ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

33.- CUALIFICACIONES PARA EL SERVICIO (Éxodo 31)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

CUALIFICACIONES PARA EL SERVICIO

 

 

Éxodo 31

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60).-

 

        

Todos los detalles del Tabernáculo se han presentado ahora. Sólo queda una cosa —la provisión para la ejecución de los varios mandatos que Moisés había recibido. Ambas cosas proceden por igual del Señor; porque todo debía ser de gracia.

 

"Habló Jehová a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor. Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado; el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, el propiciatorio que está sobre ella, y todos los utensilios del tabernáculo, la mesa y sus utensilios, el candelero limpio y todos sus utensilios, el altar del incienso, el altar del holocausto y todos sus utensilios, la fuente y su base, los vestidos del servicio, las vestiduras santas para Aarón el sacerdote, las vestiduras de sus hijos para que ejerzan el sacerdocio, el aceite de la unción, y el incienso aromático para el santuario; harán conforme a todo lo que te he mandado." (Éxodo 31: 1-11).

 

Aprendemos dos cosas al leer esta Escritura. Primero, que sólo Dios puede designar a Sus siervos para el trabajo que han de desempeñar; y, en segundo lugar, que sólo Él puede cualificarles para el servicio al cual son llamados. Ambos puntos merecen especial atención. Se observará que tanto Bezaleel como Aholiab son nombrados divinamente. Fueron distinguidos, y llamados, por nombre. Este principio recorre todas las dispensaciones. El apóstol lo cita al hablar del sacerdocio de Cristo. Dice, "Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec." (Hebreos 5: 5, 6). De igual manera, habla de sí mismo como "apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios." (1ª. Corintios 1:1, 2ª. Corintios 1:1, etc.). Este es un punto de gran importancia; ya que el hecho de inmiscuirse en las cosas de Dios sin ser llamado, y sin ser enviado, sería peor que presumir. Es verdad que Dios no llama a Sus siervos por nombre en esta dispensación (época) —al menos desde los días del apóstol Pablo; pero todo siervo debiera esperar hasta estar divinamente confirmado en cuanto a su obra, estar indudablemente seguro de que está haciendo la voluntad divina, independientemente de aquello en que esté ocupado. Tal convicción es la fuente tanto de la confianza como del coraje. Jehová habla así a Josué, "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas." (Josué 1:9). La esencia de todo servicio estriba, en efecto, en la obediencia. El propio Señor caracteriza la totalidad de Su vida de servicio como obediencia: "Porque he descendido del cielo", Él dice, "no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió." (Juan 6:38). Sería, por tanto, nuestra primera preocupación comprobar que hemos sido enviados por el Señor, comprobar si hemos sido llamados a nuestra obra y servicio, tal como lo fueron Bezaleel y Aholiab; y si se nos encuentra sentados a los pies del Señor, Sus pensamiento, con respecto a esto, pronto serán revelados.

 

Pero la segunda cosa es que, llamados por nombre, ellos fueron llenos del Espíritu de Dios, y se los hizo dependientes del Señor para sabiduría e inteligencia, para ejecutar la obra encargada a su cuidado. La sabiduría del hombre no es de ninguna utilidad en el servicio de Dios. "Lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres." (1ª. Corintios 1:25). El apóstol Pablo dice, "si alguno entre vosotros se cree sabio en este siglo, hágase ignorante, para que llegue a ser sabio." (1ª. Corintios 3:18). Es por esta razón que los hombres intelectuales —hombres que se fundamentan en propio entendimiento— muestran, a menudo, nada más que insensatez al tratar con las cosas divinas. Pero son los siervos de Dios los que tienen la mayor necesidad de recordar esta verdad. Cuán a menudo son tentados a aplicar sus propios razonamientos, o su propia comprensión, a las Escrituras, a las dificultades en la iglesia de Dios —para su propia confusión. No obstante, si se recordase que no puede haber inteligencia o sabiduría aparte de Dios —ninguna en absoluto, excepto como recibida de Él, ellos se mantendrían en constante dependencia— que es la condición única para recibirlas. Más que actividad, ello produciría espera en Dios —actividad ciertamente cuando la Palabra para actuar ha sido presentada— pero una espera para obtener la sabiduría necesaria para el servicio requerido. La demostración de la sabiduría divina en el servicio es que la cosa hecha es según la Palabra de Dios. "Harán conforme a todo lo que te he mandado." (Éxodo 31:11). La Palabra es, por consiguiente, tanto la guía del siervo como la prueba de su servicio —la demostración de que se ha hecho con sabiduría divina según el pensamiento divino. Ninguna discreción se dejó a Bezaleel y Aholiab. No se clasificaron como cosas esenciales y no esenciales los artículos que se debían confeccionar, o los materiales con los que se debía trabajar. No hay ni el más mínimo rastro de que una sola cosa haya sido dejada a sus propios pensamientos o imaginación. Por otra parte, nada fue dejado a la sabiduría propia de ellos. Todo debía ser hecho según los mandatos dados a Moisés. No quedó al arbitrio de Bezaleel el hecho de trabajar según un modelo, y de Aholiab según otro. Ambos por igual estaban limitados, en el detalle más minucioso, por las instrucciones específicas de Dios. Este hecho necesita ser enfatizado en un día cuando aun los Cristianos están luchando por la libertad para que cada hombre haga según lo que es correcto a sus propios ojos. Las varias sectas de la Cristiandad, con sus múltiples políticas eclesiásticas, muestran que no han sido formadas por ningún Bezaleel y Aholiab, sino más bien por aquellos que no han recibido ninguna comisión divina, y no han sido dotados con ningún espíritu de sabiduría e inteligencia. Porque ellas no resistirían la prueba de la Palabra de Dios, y por esta causa, tienen que ser rechazadas por todos los que han oído la Palabra, "el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros." (1º. Samuel 15:22). Es, entonces, en esta instrucción donde debe comenzar cualquier recuperación, donde todo está en ruina, y donde todas las cosas tienen el sello de la decadencia y el alejamiento de la Palabra de Dios. Debemos comenzar rechazando todo lo que no resiste la prueba divina, y entonces debemos hablar, pese a nuestra debilidad y confusión, para ordenar todo según el pensamiento y la voluntad de Dios.

 

El día de reposo es prescrito una vez más.

 

"Habló además Jehová a Moisés, diciendo: Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis el día de reposo, porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo, ciertamente morirá. Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó." (Éxodo 31: 12-17).

 

Como alguien ha dicho, «El día de reposo se encuentra siempre cada vez que hay algún principio cualquiera acerca de la relación establecida entre el pueblo y Dios: el resultado propuesto en toda relación entre Dios y Su pueblo es que ellos entren en Su reposo.» El significado del día de reposo ha sido explicado con anterioridad, pero su prescripción continua, como revelando el corazón de Dios, no puede ser pasada por alto. Él sabía lo que Su pueblo era, y de qué manera ellos caerían siempre estando bajo responsabilidad, de modo que, en este sentido, Él nunca se decepcionó por el resultado. Por otra parte, la anexión del día de reposo a toda relación entre Él y el pueblo muestra cuán fervorosamente (si es que se puede usar semejante lenguaje humano) Él anhelaba que Su pueblo entrase en la consumación de Sus propósitos para ellos, y tuviesen el gozo de la bienaventurada comunión con Él al compartir Su reposo. El día de reposo significa el reposo de Dios, y esta era la meta que Dios propuso a Su pueblo. Sabemos que jamás entraron en él, y esto se declara plenamente en Hebreos 4; pero Sus propósitos nunca fallan, y por eso es que lo que se perdió estando bajo responsabilidad se establecerá según Sus propios consejos de gracia. Queda, por tanto, un reposo (un guardar el día de reposo) para el pueblo de Dios; y todo aquel que cree entrará en aquel reposo —siendo este el objeto y el resultado de todos los consejos y modos de obrar de Dios con respecto a Su pueblo. Nosotros, por tanto, los de esta dispensación (época) somos, así como los hijos de Israel, peregrinos en el desierto, de camino al reposo del que Dios ha hablado; pero, bajo el liderazgo del Autor de nuestra salvación, no podemos dejar de poseerlo.

 

El capítulo, y esta sección del libro, concluyen con el registro de la dación de las dos tablas del testimonio. "Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios." (Éxodo 31:18). Es necesario recordar que todas las instrucciones, desde el capítulo 24 hasta este punto, fueron dadas en el monte. Moisés había estado solo con Jehová. Jehová había estado 'hablando con él' con respecto a la revelación de Su pensamiento para el pueblo. Habiendo finalizado, Él le dio las dos tablas de piedra, conteniendo los términos del pacto que había hecho con Su pueblo. Él (Moisés) dice, "me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito según todas las palabras que os habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea. Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto." (Deuteronomio 9: 10, 11). Por lo tanto, parece que el contenido de las dos tablas eran las diez "palabras", o mandamientos, mencionados en Éxodo 20, pero escritas ahora por el dedo de Dios —los mandamientos que Israel se comprometió a guardar como condición de la bendición. Ellos abandonaron el terreno de la gracia sobre el que habían sido situados después de cruzar el Mar Rojo, y por iniciativa propia, y decidiendo de ellos mismos, ante la propuesta de Dios, se comprometieron en la responsabilidad de la obediencia. Moisés había estado cuarenta días y cuarenta noches en el monte, durante los cuales no comió ni bebió (véase Deuteronomio 9:9), estando, por decirlo así, en un estado sobrenatural, para poder llegar a ser el canal de las comunicaciones de Dios para Su pueblo. Si hemos de oír la voz de Dios, la carne no debe inmiscuirse, de hecho, debe ser desechada y, en cierto modo, la naturaleza también. El lector no olvidará el caso de Elías (1º. Reyes 19:8), y también el de nuestro bendito Señor —ambos, al igual que Moisés, ayunaron cuarenta días y cuarenta noches. Pero tal como otra persona ha comentado, «El Señor Jesús debe tener, en todas las cosas, la preminencia. Moisés, naturalmente lejos, es separado de su estado natural para poder acercarse a Dios. Cristo estaba naturalmente cerca, y más que cerca; Él se separó de la naturaleza para enfrentar al adversario a favor del hombre.» Este contraste es muy significativo, y muestra claramente que el más consagrado de los siervos de Dios no puede ser más que una sombra (tipificándola aun por contraste) de la excelencia de Cristo. (Compárese también el caso del apóstol Juan en Apocalipsis 1:10).

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Febrero 2013.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - Qualifications for Service (Exodus 31) , 
by Edward Dennett
Traducido con permiso
 

Versión Inglesa
Versión Inglesa

ir a la página principal de COMENTARIOS DE LOS LIBROS DE LA SANTA BIBLIA

ir a la página principal de EDIFICACIÓN ESPIRITUAL CRISTIANA EN GRACIA Y VERDAD