ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

24.- EL ALTAR DE BRONCE (Éxodo 27:1-8)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

EL ALTAR DE BRONCE

 

 

Éxodo 27: 1-8

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).-

 

 

Pasando hacia el exterior desde el lugar santo, la primera cosa que se encontraba, cuando el Tabernáculo y todos sus arreglos estaban debidamente ordenados, era la fuente. Pero esta se omite aquí por la misma razón que el altar del incienso no fue descrito en el último capítulo considerado, debido a que era un símbolo de acercamiento (aproximación), y no de exhibición; y, por consiguiente, el altar de bronce es presentado a continuación. Se verá que este altar tenía un carácter peculiar. Era una manifestación de Dios, y, a la vez, el lugar de encuentro entre Él y el pecador. Es, en este aspecto, el límite de Su exhibición; es decir, Él no sale en manifestación más allá de este límite; porque, encontrando aquí al pecador, el pecador (es decir, el sacerdote actuando a favor de él), cuando todo está preparado, tiene la libertad de pasar al interior desde este punto, y necesitaría, de allí en adelante, los símbolos de acercamiento (aproximación).

 

"Harás también un altar de madera de acacia de cinco codos de longitud, y de cinco codos de anchura; será cuadrado el altar, y su altura de tres codos. Y le harás cuernos en sus cuatro esquinas; los cuernos serán parte del mismo; y lo cubrirás de bronce. Harás también sus calderos para recoger la ceniza, y sus paletas, sus tazones, sus garfios y sus braseros; harás todos sus utensilios de bronce. Y le harás un enrejado de bronce de obra de rejilla, y sobre la rejilla harás cuatro anillos de bronce a sus cuatro esquinas. Y la pondrás dentro del cerco del altar abajo; y llegará la rejilla hasta la mitad del altar. Harás también varas para el altar, varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de bronce. Y las varas se meterán por los anillos, y estarán aquellas varas a ambos lados del altar cuando sea llevado. Lo harás hueco, de tablas; de la manera que te fue mostrado en el monte, así lo harás." (Éxodo 27: 1-8).

 

Antes de emprender la consideración de los usos del altar, será necesario explicar su significado típico. La madera de Sittim (especie de acacia) se encuentra aquí del mismo modo que sucede con el arca, las tablas, etc. Pero estaba cubierta con bronce en vez de oro. El bronce, de hecho, es su característica. Pues bien, el bronce es la justicia divina, no como la simbolizada por el oro según lo que Él es en Sí mismo, es decir, adecuado a la naturaleza divina, sino como probando al hombre en responsabilidad. Se ha relacionado siempre con el bronce, a causa de esto, un cierto aspecto judicial, en la medida que, encontrando al hombre en responsabilidad, necesariamente le juzga debido a que es un pecador. Entonces el altar, como un todo, es Dios manifestado en justicia. Por eso formaba el lugar de encuentro entre Dios y el pecador; ya que mientras el pecador está en sus pecados, Dios puede encontrarse con él sólo sobre ese terreno, donde está bajo responsabilidad. El altar, por consiguiente, era la primera cosa que encontraba el ojo del pecador que salía del mundo y entraba al atrio del Tabernáculo. Pero en aquel entonces era un altar —y como tal un símbolo de la cruz de Cristo. Por tanto, cuando el pecador venía al altar, cuando venía creyendo en la eficacia del sacrificio, aunque el altar le probaba en responsabilidad, él encontraba que todos sus pecados habían desaparecido, y que podía estar delante de Dios en todo el olor grato del sacrificio que había sido consumido allí.

 

La posición misma del altar muestra este carácter. Estaba justo afuera del mundo, y justo adentro del atrio. Del mismo modo cuando Cristo fue rechazado, Él fue echado del mundo —levantado por sobre él, cuando fue clavado al vergonzoso madero. Pero allí en la cruz, tal como en el altar en figura, Él se encontró y cargó con toda la responsabilidad del hombre, «se sometió a todo el santo juicio de Dios contra el pecado, y respondió tan abundantemente a cada demanda de Su gloria, que el fuego se alimentó con gratitud del sacrificio, el cual, consumido totalmente sobre el altar, subió a Dios como olor grato de aceptación. Era el holocausto, y no la ofrenda por el pecado que se colocaba sobre el altar de bronce. La ofrenda por el pecado era quemada fuera del campamento. El altar de bronce enseña, más bien, que podemos acercarnos con santo denuedo a Su presencia.» [*]

 

[*] No se debe olvidar jamás que si bien el holocausto presenta la parte de Dios en la muerte de Cristo, con todo, era aceptado de parte del oferente para hacer expiación por él. (Levítico 1:4).           

 

Si consideramos ahora los usos del altar, recabaremos más enseñanza sobre este punto. Era, preminentemente, como se declaró recién, el altar del holocausto (Levítico 1). Además de esto, partes de la oblación (u, ofrenda vegetal), del sacrificio de paz, y, de hecho, de la ofrenda por el pecado, eran quemadas también sobre "el altar del holocausto" (Levítico 2:2; Levítico 3:5; Levítico 4:10). Sin entrar, en este momento, en las características específicas de estos varios sacrificios, será suficiente decir que ellos prefiguran diferentes aspectos de la muerte de Cristo; y es, por tanto, en la combinación de todos, que nosotros aprendemos el valor infinito, y la preciosura inefable de aquel sacrificio único que ellos tipifican. El altar de bronce habla, por tanto, de Cristo, de aquel único sacrificio de Cristo cuando mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios. (Hebreos 9:14). Por tanto, cuando el pecador (un Israelita) traía un sacrificio, reconocía por ese mismo acto, que no podía, por sí mismo, satisfacer las justas demandas de Dios, que él era un pecador, y que como tal, había pecado a costa de su vida; y de ahí que trajese otra vida para ser ofrecida en su lugar. Viniendo así, él mismo se identificaba con el sacrificio, como se muestra en el hecho de poner su mano sobre la cabeza de la ofrenda. (Levítico 1:4, etc.). Si traía una ofrenda por el pecado, cuya grosura que estaba sobre las entrañas, etc., se quemaba sobre este altar (Véase Levítico 3), cuando ponía su mano sobre su cabeza, su culpa era transferida (en figura) a la ofrenda, y por consiguiente, era quemada como cosa inmunda —cargada con los pecados del oferente— fuera del campamento. Si se trataba de un holocausto, mediante el mismo acto de poner su mano sobre la cabeza de la víctima él mismo llegaba a transferirse, por decirlo así, completamente identificado con toda la aceptación del sacrificio. Dos cosas se llevaban a cabo de esta manera. Por una parte, sus pecados eran quitados de la vista de Dios; por la otra, él era llevado ante Dios en toda la aceptación de Cristo. De este modo, si el altar probaba al hombre en justicia, revelaba, a la vez, la gracia que había proporcionado un sacrificio perfecto a su favor; de modo que Dios podía encontrarse con él en gracia y amor, así como también en justicia, y darle derecho a estar en aceptación perfecta en Su santa presencia. El tamaño mismo del altar ilustra esta verdad. Era un cuadrado de cinco codos. Era la responsabilidad hacia el hombre mostrada y cumplida completamente en la cruz de Cristo.

 

¡Qué abundante, entonces, el aliento que Dios da al pecador! Las demandas de Su trono, Su gobierno, han sido satisfechas mediante el altar; porque la sangre ha sido rociada sobre él, y el sacrificio ha sido consumido. Él puede, por tanto, recibir en gracia y en justicia a todo aquel que, en fe, se acerca al altar; y es para anunciar estas buenas nuevas que el evangelio es enviado a todas partes. La cruz de Cristo es ahora el lugar de encuentro entre Dios y el pecador. Es sobre el fundamento de lo que se cumplió allí que Él pueda ser el justo y el Justificador de todo aquel que cree en Jesús. (Romanos 6:23). No hay otro terreno sobre el cual Él puede traer al pecador a Su presencia. Si el Israelita rechazaba el altar de bronce, él mismo se excluía para siempre de la misericordia de Dios; y, de igual manera, todo aquel que rechaza la cruz de Cristo, se excluye para siempre de la esperanza de salvación.

 

Los cuernos del altar pueden ser considerados también. Había cuatro —uno en cada esquina (Éxodo 27:2). En ciertos casos la sangre del sacrificio era rociada sobre estos, como por ejemplo, en la ofrenda por el pecado del jefe, o por el pecado de una persona común del pueblo. (Levítico 4: 25, 30, etc.). El cuerno es un símbolo de fortaleza. Por tanto, cuando la sangre era rociada sobre los cuernos, toda la fortaleza del altar (y dicha fortaleza se exhibía en toda su integridad) que había estado en contra, es ejercida ahora a favor del pecador. Los cuernos del altar llegan a ser, de este modo, un lugar de refugio, un asilo inviolable, para todos los que estaban legítimamente bajo la protección de ellos sobre el terreno de la sangre rociada. Joab buscó esta protección cuando huyó de Salomón (1º. Reyes 2:28); pero, ya que no tenía ningún derecho a ella pues era un homicida, fue muerto. Esto es como el pecador que al fin de su vida, de buena gana reclamaría los beneficios de la muerte de Cristo para escapar del juicio, aunque esté alejado aún de Él en su corazón. Pero dondequiera que haya confianza en el valor del sacrificio que ha sido ofrecido a Dios sobre el altar, no hay poder en la tierra que pueda tocar el alma que reposa bajo su amparo y protección.

 

"El alma que se inclinó para reposar en Jesús,

No la abandonaré, no la abandonaré a sus enemigos;

Aunque todo el infierno trate de sacudir esa alma,

Yo jamás, jamás la abandonaré." [**]

               

[**] N. del T.: Traducción libre de la última estrofa del himno "How firm a foundation". La letra se puede leer en Inglés  y la melodía se puede oír en la siguiente dirección web: http://www.hymntime.com/tch/htm/h/o/w/howfirm.htm

 

Será interesante considerar, por un momento, la provisión para el traslado detallada en Números 4: "Quitarán la ceniza del altar, y extenderán sobre él un paño de púrpura; y pondrán sobre él todos sus instrumentos de que se sirve: las paletas, los garfios, los braseros y los tazones, todos los utensilios del altar; y extenderán sobre él la cubierta de pieles de tejones, y le pondrán además las varas." (Números 4: 13, 14). La púrpura (o escarlata) es realeza, y esto hace que la interpretación sea evidente. Se trata de los sufrimientos de Cristo —tal como son vistos en el altar— y de las glorias que habían de seguir, tal como lo muestra la púrpura. Primero la cruz, y luego la corona. Pero el altar estaba en el desierto, y por eso las pieles de tejones estaban afuera, cubriendo la púrpura. No había llegado aún el tiempo para la asunción de la gloria real de Cristo. Mientras tanto, sólo se veían las pieles de tejones —emblema de esa santa vigilancia que Le guardaba del mal mientras pasaba por el desierto en rechazo, y mientras esperaba el tiempo de Su reino.

 

Todos los utensilios del altar estaban hechos de bronce, en armonía con su rasgo característico. Las varas, con las que el altar debía ser trasladado, eran de madera de Sittim (especie de acacia) y bronce, tal como el altar mismo. Finalmente, se le recuerda una vez más a Moisés que el modelo que le fue mostrado en el monte debía ser su guía. Sólo la sabiduría de Dios pudo concebir el altar que debía personificar tantas verdades bienaventuradas. Un rey Acaz, entusiasmado por la belleza del altar Sirio, pudo rechazar el altar de Dios (2º. Reyes 16); pero fue su ruina y la de todo Israel. (2º. Crónicas 28:23). Así ahora los hombre pueden rechazar la predicación de la cruz de Cristo, hallando en ella, según sus pensamientos, o bien una piedra de tropiezo o bien necedad, y escoger un altar para la adoración de ellos que satisfaga sus propios gustos estéticos, y que no ofenderá, por tanto, los prejuicios del hombre natural; pero, como en el caso de Acaz, ello sólo puede terminar en su ruina eterna. Sólo Dios puede prescribir el modo y el método adecuados de acceso a Él mismo.

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2012.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Brazen Altar (Exodus 27: 1-8) , by Edward Dennett
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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