceanos ensalzaban
con la idea de conocimiento y privilegio, dejando la necesidad al final; el Señor les expone este humillante testimonio. Tal
es el resultado del mal uso autocomplaciente que el hombre hace de la verdad que Dios dio en Su gracia.
[2] Latitudinarismo = Doctrina y actitud adoptada por algunos teólogos anglicanos en el siglo XVII que, interpretando
de forma laxa las enseñanzas cristianas, defienden que hay salvación fuera de la Iglesia, rechazan los dogmas, dan preferencia
a la razón sobre la Biblia y las tradiciones, se interesan por la moral más que por la doctrina y defienden una amplia tolerancia
en materias religiosas. (Fuente: Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española - N. del T.)
Pongamos atención a la escena
final: nosotros estamos al borde de este final. Miremos, por tanto, al Señor, porque yo estoy persuadido que hay un peligro
inminente y en aumento. No hay duda de que existe la esperanza bienaventurada de que Él viene, y que viene pronto. Existe
la gracia que nos guarda, si miramos a Cristo como el objeto de nuestras almas: si miramos cualquier otro objeto, este nos
desvía. Y yo les insistiría acerca de esto, de que se encontrará que el hecho mismo de que nos complazcamos en cualquier confianza
depositada en la posición en que estamos, no sólo es un fracaso total, sino un engaño y una trampa. El resultado será, ciertamente,
que esas cosas no resistirán el día de la prueba - el paso fatal será tomado. Laodicea es el nuevo título de neutralidad o
indiferencia que crece rápidamente alrededor nuestro en la actualidad. Existe, por una parte, lo que es del hombre, y por
la otra, lo que es de Dios; y el Señor introduce todo eso, y más, en este retrato impresionante del final de la Cristiandad.
¡Oh! que pueda haber gracia y poder para librar, y establecer almas en libertad perfecta para adorarle y servirle a Él. Que
el Señor pueda darnos, aferrándonos a Él, en primer y último lugar en comunión con Su hijo, ser hallados, también, sencillos
y fervientes en nuestros deseos de dar a conocer Su nombre. Si existen los que dejan Filadelfia por Laodicea, puede haber
otros reunidos hacia Cristo fuera de aquello que es muy ofensivo y muy nauseabundo.
William Kelly
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Febrero/Marzo 2010.-
Título original en inglés: "PHILADELPHIA AND
LAODICEA" by William Kelly
Publicado en "THE BIBLE TREASURY" Vol. XVI
Versión Inglesa |
|
|