LAS GRANDES PROFECÍAS DE DANIEL (William Kelly)

DANIEL- Capítulo 2














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Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

BJ = Biblia de Jerusalén

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

LAS GRANDES PROFECÍAS DE DANIEL

Una serie de conferencias sobre

Las Profecías y Principios del Libro de Daniel

 

por William Kelly

 

 

Capítulo 2.

 

DOS GRANDES SECCIONES DE DANIEL

 

         Antes de entrar en mi tema actual, me gustaría señalar una prueba obvia de que Daniel 1 tiene el carácter de prefacio. El último versículo del capítulo nos informa que "Daniel permaneció allí hasta el año primero del rey Ciro." (Daniel 1:21 - BJ). No se trata meramente de un relato de determinadas circunstancias, presentado antes de que seamos introducidos a las varias revelaciones o hechos que son presentados en sucesión en el libro; sino que tenemos la preparación para el lugar que Daniel había de mantener. Y entonces, somos llevados, por decirlo así, hasta el final. La continuidad de Daniel se muestra a través del período completo de la monarquía Babilónica, e incluso hasta el principio de la Persa. Ello no significa que Daniel vivió sólo hasta el primer año del rey Ciro; porque la última parte del libro nos muestra una visión posterior a esa fecha. Se establece solamente el hecho de que él vivió al comienzo de una nueva dinastía. Y se encontrará que el final del último capítulo es una conclusión igualmente adecuada al libro; respondiendo, como tal, al primer capítulo como un prefacio.

 

         Pero antes de ir más lejos, yo haría una observación de tipo general. El libro se divide en dos volúmenes, o secciones, casi iguales. Primero, lo que se refiere a los grandes poderes Gentiles, y los rasgos que marcarían su conducta interna; y, por último, lo que se refiere al juicio de todo ello. Esto continúa hasta el final de Daniel 6. Luego, desde Daniel 7 hasta el final, no tenemos la historia exterior de los cuatro imperios Gentiles, sino aquello que es de un interés más peculiar para el pueblo de Dios (Israel). Esto fue indicado, y es lo suficientemente evidente, por la circunstancia de que la primera parte del libro no consiste de visiones que Daniel vio; pues la única profecía propiamente llamada así, fue vista por Nabucodonosor. Hay una en Daniel 2, y luego otra de un carácter diferente en Daniel 4; estando los capítulos 3, 4, y 6 de Daniel, conformados por hechos que tenían que ver con la condición moral de las dos primeras monarquías, pero que no tenían absolutamente nada que ver con lo que fue dado a conocer en primera instancia a Daniel, o con visiones vistas por el profeta mismo; mientras que la última parte del libro se ocupa exclusivamente con comunicaciones al profeta mismo. Y es allí que encontramos, no meramente lo que debería impactar a la mente natural, sino los secretos de Dios que afectan e interesan peculiarmente a Su pueblo, y por tanto, encontramos también los detalles. La demostración externa de esto es, que el capítulo 6, el cual finaliza lo que yo he llamado 'la primera sección de Daniel', nos lleva nuevamente al final. "Y este Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa." (Daniel 6:28). Ahora bien, esto es notable, debido a que el capítulo siguiente retrocede nuevamente a Belsasar. "En el primer año de Belsasar rey de Babilonia tuvo Daniel un sueño, y visiones de su cabeza", etc. (Daniel 7:1). Eso fue mucho antes de Ciro el Persa. Luego, en Daniel 8, "En el año tercero del reinado del rey Belsasar." (Daniel 8:1). Y en Daniel 9, "En el año primero de Darío hijo de Asuero." (Daniel 9:1). Hasta el momento todo es normal. A continuación pasamos a los capítulos 10 al 12. "En el año tercero de Ciro rey de Persia, cierta cosa fué revelada a Daniel", etc. (Daniel 10:1 - VM). La primera parte (capítulos 1 al 6) nos lleva hasta el final de una manera general, y la segunda (capítulos 7 al 12) con igual orden; divididas estas partes, no meramente en su forma exterior, sino teniendo la diferencia moral ya explicada, es decir, una externa y la otra interna. El hecho de que esto no es una cosa sin precedente en la Palabra de Dios, es algo familiar para el lector de Mateo 13. Allí, tenemos una presentación ordenada del reino de los cielos bajo ciertas parábolas - siendo la primera de estas una parábola a manera de prólogo. Ahora bien, tomando las otras seis parábolas (pues hay exactamente siete en total), ustedes tienen una división de ellas en dos grupos de tres, el primero de los cuales se refiere al exterior del reino, y el último a las relaciones más internas y ocultas.

 

Historia Externa e Interna

 

         Esto responde exactamente a lo que tenemos en Daniel. En primer lugar, la historia externa ocurre hasta el final, y, a continuación, la sucede la interna, o aquello que era de interés especial para los que comprendían los modos de obrar de Dios. Esto será suficiente para demostrar que el libro se caracteriza por ese método divino que nosotros deberíamos esperar en la Palabra de Dios. Hay un diseño profundo, que se repite en todas las obras de Dios, y más especialmente a través de Su Palabra. El dedo de Dios mismo es evidente, efectivamente, en lo que Él ha hecho; sin embargo la muerte ha entrado, y "la creación fue sometida a vanidad" (Romanos 8:20 - LBLA). De ahí que nosotros oímos los gemidos de la creación inferior; y, en la medida que ustedes suben en la escala de la vida animal, la miseria es más intensa. El hombre es más consciente y capaz de sentir la miseria que su propio pecado ha traído sobre el mundo, y sobre la creación, de la cual él es hecho señor. Pero en la Palabra de Dios, aunque puede haber equivocaciones y errores de los escribas, estos, en su mayor parte, no son más que pequeños lunares.  Ellos pueden oscurecer su luz plena; pero son insignificantes en comparación con el evidente resplandor de lo que Dios da, aun en la versión más imperfecta. Pasando por manos de hombres, nosotros descubrimos, más o menos, la debilidad que está ligada a los vasos terrenales; pero por medio de la gran misericordia de Dios, hay una luz amplia para toda alma honesta.

         Pero, volviendo a esta primera gran escena, nosotros tenemos el fracaso completo de la sabiduría del mundo. Se tuvo inusual cuidado, en la corte de Babilonia, de tener hombres entrenados en toda sabiduría y conocimiento. El tiempo había llegado cuando esto se iba a poner a prueba. A Dios le plugo, mientras el gran rey Gentil estaba meditando en su cama, darle una visión de la historia futura del mundo: gratificando, por una parte, su deseo de ver desvelado el curso del mundo de allí en adelante; mientras que, por otra parte, se le hizo sentir la impotencia total de todos los recursos humanos. Fue la oportunidad para que Dios mostrara Su propio poder, y la sabiduría perfecta de la cual incluso un pobre cautivo fue el canal de comunicación. Este es un notable ejemplo de los modos de obrar de Dios. Aquí estaban estos Judíos; y el orgulloso rey podría haber supuesto que, si Dios estuviera por ellos, de ninguna manera ellos podrían haber llegado a estar bajo su mano. Pero si los que componen el pueblo de Dios son culpables, no existe nadie cuyas faltas Él expone de mayor manera. ¿Cómo conocemos el mal que Abraham hizo? ¿o David? Sólo de parte de Dios. Él ama demasiado a Su pueblo como para ocultar sus faltas. Es una parte de Su gobierno moral el hecho de que Él sea exactamente el último en poner, o  en permitir, un velo sobre lo que le desagrada, incluso en aquellos que Él ama más. Tomen a una familia bien gobernada. ¿Actúa el amor cubriendo la falta del hijo, cuando el hijo debería sentirla? - y debe sentirla si él quiere ser feliz. Así es con el pueblo de Dios. Israel le había abandonado - habían negado su relación con Él; y Dios muestra que Él sintió el pecado de ellos, y que ellos deben sentirlo también. Él los desconoció como pueblo Suyo por un tiempo - los removió de la tierra en que Él los plantó; y ellos eran ahora esclavos de los Gentiles.

         Pero, a su vez, su conquistador debe aprender que, después de todo, la mente - el corazón de Dios, estaba con los pobres cautivos. El poder de Dios podía estar con los Gentiles por una temporada, pero los afectos de Dios y Su secreto estaban con los Suyos, aun en la hora de su humillación.

         Las circunstancias a través de las que esto fue mostrado, ilustran notablemente los modos de obrar de Dios. El rey sueña un sueño: el sueño se le va. Él llama a sus sabios, y les solicita que le hagan saber el sueño y su interpretación. Pero todo es en vano. Ellos mismos están tan impactados con la irracionalidad de la demanda, que dicen, "no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne." (Daniel 2:11). Era imposible cumplir con la petición del rey. Se permitió, de este modo, que todo saliera a la luz en su realidad. La sabiduría de ellos demostró ser infructuosa para lo que se deseaba. Daniel se entera del edicto que fue divulgado, de que los sabios iban a ser llevados a la muerte. Él acude a Arioc, y pide que se le dé tiempo. Pero presten atención a esto - y ello es la característica de la fe - él tiene confianza en Dios. Él no espera hasta que Dios le dé la respuesta antes de decir que él mostraría la interpretación del sueño. Él la ofrece de inmediato. Él confía en Dios, y eso es fe - una convicción fundamentada sobre el carácter conocido de Dios. "El secreto de Jehovah es para los que le temen" (Salmo 25:14 - RVA), y Daniel temía al Señor. Por consiguiente, también, él no se alarmó ante el edicto. Él sabía que Dios, quien dio el sueño, podía recordarlo. Al mismo tiempo, no pretende, en el más mínimo grado, responder él mismo. Tenemos así dos grandes cosas presentadas en Daniel: primero, su confianza de que Dios revelaría el asunto al rey; y en segundo lugar, su confesión de que él no podía. Él va a su casa, y da a conocer el asunto a sus compañeros. Él desea que ellos también "pidiesen misericordias de parte del Dios del cielo en cuanto a este secreto." (Daniel 2:18 - VM). Él le da un valor extraordinario a las oraciones de sus hermanos - los testigos, junto con él, del Dios verdadero en Babilonia. Los hace arrodillarse delante de Dios, así como él mismo toma ese lugar. Pero Daniel, teniendo una fe especial, fue aquel a quien, por consiguiente, Dios honra. "Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche." (Versículos 14 al 19).

         Tampoco él va directamente al rey, ni siquiera a sus compañeros, para contarles que Dios le había dado a conocer el sueño. La primera cosa que hace es ir a Dios. El Dios que ha dado a conocer el secreto es Aquel a quien Daniel reconoce de inmediato. Él está en el lugar de uno que adora a Dios. Y permítanme que lo diga: este es el gran objetivo de todas las revelaciones de Dios. No supongan que se trata de hacerme conocer mi pecado y un Salvador satisfaciendo todas las necesidades de mi alma. Lo que Dios obra por medio de Su Espíritu en Sus santos, no es que ellos han de conocer meramente que son librados del infierno, o que deberían andar como Sus hijos. Hay una cosa aún más elevada. Dios hace a los de Su pueblo adoradores de Él mismo; y, si hay una cosa en la que los hijos de Dios fallan más que en ninguna otra, es comprender completamente su lugar como adoradores.

         Ahora bien, Daniel entendió esto. Aunque era comparativamente joven, él conocía bien la mente de Dios. Y aquí tenemos este hermoso rasgo. Él pone de manifiesto, en su exultación de alabanza, la mente de Dios; y esto, no tanto en conexión con Su poder - aunque es verdad que Él "cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes", etc. (Daniel 2:21 - LBLA) - sino que sobre lo que su corazón se explaya especialmente es esto: que Él "da sabiduría a los sabios, y conocimiento a los entendidos." (Daniel 2:21 - LBLA). Yo llamo a poner atención a las palabras. Es muy cierto que el Señor mira al ignorante con compasión, y muestra Su bondad a los que no tienen entendimiento. Pero Daniel está hablando de Sus modos de obrar con aquellos cuyos corazones están dispuestos hacia Él; y en el caso de ellos el principio del Señor es, "Al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado." (Mateo 25:29). Nada es más peligroso, en las cosas de Dios, que detenerse bruscamente en la senda en que aprendemos Sus modos de obrar. Lo que detiene a las almas es el hecho de que tienen conciencia de que la verdad es demasiado práctica; y ellas temen las consecuencias; pues la verdad de Dios no es una cosa meramente para conocer, sino para vivir; y el alma retrocede instintivamente debido a los serios resultados presentes que ello conlleva. En el caso de Daniel, el ojo era sencillo, y, por consiguiente, todo el cuerpo estaba lleno de luz. Este es el real secreto del progreso. Dejen que el deseo sea solamente hacia Dios, y el progreso es seguro y constante.

 

Daniel Explica el Sueño

 

         Entonces, Daniel va a Arioc, y dice, "No mates a los sabios de Babilonia; llévame a la presencia del rey, y yo le mostraré la interpretación." (Daniel 2:24). Por consiguiente, Arioc lleva prontamente a Daniel ante el rey, y dice, "He hallado un varón de los deportados de Judá, el cual dará al rey la interpretación." (Daniel 2:25). El rey le pregunta si es verdad que él es capaz de dar a conocer el sueño y la interpretación. La respuesta de Daniel es hermosa. El conocimiento real, profundo, de los modos de obrar de Dios está acompañado siempre por la humildad. No hay mayor error, ni uno más infundado, de hecho, que la suposición de que la inteligencia espiritual envanece; el conocimiento puede envanecer - me refiero al mero conocimiento. Pero yo hablo de esa comprensión espiritual en la Palabra, que emana del sentido que se tiene del amor de Dios, y procura propagarse, si es que lo puedo expresar de este modo, simplemente porque es amor divino. Daniel da a entender cuán imposible era para los sabios, los astrólogos, los magos, y los adivinos, mostrar el sueño al rey. "Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber [ni siquiera dice a Daniel, sino] al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días." (Versículo 28). Él deseó que Nabucodonosor supiera el interés que Dios tenía en él. "A ti, oh rey, en tu cama te surgieron pensamientos sobre lo que habrá de suceder en el futuro, y el que revela los misterios te ha dado a conocer lo que sucederá." (Daniel 2:29 - VM). Pero él no se satisface con eso: él añade, "Mas en cuanto a mí, no por sabiduría que haya en mí más que en todos los demás vivientes, me ha sido revelado este secreto, sino a fin de que se haga conocer la interpretación al rey, y para que sepas los pensamientos de tu corazón." (Daniel 2:30 - VM).

         Entonces él comienza con el sueño. "Tú, oh rey, tuviste una visión, y he aquí, había una gran estatua; esa estatua era enorme y su brillo extraordinario; estaba en pie delante de ti y su aspecto era terrible." (Daniel 2:31 - LBLA). Él había visto el curso del imperio, no meramente de una manera sucesiva fragmentaria, sino como un todo. En la última parte del libro, tenemos una sucesión señalada más minuciosamente, y los detallados modos de obrar de los diferentes poderes hacia el pueblo de Daniel: pero aquí se trata de la historia general del imperio Gentil.

         "La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce." (versículo 32). Es decir, a medida que el imperio se alejaba de la fuente de poder había deterioro. Fue Dios quien dio el gobierno imperial a Nabucodonosor. Por consiguiente, lo que está más cerca de la fuente es visto como 'la cabeza de oro'. Entra allí, en cierta medida, más de lo que era humano en el imperio Persa; 'el pecho y los brazos de plata', un metal inferior, y así sucesivamente hasta bajar a las piernas, las cuales son de hierro, y los pies, parte de hierro y parte de barro. Es bastante claro a partir de esto, que, en la medida que descendemos desde la concesión original de poder, hay una degradación gradual.

         Pero es bueno indicar ahora uno o dos principios, que creo son de importancia al mirar las Escrituras proféticas. Una de las máximas más comunes, aun entre Cristianos, es esta: que la profecía ha de ser interpretada por el suceso - que la historia es el exponente apropiado de la profecía - que cuando las visiones proféticas se realizan en la tierra, los hechos explican las visiones. Este es un principio falso; no contiene ni una partícula de verdad en él. Las personas confunden la interpretación de la profecía con la confirmación de su verdad. Cuando una predicción se cumple, su cumplimiento confirma su verdad, por supuesto; pero eso es una cosa muy diferente de que este cumplimiento la explique. La comprensión apropiada de la profecía es tan difícil después del suceso como antes de él. Por ejemplo, dejen que cualquiera tome las setenta semanas de Daniel. Ese capítulo ha brindado la ocasión para una inmensa controversia y disputa entre los propios creyentes. Uno de sus supuestos más comunes es que todo ya se ha cumplido (lo que no es correcto), y, con todo, no hay nada parecido a un acuerdo entre ellos acerca de su significado.

         Mirando nuevamente la profecía de Ezequiel, nosotros encontramos que la dificultad de la profecía surge de una fuente totalmente diferente. La primera parte de Ezequiel se cumplió en los modos de obrar, en ese entonces, de Dios con Israel; se extendió sobre la época cuando Daniel vivió. Pero eso no la explica. Ello es, de hecho, más oscuro que los capítulos finales, los cuales son futuros.

         Entonces, ¿qué explica la profecía? Lo que explica toda la Escritura - sólo el Espíritu de Dios. Su poder puede desvelar cualquier parte de la Palabra de Dios. ¿Preguntan ustedes si lo que yo quiero decir es que no tiene ninguna importancia conocer idiomas, entender la historia, etc.? Yo no estoy planteando una cuestión acerca de aprender: ello tiene su uso; pero yo niego que la historia es la intérprete de la profecía, o de cualquier Escritura. Y si hay Cristianos que conocen la historia del mundo, o los idiomas originales de la Escritura, es Cristo quien tiene que ver con su inteligencia espiritual, y no su saber o conocimiento. Además, aun si los hombres son Cristianos, ello no implica necesariamente que entiendan la Escritura. Ellos conocen a Cristo, pues de otra manera no serían Cristianos. Pero una real entrada en los pensamientos de Dios, en la Escritura, presupone que una persona está en guardia contra el 'yo', desea la gloria de Dios, tiene confianza plena en Su Palabra, y dependencia del Espíritu Santo. El entendimiento de la Escritura no es una cosa meramente intelectual. Si un hombre no tiene entendimiento en absoluto, él no podría entender nada: pero la mente es sólo el vaso - no el poder. El poder es el Espíritu Santo, actuando en y por medio del vaso; pero debe ser el propio Espíritu Santo quien llene un alma. Tal como se dice, "Y serán todos enseñados por Dios." (Juan 6:45).

         Hay una gran diferencia en la medida de la enseñanza, debido a que hay mucha diferencia en la medida de dependencia en Dios. Lo importante es tener en mente que el entendimiento de la Escritura depende mucho más de lo que es moral, que de lo que es de la mente - depende de un ojo sencillo para con Cristo. El Espíritu Santo nunca nos puede dar nada que nos exima de la necesidad de depender y esperar en Dios.

         ¿Cómo, entonces, hemos de interpretar la profecía? Ella es enteramente independiente de la historia; fue dada para ser entendida antes que llegue a ser historia. Debe ser manifiesto que esto es verdad. La gran mayoría de la profecía es acerca de los terribles juicios que han de caer al fin de este siglo. ¿Qué sucede con las personas que no obtienen provecho por medio de las profecías, hasta que los hechos no hayan sucedido? Es un asunto serio despreciar esto. El creyente que entiende la profecía obtiene una ayuda especial, de la cual carece aquel que la descuida.

         Comenzando, entonces, con este gran principio - que es el Espíritu Santo quien nos concede leer la profecía, como estando relacionada con la gloria de Dios, y conectada con Cristo, quien aún será exaltado, y cuya gloria llenará la tierra y los cielos, siendo abatidos todos los usurpadores y los pretendientes al trono - miremos esta escena, como la que nos muestra el curso del mundo, hasta aquel tiempo. En primer lugar, consideren la posición de las partes. Aquí estaba el rey más orgulloso en el mundo. Él se había puesto en marcha a la cabeza de ejércitos victoriosos, antes de la muerte de su padre - antes de que él hubiese entrado apropiadamente en el reino indiviso de Babilonia. Y ahora encuentra expuesta ante sí una esfera de dominio, quizás más allá de su ambición. Él aprende, con certeza, que fue Dios, en Su providencia, quien le había colocado en esta posición. Pero más que eso: él ve expuesta ante él, en unas pocas pinceladas, el cuadro completo del mundo Gentil - los rasgos principales de su historia desde aquel día hasta el día de gloria y juicio que va a suceder. Él le ha mostrado el surgimiento de otro poder vecino, al que ya se había aludido en la profecía; de modo que, por consiguiente, no había ninguna dificultad en absoluto en darse cuenta qué es lo que se quería dar entender por medio de ello. El profeta Isaías, quien vivió ciento cincuenta años antes de que Ciro naciera, no sólo se había referido por el Espíritu Santo a la nación y al rey de los Medos y de los Persas, sino que mencionó su nombre. (Isaías 44:28; 45:1).

         De nuevo: otro imperio fue predicho, que estaba, en ese entonces, comparativamente en su infancia, o consistía solamente de muchas tribus separadas, sin ningún vínculo estable de cohesión entre ellas - yo me refiero a los Griegos. Pero, más notable aún es que el reino, sobre el cual el Espíritu de Dios se extiende bastante, era, en ese entonces, un reino que estaba en un estado meramente embrionario, y, probablemente, el rey de Babilonia ni siquiera lo conocía de nombre. Pues a pesar de que ese reino estaba destinado a desempeñar la parte más grande que haya sido desempeñada alguna vez por un reino en la historia del mundo, ello era, en ese entonces, totalmente oscuro. Ellos se dedicaban a disputas de la clase más insignificante en su lugar de origen y con la vecindad, sin ningún pensamiento acerca de extender su dominio. Por lo tanto, es aún más maravilloso contemplar a aquel gran rey, y al siervo de Dios que estaba ante él, desplegando la historia del mundo.

         "Tú, oh rey, eres rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino, el poder, la fortaleza y la gloria." (Daniel 2:37 - VM). No era cuestión de su propia proeza, ni su sabiduría especial, que él poseía. Si a Nabucodonosor se le había permitido llevarse a estos cautivos - triunfar sobre el poder de Egipto, que había deseado disputar la supremacía del mundo, fue el Dios del cielo quien se lo había dado. "De modo que dondequiera que habitan los hijos de los hombres, las bestias del campo y las aves del cielo, él lo ha dado todo en tu mano, y a ti te ha hecho señorear a todos ellos. Tú eres esa cabeza de oro." (Daniel 2:38 - VM). Se menciona, claramente, la monarquía Babilónica. Dios se había referido a esto por medio de Isaías. Y a Jeremías, quien fue contemporáneo de Daniel, se le había expuesto no sólo la longitud del período que la monarquía Babilónica había de perdurar, sino incluso la sucesión. Estaría Nabucodonosor y su hijo, y el hijo de su hijo. Eso tuvo un cumplimiento notable. De modo que no necesitamos ir más allá de la Escritura para entender la profecía. Se trata del uso correcto, espiritual, de lo que está en la Palabra de Dios, y yo bendigo a Dios por ello. Si ustedes encuentran al hombre más simple que sólo estudia la Biblia con diligencia, en su lengua materna, y es guiado por el Espíritu de Dios, él tiene los elementos y el poder de una interpretación verdadera. Pero no hay duda en cuanto que si un hombre trata de encontrar una interpretación aquí o allá, mediante la ayuda de la historia, de antigüedades, periódicos, y otras cosas, él sólo se está engañando a sí mismo y a sus oyentes. Tal es la sentencia moral universal de Dios sobre el alma que busca, en lo que es del hombre, la llave apropiada a los secretos de Dios. Yo debo encontrarla en Dios mismo, mediante un uso correcto de lo que está en Su propia Palabra.

         Yo tuve la curiosidad de examinar a un temprano escritor Judío, cuya historia es leída y valorada en todas partes, Josefo, y, encontrando la versión común peculiar, yo examiné el original Griego de su historia, pero encontré aún el mismo sentido extraño. Él sugiere que la cabeza de oro significa Nabucodonosor, ¡y los reyes que fueron antes de él! De esta manera, hay una carencia total en cuanto a la comprensión de lo que la Palabra de Dios dice. El alejamiento de la Escritura, y la permisión de los propios pensamientos, siempre desvía. Babilonia fue hecha un imperio, por primera vez, en la persona de Nabucodonosor, quien abarca aquí, por decirlo así, a los que iban a seguir. " eres esa cabeza de oro." No hay ninguna referencia a los reyes que fueron antes de él. A Babilonia nunca se le permitió tener el imperio del mundo hasta el día de Nabucodonosor, por eso era él, y no sus antepasados, quien constituía la cabeza de oro. Él fue aquel en quien el lugar imperial de Babilonia encuentra su comienzo.

         En Jeremías 25 no sólo encontramos la época de setenta años de cautiverio, sino que más adelante, en Jeremías 27, la sucesión es mencionada. "'Y todas las naciones le servirán a él, a su hijo, y al hijo de su hijo, hasta que llegue también la hora a su propia tierra." (Jeremías 27:7 - LBLA). Sucedió que, después que su hijo Evil-Merodac fue destronado, hubo uno que tomó el trono, no siguiendo el orden de sucesión, sino que fue llamado al trono por el pueblo Babilónico, con una especie de reclamación mediante el matrimonio con la hija de Nabucodonosor. Este hombre reinó por un tiempo, y después de él reinó su hijo, quien fue, por lo tanto, el hijo de la hija de Nabucodonosor, no el hijo de su hijo. Entonces, podría parecer, hasta el momento, que la profecía hubiese fallado. Pero no es así, en absoluto. Unos pocos meses después, el nieto de Nabucodonosor fue llamado al trono. "La Escritura no puede ser quebrantada." (Juan 10:35). Se había dicho, "A él [Nabucodonosor], a su hijo, y al hijo de su hijo" (Jeremías 27:7), y así fue. En Belsasar, el nieto de Nabucodonosor, todo el asunto terminó. Para esto, entonces, la Escritura proporciona todas las partes principales. Así que la profecía explica, de hecho, la historia, pero la historia nunca interpreta la profecía. El hombre que comprende la profecía puede explorar la historia; pero ninguna comprensión de la historia le capacitará para explicar la profecía. Ella podría confirmar la verdad de una predicción a un escéptico, en la medida que ello sea claro. Así, si la historia de la ocupación de Jerusalén, tal como es presentada en las Guerras de Josefo, es una ocupación verdadera, coincidirá, evidentemente, con el anuncio inspirado que nos dio Lucas. Pero es bastante claro que si yo tengo confianza en la Palabra de Dios, yo tengo allí un relato mucho más cierto de ello. En una palabra, la circunstancia de ser anunciado antes del suceso no tiene nada que ver con el asunto. El ojo de Dios vio desde el principio al fin, y a través de la corriente del imperio Gentil; y el lenguaje es claro en las profecías de Daniel, así como en los escritos de los historiadores Griegos y Latinos.* Y esto es tan verdadero que quienes no tienen ninguna simpatía a lo que es de Dios, incluso incrédulos, están obligados a reconocer que todo lo que se relaciona claramente con el tema coincide con lo que Daniel había dicho cientos de años antes de los sucesos.

 

{* 'Los cuatro imperios están claramente delineados; y los ejércitos invencibles de los Romanos descritos con tanta claridad en las profecías de Daniel, como en las historias de Justino y Diodoro.' - Gibbon.}

 

         "Y después de ti, se levantará otro reino inferior a ti." (Daniel 2:39 - VM). No inferior en extensión territorial, sino en esplendor, y quizás más que todo, en la mixtura de control fuera del gobernante, en lugar de un hombre actuando en la convicción de que Dios le había colocado en su lugar de autoridad. Darío (Daniel 6) aceptó el consejo de sujetos inescrupulosos y sufrió amargamente por ello. Si él hubiese percibido el sentido de inmediata responsabilidad para con Dios, la trampa hubiese sido evitada. Los hombres, de forma natural, vacilan ante la autoridad absoluta, principalmente debido a que se trata de un poder incontrolable en manos de un hombre débil y que yerra. Pero suponiendo que fuera uno que tuviera toda la sabiduría y la bondad en su propia persona, nada podría ser más feliz. Esto es exactamente lo que será verdad en el reino del Señor Jesucristo, cuando plena autoridad será puesta en Sus manos, y todos serán bendecidos y según la voluntad de Dios, y cuando la voluntad contraria de los hombres sólo sería rebelión.

         Lo que parece confirmar esto es, que cuando descendemos al tercer reino, el Macedonio, del cual Alejandro Magno fue el fundador, tenemos allí a un hombre, quien no meramente actuó siguiendo la sugerencia de sus sabios, sino que fue controlado por sus generales. Llegó a ser, de hecho, una especie de gobierno militar - una cosa menos respetable que la interferencia aristocrática de los Medos y los Persas, y sus leyes inflexibles.

         Luego descendemos aún más bajo, y tenemos un cuarto reino, representado por el hierro. "Habrá un cuarto reino, tan fuerte como el hierro; y así como el hierro desmenuza y destroza todas las cosas, como el hierro que tritura, así él desmenuzará y triturará a todos éstos." (Daniel 2:40 - LBLA). Allí, la fuerza es la gran característica del reino, y la calidad del metal es consistente con ello. Pero es un metal de la clase más común - no uno de los metales preciosos; quizás se debe a que el imperio Romano se distinguió por esto: que, nominalmente, fue el pueblo quien gobernaba. No obstante lo despótico que fuera el emperador, él siempre pretendía, por lo menos en teoría, consultar al pueblo y al senado. Incluso bajo el imperio, los Romanos tenían aún la apariencia de su antigua constitución republicana; mientras que, en realidad, no se trataba más que de un individuo que se había investido con todo el poder real.

 

El Curso Completo del Imperio

 

         Aquí, entonces, tenemos bosquejado ante nosotros, el curso completo del imperio. Pero se podría preguntar, ¿Cómo sabe usted estas cosas? No se dice que el segundo imperio representa a Media-Persia, o que el tercero a Macedonia, o el cuarto a Roma. Yo creo que sí se dice. Puede ser que no se diga aquí: pero la Escritura no siempre 'cuelga la llave exactamente en la puerta'. No es frecuente que encontremos la explicación de una porción en el versículo siguiente. Dios quiere que yo conozca Su Palabra, que me familiarice con todo lo que Él ha escrito, y que me asegure que todo es muy bueno. Instruir en la Escritura, incluso al niño no convertido, es siempre de gran valor. Es como preparar bien lo necesario para un fuego, de modo que sólo una chispa sea necesaria para encenderlo en llamas. Es algo bueno y sano para los Cristianos el hecho de ser más minuciosos en instruir a sus hijos en un conocimiento profundo de la Palabra de Dios.

         Pero, volviendo a considerar qué luz nos da la Escritura, no necesitamos ir más allá de este libro de Daniel para averiguar los nombres de estos imperios. En el capítulo 5:28, se nos dice, "PERES: Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas." Allí está, inmediatamente, la respuesta. Encontramos al reino Babilónico sólo tambaleándose y a punto de ser destruido. Se nos dice que los Medos y los Persas lo sucedieron. Nada más sencillo o más cierto. Las únicas personas de las que alguna vez oí que hallaron dificultades, fueron algunos hombres instruidos quienes se esforzaron en hacer que el imperio de Babilonia se extendiera igualmente a Persia, para hacer que Grecia fuera el segundo, Roma el tercero, y que el cuarto fuera un poder anticristiano distinto y puramente futuro. Otra clase de estos eruditos han contendido en cuanto a que el reino de Alejandro es una cosa, y que el de sus sucesores es otra completamente diferente; de hecho, uno sería el tercero y el otro sería el cuarto; como para hacer incluso el quinto reino (aquel de la "piedra" pequeña) una cosa pasada o presente. Si la Escritura hubiese sido leída y sopesada sin un objetivo, nunca se podrían haber cometido errores como estos. Pero el creyente, en vez de ver en la historia cosas que desconciertan su mente, toma su Biblia, y encuentra la solución antes de que él deje la misma profecía. Pues es claro a partir de Daniel 8: 20, 21, que el imperio de los Medos y Persas unidos cede el lugar al reino Griego, con su división en cuatro partes luego de la muerte de Alejandro. Este es sucedido, nuevamente, por el cuarto imperio, o Imperio Romano, cuyo rasgo peculiar es que, en su última etapa se lo ve dividido en diez reinos separados. (Daniel 7). ¿Fue éste, alguna vez, el caso con los sucesores de Alejandro? Su reino fue dividido en cuatro, nunca en diez. De este modo tenemos a la profecía explicando la historia; mientras que el uso general que el mero aprendizaje hace de la historia es oscurecer el resplandor de la Palabra de Dios. Pero comprendamos primeramente la Palabra de Dios; y luego, si nos volvemos a la historia, encontraremos que ella entra como un testimonio humano, y confirma, con su débil voz, el testimonio divino. Está obligada a hacerlo así. De esta manera, el hombre que no conoce la historia está de pie sobre un terreno, por lo menos, tan bueno como quienes son doctos, pero encuentran dificultades. Él no está confundido como lo están los otros, quienes miran a través de la bruma de sus propias especulaciones.

 

El Reino Macedonio o Griego

 

         En el tercer reino se introduce un rasgo que no está en el segundo. "Se enseñoreará de toda la tierra." (Daniel 2:39 - VM). ¡Cuán notablemente se cumplió esto en el reino Macedonio o Griego! Porque, aunque Ciro fue un gran conquistador, lo fue enteramente en la región donde él vivió. Él subyugó a la totalidad de esas partes que están al norte de Media y Persia, y también en dirección al sur, así como al oeste. Todo eso fue verdad; pero él nunca salió, hasta donde yo sé, de los límites de Asia.

         Pero vemos ahora un reino caracterizado por una extraordinaria rapidez de conquista. Uno podría desafiar a todas las edades a mostrar algo que cumpla esta profecía, del modo que el reino de Alejandro lo hizo. En el curso de unos pocos años, ese hombre notable invadió casi la totalidad del mundo conocido en ese entonces. Él incluso lamentó, tal como sabemos, el hecho de que no tuviese otro mundo para conquistar. Este es un comentario llamativo sobre lo que tenemos aquí. ¿Necesitamos acudir a la historia para todo ello? No. Nosotros encontramos en este mismo libro la explicación. En Daniel 8: 20, 21, se demuestra que el tercer imperio es el imperio Griego. "En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia." Allí tienen, también, una confirmación de lo que dije antes, en cuanto al segundo reino. Pero cuando este carnero estaba allí, vino un fiero macho cabrío que tenía un notable cuerno grande entre sus ojos. Con el único cuerno que tenía en su cabeza, él embiste contra el carnero, quien representaba a estos reyes de Media y Persia. Tenemos aquí el tercer reino, que iba a dominar "sobre toda la tierra." ¿Cuál es su nombre? El versículo 21 del capítulo 8 nos da la respuesta. "El macho cabrío del pelo áspero es el rey de Grecia; y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero." (Daniel 8:21 - VM). No necesitamos la historia para explicar la profecía. Tenemos aquí la respuesta distintiva, positiva, obtenida de la Palabra de Dios, en cuanto a cuál es el tercer reino; y toda investigación verdadera que ustedes puedan hacer en la historia solamente confirmará esto, pero ustedes no la necesitan. Si ustedes toman su posición sobre la Palabra de Dios, ustedes están sobre un terreno que ninguna historia puede tocar ni por un solo instante. Dios, quien da el único relato seguro, muestra que el Imperio Medo-Persa es seguido por el Imperio Griego. El único gran cuerno del último es quebrado, y "en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo." (Daniel 8:8). El reino de Alejandro, a su muerte, fue dividido en cuatro grandes partes, por las que sus generales lucharon. Ustedes tienen la pequeñez relativa de ellos en presencia de Alejandro. La siguiente pregunta es, ¿Qué iba a seguir después de eso? ¿Qué otro gran imperio iba a sucederlo: y ese, el último imperio antes de que Dios establezca Su reino? La historia del Antiguo Testamento finaliza antes de que comience el tercer reino. Los últimos hechos registrados históricamente están en el Libro de Nehemías, mientras el Persa era aún el gran rey, es decir, el segundo imperio era todavía supremo. Pero la historia del Nuevo Testamento comienza, y ¿qué es lo que se encuentra allí? Yo sólo tengo que leer el comienzo de Lucas, y oigo acerca de otro gran imperio que está gobernando en ese entonces. "Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado." (Lucas 2:1). Allí tenemos, inmediatamente, el cuarto reino, sin requerir preguntarle a la historia por ello. Hay un cuarto reino, y la Palabra de Dios muestra que es universal; este reino convoca a los hombres a través del mundo para ser inscritos en su registro, y Dios se encarga de que deba haber un reconocimiento legal incluso de Su propio Hijo habiendo nacido en ese entonces.

 

El Cuarto Reino - el Romano

 

         El cuarto reino, entonces, fue el Imperio Romano. Cuando yo conozco eso a partir de la Escritura*, puedo acudir a la historia, la cual me dice que fue el Imperio Romano el que aplastó el poder de Grecia. Ellos consiguieron que los Griegos se les unieran para derrotar a los Macedonios, y luego se volvieron contra los Griegos, y pronto los sometieron.

 

{* No tengo ninguna duda de que, en las "naves de Quitim" (Daniel 11:30) tenemos una referencia al poder naval de Roma que interfirió con Antíoco Epífanes. Pero como la mención de Roma es menos explícita que en Lucas 2:1, Lucas 3:1, Lucas 20: 22 al 25, Juan 11:48, Juan 19:15, yo añado la prueba directa proporcionada por el Nuevo Testamento.}

 

         Después, los Romanos extendieron sus conquistas por toda Asia. ¿Qué dice Dios acerca de esto? "Y habrá un cuarto reino, tan fuerte como el hierro; y así como el hierro desmenuza y destroza todas las cosas, como el hierro que tritura, así él desmenuzará y triturará a todos éstos." (Daniel 2:40 - LBLA). Y si la gente deja entrar la historia, ¿pueden ver las cosas más claramente? ¿Dónde pueden ellos mostrar una descripción tan justa de aquel imperio como la que Dios da aquí? Un historiador bien conocido, hablando acerca de los imperios, los describe en las imágenes más vivas, derivadas de estos mismos símbolos de Daniel el profeta. Él no pudo encontrar figuras tan aptas como las que el Espíritu de Dios había ya consagrado para su uso, aunque todos saben que no fue por falta de imaginación, ni por el deseo de acreditar la Escritura.

         Incluso esto no es todo lo que Dios nos da. "Y así como el hierro desmenuza y destroza todas las cosas, como el hierro que tritura, así él desmenuzará y triturará a todos éstos." (Daniel 2:40 - LBLA). Nunca hubo una descripción que fuera, tan sin rodeos, a lo fundamental del asunto. Yo podría citar pasajes de antiguos escritores Romanos, que demuestran que ellos mismos dieron un relato de su propio imperio y su política, en términos substancialmente similares.

         Pero hubo algo que ellos no pudieron decir, y que estaba más allá de lo que el hombre podía prever. Ese poder que se distinguió por sobre todos los otros por su fuerza en combatir a todo el que se levantaba contra él, cualquiera que fuese su amabilidad para con aquellos que se inclinaban ante el conquistador - ese mismo poder es descrito aquí de este modo: - "Y como viste que los pies y los dedos eran en parte barro de alfarero y en parte hierro, el reino será dividido entre sí." (Daniel 2:41 - VM). Los Romanos no nos cuentan esto. La historia no siempre es un orador veraz. Aquellos que describen la política de su propio país no son, en general, muy confiables. Si existió aquello que amenazaba con la extinción, ellos se agradan en ocultarlo así como estuvieron dispuestos a jactarse de cualquier cosa que evidencie su audacia, fuerza, y gloria; pero Dios cuenta todo; y encontramos que el mismo imperio, que había de ser tan celebrado por su fuerza asombrosa, va a exhibir, también, la debilidad inherente más grande. "Pero habrá en él de la fortaleza del hierro, por lo mismo que viste que hierro iba mezclado con el barro gredoso. Y como los dedos de los pies eran en parte de hierro, y en parte de barro, así por una parte el reino será fuerte, y por otra parte endeble. Asimismo como viste el hierro mezclado con barro gredoso, así las dos partes se mezclarán con la simiente humana [alianzas humanas]; mas no se unirá una parte con la otra; del mismo modo que el hierro no se mezcla con el barro." (Daniel 2: 41 al 43 - VM).

         El hierro era el elemento original; el barro fue introducido posteriormente, y no perteneció, propiamente, a la gran estatua de metal: era un ingrediente extranjero. ¿Cuándo y de dónde vino este ingrediente? Yo creo que el Espíritu de Dios, al utilizar la figura del barro no se refiere al elemento Romano original, el cual tenía la fuerza del hierro, sino a las hordas bárbaras, que irrumpieron en un período posterior, debilitando el poder Romano, y formando, gradualmente, reinos separados. Yo sólo puedo, sin embargo, declarar esto como siendo mi propio juicio, basado en el uso general del lenguaje e ideas de la Escritura. Tenemos lo que no era propia y originalmente Romano, sino que fue introducido desde otra parte: y es la mezcla de los dos elementos lo que causa la debilidad, y que conduce, finalmente, a la división. Estas hordas de bárbaros, que se abrieron paso al principio, profesaron no ser conquistadores, sino huéspedes de Roma, y finalmente se establecieron dentro de sus límites. Esto fue lo que condujo, posteriormente, a la división del imperio en varios reinos independientes separados, cuando el poder y el orgullo de la Roma imperial fueron quebrantados. Más tarde, Carlomagno, abrigó el deseo de un imperio universal, y él trabajó duramente para lograrlo; pero fue un fracaso; y todo lo que adquirió en su vida fue separado en su muerte. Otro hombre lo intentó en nuestros propios días; quiero decir, por supuesto, el exiliado de la isla Santa Helena (Napoleón). Él tuvo como objetivo la misma monarquía universal. ¿Cuál fue el problema? Su éxito tuvo aún más corta vida. Todo fue completamente desmenuzado en sus componentes originales antes de que él hubiera respirado por última vez. Y así continuará en lo principal, hasta el momento del que hablamos aquí, pero que es explicado más plenamente en el Libro del Apocalipsis.

         Esto es, yo creo, lo que la Escritura establece acerca del asunto. Habrá, antes de que finalice la edad, la unión más notable de dos condiciones aparentemente contradictorias - una cabeza universal del imperio, y, además, reinos independientes separados, cada uno de los cuales tendrá su propio rey; pero ese único hombre será el emperador sobre todos estos reyes. Hasta que ese tiempo llegue, cada esfuerzo hecho para unir los diferentes reinos bajo una cabeza será un fracaso total. Incluso entonces, ello no será la fusión de todos ellos juntos en un reino, sino que cada reino independiente tendrá su propio rey, aunque todos sujetos a una cabeza. Dios ha dicho que ellos se dividirán. Entonces, esto es lo que se nos muestra, "pero no se unirán el uno con el otro, como el hierro no se mezcla con el barro." (Daniel 2:43). Y si ha habido alguna vez una porción del mundo que ha representado este sistema incoherente de reinos, podemos mencionar a la Europa moderna. Mientras el hierro predominó, hubo un imperio: pero luego entró el barro, o el material extranjero. A consecuencia del hierro habrá una monarquía universal, mientras que a consecuencia del barro habrá reinos separados.

         "Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre." (Daniel 2:44). Tomen nota de esas palabras, "en los días de estos reyes." Ellas son una respuesta completa a quienes han tratado de hacer que esto se refiera al nacimiento de Cristo, y a la introducción de lo que ellos llaman el reino de la gracia. En el tiempo del que se habla aquí en este versículo 44 de Daniel 2, el imperio es desmenuzado y dividido. ¿Fue éste el caso cuando el Señor nació? ¿Se pudo decir en ese entonces, "en los días de estos reyes"? Nada parecido. Roma estaba, en ese entonces, en la plenitud de su poder, no había la más mínima brecha evidente a través de todo el imperio. Sólo había un gobernante, sólo una voluntad predominante. No fue, por lo tanto, "en los días de estos reyes". Entonces, ¿a qué se refiere el versículo? Yo creo que se refiere a la escena final del Imperio Romano: no al tiempo cuando Cristo nació, sino a cuando Dios "otra vez vuelve a traer el Primogénito al mundo" (Hebreos 1:6 - VM) - cuando el Señor es vuelto a traer, no como el Nazareno a sufrir y a morir, sino cuando Él regresa con poder divino a juzgar. La piedra que fue cortada "(no con mano de hombre)" (Daniel 2:34 - VM), aunque en un sentido es aplicable a Él en cualquier época, es aplicable, real y plenamente, en ese entonces. Nosotros tenemos aquí la interpretación. No se refiere a Su persona, tanto como al reino que el Dios del cielo establecerá en Él y por medio de Él. Indudablemente Él es la piedra; pero esta es una piedra destructiva extinguiendo los reinos de la tierra. ¿Puede alguien negar esto? La piedra fue "cortada del monte sin ayuda de manos", y, "desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro." (Daniel 2:45 - LBLA). ¿Fue ese el caso cuando Cristo nació? ¿Atacó Cristo el Imperio Romano? ¿Lo destruyó Él? Por el contrario, Cristo fue muerto, y su delegado fue el medio oficial de Su crucifixión. La imagen, podríamos decir, lo hirió a Él, en vez de que Él hiriese la imagen. Semejante interpretación es indigna de una atención seria.

         La piedra cae sobre los pies de la imagen, cuyos dedos eran en parte de hierro y en parte de barro (Daniel 2:42); es decir, cae sobre la última condición del Imperio Romano. Después de todas las divisiones, la piedra lo hiere. De este modo, la acción no es gracia, sino juicio. No se trata de un sembrador sembrando semilla, para producir vida; aún menos se trata de levadura esparciéndose sobre ciertos límites. Su golpe cae destructivamente sobre la imagen y la desmenuza completamente. Es evidente, entonces, que no se trata aquí de la primera venida de Cristo. Su nacimiento es pasado completamente por alto. Ocurrió durante el curso del Imperio Romano y de ninguna manera lo destruyó. Mientras que lo que lidiará con el Imperio Romano, no obstante, es la venida del Señor Jesucristo en un día que es futuro.

         Pero, algunos dirán, ¿cómo puede ser eso? El Imperio Romano no existe ahora. Pero, permítanme preguntar, ¿Como demuestra esto que no habrá un Imperio Romano? ¿Pueden ustedes probar que el Imperio Romano no va a resurgir? Lo que se me da a entender aquí es que el hierro, el barro, el bronce, la plata, y el oro, fueron desmenuzados totalmente, "y quedaron como el tamo de las eras en verano." (Daniel 2:35 - LBLA).

         Además, en el Apocalipsis se nos dice que la bestia, representando el poder imperial de Roma, es caracterizada notablemente como "la bestia que era y no es, y será." (Apocalipsis 17:8). La última cláusula, que en la versión Inglesa se traduce tan oscuramente "y sin embargo "será", debería ser, "y estará presente." * No hay ninguna duda acerca de esto, en absoluto: ningún hombre que conoce adecuadamente el Apocalipsis lo discutiría. De ser así, resulta que la bestia, o imperio que existía, cuando Juan estaba allí, iba a estar en un estado de inexistencia, y luego iba a aparecer de nuevo, ascendiendo del pozo del abismo. Es decir, será el poder de Satanás el que cumplirá la reunión de los fragmentos que componen el Imperio Romano. Y es notable que cuando la bestia es vista nuevamente, este capítulo 17 [de Apocalipsis] muestra que habrá diez reyes quienes estarán de acuerdo en entregar su poder a "la bestia", o a la persona, levantada en ese entonces por Satanás para organizar y gobernar el imperio. Él utilizará este vasto poder contra Dios y el Cordero; toda apariencia de Cristianismo será destruida, la idolatría será restaurada, y el Anticristo será establecido. Entonces, por decirlo así, Dios dirá, «Ya no voy a soportar más esto; Mi hora ha llegado.» El Señor Jesús dejará Su lugar a la diestra de Dios, y ejecutará juicio sobre estos viles fingidores.

 

{* Ello depende de una lectura variada indiscutiblemente buena.}

 

         "En los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino. . .; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre." (Daniel 2:44). La primera acción de esta piedra es destruir. No se trata de un asunto de salvar almas; se trata de juicio y destrucción: de abatir reinos y todo lo que se exalta a sí mismo contra el Dios verdadero.

 

Imperios Sucesivos existiendo al Final

 

         Pero, una dificultad puede surgir aquí en cuanto a cómo es que, cuando este golpe destructivo cae, nosotros tenemos el oro, la plata, y el bronce, todos juntos mezclados, con el hierro y el barro - como si esos imperios sucesivos existiesen juntos al final. La verdad es que aunque Babilonia, por ejemplo, perdió su lugar imperial, ella existió subordinadamente bajo los poderes que la sucedieron; y así con cada uno de los siguientes imperios hasta Roma. (Comparen con Daniel 7: 11, 12). De modo que cuando el juicio final del cuarto imperio tiene lugar, habrá aún representantes de sus tres imperios predecesores, distintos de él mismo. Y esto hace evidente que por medio del último imperio se da a entender lo que es exclusivamente occidental, y no lo que había pertenecido a los imperios anteriores.

         De esta manera, es la gran sede de la civilización moderna (es decir, los diez reyes de la bestia) la que será la escena de esta tremenda apostasía. Y esto será permitido en la sabiduría judicial de Dios, porque los hombres no han recibido "el amor de la verdad para ser salvos." (2 Tesalonicenses 2:10). Dios les enviará "un poder seductor que les hace creer en la mentira" (2 Tesalonicenses 2:11 - BJ): "para que sean condenados todos aquellos que no creen a la verdad, sino que se complacen en la injusticia." (2 Tesalonicenses 2:12 - VM). Yo no tengo ninguna duda de que esta es la historia futura del mundo, con la autoridad de la Palabra de Dios. Esta notable profecía nos hace descender desde el primer comienzo del poder imperial, y nos muestra, finalmente, en los últimos días, antes de que Dios establezca Su reino, el juicio del mundo tal como es, cuando Dios tratará con los vivos, no meramente con los muertos. Él "juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos." (Hechos 17:31 - LBLA).

 

William Kelly

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Mayo 2008.-

REGRESAR A SITIO PRINCIPAL DE "EDIFICACIÓN CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD"































Título original en Inglés:
THE GREAT PROPHECIES OF DANIEL, A Series of Lectures on The Prophecies and Principles of the Book of Daniel, by William Kelly
Publicado en Inglés por:
Pickering & Inglis, London, England