ENSEÑANZAS TÍPICAS DEL LIBRO DEL ÉXODO (Edward Dennett)

4.- PRIMER MENSAJE A FARAÓN (Éxodo 5 y 6)

ÍNDICE DEL CONTENIDO
ÉXODO 1
ÉXODO 2
ÉXODO 3 Y 4
ÉXODO 5 Y 6
ÉXODO 7 - 11
ÉXODO 12
ÉXODO 13
ÉXODO 14
ÉXODO 15:1-21
ÉXODO 15:22-27
ÉXODO 16
ÉXODO 17
ÉXODO 18
ÉXODO 19 y 20
ÉXODO 21 - 23
ÉXODO 24
ÉXODO 25:1-9
ÉXODO 25:10-22
ÉXODO 25:23-30
ÉXODO 25:31-40
ÉXODO 26:1-14
ÉXODO 26:15-30
ÉXODO 26:31-37
ÉXODO 27:1-8
ÉXODO 27:9-19
ÉXODO 28
ÉXODO 29:1-35
ÉXODO 29:38-46
ÉXODO 30:1-10
ÉXODO 30:11-16
ÉXODO 30:17-21
ÉXODO 30:22-38
ÉXODO 31
ÉXODO 32-34
ÉXODO 35-40

 

PRIMER MENSAJE A FARAÓN

 

 

Éxodo 5 Y 6

 

 

Enseñanzas Típicas del Libro del Éxodo

Edward Dennett

 

 

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y  han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

 

VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).

 

 

         Estos dos capítulos ocupan un lugar especial en la narración. Ellos son realmente de una naturaleza preliminar, introductoria al conflicto de Jehová con Faraón mediante juicios. Son, a la vez, muy instructivos puesto que ilustran los modos de obrar de Dios. El mensaje es entregado en gracia, la oportunidad para la obediencia es ofrecida – esperando Dios en paciencia y longanimidad antes que Su mano se levante en juicio. Es así incluso con el mundo en el tiempo actual. Ahora es el tiempo de la paciencia y la gracia de Dios, durante el cual el mensaje de Su misericordia es proclamado ampliamente para que todo aquel que pueda oír, y cree, sea salvo. Pero este día de gracia está apresurándose a su fin, y el momento en que el Señor se levante de Su asiento a la diestra del Padre, la puerta será cerrada, y los juicios comenzarán a caer. De igual manera, estos dos capítulos describen, por decirlo así, el día de gracia para Faraón. Pero si bien el rey de Egipto era un hombre, él era también, en la posición que ocupaba, como ya se ha señalado, un tipo de Satanás como el dios de este mundo. Hay, por consiguiente, enseñanza adicional a ser obtenida de estos capítulos en este aspecto, y es este aspecto, de hecho, el que ocupa el lugar prominente. Esto se verá a medida que avancemos.

 

"Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada. Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas. Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas." (Éxodo 5: 1 al 5)

 

Recuérdese que el asunto es el de la redención de Israel; y de ahí que sea un asunto en que el pueblo no podía tener parte alguna. Dios debe actuar por ellos; y es Él, por consiguiente, el que entra en controversia con Faraón. Faraón, como el dios de este mundo, Satanás, mantiene al pueblo en servidumbre. Es el propósito de Dios librarles; el mensaje confiado a Moisés es, por tanto, para el oído del rey Egipcio. ¿Y cuál es el objeto de Dios en la emancipación de Israel? "Para que ellos me celebren una fiesta solemne en el desierto." (versículo 1 – VM). Es para Su propio gozo, Su gozo en el gozo de Sus redimidos. Es para la satisfacción de Su propio corazón. ¡Qué maravilloso es que el gozo de Dios está involucrado en nuestra salvación! La entrega del mensaje saca a la luz el verdadero carácter de Faraón. "¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel." (versículo 2). Él se coloca, de este modo, en antagonismo directo y completo con Dios. ¡Solemne posición! Y este antagonismo jamás disminuyó, sino que continuó hasta que terminó en la derrota y la destrucción de Faraón y sus legiones. Una lección amonestadora, ciertamente, para todos los que no están reconciliados con Dios, así también como una revelación de la horrible corrupción de la naturaleza humana, que puede así confrontar impíamente, y desafiar audazmente, el poder de Dios. Tampoco fue esta la expresión transitoria de una mente irritada. Ya que, en respuesta a la constante apelación de Moisés y Aarón, él los acusó de interferir con la obra del pueblo. El dios de este mundo es la encarnación del egoísmo, y debe, por tanto, odiar a Dios. Este se puso de manifiesto en Filipos. En el momento en que la predicación y la acción del apóstol interfirieron con las ganancias de los amos de la muchacha que tenía espíritu de adivinación, ello atrajo sobre él y su compañero la más amarga enemistad. (Hechos 16). Asimismo con Faraón. La perspectiva de perder el servicio de sus esclavos le llenó de ira. El resultado fue que aumentó las tareas del pueblo, cargó sobre ellos cargas más pesadas, para fijar más firmemente los grilletes de su servidumbre. Siempre es así. Pero a pesar del poder y la sutileza de Satanás, él siempre se derrota a sí mismo. De hecho, no tiene visión anticipada. No puede ver el futuro, así como nosotros tampoco podemos, y como consecuencia, él siempre se extralimita. El pueblo estaba ocioso (dijo Faraón), y, "por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios" (Éxodo 5:8). Él deseó, por tanto, que el aumento de trabajo echara fuera todos tales pensamientos de sus mentes. ¡Ah! Satanás rodeará tierra y mar para evitar que ni siquiera uno de sus pobres esclavos escape de su servicio. Por eso es que si un alma es convicta de pecado, y comienza a anhelar libertad y paz con Dios, para escapar de Egipto y ser salva, Satanás la rodeará con mil trampas, fascinaciones, y enredos. Procurará, tal como hizo Faraón con los hijos de Israel, mediante una mayor ocupación, atrayéndole con señuelo a un torbellino de excitación o actividad, expulsar tales deseos de su mente. Si uno tuviese que leer estas páginas, tenga mucho cuidado con estas sutilezas del maligno, y que se aleje decididamente de todas estas asechanzas que tienen la intención de atraerle con engaño a la destrucción; sí, que el lector, o la lectora, en la conciencia de toda su necesidad, y toda su impotencia, vuelva la vista a Aquel que por medio de la muerte ha abrogado los derechos de aquel que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, para que Él pudiese librar a los que por el temor a la muerte estaban sujetos a esclavitud toda la vida. (Hebreos 2: 14, 15). Creyendo en el Señor Jesucristo, todos los tales se volverán de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios.

 

Los oficiales de Faraón eran fieles, y ejecutaron implacablemente su despiadado deber. (Éxodo 5: 10 al 14). El hierro de la opresión entró en las almas de los hijos de Israel, y en la amargura de sus corazones "clamaron a Faraón, diciendo: ¿Por qué tratas así a tus siervos?" (versículos 15 al 18 – VM). Pero ellos clamaban en vano, ya que Satanás desconoce la misericordia; ella es desconocida para aquel cuyo placer se encuentra en las penurias de sus siervos. Decepcionados al no encontrar alivio a manos de Faraón, ellos recurren, en su furor, a Moisés y Aarón, y los acusan de ocasionar el aumento de la presión de su servidumbre. "¡Jehová os mire, y juzgue, porque nos habéis hecho odiosos a Faraón y a sus siervos, con el fin de poner espada en mano de ellos para matarnos!" (versículo 21 – VM). ¡Qué verdadero es esto, también, en la experiencia individual! En los amargos ejercicios a través de los cuales pasa a menudo el pecador despertado, cuando se ve abrumado por el sentido de su culpa, y se le hace sentir, a la vez, la mano más pesada de Satanás, cuán a menudo es tentado a desear los días cuando era libre de todos esos conflictos y penas, no viendo que ellos son el camino a la liberación.

 

Aun Moisés se doblega, por el momento, ante la tormenta. Anhelando, como sin duda lo hizo, el bienestar y la redención de su pueblo, y herido por sus reproches, surge la duda ante esta nueva fase de la política de Faraón, e impacientándose, dijo, "Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo." (versículos 22 y 23). Moisés participó así en la decepción e impaciencia del pueblo. No había aprendido aún a andar por fe y no por vista, ni tampoco a descansar en el Señor y esperar pacientemente en Él. Pero incluso su fracaso surgió de la compasión por los Israelitas oprimidos; y una de las primeras calificaciones para socorrer a los demás es la identificación con la condición de ellos.

 

Moisés tenía, hasta ahora, comunión con la mente del Señor; y Él entendía los pensamientos del corazón de Su siervo. Por tanto, le comisiona nuevamente, y nuevamente le declara Sus propósitos de gracia y misericordia, anunciando Su fidelidad inmutable a Su pacto. Él había ya cumplido dos cosas; había enseñado tanto a Moisés como al pueblo el carácter de su opresor, y la naturaleza de su yugo. Él, aparentemente, los había encerrado en manos de Faraón, y había producido en ellos, de tal modo, una convicción de lo desesperado que era su condición. Este es, uniformemente, Su método. Él jamás se presenta como Salvador hasta que los hombres saben que son culpables y que están perdidos. El Señor Jesús dijo, "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento." (Lucas 5:32). Tan pronto como los hombres están dispuestos a reconocer que ellos mismos están perdidos, entonces el Salvador se coloca ante sus almas. Así es aquí. Los hijos de Israel están, aparentemente, en peor caso que antes; están desesperados, e igualmente lo está Moisés. Tenemos, al respecto, la presentación y el anuncio bienaventurados de Éxodo 6. Jehová, por tanto, no hizo más que llevar a Su pueblo a través de la necesaria disciplina en Éxodo 5. Él hace esto por dos razones: 1) para separar a Su pueblo de los Egipcios y, 2) para pavimentar el camino para la exhibición de Su propio poder, para que los hijos de Israel pudieran, de hecho, conocer que era sólo Su mano la que podía sacarles de la tierra de Egipto. Primeramente Él declara que Faraón, bajo Su mano, los echaría de su tierra. (Éxodo 6:1). A continuación, tenemos una revelación de gran importancia:

 

"Y habló Dios a Moisés y le dijo: Yo soy JEHOVÁ; y yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Todopoderoso; mas en la manifestación de mi nombre JEHOVÁ, no me dí a conocer a ellos." (versículos 2 y 3 – VM).

 

Esto no implica, de ningún modo, que el nombre Jehová no fuese usado anteriormente; por el contrario, se encuentra a menudo. Pero Él nunca lo había adoptado en relación con Sus siervos. Él lo adopta formalmente ahora como Su nombre de relación con Israel y es empleado así solamente con Israel. Los creyentes de esta dispensación Le conocen como el Dios y Padre de ellos; y por eso es que el hecho de que ellos usen el término Jehová, revelaría ignorancia acerca de la verdadera posición y verdadera relación de ellos, así como también una confusión de dispensaciones. Se trata de un nombre reservado para Israel y, por consiguiente, será empleado nuevamente cuando ellos sean llevados de regreso a un conocimiento de su relación con Dios en el milenio. El hecho de que Jehová del Antiguo Testamento es el Jesús del Nuevo es otro asunto, pero es un asunto de actualidad e importancia máximas. Él era realmente Jehová en medio de Israel, y como tal perdonaba sus iniquidades y sanaba sus dolencias (Salmo 103:3); pero Él nunca es Jehová para los Cristianos. Él se ha dignado llevarles a unas relaciones más íntimas; como Él reveló, en efecto, a María, y a Sus discípulos a través de ella, cuando dijo, "Subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios." (Juan 20:17).

 

Habiendo entrado formalmente ahora en relación con los hijos de Israel, Él recuerda el pacto, con sus términos, que Él había establecido con sus padres (Éxodo 6:4; compárese con Génesis 17: 7 y 8); y declara después, expresamente, que es en cumplimiento de Su pacto (ya que Él es fiel) que Él ha "oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes los Egipcios retienen en servidumbre" (versículo 5 - VM). Él cumplirá sobre este fundamente; es decir, sobre lo que Él es para ellos como Jehová en el pacto que hizo con sus padres, y el mensaje que Él envía ahora es, por consiguiente, muy completo e integral. Abarca Su propósito completo para la nación. Presenta, antes que nada, el nombre que Él ha tomado, Jehová – la expresión "Yo soy Jehová" declara redención – ellos serán emancipados y redimidos, serán llevados a estar en relación con Él, serán Su pueblo, Él será su Dios; Le conocerán como su Redentor, como Jehová su Dios, que los sacó de debajo de las cargas de los Egipcios, y serán llevados a la tierra que Él había jurado dar a Abraham, a Isaac, y a Jacob, y ellos la poseerían como heredad. Y se hace que todas las cosas dependan de lo que Él es, concluyendo el gran todo con la repetición del anuncio, "Yo Jehová." Él es así, tanto el Sí como el Amén, el Alfa y la Omega, de la redención de ellos. Ciertamente es un mensaje de suma belleza. Y todo está fundamentado sobre lo que Él es y todo es completado por eso mismo. Por tanto, todo lo que Él es garantiza el comienzo, y también el cumplimiento de la redención de Su pueblo.

 

Moisés llevó y entregó a los hijos de Israel el mensaje que había recibido: "pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre." (versículo 9). Así, reducidos a una absoluta desesperación, con su miseria oscureciendo todas sus almas, ellos hacen oídos sordos a la voz amable que proclamaba libertad y bendición. Entonces Moisés es enviado nuevamente a Faraón a demandar la libertad del pueblo; pero, decepcionado por lo infructuoso de su misión a los Israelitas, responde, " He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de labios?" (versículo 12). Hay, por tanto, nada más que fracaso. Faraón había rechazado la demanda de Jehová; los hijos de Israel, estupefactos por su pesado yugo, no escucharán las buenas nuevas de gracia, y Moisés no está dispuesto a proseguir; ya que él recuerda su antigua objeción, mostrando que, si bien él conocía algo acerca de su incompetencia natural, no había aprendido aún que toda su suficiencia iba a ser hallada en Jehová. Es siempre un error fatal cuando medimos las dificultades del servicio mediante lo que nosotros somos. El asunto es Lo que Dios es; y las dificultades que parecen ser montañas, surgiendo amenazadoras a través de las brumas de nuestra incredulidad, son para Él nada más que la ocasión para la exhibición de Su poder omnipotente.

 

La sección finaliza, en lo que atañe a las apariencias, con un fracaso total. Pero Jehová no se ve afectado por la debilidad humana o por la humana resistencia; Sus propósitos, al emanar de Su corazón, y llevados a cabo por Su poder, son inmutables. Es, por tanto, sumamente hermoso notar la acción registrada en el versículo 13. "Entonces Jehová habló a Moisés y a Aarón y les dio mandamiento para los hijos de Israel, y para Faraón rey de Egipto, para que sacasen a los hijos de Israel de la tierra de Egipto." Inconmovible ante la sordera de Su pueblo, el fracaso de Su siervo, o el antagonismo abierto de Faraón, Él prosigue calmadamente a efectuar la redención de Su pueblo. Se observará que desde el versículo 13 hasta el 30 se trata de un paréntesis. Parecería haber sido introducido por dos razones. Constituye, en primer lugar, un nuevo punto de partida. Éxodo 5, y la primera parte de Éxodo 6 son, como explicamos, preliminares – una especie de prefacio. Por otra parte, el período abarcado en dicho paréntesis es una especie de día de gracia para Faraón, cuando se le considera sencillamente como hombre; por otra parte, saca a la luz el carácter verdadero del conflicto en el que Jehová estaba a punto de entrar, y revela la posición y condición exactas de todas las partes involucradas – Faraón, los hijos de Israel, y Moisés. Al mismo tiempo, se colocan los fundamentos sobre los que Jehová estaba a punto de actuar para Su pueblo, amplios y profundos, sobre Su propio carácter y pacto. Ese período ahora ya pasó, el Señor comienza de nuevo, y de ahí la repetición del mandamiento a Moisés y Aarón, abarcando el objeto y alcance de su misión. Esto brinda la oportunidad, en segundo lugar, para la introducción de la genealogía del pueblo que iba a ser redimido. El punto de interés para nosotros radica en el parentesco de Moisés y Aarón. "Y Amram tomó por mujer a Jocabed su tía, la cual dio a luz a Aarón y a Moisés." (versículo 20). "Estos pues son aquel Aarón y aquel Moisés a los cuales dijo Jehová: Sacad a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, por sus escuadrones. Éstos son los que hablaron a Faraón rey de Egipto, para sacar a los hijos de Israel de Egipto. Éstos son aquel Moisés y aquel Aarón." (versículos 26 y 27 – VM). Aarón era, por consiguiente, el hermano mayor, y es interesante notar que los piadosos Amram y Jocabed fueron bendecidos en la preservación de sus dos hijos, a pesar del edicto del rey. Aarón tenía, en cuanto a naturaleza, prioridad sobre Moisés; pero la gracia jamás sigue el orden de la naturaleza. Ella reconoce todas las relaciones naturales que Dios ha formado, y allí donde esta verdad no es mantenida tenazmente, esta actitud sólo puede traer dolor, si es que no trae deshonra; pero como la gracia está totalmente por sobre, y fuera de la naturaleza, ella actúa en su propia esfera y conforme a sus propias leyes. Dios, por tanto, actuando según Sus derechos soberanos, escoge a Moisés, y no a Aarón, aunque a consecuencia del fracaso de Moisés, y de la ternura hacia su debilidad, Él asoció después a su hermano con él en su obra. Pero el orden divino es: Moisés y Aarón (versículo 27); mientras que el orden natural, tal como se ve en la genealogía y en el versículo 26, es: Aarón y Moisés. Los tres últimos versículos simplemente conectan la narración con el versículo 10. Puesto que la objeción de Moisés en el versículo 30 es, evidentemente, la misma del versículo 12. Y no obstante, existe una razón para su repetición. En Éxodo 3 y Éxodo 4, Moisés esgrime cinco dificultades en respuesta a Jehová; aquí en Éxodo 6 hay 2, haciendo que en su conjunto sumen 7. Fue, por tanto, la exhibición perfecta de la debilidad e incredulidad de Moisés. ¡De qué manera magnifica esto la gracia y la bondad del Señor; ya que si en Su presencia el hombre es revelado, saca también a la luz lo que Él es en toda la perfección de Su gracia, amor, misericordia, y verdad! ¡Bendito sea Su nombre!

 

Edward Dennett

 

Traducido del Inglés por: B.R.C.O. – Febrero 2012.-

Título original en inglés:
TYPICAL TEACHINGS OF EXODUS - First Message to Pharaoh (Exodus 5, 6) , by Edward Dennett
Traducido con permiso

Versión Inglesa
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