ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

28.- EL HOLOCAUSTO CONTINUO (Éxodo 29:38-46)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

EL HOLOCAUSTO CONTINUO

 

 

Éxodo 29: 38-46

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

        

Tras la consagración de los sacerdotes, tenemos instrucciones para el holocausto continuo —continuo porque debía ser ofrecido todas las mañanas, y todas las tardes, a través de todas las generaciones de los hijos de Israel. Se trataba, de hecho, de un sacrificio diario perpetuo.

 

"Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente. Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde. Además, con cada cordero una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas; y para la libación, la cuarta parte de un hin de vino. Y ofrecerás el otro cordero a la caída de la tarde, haciendo conforme a la ofrenda de la mañana, y conforme a su libación, en olor grato; ofrenda encendida a Jehová. Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria. Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes. Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios. Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios." (Éxodo 29: 38-46).

 

Se observará que hay tres cosas en esta Escritura, a saber: el holocausto y sus acompañamientos; el lugar de reunión entre Dios y Su pueblo; y Jehová morando entre ellos, y siendo su Dios.

 

El holocausto se componía de dos corderos de un año, uno a ser ofrecido por la mañana, y el otro por la tarde. Esta ofrenda no debía cesar jamás. (Véase Números 28: 3, 6, 10, Esdras 3:5). Su significado, como se explicó en el capítulo anterior —es decir, como un emblema del sacrificio de Cristo en este carácter— es Su consagración hasta la muerte, en la cual Él, en el lugar del pecado y para la gloria de Dios, demostró Su obediencia hasta lo sumo, aun hasta ser hecho pecado por Su pueblo. Por tanto, todo era consumido sobre el altar, y subía como olor grato para Dios (véase Levítico 1); y este olor grato expone la aceptabilidad de Su muerte para Dios, sí, el deleite infinito que Dios halló en la muerte de Cristo en obediencia a Su voluntad. Por tanto, puesto que la ofrenda que tenemos ante nosotros era perpetua, Dios puso un fundamento mediante el cual Israel podía estar, y ser acepto, en toda su fragancia y olor. Llega a ser, de este modo, un tipo no menor de la posición del creyente, revelando el terreno de su aceptación en el Amado; ya que tal como el olor grato del holocausto continuo ascendía siempre a Dios a favor de Israel, del mismo modo Cristo, en toda Su aceptabilidad está siempre ante Sus ojos a favor de los suyos. Podemos decir, por tanto, "como él es, así somos nosotros en este mundo" (1ª. Juan 4:17); porque estamos en la presencia divina en todo el olor de Su sacrificio, y en toda la aceptación de Su Persona.

 

Los acompañamientos del holocausto eran dos; primero, "una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas"; y, en segundo lugar, "la cuarta parte de un hin de vino." Lo primero era una oblación (ofrenda vegetal), y lo segundo una libación. La oblación, como se señaló en relación con la consagración de los sacerdotes, es un emblema de la consagración de Cristo en vida, Su entera consagración a la voluntad y a la gloria de Dios. La harina fina se mezclaba con aceite (véase también Levítico 2), para presentar de manera tenue la verdad misteriosa de que Cristo, en cuanto a Su humanidad, fue engendrado del Espíritu Santo. (Mateo 1:20). Representaba, por tanto, la perfección de Su vida aquí abajo —Su vida de obediencia perfecta, cada energía de Su alma fluyendo en este canal, hallando que Su comida era hacer la voluntad de Su Padre (Juan 4:34), y finalizar Su obra. Israel estaba, por tanto, delante de Dios en todo el valor y la aceptación de Su vida y de Su muerte —de todo lo que Él era para Dios, sea esto considerado en la consagración perfecta de Su vida, o en la expresión más elevada de la perfección de Su obediencia como fue mostrada cuando Él fue hecho pecado en la cruz. La oblación se componía de vino. El vino es un símbolo del gozo —"alegra a Dios y a los hombres" ("Mas la vid les respondió: ¿Acaso tengo de dejar mi vino que alegra a Dios y a los hombres, por ir a ondular sobre los árboles?" Jueces 9:13 – VM); y puesto que es ofrecido aquí a Dios, habla de Su gozo, Su gozo en el sacrificio presentado. Pero era ofrecido por Su pueblo, por el sacerdote a favor de ellos. Esto expresaba también, por esta razón, la comunión de ellos con el gozo de Dios en la perfección de la vida, y de la consagración hasta la muerte, de Su Hijo Unigénito. El corazón de Dios es así. Él nos llevaría a la comunión con Él, querría que gozáramos de Sus propios deleites, que el gozo de Su corazón, fluyendo, y llenando también los nuestros, pudiese desbordarse en alabanza y adoración. Por eso Juan dice, "verdaderamente nuestra comunión es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." (1ª. Juan 1:3).

 

El siguiente punto es el lugar de reunión de Dios con Su pueblo. A Moisés se le permitió, en gracia, encontrarse con Jehová en el propiciatorio (Éxodo 25:22; Números 12:8); pero el pueblo no podía pasar más allá de la puerta del tabernáculo de reunión. Era aquí donde se presentaba el holocausto sobre el altar de bronce; y por eso era este el lugar de reunión entre Dios e Israel, sobre el terreno del sacrificio. No era posible que existiera algún otro lugar; tal como Cristo mismo es ahora el lugar único de reunión entre Dios y el pecador. Es muy importante ver esta verdad —especialmente para los que no son salvos— que aparte de Cristo no puede haber acercamiento a Dios alguno. "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí." (Juan 14:6). Presten atención, además, al hecho de que no se puede acceder a Dios excepto sobre el terreno del sacrificio de Cristo. Esta verdad es prefigurada en relación con el holocausto. Si se ignora la cruz, si se ignora a Cristo crucificado, no se puede tener relación alguna con Dios, con la excepción de las que pueden existir entre un pecador culpable y un Juez santo. Pero en el momento que el pecador es llevado a tomar su lugar sobre el "olor grato" del sacrificio para Dios, sobre la eficacia de lo que Cristo consumó por Su muerte, Dios se puede encontrar con él en gracia y amor.

 

Hay una cosa más: la consecuencia de venir a reunirse y a morar con Su pueblo. Dios santificará el tabernáculo mediante Su gloria; santificará el tabernáculo de reunión, y el altar; y santificará, también, tanto a Aarón como a sus hijos, para que Le sirvan como sacerdotes en el cargo que Él les designó. (Éxodo 29: 43, 44). Él demandaba todo en virtud del sacrificio, y apartaba todo para Él. El Tabernáculo, el altar, y los sacerdotes son santificados por igual —reclamados como pertenecientes al servicio de Jehová y para Su servicio. La expresión "con mi gloria" (versículo 43), como siendo aplicada al tabernáculo, es notable. Solamente allí, en toda la tierra, en el lugar santísimo, se manifestaba Su gloria —en nube resplandeciente, la Shekinah, que era el símbolo de Su presencia. Mostrada de este modo, separaba completamente el tabernáculo de toda otra cosa sobre la faz de la tierra, hacía que fuese un lugar santo, lo santificaba. Pero más. Estando allí Su gloria, llegó a ser el estándar de todo lo presentado. La cuestión —considerada en sus aspectos más elevados, en la luz de la verdad ahora poseída— para todo aquel que se acercaba, y para todo lo que se ofrecía era, por consiguiente, la de la idoneidad a la gloria de Dios. Por eso leemos en la epístola a los Romanos que "todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23), mostrando que a menos que respondamos a las demandas de esa gloria, que pudiéramos siquiera estar delante de la exhibición inmediata de Su gloria, nosotros somos pecadores culpables. Ello va aún más lejos. El Tabernáculo mismo estaba en la tierra, y en medio del pueblo terrenal de Dios. Como siendo santificado por Su gloria, por tanto, también llegó a ser profético —profético del día cuando toda la tierra será llena de Su gloria. Era así, una promesa resplandeciente de la bendición milenial.

 

Esto lleva a la tercera cosa —Dios morando en medio de Su pueblo. Este fue el objeto declarado de la construcción de un santuario (Éxodo 25:8), y el objetivo de que Él morase con ellos fue para que pudiesen ser traídos a estar en relación con Él, y conocerle como el Dios de redención, como Aquel que los había sacado de la tierra de Egipto. En efecto, el terreno de Su morada en medio de ellos fue la redención cumplida. De este modo, como ya se ha dicho, Él jamás moró con Adán, Noé, Abraham, o con los patriarcas, no obstante la relación íntima con Él que se les permitió disfrutar. Tampoco moró, ni podía morar, con Israel mientras estaba en la tierra de Egipto; pero después que los hubo sacado de la casa de su servidumbre, y los hiciera cruzar el Mar Rojo, Él deseó, entonces, tener Su santuario en medio de ellos. El olor grato del sacrificio —emblema de la aceptabilidad del sacrificio del Cristo de Dios— hizo que Le fuera posible rodearse de aquellos que Él había redimido. Pero hay más aún que el hecho de que Él morase con ellos: está también la relación. "Seré el Dios de ellos." (Génesis 17:8). Se observará que no se trata de lo que ellos serán para Él, aunque eran Su pueblo por Su gracia, sino de lo que Él será para ellos. "Dios de ellos" —palabras cargadas con bendiciones inefables; porque cuando Dios se compromete a ser el Dios de Su pueblo, se digna entrar en relación con ellos, Él les asegura que todo lo que necesitan, está asegurado para ellos por lo que Él es para ellos como su Dios. Fue en vista de la bendición de tan maravillosa relación que el Salmista exclamó, "Bienaventurado el pueblo cuyo Dios es Jehová." (Salmo 144:15). Por tanto, como hemos visto, si Él moró entre ellos fue para que pudieran conocerle —y conocerle a Él a través de la redención. Este fue el deseo de Su corazón, y en la prosecución de ello, Él les había visitado en Egipto, había herido a Faraón, a su tierra, y a su pueblo con juicios, los había sacado con mano fuerte y con brazo extendido, los llevó a Sí mismo, y les instruyó ahora para que Su Tabernáculo fuese erigido. Él tendría Su gozo en la felicidad y gozo de Sus redimidos —en rodearse de un pueblo feliz, regocijado. Tal era Su pensamiento, no obstante cuán poco ellos se involucraron en él; pero fue un pensamiento que, si se posponía, un día hallará su plena y perfecta encarnación. En efecto, el Tabernáculo en el desierto, rodeado por las tribus de Israel, es una figura del estado eterno. El propósito que Dios expresa aquí fue repetido (Levítico 26:12), y reafirmado en cuanto al milenio. (Ezequiel 37: 27, 28). Pero estas eran sólo sombras de la plena bendición que Dios diseñó para Su pueblo, y no pudieron ser más debido a lo que ellos eran; y de ahí que no es hasta que el estado eterno sea alcanzado que ello se lleve a cabo en perfección. Aun ahora Dios mora en la tierra, ya que la iglesia es Su morada en el Espíritu (Efesios 2:22); y cada creyente, que ha recibido el Espíritu de adopción, es un templo del Espíritu Santo. Pero cuando todos los propósitos de Dios en Cristo se cumplan, los redimidos de esta época de la gracia formarán, como la nueva Jerusalén, el tabernáculo eterno y la eterna morada de Dios. (Apocalipsis 21).

 

"Pero ¡quien de ese glorioso resplandor

De luz viviente contará!

Donde todo Su resplandor Dios muestra

Y las glorias del Cordero están.

Dios y el Cordero serán allí,

La luz y el templo,

Y huestes radiantes compartirán para siempre,

El misterio revelado."

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre 2012.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Continual Burnt-Offering (Exodus 29: 38-46) ,
by Edward Dennett
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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