Revista VIDA CRISTIANA (1961 a 1969)


Revista VIDA CRISTIANA (1961 a 1969)

EQUILIBRIO

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EQUILIBRIO

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

 

 

Tener afición por el aislamiento, puede conducirnos al des­precio mordaz de todo lo que nos liga genuinamente con el prójimo. La torre de marfil, suele ser el refugio de los engreí­dos y esto es una grave enfermedad que mina el organismo de toda sociedad o cuerpo. Todo miembro que se aísla vo­luntariamente en su norma de conducta del trato ajeno, hurta, por así decir, energías y vitalidad al cuerpo al que genéricamen­te pertenece. Esto acarrea serias consecuencias y responsabi­lidades a la vez.

 

Por otra parte, una vida de actividad sin reposo, un afán de servicio visible, un movimiento irrazonado, sin beber de las fuentes motoras de la energía que coordina el trasiego de nuestro andar diario, conduce indefectiblemente a la vacuidad en cuanto a sus resultados.

 

¿Qué no deducir pues, de esta falta de equilibrio, llevan­do o mirando estas cosas como correspondiendo a lo que se ata y se desata? (Mateo 18:18). Pero veamos algunos rasgos positivos y bien equilibrados. Consideremos aquella medida, o pesa cabal, que tanto agrada al Señor (Proverbios 11:1) y de la cual se constituyó ejemplar Maestro.

 

¿Es que acaso el Señor amaba la soledad? o por lo con­trario ¿era Su vida eminentemente social? No; ni lo uno ni lo otro (Proverbios 8:31 y Juan 6:15). El Señor era un Hom­bre con mayúscula. El equilibrio más perfecto gobernó todo el curso de aquella vida de humanidad sin mácula. Era el limpio de manos y puro de corazón del Salmo 24; el que podía residir en el monte de la santidad del Salmo 15. Así es que, en ese maravilloso equilibrio, sabía exactamente buscar la comunión y aún las directrices del Padre (puesto que vo­luntariamente tomó un lugar de dependencia). A los ojos de sus contemporáneos, o de algún crítico ligero, podía parecer un solitario en ciertas ocasiones, mas Su conducta obedecía al hecho de querer aplicar la medida divina de la gracia en favor de los hombres, una vez que descendiendo de la esfera sublime de la intimidad del Padre, se introducía en las cir­cunstancias de estos por miserables que fueran, y entonces esos mismos contemporáneos decían de él: "Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores." (Lucas 7:43).

 

"Pero la sabiduría es justificada por sus obras." (Mateo 11:18 – BTX).

 

¡Que retiro más precioso para el servicio necesario! Nues­tra vida no es ni contemplativa, ni nerviosamente activa. ¡Que el Señor nos guíe en su senda humilde de perfecciones sin par! Pero ahí si, en esa senda Él estuvo solo. Visiblemente, ni una nota de simpatía, ni comprensión vibró a Su alrededor.

 

Halló eso sí, una mujer que le hizo exclamar: "Oh mujer, grande en tu fe" (Mateo 15:28), y esto daba gozo al corazón del Señor. Hallo también otra de quien pudo decir que había escogido "la buena parte" (Lucas 10:42), y que también en vida le ungió para su sepultura (Juan 12:7); pero un corazón en quien poderse descansar y ser correspondido a lo largo de Sus condensados tres años de amar y de servir, no lo halló en­tre los hombres; no lo había. En este aspecto ha sido el ben­dito solitario. Y aunque exclamaba "no estoy sólo" (Juan 16:32), la comunión, la identificación, la perseverancia en un amor constante y santo la hallaba, o mejor dicho la vivía (pues nunca la perdió para recobrarla), en el seno del Padre.

 

En este camino; en esta soledad, siempre Le tendremos como amigo. En Él hallaremos un corazón invariable que nos con­solará con el mismo amor que a Él le consoló en Su senda. Y si cantamos el himno: 'Tu camino solitario – por donde fuiste a la cruz – de todos desconocido – sea nuestro oh Jesús', con más deseo que cadencia musical, ciertamente nos será concedido.

 

Fue el camino que poco después – unos años apenas – el 'Pablo viejo' anduvo, y que a medida que se acrisolaba su fidelidad hacia el divino Precursor, más solitario se le hacía... Por poco que probemos andar en él, apenas si hallaremos unos pocos Timoteos y Lucas por los cuales podamos dar gra­cias a Dios; y si el combate es fuerte y lo lidiamos con armas de legitimidad, cuando "todos me desampararon" dice el após­tol – "el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas" (2ª. Timoteo 4: 16—­17); eso es lo que cuenta.

 

Sobre la medida del camino solitario, un recordado sier­vo del Señor escribió lo siguiente: «De la proporción entre la medida secreta de comunión de nuestra marcha con Dios y de lo que pasa de hora en hora entre nuestra alma y Él, podrá calcularse el grado de nuestro aislamiento. En lo que debe­mos prestar atención de forma particular, es en que nuestras obras sean perfectas delante de Dios; que todas nuestras ac­ciones sean medidas en relación inmediata con Él; y esto ne­cesariamente, debe de producir un cierto grado de aislamien­to. Este fue el caso de Cristo. Siempre humilde, siempre soli­tario y sin embargo, lleno de amor por todos, de una afabili­dad perfecta hacia toda alma en la necesidad, así como en favor de Sus discípulos. Poco importa que bajemos en la es­timación ajena; es la consecuencia necesaria de la fidelidad.»

«...Al mismo tiempo es buena cosa caminar con los santos guardando y cultivando su afecto, pero cuanto más la mar­cha individual estará marcada por la fidelidad, más el aisla­miento será manifiesto porque esto sólo es comprendido por los menos. Asimismo, cuanto más cerca estemos de Cristo, la gracia hacia los demás irá en aumento según el Señor dijo: "que os améis los unos a los otros, como yo os he amado". Así habrá, en una senda cerca de Dios, el sentimiento perma­nente de Su favor secreto; pero entonces esta dependencia per­sonal de Dios nos conducirá al aislamiento; es por lo que, nuestro sendero será solitario como lo fue siempre el de Cristo

 

Hasta donde pueda llegar la medida de restricción que nos toque vivir, sólo Dios lo sabe. El Señor no tenía necesidad de límites en Su senda. Si se sometió a algunos de ellos, fue para manifestarnos más y más, la gloria del carácter moral en Su humanidad. En Su perfección tenía la prerrogativa de manifestar un amor gratuito por encima de la responsabilidad del hombre, pero Él ha trazado unos límites en nuestro sende­ro. Unos límites necesarios que no debemos trasgredir so pena de arruinar el testimonio. Límites de una esencia moral en nuestra marcha que no pueden mezclarse: los del amor en la verdad y los de la verdad en amor.

 

¡Que el Señor nos conceda salvar el escollo de nuestra de­bilidad!

 

C. S. C.

 

Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1963, No. 62.-

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