ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

5.- JUICIOS SOBRE EGIPTO (Éxodo 7 - 11)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

JUICIOS SOBRE EGIPTO

 

 

Éxodo 7 al 11

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

 

 

Estos capítulos no se pueden dividir, ya que forman una narración continua – una narración de terrible significación, que contiene, de la manera que lo hace, el registro de los juicios sucesivos que cayeron, cada vez con mayor severidad, sobre Egipto, hasta que Dios, mediante estos juicios, obligó a Faraón a liberar a los hijos de Israel de la férrea servidumbre en la que habían sido mantenidos. Tenemos, por tanto, al comienzo, una reafirmación de la misión de Moisés y Aarón, del propósito de Jehová, y la manera en que Él llevaría a cabo, a pesar de la oposición de Faraón, la redención de Su pueblo.

 

"Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. Y Faraón no os oirá; mas yo pondré mi mano sobre Egipto, y sacaré a mis ejércitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda mi mano sobre Egipto, y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos. E hizo Moisés y Aarón como Jehová les mandó; así lo hicieron." (Éxodo 7: 1 al 6).

 

El Señor comunicó así a Sus siervos lo que Él tenía intención de hacer, y de qué manera se llevaría a cabo. Él extendió el pergamino del futuro ante sus ojos para prepararlos para su tarea, y para fortalecer su fe. Él nos ha revelado, del mismo modo, el curso de la historia de este mundo, nos ha advertido de los juicios inminentes, con la segura destrucción del mundo, y de todos los que a él pertenece, si no prestan atención a las admoniciones de Su palabra, y a las invitaciones de Su gracia; y, a la vez, nos alegra con la segura perspectiva de redención de él mediante poder, cuando el Señor regrese a tomar a Su pueblo consigo (Juan 14:3). Él deseaba así que Moisés y Aarón, tal como lo desea para nosotros, tuviesen comunión con Sus propósitos con respecto al mundo, al dios de este mundo, y a sus pobres, miserables esclavos. ¡De qué manera fortalece el corazón y vigoriza el alma el hecho de ser llenos de los pensamientos de Dios! ¡Y qué gracia de Su parte comunicárnoslos, para que podamos hablar a los demás con autoridad y poder!

 

Antes de que procedamos a analizar estos capítulos, hay un asunto – en vista de que a menudo ocasiona dificultad al creyente, así como atrae los ataques del enemigo – que no puede ser omitido. Este asunto radica en las palabras, "Y yo endureceré el corazón de Faraón." (Éxodo 7:3). La duda que Satanás sugeriría en conexión con esto es la siguiente: «¿En qué radicó el pecado de Faraón si su corazón fue endurecido así? » O, «¿Cómo pudo Dios destruir justamente a uno a quien Él había endurecido para que Le resistiese?» Si el lugar en el cual ocurren estas palabras hubiese sido cuidadosamente observado, la dificultad se habría esfumado. El hecho es que la práctica de citar un solo versículo de la Escritura aparte de su contexto es tan común, que por esta causa se crean dificultades que se habrían disipado en un momento, si el contexto fuese examinado cuidadosamente. Nótese, entonces, que esto no se dice acerca de Faraón hasta después que él haya rechazado desdeñosamente las demandas de Jehová. Él había dicho, "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel." (Éxodo 5:2). Él rechazó la Palabra del Señor, él mismo se situó en abierto antagonismo para con Él y Su pueblo; y ahora su corazón es endurecido judicialmente. Y Dios actúa aún sobre el mismo principio. Leemos así, en Tesalonicenses 2, acerca de algunos sobre los cuales Él enviará un gran engaño para que crean una mentira. Pero, ¿por qué motivo? "Por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos." (2 Tesalonicenses 2: 9 al 11). Que la advertencia penetre profundamente en los corazones de cualesquiera sean los inconversos cuyos ojos puedan fijarse en estas páginas. Habrá un tiempo incluso para ellos, si continúan rechazando las buenas nuevas de la gracia de Dios, cuando les será imposible obtener salvación. Dios ha fijado un límite incluso a Su día de gracia, tal como lo hizo para Faraón; y cuando aquel límite se sobrepasa nada queda sino el juicio. "Hoy", entonces, "si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones." (Hebreos 3:15 – VM).

 

Hay, sin embargo, una pausa. Moisés y Aarón van a Faraón y presentan sus credenciales – avaladas mediante una señal milagrosa, la señal que el Señor había enseñado a Moisés en Horeb. "Aarón echó en tierra su vara delante de Faraón y delante de sus siervos, la cual se convirtió en culebra." (Éxodo 7:10 – VM). Los sabios de Egipto, los hechiceros, hicieron lo mismo con sus varas; pero "la vara de Aarón devoró las varas de ellos" (versículo 12) – vindicando así el Señor la misión de Sus siervos. No obstante, tal como Él lo había predicho, Faraón no se convenció; ya que "el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho." (versículo 13). Ahora bien, Dios mismo aparece en la escena, y una sucesión de juicios terribles cae sobre Faraón y su tierra – juicios que serán conocidos mientras dure el tiempo como 'las plagas de Egipto'. Son diez en total. Primero, las aguas del Nilo son convertidas en sangre (Éxodo 7: 14 al 25); siguen a continuación la plaga de ranas (Éxodo 8: 1 al 15), de piojos (Éxodo 8: 16 al 19), de los enjambres de moscas (Éxodo 8: 20 al 32), la plaga del ganado (Éxodo 9: 1 al 7), de úlceras (Éxodo 9: 8 al 12), de truenos y granizo (Éxodo 9: 18 al 35), de langostas (Éxodo 10: 1 al 20), de tinieblas (Éxodo 10: 21 al 29), y finalmente, la de la muerte de los primogénitos de hombre y de bestia (Éxodo 11, Éxodo 12). El Salmista relata estos juicios más de una vez en lenguaje gráfico al celebrar, en cántico, las obras poderosas del Señor – describiendo de qué manera Él puso "en Egipto sus señales, y sus maravillas en el campo de Zoán" (Salmo 78:43; véase también Salmo 105: 26 al 36).

 

Sería difícil, si no imposible, presentar una interpretación detallada de estas varias plagas. Su objetivo general es claro si recordamos el carácter de la controversia que Dios tuvo con Faraón. Él lidió así con Faraón como opresor de Su pueblo, como siendo, en figura, el dios de este mundo; y de ahí que el conflicto fuese con Faraón y con todo aquello en lo que Faraón ponía su confianza. Leemos, por tanto, que Él ejecutó juicio sobre los dioses de Egipto (Éxodo 12:12; Números 33:4). Fue, por consiguiente, la brillante exhibición del poder victorioso de Dios en la plaza fuerte de Satanás; ya que si Satanás se levanta en conflicto con Dios, el asunto sólo puede terminar en su derrota absoluta. En primer lugar, por tanto, las aguas de Egipto – especialmente del Nilo sagrado, fuente de vida y refrigerio para Egipto y su pueblo, desde el monarca hasta el más humilde de sus súbditos – son convertidas en sangre, el símbolo de muerte y juicio. Como consecuencia, "los peces que había en el río murieron; y el río se corrompió, tanto que los egipcios no podían beber de él. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto." (Éxodo 7:21). De esta forma, el río en el cual ellos se gloriaban jactanciosamente como un emblema de Dios, se convirtió en un objeto de desagrado y repugnancia. La rana era considerada con veneración por los Egipcios, siendo incluida por ellos entre sus animales sagrados. Bajo la mano judicial de Dios, "subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto." Ellas iban a entrar incluso en la casa de Faraón, en la cámara donde dormía, y sobre su cama, y en la casa de sus siervos, y sobre su pueblo, y en los hornos y artesas. (Éxodo 8: 3 al 6). Los objetos de su sagrada admiración fueron convertidos así en una peste – contemplada con horror y aborrecimiento; y, por el momento, el corazón de Faraón se doblegó de tal manera bajo la aflicción, que se vio obligado a pedir un respiro. (Éxodo 8:8). El golpe siguiente fue de una clase diferente – más orientada a las personas de los Egipcios. Esto fue la plaga de piojos. Tanto los historiadores antiguos como los modernos testifican de la escrupulosa limpieza de los Egipcios. Heródoto ("The Histories", Libro 2:37) dice que los sacerdotes eran tan escrupulosos acerca de este punto que solían afeitarse el cabello de los cabezas y cuerpos cada tres días, por temor a albergar insectos parásitos mientras se ocupaban en sus deberes sagrados.[*]

 

[*] Citado del "Dictionary of the Bible" del Dr. Smith. Véase el artículo 'Piojo', y para otros testimonios.                   

 

Este golpe, por tanto, humillaría la soberbia y mancharía la gloria de ellos, haciendo que fuesen, ellos mismos, objetos de aversión y repugnancia. Los enjambres de moscas vienen a continuación. (Éxodo 8: 20 al 32). Parecería imposible fijar con alguna precisión un significado exacto de la palabra traducida "moscas", ya que muchos sostienen que "escarabajos" es lo indicado. Sea como fuere, la plaga muestra una severidad en aumento por el efecto producido. Es también con relación a esto que encontramos, por vez primera, una división formal colocada entre los hijos de Israel y los Egipcios. (Éxodo 8: 22, 23). El Señor trata, después, con el ganado – enviando una plaga gravísima, de tal modo que "murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno." (Éxodo 9:6). Faraón verificó por sí mismo la destrucción llevada a cabo (versículo 7); pero su corazón estaba aún endurecido. Este golpe cayó sobre una de las fuentes de riqueza y prosperidad de Egipto. Sufrimientos corporales, tanto para el hombre como para la bestia, siguieron a continuación – surgiendo de un "sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto." (Éxodo 9:9). La destrucción de los cultivos del campo que estaban creciendo mediante granizo y trueno dio forma a la plaga siguiente; y esto fue seguido por las langostas; y "subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después; y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto." (Éxodo 10: 14 y 15). Este golpe alcanzó las fuentes de abastecimiento para las necesidades corporales. Una vez que las langostas se retiraron, ante la súplica del rey Egipcio, y estando él aún endurecido, hubo ahora "densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones." (Éxodo 10: 22 y 23). «En Egipto, el sol era adorado bajo el título de Re o Ra: el nombre se mantuvo, de manera conspicua, como título de los reyes, Faraón, o más bien Phra, que significa 'el sol'. »[**] Por lo tanto, no solamente fue eclipsada la fuente de luz y calor para los Egipcios, sino que el dios que ellos adoraban fue obscurecido – una demostración, si sólo hubieran tenidos ojos para ver, que Uno mayor que el sol, sí, el Creador del sol, estaba tratando con ellos en juicio. 

 

[**] "Egipcios Antiguos" de WILKINSON (capítulo 4, 287 a 289), citado de "Diccionario de la Biblia" de SMITH, bajo el artículo 'Sol'

 

La muerte de los primogénitos fue el golpe final. Pero el comentario acerca de esto se puede reservar hasta que consideremos el capítulo 12. No obstante, considerando estas plagas como un todo, uno no puede dejar de quedar impactado con su correspondencia con las que afectarán a la tierra en un día posterior, durante el dominio del anticristo. (Véase Apocalipsis 16: 1 al 14). De hecho, Faraón no es una mala prefiguración de este último antagonista de Dios y Su Cristo. Pero así como Dios fue glorificado en Su controversia con el uno, así será en la controversia con el otro; ya que si Faraón se apresuró a su perdición, y se anegó en las aguas del Mar Rojo, él y toda su hueste, el anticristo, elevándose a una altura aún mayor de atrevida impiedad, será lanzado, junto con la "bestia" cuyo falso profeta él había sido, "vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre." (Apocalipsis 19:20). Bien podía clamar, entonces, el Salmista, "Besad al Hijo, no sea que se enoje, y perezcáis en el camino; porque pronto se encenderá su ira." (Salmo 2:12 – VM). Sería, efectivamente, una locura hacer oídos sordos a las lecciones que la controversia de Dios con Faraón proclama con tan alta voz. "La manera de pensar de la carne es enemistad contra Dios." (Romanos 8:7 – BTX). Todas las personas no convertidas está, por tanto, en abierto antagonismo con Dios – cada una de ellas es un enemigo de Dios. Qué gracia de Su parte es el hecho de enviar tales repetidos mensajes de gracia, tales fervientes súplicas de amor, rogando a los pecadores, por medio del evangelio, que se reconcilien con Él. Él ha dado a Su Hijo unigénito para que muera, y sobre el fundamento de la expiación que Él ha hecho por el pecado por Su muerte, Él puede salvar justamente a todo aquel que cree. Pero si Su gracia es rechazada, "¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?" (Hebreos 2:3). Qué locura es, entonces, por parte del pecador, descansar por un solo día en su condición de no salvo, no sabiendo qué tan pronto puede ser llamado a una condenación tan irrevocable como la que cayó sobre el rey Egipcio.

 

Puede ser interesante ahora, seguir un poco el rastro de la oposición de los magos Egipcios al poder hacedor de maravillas de Moisés y Aarón en presencia de Faraón. Los principales de estos son mencionados por su nombre en el Nuevo Testamento. Leemos, "Y de la manera que Janes y Jambres resistieron a Moisés, así también éstos resisten a la verdad." (2ª. Timoteo 3:8). Esta referencia es sumamente importante ya que muestra que un principio del actuar de Satanás está personificado en la conducta de los magos. Se podría preguntar entonces, ¿cuál era este carácter especial? Era, en una palabra, IMITACIÓN. Así, cuando Aarón echó en tierra su vara, y se hizo culebra, "hicieron también lo mismo los hechiceros de Egipto con sus encantamientos; pues echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras." Éxodo 7: 11 y 12). Así también cuando las aguas de Egipto fueron golpeadas con la vara de Dios, y se convirtieron en sangre, los magos "hicieron lo mismo con sus encantamientos." (Éxodo 7:22). Lo mismo sucedió en el caso de las ranas. (Éxodo 8:7). La acción de ellos fue, de este modo, una imitación de la acción de Moisés y Aarón. En Timoteo, asimismo, los hombres de los que se dice que resisten la verdad, tal como Janes y Jambres resistieron a Moisés, son descritos como 'teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia (el poder) de ella'. (2ª. Timoteo 3:5). Esta es una de las sutilezas más peligrosas de Satanás. Si él puede tener éxito en abierta oposición a la verdad, no se ocultará; pero si esta puerta de antagonismo está cerrada, él mismo se transformará en un ángel de luz. Así fue en los días de Pablo; y así es el caso especialmente en la actualidad. Los Cristianos profesantes difícilmente serían desviados mediante la exhibición abierta del poder Satánico; pero cuántos son seducidos por él debido a que es, exteriormente, una imitación de lo divino. Tomen uno de los ejemplos más flagrante de esto. Si el Catolicismo Romano, con todas sus viles profanaciones de la verdad, no se vistiera con el ropaje exterior de Cristianismo, ¿existiría alguna posibilidad de que engañase las almas? Pero al reclamar ser capaz de dispensar toda bendición, que han sido aseguradas por la muerte de Cristo, seduce las almas de los hombres por miles, y las lleva bajo el dominio completo de sus falsedades y corrupciones. Es, por tanto, como sistema, uno de los instrumentos más exitosos de Satanás. Pero hay peligros mayores. No hay ni una sola operación del Espíritu de Dios, ni una forma de Su obrar, que Satanás no imita. Sus falsificaciones nos rodean por todos lados, dentro y fuera. Pero gracias sean dadas a Dios ya que Él ha nos a proporcionado salvaguardias suficientes, y los medios de detección de cada fase de sus tramposas artes. "Estas cosas", Juan dice, "os he escrito respecto de los que quisieran seduciros. Mas en cuanto a vosotros, la unción que dé él habéis recibido, permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe: al contrario, así como su unción os enseña respecto de todas las cosas, y es verdad y no mentira, y así como ella os ha enseñado, así vosotros permanecéis en él." (1ª. Juan 2: 26 y 27 – VM). El Espíritu y la Palabra de Dios son suficientes para preservarnos de las simulaciones más peligrosas de la verdad que Satanás pueda presentar a nuestras almas.

 

Además de esto, si no hay más que la adherencia más firme a Dios y a Su verdad, los mecanismos de Satanás serán expuestos a su debido tiempo. Tres veces estos instrumentos suyos 'resistieron' a Moisés. Pero cuando se introdujo la plaga de piojos, un asunto que tiene que ver con producir vida del polvo de la tierra, los magos fueron impotentes, y se vieron obligados a confesar que se trataba del "Dedo de Dios." (Éxodo 8: 18 y 19). La vida pertenece a Dios; Él solo es su fuente; y por eso los esfuerzos de Satanás son frustrados, y no leemos acerca de ningún intento adicional por parte de los instrumentos para interceptar la fuerza de las señales divinas. De hecho, en el capítulo siguiente encontramos que ellos "no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido" (Éxodo 9:11). Ellos mismos habían caído bajo la mano punitiva de Dios. Podemos, por tanto, reposar confiadamente, independientemente del aparente éxito actual del maligno; ya que "el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies." (Romanos 16:20).

 

Se obtendrá una perspectiva más completa de esta sección si se pone atención a los resultados de estas plagas judiciales sobre la mente de Faraón. Una impresión momentánea fue producida por la plaga de las ranas. "Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Orad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová." (Éxodo 8:8). Moisés respondió a esta petición, y fijó el momento para la súplica, para que, en la respuesta divina a ella, Faraón pudiese reconocer la mano de Jehová tan ciertamente como en la imposición del castigo. Es hermoso observar los tiernos modos de obrar de gracia de Dios, aun con un pecador endurecido. Si hay el más leve giro de corazón hacia Él, aunque Él conozca que no es verdadero, hay disposición a oír – un testimonio sorprendente al hecho de que Él no quiere la muerte del pecador, que verdaderamente Él no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. (2ª. Pedro 3:9). De este modo, Jehová oyó e "hizo conforme a la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los patios y de los campos." (Éxodo 8:13 – LBLA). Pero, ¿cuál fue la consecuencia? "Pero viendo Faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, como Jehová lo había dicho." (versículo 15). ¡Qué retrato del corazón malo del hombre! Doblegado bajo la mano de Dios, alarmado por las consecuencias, él clama por alivio, y promete que si se le concede ciertamente actuará conforme a los mandatos divinos. El alivio es concedido, y él olvida inmediatamente tanto sus temores como sus votos. Un buen número de pecadores han sido llevados así, mediante enfermedad súbita, a la puerta de la muerte, y han clamado en alta voz pidiendo misericordia. Dios oyó sus oraciones, y les restauró la salud. Pero ellos, en vez de consagrarse, tal como pensaban y se proponían, al servicio de Dios, regresan a su curso anterior de olvido y pecado. El hecho es, en todos esos casos, que la conciencia jamás ha sido despertada verdaderamente; no ha existido ningún sentido de culpa delante de Dios, ninguna aceptación de Su testimonio de la condición perdida y arruinada del hombre, y, por consiguiente, no se recurre a Su gracia salvadora revelada en Cristo Jesús como el Salvador; y los votos que se hicieron, fueron hechos realmente como una especie de ofrenda propiciatoria para obtener la remoción de la mano de Dios. Una vez aliviados, por tanto, puesto que no ha habido ningún cambio, ninguna conversión a Dios, la corriente de sus vidas, desviadas por un momento, regresa de manera natural a sus canales anteriores. ¡Oh, cuántos hay de quienes esto es verdad! ¡Cuántos de quienes se puede decir, cuando vieron que encontraban respiro, que endurecieron su corazón! Si estas palabras se encuentran con los ojos de alguno de los tales, que ellas se penetren profundo en sus corazones; y si es así, que ellos puedan, despertados de su verdadera condición, mientras la oportunidad todavía subsiste, confesar delante de Dios que son culpables, pecadores perdidos, y acudan sólo al Señor Jesucristo para salvación. "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira" (tal como lo hizo Faraón), "para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios." (Romanos 2: 4 y 5).

 

La cuarta plaga – la de toda clase de moscas – pareció producir una impresión más profunda. "Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra." Esta fue una oferta muy sutil, y una que podía haber entrampado fácilmente a Moisés y Aarón si no hubiesen conocido el carácter y la mente de Dios. Satanás no tiene objeción alguna al hecho de que sus siervos sean religiosos si ellos siguen bajo su dominio. Ellos pueden profesan servir a Dios tanto y tan llamativamente como puedan, siempre que reconozcan su autoridad. Si ellos tan sólo se postran y le adoran, como en la tentación presentada a nuestro bendito Señor en el desierto (Mateo 4), él les concederá todos los deseos del corazón de ellos. Si ellos tan sólo permanecen siendo del mundo, el mundo y su dios amarán lo que es suyo. Por eso Satanás aconseja continuamente -- «Sírveme a mí y a Dios. Sacrifica a tu Dios, pero permanece en la tierra.» (Éxodo 8:25). Una palabra de la Escritura desenmarañará todos estos razonamientos falaces: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mamón)." (Mateo 6:24). Moisés, quien tenía verdadero discernimiento porque tenía el pensamiento de Dios, percibe esto, y responde por tanto, "No conviene que lo hagamos así; porque la abominación de los Egipcios es lo que hemos de sacrificar a Jehová nuestro Dios. He aquí, si sacrificáramos la abominación de los Egipcios ante sus mismos ojos, ¿no nos apedrearían? Iremos camino de tres días en el desierto, y así ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, según él nos mandare." (Éxodo 8: 26 y 27 – VM). Moisés no fue engañado; sabía que Cristo era, y debe ser, un objeto de desprecio para los Egipcios, "para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura" (1ª. Corintios 1:23) y que debe haber un antagonismo irreconciliable entre ellos y Su pueblo. "Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán." (Juan 15:20). Egipto, por lo tanto, no podía ser un lugar para el pueblo de Dios. De este modo, Moisés añade tres cosas: Primero, ellos deben andar una distancia de tres días de camino en el desierto. El número tres es significativo en relación con esto – siendo el camino de tres días la distancia de la muerte. (Compárese con Números 10:33). Además, ellos deben sacrificar a Jehová su Dios, tal como Él les mande. Hay aquí principios verdaderamente grandes y fundamentales. Nada sino la muerte – la muerte con Cristo – puede separarnos de Egipto. Por eso Pablo dice, "nunca permita Dios que yo me gloríe sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo; por medio de la cual el mundo (Egipto) me ha sido crucificado a mí, y yo al mundo (Egipto)." (Gálatas 6:14 – VM). Ningún cambio o reforma exteriores nos sacarán de esta casa de servidumbre – nada sino la cruz – la muerte de Cristo, hecha nuestra por medio de la fe en Su nombre. En segundo lugar, debe haber obediencia a Jehová. No se debe permitir o aceptar, ni por un momento, ninguna otra autoridad. La obediencia es nuestro primer deber, y cubre el terreno completo de la responsabilidad del Cristiano. De ahí la necesidad, en efecto, de un rompimiento total con el mundo, una separación (mediante la muerte) de él. Si Moisés hubiese consentido permanecer en Egipto, habría reconocido el gobierno de Faraón, y esto habría sido inconsistente con las demandas completas y absolutas de Jehová. Estos dos principios – separación del mundo, y obediencia a Cristo – deben estar grabados sobre los corazones del pueblo del Señor, porque son la base de la verdadera posición y responsabilidad de ellos. Todo emana, en efecto, de estas dos fuentes. Una cosa más (en tercer lugar) se puede aprender de estas palabras de Moisés. Ningún servicio, o algún así llamado servicio, puede ser aceptable a Dios a menos que sea conforme a Su palabra. La adoración y el servicio deben ser gobernados por la propia mente del Señor. Por lo tanto, no es lo que consideramos bueno y piadoso, no aquello a lo cual nosotros podemos denominar adoración o buenas obras, sino lo que Él considera como tal. La Palabra de Dios es, por tanto, la prueba de todo, y debe tener el lugar supremo en el corazón y la conciencia del Cristiano, y regular toda su vida. Todas las corrupciones de la Cristiandad, todo el fracaso y ruina de la iglesia, se remontan al descuido de este principio vital. La Palabra de Dios es la única lámpara a nuestros pies, y alumbra nuestro camino. (Salmo 119:105). En el momento que se acepta una sola regulación humana, sea por el individuo o por la iglesia, la decadencia y la corrupción siguen a continuación; puesto que otra autoridad se combina con la de Cristo. Es, como consecuencia, nuestra responsabilidad probar todo lo que nos rodea por la Palabra de Dios. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte." (Apocalipsis 2:11, etc.).

 

Faraón no rechaza abiertamente la demanda de Moisés; él contemporiza, actúa hipócritamente, para obtener la remoción del golpe. Su clamor es, "Orad por mí." (Éxodo 8:28). Moisés asiente, pero añade una advertencia solemne, mostrando que veía a través del débil velo de hipocresía del rey, "no vuelva Faraón a obrar con engaño, no dejando ir al pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová." (Éxodo 8:29 – VM). Pero una vez que el problema desapareció, se registra lo de costumbre, "Mas Faraón endureció aun esta vez su corazón, y no dejó ir al pueblo." (versículo 32). Acto seguido, siguió otro juicio; pero Faraón fue insensible al golpe. A lo menos no hubo ningún signo externo de ceder. Esto llevó a un muy solemne y, podemos decir, terrible mensaje como prefacio al siguiente castigo – la plaga de truenos y granizo. (Éxodo 9: 13 al 19). El rey tambaleó bajo el golpe, y nuevamente procuró alivio. Confesó incluso que había pecado, y que Jehová era justo, etc., y prometió una vez más que dejaría ir al pueblo, siempre que no hubiera más truenos y granizo. (Éxodo 9: 26 y 28). La iniquidad de Faraón es sacada a la luz de este modo. Él ve y reconoce su culpabilidad, y no obstante persiste en su curso malo – su antagonismo abierto a Jehová. Ya que, pese a su confesión, tan pronto como Jehová respondió la súplica de Moisés, él volvió a sus endurecidos modos de obrar. Pero una y otra vez se nos recuerda que esta no fue ninguna sorpresa para Dios. Todo esto sucedió "como Jehová lo había dicho por medio de Moisés." (versículo 35). Él veía el final desde el principio; pero quitó Su mano ante la intercesión de Moisés a favor del rey Egipcio. Dios jamás se impacienta aun en presencia de rebelión abierta. Él espera Su propio tiempo – soportando la iniquidad y la impiedad de los hombres en longanimidad y gracia. Si Él es así paciente, también nosotros deberíamos aprender a serlo – volviendo nuestros ojos a Él, confiados de que a Su propio tiempo Él vindicará Su gobierno justo ante los ojos del mundo. "Confía calladamente en Jehová, y espérale con paciencia." (Salmo 37:7 – VM).

 

Una nueva acción tuvo lugar en relación con la amenaza de las langostas. Los siervos de Faraón, alarmados ante la perspectiva, interfirieron ahora. Le dijeron, "¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido?" (Éxodo 10:7). A instancias de ellos, "Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?" (versículo 8). Esto revela, una vez más, el corazón miserable de este muy miserable rey. Si se ve obligado, él relajará su dominio, pero aun entonces retendrá todo lo que pueda. Él se aferra tenazmente a lo que poseía, y tan tenazmente que regateará, de ser posible, con Moisés con respecto a los habían de ir. Pero "Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová. Y él les dijo: !Así sea Jehová con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? !Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro! No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón." (versículos 9 al 11). Esta fue, ciertamente, un astuto ardid de Satanás – profesar voluntad de dejar ir a los hombres sólo si dejan a sus pequeños atrás en Egipto. De esta manera se habría falsificado el testimonio de los redimidos de Jehová, y se habría retenido un dominio más poderoso sobre ellos a través de sus afectos naturales. Ya que, ¿Cómo podrían haber terminado con Egipto mientras sus niños estaban allí? Satanás sabía esto, y de ahí el carácter de esta tentación. ¡Y cuántos Cristianos hay que caen en la trampa! Profesando ser del Señor, haber dejado Egipto, ellos permiten que sus familias queden aún atrás. Como otra persona dijo, «Los padres en el desierto, y sus hijos en Egipto. Terrible anomalía. Esto habría sido sólo media liberación; inútil a la vez para Israel, y deshonrosa para el Dios de Israel. Esto no podía ser. Si los niños permanecían en Egipto, no había ninguna posibilidad de decir que los padres lo habían abandonado, en la medida que sus hijos eran parte de ellos mismos. Lo más que se podía decir en un caso tal era que ellos servían en parte a Jehová, y en parte a Faraón. Pero Jehová no podía tener parte con Faraón. Él debe tenerlo todo o nada. Este es un principio de peso para los padres Cristianos. . . . Es nuestro feliz privilegio contar con Dios para nuestros niños, y para criarlos "en disciplina y amonestación del Señor." (Efesios 6:3). » Estas maravillosas palabras, palabras de peso, deberían ser ponderadas profundamente en la presencia de Dios. Ya que en ninguna parte el testimonio se quebranta de manera más manifiesta como lo hace en nuestra familia. Padres piadosos, cuyo andar es irreprochable, son seducidos a permitir a sus hijos prácticas que ellos mismos no se permitirían ni por un momento, e inundan así sus hogares con las vistas y sonidos de Egipto. Todo esto brota de no reconocer, tal como Moisés sí lo hizo, que los hijos, junto con sus padres, pertenecen a Dios, y forman Su pueblo en la tierra; que, por consiguiente, sería una negación de esta verdad bienaventurada dejarles en el lugar del cual ellos mismos, por la gracia de Dios, por medio de la muerte y resurrección de Cristo, han sido liberados. Nunca se puede, por tanto, dejar de urgir demasiado fuertemente que la responsabilidad de los padres abarca a toda la familia; que el padre está obligado delante de Dios a considerar a sus hijos como perteneciendo al Señor, o, de otro modo, nunca los puede entrenar en el camino en que deben ir, contando con que Él le muestre, de forma manifiesta, que ellos son Suyos mediante la obra de Su gracia y de Su Espíritu.

 

Faraón se disgustó ante estos requerimientos, y Moisés, junto con Aarón, es echado de la presencia del rey. Acto seguido, las langostas son convocadas por el poder de Dios, y  la langosta "cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra." (versículo 15). Bajo la presión de este grave golpe, Faraón llamó una vez más a Moisés y Aarón a su presencia, confesó su pecado contra Jehová Dios de ellos, y contra ellos – buscó perdón, y les pidió que suplicasen a Jehová Dios de ellos, "que al menos aparte de mí esta muerte." (versículos 16 y 17 – VM). Jehová oyó la intercesión de Moisés, y las langostas fueron quitadas, y lanzadas al Mar Rojo; "No quedó ni una langosta en todo el territorio de Egipto." (versículo 19 – BTX).

 

Olvidando inmediatamente este terror y su palabra, tinieblas sobre la tierra de Egipto fueron traídas por tres días.(versículos 22 y 23). Una vez más, "llamó Faraón a Moisés y le dijo: Id, servid al SEÑOR; sólo que vuestras ovejas y vuestras vacadas queden aquí. Aun vuestros pequeños pueden ir con vosotros. Pero Moisés dijo: Tú también tienes que darnos sacrificios y holocaustos para que los sacrifiquemos al SEÑOR nuestro Dios. Por tanto, también nuestros ganados irán con nosotros; ni una pezuña quedará atrás; porque de ellos tomaremos para servir al SEÑOR nuestro Dios. Y nosotros mismos no sabemos con qué hemos de servir al SEÑOR hasta que lleguemos allá." (versículos 24 al 26 – LBLA).

 

De lo que se trataba era de dejar Egipto para servir a Jehová. Él, por tanto, no reclamaba el pueblo como Suyo, sino también todas sus posesiones. Moisés, por esta causa, repudió el derecho de Faraón a tener cualquier cosa. Haber hecho lo contrario habría sido, de una vez, el reconocimiento de su autoridad. Faraón era, en efecto, el enemigo del pueblo de Dios, manteniéndoles en cautividad en oposición a Su voluntad. Como tal, es tratado por Moisés en el rechazo a sus demandas. Además, ellos iban a sacrificar a Jehová, Dios de ellos, y hasta que fuesen liberados de Egipto no sabían con qué debían servir a Jehová. Lo que Faraón estipuló, por tanto, no se podía permitir ni por un momento. En las palabras de Moisés estriba un principio de importancia primaria – que Dios reclama todo lo que tenemos así como también nosotros mismos. Todo debe ser sometido, por esta causa, a Su disposición. Él da, y Él demanda de nosotros. Esto fue ejemplificado bellamente en el caso de David cuando proporcionó materiales para el templo. "De lo recibido de tu mano te damos." (1°. Crónicas 29:14). No debemos, como pueblo de Dios, tomar del mundo, tal como Abraham rechazó ser enriquecido por el rey de Sodoma (génesis 14: 22 y 23); tampoco debemos reconocer las demandas del mundo sobre lo que el Señor nos ha dado. Ni una pezuña ha de quedar atrás, ya que pudiera ser que Jehová demande esa misma pezuña para el sacrificio. Es sorprendente, también, observar que, según las palabras de Moisés, no se podía conocer el pensamiento de Jehová en Egipto. Ellos debían ser redimidos de allí, y ser separados, a través de la  muerte y resurrección, para Dios antes de que pudiesen ser enseñados en cuanto a la naturaleza de Su servicio. Aunque Faraón se opone así a cada demanda que se le hace con respecto al pueblo del Señor, vemos que contemporiza con sus sutilezas; porque la mano de Jehová se levanta en juicio, y cae en sus sucesivos golpes sobre Faraón y su tierra, de modo que él de buena gana se libraría del poder de ellos. Ahora, sin embargo, él es excitado a un tono más alto de obstinación, arrojándose precipitadamente a su condenación, a pesar de la gracia, la advertencia, y el juicio. "Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no quiso dejarlos ir. Y le dijo Faraón: Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás. Y Moisés respondió: Bien has dicho; no veré más tu rostro." (versículos 27 al 29).

 

Acto seguido, Jehová procede a entregar a Moisés las instrucciones preparatorias para la marcha de ellos fuera de Egipto.

 

"Una plaga traeré aún sobre Faraón y sobre Egipto, después de la cual él os dejará ir de aquí; y seguramente os echará de aquí del todo. Habla ahora al pueblo, y que cada uno pida a su vecino, y cada una a su vecina, alhajas de plata y de oro. Y Jehová dio gracia al pueblo en los ojos de los egipcios. También Moisés era tenido por gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo."  (Éxodo 11: 1 al 3).

 

De este modo, todo estuvo preparado; y Moisés, por tanto, entrega su mensaje final – un mensaje pleno de solemnidad y dignidad, adecuado, en efecto, a la majestad de Aquel cuyo mensajero él era. El contenido del mensaje será considerado en el capítulo siguiente. Moisés, habiendo finalizado su misión, "salió muy enojado de la presencia de Faraón." (Éxodo 11:8). Él estaba ahora en comunión plena con la mente (el pensamiento) de Dios, lleno como estaba de santa indignación contra el pecado de Faraón. (Compárese con Marcos 3:5). Toda su timidez ha desaparecido, y está en calma e impávido delante del rey, investido conscientemente con la autoridad de Jehová. Pero como Jehová había predicho, y ahora repite, Faraón no cedería. "Faraón no os oirá, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto. Y Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios delante de Faraón; pues Jehová había endurecido el corazón de Faraón, y no envió a los hijos de Israel fuera de su país." (versículos 9 y 10).

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Marzo 2012.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - Judgments upon Egipt (Exodus 7 - 11) , by Edward Dennett
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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