ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

27.- LA CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES (Éxodo 29:1-35)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

LA CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES

 

 

Éxodo 29: 1-35

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

BTX = Biblia Textual, © 1999 por Sociedad Bíblica Iberoamericana, Inc.

LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso.

RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano)

        

 

Habiendo presentado los detalles concernientes a las vestiduras sacerdotales, Jehová instruye a Moisés, a continuación, en cuanto a las ceremonias que han de ser observadas en la consagración de los sacerdotes. Por el momento, los tres primeros versículos pueden ser pasados por alto, ya que los detalles de las instrucciones generales acerca del tema de los sacrificios que deben ser ofrecidos se encuentran más adelante en el capítulo.

 

"Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. Y tomarás las vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod; y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa. Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás. Y harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas. Les ceñirás el cinto a Aarón y a sus hijos, y les atarás las tiaras, y tendrán el sacerdocio por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos." (Éxodo 29: 4-9).

 

La primera parte del proceso consistía en lavarlos con agua, a la puerta del tabernáculo de reunión. (versículo 4). Esta acción es muy significativa, ya que el agua es un símbolo de la Palabra de Dios, como por ejemplo en Juan 3:5, Efesios 5:26, etc. Por tanto, esto era, emblemáticamente, el nuevo nacimiento, o la santificación por medio de la Palabra, apartados así para el servicio de Dios. Nuestro Señor oró así, "Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad." (Juan 17:19). Aarón fue lavado con agua —si se le considera a él solo— para que fuese, en figura, un tipo de la pureza absoluta de Cristo. Cristo fue, personalmente, inmaculado; Aarón es hecho así típicamente por la aplicación de la Palabra, a través de la santificación del Espíritu, como se lo denomina en Pedro. (1ª. Pedro 1:2). Si Aarón es tomado en asociación con sus hijos, el lavamiento proclama, en tipo, la verdad de que sólo los que han nacido de nuevo, separados para Dios por la aplicación de la Palabra a sus almas, pueden ocupar el lugar de sacerdotes, y gozar del privilegio de "servir" (o adorar) en el Lugar Santísimo. El hombre no puede hacer sacerdotes, y la pretensión de hacerlo es ignorar por completo la enseñanza más clara y más fundamental de las Escrituras. Sólo Dios puede hacer sacerdotes, y todo aquel que ha nacido de nuevo, limpiado por la sangre preciosa de Cristo, y en quien mora el Espíritu Santo, es un sacerdote. Por tanto, arrogarse el derecho de ordenar sacerdotes —y hacerlo aparte aun de la cuestión de la condición de ellos delante de Dios— es entrometerse en una región que bordea la profanidad, así como también es negar los derechos y privilegios de todo el pueblo de Dios.

 

Aarón es separado ahora de sus hijos para la siguiente acción; se le viste y se le unge estando solo. (Éxodo 29: 5-7). Primero, las vestiduras sacerdotales, descritas en al capítulo anterior, son puestas sobre él —las vestiduras para honra y hermosura. Acto seguido, es ungido con aceite que es derramado sobre su cabeza. Ya se ha explicado, y se debe recordar aquí para entender esta acción, que cuando Aarón está solo, se presenta ante nosotros como un tipo de Cristo; pero cuando está en compañía con sus hijos, la Iglesia es bosquejada como familia sacerdotal. Esto presenta el significado de que él sea ungido con aceite inmediatamente después de ser vestido de las vestiduras sacerdotales. Se verá, después, que él, junto con sus hijos, es rociado con sangre antes de serlo con el aceite de la unción. Es como una figura de Cristo que Aarón es ungido sin sangre. Ya que siendo el gran Antitipo de Aarón absolutamente santo, no necesitó la sangre, y por eso se registra que, al entrar en Su misión a Israel, Él fue ungido por el Espíritu Santo en Su bautismo. (Mateo 3; Hechos 10:38). Él recibió el Espíritu Santo, fue ungido, sobre el terreno de Su santidad absoluta, mientras que Su pueblo (como se verá) es sellado y ungido sobre el terreno de la limpieza absoluta de ellos por Su sangre preciosa. El hecho de que Aarón es ungido solo, sin sangre, le convierte en un tipo de Cristo —de Cristo en Su carácter pleno como Sacerdote, el Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

 

Aarón y sus hijos presentan la Iglesia como familia sacerdotal, pero como familia sacerdotal asociada con Cristo. En primer lugar, como en el caso de Aarón solo, están todos vestidos. Estas vestiduras no son las mismas que las descritas en detalle en el capítulo anterior, sino aquellas indicadas brevemente al final. Se dice que son túnicas, tiaras, y eran de lino fino, y bordadas, y también se dice que son "para honra y hermosura." (Éxodo 28: 39, 40; Éxodo 29:9). El lino fino bordado expone la pureza de la naturaleza de Cristo adornada con toda gracia. El hecho de vestirse por parte de los hijos de Aarón es realmente el revestirse de Cristo; y esto, de hecho, les lleva a asociarse con Él; ya que la Iglesia no posee nada aparte de Cristo. Si, por ejemplo, los creyentes son llevados la posición de sacerdotes, y al disfrute de los privilegios sacerdotales, ello es en virtud de su relación con Él. Él es el Sacerdote, y el que los hace sacerdotes. (Véase Apocalipsis 1: 5, 6; "y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos constituyó en un reino, sacerdotes para Dios su Padre; a él sea la gloria y el dominio para siempre jamás. Amén." - RVA). Todo emana de Él. Así, cuando Aarón es puesto en compañía de sus hijos, no se trata tanto de que él llega así a mancomunarse en la familia sacerdotal, sino que se trata más bien de enseñar que todas las bendiciones y privilegios de la familia sacerdotal proceden de Cristo. Pero para hacer esto, tienen que, en primer lugar, ser vestidos con vestiduras para honra y hermosura—vestiduras que los adornan con la gloria y hermosura de Cristo.

 

El paso siguiente era el sacrificio de la ofrenda por el pecado. Aarón y sus hijos estaban rodeados de debilidad, eran hombres pecadores, y necesitaban ofrecer por ellos mismos, así como por los pecados del pueblo. Deben ser llevados, por tanto, a estar bajo el valor típico de la sangre antes de que pudieran entrar en su oficio sagrado y ministrar en el santuario. De ahí la siguiente instrucción:

 

"Después llevarás el becerro delante del tabernáculo de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro. Y matarás el becerro delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y de la sangre del becerro tomarás y pondrás sobre los cuernos del altar con tu dedo, y derramarás toda la demás sangre al pie del altar. Tomarás también toda la grosura que cubre los intestinos, la grosura de sobre el hígado, los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y lo quemarás sobre el altar. Pero la carne del becerro, y su piel y su estiércol, los quemarás a fuego fuera del campamento; es ofrenda por el pecado." (Éxodo 29: 10-14).

 

La ofrenda por el pecado es un tipo de Cristo llevando los pecados de Su pueblo. Observen, entonces, en primer lugar, que Aarón y sus hijos ponen sus manos sobre la cabeza del becerro. Esta acción significaba la identificación de los oferentes con la victima que va a ser ofrecida. (Compárese con Levítico 4:4, etc.). Por tanto, después de haber puesto sus manos, el becerro que estaba a punto de ser inmolado estaba delante de Dios como representante de Aarón y sus hijos en sus pecados. La culpa de ellos era transferida simbólicamente, imputada a la víctima, que es considerada ahora como llevando sus pecados. Por consiguiente, mediante el acto reconocían su culpa, reconocían el hecho de merecer la muerte, y su necesidad de un substituto. A continuación, el becerro debía ser muerto delante de Jehová. Como cargado con los pecados de Aarón y sus hijos, el golpe de justicia caía sobre la víctima designada, proclamando mediante ello que la muerte era el castigo por el pecado. Si es que ellos consideraban el significado lo que estaba siendo promulgado, ¡cuán solemne debe haber parecido esta transacción a sus ojos! Cuando el becerro fue traído, y cuando, después de poner sus manos en silencio sobre su cabeza, no pudo ser perdonado, sino que tuvo que morir, ellos deben haber tenido un vislumbre del carácter real del pecado delante de Dios. Es una sombra, si es que es sólo una sombra, de la cruz —de la muerte del Señor Jesús, quien puso Su vida en expiación por el pecado. (Isaías 53:10).  Y mientras estamos allí en espíritu, y oímos Su clamor, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?", es cuando se nos hace comprender la terrible naturaleza del pecado —el hecho de que Dios lo aborrezca, en la medida que necesitó la muerte de Su hijo primogénito. Los creyentes, cuando vuelven la mirada atrás a esa escena solemne, pueden decir, "Él mismo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero" (1ª. Pedro 2:24 – BTX); y aprenden, a la vez, algo acerca de la condenación de la cual, por la gracia de Dios, han sido librados. Fue gracia, ciertamente, y sólo gracia, la que proveyó el sacrificio; y fue amor, imperecedero, inextinguible amor, de parte de Aquel que permitió ser llevado como cordero al matadero, para que pudiese redimirnos para Dios.

 

Después que la víctima era inmolada, la sangre era rociada. Se ponía sobre los cuernos del altar, y el resto se derramaba al pie del altar. (Éxodo 29:12). La sangre era así, totalmente para Dios. La vida está en ella (Levítico 17:11), y, por consiguiente, esta acción significaba que la vida de la víctima era ofrecida a Dios en lugar de la de Aarón y la de sus hijos. Esto era llevado a cabo sobre el principio de la substitución —Dios, en gracia, aceptando la muerte de la ofrenda por el pecado, en lugar de la de aquellos por los cuales era ofrecida. Además, "el sebo que cubre las entrañas, el lóbulo del hígado," etc. (Éxodo 29:13: LBLA), se quemaban sobre el altar. El sebo (la grosura) estaba prohibido para los hijos de Israel, al igual que la sangre. Es un emblema de la energía interior, de la fuerza de voluntad, etc. Es quemada sobre el altar debido a que la ofrenda por el pecado era un tipo de Cristo, y enseña así que, mientras Él era cargado con los pecados de Su pueblo, Dios halló en Él, al igual que en el caso del holocausto, aquello que respondía completamente a Su pensamiento —la verdad en lo íntimo. Su aceptabilidad infinita para Dios jamás fue más plenamente demostrada que cuando Él inclinó Su cabeza bajo los pecados de Su pueblo. Él tomo, en gracia, nuestro lugar; pero al aceptar así el golpe del juicio que nos merecíamos, cada pensamiento de Su corazón, cada movimiento de Su voluntad, cada energía de Su alma, eran perfectos delante de Dios. Fue, en efecto, en Su muerte en la cruz cuando Él demostró Su obediencia hasta el extremo, cuando mostró que la gloria de Dios era tan completamente el motivo único de que Él se entregase a la muerte, que ni siquiera las ondas y olas del juicio pudieron desviarle. Por último, la carne del becerro, y su piel, y su estiércol, eran quemados a fuego fuera del campamento. Se trataba de una ofrenda por el pecado, y como tal, debe ser echada fuera y consumida, puesto que se la consideraba como bajo la imputación de la culpa de Aarón y sus hijos. Era así, totalmente, un tipo de Cristo —de Cristo padeciendo fuera del campamento, rechazado por los hombres, desamparado por Dios, porque Él, en Su gracia y amor, padeció por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos a Dios. (1ª. Pedro 3:18). Completado este proceso, Aarón y sus hijos estaban ahora bajo toda la eficacia y el valor de la ofrenda por el pecado.

 

El holocausto sigue a la ofrenda por el pecado.

 

"Asimismo tomarás uno de los carneros, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero. Y matarás el carnero, y con su sangre rociarás sobre el altar alrededor. Cortarás el carnero en pedazos, y lavarás sus intestinos y sus piernas, y las pondrás sobre sus trozos y sobre su cabeza. Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová." (Éxodo 29: 15-18).

 

Tal como en el caso de la ofrenda por el pecado, Aarón y sus hijos ponían sus manos sobre la cabeza del holocausto; pero en lugar de la transferencia, o imputación, de su culpa, ellos mismos son transferidos, por decirlo así, como para llegar a identificarse con el carnero que estaba a punto de ser inmolado. En otras palabras, si bien las acciones son similares, los resultados ofrecen un contraste. La víctima en la ofrenda por el pecado es considerada, después de que se ponían las manos sobre ella, como cargada con la culpa de aquellos por los cuales estaba a punto de ser ofrecida como un sacrificio; mientras que, en el holocausto, Aarón y sus hijos son considerados, por el mismo acto, como investidos con toda la aceptabilidad del sacrificio. Sus pecados eran transferidos en el primer caso, y en el segundo, la posición de ellos cambiaba sobre el terreno del valor de la ofrenda. El carnero era inmolado, y la sangre rociada sobre al altar alrededor; la vida era presentada a Dios. Esto no era todo; sino que todo el carnero, habiendo sido cortado en pedazos, y habiendo sido lavadas sus entrañas, para hacerlo un tipo más adecuado de lo inmaculado que es Cristo, era quemada sobre al altar. "es holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová." (Éxodo 29:18). En la ofrenda por el pecado, la carne del becerro, etc., era quemada a fuego fuera del campamento, pero todo el carnero del holocausto era consumido sobre el altar debido a que todo él era aceptable a Dios. El holocausto es un tipo de la consagración perfecta de Cristo hasta la muerte; y en este aspecto, no se le considera como llevando pecados, sino como completamente consagrado a la voluntad y a la gloria de Dios. Como tal, por tanto, Cristo en la cruz, bajo la acción del fuego santo —es decir, probado por el juicio escudriñador de la santidad de Dios, fue enteramente un olor grato para Dios. Como llevando los pecados, Dios ocultó Su faz de Él; pero como obediente hasta la muerte de cruz, cuando mediante el Espíritu Eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios (Hebreos 9:14), Él proporcionó al corazón del Padre, un motivo nuevo para el amor. "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar." (Juan 10:17). En este aspecto, «Él estuvo en el lugar del pecado, y Dios fue glorificado como ninguna creación, ninguna impecabilidad, podría hacerlo. Todo fue un olor grato en aquel lugar, y según lo que Dios era en cuanto a él en justicia y amor.» La diferencia entre las dos ofrendas es mostrada por las palabras usadas. La palabra "quemarás" en el holocausto no es la misma de la que se usa en relación con la ofrenda por el pecado, sino que es la que se usa cuando se quemaba el incienso. Esto, en sí mismo, denota la fragancia y aceptación infinitas de Cristo como holocausto. Pero el punto en nuestra Escritura es que era ofrecido por Aarón y sus hijos; y, por consiguiente, tan pronto como era consumida sobre el altar ellos eran llevados también a estar bajo toda su eficacia. Sus pecados eran limpiados por la ofrenda por el pecado, pero ahora están delante de Dios en toda la aceptación y el olor positivos del holocausto —ambos resultados habiendo sido ganados para el creyente por la muerte de Cristo, ya que estas ofrendas no hacen más que representar los variados aspectos de Su sacrificio único.

 

Estas ofrendas eran, en una medida, preparatorias, y estaban relacionadas, más bien, con la idoneidad personal de ellos. Se añade ahora el carnero de la consagración. Hablando generalmente, este sacrificio tiene el carácter de una ofrenda de paz (véase Levítico 3), y representa otro aspecto de la muerte de Cristo —su valor para nosotros, las obligaciones bajos las que somos llevados a estar y la comunión con Dios, con el Sacerdote, y con toda la Iglesia en la que somos introducidos. Pero dicho sacrificio tiene aquí una relación especial con el cargo de Aarón y sus hijos, y se verá al leer la Escritura.

 

"Tomarás luego el otro carnero, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero. Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el lóbulo de la oreja de sus hijos, sobre el dedo pulgar de las manos derechas de ellos, y sobre el dedo pulgar de los pies derechos de ellos, y rociarás la sangre sobre el altar alrededor. Y con la sangre que estará sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él. Luego tomarás del carnero la grosura, y la cola, y la grosura que cubre los intestinos, y la grosura del hígado, y los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y la espaldilla derecha; porque es carnero de consagración.  También una torta grande de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre del canastillo de los panes sin levadura presentado a Jehová, y lo pondrás todo en las manos de Aarón, y en las manos de sus hijos; y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Jehová. Después lo tomarás de sus manos y lo harás arder en el altar, sobre el holocausto, por olor grato delante de Jehová. Es ofrenda encendida a Jehová. Y tomarás el pecho del carnero de las consagraciones, que es de Aarón, y lo mecerás por ofrenda mecida delante de Jehová; y será porción tuya. Y apartarás el pecho de la ofrenda mecida, y la espaldilla de la ofrenda elevada, lo que fue mecido y lo que fue elevado del carnero de las consagraciones de Aarón y de sus hijos, y será para Aarón y para sus hijos como estatuto perpetuo para los hijos de Israel, porque es ofrenda elevada; y será una ofrenda elevada de los hijos de Israel, de sus sacrificios de paz, porción de ellos elevada en ofrenda a Jehová."

"Y las vestiduras santas, que son de Aarón, serán de sus hijos después de él, para ser ungidos en ellas, y para ser en ellas consagrados. Por siete días las vestirá el que de sus hijos tome su lugar como sacerdote, cuando venga al tabernáculo de reunión para servir en el santuario."

"Y tomarás el carnero de las consagraciones, y cocerás su carne en lugar santo. Y Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero, y el pan que estará en el canastillo, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y comerán aquellas cosas con las cuales se hizo expiación, para llenar sus manos para consagrarlos; mas el extraño no las comerá, porque son santas. Y si sobrare hasta la mañana algo de la carne de las consagraciones y del pan, quemarás al fuego lo que hubiere sobrado; no se comerá, porque es cosa santa. Así, pues, harás a Aarón y a sus hijos, conforme a todo lo que yo te he mandado; por siete días los consagrarás." (Éxodo 29: 19-35).

 

Así que aquí, al igual que en el caso de las dos ofrendas anteriores, las manos de Aarón y sus hijos son puestas sobre la cabeza del carnero de la consagración, y debido a eso se identificaban con su valor delante de Dios. Acto seguido, se presenta dos acciones distintas con respecto a la sangre. Primero, después que el carnero era inmolado, la sangre se ponía sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y sus hijos, sobre el dedo pulgar de las manos derechas de ellos, y sobre el dedo pulgar de los pies derechos de ellos; y era rociada, a la vez, encima y alrededor del altar. Eran llevados, de este modo, a estar bajo el valor de la sangre expiatoria; ya que la sangre que era ofrecida a Dios a favor de ellos, los llevaba también a estar bajo Sus demandas, de modo que a partir de aquel momento, ellos no eran dueños de ellos mismos, sino que habían sido comprados por precio. Estas varias partes de sus cuerpos eran, por tanto, rociadas para dar a entender que, a partir de este momento, ellos sólo debían prestar atención, sólo debían actuar, y sólo debían andar, para Jehová, como los que habían sido redimidos por la sangre preciosa. Es así, también, con los creyentes de esta dispensación (época). Puesto que son redimidos, pertenecen al Redentor, y, libertados de la servidumbre y del poder de Satanás, disfrutan del precioso privilegio de vivir para Aquel que ha muerto por ellos, y ha resucitado. Sus oídos, manos, y pies, todos estos han de ser usados para Él, en Su servicio. Después de esto, se instruye una segunda cosa. Tanto ellos como sus vestiduras debían ser rociados con la sangre que estaba sobre el altar, y con el aceite de la unción. (Éxodo 29:21). De este modo, son apartados mediante la sangre, y mediante la unción del Espíritu Santo. «Y es importante comentar aquí que el sello del Espíritu Santo sigue al rociamiento con sangre, no al lavamiento con agua (del versículo 4). Esto era necesario.  Debemos ser regenerados;  pero no es que ese lavamiento que nos pone, por sí mismo, en un estado con Dios, puede sellar; sino que la sangre de Cristo lo hace. Estamos, por ella, perfectamente limpios, blancos como la nieve, y el Espíritu viene como testigo de la estimación que Dios tiene de aquel derramamiento de sangre. Por eso, también, todos eran rociados con Aarón. La sangre de Cristo, y el Espíritu Santo, nos ha situado en asociación con Cristo, donde Él está según la aceptabilidad de aquel sacrificio perfecto (era el cordero de la consagración), y la presencia, la libertad, y el poder del Espíritu Santo.» De hecho, la cruz y Pentecostés están relacionados —la eficacia de la sangre, y el don del Espíritu Santo, y se disfruta aquí de ambos —a lo menos en figura. [*] Estos tres pasos conducen a la posición Cristiana. Primero está el lavamiento con agua, luego la limpieza con sangre, y por último, la unción del Espíritu Santo. "Vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El." (Romanos 8:9 – LBLA).

 

[*] Compárese la ley para la limpieza del leproso en Levítico 14, recordando que allí es una cuestión acerca de limpieza de los pecados, y no, como aquí, de la consagración del sacerdocio.

 

A continuación, partes del carnero de la consagración (Éxodo 29:22), y "una torta grande de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre," etc. se ponían en las manos de Aarón y sus hijos para ser mecidos como ofrenda mecida delante de Jehová. La torta, el "pan de aceite" (Éxodo 29:2 comparado con Levítico 2) era una oblación (ofrenda vegetal, o de cereal), representando a Cristo en la perfección de Su humanidad, o más bien, la santidad de Su vida en consagración a Dios, la consagración entera de cada facultad de Su alma a la voluntad y a la gloria de Dios. Entonces, las manos de Aarón y sus hijos, tomadas en relación con las partes del carnero, estaban, de hecho, llenas con Cristo en todo lo que Él fue en vida, y en todo lo que Él fue en la muerte para Dios. Ahora bien, el significado de la palabra que se traduce en este capítulo como 'consagrar', como se puede ver en el margen, es 'llenar la mano'. Esto nos presenta la significación Escritural de la consagración. El pensamiento general es que ella estriba en que entregamos algo a Dios, y por eso el alma se devuelve a sí misma para procurar fuerza para consagrarse ella y todas sus energías al servicio de Dios; y, en efecto, con esta opinión, a menudo se llama a alcanzarla por un acto solemne de entrega de uno mismo. La Escritura revela un camino mejor. La consagración consiste, como se ve en este capítulo, en estar llenos de Cristo. Se trata de Cristo poseyendo, absorbiendo, y controlando nuestras almas. Por tanto, no requiere esfuerzo alguno de parte nuestra, aunque demanda, de hecho, el mantenimiento de un constante juicio propio, el rechazo permanente de la carne en cada aspecto y forma. Porque Cristo quiere, sí, desea, poseernos completamente, y si el Espíritu no es contristado, Él morará en nuestros corazones por la fe; y al igual que entonces, Él llega a ser el único objeto de nuestras vidas, de modo que Él solo se expresará en nuestro andar y en nuestra manera de vivir. Esto es consagración según Dios —tal como se prefigura en el llenado de las manos de Aarón y sus hijos.

 

Habiendo mecido el contenido de sus manos delante de Jehová, Moisés lo toma, y lo quema sobre el altar, sobre el holocausto, por olor grato delante de Jehová: es ofrenda encendida a Jehová. Esto nos enseña tanto lo que es aceptable a Dios en adoración como, por tanto, lo que es la verdadera obra sacerdotal. Se trata de la presentación de Cristo —el Cristo que ha pasado por el fuego santo del juicio, como hecho pecado por nosotros en la cruz— esto es lo que asciende como olor grato a Dios. Esto, en efecto, es tener comunión con Dios con respecto a la muerte de Su hijo; nuestras almas entrando, por el Espíritu, tanto en lo que Él es, como en el carácter de Su muerte, y presentándole a Él y Su obra, comprendida de este modo, ante los ojos de Dios. Nosotros nos deleitamos al presentar, y Él se deleita al recibir. Y, bendito sea Su nombre, Él llena, en primer lugar, nuestras manos, y Él solo puede llenar primeramente nuestras manos con aquello que Él se deleita aceptar. Esto, entonces, es nuestra obra como sacerdotes, nuestro privilegio como adoradores, presentar siempre a Cristo delante de Dios. Por tanto, se comprenderá fácilmente, que la carne no puede tener parte alguna en tal obra, y que, de hecho, la adoración puede ser sólo por el Espíritu Santo y sólo en el poder del Espíritu Santo.

 

Por último, hay instrucciones diversas con respecto a comer diferentes partes del carnero de la consagración. Moisés debía tener su parte —el pecho— después de haber sido mecido como ofrenda mecida delante de Jehová. (Éxodo 29:26). Aarón y sus hijos tenían su parte (versículos 27, 28, 31, 32). De este modo, Dios, y Cristo como Sacerdote, y toda la Iglesia, simbolizada por Aarón y sus hijos, se nutrían por igual del sacrificio ofrecido. Era la comunión de Dios, de Cristo, y Su pueblo —teniendo todos su parte— en la expiación cumplida. Aprendemos también que Cristo solo es el alimento de Su pueblo. Llevados a estar bajo el valor pleno de Su sacrificio por medio del cual son consagrados y santificados, Él se convierte en sustento y fuerza de ellos. (Éxodo 29:33). Se agregan dos prohibiciones. Primero, ningún extraño debía comer de esta comida sacerdotal. Debía estar limitada a aquellos que son santificados para el cargo de sacerdotes. En segundo lugar, la carne de las consagraciones debía ser comida el mismo día (versículo 34). La comida sacerdotal debe ser comida en relación con el altar. De igual forma, usted no puede alimentarse de Cristo si le disocia a Él de la cruz. Él es nuestra comida, y nos nutrimos de Él en comunión con Dios sólo como ofrecido a Dios, y glorificado por Él debido a Su obra que Él consumió.

 

Estas ceremonias debían repetirse por siete días; y el altar debía ser santificado por siete días. (versículos 36, 37). Los sacerdotes deben tener una consagración perfecta, y el altar ante el cual deben servir debe ser santificado perfectamente. La consagración y la santificación deben ser, por igual, según la perfección de las demandas de un Dios santo.

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Diciembre 2012.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - The Consecration of the Priests (Exodus 29: 1-35) ,
by Edward Dennett
Traducido con permiso

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