Revista VIDA CRISTIANA (1961 a 1969)


Revista VIDA CRISTIANA (1961 a 1969)

AFECTO FRATERNAL Y AMOR (J. N. Darby)

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AFECTO FRATERNAL Y AMOR

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

 

 

CARTAS DE J. N. D. N° 15

 

Londres, febrero de 1837

 

 

Ordinariamente se cree que el "afecto fraternal" es el amor, e incluso que éste es su expresión más perfecta; es un error; el pasaje de 2 Pedro 1:7 lo demuestra. "… a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor." Que el afecto fraternal sea un fruto muy dulce y muy precioso de la gracia, es cosa cierta: fruto precioso para el corazón que está lleno de él, pre­cioso también en las relaciones mutuas que se desarrollan bajo su acción; pero el afecto fraternal no es el amor. Somos exhortados a unir a éste el amor. La razón es bien simple: si se trata del afecto fraternal, los hermanos son los objetos de este afecto y no obstante que este se desprenda de la gloria cuando es sincero y puro, reviste con facilidad en nosotros, el carácter que le da su objeto, tendiendo a hallar sus límites en las personas de las cuales se ocupa y a ser gobernada por los sentimientos que le aporta. Se corre el riesgo de tener sus objetos por objetivo y, como consecuencia, tiende a evitar todo lo que podría turbar y causar pena en lo que hay de agradable en estas relaciones, donde los sentimientos son correspondidos y, por consiguiente, de hacer de todo esto la medida del andar cristiano. En una palabra, cuando el afecto fraternal no tiene otro fin que él mismo, los hermanos, al ser nuestro principal cuidado, vienen a ser el motivo y el principio rector de nuestra conducta, viniendo a resultar esto tan mal asegurado conforme a cuál sea el estado de los hermanos con los cuales podamos estar en contacto. Es por lo que apóstol: "Y sobre todas estas cosas, revestíos de amor, que es el vínculo de la perfección." (Colosenses 3:14 - VM); y otro apóstol dice también: "y al afecto fraternal, el amor." (2 Pedro 1:7 - BTX). Pero, se dirá: «el amor es el afecto, ¿y acaso no buscará la práctica de lo que es afable, de lo que es atento?» Sin duda alguna, pero hemos de saber que el amor hace intervenir a Dios. "Dios es amor" "el que habita en el amor, habita en Dios y Dios habita en él." (1 Juan 4:16 - VM). De lo cual se infiere que el amor hace intervenir el modelo de lo que es el verdadero amor; y el simple afecto fraternal en sí mismo jamás puede hacer esto. El amor es el vínculo de la perfección, para Dios, y su medida es el mismo Dios en la actividad de Su amor.

 

Reducido a sí mismo, el afecto fraternal tiene por objeto al hermano; en cambio el amor es gobernado por la conciencia de la presencia de Dios y existe en virtud de esa misma conciencia. Asimismo, lo que no es compatible con la presencia de Dios y Su gloria, no puede ser soportado por el corazón que está lleno de este amor. Este corazón obra y piensa en el espíritu del amor, pero es en el Espíritu de Dios, por la presencia del cual este amor es, interiormente, probado y activo. El amor era activo en Cristo, cuando decía: "!Serpientes, generación de víboras!" (Mateo 23:33), y en Pablo también, cuando escribía: "!Ojalá se mutilasen los que os perturban!" (Gálatas 5:12).

 

El amor, por el hecho de ser en sí la misma presencia de Dios, y por el hecho de que nosotros sentimos esta presencia, y porque Le vemos allá, no tolera el mal. En el afecto fraternal, siendo el hermano el que ante todo me ocupa (y si la presencia de Dios no es sentida, la naturaleza, sin darnos cuenta, se insinúa fácilmente y aquí bajo las apariencias menos sospechosas y las más amables), coloca al hombre delante de Dios, y yo disimulo o escondo el mal, doy libre curso a la benevolencia y llego incluso a excluir a Dios y a tenerlo fuera. El amor es Dios presente y obrando aún hasta cuando este mismo amor se ejerce con respecto al hombre; pero el amor da a Dios todos Sus derechos. Es Él quien es el amor, mas nunca es inconse­cuente consigo mismo.

 

Su amor en favor del hombre se ha demostrado en lo que fue la prueba más solemne de su intolerancia con respecto al mal, a saber: la cruz. NO EXISTE VERDADERO AMOR, SIN JUSTICIA. Si Dios es indiferente al mal, si no es justo, entonces no hay amor en la gracia que usa en favor del pecador. Dios aborrece el mal; no lo puede soportar en Su presencia y es por ello por lo que en Sus modos de obrar para con nosotros como pecadores muestra el amor más perfecto. Si tengo diez hijos y se portan mal y digo: «Tengo que manifestarles amor», y no hago caso de su pésima conducta; o si algunos entre ellos andan mal y los trato como si en mi espíritu no existiera diferencia alguna entre lo bueno y lo malo, con respecto a su conducta, esto no es amor sino más bien indiferencia ante el mal. Un amor así es el que desearían los inconversos, es a saber: que Dios no se preocupe del mal, tal como ellos hacen; pero este no es el amor divino, el amor que tiene horror del mal, sino que el amor de Dios se eleva por encima del mal, obrando en relación con éste, sea quitán­dolo, sea haciendo uso de castigos necesarios. Pues si se su­pone que Dios es indiferente al mal, entonces nada santo, ni santificado me puede ser propuesto para que Le ame.

 

Dios no reconoce como amor eso que llaman así, y que a la par soporta y tolera el pecado.

 

J. N. Darby

 

Revista "VIDA CRISTIANA", Año 1962, No. 56.-

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