"LENGUAS
REPARTIDAS, COMO DE FUEGO"
Todas las citas
bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión
Reina-Valera
Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las
comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:
VM = Versión Moderna,
traducción de 1893 de H. B. Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones
Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza).
Pregunta: ¿Podría hacerme algunas aclaraciones sobre Hechos
2: 1-13, cuando, en
el día de Pentecostés, el Espíritu vino sobre los discípulos en "lenguas
repartidas, como de fuego"?
Respuesta: Para
comprender y apreciar toda la gracia divina resaltada por estos versículos,
hemos de hacernos cargo del por qué eran necesarias las lenguas repartidas (o
divididas). En Génesis 11, tenemos el relato inspirado del primer gran esfuerzo
de los hombres para establecerse sobre la tierra, para formar en ella una
asociación grande, y hacerse un nombre o adquirir fama. Y todo esto, sin
Dios, notémoslo. En lo que dicen, ni siquiera mencionan el nombre de Dios: Él
no entraba para nada en este orgulloso y popular proyecto, estaba excluido
completamente. No era un santuario de Dios lo que debía alzarse en la tierra de
Sinar, era una ciudad para los hombres, una alta torre, o un centro en torno
al cual querían reunirse.
Tal fue el
objeto de los hijos de los hombres, reunidos en gran número en la inmensa
llanura de Sinar. Leamos sus propias palabras: "Vamos, edifiquémonos una
ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si
fuéremos esparcidos sobre la faz de
toda la tierra." (Génesis 11:4). Este objeto era parecido a aquellas
alianzas y asociaciones de multitudes que, desde entonces y hasta nuestros
días, se han formado sobre la tierra. La asociación de Sinar, sea en su
principio, o sea en su objeto, podría desafiar a todas las asociaciones
modernas.
Pero esta
asociación terminó en Babel. Jehová escribió sobre ella la palabra: confusión.
Confundió, o dividió sus lenguas, y los esparció desde allí sobre la faz de
toda la tierra, de buen o de mal grado. En una palabra, vemos que en aquel
caso, lenguas divididas fueron enviadas como expresión del juicio de Dios sobre
aquella primera y gran asociación humana. Es un hecho solemne y grave. Una
asociación sin Dios, cualquiera que sea su objeto, no es en realidad sino una
comunidad en la carne, basada sobre el orgullo, y terminando en una lamentable
confusión: "Reuníos, pueblos, y seréis quebrantados." (Isaías 8:9).
¡Ojalá aprendamos los creyentes a separarnos de todas las asociaciones humanas!
¡Ojalá nos adhiriéramos de corazón a la única asociación divina, es decir, a
la Iglesia del Dios viviente, cuya cabeza es Cristo resucitado en gloria, cuyo
guía es el Espíritu Santo, y cuya carta viva es la Palabra de Dios!
Fue para unir
y reunir esta Iglesia bendita que las lenguas divididas (o repartidas) fueron
enviadas, en gracia, el día de Pentecostés. Cuando se hubo sentado a la diestra
de Dios, en medio de los esplendores de la majestad celestial, el Señor envió
al Espíritu Santo, para que Sus discípulos pudieran proclamar con eficacia la
buena nueva de la salvación a los que le crucificaron. Y ya que este mensaje de
perdón y de paz era destinado a hombres de diversas lenguas, el mensajero
celeste descendió, dispuesto a dirigirse a cada uno 'en su propia lengua, en la
lengua en que habían nacido'. (Hechos 2:8). El Dios de toda gracia ha manifestado,
con toda evidencia y sin equívoco posible, que deseaba hallar entrada en todos
los corazones, con la feliz nueva de Su gracia. El hombre, en la llanura de Sinar,
no necesitaba de Dios; pero, en el día de Pentecostés, Dios manifestó que no
abandonaba al hombre. ¡Bendito sea Su santo nombre! Dios había enviado a Su
Hijo, que los hombres acababan de crucificar; y ahora envía al Espíritu Santo
para decir a los hombres que, por esta misma sangre que habían derramado, había
perdón por el crimen cometido al derramarla. La gracia de Dios ha vencido toda
la enemistad del hombre; ha triunfado contra toda la oposición del corazón
humano y contra toda la rabia del infierno.
Vemos, pues,
que en Génesis 11, las lenguas divididas fueron enviadas en juicio. En
Hechos 2, las lenguas divididas (o repartidas) fueron enviadas en gracia. El
Dios de toda gracia quería que todos los hombres pudieran oír en su propia
lengua, en la lengua de su niñez, el mensaje de la salvación. Independientemente
del hecho que esta lengua fuera suave o ruda, refinada o bárbara, el Espíritu
Santo quería emplearla como un medio de dar a conocer directamente el precioso
mensaje a los corazones de los pecadores. Si, en el Génesis, las lenguas divididas
fueron enviadas para dispersar en juicio, aquí fueron dadas de nuevo, para
reunir en gracia, no en torno a una torre terrestre, sino a un Cristo Celestial;
no para la exaltación del hombre, sino para la gloria de Dios.
Notemos que
cuando Dios dio la ley, sobre el monte de Sinaí, habló en una sola y misma
lengua, a un solo y mismo pueblo. Pero cuando se trata del Evangelio, el
Espíritu Santo mismo desciende del cielo bajo la forma de lenguas divididas,
para acompañar en todos los lugares el mensaje de la paz y para darlo a conocer
a toda criatura bajo el cielo, en la lengua misma de cada país. ¡Sí!, la
salvación de Dios es publicada así en todas las lenguas. "¡Cuán hermosos
sobre las montañas son los pies de aquel que trae buenas nuevas!" (Isaías
52:7 – VM). Dios no ha descuidado nada para demostrar Su deseo de salvar y de
bendecir; por consiguiente, los que mueren en sus pecados son inexcusables.
* *
*
El Espíritu
vino, pues, como un viento fuerte que llenó toda la casa, y como lenguas
repartidas, de fuego. El carácter que tomó, visiblemente, el Espíritu Santo,
correspondía a la Obra de Dios en redención para todos los hombres. Cuando
descendió sobre Cristo, el Espíritu era semejante a una paloma, símbolo de
mansedumbre, de tranquilidad apacible y lleno de gracia, que convenía a Aquel,
de quien estaba escrito: "No
contenderá, ni voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz. La caña cascada no
quebrará, Y el pábilo que humea no apagará, Hasta que saque a victoria el
juicio."
(Mateo 12: 19-20). Pero a los discípulos se les dice:
"Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá; y lo
que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las azoteas."
(Lucas 12:3). Las lenguas repartidas eran, como lo hemos dicho, el símbolo de
las diversas lenguas; notemos también que el fuego era el poder penetrante de
la Palabra de Dios que juzga los pensamientos y las intenciones de los
corazones. El fuego es el emblema del juicio. En el Señor, no había nada que
juzgar, y Su ministerio no llevaba el carácter de juicio, muy por el contrario;
mientras que la obra del Espíritu Santo, en medio de un mundo opuesto a Dios,
juzgaría todo lo que no era según Dios.
Vemos cómo
Pedro, dirigiéndose a la multitud, le da a comprender que era el cumplimiento
de lo que había dicho el profeta Joel, cuando anunciaba lo que debía ocurrir en
los postreros días (Compárese Hechos 1: 14-15 y 2: 1,17). El Espíritu Santo
será derramado de nuevo, cuando Israel sea restablecido en su tierra.
Será entonces
la lluvia tardía. Notemos que el versículo de Joel 2:30 viene —en cuanto al orden—
antes de los versículos precedentes. Las cosas que menciona suceden antes que
llegue el día grande y manifiesto de Jehová: pero las bendiciones son después
de este día. Pedro dice, de modo general: "en los postreros días"
(Hechos 2:17); habla del juicio como de una cosa venidera, y en efecto, ese era
el caso. Pero, el punto importante en su discurso, es que presenta a las
conciencias de los judíos su terrible responsabilidad y su posición actual, la
necesidad del arrepentimiento antes de hablarles del perdón y de la gracia de
Dios.
Traducido
de la revista "Le Messager
Evangélique"
Revista
"Vida Cristiana", año
1966, No. 84.-
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